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Su largo proceso de conquista dejó un saldo bastante pobre y una integración territorial difícil. En 1545, año en que los conquistadores se asentaron por fin en El Tocuyo, existían apenas tres núcleos poblacionales, representados por la isla Margarita, Riohacha y Coro. En Tocuyo se inició el reparto de tierra y de indios, comenzando realmente la colonización. Desde esta ciudad se enviaron colonos y ganados a distintos lugares, fundándose la Borburata, Barquisimeto y finalmente Caracas (1567), mediante una expedición dirigida por Diego de Losada. Allí se radicaron los gobernadores de Venezuela. La segunda gobernación matriz de la región fue el oriente, capitulada en 1568 con el nombre de Nueva Andalucía por Diego de Serpa. Al año siguiente se fundó Cumaná, verdadera capital de dicha región. El tercer núcleo fundacional fue la isla Trinidad, antigua gobernación de los tiempos de la conquista, que llegó a fines de siglo sin colonizar. Su primera y única población notable fue San José de Oruña, mandada erigir en 1592 por el gobernador de la Guayana Antonio de Berrío, autor también del poblamiento de Santo Tomé de la Guayana en 1595. A fines del siglo existían las tres gobernaciones independientes de Venezuela, Nueva Andalucía y Trinidad de la Guayana. La última y parte de la primera (Riohacha y Mérida) pertenecían a la Audiencia de Santa Fe, mientras que el resto era jurisdicción de la Audiencia de Santo Domingo. La economía regional era precaria y se basaba en el cultivo del tabaco, del azúcar, del cacao y en la producción de cueros al pelo. La escasa población y la ausencia de defensas, hizo que fuera uno de los territorios predilectos para el contrabando y para los ataques de piratas y corsarios, incrementados en el siglo XVII cuando Venezuela adquirió mayor importancia económica. Desde Hawkins a Morgan, dejaron sus huellas en asaltos a Cumaná, La Guayra, la Borburata, Coro y Maracaibo. La Gobernación de Venezuela empezó a exportar cacao a México desde 1622 (357.766 fanegas a lo largo de la centuria) y esto cambió radicalmente su situación. A cambio del cacao recibió plata mexicana, que activó todo su engranaje económico. Las plantaciones cacaoteras, que se trabajaban con esclavos, se desarrollaron principalmente en los valles próximos a la costa (Aragua, sobre todo), lo que facilitaba la exportación del producto. El tabaco y las salinas, sobre todo la de Araya, atrajo a los holandeses. En 1634 conquistaron Curazao, transformada en almacén de contrabando para la costa norte suramericana. Para hacer frente a los piratas se construyeron algunas fortificaciones en Cumaná, Araya, La Guayra, etc. En la gobernación de Nueva Andalucía existió una agricultura de subsistencia, pero se desarrolló una buena ganadería, que garantizó la vida de Nueva Barcelona (1638). Los franciscanos observantes fundaron Píritu (1650), Clarines y Caicagua. Los capuchinos establecieron Santa María de los Ángeles en 1657. En cuanto a la isla Margarita, tuvo una pequeña economía agrícola, que sustituyó a la perlífera, y un proceso de urbanización notable (Asunción, Porlamar, Tacarigua, etc.). La gobernación de Trinidad de la Guayana tuvo una colonización escasa. Raleigh la atacó en 1618, pensando que hallaría allí el mítico Dorado. Tomó Santo Tomás a costa de muchas bajas (entre ellas su propio hijo) y la abandonó al cabo de algunas semanas.
