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Viernes, 1 de septiembre de 1939, 4,45 horas. Las tropas alemanas cruzan la frontera polaca. A la misma hora, el acorazado alemán "Schleswig-Holstein" cañonea el puerto de Danzing. El gauleiter Forster declara anexionada la ciudad al Reich. A las 6,00 horas aviones alemanes bombardean Varsovia, Cracovia, Poznan, Lodz, Katowice, Tomaszow, Plock, Grudziadz, Radom, Lvov, Grodno, Brest y Tererspol. Las hostilidades entre Alemania y Polonia, cantadas hace tiempo, han comenzado. Y con ellas, lo que todavía sólo es, para lo alemanes, una "expedición de castigo", y que pronto será la Segunda Guerra Mundial... Toda la culpa, dicen los europeos en ese caluroso verano, la tiene Danzig, esa ciudad "absurda" enclavada en Polonia, habitada por alemanes (el 96 por 100 de sus 425.000 habitantes, en 1939), pero "territorio libre" desde 1918, unido aduaneramente a Polonia, desmilitarizada, administrada por un Parlamento electivo, reivindicada por polacos y alemanes. Cuando en 1933 los nacionalistas suben al poder en Alemania y en Danzig, sobre la marcha inician la germanización administrativa de la ciudad, limitan la competencia de la Sociedad de Naciones, emprenden -ilegalmente- obras militares, toman medidas contra los judíos y fomentan la afluencia de "turistas" alemanes. Desde comienzos de 1939 Alemania no oculta su deseo de anexionársela, de grado o por fuerza. El 21 de marzo ha llegado un memorándum alemán a Varsovia, en el que se exige Danzig y la construcción de una autopista y una vía férrea que cruzaría el "corredor" polaco entre Alemania y la ciudad, y que debería tener estatuto de extraterritorialidad. Polonia se niega a la cesión y anuncia la movilización parcial (dos divisiones), de acuerdo con el "Plan Oeste". A su vez, lo alemanes deciden llevar adelante (abril) el "Plan Blanco" (ataque a Polonia) preparado ya desde febrero o marzo, lo que echa por tierra la tesis de la "espontaneidad" de la reacción alemana ante las negativas polacas, por otra parte justas. El 28 de abril Berlín denuncia el pacto de no-agresión germano-polaco de 1934. Días después, Beck, ministro polaco de asuntos exteriores, rechaza una nueva petición alemana mientras se multiplican los incidentes fronterizos y se acentúa la militarización de Danzig, donde los alemanes crean un "Cuerpo franco" y, en agosto, se restringen los permisos a sus ciudadanos. En ese mismo mes, en plena crisis, nuevas ofertas de Hitler -que espera que París y Londres convenzan a Varsovia- son rechazadas por Beck, que se niega a cualquier conversación ulterior. Los polacos, dice Beck, no quieren la paz a cualquier precio y no van a ceder como Checoslovaquia. " Lo más importante es el honor", termina diciendo. Ante esto, Hitler decide fijar el día del ataque para el 26 de agosto, luego pospuesto para el 1 de septiembre. El 31 de agosto pone en marcha la Directriz n.° 1 del plan de guerra: un incidente prefabricado que justificaría el ataque. Soldados de las SS con uniformes polacos destruyen la aduana alemana de Gleiwitz, ocupan la Radio, desde la que lanzan slogans antialemanes, y abandona algunos cadáveres tiroteados de "polacos" (en realidad presos del campo de concentración de Buchenwald). Mientras los alemanes renuevan cínicamente las ofertas de paz, salta la noticia de las "agresiones" polacas en la frontera. Al día siguiente Alemania invade Polonia. Pese a las alianzas, Francia y Gran Bretaña no se mueven. Y Hitler seguirá pensando que Londres y París no van a intervenir por Danzig. En general, se considera que el conflicto germano-polaco de 1939 es un episodio más de las siempre difíciles relaciones entre ambos países. En este caso, la responsabilidad principal recae en la Alemania nacionalsocialista y en su tajante replanteamiento del orden territorial surgido de la I Guerra Mundial, con la anexión de Bohemia y Austria (1938), la cesión por parte de Lituania de Klaipeda (Memel), en marzo de 1939, y la reclamación de Danzig (o Gdansk, en polaco). Pero Alemania "no busca colonias (en ultramar), sino territorios", Con otras palabras, la Alemania de Hitler busca la expansión en sus fronteras en pos del Lebensraum o "espacio vital", que según los ideólogos imperialistas alemanes de los siglos XIX y XX, la "joven y pujante" población alemana en crecimiento" necesitaba a costa de los pueblos inferiores del este europeo": Polonia, Ucrania, Bielorrusia, países bálticos... Se olvida fácilmente que la exigencias alemanas sobre Danzing eran sólo un paso para eliminar a Polonia, un paso más hacia el dominio del Este -y, desde la existencia de la URSS, hacia la erradicación del bolchevismo-. El plan alemán era de expansión general, no muy diferente de los que otros países europeos habían llevado a la práctica en América o intentado llevar a cabo en África y Asia. Hitler no quería "hacer volver la patria" a las minorías germanas en el extranjero, sino anexionarse los territorios donde habitaban y otros nuevos donde "exportar" a la población alemana "sobrante", desplazando, sometiendo o eliminando a la indígena. Sin embargo, si en la Europa de 1939 se tolera, porque lo hacen todos, protectorados, anexiones, rectificaciones fronterizas y desmembraciones de países y territorios, la colonización de poblamiento, con traslados de población y destrucción de la población y cultura ajena son más fáciles de ejecutar y admitir, y además "llegan tarde", históricamente hablando. En Occidente, además, nadie creía del todo en la expansión propugnada por Hitler -ni los propios judíos, ni los polacos-, salvo, como veremos, los soviéticos y algunas individualidades occidentales. Así, la "intransigencia" polaca en la cuestión de Danzig será sólo un pretexto más para la eliminación de Polonia: ya en 1919 Hindenburg había dicho que el peligro mayor para Alemania " es la existencia de Polonia como Estado independiente", y el general alemán, de origen pomeranio, Hans von Seeckt afirmaba que "Polonia es el problema fundamental del Este. La existencia de Polonia es algo que no se puede tolerar ni conciliar con las condiciones de vida de Alemania. Polonia debe desaparecer". Las relaciones germano-polacas