En la guerra contra Estados Unidos, las islas Filipinas, a pesar de su importancia objetiva, jugaron siempre un papel secundario. La sublevación había comenzado en el archipiélago en 1896, organizada por el Katipunan, una organización nacionalista fundada en 1892. Siempre se ha considerado que la oposición a España en Filipinas tuvo un fuerte carácter anticlerical, y que en ella intervino activamente la masonería, como reacción al intenso protagonismo que las órdenes religiosas tenían en la colonia; todo ello está siendo objeto de revisión. La rebelión fue extendiéndose e, igual que en Cuba, la política contemporizadora -en este caso representada por el general Blanco- fue sustituida por la política fuertemente represora del general Polavieja. El que sería llamado general cristiano confirmó la sentencia de muerte, rápidamente ejecutada, de José Rizal, el principal intelectual filipino, que había fundado la Liga Filipina y se declaró masón, pero que de hecho no había participado en la rebelión. Por diferentes razones, Polavieja fue sustituido por el general Fernando Primo de Rivera a mediados de 1897. El nuevo capitán general se mostró dispuesto a una negociación indirecta con los principales jefes de la insurrección -en especial, Emilio Aguinaldo- que éstos aceptaron y que culminó en el pacto de Biac-Na-Bató, de diciembre de 1897. Aunque subsistían algunos focos rebeldes, la paz parecía asegurada. No fue hasta después de la derrota naval de Cavite cuando Aguinaldo volvería a Filipinas y la insurrección se reavivó. No obstante fueron tropas norteamericanas las que tomaron Manila, en agosto de 1898, después de la firma del protocolo de Washington. Por el Tratado de París, de 10 de diciembre de 1898, España reconocía la independencia de Cuba y cedía a los Estados Unidos, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam, en las Marianas. De nada sirvió que la entrega de las Filipinas no hubiera quedado establecida en el protocolo de Washington. La delegación norteamericana impuso sus exigencias sin que a la española le quedara otro recurso que la protesta. En el acta final, los negociadores norteamericanos reconocían en los españoles "el celoso cuidado, la sabiduría y la habilidad, así como la uniforme cortesía con que habían procedido". Sobre este episodio, el diplomático Pablo de Azcárate ha escrito que "las negociaciones con los Estados Unidos (..) fueron conducidas con clara visión de la realidad, con firmeza, con prudencia, con dignidad. Es verdad que los negociadores españoles no consiguieron obtener ni la más mínima concesión de sus adversarios. Pero lograron lo único que era posible lograr en sus circunstancias, a saber: silenciar los argumentos contrarios y forzar al gobierno de los Estados Unidos a refugiarse a propósito de cada punto litigioso, en lo que era su exclusivo y único argumento: la fuerza. Y esto tiene y tendrá valor para todo el que no se resigne a dejar la vida reducida a un simple juego de intereses materiales". En 1899, España vendería a Alemania los últimos restos de su imperio colonial en el Pacífico, las islas Carolinas, Marianas y Palaos. Sólo en Cuba, según los datos publicados por La Estafeta, murieron en combate o a causa de las heridas recibidas 2.150 soldados y oficiales; fueron heridos y sobrevivieron, 8.627; y murieron de diversas enfermedades, 53.500. En cuanto al coste económico, se calcula en 2.000 millones de pesetas. Según Pedro Tedde, entre 1895 y 1900 "la deuda pública en poder del Banco (de España) pasó de 921 a 1.670 millones (...) Paralelamente la base monetaria se incrementó en 1.331 millones de pesetas, un 43,8 por 100. El índice de precios se elevó un 28 por 100 (...) (y) se experimentaría una devaluación de la peseta del 10 por 100".
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Como consecuencia de la Revolución Francesa, toda la isla de La Española se vio sumida en una situación de extrema violencia. En poco tiempo los grandes plantadores blancos de la parte francesa se verían desposeídos de sus propiedades y del control del territorio, todo lo cual pasaría a manos de sus antiguos esclavos. Al mismo tiempo, en la parte española de la isla, los colonos tuvieron que hacer frente a una serie de acontecimientos inesperados y traumáticos, como la cesión a Francia en 1795, las invasiones haitianas de 1801 y 1805 y la dura lucha de 1805 y 1809 para expulsar a los invasores. La violencia y los duros enfrentamientos quedarían grabados en la memoria de los dominicanos y serían fielmente transmitidos al resto de las colonias españolas en América por la mayor parte de las cerca de 125.000 personas que entre 1795 y 1810 abandonaron la isla. A diferencia de lo ocurrido en las Trece Colonias y de lo que ocurriría en la América española, la independencia de Haití sería mucho más un acontecimiento de profundas repercusiones sociales que políticas.
