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acepcion
Unidad de peso de origen griego que asimilaron los romanos y más tarde sentaría las bases del sistema monetario conocido como libral.
obra
Jacobo Sansovino abandonó Roma en la conmoción del Saco de 1527 y dio comienzo en Venecia a una prolongada actividad tanto arquitectónica como escultórica, y de brillante urbanista. Después de completar el cierre de la plaza de San Marcos con las Procuradurías Nuevas, hermoseó también la piazzeta con el soberbio hastial de la Biblioteca de San Marcos, ideada para albergar los libros del cardenal Bessarion y proporcionar eco suntuoso al Palacio gótico del Dux. La blanca cortina marmórea, horadada en doble piso de arcadas, ofrece una rica decoración plástica en enjutas y frisos de gusto e iconografía clásicos, mientras, por cima de la balaustrada de coronación, estatuas exentas como acróteras prolongan hacia el cielo el impulso de cada pilar.
obra
Sansovino es el responsable de la construcción de este emblemático edificio veneciano, levantado por orden de los procuradores de San Marcos para acoger las colecciones las colecciones de libros de la República, entre ellos los preciosos códices bizantinos regalados por el patriarca Besarion en 1468. La Libreria presenta forma de una loggia alargada, constituida por una rítmica sucesión de dos órdenes superpuestos de pilastras dóricas y jónicas sobre el que se alza una friso y una balaustrada decorada con estatuas del siglo XVI. Uno de los patios interiores se ha convertido en la actualidad en amplia sala de lectura.
museo
Construcción realizada en el siglo XVI por Jacopo Sansovino, presenta un armonioso equilibrio entre todos sus elementos. El atrio y sus salones internos están decorados por telas de los mejores pintores de la ciudad: Tiziano, Tintoretto o Veronés. En el nuevo edificio se conservó la espléndida colección de manuscritos griegos y latinos regalada a Venecia por el cardenal griego Besarion en el año 1468, germen de una de las mejores bibliotecas del mundo moderno. Entre sus tesoros bibliográficos destaca el Breviario Grimani.
monumento
Después de completar el cierre de la plaza de San Marcos con las Procuradurías Nuevas, Jacopo Sansovino hermoseó también la piazzeta con el soberbio hastial de la Biblioteca de San Marcos, ideada para albergar los libros regalados por el cardenal Bessarion a la República y proporcionar eco suntuoso al Palacio gótico del Dux. La blanca cortina marmórea, horadada en doble piso de arcadas, ofrece una rica decoración plástica en enjutas y frisos de gusto e iconografía clásicos, mientras, por encima de la balaustrada de coronación, estatuas exentas como acróteras prolongan hacia el cielo el impulso de cada pilar. El atrio y el salón internos se decoran con telas de los mejores pintores de la ciudad: Tiziano y Veronés.
obra
Sansovino es el responsable de los diseños de estos dos emblemáticos edificios del Barrio de San Marcos, la Libreria Marciana a la derecha y la Zecca a la izquierda. El primer edificio cuenta con dos plantas sostenidas por pilastras dóricas y jónicas, estructura que se repite en la Zecca en las plantas superiores, ya que un amplio basamento de arquerías de medio punto lo sostiene. Otra novedad la encontramos en las ventanas adinteladas de la Zecca que se convierten en arquerías en la Libreria.