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Venezuela formó su unidad regional precisamente en esta centuria. Al comenzar la misma lo que hoy es Venezuela estaba formada por tres gobernaciones independientes entre sí que eran las de Venezuela propiamente dicha o Caracas, la de Margarita y la de Nueva Andalucía o Cumaná. Dependían jurídicamente de la Audiencia de Santo Domingo y política y militarmente del virreinato de la Nueva España. En cuanto a Mérida, Maracaibo y Trinidad de la Guayana eran tres gobernaciones del Nuevo Reino de Granada. El proceso de integración de todo este conjunto en lo que luego fue la Capitanía General de Venezuela fue largo y laborioso y dependió fundamentalmente de dos circunstancias, una económica y otra de índole político militar. Ya dijimos anteriormente que todas las gobernaciones venezolanas fueron parte del virreinato santafereño hasta que el gobernador Zuluaga puso de relieve lo ineficaz de dicho sistema, lo que mereció que Madrid aceptara en 1742 la separación de Venezuela en materias de gobierno, guerra, hacienda y real patronato. A partir de entonces se concedió al gobernador de Venezuela la supervisión del contrabando en Maracaibo, Cumaná, Margarita, Trinidad y la Guayana. Fue el primer paso. La enorme producción de cacao (95.000 fanegas hacia 1753) y el control de la Compañía Guipuzcoana (1728) fueron marcando más la singularidad del territorio en el que surgió la sublevación de Andresote el año 1749 contra el monopolio de la Compañía. Los amotinados llegaron a Caracas y expulsaron al factor de la Guipuzcoana, exigiendo luego al Gobernador el extrañamiento de todos los vascos. Todo se arregló al cabo sustituyendo al factor, abriendo los almacenes de la Compañía al pueblo para que comprara en ellos a precios más justos, arreglando los precios del cacao y autorizando la venida de buques de Veracruz y Canarias. Otra sublevación protagonizada por Francisco de León (1751) contra la misma Compañía explotadora fue dominado con mayor dificultad autorizando a los agricultores a ser socios de la Compañía, permitiéndoles enviar a España el sexto de un buque con sus frutos y estableciendo un precio más justo para el cacao (12 pesos la fanega). Todo esto demostró la conveniencia de robustecer el sistema militar, lo que se hizo organizando milicias de blancos y pardos y trasladando a Venezuela el regimiento de Lombardía. En 1770 fue enviado a Caracas don José de Ábalos, contador mayor del Tribunal de Cuentas, para organizar los ramos fiscales, lo que hizo puntualmente recomendando luego la formación de la intendencia de Venezuela, que se llevó a cabo en 1776. La intendencia, segundo gran paso para la integración regional, comprendía Caracas, Maracaibo, Cumaná, Trinidad, Margarita y Guayana. Al año siguiente se creó la Capitanía General de Venezuela (1777) con los mismos territorios. El tercer paso se dio en 1786 con la fundación de la Real Audiencia de Caracas. Posteriormente se establecieron el Consulado (1793) y el Arzobispado de Caracas (1803) que completaron la integración regional. Venezuela hizo frente a otras reformas como la expulsión de los jesuitas y el Reglamento de Libre Comercio, del que estuvo excluida hasta 1781. La Capitanía perdió Trinidad en 1797, conquistada por los ingleses. El mismo año comenzó una gran agitación política de los criollos; conspiración de Gual y España, en complicidad con el español Picornell para proclamar la república en Venezuela. En 1806 Francisco Miranda desembarcó en Ocumare y Coro confiando que sus compatriotas le seguirían en el proyecto de independizar Venezuela de la tutela española. No fue así y tuvo que regresar a Londres. En 1808 se descubrió en Caracas una conspiración para instalar una Junta de Gobierno similar a las españolas. La población venezolana es difícil de calcular dado lo cambiante de su marco administrativo. A fines de la colonia, ascendía a 786.000 habitantes según Aurrecoechea, 728.000 según Depons, 975.972 según Dauxion (1807) y 900.000 según Humboldt (1810). La provincia de Caracas, con 427.205 habitantes, era la mitad de la Capitanía. En cuanto a la composición étnica, era aproximadamente de 26% blancos, 15% indios, 51% libres y 8% esclavos. Sorprende el enorme número de libres (negros, mulatos y mestizos) que constituía la población asalariada. Venezuela sobresalió por su enorme agricultura comercializable. El cacao se cultivaba en los valles de Aragua y en Maracaibo, enviándose principalmente a España, aunque también a México. El añil se introdujo en el último cuarto del siglo XVIII y desató una verdadera fiebre, declinando a principios del siglo XIX. El algodón llegó a ocupar un lugar importante en las exportaciones, pero fue desplazado por el norteamericano. El tabaco se cultivaba especialmente en Barinas. La caña de azúcar se destinaba principalmente al consumo interno en forma de papelón o a la elaboración de guarapos. En los últimos años del dominio español se introdujo el café, que se expandió notablemente al cultivarse en las laderas de las montañas, zonas anteriormente improductivas. El maíz, plátano, yuca, etc. cubrían las necesidades internas. En cuanto a los modelos productivos fueron plantación y hacienda, así como sus formulas intermedias. La producción agrícola exportable de Venezuela, en 1808, era de 122.000 fanegas de cacao, 800.000 libras de añil, 800.000 libras de algodón, 90.000 fanegas de tabaco y unas 3.000.000 de libras de café. La ganadería se ubicaba en Los Llanos. El vacuno se consumía en el mercado interno, exportándose unos 120.000 cueros al pelo anuales, que bajaron a 80.000 en 1809. En el Oriente quedaban restos de la antaño esplendorosa ganadería mular, que se exportaba a las Antillas. Venezuela careció de minería, salvo alguna extracción de cobre en Cocorote y vivió con una permanente demanda de numerario. Cuando no se ponía en circulación el dinero recaudado por la Real Hacienda, se producía un auténtica carencia de circulante que dificultaba el desenvolvimiento económico. En 1808 se recaudaron 953.129 pesos y 4,5 reales, pero los gastos (motivados por las necesidades defensivas) ascendieron a 1.629.103 pesos y 1 real. Al expulsarse a las autoridades españolas quedaron en las cajas reales 390.000 pesos, de los que 180.000 pertenecían a la renta del tabaco.
