Una de las escenas más bellas de las siete que Tiépolo pintó para la iglesia del convento de San Pascual en Aranjuez es este San Francisco recibiendo los estigmas. El santo está acompañado por un bello ángel -que nos muestra la herida del costado- mientras en la parte superior un querubín ilumina los estigmas de las manos y también el del costado; San Francisco eleva su mirada hacia Dios en actitud de agradecimiento. Tiépolo ha combinado en esta escena unas buenas dosis de idealismo y realismo: el idealismo reside en la figura del ángel -esquema que repite en Abraham y los tres ángeles o el Ángel portador de la Eucaristía, inspirado en las figuras de Miguel Ángel y de Veronés- y el realismo está representado en la del santo con su hábito desgastado, la estera, el libro o la calavera, realizados con un detalle minucioso. Los tonos empleados muestran la riqueza cromática del maestro y enfatizan su espléndido dibujo. Los fondos no le interesan, recurriendo casi siempre a nubes como hacía en la decoración de los techos del Palacio Real, para lo que vino a Madrid. El lienzo fue encontrado enrollado y roto en 1914 ya que al poco tiempo de instalarse fue desplazado para colocar obras de Maella, Mengs y Francisco Bayeu.
Busqueda de contenidos
obra
Zurbarán sentía cierta predilección por San Francisco, pues no en vano era el santo que le daba nombre. Lo representó infinidad de veces en diferentes actitudes. El que ahora vemos no es demasiado frecuente, y su figura resulta algo atemorizadora y fantasmal. Fuertemente destacado por un foco de luz lateral, al estilo tenebrista, el cuerpo del encapuchado aparece desde el fondo, la cabeza agachada, el largo capirote enhiesto y sosteniendo una calavera en las manos. Su sombra alargada se proyecta contra un fondo poco definido, lo que aumenta la lobreguez de la imagen. San Francisco pertenecía a la Orden de los "hermanos menores", que hacían gala de su extrema pobreza. Por ello aparece ataviado con un hábito paupérrimo de paño marrón y con los pies descalzos.
fuente
El CA-38 USS San Francisco era un crucero pesado correspondiente a la clase New Orleans. Comisionado el 10 de febrero de 1934, pasó sus años de la preguerra en las aguas del Pacífico y de Atlántico. El 7 de diciembre de 1941 se encontraba atracado en Pearl Harbor para recibir unas modificaciones. A la hora del ataque sus armas antiaéreas le habían sido quitadas, por lo que no pudo ofrecer respuesta. Sus cañones le fueron agregados durante la noche y el 16 de diciembre se incoporó plenamente a la guerra, participando en la batalla de Guadalcanal. Después de una reinstalación a principios de 1943, se dirigió al norte de las Aleutianas, antes de volver al Pacífico sur para proporcionar a fuego de cobertura en varias misiones. Al final de la guerra se encontraba en la bahía de Subic, Luzón, donde se preparaba para la invasión de Japón.
obra
Los encargos devocionales serán de gran importancia en el catálogo de Maella. Hacia 1786 realiza tres cuadros de altar para la iglesia de la casa de campo de la Torrecilla entre los que destaca el San Francisco que contemplamos. El santo aparece arrodillado ante unas piedras, junto a la Biblia y el Crucifijo de madera. Eleva su mirada hacia el cielo donde encontramos la aparición de Jesús crucificado -en un acentuado escorzo-, cuyos estigmas se trasladan al cuerpo del santo. Varios querubines completan la zona celestial mientras que el hermano León, la calavera y el cilicio rodean al santo. La escena se desarrolla ante un bello paisaje, recordando al Barroco Italiano. La monumentalidad de las figuras sitúa a Maella en la órbita neoclásica de Mengs, destacando la expresión extasiada de San Francisco, así como la delicadeza de los detalles de los hábitos, cordones o piedras. La calavera, el cilicio y la piedra angular son alusiones al eremitismo del protagonista.
obra
Alonso Cano fue un pintor muy temperamental, que incluso trató de obstaculizar la incipiente carrera de Zurbarán en Sevilla. Cano también triunfó en Madrid y recibió el encargo de los franciscanos que regentaban la Capilla de San Diego de Alcalá de Henares. Se trataba de decorar todo el espacio sagrado, pero según testimonios de la época, el mal carácter del pintor hizo que abandonara el proyecto a medias. De este modo, sólo llegó a ejecutar dos pinturas, la que nos ocupa, dedicada a la impresión de las llagas en San Francisco, y la Visión de San Antonio de Padua, que ni siquiera se sabe si llegó a rematarla él mismo o un discípulo. De este modo, Zurbarán, su antiguo rival, recibió el encargo de terminar el conjunto, con dos obras tituladas San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino, y San Jacobo de la Marca. El lienzo de San Francisco nos sirve de ejemplo del estilo de Alonso Cano, mucho más suave en el tratamiento que el de Zurbarán. Sus colores son más matizados, la pincelada resulta algodonosa frente a la dureza del otro pintor; el canon humano que emplea es más bajo pero más sonrosado e ideal. El tema del lienzo es el milagro por el cual San Francisco recibe en su cuerpo las llagas de Cristo, milagro testimoniado por un despavorido monje que ve abrirse el cielo con la aparición de un serafín que envía las heridas al franciscano.