contexto
La abundancia de hombres libres en los tiempos iniciales se explica por el origen de los pobladores de los primitivos núcleos cristianos: habitantes de las montañas poco romanizados, desconocen la gran propiedad y sólo llegarán a ella a través de un largo proceso con ritmos diferentes en cada zona. En las tierras alejadas de la frontera, estén en Galicia, León, Navarra, Aragón o los condados catalanes, al crearse en ellas sedes episcopales y grandes monasterios y conceder el rey o conde extensas propiedades a los nobles, aumentan los vínculos de dependencia y la presión sobre los pequeños campesinos. En las zonas fronterizas, la necesidad de atender a la defensa del territorio obliga al poder público a conceder numerosos privilegios a quienes habitan en ellas, privilegios que se traducen en el reconocimiento de la libertad individual y de la propiedad de los pequeños campesinos, hasta que la frontera se aleje y acaben imponiéndose nobles y eclesiásticos, dueños de grandes propiedades.El paso de la libertad a la dependencia puede realizarse directamente por medio de la encomendación que supone, por parte del campesino, aceptar como señor a un noble o institución eclesiástica a la que entrega sus tierras a cambio de protección, para volver a recibirlas ya no como propietario sino como cultivador que reconoce los derechos señoriales pagando determinados tributos o realizando diversos trabajos para el señor. En otros casos, el proceso de pérdida de libertad es más complejo: incluye una primera fase de pérdida de las propiedades en años difíciles y una segunda de pérdida de la libertad cuando el campesino, sin tierras, se ve obligado a aceptar las condiciones del gran propietario.En los condados catalanes, los condes, los funcionarios y los monasterios e iglesias se convirtieron rápidamente en señores de las tierras y de los servicios y derechos de los hombres que las cultivaban, bien por compra, cesión real, usurpación, o por entrega voluntaria como en el caso de los dieciocho grupos familiares de Baén que entregaron en el año 920 todos sus bienes al conde Ramón I de Pallars para obtener su protección "contra todos los hombres de vuestro condado", proceso documentado igualmente en las comarcas navarro-aragonesas donde los barones, aunque más tarde, por el hecho de gobernar un territorio y tener sobre los habitantes derechos judiciales y fiscales obtendrían la encomendación voluntaria o forzosa de algunos campesinos.En los reinos occidentales, Sánchez Albornoz ha podido probar la existencia de pequeños propietarios gracias a la utilización de los documentos por los que éstos ceden o venden sus bienes a nobles y monasterios, es decir cuando justamente dejan de ser propietarios. El pago de las deudas, de los daños causados a terceros, de los derechos y penas judiciales..., obligan a desprenderse de las tierras o a buscar un prestamista, que exige como contrapartida la cesión voluntaria de las tierras que poseen los pequeños propietarios que, desprovistos de otros medios de subsistencia, se verán obligados a emigrar siguiendo el avance repoblador o a entrar al servicio de monasterios y nobles como colonos. Los pequeños propietarios castellanos pudieron defenderse mejor de la presión nobiliaria y eclesiástica por el hecho de que los condes los necesitaban para mantener su independencia frente a León, Navarra y Córdoba, y por no existir en Castilla hasta época tardía un clero organizado ni una aristocracia fuerte. Por otra parte, la libertad castellana se vio favorecida por la existencia de comunidades rurales que ya en el siglo X tenían una organización y una personalidad jurídica que permitía a sus habitantes tratar colectivamente con nobles y eclesiásticos y defender sus derechos con relativa eficacia. Colabora a la pervivencia de los hombres libres en Castilla la elevación a un cierto tipo de nobleza de los campesinos que tenían medios suficientes para combatir a caballo (caballeros villanos), que existieron también en los demás reinos y condados aunque no alcanzaron la importancia que en Castilla.Tanto en los reinos occidentales como en los orientales, los avances cristianos de los siglos XI y XII se efectúan sobre tierras de difícil defensa si no se consigue atraer a pobladores ofreciéndoles privilegios que compensen el evidente riesgo que supone habitar en zonas expuestas a las correrías de los musulmanes o a los ataques de los reinos vecinos. El ofrecimiento de condiciones favorables, entre ellas la libertad para los pobladores de las nuevas tierras, es la norma, aunque puedan citarse numerosas excepciones.La fertilidad de las tierras ocupadas en el siglo XIII y las facilidades dadas por los soberanos deberían haber atraído a la gran masa de