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En la Venezuela centro-oriental, correspondiente al área circumcaribe y en la vertiente amazónica, las culturas tuvieron escasa complejidad, con una base económica en el cultivo de la mandioca y con un escaso desarrollo de la actividad ceremonial y funeraria. En este contexto las manifestaciones artísticas fueron sencillas, generalmente cerámicas de carácter utilitario. Pero en el occidente del país y principalmente en esta época tardía, Venezuela asume los rasgos característicos del área Intermedia. Desde el 1000 d. C. y probablemente desde antes, aparecen en Venezuela occidental dos modelos culturales. Uno, subandino, se centra en tierra templada, por debajo de los 2.000 m de altitud, y muestra influencias culturales de Panamá y Costa Rica. El maíz es el cultivo básico, y se encuentra cerámica compleja, fina y bien elaborada, con decoración pintada o modelada o combinaciones de ambas. Los entierros son simples y no hay construcciones de piedra ni objetos ceremoniales. El otro, el modelo andino, se localiza en tierra fría, por encima de los 2.000 m y refleja de forma simplificada el modo de vida de los Andes centrales a través de las culturas Chibcha y Tairona de Colombia. El cultivo básico es aquí la papa, y la cerámica es más simple y tosca, encontrándose decoración plástica burda, pero existen construcciones de piedra, terrazas agrícolas, cuevas funerarias y ceremoniales y enterramientos asociados con parafernalia votiva diversificada. En cuanto a las manifestaciones artísticas hay que mencionar las cerámicas de la serie tierroide, estilo ubicado entre 1000 y 1500 d. C. y que recibe el nombre del yacimiento cabecero, Tierra de los Indios. Diferentes estilos de la serie se localizarán también en Mérida, Trujillo, San Felipe o Los Llanos de Barina. Con esta serie se asocia una gran cantidad de construcciones de tierra y piedra, tales como calzadas, mintoyes o tumbas de pozo con cámara, poyos, y cuevas de sacrificios. Su cerámica es tal vez la de mejor calidad de toda Venezuela, delgada y dura, con desgrasante de arena muy fina, y superficie lisa y pulida. Las formas más comunes son cuencos y jarras, con base anular o con patas, a veces con asas tubulares. Domina la decoración pintada a base de negro, blanco y rojo, predominando los motivos geométricos y estilizados. Esta cerámica se encuentra en ocasiones asociada a montículos. Rasgo muy característico son las figurillas de cerámica. Su carácter es generalmente muy esquemático, dentro de una estilización intencionada que busca destacar unos rasgos mientras que otros se esbozan simplemente. Modeladas a mano y generalmente huecas, representan hombres sentados en una banqueta, tal vez jefes, mujeres de pie, con las manos apoyadas en el vientre y otras sentadas con las piernas abiertas y el sexo claramente indicado. Las cabezas son grandes, de forma rectangular o trapezoidal con los rasgos faciales realizados de modo rudimentario. Los cuerpos son toscos y cortos. Destaca una decoración corporal a base de diseños geométricos en los que predominan las rayas paralelas que puede cubrir toda la cabeza y el cuerpo con un color castaño-rojizo sobre un fondo gris-blanco-crema. Hay también ejemplares negro sobre crema. Otro estilo característico es el Valencia, correspondiente a la serie valencioide, también entre 1000-1500 d. C. y que desarrolló en torno a la Hoya del lago Valencia. Aunque geográficamente se localiza en Venezuela central, sus rasgos son típicamente occidentales. Los asentamientos se sitúan sobre montículos, construyéndose algunos con propósitos funerarios en los que se han encontrado enterramientos en urnas, aunque muchos fueron reutilizados con fines habitacionales. La cerámica es tosca, generalmente cuencos y ollas globulares con una cara antropomorfa aplicada en el cuello. Aparece