Busqueda de contenidos

contexto
Una de las conclusiones del XX Consejo Nacional de la Sección Femenina fue elevar a las Cortes una propuesta sobre el acceso de las mujeres en igualdad de condiciones con los hombres, a las oposiciones y concursos que exigían títulos profesionales o universitarios. El borrador fue titulado "Proposición de Ley sobre Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la mujer", que apenas difiere del aprobado por las Cortes en 1961. Pilar Primo de Rivera había contestado a Mercedes Formica que "El congreso no se limita a la propaganda, sino a conseguir realidades, trata la ponencia como quieras", cuando esta le informó de que su ponencia iba a defender la incorporación sin restricciones de las mujeres al mundo del trabajo. Gráfico La noticia de la aprobación de la Ley de 22 de julio de 1961 fue recibida con grandes titulares en la prensa, aunque posteriores valoraciones le dieron valor propagandístico, ya que se trataba de un logro de la Sección Femenina.
contexto
La Ley de 24 de abril de 1958, sustituyó el concepto "casa del marido", con el que se definía entonces la vivienda común del matrimonio, para transformarlo en el "hogar conyugal", el término propuesto por Mercedes Fórmica. Desde entonces los jueces pudieron decretar que fuese la mujer la que disfrutase de la vivienda conyugal tras la separación. También se eliminó la figura degradante del "depósito de la mujer", ese derecho-obligación del marido de "depositarla" en casa de los padres o en un convento. Además se limitaron los poderes casi absolutos que tenía el marido para administrar y vender los bienes del matrimonio, y se permitió que las mujeres viudas que contrajesen nuevo matrimonio pudieran mantener la patria potestad sobre sus hijos. Mercedes Fórmica reclamó también la eliminación de otros preceptos legales que atentaban contra la dignidad de la mujer, como el tratamiento discriminatorio de la mujer adúltera frente al hombre adúltero en el Código Penal, reforma que no llegó hasta la democracia, en 1978, cuando se despenalizó el adulterio. Poco antes se había eliminado la licencia marital y la obediencia al marido, que hasta 1975 habían sido obligaciones legales. La activa participación de Fórmica en el impulso de esta reforma hizo que fuese bautizada, con ironía, como "la reformica", aludiendo a su apellido y al limitado alcance de la misma, pese a que fue un importantísimo primer paso hasta que la ley reconociera ¡en 1981! la plena igualdad del marido y la mujer en el matrimonio. Las voces que desde comienzos de los años cincuenta habían solicitado una revisión de al situación jurídica, siguieron escuchándose después de 1958. La revista Teresa, publicación de la Sección Femenina, aportó un amplio reportaje elaborado entre 1956 y 1958, "Las mujeres quieren trabajar", donde se recogían las profesiones a su entender "mas adecuadas" para las mujeres, y de manera novedosa, se indicaba también un amplio abanico de posibilidades profesionales que se iban adecuando más a la realidad social del momento, y que iban de traductora de idiomas a la creación de un cuerpo de policía femenino. Desde el ámbito jurídico no faltaron aportaciones. En 1959, un grupo de alumnas de cuarto curso de Derecho de la Universidad Central de Madrid organizaron un ciclo de conferencias bajo el lema "La mujer en la vida jurídica española". So objetivo era plantear públicamente, en un entorno universitario, las limitaciones que se encontraban las licenciadas en Derecho para acceder a la vida jurídica. En el ciclo participaron destacados juristas y algunos de los profesores que ya habían participado en la encuesta del diario ABC en 1953. Gráfico Estaba claro que ya a finales de los cincuenta, existía un estado reopinión cada vez más favorable a la reforma de las limitaciones jurídicas de las mujeres. Algunos factores como la puesta en marcha en 1959 del Plan de Liberalización y Estabilización Económica; el turismo; la emigración; la influencia del cine, la radio y las revistas; así como las necesidades del Régimen franquista y de la Sección femenina de dar una imagen más acorde con los tiempos, contribuyeron a los siguientes pasos para la aprobación de la Ley de 22 de julio de 1961.
