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Precisamente es en el siglo XV cuando la pintura de iconos alcanza su madurez y brillantez artística en Rusia. Los maestros rusos habían imitado los modelos bizantinos pero, poco a poco, los modificaron; suprimieron los caracteres de austeridad y ascetismo -Teófanes- buscando formas más armoniosas. Ahora aparecen grandes maestros y se forman escuelas locales, Moscú, Novgorod, etc. El arte conserva su carácter religioso, pero vemos en él, de manera indirecta, el reflejo de los tormentos humanos de esta época. Este arte se acerca al hombre, expresa sus sentimientos, sus emociones, se aleja de la rutina, busca nuevas vías.En esta dirección hay que entender la creación del iconostasio -tabique revestido de iconos que aísla el santuario de la nave de la iglesia- que aparece por primera vez en 1405 en la catedral de la Anunciación del Kremlin de Moscú. El iconostasio está compuesto por varias hileras superpuestas de iconos donde figuran la Deesis, las Fiestas y los Profetas y responde a la necesidad de los fieles de ver a sus mediadores y santos, presentarse ante el trono del Todopoderoso, implorando misericordia para los mortales. El iconostasio, además de aumentar la demanda de la pintura de iconos, ayudaría a su desarrollo al considerar a cada icono como el eslabón de un conjunto complejo, contribuyendo, de este modo al perfeccionamiento de la composición. Destinados a ser vistos de lejos, los iconos tenían que destacar por la generalización de las formas. El grafismo de las siluetas sería uno de los rasgos distintivos de la pintura rusa: las figuras de la Deesis son siempre reconocibles por sus caracteres particulares, los Padres de la Iglesia se distinguen por sus casullas...Aunque los esfuerzos para unificar el país en torno a Moscú no dieron sus frutos hasta fines del siglo XV, su escuela había empezado a brillar un siglo antes -Virgen del Don- alcanzando la hegemonía con Andrei Rublev cuyo arte, marcado por un irresistible encanto, transmite a los fieles el sentimiento vivo de la presencia de la beatitud celeste -Alpatov-; Rublev alegra su imaginación, acaricia su mirada y despierta sentimientos humanos.En el icono de la Transfiguración, pintado en 1405 para la catedral de la Anunciación, en lugar de la violenta angustia y del extravío de los Apóstoles que se observa en una obra de Teófanes con el mismo tema, Rublev expresa alegría y fiesta, alcanzando los pensamientos y sentimientos de los hombres. Cristo, vestido de blanco, principal fuente de luz, se fija en un círculo, las siluetas inclinadas de los profetas se confunden con la parte superior del círculo y las tres figuras forman un rosetón.Los Apóstoles están separados de los profetas por unas colinas transparentes con espaciados arbustos. Rublev evita los contrastes brutales del claroscuro de Teófano; su icono, inundado por la luz, brilla con el más vivo esplendor. Las nítidas siluetas acentúan aún más su luminosidad. Estas particularidades, apreciables en el icono de la Transfiguración, se transformarán más tarde en las características fundamentales de la escuela de Moscú, que tiene en el maestro Dionisio a otro artista de genio; eso sí, a fines del siglo XV, cuando el Kremlin empieza a adquirir el perfil con el que lo conocemos hoy.Dionisio diseñó un arte majestuoso en consonancia con la opulencia y esplendor de la corte moscovita, hierático, sereno, sin olvidar el sentido de la nobleza y la pureza moral introducida por Rublev. Las figuras, arquitecturas y paisajes son armoniosos y a la vez elegantes, frágiles, casi inmateriales, los contornos son ligeros, apenas señalados, las tintas delicadas, transparentes, las luces doradas; todo ello ayuda a que el espectador alcance una más profunda contemplación, tal como ocurre en la Crucifixión del año 1500, pintada para el iconostasio de la catedral de la Trinidad del monasterio de San Pablo sobre el Obnora y hoy en la Galería Tretiakov de Moscú.Rublev, Dionisio y sus discípulos, entre los que se encontraban sus hijos Vladimir y Teodosio, gozaron de un reconocimiento general; después de ellos, los grandes éxitos de la pintura de iconos fueron olvidados, todo cambió.