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Durante el primer cuarto del siglo XIX se produjo el desmoronamiento de los dos grandes Imperios ibéricos existentes en América. Antes de 1825, con las excepciones de Cuba y Puerto Rico, la casi totalidad de las colonias americanas terminaron emancipándose. Pese a la coincidencia cronológica, ambos procesos se diferenciaron entre sí, tanto por los conflictos desatados (mucho mayores y más violentos en la América española) como por el hecho de que mientras el Brasil mantuvo su unidad, la América española se fragmentó en numerosas países, en el centro y en el sur del continente americano, y una parte muy importante de México pasó al control de los Estados Unidos.
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La India, el segundo país en población después de China, es la cuna de una cultura milenaria, de las lenguas más antiguas que se conocen en el planeta y de gran cantidad de religiones y formas de pensamiento aún vigentes. Su vasto territorio ha albergado a multitud de pueblos, etnias y religiones, que durante siglos han aprendido a convivir dando lugar a una espléndida cultura. La civilización India abarca una realidad geográfica determinada, la península del Indostán, que engloba actualmente tres países diferentes: la India, Pakistán y Bangla Desh. Con forma de triángulo invertido, el cabo Comorín, su punto más meridional, separa las dos costas indias: la Malabar, bañada por el mar Arábigo, y la costa Coromandel, abierta al golfo de Bengala. Al norte, el imponente Himalaya, con el Karakorum y el Hindu Kush, cierra la península. Grandes ríos la cruzan, como el Indo, el Ganges, el Brahmaputra, el Godavari o el Kistna. Sus aguas, alimentadas por el Monzón, hacen crecer ciudades populosas, como Calcuta, Kanpur, Delhi o Bangalore. La historia de los orígenes de la civilización de la India constituye un gran enigma. A partir del III Milenio, en el valle del Indo se desarrolló una floreciente civilización, comparable a la de Mesopotamia. Esta cultura contó con importantes asentamientos como Mohen-jo Daro, Lothal o Harappa, quien da nombre a toda la cultura. La ciudad de Mohenjo-Daro resulta sorprendente por su compleja red de infraestructuras y su alto desarrollo urbanístico. Probablemente a partir del año 1800 a.C. comienza la invasión de los pueblos arios, de procedencia debatida. Entre los siglos VII y VI se crean numerosos principados tribales a lo largo del Ganges, siendo el más importante el de Magadha. En el siglo VI nacieron Buda y Jina, fundadores del budismo y del jainismo, respectivamente, dos religiones que jugarán un papel fundamental en la cultura india. La expedición de Alejandro Magno a la India, en el año 326 a.C., produjo la entrada de la influencia griega en la región. La dinastía Maurya, que gobernó en la India entre los años 322 y 187 a.C. configuró el primer imperio bien documentado. El emperador residía en Pataliputra, desde donde gobernaba sobre las capitales provinciales: Taxila, Tasali, Ujjain y Suvarnagari. Los gobernantes maurya son los creadores del primer arte indio. Su religión oficial, el budismo, se sirvió del arte para hacer llegar de forma gráfica a todos los habitantes del imperio los ideales y las normas del gobierno. Pero la principal aportación del arte maurya es el stupa, un tipo de monumento funerario que conmemora la muerte de Buda y es a la vez un símbolo cósmico, una reproducción de la estructura del universo. Entre los stupas más conocidos, el n? 1 de Sanchi es uno de los más representativos del arte indio. El siguiente gran momento de la civilización india es el llamado imperio gupta, entre los siglos IV y V d.C. El imperio, a partir de un pequeño núcleo inicial en el valle del Ganges, se extendió por casi todo el norte de la India actual. La estabilidad social, la tolerancia religiosa, la paz continuada y el enriquecimiento económico dieron lugar a uno de los periodos más brillantes de la historia de la humanidad, en el que se realizaron las pinturas de Ajanta, la "Capilla Sixtina de Oriente". En la escuela de Sarnath, la capital intelectual de Asia, la plástica budista