contexto
El día ocho de marzo de 1941, la Cámara Alta de los Estados Unidos aprobaba, por sesenta votos contra treinta y uno, el texto de la denominada Ley de Préstamo y Arriendo. Por ella se facultaba al Presidente Roosevelt para una actividad discrecional que iba mucho más allá que cualquier otro grado de poder de disposición había podido tener ninguno de sus predecesores en el cargo. Mediante la puesta en práctica de la misma, Norteamérica entraba en virtual situación de guerra con Alemania y sus aliados. Así culminaba un proceso iniciado con la demostración de la amenaza que el Reich suponía para la libertad de los países europeos. Esta disposición legal convertía a los Estados Unidos en un verdadero "arsenal de la democracia", en expresión de su Presidente, quien podía decidir con absoluta libertad sobre una serie de planos que, sintetizados, eran los siguientes: selección de los países beneficiarios; fabricación y entrega de armas y municiones; venta transferencia, cambio, préstamo y arriendo de cuantos artículos desease; reparación y acondicionamiento de los mismos una vez en poder de los gobiernos favorecidos; comunicación con dichos gobiernos acerca de cuanta información considerase necesaria; y, finalmente, determinación de los plazos de entrega y pago. Podía, en definitiva, obrar con entera libertad en este amplio campo, sin interferencias de ninguna clase. Esta nueva realidad introducía de nuevo a los Estados Unidos en el bando democrático empeñado en su lucha contra el totalitarismo agresor, en la misma forma en que lo había hecho en 1917. Hasta ese momento, el país había prestado mucho más que su proclamada "ayuda moral" a una Gran Bretaña situada en posición de progresivo debilitamiento. A finales del año 1940, la isla se encontraba exangüe debido al alto costo de la guerra que, si bien se libraba con éxito tanto en el Canal como en el Mediterráneo, había agotado prácticamente la totalidad de sus reservas económicas. Acerca de esto, escribiría Winston Churchill en sus memorias: "Habíamos pagado más de 4.500.000.000 de dólares en dinero efectivo. Sólo nos quedaban mil millones, la mayor parte en inversiones, muchas de las cuales no eran negociables. Resultaba evidente que no podíamos continuar de aquel modo. Aunque nos despojásemos de todo nuestro oro y divisas extranjeras no podríamos pagar ni la mitad de lo pedido y la extensión de la guerra hacía necesario poseer diez veces más". Estos párrafos ilustran a la perfección la trascendencia que tendría para Inglaterra la aplicación de dicha ley de ayuda. Hasta entonces, el sistema denominado de "cash and carry", basado en la práctica de pagar el material y llevárselo, había supuesto un costo excesivamente elevado y que no podía seguir manteniendo por más tiempo. En el interior de Estados Unidos se cerraba, por su parte, un período que en algunos momentos había alcanzado elevados grados de tensión social, al dividir a la opinión con respecto a la implicación o no del país en la conflagración iniciada. Ahora Roosevelt, fortalecido tras su tercer triunfo electoral del mes de noviembre de 1939, había podido impulsar con éxito su política de compromiso con los países que luchaban contra el Eje. Hasta ese momento había hecho todo lo posible en aquella dirección, a través de una serie de acciones que lo habían situado en posición de no beligerante, sustituyendo a la anterior de neutral. Esto lo aproximaba cada vez más hacia el interior del conflicto generalizado al que el mundo se veía abocado de forma irreversible. Frente a la actividad desplegada por bien organizados grupos -sobre todo el denominado "América ante todo"-, que propugnaban la inhibición frente a la política agresiva de Alemania y sus aliados, los grupos centrados en la figura del Presidente demócrata trataban de actuar sobre tres frentes complementarios. En primer lugar, prestar ayuda a Inglaterra en su lucha particular; junto a ello, ganar tiempo para llevar a efecto las necesarias operaciones de rearme propio; finalmente, frenar al Japón mediante la utilización conjunta de la diplomacia y la fuerza disuasoria de la armada estacionada en el Pacífico. De hecho, en 1940, los Estados Unidos todavía no se encontraban en situación propicia para soportar con posibilidades de triunfo un enfrentamiento con Tokio, integrado en el Eje y por tanto potencial enemigo a combatir. Ya a partir del momento de la derrota de Francia el