habían alcanzado cierto equilibrio en tiempos de la República de Weimar y de Pilsudski, aunque no se había resuelto el problema de la minoría germana de Polonia occidental ni el de Danzig. En este último caso, la solución intermedia dada por la Sociedad de Naciones no había satisfecho realmente a nadie. Pero sin la política expansiva de Hitler quizá su status se habría prolongado indefinidamente. Cuando Hitler reclamó Danzig y el "Corredor" esperaba que también esta vez iba a obtener lo que quería. Aunque no subvaloraba a Francia y Gran Bretaña y temía una guerra con éstos -seguía pensando que los soldados franceses de 1939 eran iguales a los de 1914-, sí estimaba que un "territorio tan exiguo" en un "país de tercera fila" no iba e empujarlos a la guerra. Para la cual, por otro lado, Alemania se había ido preparando casi ostensiblemente desde 1934-35 (rearme, consolidación política interna, pactos exteriores, como el de Acero de mayo de 1939), pues la "necesitaba" como un factor más de sus planes expansivos. Esta guerra tenía sus razones propias, por encima de contingencias. Varios países van a tener su parte de responsabilidad en su estallido, pero la fundamental, sine qua non, y la decisión final recaen sobre Alemania. "Esta vez -comentará la Neue Zürcher Zeitung del 5.IX.39-, al contrario que en el 14, es posible escribir los nombres y apellidos de los responsables de la guerra." ¿Y Polonia? Bastantes historiadores y la opinión popular ven a Polonia como víctima histórica de sus poderosos vecinos, lo que en gran parte es cierto. Pero es menos cierto que haya sido siempre una nación inocente, débil pero heroica, caballerosa y pacífica. Polonia -que en el pasado había sido también una potencia imperialista, por ejemplo en la Edad Media y en 1920- había recuperado la independencia en 1919. Los gobiernos que se habían sucedido, controlados prácticamente por los militares, y la dictadura de los coroneles, no habían sabido ni querido resolver los problemas económicos y políticos, se perseguía a las minorías étnicas, en particular a la alemana y judía, Polonia dominaba en el Este las tierras habitadas por bielorrusos y ucranianos, y no había pestañeado con ocasión de la desmembración de Checoslovaquia e incluso había aprovechado este acto de agresión alemán para ocupar la llamada "Silesia de Teschen" o Cieszyn, perteneciente a Checoslovaquia y no mayoritariamente polaca (sólo 98.000 polacos sobre una población de 240.000 habitantes). Asimismo, había apoyado expresamente la conquista italiana de Etiopía y las reivindicaciones italianas sobre las colonias francesas. Pese a su ubicación geográfica y a las amenazas alemanas, Polonia, como dice H. Michel, cultivaba desorbitadamente una política reaccionaria y patriotera, de la que se imbuía al pueblo, fomentada por los políticos y sobre todo por la casta militar que, para Battaglia, era claramente fascista y aristocraticista y depositaria del "alma polaca". Polonia se consideraba una potencia, complejo totalmente injustificado, dada su debilidad económica y militar. Con todo, cuando Hitler toma el poder, los polacos se creen protegidos por su propio poderío militar y por sus alianzas con Francia y Gran Bretaña - y por la enemistad entre URSS y Alemania-. Se ha acusado a Beck de esperar que los demás "saquen las castañas del fuego a Polonia", pero, en parte, así se lo habían prometido sus aliados, y los polacos acabarán creyendo que un ataque exterior haría entrar en acción automáticamente a los ejércitos francés y británico. Además, los polacos (recordemos que Jósef Beck era en el fondo pro-alemán) tratarán en un primer momento de mantenerse equidistantes entre los dos bandos hasta ver lo que podían obtener de cada uno. Finalmente, como veremos, Varsovia había aceptado alianzas con París y Londres, pero nunca las aceptará con la URSS, pese a que esto último -en ello coinciden historiadores tan dispares como Michel, Deborin, Latreille, Battaglia, Taylor, Calvocoressi y otros- habría significado la salvación de Polonia. El propio Churchill admitirá que "sin Rusia nuestras garantías a Polonia, a Rumania, a Grecia no tienen fundamento". En cuanto al poderío militar, eran grandes la diferencias entre Alemania y Polonia. La primera era considerada tradicionalmente una gran potencia, y pronto iba a demostrar que seguía siéndolo, pese al Tratado de Versalles, y ante la pasividad culpable de los occidentales, facilitado esto por la salida de Alemania de la Sociedad de Naciones (1933) y por la política de ignorancia olímpica del derecho internacional; las inversiones de la industria armamentista habían pasado de un 22,9 por ciento en 1933 a más del 74 por ciento en 1938 (E. Duraczynski). Alemania era el único país que como hemos dicho, se estaba preparando seriamente para la guerra; además, las limitaciones impuestas por los vencedores de 1918 en cuestión de armamento habían consentido renovar material y táctica, en lo que los alemanes se hallaban en vanguardia; basta pensar en el Blitzkrieg o guerra relámpago. Los generales veteranos son competentes y abundan los jóvenes con ideas modernas, como Guderian, Rommel y otros. Además, la máquina de la propaganda va a funcionar perfectamente. Si el entusiasmo popular no va a ser el mismo que en 1914, la excelente planificación, los sensatos planes militares, la tradicional del pueblo alemán hacia sus gobernadores facilitarán mucho las cosas, aplacando los temores de Hitler y de sus colaboradores partidarios de la guerra, como Ribbentropp, ministro de Asuntos Exteriores -Goebbels y Göring, sin embargo, encabezarán a los contrarios a la guerra-. En tiempo de paz Alemania dispone de unos 800.000 soldados, pero va a movilizar a más del doble. Dispone de 84 divisiones de infantería, 6 acorazadas, 4 ligeras (luego acorazadas), 4 motorizadas. Posee 2.886 carros de combate ligeros, 309 medios y 5 pesados. La aviación, con unos 4.800 aparatos, es la más poderosa del mundo. Polonia disponía de los aviones PZL P.37, entre otros. Se fabricaban también carros de combate (Tankete Ursus Tka, TK 2, TK 3, y TK ; carro ligero 4 TP; carros 7 TP, 10 TP y 14 TP. Disponía asimismo de carros franceses Renault FT-17.
