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Manet tenía especial preferencia por la técnica de la sanguina para la ejecución de sus primeros dibujos, como podemos apreciar en este retrato de su amigo Paul Roudier. Ambos se conocieron en el Collège Rollin durante su infancia, manteniendo la amistad largos años. El estudio de la luz en el rostro del modelo es muy destacable, así como el gesto perfectamente interpretado. Los trazos son firmes y seguros, demostrando la facilidad para el dibujo que siempre exhibirá el artista.
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Entre los pintores pompeyanos arraigó la moda de retratar a las damas como escritoras, armadas del punzón (stylus) y de los dípticos de madera encerada. El gesto de llevarse a la boca la punta aguzada del punzón recuerda a la de las personas que mojan en la lengua la punta del lápiz. Una escritora de tanto oficio como Safo nunca hubiera hecho eso, pero aceptemos que esta hermosa pompeyana sea, como quieren algunos, una poetisa. El peinado de ricitos orlando la frente y el estilo de transición entre tercero y cuarto apuntan a la época de Claudio.
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Saskia van Uylemburgh será para Rembrandt su principal punto de apoyo durante los ocho años que permanecerán casados, sirviendo de modelo en numerosas ocasiones. En este caso observamos un espléndido dibujo de la esposa del maestro con un amplio sombrero, apoyada sobre una desconocida superficie y portando una flor en la mano derecha. El rostro es la zona más destacada, resaltando la belleza de la joven y la alegría en su gesto, especialmente en sus ojos. Los trazos son seguros y firmes, mostrando la facilidad de Rembrandt para el dibujo y el grabado.
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Desconocemos quién es la mujer con esa fortaleza expresiva y esa inteligente mirada que protagoniza este retrato. Podría tratarse de Rita Sangali, bailarina italiana que debutó en la Opera de París el mismo año que se realizó el retrato, 1887. Otra hipótesis apunta a que la dama es Rosita Mauri, otra bailarina que ya había debutado en la Opera diez años atrás y que era la gran rival de la estrella Léontine Beaugrand, convirtiéndose en una de las favoritas de Degas. Las fotografías existentes muestran a Rosita con esos mismos ojos, similar nariz, pómulos salientes y ese aire de fortaleza que exhibe también en el retrato. La manera de trabajar es la característica de Degas en la década de los 80, reforzando el rostro de la figura con toques de color blanco que se repiten por todo el conjunto. La postura forzada se relaciona con los escorzos de sus bañistas.