gobierno norteamericano había decidido, además del reforzamiento de su arsenal bélico, una serie de medidas referentes a la movilización masiva de sus contingentes de posibles combatientes. Gran Bretaña ya había recibido buques y material energético, mientras que Norteamérica, mediante el Acta de La Habana firmada en julio de 1940, extendía su protección a la totalidad del territorio continental. A fines de aquel mismo año, Churchill, en vista de la precaria situación expresada en los párrafos citados antes, había enviado una comunicación a Roosevelt exponiéndosela bajo los términos más crudos. Fue precisamente la comprobación de esta sombría realidad el elemento que decidiría al Presidente norteamericano a dar el paso que deseaba desde hacía largo tiempo. En ningún momento había ocultado su inclinación a entrar en la guerra, aunque respetaba las limitaciones legales que se lo impedían. Ello no era obstáculo, sin embargo, para que en plena situación de neutralidad llegase a afirmar: "En el mundo de hoy no existe nada tan absolutamente importante como la derrota de Hitler". Así, como escribe el historiador J. F. C. Fuller, mientras Roosevelt afirmaba que el país no entraría en la guerra, removía cielo y tierra para provocar a Hitler a declarar la guerra al mismo pueblo al que tan ardientemente prometía la paz. Entregó de esta manera destructores a Gran Bretaña, descargó tropas en Islandia y emprendió el patrullaje de las rutas navales atlánticas para salvaguardar a los convoyes ingleses. Es decir, llevó a cabo actos de guerra declarados. Ello, por otra parte, no hacía sino enconar todavía en mayor medida las actitudes opuestas de los ya mencionados grupos aislacionistas, acerca de varios de los cuales se descubriría posteriormente que se encontraban por entonces subvencionados económicamente por el Reich. La Ley de Préstamo y Arriendo comprendió en su ámbito de acción de forma inicial a Gran Bretaña y a su aliada y amenazada Grecia; más tarde acogió a China y, a partir del mes de junio de 1941, a la Unión Soviética invadida por Alemania. De esta forma, actuando con rapidez extrema, la administración norteamericana se incautó de todas las embarcaciones de los países del Eje atracadas en sus puertos, desplegó sus efectivos militares sobre Groenlandia y clausuró los consulados de aquellos países. A partir de este momento, la manifiesta situación bélica habría de plasmarse además a través de los enfrentamientos que tuvieron lugar en aguas del Atlántico. Antes de que finalizase el año, siete mercantes norteamericanos habían sido hundidos por submarinos alemanes en el océano. Cuando Roosevelt había apelado al Congreso para conseguir la aprobación de la ley había hablado de la necesidad de defender las que él calificaba de Cuatro libertades: De palabra, de religión, de actuación y de posesión de los derechos inherentes a la persona integrada en un sistema democrático. Así, en función de esta idea básica los Estados Unidos proporcionaron a los británicos cerca de 8.000 millones de dólares en armamento, materiales alimenticios y servicios de variada índole. Al mismo tiempo, el país incrementaba su producción en general, orientándola hacia la fabricación de los artículos necesarios para afrontar la situación bélica planteada. Norteamérica ya solamente debía esperar al domingo, día siete de diciembre, para que el ataque lanzado sobre su base de Hawai le permitiese entrar con pleno derecho en el conflicto. Para entonces, Roosevelt se había entrevistado con Churchill en la isla de Terranova el día catorce de agosto, con el fin de concretar el texto de una declaración conjunta acerca de los objetivos de guerra de los aliados. De esta reunión nacería la denominada Carta del Atlántico, que integraba una serie de principios comunes "sobre los que basar sus esperanzas en un futuro mejor para el mundo", según su propia expresión. Aquí, además de las ya citadas Cuatro libertades se añadía la específica renuncia a posibles modificaciones territoriales, la promesa general de restauración del autogobierno en los países que habían sido privados de él por la fuerza y, finalmente, el ofrecimiento de igualdad de oportunidades para las actividades comerciales y el intercambio de materias primas. Esta reunión inauguraba así la serie de conferencias que a lo largo de la guerra servirían para configurar la faz del mundo una vez producido el hundimiento de las potencias del Eje.
