Masaccio presenta un personaje de perfil, como será habitual en el Quattrocento - véase el Federico II da Montefeltro de Piero della Francesca - recortado sobre un fondo neutro para resaltar el volumen de la figura, acentuado gracias al turbante rojo con el que indica los planos pictóricos. Destaca su fisonomía intelectual, especialmente sus ojos penetrantes. Viste túnica granate de tonalidad similar a la empleada por San Juvenal en el Tríptico de San Giovenale, interesándose ligeramente por los plegados. Algunos especialistas identifican al personaje con Leon Battista Alberti, uno de los arquitectos que puso más énfasis en la admiración hacia las obras clásicas y en la perspectiva. También se ha especulado con que fuera un integrante de La Consagración ya que según cuenta Vasari en esa obra de la iglesia del Carmine florentina estaban retratados buena parte de los artistas y mecenas del momento como Brunelleschi, Masolino, Donatello, Filipo Brancacci o Giovanni di Bicci de Médici. La autoría de Masaccio fue identificada por primera vez por Berenson en 1900.
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Un artista tan involucrado con el mundo clásico como Masaccio tenía que aportar algún elemento más que el parecido a sus retratos, dotándolos de la monumentalidad de los modelos antiguos y de la belleza y la forma ideales. Así surge este retrato, muy similar al Retrato de Joven y a los que realizó en el fresco de La Consagración. Los especialistas no se ponen de acuerdo sobre la autenticidad de esta tabla en la que la figura se presenta de estricto perfil, recortada sobre un fondo neutro e iluminada con un fuerte foco de luz que apenas produce sombras. El rostro del joven parece esculpido con el pincel, obteniendo un aspecto escultórico que recuerda a Donatello. La dureza de los pliegues del turbante y el aspecto detallado y analítico sirven para poner en duda la atribución a Masaccio de este excelente retrato.
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Partiendo de una sanguina realizada durante su estancia en Florencia - concretamente en el Museo de los Uffizi - en la que copiaba una obra catalogada como de Leonardo, Degas ejecutó este bello retrato femenino en el que se aprecian aires renacentistas. Bien dotado para los retratos compaginará esta obra con los estudios para la Familia Bellelli.
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Durante los últimos años de su vida, Rembrandt va a desarrollar una frenética actividad como retratista. Debía de tratarse de burgueses de baja o mediana categoría social por lo que en la mayoría de los trabajos no ha trascendido la identidad del retratado.Igual que ocurre en la década de 1630, el maestro se interesa por captar la personalidad del modelo, resaltando la expresión a través de la luz, característica heredada del tenebrismo. Recorta la cabeza sobre un fondo neutro para conseguir resaltar el volumen como hacía Tiziano, uno de los pintores más influyentes en el holandés. La diferencia con las obras de la década de 1630 - véase Saskia con sombrero - se aprecia en que los tardíos apenas existe interés hacia los detalles de los vestidos y trajes que pasan totalmente desapercibidos. La pincelada suelta se ha adueñado de la composición aunque en la cabeza el color está aplicado con mayor delicadeza para resaltar el naturalismo y la gracia de la figura.
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La pintura de Canals, aun habiendo asimilado la estética moderna de los impresionistas, toma una postura netamente española llena de distinción y armonía. Sus obras, de una gran riqueza de colorido e inagotable variedad de matices, son un modelo de equilibrio y buen gusto, tal y como observamos en este retrato.
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En la Venecia del siglo XVI era muy habitual la realización de retratos familiares que se entregaban como ofrendas en las iglesias, denominándose retratos votivos. Éste de la familia Vendramin es uno de los más importantes, realizado por Tiziano a su regreso de Florencia. Posiblemente sea un encargo de Gabrielle Vendramin tras la reciente muerte de su hermano Andrea. El cliente aparece junto a su otro hermano y sus siete hijos, siguiendo un esquema habitual en la "Sacra Conversazione" aunque en este caso se ha sustituido la figura de la Virgen por el relicario. Tiziano emplea una perspectiva baja para representar a la familia -lo que indica que el cuadro estaba en una posición elevada- eliminando toda referencia arquitectónica (a excepción de los escalones y la mesa de altar) y paisajísticas para desarrollar la escena bajo el cielo azul. Los retratos de cada uno de los personajes son espectaculares, resaltando la humanidad y virtudes de esta familia del patriciado veneciano que posa con sus mejores galas. Las figuras de los niños de la zona derecha son de gran belleza, atentos a la mirada del espectador más que a la ofrenda que hacen los mayores. Sin embargo, Gabrielle dirige su mirada al relicario en actitud piadosa. Todos los rostros captan la personalidad de los modelos, resultando una de las obras más impactantes de esta época. El vivo colorido y la fuerte iluminación son constantes en la obra del maestro.