engobe rojo y la decoración más común es a base de incisiones. Budares o discos de cerámica evidencian cultivo de la mandioca, pero metates y manos se refieren también al cultivo del maíz. Una de las manifestaciones artísticas más conocidas de Venezuela son precisamente las figurillas del estilo Valencia, que suelen representar mujercitas de formas rotundas y nalgas poderosas y bien modeladas. Macizas o huecas, tienen una enorme cabeza muy alargada lateralmente que suelen sujetar con las manos, como si pesara. Carecen de vestidos o de pintura corporal pero generalmente llevan alguna especie de tocado. Llama indudablemente la atención el extremo esquematismo y simplicidad de la plástica venezolana, pero el hecho no se debe con seguridad a una incapacidad técnica sino a una intencionalidad concreta. Los rasgos que interesa destacar se representan con naturalismo y claridad, y se trata probablemente de plasmar alguna idea en relación con la fertilidad, por ejemplo.
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La Tierra Firme sufrió un largo período de conquista, como dijimos. Todos los intentos por establecer poblamientos y gobernaciones fracasaron desde 1499 (Ojeda) hasta 1526, cuando Rodrigo de Bastidas logró finalmente fundar Santa Marta. Al año siguiente, Juan de Ampíes fundó Coro (también el oidor Villalobos capituló la conquista de Margarita) y, en 1530, Pedro de Heredia estableció Cartagena. Este último año, Diego de Ordás capituló la conquista de la gobernación de Paria y el Marañón. Las tres ciudades de Santa Marta, Coro y Cartagena fueron esenciales para la conquista de Tierra Firme. A su acción cabe añadir la penetración por el Marañón, en una conquista frustrada de la que quedó la gobernación de Trinidad. Veamos una síntesis del proceso. Santa Marta fue una de las grandes plataformas de asalto al interior, pues sus pobladores pretendieron enriquecerse con el oro de los indios cercanos en vez de esperar pacientemente el desarrollo colonial de la ciudad que habían fundado. Bastidas se opuso a las entradas de rescate y un grupo de sus subordinados dirigidos por el Teniente Pedro de Villafuerte conspiraron contra él, hiriéndole mortalmente en un atentado. Bastidas partió para Cuba con objeto de reponerse y murió allí. La colonia quedó bajo el mando del Teniente de Gobernador Rodrigo de Palomino, que murió en el río que lleva su nombre cuando iniciaba una incursión hacia las espaldas del Perú descubierto por Pizarro. Vino luego un gobierno interino y finalmente, en 1528, el nuevo gobernador García de Lerma. Este realizó la conquista del territorio samario mediante 12 expediciones y proyectó un viaje de descubrimiento a las fuentes del Magdalena, que suponía estaban en el mismo lugar donde nacía el Río de la Plata. Falleció sin ponerlo en marcha y le sucedió don Pedro Fernández de Lugo, quien llegó a Santa Marta en febrero de 1536 con una poderosa fuerza de 1.500 hombres, las tres cuartas partes de los cuales sobraban en la ciudad. Lugo conquistó la confederación Tairona y, finalmente, mandó a su Teniente Gonzalo Jiménez de Quesada explorar por el Río Magdalena arriba, siguiendo la idea de su predecesor. Jiménez de Quesada fue uno de los pocos conquistadores con título universitario, pues era licenciado. Partió el 5 de abril de 1536 con 600 infantes y 100 caballeros y remontó el río Magdalena hasta la Tora (hoy Barrancabermeja), muy cerca de la desembocadura del río Opón. Allí encontró unos panes de sal gema, que los naturales utilizaban en vez de los de sal marina, que venían de la costa. Al preguntar dónde se hacían le dijeron que "donde aquella sal se hacía había grandes riquezas y era grande tierra, la cual era de un poderosísimo señor de quien contaban grandes excelencias". Abandonó el descubrimiento del Magdalena y siguió la ruta de comercio de aquellos panes, que le