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Ahora el modelo a imitar no estará ya en Constantinopla ni en Grecia, sino en la península del monte Athos: se trata de la iglesia trilobulada, severa creación monástica que también se extenderá a Valaquia tras la introducción del cristianismo ortodoxo en 1374. La decoración mural ha desarrollado aquí un estilo íntimo, delicado, quizás afeminado, que parece querer expresar un esfuerzo consciente para escapar de los terrores de la época. Las composiciones son elegantes y decorativas, con abundantes fondos arquitectónicos; las figuras son alargadas y los rostros refinados, como el del arcángel Miguel de Resava -1407-1408-, fundación principal de Stefan Lazarevic y que todavía conserva su carácter de fortaleza. Si la influencia bizantina en Serbia ha de considerarse desigual, con mayor incidencia en el campo de la pintura, el brillo del arte constantinopolitano había de acompañar también el desarrollo artístico de otros países eslavos, que pasaron a tener un fondo religioso común. El hecho inicial es bien conocido: en el último tercio del siglo IX, Cirilo y Metodio, griegos originarios de Salónica, partieron a evangelizar Moravia y Bohemia y las conquistaron definitivamente para la ortodoxia. Cien años más tarde -989- Vladimiro el Grande, príncipe del potente estado de Kiev, movido tanto por razones de índole religiosa como política -le atraía la belleza de la liturgia bizantina pero también la subordinación de la Iglesia al Estado-, adoptó el cristianismo como religión oficial y fue autorizado a contraer matrimonio con la hermana de Basilio Il, el emperador recordado como el destructor del reino búlgaro. Kiev, asentada sobre una colina que dominaba el Dnieper, es el punto de partida del arte bizantino en la Europa oriental. Allí, Jaroslav el Sabio, hijo de Vladimiro, extendió la ciudad hasta seis veces su área original y en su centro construyó la catedral de Santa Sofía como sede del obispo metropolitano de Rusia. Tanto este edificio como otros que le seguirían -Laura del monasterio de las Grutas, Puerta Dorada, Santa Irene o San Jorge- no hicieron sino reproducir modelos de la capital del Imperio, incluso en sus denominaciones. Santa Sofía resultó ser un gran edificio, iniciado en 1037 e inspirado en la Nea de Basilio I, pero en lugar de las tres naves habituales tiene cinco, así como cinco ábsides en la parte oriental y trece cúpulas que simbolizan a Cristo y los doce Apóstoles. Las naves exteriores tenían encima una galería y a fines del siglo XI se añadió otro ambulatorio, más ancho que el primero, en los lados septentrional, meridional y occidental del edificio; también se incorporaron dos torres de escalera, dispuestas asimétricamente y que daban acceso a la galería. Fue construida con hiladas de ladrillos y piedras alternadas, recubiertas de un mortero rosa y que, con los ladrillos rojos, creaban un efecto polícromo. Sin embargo, la restauración barroca del siglo XVII alteró por completo la apariencia primitiva del recinto. El interior todavía muestra una suntuosa decoración de frescos y mosaicos. El programa iconográfico es coincidente con el que se venía aplicando en los monasterios bizantinos. Pero aquí se registra una novedad: debajo de la Madre de Dios, implorando la misericordia divina para los hombres, aparece una comunión de los Apóstoles y en la zona inferior, entre las ventanas, se ve a los Padres de la Iglesia. Este programa queda un poco atenuado por la serie de frescos que decoran las naves laterales y los deambulatorios con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento y vidas de santos. Eran útiles, sin embargo, porque ayudaban a comprender la ordenación de la jerarquía celeste que debía sostener, a su vez, a la autoridad de la jerarquía feudal terrestre (Alpatov). No en vano, las figuras del príncipe y de su familia formaban parte del decorado mural de la iglesia. El estilo de Santa Sofía, aunque carece de uniformidad, recuerda la factura de Hosios Lukas. No ocurre así con los del monasterio de San Miguel, pintados una generación más tarde. En la escena de la Santa Comunión, los Apóstoles no se mueven ya con el paso monótono de Santa Sofía. Se advierte vida en los gestos y en la posición de las cabezas, así como una mayor insistencia en las