campesinos semilibres del norte, pero sabemos que el número de éstos que fijó su residencia en el Sur fue limitado. El abandono de las tierras del Norte por sus cultivadores no interesa a los nobles y clérigos dueños de la tierra y la repoblación corre a cargo de los habitantes de las tierras nuevas ocupadas en los siglos XI y XII, dotados de mayor libertad. El caso catalán puede ilustrar la reacción señorial, visible, con matices, en todos los demás territorios. Los nobles, antes que permitir la emigración de sus campesinos, apoyaron a los mudéjares valencianos sublevados contra Jaime I en 1248 y 1254 o consintieron el relativo despoblamiento de Valencia y Mallorca; en este último reino, a juzgar por el habla de los mallorquines, hubo numerosos campesinos procedentes del Ampurdán, zona fuertemente señorializada, por lo que cabe suponer que se establecerían en las tierras concedidas a los nobles. Mallorca absorbería el excedente demográfico de la montaña catalana y, una vez restablecido el equilibrio entre la población y los recursos ampurdaneses, se impediría la emigración porque la despoblación de la Cataluña Vieja suponía la pérdida de una parte de los ingresos señoriales.La expansión hacia el sur y hacia el Mediterráneo fue acompañada en el interior del doble fenómeno ya descrito: concesión de franquicias y de privilegios a los campesinos y, por otro lado, aumento de las presiones señoriales en las zonas montañosas y de escaso rendimiento. De esta forma se produjo una diferenciación en el mundo campesino de la Cataluña Vieja. En las zonas fértiles, de llanura, no fue preciso someter al campesino a una mayor dependencia para evitar la huida; bastó hacer algunas concesiones económicas que, por otra parte, el señor podía permitirse dada la fertilidad de la tierra. En las zonas pobres, los privilegios y franquicias eran insuficientes para retener a los campesinos y se les impidió la emigración de manera legal. Esta diferencia será decisiva a la hora de explicar el distinto carácter de los movimientos campesinos a fines del siglo XIV y del XV: en la comarca próxima a Barcelona y en Vic desaparecieron los malos usos a fines del siglo XIII y los campesinos luchan para que se les permita cultivar la tierra en condiciones ventajosas, mientras que en el norte se exige el derecho de abandonar la tierra; los primeros se muestran dispuestos a negociar, para los segundos la única opción es la revuelta para conseguir la libertad, para redimirse. La remensa, la obligación de pagar un rescate para abandonar la tierra, se fijó en el siglo XIII, sin duda para frenar el movimiento emigratorio. En 1283, Pedro el Grande reconoció la vigencia de la remensa y dispuso que los campesinos de los lugares donde acostumbraban redimirse no podían fijar su residencia en villas de realengo si antes no pagaban la cantidad exigida; en estas mismas Cortes se fijó la dependencia de los vasallos respecto a su señor y se dio vigor a una disposición en desuso aprobada en 1202 por la que se reconocía a los señores el derecho de maltratar a sus rústicos y de ocupar sus bienes sin que por ello tuvieran que responder ante el rey, salvo en los casos en que los siervos hubieran sido cedidos en feudo a los nobles por el monarca o por los clérigos. Para evitar la competencia entre señores, la atracción de los campesinos de unos por otros, en 1202 se prohibió a todos recibir bajo su protección al hombre de otro señor sin la autorización de éste.
contexto
La población de las ciudades libres y federadas, por más que mantuviera una cierta apariencia de autonomía política, se romanizó con una gran rapidez. A su vez, se mezclaron pronto con los emigrantes itálicos. Baste unos datos ilustrativos de Sagunto. Los nombres de los magistrados monetales, ya para los años 120-90 a.C., de Saguntum/Arse son todos, sin excepción, de composición y estructura romanas: Q(uintus) Valerius, M(arcus) Ae(milius), L(ucius) Calpurnius, Cn(aeus) Baebius, C(aius) Popili(us), M(arcus) Acili(us), L(ucius) Sempronius Vetto y L(ucius) Fabi(us) Post(umus). Y todas las ciudades libres o federadas pasaron a tener un estatuto privilegiado entre época de César y los Flavios. Algunas ciudades que mantuvieron su estatuto estipendiario hasta fines de la República disponían de un gran contingente de población romano-latina. El caso de Cartagena es evidente. Sabemos que recibe estatuto de colonia romana bajo César, entre otras razones por su titulatura de Colonia Urbs Julia Nova Carthago. Pero noticias anteriores como los nombres de sus magistrados monetales, la epigrafía urbana -la más abundante de la Hispania republicana- y los últimos restos arqueológicos nos presentan a Cartagena como una ciudad dotada de un importante contingente de población