Es con François Boucher cuando la Francia fastuosa se transforma en la Francia galante. Su pintura expresa el gusto de una época y él encarna no solamente el pintor, sino el testigo, el representante, el modelo, como sostenían los hermanos Goncourt. Su fantástica imaginación, su composición de virtuoso se entrega a unos temas mitológicos dedicados fundamentalmente a los amores de los dioses y en especial a Venus a la que consagra no menos de cincuenta cuadros. Ello le permite, como antes había hecho Rubens, llenar sus cuadros de ninfas, sátiros y amorcillos y pintar una serie de cuerpos femeninos, desnudos, de colores nacarados, que es en realidad lo que a él le gusta. Los Goncourt apuntan que más que tratarse de mujeres desnudas son mujeres desnudadas. La luz y los colores claros y tiernos se ponen al servicio de la exuberancia decorativa a la moda. Hay dos modelos que suelen repetirse en su pintura, uno estilizado, fino, elegante y otro más grueso y más vulgar, pero siempre dentro de lo que los Goncourt llamaban vulgaridad elegante. Parece ser que esta segunda mujer era la famosa Luise O'Murphy, incluida en las "Memorias" de Casanova.
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El estilo de Annibale Carracci ha madurado mucho cuando realiza este cuadro con la imagen de Venus y Cupido, alegoría del Amor. Está pintado para un techo, por lo que las figuras fingen ser vistas desde el suelo, con forzados escorzos en los cuerpos. Las dos figuras han sido trazadas con una intención de idealizar sus efigies, y no como personajes reales como más adelante realizarán los caravaggistas, rivales artísticos del Clasicismo de los Carracci. Todos los elementos tradicionales del amor están reunidos en la imagen: Venus aparece como una jovencita rubia, con una guirnalda de flores en los cabellos, desnuda como corresponde a la pureza, con la manzana de oro que Paris le regaló (y que desencadenó la guerra de Troya), acompañada de su hijo Cupido, que no lleva los ojos vendados pero sí el arco y el carcaj con las flechas. A los pies de ambos, entrevistos idealmente entre nubes, como si el cielo real se hubiera abierto para mostrárnoslos, está una pareja de palomas, símbolo también del amor y la fidelidad.
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Figura muy trabajada, que en origen estaba policromada y que porta en la mano derecha un cuerno a la altura del hombro, mientras que el brazo izquierdo descansa sobre el abultado vientre, que coincide con la parte más convexa de la roca. Los contornos están muy marcados, y se resaltan los atributos de la fisonomía femenina.
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Durante el tiempo que estuvo Tiziano trabajando en las "Poesías" para Felipe II realizó otras obras de temática mitológica como este lienzo que contemplamos. La obra formaba parte del grupo de cuadros comprados por el cardenal Scipione Borghese a Paolo Sfondrato, cardenal y sobrino del papa Gregorio XIV. El lienzo es tratado por primera vez como obra de Tiziano en 1613, citado por Borghi en el palacio Borghese de Roma.En el lienzo apreciamos a la diosa cubriendo los ojos del amorcillo, escena que está siendo contemplada por otro amorcillo y dos ninfas -Dori que lleva el arco y Armilla que porta las flechas, según Scipione Francucci en 1613-. Las figuras se sitúan en primer plano mientras al fondo podemos contemplar un paisaje montañoso con un cielo anaranjado. La luz y el color se adueñan de la composición, empleando el maestro una iluminación dorada que unifica el fondo con el primer plano y resalta las tonalidades empleadas. Los colores serán cada vez más limitados pero las gamas cromáticas se amplían gracias al efecto lumínico creado, envolviendo la escena en una atmósfera que distorsiona los contornos y aboceta la escena. Las pinceladas serán cada vez más rápidas y fluidas para inaugurar el estilo denominado "impresionismo mágico", estilo que atraerá a numerosos artistas del Barroco como Rembrandt o Rubens.Sobre la temática de la obra existen diversas hipótesis, apuntándose a lecturas iconográficas moralizantes y pedagógicas. Si bien tradicionalmente se planteaba como una representación de las Tres Gracias, actualmente Tietze apunta a un pasaje de "El Asno de Oro" de Apuleyo en el que trata la cuestión de la castigo infligido por Venus a Cupido, al que la diosa priva de sus armas tras su aventura con Psiqué. Panofsky interpreta la presencia de dos Cupidos en una lectura neoplatónica; Anteros evoca el amor divino que eleva el espíritu ante la contemplación de las cosas divinas mientras que Eros -el Cupido de los ojos vendados- estará asociado al amor terrestre. Las ninfas estarían interpretadas como una representación del amor conyugal y la castidad o como las alegorías del placer y la castidad. De esta manera, el lienzo estaría vinculado a una temática nupcial donde la esposa estaría representada como Venus. Sin embargo, la atmósfera dramática que se respira en la obra no enlaza con esta interpretación y Friedlander lo interpreta como Vesta desarmando al Amor con la ayuda de dos sacerdotisas.
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La Venus de Arles atribuida a Praxíteles muestra una actitud distante, así como un fuerte convencionalismo en el tratamiento de las telas, por lo que se trataría de una de sus primera obras, anterior, sin duda, a la Afrodita de Cnido. Sin embargo, presenta ya una importantísima novedad que se aparta por completo de la tradición clásica: la total desnudez de la diosa.
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Figura encontrada por las tropas italianas en 1912 que presenta a la diosa Afrodita Anadiomena totalmente desnuda, surgiendo de las aguas, con una clara intención de plasmar la belleza ideal femenina. Se atribuye a Praxíteles, aunque nos encontramos con una copia helenística.
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De ejecución muy cuidada, esta pieza destaca sobre las otras venus por su tendencia al esquematismo, sin embargo mantiene las características fundamentales que presentan este tipo de figuras como la exageración de los senos y el vientre, dejando a un lado el desarrollo de las piernas y brazos y, especialmente del rostro.
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A partir de un texto de las "Imágenes" de Filostrato, evoca Poussin en este dibujo de 1658 una alegoría de la fertilidad, tomando como elementos alegóricos la fuente del Amor junto a una estatua del dios Príapo, a su izquierda. Apoyada en la fuente, la diosa Venus se contempla en un espejo, en una actitud no definida, dado que Poussin ha estudiado dos posibilidades para el brazo derecho. Bajo la fuente, un grupo de amorcillos atrapa una liebre, que será ofrecida a la diosa. Dentro de lo habitual en sus últimos años, la composición es sobria, elegante, con una gran masa central formada por la fuente. Una generosa aplicación de la aguada contribuye a realzar la relación luz-sombra. La línea temblorosa, fruto de la creciente enfermedad que afectaba a sus manos, proporciona a la obra el encanto de lo inacabado.
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De ejecución muy cuidada, el escultor resalta los detalles que más le interesan de la venus como el vientre, descuidando las extremidades, sin embargo esta figura destaca entre las demás por su estilización. Desconocemos la simbología y utilidad de estas figuras, tal vez representan a la gran madre o a la abuela del grupo social, pero también pueden aludir a la diosa de la fecundidad e incluso ideales de belleza.
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Estatuilla de venus en esteatita ambarina, encontrada hacia 1880 en la Barma Grande y adquirida por Salomon Reinach en 1896 para el M.N.A. francés. Le faltan las pantorrillas pero ha conservado la cabeza oval y frente huidiza. Los volúmenes de los senos, vientre, nalgas y caderas son notables. En este aspecto recuerda a la Venus de Lespugue. Se fecha en el denominado Estilo II.