llegó a su momento álgido, mientras que la rica literatura escrita en sánscrito produjo joyas como el Kamasutra, representación filosófica y simbólica del amor carnal. En el año 510 se produce la entrada de los hunos en la India, que imponen un dominio cruel sobre Punjab, Cachemira, Rajastán y el oeste de Uttar Pradesh. Esto supone la pérdida de la hegemonía gupta, en el norte y, podo después, de los Vakataka, en el sur. La caída de los grandes patrones del budismo hace que éste quede confinado a tres pequeñas áreas, Cachemira, Bihar y Bengala. Al mismo tiempo, el resto de la India es testigo del triunfo del hinduismo. A partir del siglo VII la India aparece dividida en multitud de reinos regionales de difusas fronteras, siendo las más importantes las dinastías Pala y Sena, en el norte, y Cola, en el sur. En este periodo, llamado a veces Medievo indio, se configuró el arte hindú y llegó a su máxima expresión la técnica escultórica, empleada básicamente para decorar los templos, dedicados en un principio a la terrible figura del dios Siva. También ahora el arte jaina alcanza su momento más fecundo y glorioso. A finales del siglo XII comienza la era musulmana en la India. El alminar de Qutb, en Delhi, es uno de los primeros edificios islámicos en suelo indio. Los contactos culturales con el mundo árabe hicieron que se incorporaran a las matemáticas árabes los numerales indios, entre los cuales se incluía el cero, así como el sistema decimal. A comienzos del siglo XVI llegan a la India los mogoles, provenientes de las estepas del Asia central y originarios de Mongolia. En 1605 el imperio mogol controla casi la mitad de la India, extendiéndose a la práctica totalidad hacia 1700. La época del imperio mogol deja en la India importantes monumentos, como el Mausoleo de Humayún, en Delhi, o el de Mausoleo de I'timur al-Dawla, en Agra. Pero la auténtica joya del arte mogol en la India es el Taj Mahal. Construido en mármol blanco veteado y translúcido, el edificio responde al deseo de Shah Jahan de construir un mausoleo en memoria de su esposa Mumtaz Mahal, de la que estaba perdidamente enamorado. Jade de China, calcedonia de Egipto y perlas y ámbar de Damasco fueron empleados por veinte mil obreros, que trabajaron, de día y de noche y a lo largo de veinte años, en la construcción de este auténtico "Poema de Amor en piedra". A partir del 1700 comienza el declive mogol. La rica y próspera India observa desde hace tiempo cómo en sus costas se asientan enclaves comerciales portugueses, franceses, holandeses y británicos. En 1857 el imperio mogol dejaba de existir y la India pasaba a estar controlada por Inglaterra. La perla de la Corona británica finalmente consiguió su independencia en 1947, gracias a líderes como Nehru o Gandhi. La India, país heterogéneo y complejo, donde conviven lenguas, religiones y culturas diferentes, ha sabido ser también un mundo volcado en la sensualidad, con magníficas dotes para la construcción de templos exuberantes. En definitiva, se trata de una civilización en la que conviven con fuerza pasado y presente, haciendo que los hombres y las formas adquieran un talante tolerante, siempre abierto a la llegada de nuevas influencias.
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La India, situada en Asia meridional, ocupa la mayor parte del subcontinente indostánico. El siglo XVII había sido la gran época de los mogoles. La India era la tierra del Gran Mogol, un imperio que descansaba sobre cuatro pilares: la personalidad del emperador, la alianza o comprensión de los rajputs, la política de tolerancia y el equilibrio del poder. Fue un interludio independiente entre el dominio de los extranjeros ingleses y el de los turcos del Asia central. A principios del siglo XVIII todavía dominaban los mogoles, cuyo jefe, el gran mogol Aurangzeb (1658-1707) poseía todo el norte de la India y la parte septentrional de Dekán y además había impuesto señorío a la mitad meridional. Ahora bien, si es innegable la extensión territorial del Imperio mogol bajo el mandato de Aurangzeb, no es menos cierto que ya se comenzó en este tiempo a comprometer la dominación mogol.