expresiones. Está presente la influencia directa de los artistas de Constantinopla, que trajeron a Kiev el arte de los Comnenos. Algunas descripciones antiguas testimonian la existencia de otros ejemplos en esta época. Tal es el caso de la iglesia de la Dormición del monasterio de las Grutas, obra también de maestros bizantinos y destruida en 1941. Si observamos otras iglesias construidas en Kiev durante el siglo XI, tales como la catedral del Salvador de Cernigov -hacia 1036-, Santa Sofía de Novgorod -1045-52- o el katholikon del monasterio de las Grutas -1016-, podemos deducir que los rusos tomaron de Bizancio, básicamente, una forma de iglesia, la planta de cruz griega inscrita que podía adoptar diversas variantes. En su versión más simple, tenía tres naves, cuatro pilares y una cúpula; fundiendo la nave con el nártex, podía obtenerse una planta más alargada con seis pilares; o bien el coro podía estar rodeado en tres de sus lados por un ambulatorio, produciendo así el efecto de una iglesia de cinco naves. Es interesante señalar que no se incorporó ni la planta triconque, que se puso de moda en el siglo X, ni el octógono sobre arcos apechinados, que se introdujo a comienzos del siglo XI. Y después del siglo XI, los rusos se contentaron con construir de forma tradicional, sentando las bases para el desarrollo de una arquitectura nacional. Muy distinto será el caso de la pintura: un maestro griego itinerante podía llevar las más recientes modas bizantinas de un lado a otro sin necesidad de una estructura organizada, como requería la arquitectura. Por eso, si los mosaicos de Santa Sofía de Kiev son el reflejo del estilo bizantino contemporáneo, también el trabajo de Teófanes el Griego en Novgorod y Moscú, refleja las preocupaciones del período de los Paleólogos en este campo. A lo largo del siglo XII, el principado de Kiev fue perdiendo importancia debido a la fragmentación de sus posesiones entre los miembros de la familia reinante y la creciente presión de los pueblos de la estepa. La preeminencia política pasó entonces a la Rusia nororiental, a la zona comprendida entre el Volga y el Oka, situada sobre una importante vía comercial y protegida de las incursiones de los nómadas de la estepa por extensos bosques. Además de Rostov, Suzdal, Vladimir o Moscú, serán los centros urbanos emergentes.
Personaje
Pintor
Los primeros años de Rusiñol se desarrollan en un ambiente industrial ya que trabajó hasta los 25 años con su abuelo en la fábrica de hilados de su propiedad. Su amor a la pintura le llevará a frecuentar el taller de Tomás Moragas desde el año 1886, trasladándose a París al año siguiente asistiendo a los estudios de Ramón Casas, Miguel Utrillo y Enrique Clarasó. Conocerá los últimos coletazos del Impresionismo y las primeras muestras de arte de vanguardia, sintiéndose atraído por los mismos lugares que Van Gogh o Toulouse-Lautrec. La admiración hacia lo moderno provocará en Rusiñol un determinado tipo de pintura protagonizada por temas populares dentro del más absoluto modernismo. En 1890 recibe las primeras críticas positivas y los primeros éxitos, presentando sus obras de manera regular a todas las exposiciones oficiales que se organizaban en España. Los siete años que pasó en París serán los más fecundos de su primera etapa, años viviendo en la bohemia de Montmartre, viajando por las diferentes regiones de Francia o pasando en alguna ocasión a Florencia en compañía de Zuloaga. A su regreso a España se interesó especialmente por los jardines ya que consideraba que reflejaban el carácter y las costumbres de un pueblo. En las numerosas obras de jardines que Rusiñol realizó se presenta como un magnífico maestro del color y la luz, acercándose al Impresionismo. Granada, Sevilla, Córdoba y especialmente Aranjuez serán sus lugares favoritos. También conviene destacar la labor como escritor, colaborando con el diario "La Vanguardia", y autor de novelas de asunto artístico. Como coleccionista reunió una interesante muestra de objetos en hierro forjado que guardó en su casa de la localidad barcelonesa de Sitges llamada el "Cau Ferrat", legándola a su fallecimiento a la villa. También participaría en la fundación de "Els Quatre Gats" el centro de reunión más importante de los modernistas catalanes frecuentado por Picasso en sus años juveniles.
