Este lienzo es uno de los más importantes de los realizados por Poussin en los años veinte. Pintado casi con seguridad para el marqués Vincenzo Giustiniani, es un claro exponente de la pintura del joven tocado con "la furia del diablo", tal y como lo describía Marino al presentarlo al Cardenal Barberini. Evoca un pasaje tomado de San Mateo, el terrible momento en que el rey Herodes ordena el asesinato de todos los niños recién nacidos en Belén, asustado por las profecías que anunciaban un futuro rey de Israel nacido en la localidad. Pero el tratamiento que otorga Poussin a la escena es bien diferente a la que se puede encontrar en Rafael. La obra es la más clara expresión de las emociones humanas a través de la articulación de formas corporales. Mientras en la escena bíblica la matanza tiene lugar en el poblado, entre una multitud angustiada, para reforzar el efecto dramático y simbólico Poussin aísla la escena, la concentra en un acto concreto y la eleva a la categoría de universal. Sobre un fondo de inmutable clasicismo, sitúa, como las máscaras de la tragedia griega, las expresiones de terror de la madre, la determinación asesina del soldado, la angustia de la mujer que porta a su hijo... en una composición de perfecta geometría.
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obra
Tabla procedente del Convento de las Ursulas de Salamanca en la que aparece la firma en abreviatura del primer pintor propiamente sevillano: García Fernández. La presencia de estas obras en Salamanca se debe al promotor del convento, don Alfonso de Fonseca, arzobispo de Sevilla. El estilo nos presenta a un pintor de segunda fila, con limitados recursos en los que destaca el esquematismo y la dureza de sus rasgos.
lugar
Ciudad de Arabia Saudita, capital de la Provincia Occidental, situada 64 km al este de Jeddah. Se encuentra en un estrecho valle rodeado por colinas coronadas por pequeños fuertes. De origen muy antiguo, aparece mencionada en las cartas de Ptolomeo con en nombre de Macoraba. Fue conquistada por los turcos en 1517 y liberada en el trascurso de la primera Guerra Mundial. Durante algún tiempo, fue capital del reino de Higiaz. La Meca es el lugar de nacimiento de Mahoma, fundador del Islam, y la ciudad más venerada de esa religión. Mahoma nació allí alrededor del 570 y vivió en la ciudad hasta el 622, año que huyó debido a la persecución religiosa, refugiándose en Medina. En La Meca está la Kaaba, santuario donde se guarda la Piedra Negra, hacia la cual los musulmanes se dirigen al hacer sus oraciones. Se dice que la Piedra Negra le fue dada al profeta Abraham por el arcángel Gabriel. Durante la peregrinación a La Meca, los creyentes han de dar siete vueltas a la Kaaba. Una tradición narra que los enemigos de Mahoma habían divulgado el rumor, a su llegada a La Meca, de que los musulmanes estaban débiles a causa de la fiebre, por lo que el Profeta pidió que sus seguidores dieran las tres primeras vueltas a la Kaaba a paso ligero para demostrar que estaban fuertes. Otros lugares de importancia de la ciudad son el Palacio del Gran Jerife y el sepulcro de Abraham. Hoy día La Meca es lugar de peregrinación obligatoria para todo musulmán -que cuente con suficientes recursos económicos- por lo menos una vez en la vida, siendo su fuente principal de ingresos es el turismo.