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En el III Milenio a. C. encontramos diversas culturas neolíticas en el valle del Indo siendo las más destacables las de Kulli, Nundara, Amri, Nal y Quetta. Ya en época histórica se desarrollará la cultura de Harappa que domina toda el valle del Indo. Esta cultura presenta las primeras ciudades dirigidas por reyes (rajás) o grandes reyes (maharajás). Las urbes estaban ordenadas en cuadrículas, siendo las edificaciones de ladrillo, controladas desde una fortificación elevada. Se ha constatado su conocimiento de la metalurgia, a excepción del hierro, así como lo evolucionado de su agricultura y de su comercio fluvial, tomando el Indo como eje comercial. Conocemos su escritura pero no ha podido ser descifrada. En cuanto a su arte, existen sellos con representaciones religiosas y animalísticas que recuerdan a las culturas sumerias. La civilización de Harappa sucumbió ante el empuje de las migraciones de los arios, tribus de lengua indoeuropea procedentes del noroeste que se asentaron en la llanura del Ganges. Esta emigración se produjo de manera escalonada hacia la mitad del II Milenio. Estos arios (denominados así por la palabra arya que en sánscrito quiere decir noble) luchaban con arcos y flechas e iban equipados con coraza y casco, utilizando el carro de guerra tirado por caballos. Con esta potencia militar se imponen fácilmente a la población indígena, iniciándose el Período Védico que abarca hasta los inicios del I Milenio. Entre los arios se produce un reparto de tierras que desencadena la existencia de haciendas individuales y la fragmentación del territorio en reinos dispersos que se enfrentan entre sí. La aristocracia domina el poder y los reyes se suceden por herencia. En estas fechas aparecen los veda, una de las más antiguas muestras de la literatura sagrada que se conservan. Están escritos en sanscrito y en ellos se establece la religión india, donde existe una fuerza universal de carácter impersonal llamada Rita que comparte veneración con la divinidad de los juramentos, Varuna, y la divinidad de los contratos, Mitra. Las fuerzas naturales también son objeto de culto así como la guerra, Indra. La interpretación de los vedas corresponde a los sacerdotes en exclusiva, denominados brahamanes. En algunos textos se hace referencia al yoga como elemento de liberación mediante la unión con la suprema realidad. Será en estos momentos cuando se establezca la existencia de un régimen de castas en la sociedad hindú dirigida por los brahamanes o sacerdotes; la nobleza militar tiene en su poder la fuerza de las armas; los campesinos libres y la clase agrícola y artesana sometida serían la base de la sociedad mientras que los parias no pertenecen a clase alguna, son los descastados. Esta estructura social viene reflejada en el código de Manu. Las castas surgieron del cuerpo de Brahma, el dios creador. La política estaba dirigida por el reino de Maghada, dueño y señor del delta del Ganges desde el siglo VII a. C. En estos momentos hicieron acto de presencia en la India dos movimientos religiosos reformistas: el budismo y el jainismo. El budismo fue fundado en Nepal por un miembro de la familia guerrera de los Sakya llamado Siddharta Gautama y más conocido por Buda, el Iluminado. Este sistema filosófico-religioso elabora una doctrina para la salvación del hombre con la extinción del dolor al que conduce el Nirvana. La teoría de la reencarnación viene definida por el autoperfeccionamiento del individuo que se reencarnará en un ser superior o inferior, dependiendo de su comportamiento. El sistema de castas será la referencia utilizada para la reencarnación, recurriendo en ocasiones a animales para descender de casta. El jainismo será fundado por Vardhamana, también llamado Jina (el Victorioso) y Mahavira (Alma Grande). Según esta doctrina, el sufrimiento terrenal es producto de la unión del espíritu y la materia. Cuando se separen ambos elementos se alcanzará la liberación, utilizando como instrumentos liberadores la ascesis o el ayuno hasta la muerte. El centro del jainismo será la negación de la violencia y el principio del ahimsa, no hacer daño a criatura alguna. Los jainitas formarán sectas. En el año 512 Ciro se introduce hasta las orillas del Ganges, arrasando la capital del territorio. Con Darío I los territorios de Gandhara y Sind se incluyen en el Imperio Persa para formar una satrapía, desarrollando un importante comercio con Grecia. Durante casi dos siglos, la India queda bajo el dominio persa hasta que entre 327 y 325 Alejandro Magno controla la mayor parte del territorio, venciendo al rey Poros para regresar a Grecia inmediatamente. El vacío de poder que se manifiesta tras la marcha de Alejandro será aprovechado por Chandragupta quien inicia la dinastía Maurya. Derrotó al último rey de la dinastía Nanda de Magadha, rechazó un ataque del antiguo general de Alejandro, Seleuco I Nicator, al que entregó doscientos elefantes por abandonar la India, e instaló la capital en Pätaliputra. Ashoka será el creador del gran Imperio Indio, dominando la mayor parte de la Península India y buena parte de la meseta de Irán. Su conversión al budismo se produjo tras la brutal batalla de Kalinga, que provocó más de 100.000 muertos e igual número de deportados. Su pacifismo y tolerancia religiosa le convierten en uno de los personajes más importantes de su tiempo.