Personaje
Político
Durante la Segunda Guerra Mundial estuvo en Asia como consejero político del Alto Mando para la India, Birmania y China. Sirvió en la Administración Truman, ocupando los cargos de subsecretario adjunto de Estado en 1949 y de secretario adjunto de Estado para los asuntos de Extremo Oriente en 1951, entre otros, hasta que fue nombrado presidente de la Fundación Rockefeller, cargo que ocupó de 1952 a 1961. Este año Kennedy le nombró secretario de Estado, cargo que siguió ocupando con Johnson hasta 1968. Junto con Robert McNamara, fueron los dos miembros del gabinete de Kennedy que se identificaron con los planes del Pentágono y de la CIA para llevar a cabo la acción en Bahía de Cochinos y para iniciar la intervención de Estados Unidos en Vietnam. En 1970 se reincorporó como profesor de Derecho Internacional en la Universidad de Georgia.
Personaje
Literato
Fue uno de los historiadores del arte más importantes de su tiempo. Su obra más importante es "Pintores modernos" que publica en tres tomos en 1843, 1846, 1856. Para Ruskin el arte no es un acto de creación, sino que el verdadero artista es el que cree en el arte y descubre en sus creaciones su verdad particular y se basa en su gusto. Es autor además de otras obras como "Las piedras de Venecia" y "Las siete lámparas de la arquitectura".
Personaje
Científico
Su formación discurre en Cambridge, donde más tarde impartiría clases. También trabajaría como profesor en las universidades de Pekin y de Estados Unidos. En un primer momento su filosofía parte de las Matemáticas. Entre 1910 y 1913 escribe "Principia mathematica, su obra más importante. Russell reduce las matemáticas a una rama de la lógica que denomina logiscalismo. En el plano político se distinguió por sus tendencias pacifistas, que en más de una ocasión le costaron la cárcel, y sus ideas contrarias a la religión. En 1945 publicó "Historia de la filosofía occidental" y en 1950 recibió en Premio Nobel de Literatura.
Personaje
Pintor
Russolo era pintor y también músico. Al comienzo de su carrera empleó una técnica divisionista, y sus temas giraban en torno a la ciudad y la civilización industrial. Entre sus obras más interesantes destaca Los Relámpagos de 1909-10. En 1910 firmó el Manifiesto Futurista y tuvo una participación activa en este grupo. Aunque sus pinturas no tuvieron una amplia resonancia, sin embargo, su música y sus instrumentos para hacer ruidos contribuyeron significativamente al movimiento futurista. Además, expuso sus principios en el libro "El Arte del Rumor" de 1916.
Personaje
Escultor
Pintor
Fue compañero de Miguel Angel y formó parte del círculo de amistades de Leonardo da Vinci. Una de sus obras más importantes fue el grupo de las tres figuras que realizó para el baptisterio de Florencia. A partir de 1528 se instala en Francia, donde es llamado para trabajar en la corte de Francisco I.