obra
Casado pintó este lienzo en Roma donde recibió los elogios de los pintores y la nobleza y la aristocracia local. La escena recoge el escarmiento dado por el rey Ramiro II de Aragón a los levantiscos nobles que se habían rebelado contra su autoridad. El suceso se desarrolla en los sótanos del palacio y nos presenta al monarca acompañado de su fiero mastín. Don Ramiro aparece de pie, erguido y desafiante a pesar de su vejez, extendiendo la mano para exponer el dantesco espectáculo. Con las cabezas de los nobles díscolos ha formado el anillo de una gigantesca campana. Entre las cabezas estaban las de los caballeros Ferriz de Lizana, Roldán, Gil Atronillo y García de Vidaura. La testa del arzobispo Pedro de Lucria, líder de la conspiración, hace de badajo colgando de una gruesa cuerda. En la zona derecha de la composición nos encontramos con los demás nobles de la corte, llamados por el rey para contemplar la terrible escena. Los personajes se precipitan por las estrechas escaleras de la estancia y quedan helados ante la horrenda visión del escarmiento. Cada una de sus indumentarias está descrita con minuciosidad, llamando nuestra atención las calidades táctiles de telas o metales. Pero más interesante es la galería de expresivos rostros que configuran esta zona. Estos espléndidos retratos nos muestran las diferentes expresiones que provoca el suceso: ira, miedo, repulsa, rabia o incluso deseos de venganza en la mirada del primer noble. El centro de la escena queda casi vacío para aumentar la tensión dramática del momento. Resulta curioso el contraste entre la bóveda oscura del muro del fondo que enmarca la figura del monarca mientras que el lado derecho de la escena está plenamente iluminado. El estilo de Casado conjuga un excelente y seguro dibujo con una pincelada rápida, jugosa y precisa al mismo tiempo, no sólo en rostros o atuendos, sino en elementos más anecdóticos como el perro o los sillares de la pared. El resultado es un cuadro lleno de realismo con el que Casado consiguió importantes triunfos. Casado envió el lienzo a la Exposición Nacional de 1881, cosechando sólo una mención honorífica debido a las envidias. Los discípulos y amigos del maestro le obsequiaron con una corona de oro para desagraviar la afrenta sufrida y el Estado compró el lienzo en 35.000 pesetas. El cuadro fue enviado a las exposiciones de Munich y Viena consiguiendo las más altas recompensas y en la Internacional de París (1889) causó gran sensación.
video
Casado del Alisal pintó en 1880 una de las obras maestras del género: La leyenda del rey monje, también conocida como La campana de Huesca. La escena recoge el escarmiento dado por el rey Ramiro II de Aragón a los levantiscos nobles que se habían rebelado contra su autoridad. El suceso se desarrolla en los sótanos del palacio y nos presenta al monarca acompañado de su fiero mastín. Don Ramiro aparece de pie, erguido y desafiante a pesar de su vejez, extendiendo la mano para exponer el dantesco espectáculo. Con las cabezas de los nobles díscolos ha formado el anillo de una gigantesca campana. Entre las cabezas estaban las de los caballeros Ferriz de Lizana, Roldán, Gil Atronillo y García de Vidaura. La testa del arzobispo Pedro de Lucria, líder de la conspiración, hace de badajo colgando de una gruesa cuerda. En la zona derecha de la composición nos encontramos con los demás nobles de la corte, llamados por el rey para contemplar la terrible escena. Los personajes se precipitan por las estrechas escaleras de la estancia y quedan helados ante la horrenda visión del escarmiento. Cada una de sus indumentarias está descrita con minuciosidad, llamando nuestra atención las calidades táctiles de telas o metales. Pero más interesante es la galería de expresivos rostros que configuran esta zona. Estos espléndidos retratos nos muestran las diferentes expresiones que provoca el suceso: ira, miedo, repulsa, rabia o incluso deseos de venganza en la mirada del primer noble. El estilo de Casado conjuga un excelente y seguro dibujo con una pincelada rápida, jugosa y precisa al mismo tiempo, no sólo en rostros o atuendos, sino en elementos más anecdóticos como el perro o los sillares de la pared. El resultado es un cuadro lleno de realismo con el que Casado consiguió importantes triunfos.