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En la gran etapa colonial de finales del siglo XIX, Inglaterra aumenta sus posesiones mediante el total dominio de la India (administrada desde 1777 por la Compañía de las Indias Orientales), que se aísla de otras colonias europeas con Estados tapones: protectorados de Cachemira (actualmente un Estado de la India), Beluchistán (actualmente parte de Pakistán), Afganistán y Birmania. Entre 1870 y 1890 se completa la ocupación de una extensa área que corresponde al subcontinente indostánico. La India, con sus casi 5.000.000 de km2 y 300.000.000 de habitantes, constituía un Imperio por sí misma. Desde mediados del siglo XIX, se sustituye la administración de la Compañía de Las Indias por la directa de la Metrópoli. Además de algodón, suministra a Gran Bretaña yute, trigo, aceite, té y minerales. De ella obtiene materias primas a bajo precio. El algodón de la India juega un papel creciente en la economía británica. Ya desde la segunda mitad del siglo XIX surgen revueltas nacionalistas, como la de los Cipayos en 1857, que tardó dos años en ser dominada. Será a partir de entonces cuando la Corona británica asuma la administración directa del territorio, mediante la creación de un Ministerio de la India en 1858. Desde ese momento la India pasa a ser una colonia de la corona británica, gobernada por un virrey. En el año 1876 la reina Victoria se proclamó emperatriz de la India y el país fue calificado como la "joya de la corona". Gran Bretaña marcó la vida y las actividades de sus ciudadanos en la India, siendo infrecuentes los matrimonios mixtos y manteniéndose hasta el final de la dominación la separación entre los gobernantes, extranjeros, y el pueblo indio. Bajo el mandato británico la producción cultural india, floreciente en épocas anteriores, decrece fundamentalmente, debido a la falta de mecenazgo y la puritana censura victoriana. Sin embargo, la investigación histórica y la filosófica recibieron un gran impulso, debido al trabajo de estudiosos que llevaron a cabo una importante labor de traducción y recopilación de textos. También es destacable el impulso arquitectónico, con obras como la estación Victoria, la Puerta de la India, el Museo Príncipe de Gales y el Tribunal Supremo de Bombay, junto con el Victoria Memorial Hall de Calcuta y, especialmente, la ciudad de Nueva Delhi (1911-1930).
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Cuando estalló la guerra, sólo algunos independentistas radicales como Subbas Chandra se alinearon junto al Eje. La mayoría de los políticos, aunque enfrentados a la dominación, se proclamaron antifascistas, mientras los príncipes apoyaban incondicionalmente a Inglaterra. Como en la Primera Guerra Mundial, la India podía ser proveedor de excepción y el conflicto un campo de buenos negocios. Pero mientras industriales y comerciantes atisbaban la ocasión, el Partido del Congreso carecía de una postura clara, dividido entre el deseo de no acosar a los ingleses en una situación apurada y la necesidad de obtener más concesiones políticas. En septiembre de 1939, el virrey declaró país beligerante a la India, sin consultar la opinión de los políticos autóctonos ni concederles una declaración de principios. Al mes siguiente, los militantes del Congreso que ocupaban cargos políticos renunciaron a ellos. El partido agrupaba fundamentalmente a los hindúes, aunque contaba con musulmanes. Por su aconfesionalidad, algunos grupos fanáticamente hinduistas como la Hindu Mahasadha y la Rashtriya Svayamsevak Sangh se oponían al Congreso y aspiraban a la independencia bajo un Gobierno hindú. Pero los musulmanes, cuarta parte de la población, habían fundado una Liga en 1906, dirigida ahora por Jinnah, un abogado escindido del Congreso, que creía en la colaboración con los ingleses como medio para obtener un Estado musulmán independiente y separado. Cuando los hombres del Congreso dimitieron, los musulmanes permanecieron en sus puestos y consolidaron su posición política. En 1940, para contrarrestar las tendencias separatistas de Jinnah, el Congreso eligió como