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Nos referimos a las hordas mogolas, encabezadas por Genghis Khan como jefe supremo, cuyo territorio de origen era Mogolia. Su forma de vida nómada conllevaba una economía frágil, siéndoles absolutamente necesario el comercio con las civilizaciones agrícolas, especialmente con la china. Organizados en torno a clanes, se fueron asociando en tribus, cuyos caudillos eran elegidos por su fuerza militar. Gengis Khan (1162-1227) unificó a las diversas tribus, creando un poder militar capaz de lanzarse a la conquista de las civilizaciones sedentarias de las cuales dependían económicamente. Así, sometió primero a la dinastía Xi Xia del noroeste de China, para relanzarse sobre el norte de China, controlado por la dinastía Jin, y asegurarse el control de las rutas comerciales. En 1215 conquistó la ciudad de Yen-Chin (actual Beijing), obligando a la corte Jin a exiliarse en el sur del país. Tras estas conquistas en el norte de China, prosiguió sus luchas por Asia Central, estableciendo dinastías afines. Después de su muerte, sus conquistas territoriales fueron divididas entre sus hijos: Chaghadai recibiría el Asia Central (Bujara, Samarcanda), Tolui heredaría el norte de China y Mogolia, mientras que Ogodei, su tercer hijo, asumió el título de Khan o jefe supremo de todas las tribus mogolas. El tamaño y la densidad del imperio mogol forzaron la creación de una capital estable desde donde se centralizara el gobierno. Fue Ogodei quien estableció en Karakorum, en el corazón de Mogolia, la capital creada de nueva planta y alejada de las rutas comerciales y los centros de abastecimiento. Tras la muerte de Ogodei, en 1241, se reavivó la polémica entre sus sucesores para ocupar el puesto de Khan, favorecida por las disputas entre los diferentes clanes. La viuda de su hermano Tolui supo beneficiarse de ello para situar estratégicamente a sus cuatro hijos. Uno de ellos, Kubilai, sería con el paso del tiempo el emperador de China y Khan de los mogoles. Kubilai (1215-1294) nació el mismo año en que su abuelo Genghis Khan conquistaba Yen-Chin (Beijing). Fue educado bajo los principios de adiestramiento militar mogol, si bien dentro ya de una órbita de influencia cultural china. Los primeros territorios bajo su gobierno se encontraban en el norte de China, e inició una política de cohabitación con los Han que más tarde se extendería por todos sus dominios. Sus conquistas militares fueron lentas, frenadas por las luchas de poder entre sus hermanos y miembros de las tribus mogolas, y por su afán de crear asentamientos económicos en las zonas conquistadas que facilitasen posteriores expansiones de su ejército. Para ir creando esta retaguardia estable necesitaba dotar a sus territorios de una organización administrativa, social y económica. Por ello se rodeó de asesores procedentes tanto de las tierras mogolas como chinas, musulmanas, etcétera, que tuvieran conocimientos para llevarla a cabo. Esta política ecléctica no sólo estuvo motivada por su ausencia de prejuicios, sino que tuvo un marcado carácter político. Era evidente que, numéricamente, la población china sobrepasaba a la mogola y que para mantener el equilibrio de poder necesitaba nombrar en los puestos de mayor relevancia a asesores mogoles y musulmanes. Por otra parte, hay que señalar que Kubilai no dominaba la lengua china, por lo que necesitaba siempre de intérpretes que le completaran lo que sus asesores chinos decían o escribían. Una de las nuevas medidas que Kubilai promovió, apoyado en su consejo de asesores, fue la de establecer una capital permanente desde donde dirigir sus territorios. El lugar que eligió se encontraba al norte del río Luan, en Mongolia denominándola primero Kaiping y más tarde Shan-du (capital superior) en contraposición a Zhong-du (capital del centro, la actual Beijing). Ideó esta nueva ciudad (Shan-du) siguiendo los principios geométricos chinos, los elementos arquitectónicos de las ciudades tradicionales chinas, y añadió una reserva natural, utilizada como parque de caza, como contribución mogola a la concepción de la ciudad. Dividió la ciudad en tres secciones: la ciudad interior, cuadrada y amurallada, que contenía el palacio imperial; la ciudad exterior, también cuadrada y amurallada, destinada a la población, y la reserva de caza o tercera sección. En realidad, Shan-du tuvo más el carácter de residencia temporal, relacionada con los períodos de ocio y calor, que de capital estable. Por ello, conociendo la necesidad de crear un centro de poder representativo tanto para los chinos como para los mogoles, Kubilai eligió la antigua Yen-ching como lugar ideal para su capital imperial. Situada estratégicamente para el control del territorio chino, no mantenía ninguna connotación con las antiguas capitales chinas (Xian, Luoyang, Kaifeng). A partir de 1266 se llamaría la Gran Capital (Dadu), también conocida por el nombre de Khambalic (ciudad del Khan), y que corresponde a la actual capital de China, Beijing. El proyecto de la nueva capital resume el carácter del reinado de Kubilai, así como su organización social y administrativa. El diseño urbanístico de la ciudad fue encargado a un arquitecto musulmán, conocido en los