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Las naturalezas muertas serán una temática habitual en la pintura barroca holandesa. Van Gogh se interesó por estos asuntos en sus primeros años, ejecutando un buen número de bodegones que recuerdan a Rembrandt por su iluminación y su colorido. La novedad la encontramos al emplear objetos más modernos como pueden ser los zuecos. Los elementos se ubican sobre una mesa, alzando la madera para contemplarlos mejor. Sus siluetas se recortan sobre un fondo neutro, recibiendo un potente foco de luz que crea efectos de claroscuro. La pincelada es rápida, interesándose Vincent más por el volumen que por los detalles, resultando una obra muy atractiva.
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Ante la paulatina desaparición de la forma en la que estaban incurriendo algunos impresionistas -Monet, Renoir o Pissarro- un pequeño grupo de pintores va a reaccionar, buscando diferentes fórmulas pictóricas. Gauguin o Cézanne aportarán nuevos elementos que llevarán al arte de vanguardia. Las aportaciones de Cézanne se relacionan con el tono y el color; partiendo del arte clásico trató de emplear el color como sistema de modelado y como expresión de las formas de los objetos y de la naturaleza. "El pintor debe buscar la esfera, el cono y el cilindro en la naturaleza" es una de sus frases emblemáticas junto a "la forma sólo alcanza su plenitud cuando el color posee la mayor riqueza". Su interés por los bodegones se pone claramente de manifiesto por el amplio número existente en su producción; eran una excusa perfecta para retomar las formas a través de las frutas, los jarrones o las flores. Sobre una mesa contemplamos una tela blanca con numerosos pliegues donde impacta la luz, creando zonas de sombra coloreada. En esa tela se distribuyen diversas piezas de fruta, peras en su mayoría, junto a un florero con un excelente ramo de flores de variados colores. Cada elemento tiene un volumen específico, anticipando los nuevos tiempos.
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Fantin-Latour es un personaje curioso ya que perteneciendo a un estilo realista burgués que tan de moda estaba en Francia en la década de 1860, participó en el Salón de los Rechazados y fue gran amigo de los artistas más vanguardistas como Manet y Whistler. A esto debemos añadir que tampoco despreció el tema romántico influido por Delacroix. Artista polifacético, destacó en su momento por la ejecución de bodegones al estilo holandés, que tomaba como punto de partida el Barroco. Éste que contemplamos es uno de los más atractivos, presidido por el jarrón con el magnífico ramo de flores y acompañado del frutero con las fresas y la copa de vino. Los elementos se recortan sobre un fondo claro que otorga mayor luminosidad al conjunto; la pincelada es rápida en algunas zonas pero sobresale el perfecto dibujo con el que consigue magníficas calidades y detalles espectaculares. El vivo colorido y el efecto atmosférico creados hacen de esta naturaleza muerta una de sus obras más destacables. Con esta temática, Fantin-Latour obtendría bastante éxito en Inglaterra.
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Pocos pintores han prestado tanta atención a la naturaleza muerta como Cézanne. Ningún pintor francés desde Chardin había elegido esta temática como asunto principal de su obra. Como el resto de sus trabajos, son pacientemente elaboradas, renunciando a cualquier elemento improvisado. En numerosas ocasiones las frutas se pudrían, por lo que muchas veces recurrió a modelos de cera, generalmente dispuestos sobre pesadas telas que adquieren una estructura escultórica, como en este caso. El pintor utiliza una perspectiva picada -muy del gusto de los impresionistas, especialmente Degas- que nos permite contemplar las diferentes frutas sobre la mesa, recortadas ante un fondo grisáceo. Una jengibrera y un plato son las únicas referencias al menaje, elementos en los que no se abandona la línea circular que domina todo el conjunto. Cada una de las piezas del bodegón está delimitada por una línea oscura, en sintonía con el sintetismo de Gauguin, aportando mayor autonomía a cada una de ellas. De esta manera, el volumen se adueña de la composición, sin renunciar al color, fundamental en los trabajos del maestro provenzal. Las tonalidades han sido aplicadas con trazos empastados y cortos, especialmente en el fondo donde se organizan a través de movimientos en zigzag, sugiriendo de esta manera el espacio que envuelve los objetos al igual que la tela sobre la que reposan. Los juegos de luz apenas interesan al maestro, distribuyendo las sombras de manera arbitraria, en sintonía con la estampa japonesa. De esta forma, el impresionismo se convierte en algo duradero como el arte que se conserva en los museos.
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Mientras que los impresionistas se interesaban por captar en sus lienzos las variaciones de la luz sobre un mismo objeto -especialmente Monet-, Cézanne se sentirá atraído por emplear la luz para establecer las relaciones entre los diferentes planos y resaltar la forma y el volumen de cada objeto. En esta naturaleza muerta podemos apreciar los diferentes elementos sobre una mesa, observados desde una perspectiva alzada mientras que la pared se nos muestra de frente. Esta dualidad de perspectivas son una muestra de la opinión del maestro de Aix, quien consideraba que los ojos podían captar ambos ángulos a la vez. Los cubistas tomarán esto como punto de partida en su proceso de construcción de una perspectiva alejada de la tradicional. Cada una de las piezas tiene el contorno silueteado con una línea oscura, al igual que haría Gauguin, y el color que le corresponde se aplica a conciencia, apreciándose los toques fluidos del pincel. Curiosamente, para relacionar los objetos entre sí, Cézanne no duda en emplear en un objeto tonos que también corresponden a su compañero, como si de ligeras salpicaduras se tratara. Por otra parte, cada una de las frutas adquiere mayor autonomía respecto al conjunto, avanzando así en su proceso de geometrización de la naturaleza, geometrización que tiene su reflejo en la decoración de la pared.
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No son muy conocidos los bodegones aislados de Courbet que realizó durante su estancia en la prisión de Sainte-Pélagie por su activa participación en la Comuna de París y su papel como promotor de la destrucción de la columna Vendôme, símbolo del bonapartismo, aunque no se le pudiera acusar de ser el autor material de su caída el 16 de abril de 1871. Condenado a seis meses de cárcel y a una multa de 500 francos, durante su estancia en la prisión realizó numerosos trabajos siendo uno de ellos éste que observamos. Su hermana Zoé y sus amigos le llevaban cestos con frutas sobre cuyas formas materiales exploraba sin cesar, consiguiendo una sensacional vitalidad que anticipa las imágenes de Cézanne. Las líneas de los contornos precisan las formas de cada una de las frutas que contemplamos, iluminadas por un potente foco de luz que recuerda el Barroco.
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Gauguin gustaba de presentar escenas a través de espejos como hacía Degas. En esta ocasión contemplamos en primer plano un magnífico bodegón formado por diferentes elementos; al fondo un espejo permite contemplar la escena que se desarrolla frente al bodegón, protagonizada por varias figuras femeninas ante un amplio ventanal por el que penetra la tenue luz del atardecer. De esta manera se rompe con la disposición tradicional, otorgando mayor importancia a la naturaleza muerta que a las figuras. El estilo utilizado se aleja por completo del bodegón barroco, más detallista, interesándose por el ambiente y la atmósfera. Emplea una pincelada rápida, aplicando pequeños toques de pincel que organizan perfectamente la composición. En la pared hay un cuadro de Cézanne, que adquirió el artista en sus años de riqueza. Esta disposición será empleada en otras escenas como el Escultor Aubé y su hijo o Interior de la casa del artista.