Tras la ocupación total de la península de Normandía, las fuerzas alemanas en Francia se encuentran totalmente a la defensiva. Los aliados, por su parte, con el III Ejército de Patton ya desembarcado en Francia, ocupan el 4 de agosto Rennes, el 7 Brest y entre el 12 y el 13 alcanzan Nantes, Vannes, Angers y Alençon. La mayor resistencia alemana se producirá en la zona de Falaise, desde la que lanzarán un fuerte contraataque con 4 divisiones de carros. La resistencia de los norteamericanos y la acción de la aviación aliada consiguió neutralizar a los carros alemanes, mientras que los tanques aliados lograron embolsar al enemigo y capturar más de 50.000 prisioneros. Canto del cisne de Alemania, el fracaso de la ofensiva de Falaise dejaba libre el camino de los aliados hacia París. Además, mucho más seguro de sí mismo, el Estado Mayor aliado reorganizó las tropas en suelo francés, dividiéndolas en cuatro ejércitos: dos estadounidenses, uno británico y otro canadiense. Tras Falaise, los norteamericanos llegan al Sena el 19 de agosto y el 20 ocupan Fontainebleau. Mientras, los británicos y canadienses se dirigen hacia Rouen y El Havre y ocupan Evreux. El 24 de agosto París, en la que desde varios días antes se ha producido un alzamiento, es liberada definitivamente. Por el sur, el desembarco aliado en Tolon y Cannes consigue avanzar rápidamente, empujando a los alemanes hacia el norte. Sólo una eficaz labor de resistencia alemana, que provoca el retraso del avance aliado, permite una retirada ordenada de sus tropas, que se sumarán a las que se repliegan desde el sur de Francia. Pronto ocupadas Grenoble y Lyon, la progresión de los aliados cada vez resulta más fácil, tanto por el sur como por el norte. La liberación de Francia, que acabará por producirse en los próximos meses, dejará abierto el camino hacia la de Bélgica y Holanda. Con ello, la definitiva derrota del Tercer Reich está cada vez más cercana.
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Roma parece que pensó que se podía restablecer un mundo griego formado por multitud de pequeñas ciudades libres e incapaces de transformarse en una gran potencia. Así, decidió que tanto las ciudades de Grecia como las ciudades griegas de Asia Menor, serían libres e inatacables para cualquier rey, obviamente pensando en Antíoco. Reafirmar la libertad de las ciudades griegas equivalía a reconocer uno de los valores esenciales del helenismo, aúnque en la práctica su aplicación se reveló bastante difícil. En primer lugar, los etolios se sintieron profundamente decepcionados por Roma, puesto que ésta no atendió a ninguna de sus reivindicaciones territoriales. Por otra parte, la libertad habría supuesto que las ciudades griegas vivieran su independencia en medio de un respeto recíproco. Pero, apenas proclamada su libertad, estalló como era previsible un conflicto en el Peloponeso, motivado por Esparta. Nabis y su régimen de tendencias revolucionarias retenían a Argos, que les había sido en cierto modo cedida por Flaminio antes de Cinoscéfalos, ya que la ciudad había permanecido inquebrantablemente fiel a Filipo y sólo Nabis había logrado someterla. Las ciudades griegas suministraron contingentes de tropas que, junto a los romanos, se dirigieron a Esparta. Pero Flaminio logró que Nabis renunciara a Argos y a cualquier tipo de imperialismo espartano, por lo que se concluyó la paz. El régimen de la ciudad se conservaba inalterado y la ciudad misma permanecía libre e independiente de la Liga Aquea. Esta solución supuso una frustración para el resto de las ciudades griegas, más interesadas en la guerra contra Esparta, que en esa paz sin ventajas para ellas. Tal vez habían comenzado a sentir que una libertad que no les permitía el juego tradicional de alianzas, coaliciones y guerras, era más una apariencia de la misma que una auténtica libertad. Posteriormente se vería que era así: los problemas sociales que se producirán dos o tres generaciones más tarde y los resquemores entre los etolios y Esparta, alterarían por completo esta situación. No obstante, cuando en el año 194 Flaminio retiró las tropas romanas de las tres ciudades que Filipo llamaba las espadas de Grecia: Acrocorinto, Calcis y Demetrias, no quedó ni un solo soldado romano en la nueva Grecia liberada.