anales chinos con el nombre de Yeh-hei-tieh-erh, siendo muchos los artesanos extranjeros que allí trabajaron. A pesar de ello, la concepción y el estilo de la ciudad fue chino. En un intento más de Kubilai por satisfacer espiritualmente a todos los componentes de su imperio levantó templos budistas, taoístas y confucianos. La ciudad, de perímetro rectangular, encerraba en sus muros varios recintos que configuraban, a su vez, diversas ciudades dentro de ella. La interior, albergaba el palacio imperial y el lugar de residencia de sus más próximos colaboradores. En un segundo círculo vivían los funcionarios y en el tercero y exterior los ciudadanos chinos y centroasiáticos. La distribución de la ciudad se sometía a dos ejes simétricos: norte-sur y este-oeste, estando protegida por una muralla con once puertas de acceso. En su interior se levantaron templos pertenecientes a todas las creencias del imperio, así como un observatorio astronómico diseñado por un astrónomo árabe. En la división de la ciudad se observa cómo se mantuvo estrictamente la clasificación social ordenada por el emperador: mogoles, extranjeros diversos, chinos del norte y chinos del sur, estando estos dos últimos grupos excluidos de todos los puestos de responsabilidad. Para ello suprimió los exámenes de funcionarios de la administración civil, simplificándola sustancialmente. Esta medida tuvo una gran repercusión, no sólo en el campo político sino en el desarrollo de las artes, tal y como estudiaremos al tratar estos aspectos del reinado de Kubilai. El establecimiento de Dadu como capital del imperio avalaba el proceso de sinización de los mogoles, apoyado por el respeto a los ritos, la creación de un nuevo calendario (tarea encomendada a los astrónomos musulmanes) y la adopción de un nombre dinástico chino. Tras realizar consultas con sus asesores chinos, Kubilai eligió el nombre de Yuan en el año 1271, cuyo significado, origen, orígenes del Universo, procedía del "Libro de los Cambios" (I Ching), esto es, de la primigenia tradición china. Su nombre personal de reinado fue el de emperador Shizu. El norte necesitaba de los recursos del sur para el abastecimiento de la corte y sus habitantes y, a pesar de que el sur proveía todo tipo de mercancías el transporte de las mismas representaba un grave problema. Su consejo de asesores le propuso dos soluciones: utilizar la red que los piratas que operaban en la costa china tenían ya establecida, con un gran coste económico, o bien reconstruir el Gran Canal que históricamente había unido el norte y el sur, y que suponía una elevada inversión. En un primer momento se decidió por la primera solución, pero tras una serie de fracasos se optó por la reconstrucción del Gran Canal, la mayor obra pública del reinado de Kubilai y que, junto a su política militar, supuso en el exterior el inicio de una grave crisis económica. Aún entonces Kubilai no había finalizado su etapa de conquistas. El sur de China, donde se refugiaba la corte Song, mantenía relaciones comerciales con el norte, pagaba tributos y se defendía de los constantes ataques del ejército de Kubilai. Para intentar un acercamiento a la población del sur, el emperador prometió no someterles al mismo sistema social y fiscal que los habitantes del norte, respetando sus industrias y canales de distribución exterior, tan importantes para el mantenimiento de la corte. Con todo, el sur fue finalmente invadido y, en 1279, pasó a formar parte de los territorios bajo dominio de la dinastía Yuan, aprovechándose sus infraestructuras, especialmente las relacionadas con el desarrollo de la navegación: astilleros, puertos, redes comerciales... Unos años antes de su total anexión, Kubilai se lanzó a la conquista de Corea, a la que sometió sin gran oposición. Esta expansión sirvió no sólo para asentar su poder en China, sino sobre todo para justificar su calidad de Gran Khan ante los mogoles. Continuando con esta política de conquistas, solicitó ayuda a la flota coreana, así como a los astilleros del sur de China, para llevar a cabo la conquista de Japón. Dos veces intentaría esta aventura militar y dos veces fracasaría. Su fuerza militar se vio rechazada por grandes vientos (kamikazes) que hundieron en ambas ocasiones su flota. Pero el reinado de Kubilai no sólo se limitó a fortalecer su poder por medio de sus conquistas. El emperador supo comprender la necesidad de hacer partícipe en la organización de su imperio a los pueblos conquistados. Ya hemos visto que se rodeó de consejeros chinos, mogoles, musulmanes e incluso cristianos, como fue el caso del viajero veneciano Marco Polo, buscando así la neutralización de cualquier grupo de poder. A los consejeros chinos los buscó para dirimir las controversias entre confucianos, taoístas y budistas, así como para configurar la impronta china de su reinado. A los asesores musulmanes los utilizó para todas aquellas cuestiones relacionadas tanto con el comercio como con el cobro de impuestos, siendo ellos mismos eximidos de muchas de las obligaciones de los chinos. Los cristianos, como Marco Polo y su familia, le sirvieron para fortalecer sus relaciones con Occidente, así como para aprovechar los conocimientos de los mercaderes venecianos. Llegó