condujo directamente al país de los Chibchas. Entró en él en marzo de 1537, hallando numerosas esmeraldas y objetos de oro. En mayo encontró las minas de sal gema y el 21 de abril llegó a la capital de la confederación tribal del Zipa, en Bogotá. El valle le recordó Granada, poniendo al territorio el nombre de Nuevo Reino de Granada. Todo el resto de aquel año y la mayor parte del siguiente se ocupó de la conquista de las confederaciones chibchas del Zaque (Tunja) y del Zipa (Bogotá). El territorio era muy rico en oro porque los naturales intercambiaban dicho producto por sus panes de sal con otros pueblos de regiones auríferas (Antioquia). Allí estaba el cacicazgo de Guatavita, que dio origen a la leyenda de El Dorado: un cacique que se cubría el cuerpo de polvo de oro y se sumergía en una laguna para expiar una grave falta cometida por uno de sus antepasados. Jiménez de Quesada fundó la ciudad de Santa Fe de Bogotá el 6 de agosto de 1538. En marzo siguiente se disponía a regresar a la costa para dar cuenta de su conquista (ilegal, pues no se la había encargado su gobernador), cuando los indios le informaron de la llegada de otra hueste que avanzaba hacía allí desde el Oriente. Se trataba de la dirigida por Nicolás de Federman, que procedente de Coro venía atraída por el mito de El Dorado. Quesada y Federman iniciaron negociaciones para llegar a un acuerdo, mediante el reparto de parte del botín, cuando los indios volvieron a decir que otra hueste venía por Neiva (el Occidente). Se trataba de la mandada por Sebastián de Benalcázar, que había partido de Quito y llegado allí siguiendo la pista del mismo mito. Los tres conquistadores llegaron a un entendimiento, que fue el de dejar allí a sus hombres como pobladores y marchar a España para resolver sus diferencias. El Rey nombró a Jiménez de Quesada Mariscal del Nuevo Reino de Granada, y a Benalcázar gobernador de Popayán (zona suroccidental de Colombia) que fue a conquistar. Federman tuvo pleitos con los Welzer y murió en prisión el año 1542. En el Nuevo Reino de Granada se fundaron las poblaciones de Tunja y Vélez. Coro, senda clave de la conquista de Tierra Firme, estuvo poco tiempo en manos de su fundador Juan de Ampíes, pues en 1528 se capituló el descubrimiento y conquista de Venezuela con la Casa Welzer, si bien a través de unos factores como intermediarios. Los banqueros alemanes nombraron Gobernador a Ambrosio Talfinger (Alfinger para los españoles), quien llegó a Coro en 1529 y obligó a Ampíes a irse. Alfinger hizo dos expediciones. Una hacia el lago de Maracaibo, en la que fundó la ciudad del mismo nombre, y otra hacia el río Magdalena, en la que murió asaeteado por los indios. Le sucedió Georg Hohermuth, natural de Spira, a quien los españoles llamaban simplemente Jorge Espira. Este se obsesionó con la idea de llegar a la costa de la Mar del Sur (que suponía próxima) y encontrar el Mito del Metha, del que hablaremos luego. Salió en 1535 hacia Barquisimeto, los Llanos (Apure y Arauca), Casanare y finalmente la alta Amazonía, desde donde regresó a Coro en mayo de 1538. De sus 490 hombres sobrevivían sólo 150. En ausencia de Espira, partió de Coro su teniente de Gobernador Nicolás de Federman el 14 de febrero de 1536 a la búsqueda del Metha. Había realizado ya dos exploraciones, una a la entrada de los llanos y otra hacia la Guajira. Después de permanecer cerca de un año en las cercanías de la ciudad siguió hacia Barquisimeto. Luego fue bordeando la cordillera andina con dirección sur. En 1538 cruzó los llanos de Apure, el río Pauto, el Meta y el alto Guaviare, donde encontró objetos de oro que los indios le dijeron venían de la Cordillera. Esto le llevo a dirigirse a ella. Subió el páramo de Sumapaz y fue a caer sobre el Nuevo Reino de Granada, como vimos. Estas conquistas tuvieron un epílogo tardío, que fueron las expediciones de