Busqueda de contenidos

acepcion
Puerta de un edificio hindú o budista en forma de arco.
contexto
El escenario africano había sido siempre esencial para los italianos -que cosecharon en él derrota tras derrota-, muy importante para los británicos -que acumularon en él efectivos numerosos- y siempre secundario para los alemanes, de manera especial en el momento en que atacaron la URSS. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, en la fase final de la guerra en la zona, los alemanes acabaron empleando numerosos medios materiales y humanos, de tal modo que la derrota en el Norte de África es susceptible de ser comparada con la de Stalingrado. Para Churchill, así como los británicos no habían conseguido victoria importante alguna hasta El Alamein, después de esta batalla puede decirse que ya no padecieron derrota alguna de importancia. Como sabemos, las tropas de Rommel se habían detenido en esa posición y tratado de forzar, sin éxito, las posiciones adversarias. Dirigía a los defensores el general Montgomery, prudente, meticuloso, austero y dotado de una personalidad carismática que le convirtió en la más destacada personalidad militar de su país durante el conflicto. Gracias a la mejora de las condiciones del tráfico marítimo en el Mediterráneo, había conseguido dotarse de medios importantes que superaban en mucho a los de Rommel, hasta triplicarlos en lo que respecta al número de soldados y multiplicar por seis el de carros. La batalla ofensiva de El Alamein (octubre-noviembre de 1942) recordó, sin embargo, un tanto a conflictos de otras épocas, en el sentido de que el bombardeo artillero previo y el avance de la infantería jugaron un papel de primera importancia en el ataque inicial. Tras abrirse camino en los campos de minas del enemigo, los británicos giraron hacia la costa y derrotaron al adversario, al que consiguieron poner en fuga. En este momento, se demostró, sin embargo, la excepcionalidad de Rommel como general en el sentido de que si perdió gran parte de sus efectivos fue capaz de emprender una larguísima huida hasta Túnez, adonde llegó en febrero de 1943 evitando ser capturado por sus adversarios. Mientras tanto, se produjo un giro definitivo en la situación naval en el Mediterráneo, de modo que en los meses posteriores a El Alamein tan sólo el 2% del total de los buques aliados de aprovisionamiento fueron hundidos. Cuando Rommel, enfermo, se trasladó a Alemania para curarse y entrevistarse con Hitler, encontró en él una actitud por completo carente de realismo, que pretendía la resistencia a ultranza en el Norte de África pero sin volcarse en el envío de medios. Lo que alteró de forma definitiva la situación fue el hecho de que cuatro días después del final de la batalla de El Alamein, tuvo lugar el desembarco de las tropas anglosajonas en Marruecos (8 de noviembre). A esta operación se llegó dada la imposibilidad de los anglosajones de llevar a cabo un desembarco en suelo europeo. Un intento británico y canadiense sobre Dieppe, que no tenía otra función que la de tanteo u operación de comando, concluyó con un rotundo fracaso y la posibilidad de un ataque a Noruega fue desechada no sólo por sus dificultades objetivas sino también porque la operación, en caso de triunfar, se encontraría luego con graves problemas acerca de cómo y adónde seguir las operaciones. Cuando Roosevelt, siempre más propicio a dar prioridad a una acción sobre el Viejo Continente, decidió aceptar esta operación lo hizo con la idea de que sería fácil y poco duradera. Los norteamericanos habían mantenido buenas relaciones con la Francia de Vichy y confiaban en que sus mandos militares no se opondrían al desembarco. De cualquier modo, el Norte de África pretendía ser "un trampolín" para llegar a Europa mucho más que "un sofá" donde arrellanarse esperando acontecimientos. A lo largo de la gestación de la operación hubo discrepancias importantes entre los aliados, porque los norteamericanos hubieran preferido desembarcar tan sólo en la costa atlántica marroquí mientras que los británicos acabaron imponiendo que, al mismo tiempo, se atacara en Argelia. La idea de los británicos era que se debía avanzar con rapidez desde los puntos iniciales de desembarco hacia Túnez y achacaron a los norteamericanos una lentitud que, paradójicamente, tuvo un efecto positivo, como se señalará más adelante. De cualquier manera, el desembarco tomó por completa sorpresa a los alemanes e italianos, que habían creído que se trataba de un convoy que seguía