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En realidad, no es tan diferente lo sucedido en el terreno de la cultura y de las mentalidades al final de este siglo, pues también en este caso se nos aparece como un tiempo de crisis, evanescente o inaprensible y susceptible, como tal, de interpretaciones contradictorias. La desaparición de las reglas corrientemente admitidas hasta tiempos recientes ha generado un tiempo de inseguridades y peligros que el ensayista francés Alain Minc ha descrito como "una nueva Edad Media". Esta sensación de crisis deriva con frecuencia de los resultados inesperados de acontecimientos cuyo origen conocemos y cuya significación nos parecía clara, pero que al final han experimentado una profunda metamorfosis. Éste es el caso de la revolución de 1968 que, nacida con propósitos libertarios, tuvo el inesperado resultado de promover el individualismo y el liberalismo. Lo primero que resulta característico del fin de siglo es la desaparición de las interpretaciones omnicomprensivas de la vida humana, los "metarrelatos" o los paradigmas interpretativos de carácter global. Todas ellas tenían en realidad una vocación a la vez salvadora de los seres humanos y totalitaria en su traducción política. El que de forma más evidente ha experimentado este resultado final ha sido el marxismo, pero de un modo más general se puede decir que algo parecido ha sucedido con todo ese género de concepciones del mundo. Pero en definitiva, puesto que el principal de los difuntos ha sido ése, resulta correcto decir que el fin de siglo ha sido también el de la "cultura de la revolución", entendiendo por tal un acto por el que se produce un cambio radical y milagroso que transforma el conjunto de la existencia de quienes lo experimentan. Esta realidad ha tenido también como consecuencia la desaparición del intelectual como sacerdote e intérprete de esta religión revolucionaria, impelido por el compromiso, y su sustitución por el intelectual como resistente frente al poder político. En definitiva, se trata de la victoria de Camus sobre Sartre. Cuando en 1983 murió el filósofo francés Raymond Aron, tras haber conocido el éxito de sus Memorias, ya era patente el triunfo del liberalismo democrático sobre el marxismo. Desde fines de los años setenta, después de la aparición de Archipiélago Gulag, de Solzhenitsin, habían surgido en el panorama literario francés jóvenes escritores como Glucksmann y Lévy, que condenaron el totalitarismo comunista. Así, si la vuelta a él desde el punto de vista político resulta impensable, más aún lo es en el terreno de las ideas. Eso ha producido una cierta "nostalgia del sentido" o melancolía por el tiempo en que existía este género de seguridades, pero también un sentimiento de limitación del ser humano o, lo que es lo mismo, de su capacidad de entender y de hacer. En el terreno de la política, esta afirmación tiene mucho que ver con la interpretación de Popper, de acuerdo con la cual, lejos de los grandes principios, la democracia es tan sólo un régimen en el que periódicamente pueden ser sustituidos quienes gobiernan. En el terreno de la cultura, el sentido de la limitación tiene que ver con el llamado "pensamiento débil", concepto que fue lanzado por el filósofo italiano Gianni Vattimo, en 1983. Se dijo de él que se trataba de una mera operación editorial, pero lo esencial en esta interpretación consistió en que supieron deshacer la mitología de lo fuerte. Vattimo resumió su propuesta con estas palabras: "Frente a una lógica férrea y unívoca, necesidad de dar libre curso a la interpretación; frente a una política monolítica y vertical del partido, necesidad de apoyar a los movimientos sociales trasversales; frente a la soberbia de la vanguardia artística, recuperación de un arte popular y plural; frente a una Europa etnocéntrica, una visión mundial de las culturas". Como se ve, Vattimo trasladaba su defensa de la "debilidad" a los más heterogéneos aspectos de la vida actual. En política, lo característico del fin de siglo sería "la tercera vía", todas las terceras vías en las que se desdibuja el fondo de una ideología nítida del pasado. El voto motivado por la clase social se ha visto reducido a la mínima expresión y las fronteras de fidelidad, por cualquier otra razón, son también imprecisas. De ahí que los grupos políticos intenten, sobre todo, proponer fórmulas aceptables por todos y que se basan en un fondo común; estas propuestas se fundamentan en la novedad. La "tercera vía socialdemócrata", definida por Anthony Giddens, se caracteriza, por ejemplo, por la plena aceptación de la globalización y el repudio de instrumentos