Hernán Pérez de Quesada y Felipe Hutten, en 1541, en busca del mismo mito del Metha. El primero era hermano de Jiménez de Quesada y descendió a los llanos orientales neogranadinos por el Guaviare y se adentró luego por la alta Amazonía hasta Mocoa (Putumayo). El capitán Felipe Hutten partió de Coro y llegó a la Fragua, donde halló el rastro de Hernán Pérez de Quesada, que siguió unos días. Se dirigió luego al este, regresó a La Fragua y finalmente exploró la alta Amazonía hasta el país de los Omaguas. Allí fue herido y ordenó regresar a la costa. En cuanto a la colonización real del occidente venezolano, se inició en 1545 con la fundación de El Tocuyo, donde se asentaron al fin los conquistadores de la región. Cartagena se convirtió en base de la penetración hacia el sur, pero teniendo el Magdalena como frontera con Santa Marta. El hallazgo de ricas sepulturas con oro en el Sinú retrasó su avance hacia la zona de Antioquia hasta épocas tardías, de lo que surgirían luego disputas con la gobernación de Popayán. Finalmente, hay que señalar la entrada por el Orinoco y la creación del mito del Metha, que si bien no permitieron la conquista de la Guayana, dejaron una imagen clara de su territorio y algún asentamiento en Trinidad. Creador del mito fue Diego de Ordás, antiguo conquistador de México, que capituló en 1530 la conquista de la gobernación del Marañón (nombre que entonces se daba al Orinoco). Su objetivo era alcanzar desde allí la región oriental del Perú descubierto por Pizarro, donde suponía que estaban las minas de oro. Ordás llegó a la desembocadura del Orinoco en 1531, con 450 hombres y tres naves. Allí encontró una pequeña guarnición en un fuerte y que obligó a sumarse a su fuerza. Luego remontó el Orinoco con unos bergantines fabricados con tal fin. Alcanzó el Uyapari y más tarde el raudal de Atures, donde comprendió que no podía seguir navegando río arriba, si puede llamarse navegar a tirar de los bergantines con maromas que arrastraban cuadrillas de hombres desde las orillas. Preguntó a los indios si había oro o plata, mostrándoles ambos metales, uno en cada mano. Los indios le dijeron algo que Ordás interpretó -desconocía su lengua- como que había mucho oro más arriba del río, en la provincia de Metha. Nació así el mito del Metha, que trajo de cabeza a tantos conquistadores. Ordás creyó incluso que el ruido del caudal era el producido por los orfebres indígenas al martillear el metal precioso. Como no podía seguir "navegando" volvió a la desembocadura del Orinoco y luego a España, para organizar una conquista en toda regla, pero falleció durante la travesía oceánica. Un intento paralelo al de Ordás fue el de Antonio Sedeño, contador de la isla de San Juan, que capituló el mismo año 1530 la conquista de Trinidad. Llevó una fuerza a la boca del Orinoco (fue la hallada por Ordás en un fuerte) y marchó luego a Puerto Rico por refuerzos, teniendo luego poco éxito en su empresa, que se vio dificultada por muchos problemas jurisdiccionales. Jerónimo Dortal, antiguo lugarteniente de Ordás, quiso encontrar el mito perseguido por su jefe. En 1533 capituló la gobernación de Paria y, al año siguiente, envió Orinoco arriba a su subalterno Alonso de Herrera. Este logró alcanzar el río Meta y los llanos, donde murió combatiendo con los indios. Dortal siguió luego la misma ruta y llegó al sitio donde había sido asesinado Herrera, comprobando que no había ninguna riqueza de oro. Expediciones posteriores lograron conectar el oriente venezolano con el occidente. En las bocas del Orinoco surgió la colonización de Trinidad y un enclave español en la orilla del río, que sería Santo Tomé de la Guayana. En el golfo de Cariaco se erigió la población de Cumaná. No muy lejos de allí, en la isla Margarita, se inició la colonización por la familia del fallecido oidor Villalobos, que la había capitulado.