incluso a prometerles su conversión al cristianismo si el Papa enviaba cien monjes para la evangelización del país. Todo este mosaico de la corte del Khan promovió un intenso intercambio cultural y comercial, que se vio reflejado en la introducción de nuevas técnicas, motivos decorativos... especialmente en la producción de cerámica y porcelana. Otros campos se vieron desigualmente favorecidos. La decisión que asumió Kubilai de suprimir los exámenes literarios (1284-1313) y el consiguiente abandono del estudio llevó a candidatos y letrados a dirigir su actividad hacia otros menesteres. A ello se sumó el hecho de intentar crear un nuevo sistema de escritura oficial de origen mogol, suprimiendo el chino clásico. A pesar de que no tuvo ninguna aceptación, el lenguaje chino se vulgarizó en términos y conceptos. El teatro y los juglares callejeros reflejaron esta situación. Aun careciendo de grandes obras literarias la dinastía Yuan, estas formas influyeron decisivamente en el desarrollo de la novela de las dinastías posteriores. La dinastía Yuan, a pesar de su talante de conquista, no tuvo en la historia china un carácter totalmente negativo, tal como lo muestra la historiografía. Hay que considerarla más como un momento de cambio de estructuras que como una ruptura, donde se aprovecharon las conquistas culturales, se avivaron los contactos comerciales y se introdujeron nuevos conocimientos técnicos. Kubilai murió en el año 1294, siendo enterrado en Mogolia, su tierra natal. Aunque su dinastía le sobrevivió hasta 1368, ninguno de sus sucesores tuvo personalidad política digna de ser reseñada. La dinastía Yuan fue derrocada por un campesino chino apoyado en una estructura militar capaz de mantener unificado el imperio y crear una nueva dinastía de origen chino: la dinastía Ming.
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En el año 711, las tropas árabes y beréberes del noroeste de Africa cruzaron el estrecho de Gibraltar, derrotaron al ejército visigodo en la batalla de Guadalete y, en poco tiempo, se hicieron con el control de casi toda la península ibérica. El rápido avance de las tropas musulmanas fue posible por la debilidad del Reino visigodo y la escasa resistencia de su ejército, aunque también contó con la ayuda de las poblaciones, descontentas con dos siglos de autoridad visigoda. Como en el resto de los territorios conquistados, los musulmanes respetaron a la población autóctona hispanorromana, con la que convivieron pacíficamente. Esta situación facilitó que parte de ella se convirtiera al Islam, los llamados muladíes, mientras que otros, los mozárabes, mantuvieron la fe cristiana. La expansión musulmana se basó en el establecimiento de guarniciones diseminadas por el territorio, fundamentalmente junto a poblaciones cercanas a las zonas de frontera o a posibles focos de resistencia. Los conjuntos urbanos, muy variados en tamaño y población, se ubican generalmente en zonas altas y escarpadas, para facilitar su defensa. El urbanismo es abigarrado, con calles estrechas y laberínticas, aunque los barrios aparecen ordenados según su función o actividad. Generalmente una muralla rodea a la población, si bien el crecimiento de ésta hace que muchas casas acaben por situarse extramuros. La fortaleza militar, llamada alcalá, alcázar o alcazaba, se encuentra en la zona más alta. Cuenta con altos muros y torreones desde los que es fácil vigilar el territorio y organizar la defensa. En el patio interior, la guarnición se prepara para sofocar cualquier ataque o rebelión, muy frecuentes a lo largo de todo el periodo de dominación musulmana. Los soldados también controlan las escasas puertas de acceso a la ciudad, auténticos puntos vitales para evitar un ataque exterior.
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La invasión musulmana del reino visigodo en Hispania se desarrolla mediante varias expediciones a lo largo de cuatro años. El primer paso se produce en el año 710, cuando un oficial bereber, Tarif, desembarcó en la actual Tarifa y volvió al Magreb con un rico botín. Al año siguiente, en el 711, las tropas de Tariq desembarcaron en Gibraltar con 7000 bereberes, derrotando al ejército de don Rodrigo en el río Barbate y lanzándose a la conquista de Écija, Málaga e Ilbira, la actual Granada. Más tarde dirige sus pasos hacia Córdoba, tras lo que continuará camino de Toledo. Esta ciudad le servirá de punto de partida para lanzar una expedición de conquista hacia el norte peninsular, así como otra en dirección a Medinaceli, Zaragoza y Tarragona. Las campañas de Musa le llevan desde Ceuta a Medina Sidonia, tras lo que se dirige a Valdelamusa, Mérida y Toledo. Desde aquí lleva sus tropas a Medinaceli, Zaragoza, León, Astorga y Lugo, emprendiendo camino hacia Talavera. Abdelaziz dirige sus pasos en dos direcciones. Por un lado, parte de Sevilla para conquistar Evora, Santarem y Coimbra. Por otro, desde Ecija, encamina sus tropas para tomar Ilbira, Lorca y Murcia. La campaña de Al-Samh le lleva a realizar una incursión desde Barcelona hasta Carcasona y Tolosa. Por último, desde Zaragoza, Al-Ghafiqi lleva sus tropas hasta Pamplona y, tras atravesar los Pirineos por Roncesvalles se dirige hacia el reino de los francos.
