Tras la Flagelación, Giotto representa la Subida al Calvario como un camino que sigue la muchedumbre, a las puertas de Jerusalén. Algunos se adelantan en el cortejo, vigilando al Cristo con la cruz a cuestas, desplazado hacia la derecha, que amplifica la idea de continuidad de la escena. Tras él, encabezando el séquito, dos personajes empujan e increpan al Mesías. Destaca en este grupo compacto el hombre que retiene a la Virgen, que intenta acercarse a su hijo. Pero Cristo recorre solo el camino, separado de todos los personajes, lo que evidencia la soledad de toda una vida de sufrimiento. Todos los personajes están muy bien caracterizados, pero el más sublime es el rostro de la Virgen, llena de tristeza y Jesús, que vuelve su cara desolada hacia atrás, pero también al espectador, al que le muestra de frente su desgracia. Giotto ha pensado también en la conexión de esta escena con el resto de los episodios narrados; por eso sitúa a los personajes de la parte derecha cortados por el marco y, las murallas de Jerusalén, a la izquierda. La escena de la Crucifixión continúa el desarrollo narrativo.
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<p>La tipología de esta escena nos aparece claramente definida en la tradición de la pintura flamenca, tal y como la trataron artistas del calibre del Bosco. Nos muestra una escena que combina el patetismo más exacerbado con los rasgos grotescos, ridículos. En primer plano, separado del resto de la escena, el marco de la cruz en forma de "T" nos aísla el cuerpo vencido de Cristo, con el rostro pálido, amarillento, lleno de sangre. Es la viva imagen del dolor, la humillación y el sufrimiento físico, es decir, el sufrimiento de Cristo hombre y no de su persona divina. Rodeando la cruz aparecen los sayones, pintados según los hábitos flamencos y alemanes: son feos, gesticulan de manera ridícula, sus rostros están deformados por las pasiones al igual que la de Cristo. Pero mientras que Cristo mueve a la piedad y la conmiseración, los sayones provocan la risa o la repugnancia. La agitación del primer plano, con las figuras agolpadas, contrasta con la quietud del fondo arquitectónico, el cielo lleno de nubecillas blancas y el monte Calvario al fondo, donde ya se están levantando las cruces de los ladrones.</p>
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La Subida al Calvario es el reverso de San Antonio y la reina de los diablos, y la pareja del Prendimiento de Cristo. Ambas tablas cierran el tríptico de las Tentaciones de San Antonio y presentan una versión extremadamente violenta de la pasión de Cristo. Mientras Cristo es conducido al monte donde se le crucificará, diversos reos son amonestados por los frailes que les han condenado a tortura. La cabeza de otro condenado está atravesada en los arbustos y unos niños contemplan la escena como algo cotidiano mientras juegan con sus juguetes.
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Esta Subida al Calvario es bastante convencional, lo cual resulta frecuente en la obra de El Bosco para este tema en concreto. Está realizado con el típico estilo flamenco de la zona en la que se crió y trabajó el artista, con una Virgen desmayada sostenida por San Juan que nos recuerda al grupo de la Virgen con San Juan analizada en otra ocasión.
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La tipología de esta escena nos aparece claramente definida en la tradición de la pintura flamenca, tal y como la trataron artistas del calibre del Bosco. Nos muestra una escena que combina el patetismo más exacerbado con los rasgos grotescos, ridículos. En primer plano, separado del resto de la escena, el marco de la cruz en forma de "T" nos aísla el cuerpo vencido de Cristo, con el rostro pálido, amarillento, lleno de sangre. Es la viva imagen del dolor, la humillación y el sufrimiento físico, es decir, el sufrimiento de Cristo hombre y no de su persona divina. Rodeando la cruz aparecen los sayones, pintados según los hábitos flamencos y alemanes: son feos, gesticulan de manera ridícula, sus rostros están deformados por las pasiones al igual que la de Cristo. Pero mientras que Cristo mueve a la piedad y la conmiseración, los sayones provocan la risa o la repugnancia. La agitación del primer plano, con las figuras agolpadas, contrasta con la quietud del fondo arquitectónico, el cielo lleno de nubecillas blancas y el monte Calvario al fondo, donde ya se están levantando las cruces de los ladrones.