obra
Para la segunda capilla de la nave de la izquierda del Convento de los Capuchinos de Sevilla, Murillo pintó este cuadro de clara temática franciscana en el que se exalta la profunda devoción hacia el Crucificado que profesa esta Orden. La imagen presenta uno de los momentos más importantes en la vida del santo, aludiendo a la decisión tomada durante su juventud por la que abandonó sus bienes terrenales para servir mejor a Cristo y al prójimo. Como recompensa a la renuncia de San Francisco a los bienes terrenales, Cristo desclava su brazo derecho para acoger bajo su regazo al santo. La referida renuncia se refuerza con el gesto de San Francisco al pisar el globo terráqueo, despreciando las cosas terrenales, y el texto que se escribe en el libro que sujetan los ángeles: "quien no renuncia a todo lo que posee no puede ser discípulo mío".Este trabajo de Murillo goza de gran popularidad debido a la espiritualidad que emana, captando el afecto de ambos personajes como algo familiar por lo que el espectador se siente cercano a la escena. Esa espiritualidad se refuerza con el colorido empleado, utilizando gamas suaves y una luminosidad intensa, que resalta las monumentales figuras del Crucificado y San Francisco, quedando el paisaje casi esbozado. La perfección anatómica de Cristo recuerda a la empleada en la Resurrección.
obra
Son más de cien las imágenes salidas del taller de El Greco que representan a san Francisco, uno de los santos más admirados por la Contrarreforma. Se consideran unas 25 originales mientras que en las demás encontraríamos la mano de los colaboradores y cuyo destino serían las parroquias, los conventos y los particulares toledanos. El ascetismo y la espiritualidad están perfectamente recogidos en todos los trabajos, destacando éste que contemplamos. El santo, arrodillado, se lleva las manos al pecho en actitud de oración y dirige su concentrada mirada hacia el crucifijo, junto a la calavera y la Biblia sobre una roca. La figura se recorta ante la cueva, dejando en la esquina superior derecha un ligero espacio para el cielo nublado; se trata de un modelo amplio, de escultórico canon que recuerda a Miguel Ángel, aunque la estilización habitual en los personajes del cretense le lleva a utilizar una cabeza pequeña, en la que concentra toda la atención. Sus rasgos afilados, con la nariz y los pómulos salientes, son exaltados gracias al foco de luz, al igual que las manos. La pincelada es rápida y modela con la luz y el color según el estilo aprendido en la Escuela veneciana.
obra
Los textos de san Buenaventura nos narran como durante la última enfermedad de san Francisco de Asís un ángel bajo de los cielos para reconfortar al santo. Este tema será muy tratado en la pintura europea desde el Renacimiento, existiendo precedentes tanto en Italia - Domenichino o Guercino- como en España -Ribalta-. Sin embargo, Murillo en esta escena reduce la composición de manera soberbia, representando exclusivamente al santo tendido sobre una simple estera y al ángel que toca el instrumento musical en la zona izquierda, envolviendo el resto de la composición en penumbra, de manera que acentúa el intimismo y el misterio del momento, recordando a Ribera o Zurbarán. La expresividad del santo es una nota de gran maestría, captando de forma naturalista sus gestos. Esa misma veta naturalista la apreciamos en la manera de ejecutar el hábito, la estera o los pies y manos del santo. Por el contrario, el ángel no es de los mejores en la producción del maestro, siguiendo los modelos de Zurbarán al emplear una figura de rasgos femeninos y rostro inexpresivo, utilizando un peinado característico de mediados del siglo XVII.
Personaje
Religioso
Nacido en Asís en el seno de una rica familia, después de una juventud disipada se convirtió en religioso a los veinticinco años y renunció a la herencia paterna, optando por la vía de la privación material como modo de acercamiento a Dios. En 1209 forma junto con algunos discípulos la orden de los llamados Frailes Menores, aprobada por Inocencio III, y en 1212 le sigue una nueva orden fundada por mujeres, con la ayuda de Clara de Asís. Dedicados a la oración, la pobreza y la predicación, el movimiento franciscano se extiende rápidamente, al ofrecer a las clases desfavorecidas una vía de salvación y gracia divina. Sin embargo, el éxito del movimiento supone disensiones entre sus miembros, provocadas por el ansia expansionista y la influencia económica y política que la pujanza de su propuesta religiosa llega a alcanzar, lo que, a ojos de Francisco de Asís, está en contradicción con los objetivos fundacionales. Así, dimite en 1224 y se retira a la soledad de la vida en el campo, donde Cristo crucificado se le aparecerá. A partir de entonces, Francisco de Asís será venerado en vida hasta su muerte en 1226. Será canonizado en 1228 y su culto se extenderá rápidamente a toda la Cristiandad, formando la orden más numerosa. Su fiesta se celebra el 4 de octubre.
obra
San Francisco nació en 1182, fundando tras su juventud la Orden mendicante de los Hermanos Menores. El día de la exaltación de la Cruz sufrió la visión de Cristo, de cuyas llagas surgieron rayos que provocaron similares estigmas en el santo. Murió en 1226 siendo canonizado dos años después. Claudio Coello nos presenta al santo con el hábito franciscano, sosteniendo un crucifijo sobre el que apoya la cabeza. A sus pies un libro cerrado sobre el que encontramos una calavera. El rústico cordón que sujeta el hábito muestra los tres nudos que significan los votos de castidad, pobreza y obediencia. La bella figura sobresale por su monumentalidad escultórica, el naturalismo de sus manos y rostro y la calidad de los pliegues de su hábito, creando una figura de gran delicadeza. La pincelada detallista caracteriza la obra del artista interesado en la minuciosa preparación de sus obras por lo que "por mejorar un contorno treinta vueltas (da) al natural". La influencia de Rubens y de la escuela veneciana es una constante en la producción de Coello, aunque en esta pareja de lienzos - véase San Antonio de Padua -se muestra algo más personal.