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Cuando en la víspera de las Navidades de 1979 las fuerzas soviéticas penetraron en Afganistán, los observadores internacionales se plantearon si ello se debía a un deseo consciente de violar las normas no escritas de la distensión o bien obedecía a razones circunstanciales y no destinadas a convertirse en perennes. Pero nada de lo sucedido se entiende sin tener en cuenta los antecedentes históricos. Afganistán fue, desde el siglo XIX, un Estado dibujado en el plano como si fuera una realidad pero sin límites naturales claros y una especie de asociación de etnias de vida a menudo muy conflictiva sin que ninguna de ellas tuviera una mayoría o una fuerza suficiente para imponerse a las demás ni tampoco residiera tan sólo dentro de esos límites. Con quince millones de habitantes en 1979 y una altitud y clima que hacían muy difícil la agricultura, en realidad el pasado de Afganistán se explica por haber sido una especie de Estado-tapón -una Polonia de Oriente- durante todo el siglo XIX entre las dos influencias cruciales de la zona, la rusa y la inglesa. En 1919, tras la Revolución de octubre, la Unión Soviética fue el primer país en reconocer la independencia de Afganistán a quien incluso concedió una modesta ayuda económica. El puro realismo les hizo a los soviéticos considerar, sin embargo, que su influencia no debía pasar más adelante: Afganistán siguió siendo una Monarquía con alguna apariencia constitucional a medida que fue pasando el tiempo. Después de la Segunda Guerra Mundial la URSS y los Estados Unidos siguieron manteniendo a Afganistán como Estado-tapón pero la dependencia económica de la URSS se fue haciendo mayor cuando Pakistán cerró su frontera por la existencia de diferencias territoriales. De este modo, en los años setenta el 43% de las importaciones, casi todas las armas y el 60% de la ayuda exterior venía de la URSS. En este contexto no puede extrañar que surgiera un Partido Democrático Popular -PDP- que vino a ser el equivalente, aunque oculto, de un Partido Comunista. Estuvo, sin embargo, muy dividido en tendencias que, muy probablemente, no correspondían a ningún motivo ideológico sino a personalismos. Después de una fuerte sequía a comienzos de los setenta que pudo haber provocado varios millares de muertos, en 1973 un golpe de Estado llevado a cabo por el primer ministro Daoud supuso la proclamación de la república. Autoritario y nacionalista, Dauod llegó al poder con apoyo soviético y de un sector del PDP pero pronto demostró una voluntad de independencia que le hizo inaceptable. En 1978 una revolución le desplazó y estableció un Gobierno revolucionario dirigido por Taraki, que inmediatamente puso en marcha una revolución. Ésta, sin embargo, muy pronto chocó con una sociedad tradicional en la que, por ejemplo, se consideraba inaceptable la alfabetización de las jóvenes. En 1979 el número de desertores de un Ejército de 100.000 hombres se elevaba ya a más de 40.000 y era necesario emplear la fuerza contra los montañeses del Norte con la ayuda de unidades aéreas soviéticas. Al mismo tiempo, los conflictos entre los dirigentes del partido fueron siempre muy duros y no menos sangrientes. En unos pocos meses Taraki había eliminado a cuatro ministros; en septiembre de 1979 fue ejecutado él mismo como consecuencia del golpe de Amin, su segundo. Todo esto sucedía en una situación en que se consideraba como un dato adquirido la vinculación de Afganistán con la URSS: ni siquiera el asesinato de un embajador norteamericano produjo una modificación de esta situación por intervención de este país. Esto es lo que explica la intervención soviética como también la inestabilidad política reinante: en un viaje reciente a Moscú los soviéticos recomendaron a Taraki librarse de Amin. Lo sucedido en Afganistán fue exactamente lo contrario. El temor a una situación parecida a la de Irán y el persistente deseo de lograr una absoluta seguridad en su glacis defensivo pudieron contribuir a que la intervención finalmente se llevara a cabo. Fue, por tanto, la incompetencia de sus propios colaboradores quien indujo a la URSS -principalmente al Ejército y la KGB- a la intervención. Las propias tropas soviéticas atacaron el palacio presidencial de Amin y le ejecutaron; en sólo seis días 55.000 soldados habían hecho acto de presencia en el país islámico. La verdad es que todas las tendencias actuantes en la política afgana habían pretendido, en un momento u otro, que los soviéticos aparecieran en su país. Pero lo grotesco fue que en este caso se justificó la intervención soviética gracias a la petición de que se produjera el nombramiento de un Babrak Karmal, dirigente del PDP, que era un particular residente en el extranjero y que inmediatamente fue convertido en supremo dirigente del Estado afgano. Se entiende el nerviosismo de los soviéticos involucrados en un conflicto sin salida aparente. Pero, por más que Afganistán estuviera desde hacía tiempo bajo la influencia soviética, parece evidente que lo sucedido en esta ocasión suponía, desde la perspectiva norteamericana, la primera "satelización" de un Estado cercano mediante el empleo de la fuerza militar durante un período no bélico. Fue, además, la primera ocasión desde la Guerra Mundial en que la URSS actuó a través de su Ejército en una parte del mundo distinta de Europa del Este. Parece evidente que los soviéticos en ningún caso meditaron lo suficiente el impacto que su intervención en Afganistán habría de tener en el panorama universal. La Asamblea de la ONU condenó a la URSS por 104 votos contra 18 y 18 abstenciones; sólo los países adscritos al área soviética la apoyaron y, al mismo tiempo, sólo 