Busqueda de contenidos

obra
En el río Jordán bautizaba san Juan Bautista a los creyentes en la nueva fe que él anunciaba. Los sacerdote y levitas fariseos enviados desde Jerusalén le preguntaron si era él el Mesias, respondiendo: "Yo soy la voz que clama en el desierto: enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías" (Evangelio según San Juan, Cap. 1,23). Este es el momento que recoge Murillo en este cuadro que formaba parte de la serie para el refectorio del convento de San Leandro de Sevilla, junto a San Juan muestra a Jesús y el Bautismo de Cristo. El esquema compositivo empleado por el maestro es sencillo, presentando a los personajes frontales al espectador en disposición vertical, creando diferentes planos de profundidad. La composición se cierra con un paisaje con el río Jordán. En el cielo aparecen dos símbolos de evangelistas: el ángel de san Mateo y el león de san Marcos, rodeados por sendas cartelas en las que se leen textos de sus evangelios. Conviene destacar la elevada calidad que presenta Murillo a la hora de representar las actitudes, creando un singular momento de tensión, especialmente con el fariseo de primer plano, captado a contraluz, que se aviene a formular las preguntas al santo. La obra tiene como precedente un trabajo de Herrera el Viejo que hoy se guarda en el Museo de Rouen.
obra
El comentario de esta obra, unida a su pareja, los evangelistas Marcos y Pablo, podría llenar hojas enteras. A grandes rasgos ya hemos dado cuenta de su principal trascendencia en el cuadro citado antes. Sólo podemos añadir que los textos y el carácter admonitorio de la obra se deben a una exhortación que Durero realizaba a la municipalidad de Nüremberg por los graves disturbios con los campesinos que habían tenido lugar en 1525.
obra
La influencia de Leonardo será manifiesta en la etapa florentina de Rafael aunque también encontramos ejemplos posteriores como esta bella imagen de san Juan niño, posiblemente realizada para el cardenal Colonna, siendo posteriormente regalada al médico Jacopo da Carpi.La maestría con que se interpreta el juego de luces y sombras destaca la anatómica figura del santo, cuyo rostro indica la concentración y fuerza del Bautista. La composición se organiza con una acentuada diagonal que parece anticipar el Barroco, enlazando con las imágenes que casi un siglo después ejecutará Caravaggio. El estilo blando, dulce y elegante de Rafael, dotado de la suficiente idealización, está presente en esta imagen últimamente considera autógrafa por la crítica que siempre había apuntado a Giulio Romano como el creador del lienzo bajo la atenta dirección y el diseño del maestro.
obra
Los expertos piensan que esta obra podría haber formado parte de la decoración del altar que se levantó en la plaza de Santa María la Blanca con motivo de la reapertura de la iglesia en el año 1665. Sería propiedad de don Justino de Neve, el canónigo de la catedral sevillana promotor del encargo, y haría pareja con un Buen Pastor que hoy guarda la Colección Lane de Londres. San Juanito dirige su mirada hacia el espectador con una seductora sonrisa, abrazando al Cordero mientras señala al Cielo con un dedo de la mano izquierda. La figura se sitúa al aire libre, ante un fondo de paisaje donde abundan las nubes, creando un juego de luces y sombras que recuerda la etapa tenebrista -véase la Magdalena penitente-. El estudio anatómico de la figura infantil está realizado perfectamente, consiguiendo una sensacional volumetría al igual que en el Cordero. La delicadez y actitud del pequeño preludian el estilo del siglo XVIII.
obra
La mala conservación de este lienzo ha hecho pensar a algunos críticos que se trata de una obra de taller pero recientes restauraciones han dejado de manifiesto la autoría de Ribera, al igual que buena parte de sus compañeros en el Apostolado encabezado por el Salvador. El apóstol aparece de perfil, cubierto con un amplio manto -en memoria de las figuras de El Greco-, recortada su figura ante un fondo neutro gracias al foco de luz procedente de la izquierda que impacta en la figura. De esta manera se crea un atractivo contraste de luces y sombras inspirado en la obra de Caravaggio. A la hora de tomar modelos, Ribera se interesa por el naturalismo por lo que empleará personajes populares, cargados de personalidad, humanidad y espiritualidad, humanizando por consiguiente a sus personajes religiosos. Así podemos apreciar las arrugas de las manos y la frente o la pronunciada nariz del personaje, alejándose de idealizaciones. San Bartolomé y Santiago el Mayor son algunos de los compañeros del Apostolado, en el que Ribera sigue la iconografía creada por El Greco y continuada por Rubens.
obra
Aunque Piero della Francesca viajará con cierta frecuencia al demandar su arte las diferentes Cortes italianas, siempre regresaba a Borgo de Sansepolcro, su ciudad natal, donde pasó la mayor parte de su vida. Los encargos en esta villa son también numerosos, mostrándose como un artista muy vinculado a su comunidad. Para el ábside de la iglesia de san Agustín pintó un fresco que en la actualidad está muy deteriorado, como en esta imagen de san Julián cuyo bello rostro ha sobrevivido al paso del tiempo. La figura está sabiamente iluminada con una luz clara característica del maestro, resaltando el aspecto volumétrico tanto del rostro como de los ropajes, especialmente la capa, abundante en plegados. Los grandes ojos del santo sirven de centro de atención para el espectador, acentuando el gesto triste que define al personaje. El fondo oscuro sirve para dotar de mayor volumetría a la figura, destacando las líneas de los contornos, como era habitual en la Escuela florentina del Quattrocento, encabezada por Masaccio.
Personaje Científico Religioso
Descendiente de una familia de judíos conversos, fue educado por San Eugenio y se convirtió en uno de los más importantes escritores de temática religiosa. En el año 680 es nombrado arzobispo de Toledo. Como tal encabezó del duodécimo al decimoquinto concilio. Realizó importantes estudios teológicos con un estilo literario muy superior al de su tiempo. Es autor de "Liber prognosticorum futuri saeculi", donde hace una sátira del judaísmo y defiende el cristianismo. También escribió otras obras como "De sextae aetatis comprobatione" y la Vida de San Ildefonso. Desde el punto de vista político, fue un gran defensor del rey Wamba. Prueba de ello es la crónica que escribió sobre la persecución que el monarca realizó contra Paulo. Sin embargo, cambió de opinión cuando Wamba limitó los privilegios de que gozaba la Iglesia. De su obra literaria cabe destacar "Apologeticum fidei" y "Apologeticum de tribus capitulis".
lugar
Esta villa del Camino Francés se encuentra en una de las últimas etapas del camino que conducen a Arzúa. Situado inmediatamente después de Palas de Rei, el concheiro llega a esta pequeña aldea, famosa por los restos de su iglesia románica.
Personaje Religioso
San Julio fue nombrado obispo de Roma, su ciudad natal, en el año 337, siendo uno de los primeros pontífices del catolicismo. Se implicó en los debates teológicos existentes en el seno del cristianismo durante el siglo IV, enfrentándose a la herejía arriana contundentemente. San Atanasio colaboró en esta lucha aportando los planteamientos teológicos.