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Esta Subida al Calvario forma parte de once planchas para xilografía que Alberto Durero realizó entre 1498 y 1510. El artista realizó de un impulso las primeras siete ilustraciones, y las cuatro restantes las finalizó en 1510. Las primeras estampas debían ser las imágenes de un libro, aunque no llegó a publicarse de esa manera, sino que se vendieron sueltas. Cuando Durero terminó la serie, aparecieron como un libro, con un frontispicio también de mano del artista y comentado por el intelectual Benedictus Celedonius.El nombre de la serie es la "Gran Pasión", puesto que el tema de la misma es la pasión y muerte de Cristo, y su formato es bastante grande y de aspecto monumental.
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De 1512 es esta Subida al Calvario, que Alberto Durero realizó para completar su "Pasión sobre cobre", una serie de calcografías muy cercana en el tiempo y el planteamiento a la "Pequeña Pasión". La imagen ofrecida por Durero toma una solución poco común en los artistas del norte, y más próxima a los planteamientos bizantinos e italianos: Cristo avanza con la cruz, pero no aplastado y vacilante por su peso, sino lleno de decisión y erguido. Esta postura arrogante y triunfadora está apoyada por la composición piramidal que forman el soldado, la Verónica arrodillada y Jesús, que representa el culmen de la pirámide.El soldado viene de la tradición flamenca de la fealdad para los personajes malvados: el rostro del soldado posee rasgos bestiales. A su figura se opone la figura devota de Verónica, arrodillada a la derecha de Cristo, totalmente de espaldas y con el paño preparado para secar su rostro.
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Esta xilografía podría ponerse en relación con la Subida al Calvario perteneciente a la "Pasión sobre cobre". Podemos observar el diferente planteamiento de esta estampa, más ligada a los postulados flamencos y alemanes, en la que Cristo aparece vencido por el peso de la cruz y violentamente espoleado por los soldados. Los elementos son similares en ambas escenas, pero el uso de los mismos es completamente diferente. La Verónica adopta prácticamente la misma postura en las dos, pero el soldado ha pasado aquí a tener una posición dominante, de extrema crueldad, puesto que golpea a Cristo en la nuca.Si en la imagen de la "Pasión sobre cobre" lo que predominaba era el equilibrio y la distribución racional de los personajes, lo que le interesa a Durero en este caso es la contraposición del movimiento y la actitud, enfrentando la violencia a la sumisión.
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La expresión más habitual del espectador no especializado ante la pintura del Bosco es la de asombro por la anticipación del pintor a la psicología contemporánea. Muchos han identificado el túnel de luz de esta pintura con las narraciones de pacientes salidos del coma que hablan de una luz ante el umbral de la muerte. Todos olvidamos que El Bosco nació hace cinco siglos, que era un intérprete más de las imágenes patrimonio común de su sociedad y que somos nosotros quienes hemos heredado su cultura, y no él quien se anticipaba sumisamente a la nuestra. La escena que plantea forma parte de un conjunto perdido, integrada en cuatro tablas conocidas como el Paraíso Terrenal, la Caída de los Condenados y el Infierno. En ellas se narra la historia de la Humanidad desde el estado de gracia en el Edén hasta su Juicio Final, que debía ser la tabla central del conjunto. Así, esta escena nos muestra que tras el Juicio, los bienaventurados se elevan al cielo acompañados de ángeles, mientras que los condenados se precipitan en las otras tablas a la condenación eterna. Posiblemente su colocación original era bajo la tabla del Paraíso Terrenal, a la izquierda del perdido panel central con el Juicio Final, a modo de portezuelas laterales.