9 no alineados estuvieron en contra de la no resolución. Más grave para ella fue que los ministros de Asuntos Exteriores de los países islámicos, reunidos en la capital pakistaní, abominaron unánimemente de "la agresión contra el pueblo afgano" en un giro espectacular con respecto a lo sucedido durante la crisis de Suez en 1956. Castro, que apoyó a los soviéticos, no pudo volver a convertirse en el portaestandarte del no alineamiento. Pero, aparte de haber perdido su apoyo en estos países, la URSS había destruido también el crédito de confianza conseguido con las potencias occidentales. No es, por tanto, una casualidad que Carter dijera que en esta ocasión había aprendido mucho más sobre la Unión Soviética que en todos los años anteriores. Fuera por inseguridad o por imperialismo -o por una mezcla de ambos- la Unión Soviética había demostrado que su deseo de controlar su glacis defensivo la condenaba a operaciones que el adversario ideológico sólo podía interpretar como ofensivas. Las consecuencias fueron graves para los propios soviéticos. Un total de 55 países no asistieron a los Juegos Olímpicos de Moscú. La exportación de cereales norteamericanos fue suprimida y la de tecnología occidental se redujo en un 50%. Si la URSS por un momento pensó en que con el paso del tiempo se olvidara su invasión de Afganistán, muy pronto se probó que no iba a suceder así. Las condenas arreciaron con el paso del tiempo e incluso aliados de otro tiempo, como India, se mostraron ahora muy tibios. Pero, además y sobre todo, la invasión no consiguió de ninguna manera estabilizar la política afgana. Babrak Karmal quiso hacer una política moderada pero era ya demasiado tarde y, además, la invasión soviética previa le quitaba la legitimidad. En el plazo de unos meses el Ejército afgano perdió dos tercios de sus efectivos por deserción y casi un tercio de la población total cruzó la frontera convirtiéndose en refugiada. La oposición, formada por grupos variados que iban desde el tradicionalismo al más exacerbado integrismo, pronto contó con ayuda china y norteamericana. Esta última llegó a ser muy sofisticada hasta el punto de contar con misiles Stinger capaces de derribar los helicópteros soviéticos. Da la sensación de que los círculos dirigentes de la URSS se vieron invadidos por una súbita erupción de prudencia a partir del momento de la invasión. Ante una situación de insurrección del conjunto del país hubieran necesitado un millón de hombres para someterlo pero se limitaron a tener unos cien mil y controlar la capital y los puntos estratégicos más importantes, apenas un 15% del total. Quizá la clase dirigente soviética se dio cuenta de que se había llegado al máximo de expansión territorial y militar soportable para una sociedad y un Estado ya declinantes. En efecto, en este momento la URSS se encontraba ya en una situación de exceso de compromisos de cara al Tercer Mundo: Cuba les costaba 10 millones de dólares diarios y Vietnam tres. Además de no lograr solucionar el problema afgano -a pesar de que eran 280 millones de habitantes contra 15- muy pronto se encontró, en el otro extremo de su Imperio, con el problema de Polonia. Desde la conciencia de esta realidad no puede extrañar que la llegada de una nueva generación dirigente de la URSS en 1985 impusiera una rectificación. Pero las consecuencias para la propia Unión Soviética y más aún para Afganistán fueron graves y duraderas. Murieron en la guerra afgana unos 13.300 soldados soviéticos, cifra muy inferior a la de muertos norteamericanos en Vietnam pero equivalente si tenemos en cuenta el número de tropas empleadas en cada uno de los dos casos. Primera derrota soviética desde 1945, la Guerra de Afganistán creó una conciencia autocrítica que influyó mucho tanto en los dirigentes militares como en los propios soldados. Peor fue lo sucedido en el país invadido donde la guerra pudo costar 725.000 vidas, cifra cuya importancia se aprecia comparándola con la población total. El régimen de Babrak Karmal pudo sobrevivir en las ciudades, pero sólo algún tiempo, y luego se impuso un integrismo que perduró hasta la ocupación de Estados Unidos y otros aliados, en 2001, que acabó con el régimen taliban. En mayor grado aún que en Líbano también en Afganistán una intervención exterior liquidó el limitado equilibrio existente en una sociedad tradicional.
obra
Después de siglos de pintura occidental en trompe l'oeil (engaño a los ojos), René Magritte la plantea como un trompe l'esprit (engaño de la mente): "El arte de la pintura es un arte del pensamiento, cuya existencia pone de manifiesto la importancia que tienen en la vida los ojos del cuerpo humano", escribía en "Le vrai art de la peinture". Magritte se estableció en París en 1927, tras el fracaso de una exposición en Bélgica; allí, por medio de E. L. Massens, un músico discípulo de Satie, entró en contacto con el grupo surrealista, Breton, Eluard, Arp, Dalí y Miró, con los que se reunía en el café Cyrano y con los que mantuvo buenas relaciones hasta 1930. Magritte venía a llenar muchas de las aspiraciones de Breton en lo que para él debía ser una plástica surrealista y, especialmente, en la relación entre imágenes y palabras, en las que el pintor siempre introducía elementos de ambigüedad, inquietud o franca contradicción. Buena parte de los cuadros de Magritte se pueblan de objetos y seres híbridos, a medio camino entre dos estados distintos. En realidad nos hallamos ante fenómenos de transferencia ya que uno de los objetos puede confundirse con el otro, transferencias que pretenden demostrar la fragilidad del convencionalismo del lenguaje. En La invención colectiva la mujer y el pez se convierten en una sola criatura.