contexto
En los inicios del siglo XVII una ciencia nueva ve la luz: la mecánica. Su lenguaje aún no estaba fijado: convenía precisar sus axiomas, los conceptos y principios propios, explicitar sus leyes generales. Galileo (1564-1642) sería su iniciador. La nueva ciencia comporta esencialmente, junto con las leyes de la caída de los cuerpos, la solución del problema del movimiento de un proyectil sin resistencia alguna del medio. En cuanto a lo primero, Galileo sabía que no había que hacer ninguna diferencia entre gravedad y ligereza y, en consecuencia, que la caída de los graves y el movimiento ascendente de los proyectiles lanzados hacia arriba deben explicarse según una misma ley fundamental. La oscilación del péndulo, sobre la cual meditó largamente, le mostró que el movimiento hacia arriba es una réplica invertida del movimiento hacia abajo. Asimismo, habiendo refutado la tesis aristotélica de la imposibilidad del vacío, afirmó en "De motu" (entre 1589 y 1591) que los verdaderos caracteres de la gravedad y del movimiento han de estudiarse precisamente en el vacío. Más tarde, en 1604, Galileo ideó un procedimiento para medir las velocidades reales durante la aceleración: tomó un plano ligeramente inclinado y dejó caer a lo largo del mismo una bola que inicialmente se encontraba en reposo, señalando sus diversas posiciones en intervalos iguales con la ayuda de señales musicales cada medio segundo más o menos. Después se medían estas distancias en unidades de un milímetro. Repetidos los experimentos cien veces, Galileo estableció la ley de caída de los graves, según la cual, las distancias recorridas a partir del reposo equivalen al cuadrado del tiempo transcurrido. Los resultados experimentales le dieron, en realidad, la idea y Galileo supo atribuir a la resistencia del aire las diferencias encontradas respecto a la ley ideal, esto es, la ley de caída libre en el vacío. De esa manera, la posición de Galileo frente al problema de la gravedad era completamente nueva y con ella germinaba la revolución científica. Mucho antes Aristóteles había dicho que el cuerpo que cae se acelera, pero su explicación era causal y cualitativa: el fenómeno ocurre porque el móvil tiene que llegar lo antes posible a su lugar natural. El método de Galileo es, por el contrario, experimental y cuantitativo, pues no podía aceptar la distinción aristotélica entre movimiento natural y movimiento violento, de tal manera que observó el movimiento acelerado de la caída, llegó a establecer la ley que define sus espacios en función del tiempo transcurrido y quiso saber cómo esta ley cuantitativa puede deducirse lógicamente de una proporción matemática simple. Así pues, entre ambas concepciones había diferencias radicales de pensamiento. Las mismas que existían entre el filósofo que sólo atiende a las cualidades de las cosas y el científico matemático que se ocupa de fenómenos observados, hipótesis estructurales y demostraciones geométricas. Con este método nuevo Galileo estaba creando el vínculo necesario entre las matemáticas y el movimiento y, aunque cometiera errores en la demostración y tardara en hacerlo, descubrirá esa proporción matemática simple tan buscada por él desde 1604. Así pues, su definitiva solución al problema planteado sería completamente exacta: la velocidad crece con el tiempo. A este respecto, a Aristóteles como a cualquier filósofo le hubiera interesado saber la causa del peso, mientras a Galileo le importaba caracterizar cuantitativamente el movimiento vertical de los cuerpos lanzados hacia arriba o hacia abajo. Con relación al problema del movimiento de los proyectiles, ya tratado en siglos anteriores, aunque imperfectamente, Galileo lo resolvió después de analizar tres principios fundamentales: el de la inercia, el de la combinación de movimientos y el de la independencia de los efectos de las fuerzas. La solución la explica Galileo en sus "Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno a due nove scienze attenanti alla mecanica ed i movimenti locali", publicado en Leyden en 1638. En el texto afirma que un móvil lanzado por un plano horizontal, a falta de obstáculos, prosigue indefinidamente su movimiento uniforme si el plano se extiende hasta el infinito, pero si el plano es limitado, al rebasar su extremo, el móvil sometido a la gravedad añadirá a su primer movimiento uniforme e indestructible la propensión hacia abajo, como efecto de la gravedad. De esta manera nacerá un movimiento compuesto del movimiento horizontal y del movimiento acelerado de descenso, demostrando Galileo que la trayectoria de un proyectil es una parábola. En todo caso, los dos movimientos compuestos no se alteran al mezclarse, ni se ocultan ni se impiden mutuamente. Es decir, los cuerpos que se trasladan por la atmósfera terrestre (un pájaro, un proyectil, una nube) participan del movimiento de la Tierra, que está en ellos, imperceptible y relativamente sin efecto en la Tierra, pero presente por composición en todo movimiento de estos cuerpos en relación con la Tierra. Así pues, la Tierra gira