habituales de la política socialdemocrática, como las nacionalizaciones. Este cese de crispación e imagen de "deslizamiento" en lo político resulta también generalizada en el fin de siglo. En él, si ha desaparecido prácticamente la violencia revolucionaria -más aún desde el punto de vista de su justificación racional- surge la violencia gratuita provocada por la marginalidad. La sociedad del fin de siglo se caracteriza por ser "humorística" y buena prueba de ello es uno de sus símbolos fundamentales, el director y actor norteamericano Woody Allen. En ella ha desaparecido el humor grotesco y crítico y ha sido sustituido por el humor irónico y distante que no se toma por completo en serio a sí mismo. Incluso en arte, es perceptible esta realidad: la época posmoderna en arte viene a ser una crítica desencantada de la modernidad, incluso de las innovaciones aportadas por la vanguardia. Muy característico del fin de siglo es que en él se ha hecho ya patente "una segunda revolución individualista". Esta actitud generalizada tiene mucho que ver con la evolución experimentada en los Estados Unidos a partir de mediados de los setenta y comienzos de los ochenta. Supone cosas diferentes que, en ocasiones, pueden incluso ser parcialmente contradictorias: un repudio, por ejemplo, de todas las soluciones políticas en general, pero también una posible movilización para actuar en otros campos o una diversificación incomparable de los modos de vida, pero también una defensa beligerante de esos modos de vida como derechos de la persona. El individualismo viene, en efecto, acompañado por una cierta nostalgia de la solidaridad o del sentido de comunidad. En su último libro, el influyente Fukuyama ha podido reivindicar el "capital social" de algunas sociedades orientales del que las occidentales carecen. Pero en la propia vida cotidiana, es también posible percibir la actitud descrita. Tocqueville decía que en los siglos democráticos los hombres se sacrifican raramente los unos por los otros pero que, en cambio, muestran una compasión general hacia todos los miembros de la especie humana. En el mundo actual, se presencia una emergencia del voluntariado de masas que parece chocar con el individualismo. Este supone "la vuelta de Dios", pero también un Dios mucho más interpretable al gusto del consumidor, por así decirlo. Después de una época marcada por la contramoral contestataria, por el rechazo a las normas represivas y el hedonismo, no se ha producido un retorno de la moral en el sentido de la reaparición de la religión tradicional del deber. Lo actual es más bien "la moral del camaleón", basada en la adaptación a las circunstancias y, sobre todo, al criterio propio. Uno de cada dos católicos, por ejemplo, considera que la actitud de la Iglesia sobre los anticonceptivos es errada. En el caso concreto del resurgimiento de la familia y de los valores identificados con ella, también es perceptible esta actitud. Las actitudes contrarias al divorcio han quedado reducidas a la mínima expresión y, en cambio, se ha impuesto como solución la familia "a la carta". Se ha pasado, en fin, de la moral del trabajo al descubrimiento de la realización personal a través de él: ocho de cada diez francesas consideran que no pueden vivir y realizarse sin un trabajo. Y, en fin, por mencionar un último campo de la moral, da la sensación que la del fin de siglo es una ciudadanía fatigada no sólo por el general desinterés ante la política sino por el mínimo porcentaje de personas dispuestas a sacrificar la vida por la patria o los grandes principios. A fin de cuentas, el individualismo también juega un papel en una "política personalizada" que se ha convertido en un campo en donde "lo espectacular" juega un papel decisivo. Esta sociedad finisecular también puede ser caracterizada por la peculiar y ambigua relación que mantiene con los medios puestos a su disposición. En el mundo occidental, se permite un consumo que ha digerido la crítica a la opulencia y que da la sensación de superar los valores materialistas hacia otros radicalmente nuevos que parecen estar más allá de esa civilización. Pero, al mismo tiempo, los medios materiales a veces parecen haber dejado de serlo para apoderarse de los humanos. Para algunos, el acto de "telever" está cambiando la naturaleza del hombre, con el manifiesto inconveniente del empobrecimiento de la capacidad de entender. La televisión no globalizaría el mundo sino que lo "aldeanizaría": convertiría en emotiva la política, de la misma manera que los sondeos inventarían opiniones que no existen. En esto, también los nuevos tiempos parecen esencialmente paradójicos.