presidente al musulmán Maulana Kalam Azad, mientras Gandhi propugnaba una nueva campaña de desobediencia civil antibritánica. En agosto, el Congreso hizo una propuesta formal: apoyarían a Inglaterra a cambio de la independencia. El virrey la rechazó y el 17 de octubre empezaron los problemas. Escogidos Satyagrahis, los hombres de la fuerza en el alma, iniciaron la desobediencia civil. Avisaban del día, lugar y la hora a las autoridades inglesas, y luego marchaban a una plaza, un mercado, una calle de la concurrida India, para hablar contra la guerra, por la independencia, por la paz. Aquel año, Nehru y otros 10.000 agentes del Partido del Congreso hablaron a la gente en la calle, entre los vendedores, los mendigos, las vacas, los santones, los curiosos. Y todos fueron a la cárcel. Les liberaron en diciembre de 1941, poco antes de Pearl Harbor. Y cuando los japoneses se extendieron como una marea, el Partido del Congreso se prestó a colaborar contra ellos, aunque Gandhi se opuso y quedó marginado. El avance japonés obligó a Londres a intentar un pacto duradero: ofreció a los indios una asamblea legislativa independiente y el estatuto de dominio al acabar la guerra. El Congreso rechazó la oferta. Cuando, en 1942, se temía que los japoneses pudieran invadir la India, el Congreso hizo las paces con Gandhi, que seguía empeñado en la marcha inmediata de los ingleses. Su teoría se impuso y el partido ofreció colaborar a cambio de la independencia. En respuesta, las autoridades detuvieron a Gandhi y los demás líderes. Las contradicciones de la India y la violencia latente habían sido contenidas por los métodos pacíficos del Congreso, y desaparecieron cuando los líderes políticos fueron detenidos. Llegó el terrorismo: atentados contra los cuarteles de policía, desórdenes, voladuras de puentes, asesinatos y bombas. Hasta que la policía y el Ejército pudieron contener la violencia con la violencia. Con el Congreso prohibido y sus líderes encarcelados, los musulmanes ganaron terreno. Jinnah se consolidó, gracias a su colaboración, y se hizo popular entre las masas. En 1942, los ingleses hicieron una concesión al aliado soviético y autorizaron el Partido Comunista, prohibido desde años atrás. Sirvió, en parte, para consolidar la Liga musulmana, porque los comunistas apoyaba las reivindicaciones de un Estado separado. En 1943, un olvidado personaje regresó la escena. Subbas Chandra Bose había escapado de la cárcel en 1941, llegado a Berlín y fundado la organización India libre con apoyo de los nazis. En 1943 se trasladó al Singapur ocupado por los japoneses y fundó un Gobierno provisional indio. Con prisioneros de guerra indios del sudeste asiático organizó un Ejército nacional indio y una campaña radiofónica con tan buena acogida de la población como irritación de los ingleses. Durante la campaña de Birmania, los nacionalistas pelearon junto a los japoneses, pero confraternizaron con los indios del Ejército británico, a pesar de lo cual fueron tratados como criminales de guerra. Bose murió oscuramente en 1945, pero su discutida actuación había sido un impacto más en la conciencia india, donde la guerra provocaba demasiados cambios. Las necesidades del frente habían fomentado la industria; una sola compañía, la Tata, tenía en Janshadpur una industria metalúrgica más importante que la de Sheffield, y los grandes fabricantes acordaron en el Bombay de 1944 un plan de reconversión de la industria de guerra para cuando llegara la paz. Era una burguesía ya demasiado poderosa para vivir tutelada. Pero la guerra y la industria no eran sinónimo de prosperidad; mientras crecía la aportación india a la guerra, las dificultades de transporte y abastecimientos aumentaron también. Los barcos se empleaban según la necesidad estratégica, los alimentos eran precisos para los ejércitos. La superpoblada y conflictiva Bengala sufrió en 1942-43 un hambre atroz incomparable a otras más antiguas. Cuando en diciembre de 1941 los aviones japoneses zumbaron en todos los rincones del Extremo Oriente, mataron una época con el fuego de sus bombas. La nueva ocupación