Esta es una de las pocas obras religiosas que realizó Velázquez a lo largo de su carrera. Su destino sería una de las numerosas ermitas que había en el Jardín del Buen Retiro, probablemente la de San Pablo, por lo que se suele fechar hacia 1633.Cuenta la historia de la visita de San Antonio Abad a San Pablo, el primer ermitaño. Cuando ambos estaban hablando, un cuervo les trae la comida, lo que Velázquez muestra en primer plano. Al partir San Antonio, San Pablo muere, siendo enterrado su cuerpo por San Antonio con la ayuda de unos leones, escena que vemos a la izquierda de la composición. Representar diferentes episodios en un solo lienzo no es muy frecuente en el Barroco por lo que el maestro debió de inspirarse en algunas estampas o escenas pintadas al fresco durante el Renacimiento. Pero el artista consigue una luminosidad totalmente novedosa, con una perspectiva muy amplia y un paisaje perfectamente captado, con ojos casi impresionistas gracias a la luz levemente azulada que emplea.La tela terminaba en un arco de medio punto para adaptarse al altar donde se situaba, pero más tarde fue ampliada hasta su formato rectangular actual, por lo que se pueden apreciar diferentes retoques en la parte superior.
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Natural de Lisboa, san Antonio de Padua ingresa en un monasterio agustino en su tierra natal, decidiendo hacerse franciscano debido a la popularidad del martirio de cinco franciscanos en Marruecos. Llega a Sicilia erróneamente donde conoce a san Francisco de Asís, conviviendo ambos durante una temporada en el convento de Monte Paulo. Se ordena sacerdote e inicia una acción pastoral por Italia y Francia, obteniendo tanta popularidad que motivará su invocación entre las jóvenes que desean encontrar novio. Falleció a los 36 años, el 13 de junio de 1231, en Padua. El Greco nos presenta al santo vestido con su hábito franciscano, portando una vara de azucenas (símbolo de pureza) y un libro abierto - fue profesor de teología - con una estampa del Niño Jesús al que dirige su mirada. La enorme figura se recorta sobre un fondo nuboso muy estimado por el artista, que lo repite en varias imágenes. Los pesados ropajes impiden contemplar la anatomía del personaje, cuyo amplio canon recuerda a Miguel Ángel. La pintura es aplicada de manera rápida y vigorosa, como habían hecho Tiziano y Tintoretto, recogiendo en la figura del santo una exquisita espiritualidad que enlaza con la demanda de su clientela toledana. La sintonía entre pintor y cliente será la razón del éxito de El Greco en Toledo, donde se integrará como un miembro más de su sociedad.
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El convento de San Pascual de Aranjuez, cuya iglesia decoró Tiépolo, era de franciscanos alcantarinos por lo que todos los santos que pintó el artista llevan el hábito franciscano. San Antonio ha caído de rodillas ante el milagro de la aparición del Niño en sus manos, acompañado de dos querubines. El cesto y las flores que llevaba el santo han quedado caídas en las escaleras, mientras al fondo un monje contempla sobrecogido el milagro. La escena es bastante abigarrada, dando la sensación de agobio espacial. Las aperturas de la ventana y la puerta del fondo no son suficientes ya que la perspectiva se corta. Sí es un acierto el colocar las escaleras en primer plano para crear el efecto de altura al estar el lienzo colocado en un altar. Como la mayor parte de las figuras de Tiépolo, éstas son también duras, casi acartonadas. Entre el Niño y el santo no existe relación porque San Antonio mira pero no ve, parece en completo éxtasis. La iluminación es correcta al enfocar a los principales protagonistas dejando el resto en semipenumbra. La importancia de la obra tuvo repercusiones en Bayeu y en el propio Goya.