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Al norte, Kursk y Leningrado, llegaba más tarde la primavera y el suelo duro permitía el movimiento de las tropas. Los soviéticos pusieron también en este amplio frente en graves apuros a los alemanes. Los ejércitos centro (von Kluge) y norte (von Küchler) cubrían un complejo frente lleno de curvas, ríos, pantanos, salientes, etc, de más de 1.400 kilómetros con 117 divisiones (de ellas 9 blindadas y 8 mecanizadas). Si tenemos en cuenta que una parte importante de esas fuerzas se ocupaba del asedio de Leningrado, en un frente muy activo, y que otra parte sustancial ocupaban los salientes de Demiansk y de Gjatzk (este último frente a Moscú, a poco más de 125 kilómetros en línea recta), tendremos que el resto de la línea alemana estaba muy pobremente guarnecida. Kluge había pedido reiteradamente a Hitler que se redujeran tales salientes, que no aportaban ventajas sustanciales y que, sin embargo, sometían a un continuo peligro a todo el frente. El Führer no quiso atender a razones, hasta que se produjo el desastre en su frente sur y hasta que, en enero de 1943, los ejércitos soviéticos del norte (Frentes de Volkov y de Leningrado, mariscal Voroshilov y Frente de Kalinin, mariscal Yeremenko) entraron en fuerte actividad. Mientras el segundo destrozaba a la guarnición de Velikie-Luki (sólo 120 supervivientes de 7.000 hombres), el primero atacaba el saliente alemán del lago Ladoga, posición tenida como altamente expuesta, pero conservada porque cerraba el asedio de Leningrado y desde ella batía la artillería nazi la "carretera de la vida", que permitía la supervivencia de la ciudad. El 12 de enero, desde Leningrado y desde el Volkov atacaron los soviéticos con unos 120.000 hombres, apoyados por no menos de 5.000 cañones, obuses y morteros y medio millar de carros; las fuerzas alemanas -entre las que se hallaban la División Azul- combatieron en proporción de 1 a 3 con gran pericia y valor, pero al cabo de una semana fueron derrotados y los dos ejércitos soviéticos enlazaron en Schlusselburg. El 18 de enero, la población de Leningrado, que había resistido 17 meses de tremendo asedio y privaciones apocalípticas, festejó en la calle la ruptura del cerco. El 6 de febrero llegaban a la martirizada ciudad los primeros trenes que la unían con el resto de la URSS. Leningrado aún seguiría sufriendo durante un año más la presión alemana, pero ya no volvió a ser cercada.
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La sociedad rusa está caracterizada por cuatro rasgos fundamentales: la existencia de una autocracia; la prepotencia de la aristocracia; la poca importancia de las clases medias y, el más definitorio, la mayoría de la población campesina en régimen de servidumbre. De estas características se deduce una estructura social compuesta por un monarca absoluto, un pequeño número de privilegiados y una inmensa mayoría de siervos, lo cual no nos autoriza, sin más, para hablar de una Rusia feudal que terminaría en 1861. Incluso los que emplean esa terminología, como Constantin de Grunwald, adoptan la noción de feudalismo aplicada a Rusia con grandes reservas, dado que Rusia no ha conocido nunca la existencia de lazos jurídicos entre señor y vasallo, como los que existieron en la Europa Occidental. En la cúspide social se encontraba el zar, quien imperaba por medio de la burocracia, que gobernaba mediante los "ucases" de cuya aplicación se encargaba la "okrana". Nada, ni parlamento, ni tribunales, limitaba la autoridad del zar, él es la fuente de derecho, decide la paz y la guerra; es, además, cabeza de la iglesia por prerrogativa heredada de la civilización bizantina. Como dice Possochkov en "El libro de la pobreza y la riqueza": "Dios es dueño del mundo; el zar es el dueño de su país". El mismo contraste con Occidente se puede observar en el mantenimiento del esplendor nobiliario. Mientras que en el mundo occidental la nueva y creciente burguesía va, poco a poco, desplazando su papel social, en Rusia, durante la primera mitad del siglo XIX, los nobles son prepotentes y se sitúan fundamentalmente en San Petersburgo, Moscú, las ciudades provincianas y en sus casas de campo. La nobleza principal está en la capital, San Petersburgo, donde tienen palacios y sus lujos riman con las solemnidades de la corte zarista. Los más antiguos conservan el título de príncipe, los nuevos, el de barón o conde. Muchos de los nobles de la capital son de origen extranjero (tártaros, georgianos, polacos, suecos, alemanes, incluso franceses e ingleses). Los