sobre sí misma y los cuerpos que se trasladan por su atmósfera no se quedan atrás. Galileo establece para siempre de esta manera el principio de la composición de movimientos. Con respecto al principio de la inercia, Galileo no podía concebir un cuerpo privado de su gravedad. Para eliminar el efecto de esta gravedad situó el cuerpo en un plano horizontal de tal modo que éste es indiferente al movimiento y al reposo y no presenta por sí mismo ninguna tendencia a moverse hacia lado alguno, ni ninguna resistencia a ser puesto en movimiento. Esta indiferencia hace que si el cuerpo se encuentra en movimiento no haya razón para que se detenga ni para que varíe su movimiento. Éste, por tanto, debe ser uniforme. Por lo que hace referencia a la oscilación del péndulo, Galileo descubrió el isocronismo de sus oscilaciones en 1583 (la duración de cada balanceo es independiente de su amplitud) cuando, según la tradición, contemplaba las lámparas suspendidas en la catedral de Pisa. Las ideas y los trabajos de Galileo en mecánica fueron prolongados y bien difundidos por sus discípulos, entre los que se encuentra Torricelli (1608-1647). Su nombre está ligado al principio al que dio su nombre: dos graves unidos no pueden ponerse en movimiento por sí mismos, a menos que descienda su centro de gravedad común. Por analogía con la caída de los graves, Torricelli estableció también la primera ley cuantitativa sobre el fluir de un liquido. Por otra parte, sus experiencias barométricas demostraron la existencia de la presión atmosférica y del vacío, negado por Aristóteles. Como Galileo, tan alejado de Aristóteles se hallaba también a comienzos del siglo XVII Gassendi (1592-1655), que comenzó sus publicaciones en 1624 denunciando en "Exercitationes paradoxicae adversus Aristotélicos" los errores de la Escolástica. Recogió la teoría atómica de la Antigüedad, según la cual existe una materia común a todos los cuerpos dividida en átomos, los cuales tienen por su peso capacidad de moverse a sí mismos. Discrepa de Galileo en cuanto al principio mismo del peso, al establecer que la gravedad no es una propiedad que pertenezca a los cuerpos mismos, sino que obedece a la atracción de la Tierra. Por otra parte, los movimientos son para Gassendi todos violentos en el sentido de que exigen siempre la existencia de un motor exterior y son perpetuos si son uniformes. La mecánica de René Descartes (1596-1650), cuya obra dominará todo el siglo hasta la aparición de los "Principia" de Newton, será, sin embargo, más problemática que resolutoria. Lo esencial del mensaje de Descartes consistía en la construcción de un sistema completo en el que un mecanismo universal explicaba todos los fenómenos de este mundo visible, con ayuda de un número reducido de conceptos: extensión, figura y movimiento. Este sistema lo explicaría en el "Traité du Monde" (terminado en 1633 y publicado en 1664) y también en sus "Principia philosophiae" (1644). La extensión para Descartes es sustancia, materia o cuerpo e, inversamente, la sustancia se reduce a la extensión. El espacio está lleno de extensión, no hay vacío, de tal manera que el mundo es único e indefinido. Por otra parte, el movimiento es para Descartes esencialmente relativo y no puede ser definido sino por relación con una proximidad que se considere en reposo. El movimiento se descompone en leyes. La primera es que todo cuerpo que ha empezado a moverse sigue haciéndolo sin pararse nunca por sí mismo y sólo cambia su estado por choque con otro cuerpo. La segunda ley precisa que cada parte de la materia tiende a moverse en línea recta, salvo choque con otros cuerpos. A mediados del siglo XVII, a pesar de la importancia de Descartes, el eslabón entre Galileo y Newton lo constituirá la obra de Christian Huygens (1629-1695), para quien no todas las leyes de Descartes sobre el choque de los cuerpos tienen validez. Huygens, al menos, las pone en duda y plantea sus propias reglas de acuerdo con la experiencia. En 1666 envía su solución a la "Royal Society". Su informe trataba del choque de cuerpos duros y elásticos a partir del principio de inercia, de un principio de relatividad y del postulado según el cual dos cuerpos iguales animados por velocidades iguales y que chocan directamente rebotan cada uno de ellos con la velocidad que poseían. No obstante, lo más destacable en la mecánica de Huygens es su descubrimiento esencial de las leyes de la fuerza centrífuga, cuyas proposiciones fueron publicadas en su "Horolofum oscillatorium" (1673), aunque previamente, en 1659, había redactado un trabajo específico sobre ello, "De vi centrífuga", publicado en 1703. Por otra parte, con ayuda de las leyes galileanas de caída de los graves y corrigiendo, al mismo tiempo, las ideas sobre el péndulo, Huygens intentó obtener un péndulo isócrono en toda la amplitud, lo que le llevó a sustituir el péndulo circular por el cicloidal, paralelamente a lo cual construyó, en 1657, relojes cicloidales. Por último, Huygens no fue ajeno a la consideración del tema cartesiano de la relatividad del movimiento.