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Entre las ciudades más destacadas de la Hispania visigoda cabe destacar a Emerita Augusta, capital de la diocesis Hispaniarum, situada en un punto importante de vías de comunicación, además de ser puerto fluvial gracias al Anas (Guadiana). Estos dos elementos, además de sus estatutos políticoadministrativos, hicieron de Mérida un centro comercial importante, además de económico, cultural y político. Durante el Bajo Imperio, Emerita Augusta sufrió ya importantes remodelaciones de la edilicia pública, pero también de la privada, puesto que las inscripciones conmemorativas así permiten afirmarlo, al igual que los hallazgos de mosaicos pavimentales muestran una gran actividad de los diferentes talleres. Uno de los aspectos fundamentales para comprender la Mérida de la Antigüedad tardía es la presencia de su mártir Eulalia. La noticia y fama del martirio de esta joven se extendió rápidamente y a ello contribuyó de forma indudable el himno que le dedicó Prudencio en su Peristephonon; prueba de ello es la extensión del culto, hasta el punto de venerarse otra Eulalia en Barcelona, a partir de unas Actas martiriales, basadas en el poema prudenciano, que la sitúan en esa ciudad. Mérida se sentía bajo la advocación y la protección de Eulalia, como lo prueba la obra de las Vitas sanctorum patrum Emeretensium, relato hagiográfico construido en torno a la devoción de la ciudad a su mártir y a la acción benefactora de ésta sobre aquélla. Dicho texto ofrece una valiosísima información para el siglo VI, y a través de él se sabe de la construcción y distribución de una serie de edificios dedicados a organizar la vida litúrgica de la ciudad.
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La merienda formaba parte de los bocetos que Goya presentó para la decoración del dormitorio de las Serenísimas Infantas del Palacio de El Pardo. El Gato acosado, la Pradera de San Isidro, la Ermita de San Isidro y La gallina ciega eran sus compañeros. Solamente se pasó la Gallina ciega a cartón debido al fallecimiento de Carlos III en diciembre de 1788, por lo que el proyecto se paralizó. Esta imagen que observamos refleja una parte de la romería, el hilo conductor de toda la serie. Dos jóvenes elegantemente vestidos han merendado y unos majos se han acercado para festejar con ellos. La joven engalanada observa como su compañero se lleva las manos a la cabeza y se tumba indicando el estado de embriaguez. El majo que intenta flirtear con la joven sujeta un vaso en su mano mientras que sus amigos observan la escena desde el fondo. Las figuras presentadas por Goya exhiben gran expresividad, a pesar de tratarse de un boceto en el que la pincelada es rápida. La composición en triángulo y la amplitud de la masa arbórea son características comunes a buena parte de los cartones.
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La Mesa de los Pecados Capitales es una de las obras más interesantes de El Bosco. En ella se muestra como un artista medieval en cuanto al tema. El centro, con tres anillos concentricos, representa el ojo de Dios, apareciendo en la pupila Cristo resucitado y mostrando los estigmas. Alrededor de la pupila se ha escrito: "Cuidado, cuidado, Dios os ve". Lo que Dios ve son los Siete Pecados Capitales que se muestran alrededor. La Gula aparece como dos hombres que comen y beben lo que el ama trae a su mesa; la Pereza nos muestra a un caballero durmiendo junto al fuego, mientras una mujer con un rosario en la mano indica el olvido de los deberes espirituales; la Lujuria se representa con varios amantes bajo una tienda, con el Arpa divina abandonada; la Soberbia sería una dama vanidosa que se mira al espejo sin advertir que lo sostiene un demonio; la Ira está representada por dos hombres riñendo ante una taberna; la Avaricia con un juez aceptando un soborno; y la Envidia con un pretendiente rechazado mirando a su rival. En las esquinas de la Mesa aparecen cuatro esquinas que completan la iconografía: la Muerte, el Juicio Final, la Gloria y el Infierno, donde cada pecado recibe su castigo. El significado de la obra es muy sencillo: Dios lo ve todo, especialmente los Pecados Capitales, y la visión divina será crucial a la hora de la muerte y el Juicio Final, pudiendo conducir al alma a la Gloria o al Infierno.