contexto
Dentro del conjunto general del conflicto la situación de Bulgaria era extremadamente ambigua y peligrosa. Debido a la acción ejercida por Alemania, el país se había integrado en la alianza Tripartita y había participado en las operaciones de invasión de Yugoslavia en la primavera de 1941. En este país Bulgaria mantenía en el verano de 1944 fuerzas de ocupación situadas en sus zonas vitales. La peculiaridad más destacada de la situación de Bulgaria era el significado por las especiales relaciones que mantenía con la Unión Soviética. De manera formal, el Gobierno de Sofía no se encontraba en estado de guerra con Moscú. Así, a pesar de las presiones ejercidas por Alemania, en la capital búlgara se mantuvo abierta la embajada soviética una vez iniciada la invasión de este país por las fuerzas de la Wehrmacht. Desde el mes de enero de 1941, los alemanes habían ocupado los puntos neurálgicos del territorio búlgaro aprovechando una situación de perturbación general que sufría el país. La situación no podía ser más comprometida, sobre todo a partir del momento en que se produjo el fallecimiento del zar Boris. Las circunstancias que rodearon el suceso se mantuvieron en niveles muy ambiguos, teniendo en cuenta además que resultaban beneficiosas a los intereses alemanes. Debido a estos hechos, Bulgaria se organizó mediante un sistema de regencia, dada la menor edad del nuevo monarca. El país mantenía unos tradicionales sentimientos rusófilos, que habían fomentado la aparición de un extenso movimiento de resistencia a la presencia alemana. Un denominado Frente Patriótico reunía, llegado el verano de 1944, a casi setecientos comités secretos de lucha clandestina. Junto a esto existía un ejército de partisanos que combatía en las zonas rurales y se hallaba integrado por más de 18.000 hombres. Contando con esta realidad, y apoyándose en el hecho de la petición de armisticio por parte de Rumania, el gobierno de Bagrianov declaró la neutralidad de Bulgaria el 28 de agosto de 1944. Decidió así mismo la retirada de los efectivos situados en la vecina Serbia, con ánimo de ofrecer una imagen pacifista a los que se presentaban como futuros vencedores en la contienda. Sin embargo, esta decisión provocó entre las autoridades soviéticas una reacción diferente a la esperada. Stalin imaginaba que la neutralidad de Bulgaria favorecería la salida del país de las tropas alemanas allí acantonadas. Con ello se impediría la penetración en él del Ejército Rojo, que constituía el interés máximo del dirigente soviético. Para evitar esto la Unión Soviética declaró la guerra a Bulgaria el día 6 de septiembre de 1944. A continuación, lanzó sobre ella a parte de las tropas que habían llevado a cabo la ocupación de la vecina Rumania. Cuarenta y ocho horas después el Gobierno de Sofía solicitó el armisticio, mientras que las fuerzas soviéticas penetraban en territorio búlgaro sin encontrar resistencia alguna por parte de su Ejército. No se produjo un solo enfrentamiento durante la realización de esta operación, al tiempo que se iniciaba un movimiento insurreccional hasta entonces mantenido de forma latente. La presencia de las tropas de ocupación servía de directo respaldo a la acción de las elementos de izquierda que se oponían al sistema dictatorial impuesto desde hacia décadas. Las fuerzas soviéticas, al mando de los mariscales Malinovsky y Tolbukhin ocupaban los centros neurálgicos del país. Mientras, el día 6 de septiembre, comenzó una oleada huelguista en los establecimientos industriales de la capital. De forma inmediata el movimiento se extendió al resto de los centro fabriles y mineros hasta conseguir la total paralización de la producción. La población de las ciudades salió a la calle y abrió las cárceles para liberar a los numerosos reclusos que se encontraban prisioneros por motivos políticos. El Frente Patriótico se hizo con el poder en Sofía, y ordenó al Ejército de Liberación Popular que ocupase, de acuerdo con las tropas soviéticas, los puntos clave del territorio nacional. Las fuerzas armadas regulares no solamente no opusieron ninguna resistencia, sino que en una importante proporción se pasaron sus miembros a las filas de los insurrectos. El 9 de septiembre quedó constituido un gobierno revolucionario presidido por el comunista Cheorghiev, quien declaró la guerra a Alemania y a Hungría. Además, decidió la disolución del parlamento y la policía, así como la retirada de las fuerzas militares búlgaras estacionadas en los países limítrofes. Las nuevas autoridades decidieron asimismo la participación en la guerra contra Alemania con el fin de salir del conflicto dentro del bando de los vencedores. De esta forma, el Ejército búlgaro fue integrado dentro del soviético y participó en la liberación de Yugoslavia y Hungría. En esta acción, que se prolongó durante casi ocho meses, murieron más de 32.000 soldados búlgaros, y muchos millares fueron heridos o declarados desaparecidos.
