Gauguin sentía gran respeto y admiración por Cézanne, de quien poseía algunas obras que se negaba a vender, incluso en los peores momentos. En esta escena quiere hacer una especie de homenaje a Cézanne, colocando como fondo un lienzo suyo con una naturaleza muerta al que Gauguin tenía mucho cariño y que vendió al marcharse a Tahití. En primer plano contemplamos a una mujer - que algunos especialistas interpretan como la esposa de Cézanne - sentada en un sillón con un rostro similar a una máscara, efecto remarcado por los profundos ojos negros que no miran a ningún lugar concreto. El colorido azulado es el otro gran protagonista de la composición, animado por el color blanco y el rosado de la carnación de la mujer. El primitivismo en este lienzo estaría representado por la máscara, anticipándose al interés de Picasso por este tipo de elementos primitivos.
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Alrededor de la autoría de este retrato existe cierta polémica. Wethey excluye esta obra del catálogo del artista pero recientes estudios defienden la atribución a Tiziano, situándolo en la década de 1540 aunque también existe la posibilidad de fecharse hacia 1515.Se trata de un retrato en el que sigue el estilo iniciado por Giorgione en la década de 1510 pero perfeccionado, centrando todo el interés en la personalidad del modelo. De esta manera, un potente foco de luz procedente de la izquierda ilumina la figura, resaltando el gesto del músico que dirige su penetrante mirada hacia el espectador. Las tonalidades oscuras son habituales en este tipo de retratos, siguiendo la moda masculina cargada de austeridad imperante en la Europa del Renacimiento.
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El hombre que aparece en este retrato nos es desconocido hoy día, puesto que se ignora su nombre o edad. Sin embargo, el objeto que lleva en la mano, un anillo, ha hecho que se le considere un orfebre de profesión. El anillo no es matrimonial ni lleva una insignia o dignidad alguna, por lo que se cree que se trata de un atributo de su dedicación habitual. Este tipo de retrato se hizo extensivo en la pintura flamenca, con el personaje captado de medio cuerpo, sobre fondo oscuro y con algún objeto que nos hable de su actividad habitual o su dedicación.
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Los especialistas consideran que el abrigo recogido con una amplia hebilla que viste esta dama de 81 años no estaba de moda en el siglo XVII por lo que deducen que se trataría de una figura histórica, posiblemente la profetisa Ana o una sibila. La figura está tratada con un naturalismo espléndido, destacando su intensa mirada dirigida hacia el espectador. Los detalles de la capa y el vestido, así como la calidad de los libros demuestran la habilidad de Bol para la retratística, siguiendo la estela de Rembrandt con quien colaboró durante varios años. La iluminación dorada empleada, el uso de colores oscuros y la captación psicológica del modelo son características aplicables a los retratos del maestro que se extienden a la obra de Ferdinand. La relación de la anciana con Elisabeth Jacobsdr. Bas es significativa.
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Durante la dinastía Qing se codificó toda la indumentaria cortesana, estableciendo diferencias por el material, el color y los motivos decorativos. El conjunto de la indumentaria lo constituían diferentes prendas superpuestas, siendo la exterior la que mostraba el rango del personaje tal y como lo demuestran las fuentes documentales para su estudio: pinturas, tratados, novelas e incluso fotografías realizadas a comienzos del siglo XX
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Para Lucca della Robbia, clásico es sinónimo de equilibrio, armonía y moderación. Al mismo tiempo, el nuevo lenguaje lo entiende como un comportamiento y un ejercicio académico y como una reflexión moderada en torno a sus principios.
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Desconocemos el nombre de la mujer que posó para este elegante retrato que quedó inconcluso en el taller de Klimt cuando éste sufrió el ataque de apoplejía que le llevaría a la muerte. La dama se sitúa en la misma postura que el Retrato de dama en blanco, mostrando así la afición del pintor por las composiciones piramidales habituales en sus últimos años. La dulce mirada se dirige al espectador mientras el cuerpo queda en perfil, creando una postura dinámica que enlaza con la admiración por la línea serpenteante del Art-Nouveau. El vestido de la modelo está animado por toques de diversos colores, en sintonía con el decorativismo que caracteriza la mayoría de los cuadros de la última etapa del pintor, identificada como el estilo caleidoscópico, tal y como puede verse en La virgen o Muerte y vida. La elegancia y el estilo que caracterizan los retratos de Klimt están presentes en este delicado trabajo que recuerda al fauvismo, especialmente a Matisse, por los vibrantes colores empleados.
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En el último tercio del siglo I y en los primeros años del siglo II los retratos femeninos continúan ampliando los esquemas decorativos julio-claudios, adaptándose a los modelos nuevos flavios. El peinado incorpora el peculiar nido de avispa o banda de rizos sobre la frente profusamente trabajada a trépano. Estilísticamente los retratos crecen en pictoricismo por los buscados efectos de luces y sombras.
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La presencia de la inscripción "Lavinia TIT. V. F. AB. EO. P." (Lavinia Titiani Vecellii filia ab eo picta) ha llevado a considerar a este lienzo como un retrato de la hija del pintor. Sin embargo, se ha podido comprobar que esa inscripción no es autógrafa. Lavinia se casó en 1555 con Cornellio Sarcinelli y falleció seis años después. Se trataría, pues, del último retrato pintado por el maestro a su querida hija. Si la fecha de la ejecución del lienzo se pospone a 1565 no estaríamos ante el retrato de Lavinia.La dama aparece ataviada con sus mejores galas, iluminada por un potente foco de luz procedente de la izquierda. Los detalles del vestido o los collares y joyas se muestran con exquisitez, interesándose más el maestro por ese preciosismo que por la captación psicológica de la modelo.
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Tras retratar a los duques de Urbino y al emperador Carlos, Tiziano se convirtió en el retratista oficial de Venecia. La mayoría de las familias adineradas solicitaban retratos al maestro de Cadore, aumentando así su fortuna y su prestigio personal. En ellos intenta interpretar la personalidad y la psicología de sus modelos como observamos en esta dama veneciana que, ataviada con sus mejores galas, dirige su inteligente y cándida mirada hacia la derecha, mientras sus manos se cruzan a la altura del vientre -¿aludiría a un estado de buena esperanza?- sujetando entre ellas una colorada manzana. Las ricas telas se destacan gracias a la iluminación empleada, un potente foco de luz dorada que resbala por toda la figura y contrasta con el oscuro fondo. Las pinceladas son rápidas y fluidas pero aún resaltan las calidades y los detalles, a diferencia de la última etapa -véase el Tarquino y Lucrecia de Cambridge- donde las manchas diluyen los contornos de las figuras.