Manet presentó esta obra, junto al Guitarrista español, al Salón de 1861, obteniendo su primer éxito. Tras el fracaso de Bebedor de absenta, recurrió a una temática más tradicional como era un retrato de dos de los miembros de la alta burguesía parisina del siglo XIX: sus padres, Auguste Manet y Eugénie Désirée Fournier. Auguste era secretario privado del Ministro de Justicia francés y Eugénie era hija de un diplomático de la embajada de Estocolmo. Ambos disfrutaban de su propia renta, por lo que al morir el padre, Manet obtendrá una respetable fortuna. Las dos figuras se presentan en primer plano, el padre sentado y la madre de pie, tras su marido, sosteniendo una cesta de lana para hacer labor. Ante ellos se sitúa una mesa, en la que reposan una tela y una caja de madera. Las figuras están perfectamente estudiadas, captan la personalidad de cada una y muestran al espectador la incompatibilidad de caracteres de la pareja. Manet se interesa especialmente por el contraste entre el blanco y el negro, empleando algunos colores primarios brillantes. La solidez de su dibujo se aprecia con claridad en las manos y en sus rostros llenos de vida. El recurso de recortar las siluetas sobre un fondo neutro ya había sido utilizado por Tiziano en el Renacimiento, que obtenía así un mayor efecto tridimensional, buscado por todos los pintores. En la escena se aprecian signos del realismo de Courbet, especialmente en la manera de tratar las telas, empleando largas pinceladas que no olvidan los detalles. La minuciosidad de la barba y de la cesta de labor son considerables, a pesar de esa pincelada empleada a la que antes nos referíamos.
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Al año siguiente del nacimiento de Jean, los Monet pasaron el verano en la costa normanda. Las obras de Claude participaron en una exposición en Le Havre, cosechando un importante éxito. Durante este verano realizó un interesante retrato de encargo, siendo la modelo Madame Gaudibert. La dama aparece con el rostro de perfil y el cuerpo girado en tres cuartos, vistiendo un elegante traje largo de seda, con encaje en cuellos y puños y amplia cola del mismo tono y tejido. Un echarpe de tonalidades rojas y azules contrasta con el vestido, tanto en colores como en textura, manifestando diferentes calidades. Un cortinaje azulado cierra la composición, apreciándose en la zona derecha una mesa con un vaso que contiene dos rosas. La alfombra, en sintonía cromática con el vestido y el cortinaje, completa el acertado conjunto.El estilo de Monet es más académico en este trabajo, aunque mantiene sus trazos rápidos y empastados que buscan más la impresión visual que la calidad táctil. El excelente dibujo que tiene como base la figura tomada del natural indica la maestría como dibujante del artista, superando los moldes académicos para ofrecer una pintura moderna. La familia Gaudibert pagó 130 francos por este soberbio retrato, sirviendo ese dinero para sacar a flote la pésima economía de los Monet.
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En el verano de 1888 Émile Bernard estuvo en Pont-Aven acompañado de su hermana Madeleine, a la que vemos aquí retratada. A pesar de que Paul se sintió rápidamente atraído y enamorado de ella, Madeleine eligió al discípulo de Gauguin, Charles Laval, como compañero. La joven hizo de modelo para el grupo de pintores que estaba en aquellos momentos en Bretaña, captando perfectamente Gauguin su carácter místico y reservado, mostrándola seductora pero reticente al mismo tiempo. Al fondo de la imagen nos encontramos un grabado en el que aparecen las piernas de unas bailarinas, pudiendo aludir a algún interés especial por la danza de la modelo. El colorido y el estilo recuerdan a Degas y a las primeras obras de Paul como Susana cosiendo.
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Discípulo de Sorolla, Eduardo Chicharro muestra en sus obras, de sorprendente temática, unos elaborados juegos de luz y color. Se trata del representante de una tendencia simbólico-académica que marcaría el posterior Simbolismo español.