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Venida de Jerónimo de Aguilar a Hernán Cortés Mucho sintieron los isleños, según demostración, la partida de los cristianos, especialmente el Calachuni; y ciertamente a ellos se les dio buen tratamiento y amistad. De Acuzamil fue la flota a tomar la costa de Yucatán, adonde está la punta de las Mujeres, con buen tiempo, y surgió allí Cortés para ver la disposición de la tierra y el aspecto de la gente. Mas no le agradó. Al otro día siguiente, que era Carnestolendas, oyeron misa en tierra, hablaron a los que vinieron a verlos, y ya embarcados, quisieron doblar la punta para ir a Cotoche y tentar qué cosa era. Pero antes de que la doblasen, tiró la nao en que iba de capitán Pedro de Albarado, en señal de que corría peligro. Acudieron allí todos a ver qué cosa era; y cuando vio Cortés que era un agua que con dos bombas no podían agotar, y que si no era tomando puerto no se podría remediar, volvió a Acuzamil con toda la armada. Los de la isla acudieron en seguida al mar muy alegres a saber qué querían o de qué se habían olvidado; y los nuestros les contaron su necesidad, y desembarcaron y repararon el navío. El sábado siguiente embarcó toda la gente, excepto Hernán Cortés y otros cincuenta. Revolvió entonces el tiempo con grandes vientos y contrarios; y así, no partieron aquel día. Duró aquella noche la furia del viento, mas amansó con el sol, y quedó el mar para poder embarcar y navegar; pero por ser el primer domingo de cuaresma, decidieron oír misa y comer primero. Estando Cortés comiendo, le dijeron que una canoa a la vela atravesaba de Yucatán para la isla, y que venía derecha hacia donde las naves estaban surtas. Salió él a mirar a dónde iba; y como vio que se desviaba algo de la flota, dijo a Andrés de Tapia que fuese con algunos compañeros a ella, a orillas del agua, encubiertos, hasta ver si salían los hombres a tierra; y si salían, que se los trajese. La canoa tomó tierra tras una punta o abrigo, y salieron de ella cuatro hombres en cueros, excepto sus vergüenzas, con los cabellos trenzados y enroscados sobre la frente como las mujeres, y con muchas flechas y arcos en las manos; tres de los cuales tuvieron miedo cuando vieron cerca de sí a los españoles, que habían arremetido a ellos para cogerlos, con las espadas sacadas, y querían huir a la canoa. El otro se adelantó, hablando a sus compañeros en lengua que los españoles no entendieron, que no huyesen ni temieses; y dijo luego en castellano: "Señores, ¿sois cristianos?" Respondieron que sí, y que eran españoles. Alegróse tanto con tal respuesta, que lloró de placer. Preguntó si era miércoles, pues tenía unas horas durante las cuales rezaba cada día. Les rogó que diesen gracias a Dios; y él se hincó de rodillas en el suelo, alzó las manos y ojos al cielo, y con muchas lágrimas hizo oración a Dios, dándole gracias infinitas por la merced que le hacía de sacarlos de entre infieles y hombres infernales, y ponerle entre cristianos y hombres de su nación. Andrés de Tapia se llegó a él y le ayudó a levantar, y le abrazó, y lo mismo hicieron los demás españoles. Él dijo a los tres indios que le siguiesen, y se fue con aquellos españoles hablando y preguntando cosas hasta donde estaba Cortés; el cual le recibió muy bien, y le hizo en seguida vestir y darle lo que hubo menester, y con placer de tenerles en su poder, le preguntó su desdicha, y cómo se llamaba. Él respondió alegremente delante de todos: "Señor, yo me llamo Jerónimo de Aguilar, y soy de Écija, y me perdí de esta manera: que estando en la guerra del Darién, y en las pasiones y desventuras de Diego de Nicuesa y Vasco Núñez de Balboa, acompañé a Valdivia, que vino en una pequeña carabela a Santo Domingo, a dar cuenta de lo que allí pasaba al Almirante y Gobernador, y por gente y vitualla, y a llevar veinte mil ducados del Rey, el año 1511; y ya que llegamos a Jamaica se perdió la carabela en los bajos que llaman de las Víboras, y con dificultad entramos en el batel hasta veinte hombres, sin vela, sin agua, sin pan, y con ruin aparejo de remos; y así anduvimos trece o catorce días, y al cabo nos echó la corriente, que allí es muy grande y recia, y siempre va tras el Sol a