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La amplia serie de retratos al pastel realizada por Manet en los años finales de la década de 1870 y primeros de la de 1880 es de exquisita belleza. En todos ellos exhibe su capacidad para captar la personalidad de sus modelos, eliminando casi todos los detalles superfluos para centrarse en el rostro. La protagonista en este caso es la esposa de Émile Zola, el famoso escritor que defendió a ultranza la pintura de Manet y que fue retratado también por el maestro en 1867-1868. Las líneas del rostro de Madame Zola están bien trazadas, creando una perfecta sensación volumétrica. El vestido es creado a través de líneas rápidamente ejecutadas que indican la sabiduría del artista en este tipo de técnica, puesta de moda por Degas.
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A principios de 1880 Renoir tiene un accidente y se fractura el brazo derecho, intentando pintar con el izquierdo. Sus deseos de triunfo son tan grandes que no duda en enviar obras al Salón de París pero no a la quinta muestra de los impresionistas. Paulatinamente va consiguiendo éxitos y le son encargados algunos retratos como el de Madame Fould que aquí observamos, una de las obras más atractivas del maestro.Bien es cierto que en estos encargos modera algo su vena colorista y limita su paleta a tonalidades más "serias" como el negro y el blanco, tomando como modelo a Manet. La forma de aplicar el color también es más académica ya que el rostro está tratado de manera minuciosa, apreciándose un soberbio dibujo en los rasgos de la retratada, mientras que en el fondo encontramos una pincelada más rápida y amplia, más impresionista. Pero independientemente de la técnica empleada , lo más sobresaliente de este retrato es la personalidad de la modelo que el pintor ha captada a través de la mirada y del gesto de la señora, enlazando con los grandes retratistas cuya obra pudo contemplar en el Louvre, como Velázquez, Goya, Tiziano o Tintoretto.
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Ingres realizó este retrato en la línea de sus retratos de grandes damas de la aristocracia francesa. Podemos ponerla en relación directa con Madame Devauçay, Madame de Senonnes o cualquier otra. Ingres debía sentirse especialmente orgulloso de este cuadro, puesto que diez años después de pintarlo, en 1834, lo presentó al Salón Oficial de París. En estas exposiciones anuales el pintor había salido unas veces vencedor y otras denigrado por la crítica. Este cuadro recibió algunas de las críticas más crueles y repetidas sobre su pintura. Se puso de relieve la falta de academicismo en Ingres ante las sutiles deformaciones corporales de la mujer, que sin embargo producen un efecto conmovedoramente hermoso. En palabras del crítico Vergnaud, la figura era "un monstruo, cuya cabeza es demasiado corta, cuyos ojos parecen saltar del rostro, cuyos dedos son gordos como salchichas". No podemos negar ninguna de estas acusaciones. Es más, Ingres basaba en ellas su método de trabajo y consideraba que el efecto de conjunto superaba tales "defectos". Para conseguirlos, parece ser que empleaba espejos curvos que reflejaran las partes que le interesaban.
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Cuando Sargent se trasladó a París entró en la Academia de Carolus Duran y se puso en contacto con los círculos impresionistas, interesándose por la obra de Manet y Degas, acercándose también a la producción de Velázquez. Para el Salón de París de 1884 envió el retrato de Madame X -Madame Gautreau- que aquí contemplamos, suponiendo un escándalo. Esto provocó que Sargent se trasladara a Londres, donde se convertiría en el mejor retratista de la época, siendo definido por Rodin como "el Van Dyck de nuestro tiempo". Virgine Avegno, mitad francesa, mitad italiana, nació en Louisiana y se casó con un banquero francés en una época en la que la belleza era suficiente para hacer a una mujer famosa. Su estudiada e indiferente pose de estatua hacía detener las fiestas o paraba el tráfico en la calle. El propio Luis II de Baviera viajó hasta París sólo para ver -a través de sus anteojos de ópera engarzados de brillantes- cómo subía la gran escalera de la Ópera. Su celebrado perfil y su brillante cabello supusieron un reto para el joven Sargent, haciendo numerosos estudios durante el verano en su casa bretona cuando ella tenía 24 años. En el Salón de 1884 el cuadro causó tanto escándalo que Sargent se marchó a Londres con el lienzo bajo el brazo. Frank Jewett Mather analizó el shock causado por la obra diciendo "el adorable cuerpo puede fácilmente escapar de su envolvente traje como una espada de su funda". Un día, en una playa de Cannes, Madame Gautreau oyó decir a una mujer que empezaba a parecer caduca. Ella inmediatamente se dirigió en un coche cerrado hasta su hotel, tomó un oscuro compartimento en el tren hacia París y se retiró para el resto de su vida en habitaciones sin espejos. Como ejercicio de verano, caminaba en la playa de su casa de campo, pero sólo a medianoche. El sensacional retrato de Madame Gautreau fue realizado con tranquilidad, existiendo un estudio previo en la Tate Gallery de Londres. El lienzo definitivo presenta a la dama con un elegante vestido negro, largo hasta cubrir sus pies, un pronunciado escote y cintura de "avispa" tan de moda en la época. Apoya su mano derecha en una mesa mientras con la izquierda se sube el bajo del vestido. Su rostro queda en perfil, dirigiendo su mirada hacia la derecha. La elegante figura se recorta ante un oscuro fondo neutro, con el que se aporta mayor volumetría, creándose un atractivo contraste con el vestido y con la blanca piel de la dama. El soberbio dibujo y el impacto de la pose hacen de este retrato uno de los mejores de su tiempo
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Madame Gaye era la esposa del secretario del duque de Riansares, uno de los primeros mecenas de Fortuny y promotor del cuadro Isabel II pasando revista a las tropas. El duque también será el promotor de este retrato ejecutado dentro del más puro estilo romántico, siguiendo las pautas de Federico de Madrazo, el retratista que más triunfos cosechaba en Madrid. La dama recorta su figura ante un fondo neutro, confundiéndose con el vestido y el cabello en algunas zonas para resaltar así el rostro y las manos, lugares donde recibe el foco de luz. La cabeza ligeramente inclinada está rodeada de cierto halo de romanticismo, destacando a su vez los escasos detalles del traje, especialmente la puntilla de la manga y el colgante que lleva la dama en la mano derecha. A pesar de la oscuridad son perceptibles las calidades del vestido así como la botonadura o el cuello, resultando una imagen de gran empaque y distinción.