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Francisco de Herrera "El Mozo" realizó ocho lienzos para la decoración de la bóveda y el arco toral de la iglesia de los Agustinos Recoletos de Madrid, serie de la que formaba parte este lienzo que contemplamos. Está protagonizado por uno de los santos más representados en la Contrarreforma; mientras san Antonio meditaba en su celda, la Virgen María se le apareció para mostrarle al Niño Jesús, por lo que aparece representado con el Niño en brazos. Una vara de azucenas como símbolo de pureza acompaña a ambas figuras. El estilo de "El Mozo" es muy rápido, cargado de barroquismo, empleando una pincelada suelta y enérgica que recuerda al Barroco Italiano lo que confirmaría su estancia en la Italia. Ambas figuras son monumentales, con rostros amplios muy característicos en el artista, creando un atractivo juego de luces y sombras. El colorido oscuro del hábito del santo contrasta con la resplandeciente figura de Jesús, relacionándose los personajes a través de sus miradas.
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San Antonio nació en Lisboa en 1195, ingresando en la Orden mendicante de los hermanos Menores fundada por san Francisco en 1220. Dedicado a la predicación , falleció en Padua en 1231. Durante un viaje a Francia, estando en su habitación se le apareció la Virgen para entregarle al Niño Jesús, momento en el que nos lo muestra Claudio Coello. El santo aparece semiarrodillado sobre un escalón - introduciendo así los elementos arquitectónicos que tanto gustaban al artista - sacando el pie en escorzo hacia el espectador. El ramo de azucenas - símbolo de pureza - tiene como objetivo crear perspectiva, una de las obsesiones del pintor. Sobre un libro que sostiene en sus manos se posa el Niño Jesús, siguiendo la iconografía infantil empleada por Coello al mostrar niños gorditos con miembros rotundos y cabezas grandes. La iluminación impacta en ambas figuras, dejando el resto en penumbra. Los pliegues del hábito del santo están perfectamente trazados, poniendo de manifiesto la calidad del maestro con un estilo minucioso y preciso, siguiendo a Rubens y la escuela veneciana. Debido a su postura enfrentada se supone que formaría pareja con San Francisco de Asís, destinados ambos a un desconocido retablo madrileño.
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Talla exenta y policromada sólo frontal y lateralmente, se considera que podría formar parte de un retablo. El santo se presenta de pie, apoyándose en un tronco de árbol para que de esta manera se manifieste el movimiento sin perder equilibrio. Sobre un libro se sitúa el Niño, desnudo, dirigiendo su mirada al santo franciscano. Las expresiones de ambas figuras están cargadas de tristeza, destacando el realismo de los rostros que lleva a Juni a colocar ojos de cristal.
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A pesar de los fondos dorados con los que se decora esta tabla y su compañera, Piero della Francesca intenta mostrar su interés por el volumen de las figuras, destacando el efecto monumental de ambos santos gracias a los ropajes, cabeza, manos y pies. La deficiente iluminación de la escena viene motivada para resaltar la Madonna con Niño que ocupa el espacio central, y aun así se consigue generar la volumetría. Los detalles de ambos personajes podrían indicar una referencia a la pintura flamenca que Piero admiró durante su estancia en Urbino. Las aureolas doradas de los santos sirven para reflejar sus cabezas, continuando con la obsesión por la simetría de otras obras como San Sigismondo y Sigismondo Malatesta o los frescos de la capilla de san Francisco en Arezzo.
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Este cuadro es una de las alas laterales del tríptico de las Tentaciones de San Antonio. El otro lado lo constituye el Vuelo y caída de San Antonio, en cuyo reverso figura una escena de la pasión de Cristo, al igual que en este cuadro que ahora contemplamos. A San Antonio le acosan diversas visiones que le llaman a los placeres mundanos: en el centro, una princesa endemoniada le ofrece su cuerpo desnudo. Abajo, una mesa llena de manjares y sostenida por seres desnudos le recuerda el hambre provocada por el ayuno del retiro. Al igual que en el Vuelo..., el paisaje que sirve de marco a la escena es sereno y despejado, todo lo contrario al panel central, con todo tipo de Tentaciones.
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La capucha dota de un aire tenebroso a este cartujo embebido en sus devotas lecturas. Es integrante de la serie de cartujos pintada por Zurbarán a mediados del siglo XVII y cuyos rasgos se describen en el comentario al Beato John Houghton.
Personaje
Religioso
San Anastasio fue nombrado papa en el año 399, pocos años antes de morir. Sus actos de piedad en su Roma natal le llevaron a ser canonizado al poco tiempo de su fallecimiento.