la ruta hacia Malta. En realidad, el desembarco de las tropas anglosajonas en la costa atlántica, Orán y Argel tuvo más dificultades de las esperadas y sólo una serie de circunstancias afortunadas hizo que, finalmente, se evitara el enfrentamiento total entre quienes desembarcaban y las tropas francesas allí destacadas. Los norteamericanos habían confiado en atribuir el mando de los franceses de Vichy al general Giraud, héroe de guerra que había conseguido huir de los campos de concentración alemanes. Sin embargo, la presencia en Argel del almirante Darlan, un oportunista que había jugado un papel decisivo en el régimen de Pétain, les proporcionó otro punto de apoyo cuando se mostró dispuesto a cambiar de bando, gracias a lo cual lograron neutralizar la resistencia en esta capital y en Casablanca, donde los combates habían alcanzado cierta envergadura. Darlan no consiguió imponer su autoridad en Túnez. Si allí no se había producido el desembarco inicial, la razón estribaba en que se había temido el bombardeo por parte de la Aviación procedente del Sur de Italia. En un plazo muy corto de tiempo, a fines de 1942, con un importante apoyo aéreo, muy pronto fueron trasladados 180.000 alemanes e italianos capaces de ofrecer una resistencia tenaz a la expulsión definitiva del Norte de África. Mientras tanto, Darlan había sido asesinado por un joven monárquico. Dado que Giraud demostró poco interés y capacidad política, la coincidencia de ambos factores les permitió a los seguidores de De Gaulle convertirle en el supremo mando político francés a pesar de que los anglosajones no se habían fiado de su capacidad de atracción sobre las tropas francesas. Consecuencia inmediata del desembarco anglosajón en el Norte de África fue que Hitler decidió la ocupación de la Francia de Vichy, operación que se llevó a cabo sin mayores problemas y que redujo a Pétain a la condición de pura y simple marioneta en manos de Hitler. Los mandos de la Flota francesa, anclada en Tolón, decidieron hundirla antes de que sus barcos fueran tomados por los alemanes. En los días centrales de enero de 1943, Roosevelt y Churchill se reunieron en Casablanca. Aquella había sido una importante victoria, apreciada como tal por los alemanes, pero la razón principal del encuentro fue también tomar decisiones estratégicas de futuro. Se descartó el desembarco en Francia durante el año 1943, medida que, si estaba plenamente justificada por la carencia material de tiempo y de preparación suficiente, multiplicó el profundo escepticismo que Stalin siempre sintió respecto de las verdaderas intenciones de los anglosajones. Pero, sin duda, la decisión fundamental del presidente norteamericano y del "premier" británico consistió en afirmar que no se aceptaría otra solución final a la guerra que la de la rendición total del Eje. A esta fórmula -que tenía difícil alternativa en las circunstancias bélicas que se vivían- se le dio una publicidad un tanto peculiar en el transcurso de una rueda de prensa, hecho que ha dado lugar a múltiples especulaciones. Lo cierto es, sin embargo, que, a la hora de la verdad, las circunstancias mandaron sobre esa decisión de principio. Como veremos, el caso de Italia prueba que esa exigencia fue susceptible de interpretaciones. Los soviéticos mantuvieron la más estricta, pero lo hicieron siempre en beneficio propio y de su expansión territorial. La campaña de Túnez prolongó otros cuatro meses la guerra en el Norte de África y fue una de las causas principales de que el desembarco en el Viejo Continente fuera pospuesto hasta 1944. La paradoja de Hitler es que fue sólo en este momento cuando empleó a fondo sus recursos para impedir la victoria aliada en este escenario africano. Lo hizo en la peor circunstancia para sus propias armas, cuando ya tenía problemas muy graves en la URSS, desplazando hacia allí unidades selectas, tanto de carros como de aviación. Quizá temía, con razón y como veremos, que la derrota en África tuviera como consecuencia inmediata el desmoronamiento de Italia. De cualquier modo, la falta de rapidez en la ofensiva aliada acabó siendo beneficiosa para los anglosajones, porque permitió que se acumularan allí unos efectivos bélicos que, atrapados, acabaron rindiéndose. En cuanto los aliados consiguieron la superioridad aérea, les resultó imposible a alemanes e italianos el reembarque. Hitler, de cualquier modo, no pareció haber pensado nunca en la posibilidad de convertir el escenario africano en primordial. Aunque a Rommel