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En enero de 1890 Van Gogh se traslada a Arles para visitar a Madame Ginoux, enferma desde hacía tiempo. Posiblemente los recuerdos provocarán a Vincent una nueva crisis que le afectará una semana. Tras esa visita piensa en hacer una nueva versión del retrato de la dama que aparece en el cuadro de Gauguin titulado Café nocturno en Arles, adaptándolo a su lenguaje. Así surge esta imagen que contemplamos donde van Gogh manifiesta cierto aire simbolista aunque la expresión del rostro de la dama sea el centro de atención junto a los colores vivos que la rodean. El 22 de febrero regresó Vincent a Arles con el objeto de entregar estos trabajos, sufriendo un fuerte ataque que durará dos meses; dos vigilantes tuvieron que trasladarse desde el hospital de Saint-Paul hasta Arles con un vehículo para llevarle de nuevo al sanatorio.
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La dueña del café nocturno donde pasaban las noches Vincent y Gauguin con frecuencia era una mujer llamada Madame Ginoux quien acudía al estudio de la casa amarilla para posar habitualmente durante los tres meses que Paul estuvo en Arles. Van Gogh realizará varios retratos con el fondo amarillo plano - recordando a la estampa japonesa y a la pintura gótica - mientras la figura de la mujer apoya su cabeza en el brazo izquierdo en actitud pensativa. La mesa que encontramos ante ella soporta sus guantes y su sombrilla. La técnica del cloisoné - inspirada en las vidrieras y camafeos medievales - se aprecia claramente en la silla al marcar con una línea oscura los contornos. Esta técnica es un recuerdo a su amigo Emile Bernard quien la impuso junto a Gauguin entre la mayoría de los jóvenes artistas de vanguardia.
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Las hermanas Morisot eran hijas de un rico magistrado parisino y se habían propuesto pintar con mayor seriedad que el resto de las jóvenes de su clase social, que lo tomaban como un pasatiempo. Acudían con frecuencia a copiar al Louvre y se pusieron en contacto con el maestro Guichard - alumno de Delacroix e Ingres - que las remitió a Corot. De estas hermanas destacará Berthe, una de las más activas participantes del grupo impresionista y modelo favorita de Manet. Aquí vemos retratada a la hermana mayor, Yves Morisot, casada con M. Gobillard; Degas sentía una especial atracción por la belleza de esta mujer, realizando numerosos estudios de su rostro así como este óleo sin acabar. El pintor trabajó con exquisito cuidado en este retrato, empleando una diagonal para organizar la composición. La dama muestra su rostro de perfil - como su tía Laura y su prima Giulia en la Familia Bellelli - recortado sobre la pared y la ventana abierta que contemplamos al fondo. El fondo realizado a base de rectángulos también se relaciona con el retrato familiar antes citado, encontrándose una interesante afinidad con los retratos de los pintores del Barroco Holandés, especialmente los de Vermeer. La sintonía de tonalidades sienas dan una sensacional belleza al conjunto, destacando el contraste con los tonos verdes que contemplamos tras la ventana. Respecto a la manera de ejecutar la escena, resulta destacable el perfecto dibujo que muestra el artista, con unas líneas ágiles y precisas. La sensación de inacabado no sirvió para que resultara muy halagado por sus compañeros cuando fue expuesto en la muestra de los impresionistas del año 1876.
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Entre el 1 y el 25 de abril de 1883 se celebra una importante exposición individual con 70 obras de Renoir en la galería de Durand-Ruel, en la rue de Madeleine. Obtendrá un interesante éxito lo que le llevará a organizar exposiciones en Boston, Berlín y Londres, ampliando su fama a nivel internacional, especialmente en los Estados Unidos donde su pintura será muy solicitada. En el verano se dedica especialmente a los retratos entre los que destacan el de Madame Hagen, realizado aún con una técnica impresionista, especialmente el vestido y el jarrón de flores del fondo, aunque observamos una mayor presencia del modelado y del dibujo en la figura. Y es que el pintor, desde su viaje a Italia en 1881, se estaba interesando especialmente por las obras de Rafael e Ingres, apreciándose en este trabajo cierto eco del aire neoclásico de los retratos de Ingres. Renoir se interesa ahora más por la elegancia y la pose de la modelo, que sujeta entre sus manos un perrillo, dejando de lado la personalidad que caracteriza los retratos de madame Charpentier o de Jeanne Samary. Independientemente, nos encontramos ante una obra en la que el colorido y la pincelada son totalmente impresionistas, compartiendo espacio con el clasicismo que caracterizará desde este momento las obras del maestro.