romano-latina. Las ciudades portuarias y/o cercanas a importantes distritos mineros fueron las que primero y en mayor cantidad recibieron a inmigrantes italo-romanos. Y basta seguir la línea costera desde los Pirineos para encontrarnos con ciudades receptoras de tal emigración: Barcino, Tarraco, Saguntum, Valentia, Carthago Nova, Malaca, Carteia, Gades, Hispalis y Olisipo, que pasan todas a ser colonias o municipios de derecho romano en época de César en reconocimiento a la concentración de la población romano-latina, además de por haber sido favorables a la causa cesariana. Y lo mismo puede decirse del municipio de Castulo (Linares, Jaén), de la colonia de Corduba y de las otras colonias de Salacia (Ubeda la Vieja, Jaén) y Onoba (junto a Huelva), todas ellas privilegiadas por César y cercanas a importantes distritos mineros. En cambio, las ciudades del interior que acceden a un estatuto privilegiado a fines de la República o eran grandes centros urbanos prerromanos como son los casos de Obulco (Porcuna) y Carmo (Carmona), o bien eran centros receptores de colonos, lo que representa un fenómeno de implantación reciente de emigrantes: así se presentan, por ejemplo, Hasta Regia (cerca de Asta, Jerez), Urso (Osuna), Itucci (Baena), Ucubi (Espejo), Pax Julia (Beja) y otras. Lo más significativo es constatar que muchas ciudades que se habían mantenido como estipendiarias hasta fines de la República venían siendo receptoras de grandes contingentes de itálicos con estatuto romano-latino. Ahora bien, en muchas ciudades estipendiarias, la población libre estaba compuesta por dediticios, es decir, por libres indígenas sometidos al poder romano y obligados al pago de impuestos regulares. Entre éstos encontramos enormes diferencias según nos situemos en unas o en otras áreas de la Península. Una primera apreciación global permite comprobar que la población del Sur y del Este, la del área ibérica y la primera que pasó a la dependencia de Roma a raíz de la II Guerra Púnica, estaba profundamente marcada por la cultura romana: abandono progresivo de la lengua ibérica por el latín, vinculación al culto de dioses romanos o de dioses indígenas sincretizados con los romanos y prácticas de vida social semejante a la romana. Estrabón dice que los turdetanos eran togados, togati, a comienzos del Imperio. Esa situación ayuda a entender que Augusto continúe la obra colonizadora y municipalizadora de César concediendo estatutos privilegiados a ciudades del Sur y Este peninsular. Ahora bien, en el mismo valle del Guadalquivir siguió habiendo ciudades estipendiarias hasta época de los Flavios. Y esta pervivencia de las condiciones indígenas fue más extensa y profunda en los pueblos del interior: lusitanos, carpetanos, vettones, vacceos, celtíberos y vascones. Prueba de ello es que sólo unas pocas ciudades de estos pueblos reciben un estatuto privilegiado bajo César/Augusto y que, incluso después de los Flavios, siguió habiendo ciudades estipendiarias entre los mismos, hecho diferenciador del proceso de integración de iberos y baleáricos en la romanización. El mayor retraso en la aculturación romana corresponde, pues, al área de la Hispania céltica. En esa parte céltica de Hispania se testimonian formas de organización social prerromanas aún durante el período altoimperial. La mención de personas con estructuras onomásticas que incluyen, además del nombre personal y la indicación de filiación, la referencia a un grupo suprafamiliar, a una gentilidad o a una gente (genitivos del plural en -um/-orum, gentilitas, gens) es una primera razón de las pervivencias culturales tradicionales. Otra no menos importante es la constatación análoga de que, también durante el Alto Imperio, sigue vigente la veneración a dioses indígenas que coexisten con los dioses romanos. Ahora disponemos además del testimonio de los bronces en lengua céltica procedentes de Botorrita (Zaragoza) y de época republicana, como sabemos también que la epigrafía prerromana del área ibérica no desapareció a raíz de la conquista. En otros términos, la mayor parte de las comunidades de la Hispania céltica siguieron conservando su cultura, su lengua y sus creencias religiosas así como sus formas organizativas tradicionales durante el período republicano. El arraigo de estas tradiciones es tan fuerte que seguirán perviviendo a veces incluso después de que las ciudades se romanicen y reciban un estatuto privilegiado. Baste recordar el caso de Segovia, que llegó a ser municipio bajo los Flavios: aun así, una parte de su población, aunque escribiera y leyera ya latín, seguía presentándose con estructuras onomásticas prerromanas del tipo siguiente: nombre personal + indicación de filiación + referencia al grupo suprafamiliar.