le aseguró que planeaba una operación en contra de la propia Casablanca, nunca imaginó en serio utilizar la vía más obvia para atacar a los anglosajones, que no era otra que España, tal como le había sugerido Mussolini. La campaña de Túnez tuvo dos fases muy distintas en su significación, pero en realidad las características de la lucha se mantuvieron idénticas a través de ellas. La orografía, en valles encajonados y con líneas defensivas a veces construidas hacía tiempo (la Línea Mareth en la frontera con Libia), permitió a alemanes e italianos una defensa eficaz frente a un adversario que era netamente superior en efectivos. No obstante, la superioridad aérea aliada acabó por ser absoluta y eso impidió el aprovisionamiento del Eje. A pesar de ello a éste, durante el mes de febrero, gracias a un desembarco excepcional de tropas procedentes de Italia -los alemanes por vez primera pudieron utilizar contra los anglosajones los carros pesados Tiger- le fue posible tomar la iniciativa. Von Arnim atacó a los norteamericanos que avanzaban desde Argelia mientras que Rommel se empleó a fondo contra los británicos. A partir de marzo, sin embargo, la ofensiva anglosajona se acabó imponiendo de manera clara e incluso las líneas defensivas alemanas más resistentes fueron desbordadas en ataques de flanqueo. A mediados de mayo se producía la rendición de alemanes e italianos. El número de los prisioneros, según la mayoría de las fuentes, pudo superar el cuarto de millón de soldados. Nunca los aliados habían tenido una victoria de esta envergadura, que puede compararse con justicia con la lograda por los soviéticos en Stalingrado, aunque ésta fuera anterior y, en apariencia, más espectacular. El propio Franco, dadas las circunstancias, acabó por decidirse a pasar a una posición de neutralidad. La campaña de Túnez permitió por primera vez probar la cooperación norteamericana y británica, a veces nada fácil dado el carácter de Montgomery y su escaso aprecio de las capacidades del aliado. Eisenhower, el general norteamericano más conocido, nunca había tomado parte como mando en campañas bélicas de envergadura. Sus capacidades estuvieron mucho más en la organización que en primera fila del combate. En Túnez empezaron ya a destacar otros generales norteamericanos, como Patton y Bradley. Hubo, sin duda, inexperiencia norteamericana pero el bautismo de fuego en un frente en que la superioridad aseguraba la victoria tuvo también un aspecto positivo que se fue apreciando con el transcurso del tiempo.
lugar
Localidad situada en la provincia de Valladolid, cuenta con una población de alrededor de siete mil habitantes. Tordesillas es especialmente famosa porque en ella vivió durante 46 años Juana la Loca. No se sabe el origen de Tordesillas aunque en sus alrededores se han encontrado asentamientos que datan de la segunda Edad del Hierro; es probable que en sus cuevas se asentaran poblaciones íberas y celtas entre los siglos V-III a.C. Según las últimas teorías, Tordesillas sería la antigua ciudad vaccea de Sarabis; otros piensan que era Acontia. Su origen también ha dado lugar a tres teorías, la primera afirma que data de época romana, siendo Quinto Cecilio Metelo su fundador hacia el 83 a.C., quien habría mandado construir una torre para honrar al dictador romano Sila, recibiendo el nombre de Torre de Sila; la segunda teoría apoya una fundación árabe, Thor Shilah o fortaleza de los Shilanes, tribus árabes asentadas en la Península en el siglo VIII. La tercera teoría, y la más apoyada, es la de su origen medieval. La primera vez que aparece nombrada es en el año 939, cuando Abderramán III pasó por ella camino de Zamora. Fue sucesivamente dominada por musulmanes y cristianos a lo largo de la Edad Media, hasta su definitiva reconquista en el año 995 por Sancho García. A lo largo de toda la Edad Media, Tordesillas fue creciendo demográficamente hasta convertirse en un importante núcleo urbano. El momento de mayor importancia en su historia medieval se dio con la firma del Tratado que lleva su nombre, firmado en 1479 entre las Coronas castellana y portuguesa; en dicho tratado se puso fin a la Guerra de Sucesión y se repartían los derechos de navegación y conquista del Océano Atlántico. En ella vivió la hija de los Reyes Católicos, Juana la Loca, durante 46 años, hasta su fallecimiento en 1555. Hoy día, Tordesillas es una tranquila localidad castellano leonesa con un hermoso casco antiguo lleno de historia en el que destaca el Convento de Santa Clara.
