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Aunque aparece documentado por primera vez en El Escorial en 1577 sin indicación de nombre del autor, este lienzo ha sido reconocido como obra de Tiziano por la mayoría de los especialistas. La tela tiene relación con el San Juan Bautista pintado para Santa Maria Maggiore, cambiando la posición del santo que ahora se gira hacia la derecha para dirigir su mirada al cielo. El maestro presenta una visión especialmente mística, en relación con la religiosidad del rey Felipe II, determinada por la Contrarreforma.La figura se integra en un paisaje iluminado por una luz crepuscular, aumentando el dramatismo de la escena. La monumental figura del santo tiene relación con las obras de Miguel Angel y la estatuaria clásica, referencias que Tiziano manifiesta desde la década de 1530. La economía cromática y la pincelada rápida y empastada son identificativas de la etapa madura del maestro, momento en que la luz y el color serán los protagonistas de sus trabajos.
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Junto a su compañero - San Juan Evangelista - esta imagen formaba parte del retablo de la iglesia del convento de Santo Domingo el Antiguo de Toledo, situadas concretamente en las calles laterales y flanqueando la Asunción. San Juan Bautista tenía sobre él a San Bernardo. La figura del santo es muy alargada y huesuda, cubierta con una piel y portando una vara con la cruz en la mano izquierda. Se puede pensar que Doménikos inaugura su típico canon estético, aunque más bien intentaría representar al asceta que se mortifica para encontrar la salvación. Sería una representación naturalista en la que apreciamos el interés del cretense por la anatomía - gracias al conocimiento de la obra de Miguel Ángel en Roma -. La actitud de la figura, señalando hacia la custodia del altar mayor, forma parte de la iconografía diseñada por Don Diego de Castilla, el promotor del encargo. La luz juega un papel protagonista, creando intensos contrastes que anticipan el tenebrismo, al igual que las tonalidades oscuras empleadas. Junto al resto de las figuras, El Greco demuestra su versatilidad a la hora de trabajar.
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La representación individual de santos es muy frecuente en la obra de El Greco; más difícil sería encontrar esas figuras teniendo como fondo un paisaje, influencia de la estancia italiana. Sin embargo, este San Juan Bautista es una típica imagen de Doménikos, de figura gigantesca y desproporcionada. El santo se sitúa en primer plano, viste con su tradicional piel y porta una cruz sobre la larga vara. A su izquierda se encuentra el Cordero de Dios sobre una roca, recortada sobre el paisaje tormentoso de fondo, muy del gusto del artista. La figura parece haber sido estirada mediante un canon estético diferente al tradicional. Si el llamado canon clásico tiene unas proporciones de siete a uno - es decir, la cabeza es la séptima parte del cuerpo - El Greco recurre a un canon en el que la cabeza es la décima parte del cuerpo, obteniendo figuras totalmente estilizadas, de pequeña cabeza y alargados miembros. La amplitud de la figura recuerda a Miguel Ángel a pesar de iniciarse un proceso de estiramiento de los músculos que se acabarán convirtiendo casi en husos de hilar. Los rostros de sus personajes tienden a una belleza espiritual que les acerca a la alucinación. Las luces empleadas son cada vez más personales, olvidada ya la Escuela veneciana. Los verdes, marrones, blancos y grises inundan una composición en donde la luz resbala por la figura y crea contrastes lumínicos de gran interés para el tenebrismo. La pincelada es bastante suelta, sin olvidar el dibujo que tanto admiraba de Miguel Ángel y sus seguidores romanos del Manierismo.
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Estos estudios de San Juan Bautista realizados por Degas en Roma recuerdan a la manera de trabajar del gran Ingres, ya que siempre presentaba a las figuras desnudas en los dibujos previos para posteriormente vestirlos con los distintos ropajes. Por eso encontramos a la figura del santo adolescente desnudo, portando la cruz en la mano izquierda en uno de ellos y soplando una especie de trompeta en el segundo. El exquisito dibujo de ambas figuras no será abandonado por Degas cuando se relacione con los impresionistas.