contexto
A las 2 horas del 6 de junio de 1944 se inició la Operación Overlord, que llevó ante las costas de Normandía a una poderosísima flota con grandes fuerzas de desembarco, protegidas por un paraguas aéreo que los alemanes fueron incapaces de eliminar. El resultado estaba anunciado: la débil muralla del Atlántico montada por Hitler se hundió. A la minuciosa organización de Overlord se dedica el primer artículo de este apartado, que también reconstruye el triunfo de la operación. Un triunfo que bien pudo ser mucho más costoso si Berlín hubiera creído los informes del espía Cicerón. Pero Hitler, basándose en sus intuiciones, no reforzó el punto atacado, ni permitió el rápido despliegue alemán para poder contraatacar con éxito. De ahí que los aliados pudieran afirmarse en sus cabezas de playa y, tras un duro forcejeo inicial, avanzar decididamente hasta llegar a las fronteras alemanas, donde aún habría durísimas batallas, como las de Arnhem, Las Ardenas y Alsacia.
contexto
El proceso de liberación del territorio heleno abrió en el país un período de inestabilidad que habría de conducirlo a una guerra civil de tres años de duración. Tras las sucesivas declaraciones de guerra de Rumanía y Bulgaria al Reich y las subsiguiente ocupación de estos países por el Ejército Rojo, las fuerzas alemanas estacionadas en Grecia comenzaron a ser evacuadas hacia el norte. Aparte del empuje soviético, la presencia británica desde el Mediterráneo amenazaba de forma cierta a estos efectivos de una Alemania ya declinante. Quedaban sin embargo contingentes germanos en Creta y en las islas del Dodecaneso, de soberanía italiana. Pero el abandono prácticamente pacífico de las posiciones mantenidas en el continente ponía fin a la que había sido una de las ocupaciones más duras sufridas por la Europa de Hitler. El día 4 de octubre de 1944, las fuerzas británicas realizan su primera acción de desembarco en la zona de Patras, sin encontrar resistencia. La previa marcha de los alemanes haría posible, de esta forma, la liberación del país, que se realizó en cinco semanas. Sin embargo, el profundo enfrentamiento interno que dividía a las fuerzas que integraban la activa resistencia se había manifestado ya con anterioridad de forma clara. Solamente la actitud británica, que actuaba drásticamente en contra de estas actitudes debilitadoras había sido capaz de mantener una teórica unidad. Esta, sin embargo, llegado el momento de la liberación mostraba su inexistencia y las irreconciliables divergencias que separaban a los sectores enfrentados en cuanto a principios e intereses. Ello hacía que ninguno de estos dos ejércitos -el EDES, republicano democrático- y el ELLAS -comunista- pudiese presentarse como exclusivo depositario de la soberanía nacional. Ambos sectores tenían, sin embargo, un elemento en común: su absoluto rechazo a la restauración de la desacreditada monarquía. Esta, por su parte, tenía en Winston Churchill su principal valedor, que se oponía rotundamente a la proclamación de una república, y mucho menos si ésta fuese de corte soviético, tal como exigían los partisanos comunistas. En el mes de abril de 1944, se había producido una rebelión muy extendida en el interior de las fuerzas armadas griegas estacionadas en Egipto. Fue dura e inmediatamente reprimida por las fuerzas británicas, pero sirvió de la forma más evidente para demostrar la generalización del malestar creado ante la posibilidad de una retorno del monarca. Churchill, entonces, tratando de contener el previsible deterioro de la situación, decidió organizar un Gobierno de concentración nacional, que bajo la presidencia de Papandreu integrase a la totalidad de las fuerzas políticas existentes. Sin embargo, esta obligada solución no fue capaz de detener el conflicto, y el día 3 de diciembre de 1944 se iniciaron los combates. Las fuerzas de la resistencia habían conservado sus armas, y en un plazo de tres semanas de dura lucha los comunistas dominaban la mayor parte del país, a excepción de las grandes ciudades y otros puntos de la costa. La acción de las tropas británicas enviadas desde Italia produjo un vuelco en la situación. El 13 de enero de 1945, el ELLAS se ve obligado a aceptar una tregua. De la misma forma en que había sucedido en Egipto, los británicos