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En los años finales de la década de 1860 Renoir se relacionó con la familia del impresor Georges Charpentier. De este contacto surgirán algunos de los mejores retratos salidos de los pinceles del artista como el protagonizado por madame Marie-Pauline Charpentier, Madame Charpentier y sus hijas o éste para el que sólo posa la esposa del impresor.Marguerite Lemonnier era una joven de buena familia cuyo padre había sido un gran mecenas, protegiendo a Gericault y Delacroix. En 1872 se casó con el editor Georges Charpentier, convirtiendo su casa en uno de los centros culturales más importantes de ParísRenoir consideraba que madame Charpentier le recordaba las modelos empleadas por Fragonard, uno de sus pintores favoritos; y en este excepcional retrato encontramos la elegancia de las obras del maestro del rococó. Sin embargo, el estilo empleado por Renoir enlaza directamente con el impresionismo, al utilizar una pincelada rápida y empastada que no atiende a detalles, mientras que en el rostro podemos observar la calidad como dibujante del maestro.A pesar del estilo suelto y vaporoso, Renoir no renuncia a captar la psicología de su modelo a través del gesto y de la mirada de la dama, destilando fuerza y personalidad, sin renunciar a la elegancia. Si comparamos este retrato con el protagonizado por Alphonsine Fournaise en La dama sonriente podemos apreciar la facilidad de Renoir para captar las personalidades de los modelos que posan para él, sintonizando con Tiziano, uno de los grandes retratistas de la Historia.Este lienzo participó en la tercera exposición del grupo impresionista celebrada en 1877, entre los 21 trabajos presentados por Renoir.
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La relación entre el editor Georges Charpentier y Renoir fue especialmente estrecha. Charpentier heredó una exitosa editorial, ampliando los resultados económicos de la misma gracias a su habilidad para descubrir nuevos talentos como Flaubert o Zola. Se casó con Marguerite Lemonnier en 1872, una joven de buena familia cuyo padre había sido un gran mecenas, protegiendo a Gericault y Delacroix. El hogar de los Charpentier se convirtió en uno de los centros culturales del París de la época y allí fue pintado este magnífico retrato, concretamente en la sala de estar, decorada al estilo japonés tan del gusto del momento.Marguerite aparece elegantemente vestida de negro, sentada en un diván, acompañada de sus dos hijas: Paul con ella en el diván y Georgette sentada sobre el perro. La composición está estructurada con maestría, recordando las obras clásicas al ubicar a la madre en la zona central de la escena, equilibrando las figuras de las niñas en la izquierda con la mesa y la silla del fondo. Al mismo tiempo, los diferentes elementos se colocan en planos paralelos para crear el efecto de profundidad, a través de una acentuada diagonal en perspectiva. Las tonalidades también están dispuestas de manera estructurada, creándose interesantes contrastes entre los tonos negros y los claros. Si bien la pincelada es rápida y fluida, encontramos una importante dosis de dibujo y modelado que no se halla en los paisajes de estos años.El cuadro fue expuesto en el Salón de París de 1879, obteniendo un importante éxito, lo que supuso el fin de las dificultades económicas de esta época para el pintor. Las críticas le fueron favorables como la de Marcel Proust, que escribió: "La posteridad aprenderá más de la poesía contenida en una casa elegante y de los hermosos vestidos de nuestros días en el cuadro de Renoir del salón del editor Charpentier que del retrato de la princesa de Sagan realizado por Cot o del pintado por Chaplin de la condesa de la Rochefoucauld".
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En el mes de septiembre de 1876 Renoir se traslada a Champrosay, cerca del bosque de Sénart, invitado por el escritor Alphonse Daudet. Allí pasará casi todo el mes, realizando uno de sus mejores retratos: el protagonizado por la esposa del escritor, una obra cargada de belleza y personalidad en la que el pintor abandona el aire formal de algunos de sus encargos para trabajar en un estilo más rápido e impresionista.La atractiva modelo aparece en primer plano, de busto girado en tres cuartos, llevándose la mano derecha a la cara y dirigiendo sus bellos y penetrantes ojos verdes al espectador. El armazón de madera del diván en el que está sentada y las paredes decoradas con papeles pintados con motivos florales son los elementos del fondo sobre los que se recorta el rostro, verdadero centro de atención del retrato.A pesar de que la cabeza y la mano están modeladas de manera soberbia gracias al exquisito dibujo que siempre manifestó Renoir, las pinceladas con las que se aplica el color son rápidas y abocetadas, envolviendo a madame Daudet en una atmósfera de misterio que la hace más atractiva a los ojos del espectador. Los cortos toques de pincel configuran el retrato como si de un mosaico se tratara, ocupando cada uno de ellos su papel en esta soberbia muestra de la retratística de Renoir.
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Jean Ingres realizó este retrato femenino entre los años 1814 y1816, es decir, durante su estancia en Italia. La retratada, como suele ser habitual en este artista, es una dama de la aristocracia. La pose de la modelo es la que Ingres mantenía de una a otra señora: lujosamente vestida, aparece reclinada entre sedas y cojines como una odalisca de harén. Todo en ella nos recuerda a retratos como el de Madame Rivière o Madame Devauçay. También como suele ser habitual, el autor ha dejado su firma camuflada entre los objetos del cuadro: en este caso podemos identificarla en un papelito introducido en el marco del espejo que bellamente reproduce la nuca de la retratada.
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Como tantos otros pintores franceses contemporáneos, Perronneau se dedicó al retrato, género más lucrativo dentro de la profesión. Su clientela fue a buscarla preferentemente entre los burgueses y las gentes de provincias. Aunque prefería la técnica al pastel, la competencia de La Tour le obligó a utilizar el óleo. Incluso se vio obligado a presentar, en su recepción como académico, cuadros pintados al óleo, ante la decisión de la Academia de, una vez aceptado La Tour, no permitir el ingreso de otro pastelista. Precisamente este retrato de madame de Sojouainvile, buen ejemplo de agudeza psicológica y refinado colorido, fue una de esas piezas que Perroneau se vio obligado a entregar. Ante la dura competencia existente en la capital trabajó en varias provincias francesas y viajó por Italia, Rusia y Holanda, muriendo en Amsterdan en 1783.
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Madame Destouches, de soltera Armande Edmée Charton, vivió entre 1787 y 1831. Su esposo era un arquitecto amigo de Ingres, Louis Marie Nicolas Destouches. Ingres y monsieur Destouches se conocieron en Roma, pues ambos habían ganado sendas becas para estudiar allí. La coquetería y el capricho se unen en el retrato, pues Ingres ha cambiado intencionadamente la posición del elegante sombrerito de plumas.
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El primer encargo que recibió Ingres en Roma al llegar como becario de la Academia fue el del retrato de madame Devauçay. El retrato al óleo está en el Museo Condé de Chantilly. Previamente, Ingres había realizado este hermoso dibujo preparatorio del lienzo final, en el que ya podemos encontrar todos los detalles que habrán de aparecer en la versión final. Madame Devauçay era la hermosa amante del embajador francés en el Vaticano, monsieur Charles Alquier.
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En total se conservan cinco estudios previos para el retrato de madame Devauçay, amante del embajador francés en el Vaticano. Uno de ellos está en el Museo Ingres y éste se conserva en el Museo del Louvre. Está dedicado por Ingres a madame Coutan.