Sagnier obtuvo su título de arquitectura en 1882, iniciando una de las carreras más prolíficas de los arquitectos modernistas catalanes, con más de 30 edificios destacados sólo en la Ciudad Condal, al ser uno de los arquitectos favoritos de la burguesía barcelonesa de la época. Formando parte de la estética gaudiana, se orienta hacia el neogoticismo, apreciándose en algunas de sus obras ecos del Rococó. No sólo diseñó edificios de vivienda -casa Arnús, Casa Rodolf Juncadella, Casa Victorià de la Riva, en Barcelona, o la Casa Isabel Ferret Martorell, en Sitges- sino que también trabajó en edificios institucionales -el Palau de Justicia o la Duana Nova- y religiosos -la Capilla Francesa o el Templo del Sagrado Corazón, en el Tibidabo-. En sus últimos años se interesa por el Renacimiento, como se pone de manifiesto en la Basílica de Sant Josep Oriol de Barcelona.
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Discípulo del cordobés Pablo de Céspedes es Alonso Vázquez, un rondeño que al menos desde 1590 se afinca en Sevilla, donde realizó diferentes trabajos para luego marchar a México, pero su obra mexicana no ha llegado hasta nosotros. Ha de ser considerado artista de formación y desarrollo plenamente manieristas. De dibujo firme y preciso, de colores ácidos pero de expresividad muy acentuada, es su principal obra la Santa Cena, que, procedente de la Cartuja de Santa María de las Cuevas, se halla hoy en el Museo de Bellas Artes sevillano. Atribuida previamente a Céspedes, Angulo hace un estudio estilístico concienzudo y lo atribuye a Vázquez, señalando su tendencia a las anatomías muy marcadas, incluso a través de unas ropas muy acentuadas que considera consecuencia de la utilización de tela engomada o papel mojado sobre maniquíes. Esta técnica también fue utilizada en el siglo XVII hasta por Zurbarán. Se advierten estímulos de procedencia norteña como de Hendrick de Clerck, ya apuntados por Angulo, pero veo más clara la influencia de la familia de pintores brujesa de los Claessens. Pese al clasicismo del fondo arquitectónico y de la composición general hay un cúmulo de detalles en los elementos de la mesa -servilletas, panes, recipientes, bandejas- que nos colocan a Vázquez a un paso del naturalismo del siglo XVII.
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Las Sagradas Conversaciones serán una aportación fundamental del Quattrocento, acabando con los polípticos góticos y dotando de unidad espacial y compositiva a los cuadros de altar. Será Fra Angelico uno de los primeros en incorporar esta nueva fórmula compositiva, continuada por Fra Filippo Lippi y Domenico Veneziano. Al final de la centuria todos los maestros se decantarán por esta composición en la que se dota de un espacio unificado tanto para las figuras como para el espectador. Giovanni Bellini se muestra como uno de los mejores intérpretes de la "Sacra Conversazione", observando este magnífico ejemplo que el maestro ejecutó para la iglesia de San Zacarías de Venecia. Ante el ábside de la iglesia se encuentran los cuatros santos - Pedro, Jerónimo, la Magdalena y una mártir - el ángel y la Virgen con el Niño en un trono, abriéndose en los laterales para mostrar una referencia al paisaje, que sirve como punto de fuga. Las arquitecturas son de clara influencia clásica al igual que el trono y la decoración, reforzándose la perspectiva gracias al suelo embaldosado en dos tonalidades. Las figuras están dotadas de monumentalidad escultórica siguiendo las normas impuestas desde Masaccio. El color y la luz demuestran que es una obra veneciana, creando una sensación atmosférica digna de elogio.
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Entre los tres miembros de la familia Vivarini, el menor, Alvise, hijo de Antonio, considerará oportuno renovar el estilo tardogótico de su padre gracias a la incorporación de elementos tomados de Giovanni Bellini y Antonello da Messina. La perspectiva se incorpora con fuerza, a pesar de ocultar los arcos que otorgan la profundidad con un paño verde, mostrando el cielo a través de los arcos. La Virgen con el Niño sentada en un trono de corte clásico y rodeada de santos tienen un aire monumental y cierta influencia de Mantegna pero la iluminación uniforme y el espacio unitario que se crea son típicamente venecianos.
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Giorgione casi renunció a los grandes retablos encargados por iglesias o conventos para realizar obras de temática religiosa más personales, de pequeño formato y para devoción particular como esta tabla que contemplamos. La figura de María sostiene en su regazo al Niño mientras que Santa Catalina y San Juan Bautista contemplan la escena, dispuestos en diferentes planos para acentuar la perspectiva. La escena se desarrolla en un interior pero el muro se abre por una ventana que permite contemplar un atractivo paisaje en el que la luz también ocupa un importante papel. Y es que la iluminación empleada por el maestro aumenta el intimismo del momento, bañando las diferentes figuras y creando un efecto atmosférico heredado de Leonardo. Será en los rostros, especialmente el de la Virgen, donde se manifieste con mayor fuerza el "sfumato". Esta iluminación resalta las diferentes tonalidades utilizadas, especialmente los rojos, verdes y azules, resultando una obra de gran delicadeza y devoción.
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Martin Schonaguer es uno de los pintores alemanes más destacados de la época. En su obra está presente la huella de la pintura flamenca, que le impresionó fuertemente durante su formación, especialmente el Tríptico de Santa Columba de Rogier Van der Weyden, que conoció durante su estancia en Colonia.
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Este lienzo fue encargada a Barthélemy d'Eyck por el convento de las Clarisas de Le Puy. Las características estéticas de la obra asi como la composición de la escena recuerden fuertemente a La Anunciación conservada en Aix, y de ahí que esta obra se le atribuya al mismo autor.
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Amigo de Domenichino, Albani compartió sus posiciones y configuró un clasicismo plácido en sentido académico, lo que se hace particularmente evidente en sus obras de gran formato, como sus series de pinturas mitológicas (Historias de Venus y Diana, hacia 1625) y alegóricas (Los Cuatro Elementos, hacia 1627, Turín, Galería Sabauda). Pero a veces su obra posee unos matices de gracia remilgada, de fácil consumo por su carácter divulgativo, que ejecutada sin grandes empeños, es destinada al mercado como observamos en estre trabajo.