actuaron con gran dureza, lo que provocó una fuerte oleada de protesta en los países occidentales. Mientras, Stalin se abstenía por completo de reaccionar, en virtud del acuerdo por el que Grecia quedaba incluida dentro de la órbita anglosajona a cambio de la totalidad del resto del espacio balcánico. En Navidad, Churchill se había desplazado personalmente a Atenas con el fin de conseguir una estabilización de la situación. A pesar del obligado acuerdo, el problema seguía abierto, mientras que el ámbito político se organizaba precariamente bajo la regencia del arzobispo Damaskinos. Desde el exilio, Jorge II proclamaba mientras tanto que no volvería a Grecia a menos que fuese llamado por la libre y clara expresión de la voluntad nacional. Hasta el mes de mayo de 1945, en que se produce la rendición de Alemania, estarían estacionadas tropas del Reich en las islas del Egeo, que habían sido trasladadas a ellas en octubre del año anterior al producirse la evacuación del territorio continental. El único Estado de la región que, junto con Turquía, quedaba libre de la presencia soviética, emprendía de esta forma un camino que le llevaría a una progresiva inestabilidad, y que en el plazo de pocos meses haría estallar el conflicto civil que no se cerraría hasta 1949. Durante el mismo podría comprobarse ya de forma manifiesta la sustitución de la decaída Gran Bretaña por los Estados Unidos como elementos decisor en el ámbito mediterráneo.
contexto
El día 12 de enero de 1945, el Ejército Rojo lanza la ofensiva final sobre la línea del Vistula, en la que disponía de cabezas de puente desde el verano anterior. La capital polaca, prácticamente destruida debido a los hechos sucedidos en su interior, es ocupada entre los día 17 y 18 de ese mismo mes. El ímpetu soviético ya no se detendría a partir de ese momento hasta alcanzar el río Oder en dirección a Berlín. La liberación de Varsovia no supondría, sin embargo, el fin de la confusa situación en los planos políticos, que se trata en el siguiente apartado. Como colofón a la entrada del Ejército Rojo en las ruinas de la capital polaca, son especialmente ilustrativas las palabras del mariscal Rokossovsky, jefe del Primer Frente bielorruso, cuando refiriéndose a la fracasada insurrección afirmó: "los sublevados de Varsovia lo han estropeado todo". Y, tratando de dejar bien claro quién era el dueño del poder en medio de la situación, añadiría "Nosotros -el Ejército Rojo- tenemos la responsabilidad de la conducción de la guerra en Polonia; nosotros somos la fuerza que liberará toda Polonia de aquí a pocos meses". La situación política de Polonia en el momentos de la liberación por parte de las tropas soviéticas mostraba caracteres extremadamente confusos. Y reflejaba al mismo tiempo las contradicciones existentes entre los aliados llegado el momento de la victoria final sobre las potencias fascistas. Desde 1931, el general Sikorski había centrado en Londres los intereses de la inmensa mayoría de los polacos exiliados en varios países de Europa. Refugiados e internados en Hungría y Rumanía habían luchado al lado de las fuerzas francesas con ocasión del ataque alemán en la primavera de 1940. Durante el reembarco de Dunkerque, ochenta millares de combatientes de esta nacionalidad habían pasado a Inglaterra para continuar la lucha. Los aviones polacos habrían de distinguirse posteriormente durante la Batalla de Inglaterra en sus acciones dirigidas a contener la agresión de la Luftwaffe. Más adelante, la denominada Brigada de los Cárpatos tendría una destacada actuación en las operaciones desarrolladas por los aliados en el escenario del norte de África, y concretamente en el episodio de Tobruck. A partir del mes de junio de 1941, la invasión alemana de la Unión Soviética había supuesto una radical transformación en las perspectivas de los polacos en el exilio. Estos se vieron reconocidos como combatientes de pleno derecho por la potencias aliadas. El general Anders comandaba este contingente, que a finales del año 1942 había llegado a sumar una cifra superior a los sesenta mil hombres. Tras el episodio del descubrimiento de las fosas de Katyn, durante el cual Sikorski halló la muerte en circunstancias nunca aclaradas, el mando el gobierno polaco en el exilio pasó a Stanislas Nikolajczyk.