nobles ocupan prácticamente todos los puestos de oficiales en el ejército y de altos funcionarios en la administración civil. Toda la actividad cultural, literaria y artística depende en cierta manera de su mecenazgo. Asimismo, médicos e ingenieros en su mayoría proceden de la nobleza. No sólo son de la nobleza una parte de las profesiones liberales como los abogados, escritores y artistas, así como los comerciantes y, por supuesto, los campesinos. En las ciudades provincianas (y, sobre todo, en Moscú, convertida en gran ciudad provinciana) reside la nobleza terrateniente, que pasa los meses de invierno en sus mansiones urbanas. La nobleza tiene el monopolio de la propiedad de la tierra, lo que incluye también a los siervos. Según un documento de la segunda mitad del siglo XIX, los dominios nobiliarios eran superiores a los 110.000.000 de hectáreas. A veces la importancia de las propiedades no va unida a la extensión, sino al número de siervos. El censo de 1834 señala la existencia de más de 17.000 nobles, cada uno de los cuales posee más de 500 siervos. Como se ha señalado, la tercera característica de la sociedad rusa hacia mediados del siglo XIX es la escasa importancia de las clases medias. A mediados del siglo XIX sólo un 6 por 100 de la población era urbana. Durante los reinados de Alejandro I y Nicolás I, la gran mayoría del millón de comerciantes que recogía el Censo de 1834 estaba próxima a la clase campesina, de la que se distingue por una mayor fortuna y por su estatuto, pero no por su cultura, pues muchos carecen de instrucción primaria. En su mayoría es una clase intelectualmente inerte, no participa en la vida cultural, ni posee centro social a diferencia del grupo equivalente en Europa Occidental. Como dijo Madame Stäel, "en Rusia no hay tercer Estado". En resumen, en la sociedad aristocrática y campesina apenas queda espacio para las clases medias y la burguesía, las cuales no eran posibles sin industria y algunas profesiones liberales reservadas a los descendientes de los nobles.
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La liberación de Pietro de Asís es la escena que cierra el ciclo de frescos para la iglesia Superior de Asís. En ella se representa un milagro atribuido a San Francisco después de su muerte: "San Francisco liberó a este prisionero, acusado de herejía y entregado al obispo de Tívoli por orden del Papa. Eso sucedió el día de la fiesta del propio Beato Francisco, cuando el prisionero había ayunado según el mandamiento de la Iglesia". La estilización de los edificios que cierran por los lados la composición y el adelgazamiento del volumen de las figuras vuelven a ser características de esta última obra. Es de destacar, únicamente, la esmerada decoración con bajorrelieves de la "columna trajana" de la derecha, o los esgrafiados minúsculos de los cuerpos del "campanille" de la izquierda. Por lo demás, todo resulta bastante confuso e incluso torpemente realizado, por lo que con toda seguridad la ejecución final de la obra no fue de mano del maestro Giotto.
obra
Uno de los máximos representantes de la escuela de Utrecht es Hendrick ter Brugghen. Durante su estancia en Italia descubrió la pintura de Caravaggio, interesándose por el naturalismo tenebrista desde 1620 como observamos en esta bella escena. Mientras el apóstol san Pedro estaba dormido entre dos soldados, atado con cadenas, se presentó el Ángel del Señor y una luz resplandeciente llenó la estancia. Se dirigió al santo y le dijo: "Levántate enseguida" y se le cayeron las cadenas. Le ordenó que se calzara y le siguiera, franqueando todas las puertas con sus respectivos guardias sin ser vistos hasta que san Pedro llegó a la calle. (Hechos de los Apóstoles, 12; 6-11). Ter Brugghen elige el momento en que el ángel despierta al santo, reaccionando éste con sorpresa y temor ante lo que piensa que es una visión. No se nos ofrece ninguna referencia espacial, interesándose por mostrarnos las dos figuras que ocupan toda la superficie del lienzo. La potente iluminación crea un sensacional claroscuro, acentúa el naturalismo de las figuras, representadas como personajes de carne y hueso. San Pedro es un hombre de la calle, alejado de toda idealización, vestido con ropas viejas y con las uñas sucias mientras que el ángel es un joven tremendamente realista. Las tonalidades oscuras contrastando con rojo es un recurso habitual entre los seguidores de Caravaggio, tomándolo también Rembrandt, quien tuvo que admirar este tipo de obras en Amsterdam y a través de su maestro Pieter Lastman.