contexto
LIBRO 2 DEL VIAGE DE CARTAGENA AL REYNO DE TIERRA FIRME Y CIUDAD DE PORTOBELO CAPITULO I Viage de la navegacion desde la bahía de Cartagena al puerto de Portobelo. Noticias de los vientos generales que reynan en aquellas costas, curso de las aguas y sus tiempos 189 Luego que la balandra francesa repuso su aguada y estuvo pronta al viage, nos passamos con nuestros equipages á su bordo el dia 24 de noviembre del mismo año de 1735, haciendonos á la vela en el siguiente 25, y el 29 del mismo mes á las 5 y media de la tarde dio fondo la balandra á la entrada de Portobelo en 18 brazas de agua, demorando el castillo de Todofierro al nordeste 4 grados norte y la punta del sur del puerto al este quarta nordeste. La diferencia en longitud que se concluyó entre Cartagena y puerta de Nave fue de 4 grados y 24 minutos. 190 La derrota fue por el oesnoroeste y oeste quarta al noroeste hasta que se consideró estar la balandra en 11 grados de latitud y, desde esta, se continuó a1 oeste, pero, al tener 3 grados 10 minutos de longitud desde la marcacion de Cartagena, se mudó la derrota al sudoeste y sur quarta al sudoeste, con la qual se dió vista á punta de Nave el yá referido día 29 á las 5 y media de la mañana, desde cuya hora, estando demorando aquella punta al sur, fue preciso bordear para tomar el puerto. 191 En esta travesía se experimentaron los vientos frescos, los primeros dos dias por el norte quarta al nordeste y los restantes hasta descubrir la tierra por el nordeste; y en todos ellos, alguna alteracion de la mar, pero, luego que se descubrió punta de nave, escaseó llamandose para tierra, que fue lo que embarazó que entrasse en este dia la balandra dentro del puerto. Y aunque en el siguiente 30 continuó siempre contrario, haciendo algunos trechos al remo y lo mas con espías que se tendieron, se consiguió entrar al fondeadero, desde el qual nos desembarcamos todos y los instrumentos y equipages para empezar á hacer las observaciones correspondientes; y siéndolo de este lugar el dar noticias de los vientos que reynan en esta travesía y costa como en la de Cartagena, continuaré con ella. 192 De dos especies son los que por lo general se experimentan en aquellas costas. Los unos, á que llaman brisas, de la parte del nordeste, y los otros vendabales, de la del oeste y oes-sudoeste. Los primeros empiezan á ventar á mediados de noviembre aunque no se entablan hasta principios ó mediados de diciembre, que es allí el verano, y permanecen en su fuerza con igualdad hasta mediados de mayo, por cuyo tiempo cessan; y empiezan los vendabales, con la distincion de que solo reynan estos hasta la altura de 12 ó 12 grados y medio porque, desde allí á mayor latitud, siempre son constantes las brisas, bien que unas veces mas frescas que otras ó llamandose acia el este en unas ocasiones y acia el norte en otras. 193 En tiempo de vendabales sobrevienen recias turbonadas de viento y agua pero permanecen poco tiempo con fuerza luego que cessan, suele quedar calma por algun rato y poco á poco vuelve á ventar, particularmente estando á la vista de tierra, en donde es esto mas regular; lo mismo se experimenta á fines de octubre y principios de noviembre porque entonces no están entablados los vientos generales. 194 Interin que reynan las brisas, llevan curso las aguas hasta la altura de 12 grados á 12 y medio para el oeste, con mas lentitud que lo regular en las conjunciones de la luna y mas aceleradas en las oposiciones, pero desde esta altura en aumento de latitud es lo comun que se experimenten para el noroeste, aunque esto no se debe entender sino debaxo de ciertos terminos, como por exemplo, estando cercanos á una isla ó baxos, el curso de ellas es irregular porque unas veces entran por unos canales, otras salen encontradas por otros, y todo esto proviene de las varias rebesas que hacen ó de la disposicion de las costas, y assi en toda ella es necessario navegar siempre con gran cuidado, no poniendo totalmente la confianza en las noticias generales porque, aunque estas se han sacado de la experiencia de pilotos prácticos que han estado haciendo viages en todas especies de embarcaciones grandes y pequeñas desde 20 hasta 30 años, y en este tiempo debian tenerlo bien comprehendido, ellos mismos dicen que hay parages donde no se halla regularidad como los que llevo citados. 195 Quando las brisas empiezan á perder su fuerza por el mes de abril, se cambian las corrientes para el este hasta la distancia de 8, 10 ó 12 leguas apartado de la costa y, assi, permanecen con igual curso todo el tiempo que duran los vendabales; y tanto por este motivo como por el de ser contrarios los vientos en esta sazón, para hacer el viage de Cartagena á Portobelo, se sale hasta la altura de 12 ó 13 grados ó mas, segun lo requiere la ocasion, y entonces van las embarcaciones libres de esta oposicion y tienen seguridad en el acierto de la recalada. 196 Estando las brisas en su fuerza, entran las aguas con gran impetu en el golfo del Darién y, por el contrario, salen para afuera en tiempo de vendabales. Esta segunda mutacion proviene de la grande de rios que desaguan en él porque entonces, con la abundancia de lluvia que es propia de la sazón, baxan muy crecidos y impelen á salir la del golfo con el acrecentamiento que le dan sus caudales; pero en tiempo de brisas, siendo muy poca la que la contribuyen, entra la de afuera y vuelve á salir por rebesas que forma en una y otra costa.