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No son muy habituales los retratos conservados de Filippo Lippi, destacando éste en el que aparece una pareja representada en el más absoluto perfil, recordando las medallas romanas que Pisanello copiará en sus retratos - véase el de Lionello d´Este - o las imágenes que Masaccio había pintado en La Consagración. Tras la mujer hay una ventana abierta a un paisaje, que muestra el interés por la perspectiva en el Quattrocento. La minuciosidad de los detalles de telas y adornos se puede interpretar como una influencia flamenca. Interesado por la línea, Lippi se verá continuado por su discípulo Botticelli y su hijo Filippino. Desgraciadamente, el significado de este curioso retrato permanece oculto.
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A pesar de su estrecha colaboración en el taller de su padre, no será dicha colaboración lo que permitió a Lorenzo Tiepolo la manifestación de su talento. Sus composiciones más conseguidas nada deben al taller familiar, como podemos comprobar en este retrato de uno de los hijos de Carlos III, realizado al pastel. Lorenzo ejecutó ocho retratos de los infantes, de los que seis han llegado hasta nosotros. Sin embargo, el soberbio resultado no aseguró al artista un puesto como retratista de la familia real; muy al contrario, y sin que conozcamos las razones de ello, nunca más volvió a pintar retratos de los miembros de la familia real.
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La relación entre Manet e Isabelle Lemonier debió ser muy estrecha, teniendo en cuenta los retratos que existen de esta dama, perteneciente a una de las familias joyeras más importantes de París. En esta acuarela se presenta de perfil, destacando el gesto crispado de la mujer. Rápidos trazos de color grisáceo conforman la figura, rellenando el contorno con toques de color malva. Sus enjoyadas manos indican que estamos ante una de las personalidades más importantes de la burguesía parisina.
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La decoración escultórica de la capilla del obispo de Rieux (Jean Tissandier) en los Franciscanos de Toulouse, la llevó a cabo un taller escultórico cuyos planteamientos estilísticos resultan, para las fechas, extraordinariamente originales, no sólo en relación al arte del Midi, sino al del norte de Francia. Si bien su origen no se ha desentrañado por el momento, lo cierto es que su impacto desde el Atlántico hasta el Mediterráneo en el sur francés será extraordinario. El uso de un lenguaje formal muy preciso (tratamiento preciosista de cabellos, telas, etcétera; concepción original del volumen de las figuras y utilización de-variantes iconográficas precisas), ha permitido identificar las obras que se relacionan con el taller y constatar su difusión, que alcanza, asimismo, a Navarra, Aragón y Cataluña.
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Este retrato representa sin duda a uno de los hijos del cónsul francés Le Blond. Como podemos observar, el estilo de Carriera vendrá identificado por la cercanía al modelo, tomando un punto de vista muy próximo por lo que la relación entre espectador y modelo es muy estrecha, destacando la serenidad de la mirada, creando una imagen de gracia y gentileza exquisita.
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La similitud de esta obra con el Retrato de un joven puede hacer pensar que formaran parte de un mismo conjunto. Ambas figuras han sido recortadas sobre un fondo negro, iluminadas con un potente foco de luz que esculpe sus cabezas y vestidas de modo similar. Sin embargo, la que aquí observamos se lleva la mano derecha al pecho y su rostro goza de una mayor idealización, eludiendo cruzar su mirada con la nuestra: ese aspecto enamoradizo quizá sea una característica del desconocido personaje. El estilo de Botticelli en este trabajo es similar a los distintos retratos realizados en su última etapa - Retrato de hombre o Lorenzo di Ser Piero Lorenzi - cambiando algunos conceptos respecto a sus retratos más tempranos como el de Giuliano de Médici o el Retrato de una dama.
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Estamos ante una de las primeras obras fechadas de Rubens, realizada incluso cuando aun no había recibido el título de maestro independiente al estar como aprendiz en el taller de Otto van Veen, más conocido como Otto Venius. Su pintura se inscribe dentro de las características típicas de la escuela flamenca al mostrar al personaje en primer plano, recortado sobre un fondo neutro, interesándose por la minuciosidad casi caligráfica de los ropajes y del rostro. El joven porta en sus manos una medalla, un misal y el puño de su espada. La gorguera que exhibe era habitual en la moda española -no olvidemos que Flandes fue una provincia del Imperio Hispánico hasta 1715- al igual que el color negro para los trajes masculinos. El interés descriptivo de Rubens es de gran calidad, a pesar de las malas condiciones de conservación de la obra. La atención del maestro se centra en el rostro del personaje, intentando transmitir su personalidad, especialmente a través de sus ojos.
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El rostro de este joven desconocido pintado por Durero se nos aparece con dureza, saliendo de un fondo neutro muy oscuro que destaca la severa línea de su faz. Durero ha conseguido minimizar todos los elementos de la pintura, para que tan sólo la cabeza del modelo sea lo que atrae la atención del espectador. Comparado con otros retratos de la época, como los del matrimonio Tucher, podemos encontrar las diferencias básicas. Aunque la pose del modelo es la misma, carece de cualquier referencia espacial a la sala donde se encuentra. También ha suprimido la ventana que se abre sobre el paisaje de fondo. Todo ello acentúa la expresión del modelo, que no mira directamente al espectador, sino hacia un objeto indeterminado a su derecha.Grabada en números dorados, el artista ha consignado la fecha de realización en la esquina superior izquierda de la pintura.