trastocó el mundo colonial, donde el tiempo parecía marchar tan despacio. Sometidos a los comandantes militares japoneses, la policía política y la moneda de ocupación, los blancos que no estaban detenidos vivieron un mundo fantasmal, del que participaban las nostálgicas conspiraciones de los rusos blancos, el contrabando de champagne francés desde Indochina, la actividad de los misioneros acosados por la indiferencia, los partisanos y los japoneses. Los nuevos libertadores apenas pudieron ocupar el sitio de los viejos amos, lastrados por su orgullo, su dureza y las dificultades de una guerra imposible. No ya en la Gran Asia Oriental, sino en el mismo Japón faltaban el azúcar, la leche, el arroz, la harina, el aceite, el café, la leña. Hasta las cerillas estaban racionadas. No era posible comprar libremente en Tokio una hortaliza o una fruta, y más de ocho millones de personas huyeron al campo, aterradas por los bombardeos y el hambre, mientras los muchachos de dieciocho años eran movilizados. La pelea entre los viejos y los nuevos dioses liberó las fuerzas contenidas. Rosa de Tokio, una locutora de habla inglesa, radiaba procacidades a los soldados del Tío Sam. Pero no sólo ella había perdido el respeto a los blancos. Todas las viejas colonias se preparaban para vivir solas. Los chinos revolucionarios gestaban una sociedad nueva, apoyada en la reforma agraria y la nueva moral depurada en el Yenan. En la India, una burguesía vigorosa estaba lista para tomar el relevo de los ingleses. Toda el Asia colonial bullía, liberada de sus antiguos amos, segura de que los japoneses no eran bastante fuertes para durar. Sus promesas iniciales se agriaron con el curso de la guerra y la retirada nipona fue muchas veces una venganza manchada de sangre. Tras los derrotados militares del Sol Naciente regresaron los blancos. Pero les fue difícil mantener la vieja aureola. Los antiguos servidores bullían bajo sus pies. Y sus paraísos de dioses pacatos de clase media estaban llenos de marineros americanos que enseñaban el bougi-bougi a las prostitutas. Ya nada era igual en Asia. Jamás lo sería.
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<p><strong>Historia: </strong></p><p>La India antigua. </p><p>El Imperio gupta. </p><p>Descomposición del Imperio Gupta. </p><p>El "Medievo" Indio. </p><p>Fundación del Imperio Mogol. </p><p>Organización administrativa. </p><p>Apogeo del Imperio.</p><p>Esplendor y decadencia en el siglo XVII. </p><p>Declive mogol y ocupación inglesa. </p><p>La India colonial. </p><p>La independencia. </p><p><strong>Sociedad: Medios de subsistencia </strong></p><p>Clima y agricultura. </p><p>La alimentación. </p><p>Economía tradicional. </p><p>Economía del Estado mogol. </p><p>Reorganización fiscal de Akbar. </p><p>Productos. </p><p>Productos de lujo. </p><p>Producción a gran escala. </p><p>El comercio. </p><p>La caza entre los mogoles. </p><p><strong>Organización política </strong></p><p>El imperio maurya. </p><p>Organización del imperio mogol. </p><p>El emperador. </p><p>La administración. </p><p>La justicia. </p><p>El ejército. </p><p><strong>Estructura social </strong></p><p>Diversidad de etnias. </p><p>Población de la India. </p><p>Variedad lingüística. </p><p>Variedad religiosa. </p><p>Las castas. </p><p>La vida doméstica. </p><p>Las viviendas. </p><p>El vestido. </p><p>La muerte. </p><p>El sacrificio de viudas. </p><p>El Kamasutra. </p><p>Sociedad tradicional y cambio. </p><p><strong>Creencias y religión </strong></p><p>El budismo. </p><p>La imagen de Buda. </p><p>El jainismo. </p><p>El hinduismo. </p><p>La religión védica. </p><p>El panteón hinduista. </p><p>Los Vedas. </p><p>La sílaba sagrada om. </p><p>El tantra en el hinduismo. </p><p>Los gurus. </p><p>Los ríos sagrados. </p><p>La vaca sagrada. </p><p>La religión sikh. </p><p>El yoga. </p><p><strong>Arte y conocimientos </strong></p><p>El arte budista. </p><p>El arte jaina. </p><p>El arte hinduista. </p><p>El arte mogol. </p><p>El Ayurveda. </p><p>El sánscrito. </p><p>Sistema decimal y número cero. </p><p>El Mahabharata. </p><p>El Bhagavad Gita. </p><p>El Ramayana.</p>