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En los primeros años de la década de 1540 Tiziano estará en el momento álgido de romanismo gracias a su contacto con Francesco Salviati, Giovanni da Udine y Giorgio Vasari. Abandona su etapa conservadora anterior y retoma los problemas planteados por el arte italiano sin renunciar a la luz y el color, elementos básicos en su forma de trabajar. El colosalismo que se manifiesta en los techos de Isola -Triunfo de David, Sacrificio de Isaac y Caín y Abel- también se encuentra presente en este gran lienzo protagonizado por San Juan Bautista. El santo aparece en el centro de la composición, recortando su cabeza sobre el cielo y destacando su perfecta anatomía inspirada en Miguel Angel, acompañado por un cordero mientras en el fondo aparece el río Jordán donde desarrolló su misión bautismal. La figura se inserta a la perfección en el paisaje, recordando la influencia de Giorgione en sus primeros trabajos. Pero la principal aportación de Tiziano será la riqueza de la luz y el color, la base de su pintura. Un potente foco lumínico resalta las diferentes tonalidades empleadas, aplicando el óleo de manera rápida anticipando el estilo identificativo de la etapa conocida como "impresionismo mágico". El gesto del brazo derecho y el contraste entre primer plano y fondo acercan esta obra a la Alocución del marqués del Vasto.
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La parte exterior que muestra el Políptico de Gante una vez cerrado está adornada con diversas pinturas, como la Anunciación, los retratos de los donantes, y esta pareja de santos, los santos Juanes, de la que podemos contemplar en este caso a San Juan Bautista. El uso de los santos Juanes en el exterior de un políptico era poco frecuente. Sin embargo, su presencia se explica por el hecho de que lo que hoy es la Catedral de San Bavón, en la época de la pintura era la parroquia de San Juan. Por lo tanto, se trataba de un homenaje del cliente que encargó la obra al patrono de la ciudad. Acompañándole, tenemos a su derecha a San Juan Evangelista.
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La tríada divina que corona el Políptico de Gante es un tanto atípica. Lo más frecuente es la representación de las tres figuras del Juicio Final: Dios, María y Jesús. La presencia de San Juan Bautista alude en cambio a Jesús como figura central y no a Dios Padre, puesto que San Juan era la prefiguración de Cristo y su primo, el que instauró el Bautismo y el primero en morir como sacrificio por Jesús, el primer mártir. Su presencia se debía a que probablemente la figura central no era la de Dios en el diseño de Hubert, sino la de Jesús, y fue Jan quien cambió uno por otro, convirtiendo el Políptico en una obra teológica sobre la Santísima Trinidad y todos los Santos.
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El planteamiento leonardesco del andrógino como síntesis de la perfección humana se puede rastrear en el ambiguo rostro de este San Juan. Durante años, la deliberada blandura del profeta provocó cierto rechazo entre la crítica. Parece ser que cuando Leonardo pintó el cuadro, ya sufría la parálisis del brazo derecho, lo que pudo mermar su habilidad, pero no la intención con la que pintó el óleo. El artista enfoca la figura y nada más. La suciedad acumulada en la superficie ha acentuado el efecto tenebrista, que cuando fue pintado debía ser un experimento de claroscuro. La enigmática sonrisa del profeta apunta, igual que su dedo, a la cruz que sostiene en alto. La intensidad personal de la figura, aislada mediante el foco de luz contra las sombras, lo dota de un atractivo singular que imitarán poco después los artistas del Barroco, como Caravaggio o Zurbarán. Casi por única vez en la obra de Leonardo, un fondo uniformemente oscuro ha sustituido a los proverbiales paisajes del maestro.
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En la iglesia franciscana de Santa Maria Gloriosa dei Frari se encuentra la Capilla de los Florentinos, ubicada en este templo desde 1443, fecha en la que el Consejo de los Diez autorizaba su traslado desde la iglesia de San Zanipolo. En la capilla se halla esta figura de madera policromada atribuida a Donatello desde el siglo XVI. El santo aparece representado de manera naturalista y con grandes manos, destacando los rasgos del rostro. Una reciente restauración ha permitido descubrir la fecha de su ejecución: 1438.
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Se trata de un detalle de la deesis que decora Santa Sofía de Constantinopla, donde se aprecia una búsqueda de naturalismo especialmente en el rostro, donde hay un intento de representar una fisonomía concreta, además de una carga espiritual realmente insólita. La finura del dibujo con que se representa la imagen, nos hace pensar en la minuciosa técnica de la miniatura. Teotokos entre Juan II y la emperatriz Irene, el Pantocrátor y Cristo recibe presentes del emperador Constantino Monómaco y su esposa también forman parte de la decoración de mosaicos de Santa Sofía.