obra
Frente a la Liberación de san Pedro encontramos la Misa de Bolsena, situándose ambas en las paredes con ventanas de la Estancia de Heliodoro por lo que los dos asuntos tienen figuras alrededor del hueco de la ventana, tomando así un papel destacado en el conjunto. Esta pared había sido decorada inicialmente por Piero della Francesca, empleando Sanzio como temática uno de los episodios de los "Hechos de los Apóstoles". En el centro de la composición encontramos la cárcel donde estaba preso san Pedro, destacando el enrejado que permite ver al santo y a los soldados dormidos junto al fulgurante ángel que liberará al apóstol. En la zona de la derecha se presenta la continuación de la historia al mostrarnos a san Pedro junto al ángel descendiendo por las escaleras de la prisión mientras que en la zona contraría observamos a los soldados despertándose sobresaltados ante la fuga. La liberación del santo está relacionada con los sucesos acaecidos en 1512 cuando las tropas francesas liberaron sin motivo aparente los territorios pontificios que tenían en su poder lo que Julio II agradeció con una peregrinación de tres días por las calles de la ciudad pontificia. La iluminación se convierte en la protagonista absoluta de este trabajo, creando reflejos en las armaduras de gran belleza. El ángel aparece rodeado de un aura luminosa en las dos escenas que está presente mientras que los soldados de la zona izquierda cuentan con tres focos de luz: la luna plateada, el sol que empieza a despuntar y una antorcha, creándose efectos que enlazan con el Manierismo y el Barroco. Los escorzos de los soldados y la tensión contenida en el episodio de la izquierda indican la valía de Sanzio en el momento de su máximo esplendor, reelaborando las influencias tomadas en Florencia -Leonardo, Miguel Ángel y Fra Bartolomeo- para crear un estilo personal y tremendamente efectista. En esta pared también hallamos intervenciones de los ayudantes, apuntándose a Giulio Romano.
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Entre 1657 y 1659 Valdés Leal realiza una serie de obras para la catedral de Sevilla entre las que destaca esta Liberación de san Pedro que contemplamos. El maestro crea una de las escenas más sugerentes de su producción, protagonizada por el bello ángel que se dispone a liberar a san Pedro de la mazmorra mientras los soldados duermen. Una aureola de resplandor rodea la figura que muestra sus alas desplegadas y una capa roja que sujeta con los brazos. Sus ropajes revolotean en el espacio, dejando ver la potente pierna derecha que avanza hacia el santo. Pedro aparece tumbado, elevando su mirada hacia la figura del ángel, mostrando en su naturalista rostro el asombro que le produce la visión. Alrededor de los dos personajes principales, iluminados por un potente foco de luz, aparecen dos soldados en absoluta penumbra, creando Valdés Leal un sensacional juego lumínico caracterizado por el claroscuro. Ese potente foco de luz procedente del ángel crea unos espectaculares reflejos en los elementos metálicos de los soldados.Entre el ángel y el santo apreciamos un evidente contraste tanto en las actitudes físicas y espirituales como en los ropajes de ambos, incluso en el tratamiento del color que hace el maestro de cada una de las figuras. Mientras que san Pedro está realizado con tonos pardos y opacos, el ángel liberador presenta tonalidades transparentes en las que dominan los rosáceos. El resultado es sorprendente, poniendo de manifiesto Valdés Leal su elevada categoría pictórica.
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La Liberación de San Pedro estaba emparejada con el Sueño de Jacob y formaba parte de la colección de Don Jerónimo de la Torre cuando fue comprada, en el siglo XVIII, por Isabel de Farnesio como si fuesen obras de Murillo, a pesar de estar ambas firmadas y fechadas por Ribera en 1639. La figura tumbada de San Pedro se corresponde con la de su compañero Jacob, mientras que la del ángel podría equivaler al árbol de la escena compañera. La iluminación tenebrista contrasta con la de la otra escena aunque aquí se ha empleado un colorido más vibrante y una pincelada más fluida que en sus primeros años napolitanos. Precisamente el foco de luz es similar a los utilizados por Caravaggio en Roma. Otro claro contraste de la imagen es el existente entre la figura del santo, muy realista y descriptiva, y la del ángel, cuya idealización recuerda el arte de Van Dyck y Tintoretto.