contexto
La culminación de la nueva ciencia de la mecánica y de la revolución científica está representada por la obra de Isaac Newton (1642-1727). Él justificó plenamente la confianza de Galileo y de Kepler en la estructura matemática de la Naturaleza. En efecto, sus "Philosophiae naturalis principia matemática" (1687) o sencillamente "Principia", constituyeron la cumbre del esfuerzo científico del siglo XVII por experimentar y por sujetar los fenómenos de la naturaleza a las leyes de las matemáticas, al mismo tiempo que fueron la culminación de su reacción contra la tradición y de su búsqueda de elementos conceptuales nuevos. Al cultivar las matemáticas hasta donde se relacionan con la filosofía, como él mismo afirmaba, estaba sentando principios de física matemática que han sido valiosos hasta mediados del siglo XIX. Los "Principia" comienzan con definiciones y axiomas o leyes del movimiento, que constituyen el primer código de la ciencia de la mecánica: masa, cantidad de movimiento, inercia, fuerza impresa y fuerza centrípeta. La noción de masa aparece bajo la expresión "cantidad de materia"; la cantidad de movimiento se define por el producto de la masa por la velocidad. Newton se ocupa de las distintas fuerzas y establece, para corregir los principios de Descartes, que al utilizar los conceptos de tiempo, de espacio, de lugar y de movimiento es preciso que se distinga en ellos lo absoluto de lo relativo, lo verdadero de lo aparente, lo matemático de lo vulgar y, de ese modo, al lado del tiempo absoluto, Newton introduce el concepto de tiempo relativo, y de igual manera opera con el resto de los conceptos de espacio y movimiento. La primera ley del movimiento enunciada por Newton y cuya paternidad corresponde a Galileo es la ley de inercia, según la cual todo cuerpo persevera en el estado de reposo o de movimiento uniforme en que se encuentre, a menos que una fuerza lo obligue a cambiar de estado. La segunda ley del movimiento, originaria también de Galileo, establece que los cambios que ocurren en la cantidad de movimiento son proporcionales a la fuerza motriz y se desarrollan en la dirección de esta fuerza. La tercera ley, que pertenece en todo a Newton, establece que a cada acción se opone siempre una reacción igual, que las acciones mutuas de dos cuerpos, uno sobre otro, son siempre iguales y opuestas. Con la ayuda de esos conceptos y de esas leyes Newton se ocupa en los dos primeros libros de los Principia de la teoría general de la dinámica y de las matemáticas que se necesitan para desarrollarla. De ese modo, Newton integra por vez primera el movimiento de los cuerpos celestes en una dinámica precisa, plantea los teoremas sobre la atracción de esferas, trata el problema del movimiento de un cuerpo en un medio resistente, esboza teorías acerca de la resistencia de los fluidos, estudia la velocidad de propagación de las ondas adelantándose así a Laplace, distingue los distintos conceptos de fluido y demuestra cómo la trayectoria parabólica de los proyectiles de Galileo es un caso especial del funcionamiento de una fuerza constante para, más adelante, hacer extensiva esta idea a las proposiciones ópticas referentes al movimiento de una partícula de luz. En ese sentido, Newton se enfrentó con un problema no resuelto por Kepler y Galileo: si una fuerza exterior es necesaria para modificar el movimiento rectilíneo uniforme de un cuerpo, ¿cuál es, por lo tanto, la fuerza que hace desviar a los astros de la línea recta en el espacio y describir trayectorias curvas? Desde 1666, reflexionando sobre el movimiento de la Luna alrededor de la Tierra, Newton se interrogaba si la gravedad que se hace sentir incluso sobre las montañas, se extendía a la Luna y retenía a ésta sobre su órbita, si la gravedad era la fuerza centrípeta. Razonó por analogía con el movimiento de los proyectiles. Si la velocidad aumenta, lucha contra la fuerza centrípeta y el proyectil cae tanto más lejos sobre la superficie terrestre cuanto con mayor velocidad se desplaza. Cabe, por tanto, pensar un proyectil tan veloz que no caiga, sino que vuelva al lugar desde donde fue disparado. Y si la tercera ley de Kepler fuera correcta, como las áreas descritas por su radio al centro de la Tierra serían proporcionales