contexto
Población antigua, ocupada por romanos y árabes, fue amurallada y repoblada durante la llamada Reconquista. Su privilegiada situación, en la que confluyen varios caminos, hizo que puntualmente se albergaran tras sus muros algunos monarcas castellanos, como Alfonso XI. Pero el acontecimiento más importante de la historia de Tordesillas es la firma, en 1494, de un tratado entre España y Portugal, según el cual ambos reinos se repartían su ámbito de expansión: Castilla se quedaba con lo territorios por descubrir al oeste de una línea imaginaria a 270 leguas al Oeste de Cabo Verde, mientras que para Portugal quedaba todo lo situado al Este de esta línea. Otro hecho notable es la retirada a Tordesillas de la reina Juana la Loca, madre de Carlos I, quien vivió en esta localidad hasta su muerte. El paso de la Historia ha dejado monumentos notables en Tordesillas, como el Real Monasterio de Santa Clara, mandado edificar por Alfonso IX y en el que residió Pedro I el Cruel; la Iglesia de San Antolín, del siglo XVI, que contiene con esculturas de Juan de Juni; las de San Pedro, también del XVI, Santa María y San Juan Bautista, entre otras. Cuenta también con un bello puente medieval sobre el río Duero, una Plaza Mayor de estilo castellano, del siglo XVII, y el Hospital Mater Dei, que fue fundado en 1467 por Doña Beatriz, hija del rey portugués Don Dionís.
Personaje Literato Político
Desde que era un niño estableció su residencia en Madrid con su familia. Intervino activamente en la guerra de la Independencia y en 1810 ocupó el cargo de diputado en las Cortes de Cádiz. Desde este organismo apoyó una economía liberal y defendió la abolición del régimen absolutista. Al finalizar el conflicto y con la vuelta de Fernando VII tuvo que huir del país. Con la llegada del Trienio Liberal en 1820 puso fin a su exilio y fue presidente de las Cortes extraordinarias hasta 1822. A partir de esta fecha y durante una década se instala en París, donde inicia su obra "Historia del levantamiento, guerra y revolución de España". En 1833 regresa tras la amnistía dictada por María Cristina de Borbón. Coincidiendo con el gobierno de Martínez de la Rosa, en tiempos de Isabel II, se le adjudicó la cartera de Hacienda. Apenas había transcurrido un año, cuando reemplazó a éste en la presidencia (de junio a septiembre). Su estancia en el poder significó un respiro para los liberales y los defensores de Isabel II, que consiguieron grandes logros en la guerra carlista. Sin embargo, su mala relación con la familia de banqueros Rothschild, y la causa revolucionaria de Reus le incitaron a su dimisión. Una vez más, sufrió el exilio y en 1837 volvió a España para continuar su trayectoria política, primero como diputado y luego como senador. Al concluir la regencia de María Cristina de Borbón regresó a París.
obra
En la primera mital del siglo XX, la escultura española experimentó una poderosa renovación. Artistas como Josep Llimona, Manolo Hugué o José Clará se anticiparon con sus innovaciones plásticas a la gran figura de Pablo Gargallo. Hugué debe tanto a Matisse y a la intencionalidad primitivista del cubismo, que esta circunstancia impide que se circunscriba su obra meramente a la poética del noucentisme catalán.
