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Durante su estancia en La Haya, Van Gogh visitó los museos de la ciudad donde pudo contemplar las obras del Barroco Holandés con sus grandes maestros Rembrandt y Frans Hals. Las tonalidades oscuras y el empleo de luces doradas que conforman unas iluminaciones tremendamente sugerentes serán admiradas por el joven pintor, realizando un buen número de naturalezas muertas con esas características. Los objetos se depositan sobre el hueco de una alacena, proyectándose hacia el espectador al emplear un fondo neutro que otorga una mayor sensación de volumen. La luz procedente de la izquierda resbala por los diferentes elementos, creando efectos de claroscuro, llegando a impactar en la loza de la jarra. Los detalles desaparecen, contactando Vincent con la pincelada frenética y vibrante de los grandes maestros.
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En los últimos años de su vida nos dejará Cézanne sus mejores bodegones en los que las manzanas desbordan los fruteros para ocupar toda la superficie del cuadro, resaltando la intensidad cromática de los diferentes objetos al considerar que "no existe la línea, no existe ningún modelado, sólo existen los contrastes. Cuando el color alcanza su mayor riqueza, entonces la forma alcanza su plenitud". El color será el elemento que otorgue mayor vitalidad a la escena, tal y como podemos observar en esta composición. Los diferentes objetos se sitúan sobre una mesa, cubierta con una tela con decoraciones florales -al igual que los telones que adornan los retratos barrocos- y con el típico mantel blanco arrugado. La mesa se ubica en una estancia cuyas paredes podemos contemplar, sirviendo de contrapunto cromático a la mayor oscuridad del telón. En su afán de romper con la perspectiva tradicional, Cézanne emplea dos perspectivas diferentes para tratar esta naturaleza muerta: una alzada y otra frontal, convirtiéndose en un claro precedente para el cubismo. Sólo será Degas el impresionista que siga al maestro de Aix en este campo.
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En los primeros años del siglo XX Gauguin sintió de nuevo interés por representar naturalezas muertas como en sus años juveniles - véase el Bol blanco o Naturaleza muerta con mandolina - alejado ahora de la influencia de Cézanne para mostrar un lenguaje más personal. Surgen así bellas escenas como Naturaleza muerta con girasoles o este bodegón, aún más exótico al encontrar varios loros de diferentes colores. La planitud de algunos elementos hacen de esta imagen una de las más curiosas del pintor, interesado en buscar nuevos horizontes para su pintura.
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Uno de los pintores que más influirán en Gauguin será Cézanne, especialmente en la realización de bodegones. Paul sintió una gran atracción hacia la pintura independiente de Cézanne, comprando algún cuadro suyo cuando su economía se lo permitía, negándose a venderlos al cambiar la situación y arruinarse. Incluso en Bodegón con interior recoge una de esas obras. La ejecución de este Bodegón con manzanas recuerda totalmente a Cézanne, por la volumetría de las figuras y la aplicación del color. Gauguin resalta la silueta de los elementos con una línea oscura, influencia de la técnica "cloisonné" aprendida tras la observación de la realización de vidrieras y esmaltes. La iluminación ocupa un papel destacado en la escena, introduciéndose el foco de luz por la zona izquierda e impactando en las frutas para resaltar su colorido y su belleza. La cerámica primitiva indica la atracción del pintor hacia ese arte. El fondo claro sirve para contrastar con los elementos de primer plano, destacando un cuadro sobre la pared con un colorido similar a la zona más cercana al espectador. Las rápidas pinceladas han sido aplicadas con espátula, una técnica cada vez más utilizada por los pintores desde el Impresionismo.
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Cézanne se sintió especialmente atraído hacia las naturalezas muertas desde los primeros momentos. Debido a su especial manera de trabajar -tardaba mucho en pintar los diferentes motivos debido a su ansia de perfección- las frutas se marchitaban por lo que las remplazó por modelos de cera. En esta ocasión nos encontramos ante un bodegón formado por siete manzanas sobre una mesa, vistas desde una perspectiva frontal tan del gusto de los impresionistas. A pesar de la cercanía a las frutas, el maestro no se interesa por mostrar el detalle de las piezas sino que está más preocupado por conseguir efectos cromáticos y formales. Para ello emplea una pincelada corta y empastada, uniformando el espacio en el que se apoyan las manzanas con la fruta en sí. Los efectos de claroscuro creados sirven para dotar de volumetría a las formas redondeadas de las frutas. Las tonalidades se interrelacionan y complementan, siguiendo las teorías cromáticas impuestas por los impresionistas que habían partido de las observaciones de Delacroix. El resultado es una obra cargada de fuerza en la que el color y la forma se adueñan del conjunto, demostrando cómo los valores cromáticos y tonales deben ser considerados como una unidad, otorgando así solidez al Impresionismo. La obra perteneció a Edgar Degas.
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Debido a la meticulosa manera de trabajar de Cézanne, se especializará en paisajes y bodegones. Aquí encontramos desarrollado el nuevo concepto de la pintura que crea el maestro de Provenza; el pintor debe buscar la esfera, el cono y el cilindro en la naturaleza, formas con las que pretende recuperar el volumen perdido por los maestros impresionistas, anticipándose así al cubismo. Aplicando el color como sistema de modelado -"la forma alcanza sólo su plenitud cuando el color posee su mayor riqueza"- conseguirá conjuntos de altísima calidad como este magnífico bodegón. Las esferas de manzanas y naranjas se distribuyen por el conjunto rodeadas de diferentes telas en las que se aplican las tonalidades. En la iluminación empleada aún existe un punto de conexión con el Impresionismo. Sin duda, Cézanne ha recuperado la forma, que se estaba perdiendo en los últimos cuadros de Monet y que llegaba casi a la abstracción en los años finales del siglo XIX.
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Los mejillones y las gambas que Vincent nos muestra en este lienzo están ejecutados de una manera tremendamente rápida, sin atender a detalles concretos, diferenciándose de las naturalezas muertas del Barroco especialmente detallistas. Van Gogh quiere transmitir sensaciones a través de sus pinturas por lo que hace uso de una pincelada empastada y vigorosa, cargada de pasta, con la que crea las formas de los objetos mientras que en el resto de la composición se pierden las líneas, acercándose a la abstracción.
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Durante el siglo XVII se hicieron muy populares los bodegones de caza entre la burguesía holandesa, especialmente entre los hombres que practicaban el arte cinegético como pasatiempo. Se exigía el mayor realismo en ellos y posiblemente por eso Rembrandt ha colocado a la niña apoyada en la ventana, observando atentamente a estas dos bellas piezas acompañadas de un frutero.En estos años finales de la década de 1630 el maestro empieza a experimentar un estilo más personal, donde se presta una mayor atención a la impresión que a la reproducción de detalles, otorgando vida propia a las escenas. Por eso, si observamos las plumas de los pavos veremos que no están trabajadas con exquisito detalle si no con pequeños toques de pintura, aunque no por ello estén exentas de realismo y de cierto dramatismo a través del juego de luces y de sombras. Rembrandt se consolida como el maestro de la luz, acercándose a la "manera áspera" de obras posteriores.