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En la parte septentrional de la Meseta (provincia de Burgos) se encuentran las cuevas de Atapuerca (Ibeas) (cabeza de caballo o de oso, pintada cerca de la entrada), Penches (Barcina de los Montes) (cápridos grabados y restos de pintura, todo de estilo muy arcaico), y el complejo troglodítico de Ojoguareña (Sotocuevas), cuyo arte probablemente no es paleolítico o al menos no encaja en los esquemas conocidos de este período ni en el de otros posteriores. Cerca del territorio portugués, en la provincia de Salamanca, se ha encontrado recientemente un bello conjunto de grabados al aire libre en la localidad de Siega Verde. Este grupo está en curso de estudio por R. de Balbín y un equipo de colaboradores, y de él sólo se ha publicado una nota preliminar que anuncia su importancia. Otro hallazgo reciente es la placa de Villalba. Se trata de una pieza encontrada en una terraza desmantelada del río Duero en dicho lugar de Villalba (no lejos de Almazán, al sur de Soria). Se encontró fuera de contexto arqueológico. Se trata de un objeto singular dentro del arte paleolítico: una placa -¿signo de autoridad?- de pizarra paleozoica con grabados en ambas caras. En medio de una maraña de líneas grabadas destacan varios caballos y cabras o machos cabríos. Por el estilo de estas representaciones la placa de Villalba se ha atribuido a un momento avanzado del Solutrense. Se conserva en el Museo de Soria. En la provincia de Guadalajara se halla la caverna de Los Casares (Riba de Saelices), encontrada en 1934 por F. Layna Serrano y publicada por J. Cabré y M. E. Cabré Herreros. Contiene 118 representaciones grabadas: grandes bóvidos, un mamut, un glotón, antropomorfos -algunos formando una escena de pesca por inmersión, etc. -. Muy cerca de ella se encuentra la caverna de La Hoz (Santa María del Espino), con algunos signos y cuatro caballos, todo grabado y en regular estado de conservación. Las figuras de ambas cavidades han sido atribuidas al Solutrense y al Magdaleniense.En la misma provincia de Guadalajara se encontró, en condiciones difíciles de determinar, en el lugar llamado Jarama II, una pequeña escultura que representa un glotón, animal muy representativo de la época glaciar. A falta de un concreto contexto arqueológico se puede atribuir con dudas al Magdaleniense. Un tipo de grabado parecido al de otras cavidades meseteñas sirvió para representar los 14 caballos de la cueva de La Griega (Pedraza, Segovia), que fueron encontrados en 1971 y estudiados primero por M. Almagro Gorbea y luego por G. Sauvet. En la misma provincia y en lugar de Domingo García, se conoce desde hace unos años un santuario al aire libre representado por un magnífico caballo grabado con técnica de punteado (la misma que, en pintura, se ha visto en Covalanas) y rodeado de grabados postpaleolíticos, esquemáticos e históricos. En el mismo sitio se han descubierto recientemente otros grabados paleolíticos todavía inéditos que permitirán ampliar la iconología del arte paleolítico al aire libre y afinar la atribución cronológica (hallazgos de Sergio Ripoll y Luciano Municio).En la provincia de Madrid se encuentra la cueva de El Reguerillo (Torrelaguna), con restos de una decoración grabada de la que quedan varias figuras en muy mal estado de conservación (cápridos, antropomorfos, ¿un mamut?).