obra
Hacia 1965 Dalí descubre un nuevo procedimiento técnico de creación y reproducción de imágenes, la holografía, técnica fotográfica basada en el empleo de la luz producida por el láser.Ese nuevo instrumento le permitirá a Dalí seguir la búsqueda de las imágenes tridimensionales. De hecho, ese proceso puede darse por culminado en abril de 1972, cuando celebra una exposición de hologramas en la Galería Knoedler de Nueva York.Para Dalí todos los pintores posteriores a Velázquez están preocupados por restituir las tres dimensiones de la realidad. En la época moderna, el cubismo analítico sería el último esfuerzo de la pintura para alcanzar ese fin. Con la holografía, Salvador Dalí confiaba en que se produciría un nuevo Renacimiento de la pintura universal y que, como cabía suponer, sería él mismo quien comandaría ese esplendor.Torero alucinógeno es una de sus creaciones más acertadas al respecto. A través de los apuntes y bocetos previos podemos saber cómo Dalí estaba interesado sobre todo por el juego de sombras y volúmenes que se diluyen en el fondo de la escena.El escenario de la obra es una enorme plaza de toros, que es invadida de forma absoluta por las moscas. Esos insectos se convierten a veces en manchas o en círculos. Junto a esto, lo clásico se repite en el cuadro como una obsesión. La efigie de la Venus de Milo se multiplica como si fuese una aparición. De nuevo, en ese énfasis en la seriación está el pop-art, cuyos inicios como movimiento renovador se deben situar a mediados de los años 50 en Inglaterra y, posteriormente, en los Estados Unidos. Por último, la figura del niño vestido de marinero que aparece en la esquina inferior derecha está trabajada a partir de un cuadro de 1932 del propio Dalí, El espectro del sex-appeal.
obra
Aunque en un principio fue rechazada por Goya para grabar la lámina n? 7, esta es una escena de gran calidad en la que se muestra a un torero lanceando a un toro subido sobre un chulo, según era costumbre en el diestro Juanijón, como nos narra Moratín.
obra
Manet envió al Salón de 1864 dos obras, Cristo muerto con dos ángeles y la Corrida. Las durísimas críticas que recibió ésta última, especialmente respecto a la perspectiva empleada, llevaron al autor a dividir el lienzo en varios fragmentos, conservándose sólo dos en la actualidad. El Torero muerto es el más significativo, mientras que la Corrida de la Frick Collection de Nueva York muestra la escena del fondo, ejecutada con mayor soltura. La figura del torero en escorzo fue acusada de parecer de madera, a pesar del interés que muestra Manet por conseguir la sensación de realismo. Quizá se inspiró en un Soldado muerto, atribuido erróneamente a Velázquez, que pudo contemplar en las reproducciones fotográficas de la época. De nuevo el personaje se recorta sobre un fondo neutro - la arena del coso taurino - y es iluminado por un potente foco de luz que apenas crea sombra, influencia de la estampa japonesa y muy habitual en el Impresionismo. También recurre a los ya tradicionales contrastes entre blancos y negros - que también veíamos en Desayuno en la hierba o la Olimpia - obteniendo un juego de tonalidades que llama la atención del espectador. No debemos olvidar una referencia al exquisito dibujismo que nos muestra Manet, sobre todo en los contornos y el volumen de la figura. Destaca la calidad de las telas, la seda de las medias y de la capa. Orgulloso de su figura, el maestro la presentó en su exposición individual de 1867 con el título de Hombre muerto.
obra
Desde los primeros momentos, Manet sintió una atracción especial por lo español. En sus frecuentes visitas al Louvre se entusiasmó con los cuadros de los artistas barrocos españoles, interesándose especialmente por Velázquez y Goya, cuyas obras tomó en numerosas ocasiones como punto de partida - el Balcón o el Actor trágico, por citar algún ejemplo -. A esta afición por la pintura española debemos añadir el interés existente en Francia por todo lo que procedía de su vecino del sur, ya desde el Romanticismo, que visitaron muchos franceses. Este españolismo sufrió un importante espaldarazo con el matrimonio de Napoleón III con la noble española Eugenia de Montijo. Aunque de manera paulatina Manet sustituye la temática hispana por asuntos más relacionados con el París del Segundo Imperio, en alguna ocasión - como en este caso - recurre a su temática inicial, quizá por el éxito obtenido con Guitarrista español. La figura del torero saludando se sitúa sobre un fondo neutro, que elimina cualquier referencia espacial - como ya había hecho en el Pífano -. Las armonías entre las tonalidades grises y negras son habituales en este tipo de figuras, al igual que la pincelada rápida, que aparenta detallar el traje de luces, pero cuando el espectador se acerca contempla la soltura del trazo. Para animar la composición utiliza tonalidades más claras, como el rosa o el rojo, que contrastan con el marrón, gris o negro. Quizá este torero sea un recuerdo del viaje que realizó el pintor por tierras españolas en el mes de agosto de 1866, visitando Burgos, Toledo, Valladolid y Madrid, donde recorrió el Museo del Prado y contactó con uno de los mejores continuadores de Goya, Eugenio Lucas.