esta tierra, a una provincia que llamaban Maia. En el camino se murieron de hambre siete, y hasta creo que ocho. A Valdivia y otros cuatro los sacrificó a sus ídolos un malvado cacique, en cuyo poder caímos, y después se los comió haciendo fiesta y plato de ellos a otros indios. Yo y otros seis quedamos en caponera a engordar para otro banquete y ofrenda; y por huir de tan abominable muerte, rompimos la prisión y echamos a huir por los montes; y quiso Dios que topásemos con otro cacique enemigo de aquél, y hombre humano, que se llama Aquincuz, señor de Xamanzana; el cual nos amparó y dejó las vidas con servidumbre, y no tardó en morirse. De entonces acá he estado yo con Taxmar, que le sucedió. Poco a poco se murieron los otros cinco españoles compañeros nuestros, y no hay más que yo y un tal Gonzalo Herreró, marinero, que está con Nachancan, señor de Chetemal, el cual se casó con una rica señora de aquella tierra, en quien tiene hijos, y es capitán de Nachancan, y muy estimado por las victorias que le gana en las guerras que tiene con sus comarcanos. Yo le envié la carta de vuestra merced, y a rogarle que se viniese, pues había tan buena coyuntura y aparejo. Mas él no quiso, creo que de vergüenza, por tener horadada la nariz, picadas las orejas, pintado el rostro y manos a estilo de aquella tierra y gente, o por vicio de la mujer y cariño de los hijos." Gran temor y admiración puso en los oyentes este cuento de Jerónimo de Aguilar, con decir que allí en aquella tierra comían y sacrificaban hombres, y por la desventura que él y sus compañeros habían pasado; pero daban gracias a Dios por verle libre de gente tan inhumana y bárbara, y por tenerlo por faraute cierto y verdadero. Y certísimo les pareció milagro haber hecho agua la nao de Albarado, para que con aquella necesidad volviesen a la isla, donde, sobreviniendo viento contrario, fuesen constreñidos a estar hasta que está Aguilar viniese; que sin duda él fue el lengua y medio para hablar, entender y tener noticia cierta de la tierra por dónde entró y fue Hernán Cortes. Y por tanto, he querido yo ser tan largo en contar de la manera que sucedió, como punto notable de esta historia. No dejaré de decir cómo enloqueció la madre de Jerónimo de Aguilar, cuando oyó que su hijo estaba cautivo en poder de gente que comían hombres; y siempre de allí en adelante daba voces al ver carne asada o espetada, gritando: "¡Desventurada de mí!, ¡éste es mi hijo y mi bien!".
obra
El boceto que Fra Angelico confeccionó para el Armario de la plata, y que ejecutó posiblemente uno de sus ayudantes, presentaba la dificultad de figurar, en una misma escena, dos sucesos simultáneos en un contexto espacial diferente. El día siguiente al Domingo de Resurrección, los apóstoles y otros santos estaban reunidos en la habitación de una casa. Fue entonces cuando del cielo bajaron lenguas de fuego, el Espíritu Santo, que les confirieron el don de lenguas para transmitir la doctrina de Dios. En la parte superior de la obra está representada la Pentecostés, centrando el grupo de seguidores de Cristo la figura aureolada de María. En sus flancos, los cabezas de los santos recibiendo el Espíritu Santo, y la reacción reflejada en sus rostros. En el primer plano, ante la puerta de la casa, diferentes figuras de lugares distintos expresan su sorpresa al oír hablar en su lengua a los que figuran en la parte superior, en el interior de la casa. La solución espacial no consigue claramente su cometido, dando como resultado una escena de difícil lectura. Lo más sobresaliente de la obra es el juego de luces y sombras, según el grado de profundidad y el espacio en el que incide el foco de luz, diferenciando así a los sorprendidos extranjeros del acontecimiento milagroso de la venida del Espíritu Santo.
Personaje Político
A lo largo de su trayectoria política tuvo una activa participación interviniendo en el sublevación de Creta de 1889. A partir de entonces comenzó a ocupar cargos hasta que se hizo con la jefatura del Ministerio de Guerra y Marina. Coincidiendo con el estallido de la Primera Guerra Mundial se marchó del país y en 1928 regresaría, siendo electo en los comicios. A él se le debe la anexión de Creta a Grecia y Macedonia.