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El éxito de las "poesías" pintadas por Tiziano para Felipe II vendrá determinado por las réplicas existentes de cada una de ellas. En algunos casos se encuentran dos versiones diferentes a la que se muestra en el Museo del Prado como las que guardan la National Gallery de Washington y la National Gallery de Londres.Las diferencias entre las diferentes versiones son muy escasas, pudiendo tratarse de trabajos realizados en el próspero taller que Tiziano había creado, con el que obtuvo pingües beneficios. La luz y el color vuelven a caracterizar este trabajo en el que las pinceladas son rápidas y empastadas, tal y como narra Palma el Joven: "el maestro esbozaba sus cuadros colocando las masas de color, que servían de lecho o base a lo que quería representar, y sobre ellas empezaba a trabajar después. (...) Y finalmente, cuando el cuadro se encontraba ya en un estado avanzado utilizaba los dedos más que los pinceles para pintar".
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Es frecuente en la gran producción artística de Lucas Cranach el Viejo la aparición de desnudos femeninos nada convencionales. En este caso es la diosa Venus un tanto rígida representada por medio de un preciso dibujo en medio de la naturaleza. Se representa un tema extraído de un Idilio de Teócrito: Cupido es acribillado por las abejas cuando robaba el panal, y la diosa considera justo el castigo. Un tema que se ha relacionado con la alarmante propagación de las plagas venéreas en los tiempos en que Cranach realiza esta obra.
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Durante la primera estancia en Augsburgo recibió Tiziano como encargo la elaboración de varios lienzos protagonizados por Venus y la música con los que se retornaba al espíritu de sus primeras obras realizadas bajo la influencia de Giorgione. Este trabajo que aquí contemplamos sería una nueva versión que sumar a las del Prado y Berlín, con la novedad de aparecer aquí la diosa sólo en compañía de Cupido y con un perrillo a sus pies. La luz impacta en su sensual cuerpo, eliminando las actitudes púdicas de otras obras. Los especialistas consideran que podría tratarse de una obra del taller del artista y es que Tiziano mantuvo un activo taller que llevaba a cabo aquellos encargos que el maestro no gustaba de comprometer, replicando también las obras de mayor éxito. A diferencia de Miguel Angel, el veneciano siempre consideró la pintura como un negocio.
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Durante la primera estancia de Tiziano en Augsburgo surgieron una serie de obras vinculadas a Venus y la música. Tres de ellas tendrán como protagonista a un organista y las otras dos a un tañedor de laúd. De las protagonizadas por organistas dos guarda el Museo del Prado y otra está en Berlín. Entre las diferencias de ésta que contemplamos con sus compañeras podemos encontrar que el organista tiene cierto parecido físico con el entonces príncipe Felipe, con quien el pintor había iniciado una estrecha relación a pesar de que el primer retrato que le hizo no fue del gusto del joven.La postura de Venus es similar a la del Prado, conversando con Cupido, pero en esta escena se incorpora un perrillo en la zona inferior derecha y el paisaje del fondo es muy diferente, presentando unas montañas al fondo y una ciudad a sus pies. La diosa abandona todo gesto púdico para concentrarse en las caricias de Cupido.La figura de Venus presenta un claro escorzo al dirigir su mirada hacia el amorcillo, disponiéndose en una acentuada diagonal, influencias ambas de la pintura manierista e incluso de Miguel Angel. Una potente iluminación resalta la delicadeza sensual de la diosa y las diferentes calidades de las telas, trabajando el maestro con la luz y el color. La mayoría de los especialistas aluden al "retorno a una concepción giorganesca" ya que apreciamos una gran sintonía con los primeros trabajos como el Concierto campestre. La obra podía interpretarse en clave alegórica, representando a los sentidos, pudiendo simbolizar el organista el tacto, la vista y el oído.
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Al mismo tiempo que las "Poesías", Tiziano se ocupó de la ejecución de una serie de obras que tienen a Venus y la música como protagonistas. Existen varias versiones que se dividen en dos grupos: las protagonizadas por un organista y las que un tañedor de laúd acompaña a la diosa. Los elementos son siempre similares: el músico en la zona izquierda de la composición; Venus en el centro, tumbada, mostrando su sensual desnudez; un amorcillo en la zona derecha, que o corona o habla con la diosa; al fondo un amplio paisaje, algunas veces enmarcado por un amplio cortinaje como en este caso.Algunos especialistas consideran que esta tela sería un trabajo de la última etapa de Tiziano que quedó en su taller cuando murió, conservándola a modo de recuerdo de la obra que hoy se guarda en Cambridge. Estaría diseñada pero no acabada. Sin embargo, otros piensan que Tiziano se valió de ayudantes para realizarla en los años 1562-1564, apuntándose también a un artista veneciano que completó la obra en los años finales del siglo XVI o incluso a que sería una obra maestra de Tiziano que no recibió la colaboración de su taller. La polémica está servida ante un trabajo de gran sensualidad y belleza, en el que la luz y el color se convierten en los principales protagonistas, existiendo cierta sintonía con sus primeros trabajos -véase el Concierto campestre- en los que se apreciaba la influencia de Giorgione.