al tiempo, su velocidad, al regresar al punto de partida, sería la misma que en el momento inicial de partir, de tal manera que el proyectil recomenzaría su curso, tal como hacen los planetas en su órbita. La caída de una manzana del árbol al suelo hizo madurar en Newton las ideas para solucionar los problemas que planteaba. En primer lugar, calculó cómo la fuerza de la gravitación disminuía a medida que uno se alejaba de la Tierra. Después calculó qué aceleración produciría la gravedad sobre un cuerpo a la distancia de la Luna y pensó que aquélla tenía que ser inversa al cuadrado de las distancias; y, por último, hallado lo anterior, era necesario comprobar si los datos obtenidos eran realmente el valor de la aceleración centrípeta de la Luna. Así fue. En consecuencia, la gravitación terrestre variaba inversamente al cuadrado de la distancia. Newton estableció también que la fuerza de atracción solar varía inversamente al cuadrado de la distancia. Sus resultados no fueron publicados de inmediato, pues Newton dudaba si había que calcular la distancia de los astros a la superficie o al centro de la Tierra. Pero, en 1680, solucionó el problema al resolver la trayectoria de una partícula moviéndose en las inmediaciones de una fuerza de atracción, variable según la ley del cuadrado inverso. Demostró que la trayectoria es una elipse, de la cual el cuerpo que atrae ocupa uno de los focos. Y, en 1685, demostró que un cuerpo esférico, cuya densidad es igual en todos los puntos equidistantes del centro, ejerce su atracción sobre una partícula exterior como si toda la masa del cuerpo estuviese concentrada en su centro. En consecuencia, por inducción, podía considerar todas las partes del sistema solar como si fuesen partículas masivas. Fue entonces cuando tomo la decisión de publicar sus Principia. El tercer libro de los Principia contiene un conjunto de descubrimientos tal, que determinaron el progreso posterior de toda la ciencia mecánica celeste. En él trata fundamentalmente del sistema del mundo, donde estudia el movimiento de los satélites alrededor de un planeta y el de los planetas alrededor del Sol, sobre la base de la atracción universal, al mismo tiempo que demuestra cómo se pueden hallar las razones de las masas de los planetas a partir de la masa de la Tierra. Fija la densidad de la Tierra entre 5 y 6, acercándose al valor admitido hoy (5, 5), y cifra la masa del Sol y la de los planetas con satélite. Asimismo, su cálculo teórico de la proporción entre los ejes polar y ecuatorial de la Tierra fue excelente, afirmando, sin disponer de información geodésica, que el eje polar es geográficamente más corto que el ecuatorial. Estudió la variación de la aceleración del peso con la latitud; ofreció los principios de la interacción gravitacional entre el Sol, la Luna y el agua oceánica; y sentó las bases de la teoría del flujo y el reflujo de las mareas. Expuso, finalmente, que la trayectoria de los cometas se explica por la atracción del Sol y precisó cómo se calculan las circunstancias de su reaparición. En la segunda edición del tercer libro de los Principia (1713) incluyó Newton una introducción titulada Regulae philosophandi, donde expone su filosofía científica, completada más tarde en los Opticks. La regla tercera tiene por objeto validar la analogía generalizadora que consiste en atribuir a todos los cuerpos en general las cualidades que pertenecen a todos los cuerpos sobre los que ya se posee experiencia. En virtud de esta regla Newton justifica, por analogía con la gravitación terrestre -la de la Luna sobre la Tierra-, la inducción de la gravitación universal, aunque, en este caso, como el propio Newton admite, la gravitación no sea una cualidad esencial de la materia. La regla cuarta expresa que las proposiciones obtenidas por inducción a partir de los fenómenos son siempre susceptibles de replanteamiento problemático por nuevas experiencias, mas no por simples hipótesis contrarias, "pues todo lo que no se deduce de los fenómenos es una hipótesis; y las hipótesis, sean metafísicas, sean, físicas, sean mecánicas, sea la de las cualidades ocultas, no deben ser recibidas en la filosofa experimenta"l. De ese modo daba Newton a su física un lenguaje exclusivamente matemático