contexto
Aunque la más antigua cerámica no es de Mesopotamia sino de Japón (11000 a.C.), podemos saber que cuando ésta aparece en Oriente Medio (8000 a.C.) se trata de una invención independiente, sin influencias externas. La necesidad de transportar alimentos o almacenarlos hace que se construyan recipientes duraderos y más prácticos, en lugar de las canastas o cestas que usaban los cazadores-recolectores. Los cuencos de madera, barro o piedra son pronto sustituidos por las vasijas de cerámica, mucho más ventajosas. La cocción del barro permite lograr piezas más duraderas, resistentes e impermeables, cuya forma puede ser modificada a voluntad. Este proceso no sólo permite fabricar vasijas, sino también construir otros objetos, como sellos para estampar -que pudieron servir como amuleto o para marcar propiedades-, adornos, etc. Al ser un material blando, es también fácil de decorar, bien por impresión, incisión, pintado, etc. Los motivos que gustan a las poblaciones de este periodo son los geométricos. La aparición de la cerámica marca una etapa decisiva de la evolución humana y un punto de inflexión en el proceso de neolitización, de tal forma que, antes de su aparición, el Neolítico es llamado precerámico, mientras que, después, se le denomina Neolítico cerámico. En la fabricación alfarera intervienen varios elementos. La arcilla, el principal, puede ser mezclada con otros materiales como arena, desperdicios, cabellos, etc, lo que determina un resultado muy diferente. La cocción, quizás la parte del proceso más importante, depende de las condiciones en que se realice, en especial la cantidad de oxígeno, que determinará el color final de la pieza, desde el rojo -con oxidación- hasta el gris o negro -reducida-. La forma y el tamaño de la pieza podía determinarse a mano, moldeándola y añadiendo piezas a modo de asas, bolas, anillos, láminas, etc. También la arcilla podía ser prensada en moldes o moldeada en un torno lento (a partir del 4500 a.C.) o rápido (desde el 2000 a.C.). Por último, la arcilla podía ser esmaltada, pintada, pulimentada, llevar incrustaciones o, desde el 1500 a.C., ser vidriada. Los diferentes tipos cerámicos resultantes determinan la existencia de diferentes tradiciones arqueológicas, siendo de gran utilidad para el estudio de las culturas del pasado.
contexto
Al Neolítico le sigue, hacia el V milenio a.C., una etapa caracterizada por el trabajo del cobre, por ello denominada Calcolítico. Los experimentos más antiguos con cobre fundido se realizaron hacia el 6500 a.C. en Oriente Próximo. No obstante, aunque fue un acontecimiento importante, no significó una transformación en la misma medida que la adopción de pautas de subsistencia agrícolas y la domesticación. Inicialmente, la metalurgia se limitó a realizar pequeños objetos de cobre, oro o plomo, metales blandos y maleables que no necesitan altas temperaturas para fundir. Hacia el 6000 a.C. los pobladores de Çatal Hüyük, en Turquía, son capaces de fabricar objetos de cobre y plomo como cuentas y dijes. La metalurgia se orienta tanto hacia la fabricación de objetos de adorno -lo que es indicativo de estratificación social- como de uso cotidiano, como hachas y cuchillos de bronce, material más duro que el cobre. En el IV milenio se comenzó a emplear el oro, la plata y el plomo. El cobre se perfeccionó mediante la aleación con otros metales, al principio con arsénico, más tarde con plomo, estaño y cinc, hacia el 700 a.C. aproximadamente. A pesar de que el trabajo del hierro y el acero -los metales que, con el tiempo, se mostrarán más utilizados- se conocía ya desde el II milenio a.C., no será hasta el I cuando adquieran importancia. Los trabajos en metal, especialmente del bronce decorado, adquirirán una gran importancia en el reino de Urartu, entre los siglos IX y VII a.C.
contexto
Probablemente una de las invenciones antiguas más decisivas en la evolución cultural de la Humanidad, la rueda revolucionó los sistemas de transporte y está en la base de cualquier desarrollo mecánico. Con toda probabilidad los primeros ejemplares de rueda fueron hechos en madera, material que ha impedido que lleguen hasta nuestros días, lo que hace que sean muy pocos los testimonios arqueológicos que permitan determinar su lugar de origen. Algunos dibujos muestran que la rueda ya era utilizada en vehículos de transporte en Mesopotamia y el norte de Siria, a mediados del IV milenio a.C. Otra utilidad de la rueda se ha detectado en esas mismas zonas y fechas: el torno de alfarero. Las primitivas ruedas de carro derivaban del rodillo de arrastre, una solución primitiva para mover objetos de gran tamaño. Inicialmente, las ruedas consistían en un disco macizo y unido al eje como una sola pieza, fijada a la parte inferior del carro mediante correas. Más tarde se desarrollaron los radios, cubos y un aro de hierro circundante. La rueda tuvo también otras aplicaciones. A partir del I milenio sirvió para elevar agua para el riego gracias a la fuerza motora de la corriente o de animales. También fue usada para lograr energía hidráulica, producida por la corriente del agua o saltos de ríos.
obra
Giambattista Tiepolo realizó este gran lienzo para el techo de la iglesia de los Capuchinos de Castello, hoy destruida. La escena tienen cierta sintonía con los trabajos del pintor en la Scuola dei Carmine de Venecia, presentando en ambos proyectos una espléndida policromía y una refinada perspectiva de abajo a arriba. Tras haber descubierto el judío Judas el emplazamiento de la Sagrada Cruz, santa Elena procedió al derribo del templo dedicado a Venus que ocultaba las reliquias, encontrando tres cruces. Estaba en el lugar indicado pero desconocía cuál había correspondido a Cristo. Se produjo entonces un milagro ya que un joven fue resucitado por el Santo Madero. Este es el tema elegido por Tiepolo para este plafón, poniendo de manifiesto su facilidad como decorador, lo que le convertirá en uno de los mejores de Europa.