La fundación de esta villa malagueña se remonta a época fenicia, si bien serán los romanos los impulsores de la población al crear una ciudad-factoría llamada Caviclum. El desarrollo de la villa se produce entre los siglos I y IV, dedicándose especialmente a la producción de garum. En tiempos de la dominación musulmana de Andalucía, en Torrox se vivirá un importante episodio. En los últimos años del siglo IX, la población mozárabe, encabezada por Omar ben Hafsun, se sublevó contra el emirato de Córdoba. Abd al-Rahman III puso sitio al castillo y derrotó a los rebeldes. La villa quedó despoblada de mozárabes y fue ocupada por musulmanes, siendo la cuna del mismo Almanzor. Durante la época de los Reinos de Taifas, en el siglo XI, Torrox -cuyo nombre procedería del árabe turrus, que significa torre- dependerá del reino de Frigiliana. En época nazarí, la villa alcanza un importante desarrollo económico, gracias a la industria de la seda, la caña de azúcar y los frutos secos. El 29 de abril de 1487 los Reyes Católicos conquistan Torrox. Al año siguiente la zona es ocupada por tropas de El Zagal, ocupación efímera porque pronto volverá a caer en manos cristianas. Los católicos monarcas a Torrox otorgaron el título de "Muy Noble y Muy Leal Villa". Uno de los episodios más importantes de la Edad Moderna será la rebelión de los moriscos, que se vive en todo el territorio de la Axarquía. Su expulsión traerá una intensa política de repoblación. El siglo XIX se inicia con la Guerra de la Independencia; las tropas francesas utilizan el castillo como fortín, volándolo cuando se retiraron. Las epidemias de fiebre amarilla y los terremotos de 1884 y 1885 marcarán esta centuria. El viajero actual puede disfrutar en esta villa de callecitas estrechas y paredes encaladas, dando la impresión de que las casas se superponen, centralizándose la vida popular alrededor de la plaza, llamada de la Constitución, calles y plazas que recuerdan su pasado andalusí.
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A su llegada a Roma en 1601, Rubens se sintió especialmente atraído por una de las obras maestras de la Antigüedad clásica: el Torso Belvedere. Realizó un buen número de dibujos que serán posteriormente empleados como modelo para sus trabajos. También realizará dibujos de bustos romanos, escenas funerarias, el Apolo del Belvedere, el Laoconte, el Hermafrodita Borghese, etc.El acertado estudio de luces y sombras y la fuerza de sus trazos serán elementos identificativos de sus dibujos, acentuando en esta ocasión el contrapposto y la torsión expresiva del busto del personaje, como si nos invitara a penetrar en su propio espacio. El Torso Belvedere servirá de inspiración a Rubens para la figura de Paris en el Juicio de Paris y el Cristo de la Coronación de espinas de la capilla de Santa Elena en la cripta de la Santa Croce.
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La admiración de Fortuny por la luz le llevó a interesarse por el estudio anatómico de ancianos bajo los efectos de la luz solar, creando obras magníficas como el Viejo desnudo al sol o este Torso de anciano. Son figuras recortadas ante un fondo neutro, realizadas con un somero dibujo y una factura empastada que apenas repara en detalles, concentrando la atención en la expresión del personaje, posiblemente el mismo modelo. Las tonalidades oscuras empleadas y el naturalismo con que trata Fortuny a las figuras nos acerca a la pintura barroca, especialmente Ribera, cuyas obras copió en variadas ocasiones como la Cabeza de anciano. Pero la gran protagonista de la composición es la luz, que impacta sobre el rostro del hombre para resaltar sus rasgos y su carácter, resbalando sobre el torso para mostrar la musculatura decaída del personaje, como si Fortuny quisiera hacer un cálido homenaje a la tercera edad.
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Cloto es, en la mitología clásica, una de las Parcas que se encarga de cortar el hilo de la Vida. Esta obra que conserva el Museo d´Orsay es un estudio previo de la cabeza y el cuerpo de la obra definitiva. Claudel, la amante de Rodin, ha representado a Cloto como una decrépita anciana, con la cabeza sin pelo, ligeramente de lado, las facciones afiladas y los ojos hundidos en unas cuencas terriblemente marcadas, reforzando el carácter expresionista.
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Cuando Vincent llega a París en los primeros días de marzo de 1886 decide abandonar su temática campesina y triste de Nuenen para inscribirse en el taller de Ferdinand Cormon donde podrá continuar con el aprendizaje académico ligeramente iniciado en Amberes. Los meses de estancia en la academia serán de gran utilidad para el joven pintor tanto por los numerosos estudios de escayolas elaborados como por el contacto con Toulouse-Lautrec y Bernard quienes le pondrán al día de las innovaciones entre los artistas de "vanguardia". En esa serie de estudios Vincent se exhibe como un aprendiz, teniendo en el dibujo y el volumen sus dos principales intereses. Las figuras se recortan sobre paños azules, tomándolas directamente del natural desde diferentes puntos de vista como podemos apreciar en Torso femenino de perfil.
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El ingreso de Van Gogh en el taller de Cormon vendrá motivado por su deseo de perfeccionar el dibujo lo que motivará la ejecución de un amplia serie de estudios de torsos femeninos en escayola y alguna figura al natural como el Desnudo de niña sentada. El interés hacia la volumetría y la adaptación de la figura al espacio serán las grandes preocupaciones de Vincent en esta imagen, sin olvidar las iluminaciones y los colores más claros empleados, situando al periodo de Nuenen a cierta lejanía estilística. La figura se recorta sobre un fondo azul, interesándose el joven artista por la línea y el volumen de este torso, uno de los modelos más habituales en la pintura académica donde Vincent intenta desarrollar su aprendizaje.
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En el taller de Cormon, Vincent elaboró una amplia serie de torsos en escayola en diferentes posturas sintiéndose atraído hacia el volumen y el dibujo académicos, lo que indica una importante evolución respecto al reciente periodo de Nuenen.
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La civilización neolítica del valle del Indo contó con más de un centenar de asentamientos urbanos entre los que destacan las ciudades de Harappa y Mohen-jo Daro. Esta civilización ofrece una rica y variada producción artística en la que destaca la escultura. El torso masculino de Harappa evidencia la antigüedad y el origen precario de algunos ritos y características iconográficas que han pervivido hasta la actualidad como el culto al lingam (falo). La Joven bailarina es su compañera.
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La fina túnica que cubre este torso nos deja contemplar la bella anatomía femenina de Nefertiti, la esposa de Amenofis IV. Se trata de una obra que, siguiendo las directrices artísticas del periodo amarnico, marca todos los rasgos más expresivos de la figura.
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A mediados del siglo I a. C. se fecha esa obra impresionante que es el Torso del Belvedere. Nada sabemos de su autor, Apolonio, hijo de Néstor, ateniense, y se discute la identidad del personaje representado, pero lo cierto es que la fuerza de su musculatura, con trazos amplios en las piernas y apretadamente tensa en el torso, es suficiente, pese a la ausencia de cabeza y de miembros, para arrancar una tensión titánica al mármol.