sobre una consistente base experimental. Por otra parte, la filosofía científica de Newton iba acompañada por una teología, según la cual el orden que reina en el sistema del mundo es obra de un ser todopoderoso e inteligente. Dios está sustancialmente presente en todas partes y siempre. Como Dios es omnipresente, Él es la causa de que en todas partes la fuerza gravitacional funcione entre los cuerpos. Diríase, pues, que Newton se inclinaba a pensar, aunque él no lo dijese, que la ley de la gravedad tenía su fundamento sólo en la arbitraria voluntad de Dios. Para Newton la creación no constituía un acontecimiento en el tiempo, hecho y terminado, ni su creador era una persona histórica. Dios gobierna la existencia de un universo como Providencia (que los cometas no choquen contra el globo terrestre es una señal de la gobernación divina) y sólo lo conocemos por la perfecta estructura de las cosas y por las causas finales. La inteligencia humana no constituye sino el reflejo infinitesimal de la conciencia divina, y la armonía que reina en el mundo es consecuencia de una intención deliberada, de una elección y no de una casualidad.
contexto
La medicina fue la ciencia en la que los egipcios adquirieron mayor fama en la antigüedad e incluso posteriormente. Los egipcios suponían que un hombre sano no tenía nada que ver con el hombre enfermo, ya que la enfermedad era siempre el efecto de potencias hostiles al ser humano, fuerzas ocultas y no reducibles a un examen objetivo. Con este razonamiento era necesario recurrir a poderes irracionales, como la magia y la hechicería. Sin embargo, la observación desarrollada por los profesionales egipcios abrirá un camino directo de indagación que servirá para acumular experiencias que en muchos casos darán acertadas soluciones para la curación de dolencias. Los altos círculos cortesanos disponían de una medicina bastante sofisticada, ya desde el Imperio Antiguo. Aparecen dentistas y oftalmólogos, así como especialistas en enfermedades internas y digestivas. Quizá sea el Papiro Smith el mejor documento médico que disponemos. Se trata de una descripción de las heridas desde la cabeza hasta la columna vertebral media, donde se interrumpe el manuscrito, con su correspondiente diagnóstico y su tratamiento científico. En el Papiro Ebers encontramos 870 párrafos con exorcismos referentes a medicina general y el tratamiento de enfermedades internas, ojos, piel, brazos y piernas, por lo que se trata de un documento de carácter más mágico que científico, aunque en la referencia al corazón dice que "hay vasos en el corazón que van a todos los miembros". Al corazón pensaban que iban a parar toda clase de humores líquidos como las lágrimas, la orina, el esperma o la sangre. En este papiro encontramos las instrucciones para curar de mal estomacal a través de "un remedio de hierbas, (...) planta pa-serit, nuez de dátil; serán mezcladas y humedecidas en agua, y el hombre los beberá durante cuatro mañanas, de manera que vacíe su vientre". En el Papiro de Berlín se hace referencia a la pediatría, mezclándose ciencia con magia. En una medicina puramente empírica había remedios que efectivamente no estaban del todo alejados de la eficacia curativa. Como remedio para la bronquitis y laringitis empleaban la miel y las inhalaciones, así como la sobrealimentación para las afecciones pulmonares. Las enfermedades gástricas e intestinales eran combatidas con ricino y lavados de estómago. Conocían y trataban la bilarzia, afección hepática muy frecuente en Egipto; curaban las enfermedades de la boca, empastaban dientes, operaban encías, combatían con cierta eficacia el tracoma, las cataratas y demás afecciones oftálmicas, utilizando extractos hepáticos. La farmacopea era variada y pintoresca, utilizando desde plantas medicinales hasta excrementos de animales, así como el uso de moscas o elementos procedentes del hipopótamo. A esto debemos añadir la magia y hechicería que dominaban la medicina egipcia. A pesar de sus aspectos más rudimentarios, la medicina egipcia gozó de un gran prestigio en la antigüedad: los griegos no ocultaban su admiración por ella. Incluso la influencia de la medicina egipcia en la ciencia tardoantigua y medieval se pone de manifiesto en múltiples detalles.
