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Esta tabla forma parte del Altar de los Padres de la Iglesia, obra de Michael Pacher. En la escena el santo ayuda al prisionero a levantarse del jergón en un espacio arquitectónico interior con pavimento de losas de colores y techumbre artesonada. Está tratada con gran lumonisidad y detallismo, destacando especialmente el cuerpo desnudo del joven prisionero que refleja un conocimiento del artista de los modelos italianos.
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No es muy habitual la iconografía de San Alberto en la producción de Ribera por lo que este dibujo estuvo catalogado durante mucho tiempo como San Bartolomé. Sin embargo, la ausencia del cuchillo con el que sería desollado el santo y la presencia de un crucifijo al que invoca la figura hace penar que, efectivamente, se trata de San Alberto. La obra es de una calidad altísima, con una minuciosa técnica, lo que hace considerar que se trataría de un estudio para un aguafuerte que no ha llegado hasta nosotros. El anciano santo atado al árbol aparece en un acentuado escorzo, cercano a las figuras de este periodo -véase el San Jerónimo-. La sanguina es utilizada de diferente manera, con líneas finas en los contornos y en paralelo o zigzag para crear efectos de sombra y modelado. La luz se difumina superficialmente, renunciando al contraste tenebrista que caracteriza a las obras de la década de 1620. Sin embargo, al naturalismo como se aprecia en la belleza realista del santo.
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Cuando se trata de representar santos carmelitas, la figura de Zurbarán eclipsa a los demás artistas. Este es el caso de san Alberto de Sicilia que pintó Pereda para algún convento carmelita madrileño hacia 1664-1670. Natural de Trápani, nació hacia 1640, destacando por haber proporcionado a la sitiada ciudad de Mesina tres naves cargadas de víveres con las que se pudo paliar el hambre que sufrían sus habitantes. Viste hábito blanco y marrón oscuro que caracteriza a esta orden y en su mano derecha porta un crucifijo con el que parece mantener una ascética conversación. La cabeza y las manos del santo están perfectamente interpretadas, al igual que las calidades de las telas. La figura se recorta sobre un fondo neutro y es iluminada por un potente foco procedente de la izquierda. La técnica densa y trabajada que caracteriza la obra de Pereda se encuentra presente en esta obra, una de las mejores que pintó, aunque esté presente el recuerdo de Zurbarán.
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Personaje Religioso
Ambrosio participó activamente de los debates entre católicos y arrianos que se producen en la Iglesia durante el siglo IV. Fue educado en Roma -ya que su padre era funcionario- donde ejerció de abogado y entró a formar parte de la carrera administrativa como gobernador de las comarcas de Liguria y Emilia. Su participación como mediador en el conflicto surgido entre arrianos y católicos en Milán (374) le permitió el acceso a la Iglesia y la elección como obispo por aclamación. Sus escritos empezaron a ocupar un papel destacado en la doctrina católica, especialmente los relacionados con la conducta de los sacerdotes o la finalidad de la penitencia. La categoría moral alcanzada por Ambrosio le permitió aconsejar a numerosos obispos en variadas ocasiones, convirtiéndose en uno de los más firmes defensores del Papado. Bautizó a san Agustín.
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San Ambrosio es quizá el más oscuro de los cuatro santos Padres de la Iglesia que Goya pintó en las pechinas de la iglesia de San Juan de Calatayud. Exhibe su monumentalidad adaptándose al marco perfectamente, creando un sensacional efecto de perspectiva reforzado por su mano alzada. El joven maestro continúa las enseñanzas de José Luzán, trabajando en un barroco efectista relacionado con lo que se estaba haciendo en Italia, cuyo máximo representante, Giovanni Battista Tiepolo, desarrolló en la corte madrileña. El conjunto - formado además por San Jerónimo, San Agustín y San Gregorio Magno - respira grandeza y monumentalidad, demostrando el joven artista sus buenas maneras.
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San Ambrosio está situado frente a San Jerónimo, en el lado del Evangelio de la ermita de Nuestra Señora de la Fuente de Muel. Goya repite la misma figura de Calatayud, excepto en el gran libro que sujeta el angelito. Los rostros de ambas figuras fueron retocados en la restauración de 1958. La monumentalidad de la figura sentada y los pliegues de su túnica y capa están en sintonía con el barroco efectista que Francisco Bayeu había empleado en la iglesia del monasterio de Santa Engracia, repitiendo esquemas que Corrado Giaquinto y Giovanni Battista Tiepolo habían puesto de moda en sus decoraciones en el Palacio Real de Madrid.
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San Ambrosio es una de las figuras que forman parte de la decoración de las pechinas de la iglesia de San Juan Bautista en Remolinos. Se presenta vestido de pontificial, mirando hacia abajo, acompañado de un angelote. El rostro del santo ha sido conseguido con rapidez, distinguiéndose un espectacular abocetamiento. Igual que en San Gregorio, encontramos aquí ecos del barroco efectista de Giaquinto.