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Bastante tiempo antes de que Tiziano adoptara la retardada inflexión manierista, otro pintor veneciano cuya obra ha merecido en años recientes una subida valoración crítica, se situó en frente del credo clasicista con una protesta anticlásica que le obligó a exiliarse largo tiempo, Lorenzo Lotto.Sus comienzos no parecían romper la correlatio entre contenido y continente formal, tal como lo entendían a fin del siglo XV Antonello de Messina o Carpaccio, y apenas se separaba de Giambellino por su naciente desplante inconformista. Su oposición luego a Giorgione y a Tiziano le hizo acogerse a mecenas lejanos a Venecia, como hizo en Roma bajo la tutela del Papa Julio II, que le dio ocupación, junto a Sodoma, en la bóveda de la Estancia de la Signatura, ya iniciada por ellos cuando en 1508 la tomó Rafael en sus manos. El retorno a Venecia (1526) le devolvió la estimación de Tiziano, tras viajar por las Marcas y Bérgamo, acumulando experiencias analizadas con su talante objetor. Lotto nos presenta a las dos diosas enfrentadas, cada una con sus atributos; Diana, diosa de la caza, vestida y con un pequeño arco en su mano derecha mientras un lebrel recorre su pecho; Venus, diosa del amor y de la belleza, desnuda y acompañada de una paloma, abrazando al pequeño Cupido que con su mano derecha parece protegerse de la agresión verbal de Diana. La escena está bañada por una fuerte luz que resalta la blancura del cuerpo de Venus y las tonalidades verdosas -uno de los colores favoritos del Manierismo- del vestido de Diana. Otro elemento destacable de la composición lo encontramos en la expresividad de los gestos, anticipando la teatralidad del Barroco.
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En esta pintura de Holbein el Joven se advierte el resultado del viaje de estudios que hizo a la Lombardia así como el fuerte influjo de la pintura leonardesca en este retrato femenino con una fuerte carga psicológica en la mirada.
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Tiziano regaló a Carlos V un lienzo que representaba este tema durante su estancia en Augsburgo en 1548, cuando realizó el retrato de Carlos V en Mühlberg y se ha pensado que pudiera tratarse de éste. Sin embargo no se ha comprobado. Esta Venus recreándose con el Amor y la Música es muy similar a la Venus y la Música que también guarda el Museo del Prado, lo que hace pensar que este tipo de escenas fueron muy admiradas en el siglo XVI y después en el XVII, ya que la religiosidad de los monarcas españoles no les impedía disfrutar dichas escenas. Venus aparece recostada junto al organista, un muchacho que gira la cabeza para admirar a la bella diosa que juega con Cupido, su inseparable compañero. Por supuesto, la belleza de Venus nos resulta extraña a los espectadores que debemos comprender cómo el canon estético femenino del Renacimiento italiano, concretamente el veneciano, era diferente al actual. Se preferían las mujeres rellenitas, con poco pecho y piel clara, modelo que tanto repetirá después Rubens en sus lienzos. Al fondo se abre una ventana a un paisaje de atardecer con árboles, una fuente y varias figuras alegóricas a la relación entre el amor y la música. Se podría considerar un acercamiento del maestro a las típicas imágenes flamencas de los sentidos que populizará Brueghel de Velours. Así, los sentidos del oído y de la vista estarían perfectamente presentados. Tiziano, como la Escuela veneciana, será un enamorado de la luz y del color. Gracias a la luz, da más importancia a Venus al iluminarla con un foco y recortarla sobre un fondo neutro. Las calidades de las telas siempre serán para el artista un importante punto de atención, como aprendió de su maestro, Giovanni Bellini. Quizá los tonos se han apagado respecto a obras como La Bacanal, pero aun así no deja de llamar la atención al ser colores cálidos que juegan con los contrastes.
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No está muy claro quién encargó a Tiziano esta Venus, aunque existen opiniones que la sitúan en el ámbito de un jurisconsulto veneciano; posteriormente fue adquirida en el siglo XVII por Felipe IV por 165 libras. Este tipo de escenas rompe con la tradición de piedad y religiosidad absoluta de la monarquía española. La bella figura de Venus, siempre según el canon de belleza de la época - distinto del actual - reposa sobre un diván mientras escucha la música procedente de un órgano. Juega con un perrillo, otorgándola un aire distraído. Al fondo se observa un jardín con una fuente y varias figuras, destacando las hileras de árboles que crean el efecto de perspectiva. Venus está iluminada por un fuerte foco de luz que hace más blanquecino su bello cuerpo, contrastando con la tela rojiza sobre la que está tumbada. El organista gira su cuerpo para contemplar a la diosa y al perrillo que acaba de irrumpir en la escena. El tema de los conciertos campestres ya lo había planteado Tiziano en sus primeros años, continuando la estela de Giorgione, de quien tanto aprendió. El vivo colorido de la Bacanal y de la Ofrenda a Venus irá dando paso a tonos algo más apagados pero no por ello menos interesantes. Más importante es el cambio en la pincelada, ahora más suelta y empastada, hasta llegar a sus últimas obras conocidas como "impresionismo mágico".