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Los sumerios consideraban que las enfermedades estaban causadas por espíritus demoníacos, por lo que sólo podían ser contrarrestadas con determinadas prácticas que mezclaban lo empírico y lo espiritual. Los sanadores, que reciben nombres diversos como ka-pirig o mash-mash, eran personas especializadas, generalmente miembros del sacerdocio. Estos personajes realizaban determinados rituales en torno al enfermo -prácticas adivinatorias, recitación de oraciones, aplicación de ungüentos, etc.-. Además existieron médicos cuya práctica estaba más relacionada con el empirismo, capaces de realizar intervenciones quirúrgicas. Entre estos médicos (a-zu) fue conocido Urlugal-edinna, que vivió hacia el 2020 a.C. Los médicos y especialistas sanitarios sumerios conocieron las propiedades curativas de algunas plantas, minerales y productos de origen animal. Gracias a una tablilla encontrada en Nippur del III milenio a.C. sabemos que utilizaron sustancias como el cloruro sódico y el nitrato, junto a las que aparecen la leche, el polvo de concha de tortuga, la piel de serpiente, plantas como el tomillo y el mirto o frutos como el dátil, el higo o la pera. Los conocimientos químicos les llevaron a elaborar varios tipos de cerveza, pomadas, manipular metales o fabricar otras bebidas alcohólicas. Las sustancias curativas logradas eran administradas al paciente por medio de cataplasmas, pomadas o pulverizaciones, así como por vía oral.
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La medicina experimentará importantes avances, manifestando Hipócrates de Cos que "todas las enfermedades tienen una causa natural, sin la cual no pueden producirse". A pesar de esta acertada máxima, todavía se otorgaba un importante papel a la magia en la curación de enfermedades. Continuando el nivel médico alcanzado en Egipto, la medicina griega obtuvo un grado de desarrollo significativo, introduciendo la experimentación como fórmula de conocimiento. En esta línea debemos plantear la habitual práctica de disecciones a partir del siglo V a. C., estableciéndose un amplio número de escuelas médicas en todo el territorio de la Hélade. Figuras como Alcmeón de Crotona -autor del primer tratado médico griego conocido-, Empédocles -quien sanó a la ciudad de Selinunte de la malaria al desviar el cauce de uno de los ríos para incrementar de agua al otro-, o Demócrito de Abdera anteceden a Hipócrates, quizá el médico más popular de Grecia gracias al famoso Juramento Hipocrático y a la realización de importantes operaciones con las que consiguió curar a numerosos enfermos. Proxágoras de Cos establecería una aceptable distinción entre venas y arterias, al tiempo que planteaba cómo entre la columna vertebral y el cerebro existía continuidad. Serapión de Alejandría y Filino de Cos son los creadores de la escuela empírica, basada en la experiencia y en la observación, produciéndose un importante desarrollo de la cirugía, especialidad en la que destaca Filoxeno de Alejandría, el autor del primer tratado de cirugía conocido. Pero no debemos olvidar la importancia de los santuarios de Asclepio y Dionisos como lugares de curación relacionados con la magia, realizándose ceremonias curativas en las que el dios y el enfermo se unían para sanar los males. Los baños serán una de las terapias más recomendadas por los médicos helenos, existiendo una red de balnearios curativos frecuentemente visitados. La sanidad era costeada en buena parte por el Estado al pagar a los médicos y financiar los tratamientos de los sectores sociales más humildes. En relación con la medicina se produjo también un importante desarrollo de la botánica gracias a Empédocles, Teofrasto o Aristóteles. Las plantas fueron divididas en árboles, arbustos y hierbas. La botánica permitió el avance de la farmacología, elaborándose herbarios que compilaban las plantas medicinales conocidas.