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El proceso de neolitización surgió por primera vez en Mesopotamia en las zonas de lo que hoy constituye el norte de Iraq, siendo su desarrollo material muy semejante al de Palestina. En tales zonas iraquíes se ha documentado una serie de enclaves que nos informan de la evolución del Neolítico mesopotámico. De entre ellos podemos citar Qalaat Jarmo (6750-4950) con elementos materiales propios de una primitiva civilización agrícola-pastoril; Umm Dabaghiyah (h. 6000), centro ganadero con diferentes niveles de ocupación; Hassuna (5800-5500), con una cerámica arcaica, relacionada con la de otros yacimientos turcos, sirios y palestinos, y otra standard, de tipo local, con una amplia área de dispersión por las zonas norteñas; Samarra (5600-4800), con materiales del Calcolítico superior; Tell Halaf (5500-4500), con una bellísima cerámica nunca jamás superada y un pequeño templo en la localidad de Tell Aswad (valle del Balikh); y Tepé Gawra (h. 4000), núcleo organizado ya socialmente y con abundantes restos materiales en sus veinte niveles de ocupación. Los establecimientos y culturas de la Baja Mesopotamia más importantes fueron Eridu (h. 5000), con el hallazgo de las ruinas de un antiquísimo templo, sucesivamente reconstruido en el mismo lugar; El Obeid (4800-3750), con restos materiales del Calcolítico medio e inferior, extendidos por toda Mesopotamia y regiones periféricas; Uruk (3750-3150), centro de una cultura que motivó profundos cambios demográficos, técnicos y culturales -allí y entonces se inventó la escritura-; y Jemdet Nasr (3150-2900), prolongación de la anterior cultura. Estos dos últimos enclaves y los demás centros de su mismo horizonte cronológico presentan elementos de civilización sumeria, perfectamente desarrollada. Todas estas culturas siguieron un proceso evolutivo que partiendo de la simple ocupación estable de un lugar alcanzaron la domesticación de animales y vegetales, la utilización de la cerámica, el empleo del tapial o arcilla aglomerada y del adobe (riemchen), la confección de figurillas de barro y metal, la erección de templos, tumbas y viviendas, así como el desarrollo de un activo comercio. Este comercio llegó también a Egipto, entonces en su civilización predinástica, según han demostrado algunos objetos, entre ellos el magnífico cuchillo de Gebel el-Arak (donde se representa a un personaje con faldellín, gorro de ancho reborde y barba redondeada, separando a dos leones), la paleta de Narmer (con animales fantásticos de largos cuellos entrelazados) y numerosos sellos cilíndricos de época de Jemdet Nasr hallados en Naqada. Desde el punto de vista de la Historia del Arte es difícil formular juicios de valor relacionados con los restos protohistóricos hallados en el ámbito mesopotámico, y de si sus artesanos tuvieron voluntad artística plenamente sentida, mientras elaboraban sus obras. Hoy por hoy, dichos restos arqueológicos, tan lejanos en el tiempo, se estudian más desde la óptica del progreso técnico y material que desde valoraciones puramente estéticas.
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Un capítulo importante del saber hacer artístico de los celtíberos y de sus notables avances en la técnica de producción de objetos suntuarios lo componen las artes industriales de metal, con dos grupos sobresalientes por su labor: el armamento y las joyas. Suficientemente conocidas son las citas clásicas (Diodoro, Polibio, Marcial, Justino...) que hacen referencia a las depuradas técnicas metalúrgicas de los celtíberos del área nuclear del Moncayo para el tratamiento del hierro y a la brillantez de sus resultados, en especial las espadas, el conocido gladius hispanienses, adoptado con posterioridad por los romanos en su indumentaria de guerra. Sin embargo, el verdadero valor artístico de estas producciones lo adquirirán cuando sobre ellas (puñales tipo Monte Bernorio, espadas de antenas atrofiadas, vainas...) los artífices ejecuten minuciosas labores de nielado y damasquinado en hilos de plata. El preciso diseño componiendo motivos circulares, dentados, roleos, grecas, o líneas quebradas, convierten ciertos ejemplares en indiscutibles obras de arte. Algunos temas entrelazados, curviformes o radiales apuntan una relación con series ornamentales bien conocidas, por ejemplo, en la arquitectura castreña, o en ciertos grupos prerromanos centroeuropeos, asimismo de vieja cultura céltica. La recuperación de estas piezas, como de buena parte de la producción metálica celtibérica, se realiza en necrópolis siendo La Osera, Las Cogotas, Altillo de Cerropozo, Padilla de Duero, Miraveche y Monte Bernorio los principales enclaves, y los mejores ejemplares los de los siglos IV-III a. C. También conviene anotar la apreciable factura de objetos en bronce (chapas decorativas, colgantes, fíbulas y, en especial, broches de cinturón), en cuya superficie aparecen motivos troquelados y repujados de gran calidad, sólo excepcionalmente figurados, como se observa en una chapa pectoral para prender donde se ha trabajado un motivo inciso de ciervos, localizada en la tumba 235 de Carratiermes (Soria). Asimismo son bien características del entorno celtibérico ciertas fíbulas zoomorfas, sobre todo las denominadas de caballito, sin faltar en el diseño abstracto de estos prendedores otros animales. No obstante, el papel más relevante lo tiene la orfebrería. Lamentablemente no es tan conocida como la ibérica o la del Noroeste, si bien su calidad empieza a ser parangonable. Tampoco ha contado desde antiguo con la bibliografía de aquéllas, aunque en los últimos años se ha insistido en la indiscutible personalidad de la orfebrería celtibérica. Las escuetas notas sobre hallazgos puntuales por parte de Blanco, Almagro, Luengo, Luis Monteverde y Palol, se ampliaron con la publicación de la obra de Raddatz -integraba eso sí, la joyería de la Meseta como grupos específicos dentro de la ibérica-, hasta que recientemente ha sido retomado su estudio por Martín Valls, Esparza y Delibes. A la mano de estos dos últimos debemos un excelente trabajo de sistematización y síntesis, que resulta de obligado seguimiento. El problema inicial de la orfebrería celtibérica reside en su manera de presentarse, generalmente como tesoro o tesorillo, de los que sólo en contadas ocasiones disponemos de un contexto arqueológico propio, al ser éstos productos de hallazgos fortuitos o de la sangrante actividad de detectores de metales. Un atesoramiento guardado en un contenedor cerámico, metálico o de material orgánico perdido, en el cual a veces también se incluyen monedas ibéricas o romano-republicanas, cuyo motivo de ocultación deliberada dentro del poblado estaría en la inseguridad de ciertos momentos, sea esta de tipo bélico o social. El desarrollo de los acontecimientos impidió, sin duda, su recuperación al propietario. Por ejemplo, el tesorillo de Palenzuela coincide con las luchas sertorianas en toda la región (72 a. C.); el problema afectó, según las fuentes literarias, a muchos enclaves del Duero Medio pudiendo éste ser uno de ellos. En otros puntos más al norte, Arrabalde sería un buen ejemplo; los datos apuntan a fechas más recientes, concordantes con las guerras cántabro-astures de los años 29-19 a. C. Pero lógicamente los inicios de una producción de orfebrería propia del ámbito celtibérico estarían mucho antes, a caballo entre los siglos III-II a. C., momento al que hoy se lleva el tesoro de Drieves (Guadalajara), en el cual ya están presentes, aunque muy fragmentadas, piezas típicas de nuestra orfebrería. El área de dispersión preferente se sitúa en el Duero Medio, aunque llegan también a las zonas septentrionales, incluso penetran en el Noroeste y a puntos aislados de la Meseta Sur. El mapa de los tesoros con joyas tiene sus puntos principales en Padilla de Duero, Arrabalde, Palencia, Roa, Rabanales o El Raso de Candeleda. De todos modos, esta singularidad propia de las joyas celtibéricas la han reconocido Delibes y Esparza con unos caracteres precisos que sólo aquí cabe recoger por nuestra parte: - Indiscutible filiación respecto a la joyería ibérica. Como en ésta el metal mayoritario es la plata (diferencia sustancial con la orfebrería castreña del Noroeste), e ibéricos son también los prototipos de ciertos modelos de joyas. - Reelaboración, y por tanto tratamiento peculiar de estos elementos ibéricos en dos líneas: mayor simplificación técnica y barroquismo en la decoración. En este proceso sincrético también pueden intervenir modelos de la joyería en oro castreña, hacia donde se abren las tierras altas de la Meseta Norte. - Creación de elementos estrictamente originales de la orfebrería celtibérica: brazaletes espiraliformes, broches, bucles, colgantes, cadenillas, f'íbulas..., que hacen más reconocible si cabe esta producción.
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A lo largo de la prehistoria balear, distintas tecnologías -talla lítica, fabricación de cerámica...- fueron utilizadas para elaborar los utensilios cotidianos empleados para cubrir las distintas necesidades de la población. Con escasos contactos exteriores y además probablemente de carácter esporádico hasta fechas avanzadas, las gentes de época talayótica y pretalayótica fabricaron útiles líticos bastante rudimentarios y series cerámicas que no destacan ni por su variabilidad ni por sus calidades técnicas. Sin embargo, la metalurgia -primero cobre, luego bronce y por fin hierro- aunque nunca fue abundante logró piezas de gran relieve y notable personalidad, que recrean en múltiples ocasiones producciones de inspiración foránea y dotadas de características bien singulares. Ciertos tipos de armas, objetos de adorno personal o de prestigio social y una variada estatuaria de pequeñas dimensiones ejemplifican este último apartado, como muestra de la capacidad creadora de los primeros habitantes de las Baleares. Entre las armas destacan las espadas de puño macizo, sin duda un elemento clásico de la metalurgia balear. Constan casi siempre de dos piezas independientes, la hoja y el puño, que se unen mediante roblones, excepto en algún caso, como el de la espada de Ses Salines. La empuñadura consta de una guarda que abraza el arranque de la hoja; su huso se reduce a un sencillo junco cilíndrico y el pomo presenta aspecto discoidal, a veces rematado por un pivote. Las hojas deben carecer casi siempre de lengüeta, con nervio muy sencillo o más marcado y, en ocasiones, incluso de tendencia al perfil pistiliforme. Tipológicamente, las espadas talayóticas son muy diferentes a las que aparecen a partir de inicios del Bronce Final en la Península Ibérica y recuerdan más bien a prototipos centroeuropeos, también detectados en el norte de Italia.Una variante muy característica de Mallorca es el machete del depósito de Lloseta. Un depósito es un hallazgo cerrado formado por un conjunto de objetos que verosímilmente han sido ocultados en un mismo momento, ya sea como ofrenda o como tesaurización o escondite en momentos de inestabilidad. La pieza de referencia tiene la hoja ligeramente curva y el puño estrecho rematado por un disco plano. Por sus características físicas parece un objeto más decorativo que funcional, algo que también sucede con algunas de las espadas de puño macizo, como si se tratara de piezas de prestigio personal o armas de parada más que de combate. Con la finalidad de servir al atuendo personal y al prestigio de sus propietarios se fundieron también pectorales y torques. Los primeros son piezas de forma creciente, formadas por varillas cilíndricas que se estrechan progresivamente hacia los extremos donde se embuten en unos pequeños cuerpos triangulares perforados para ser colgados. El número de varillas oscila entre las 4 de Son Foradat y las 12 de Lloseta, ambos de Mallorca. El pectoral menorquín de Serra Mercadall lleva 10 y los dos del depósito mallorquín de Son Pizá 9 y 7. Son piezas muy particulares de las Baleares, hasta el punto que se pueden considerar como una creación local, al margen de ciertos parentescos rastreables hacia el norte de Alemania. Los torques, que normalmente se han encontrado en contextos de carácter funerario formando parte del ajuar de un difunto, se fabrican a partir de un junco de bronce de grosor constante y con remates de extremos vueltos, hasta formar incluso un bucle, o simplemente afilados con un pequeño botón al final. Aunque se encuentran individualizados, no puede descartarse que se hubieran fabricado asociando varios de ellos, hasta constituir auténticas gorgueras, incluso con elementos colgantes a modo de decoración complementaria, como aparecen en el sur de Francia. Piezas sencillas se conocen en Cataluña a partir del 700 a. C., desde donde pudieron pasar hasta las Islas. Otros muchos objetos pueden incluirse dentro de este apartado. Así, por ejemplo, son notables las hachas de bronce fabricadas en distintos tipos, las puntas de lanza tubulares, las cuchillas de hoja triangular o acorazonada, los regatones o los cinceles. El grupo de las hachas destaca entre todos los demás por su considerable número. Hay hachas planas de filo semilunar y talones más o menos largos, y hachas de cubo de diferente anchura, con y sin anilla para enmangar. Igualmente, puede recordarse la presencia de espejos, espirales y ajorcas cuya función como elementos relacionados con la ornamentación personal parece indiscutible.