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En 1943, los aliados parecen haber tomado ya la iniciativa, tras las derrotas japonesas en Oriente, alemanas en la URSS y tras la caída definitiva de Italia. Sin embargo, Alemania disponía aun de las suficientes reservas para proseguir la guerra en Europa en dos frentes, el del Este y el de Italia. Antes de junio de 1944, Hitler sabía que no tardaría en abrirse otro frente en Europa occidental, probablemente mediante una invasión a través del Canal de la Mancha. El Führer suponía además que habrían de producirse una serie de invasiones suplementarias en todo el territorio europeo ocupado, por lo que repartió el grueso de sus fuerzas entre los distintos flancos amenazados. Sin embargo, ya estaba claro que el ataque principal habría de producirse desde Gran Bretaña, por lo que las más fuertes defensas se habían establecido en la Francia ocupada.
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Goethe publicó en 1816 el artículo "Ruysdael como poeta", en el que alababa la facultad de este pintor para satisfacer "todas las exigencias de nuestro sentido externo" y decía que "su visión convence tanto al aficionado como al experto". Y esto era producto de su voluntad naturalista. Pero Goethe interpreta también en este artículo a Ruysdael como poeta o como artista pensante, comentando sucesivamente tres cuadros suyos de la Pinacoteca de Dresde. Sobre las ruinas que aparecen en Monasterio, a las que se refiere como viejo lugar de peregrinación, escribe:" El que aquí hubo un movimiento permanente de gentes y una corriente de vida humana lo indican los fundamentos que en el agua han quedado de los pilares de un puente. Estos sirven hoy a fines pintorescos, en cuanto alteran el curso del río y crean pequeñas cascadas rumorosas.Pero, el que este puente esté destruido no puede impedir hoy el tráfico vivo, que en todas partes busca su camino. Hombres y animales, pastores y caminantes vadean estas aguas poco profundas y confieren a su delicado curso un nuevo encanto. Hoy en día son estas corrientes tan ricas en pesca como en aquellos tiempos en los que necesariamente este plato se consumía en días de ayuno: (..) Los pescadores aún hoy se encuentran con estos inocentes habitantes originarios".Sobre otro estupendo óleo de Ruysdael, el Cementerio judío, comenta: "El tercer cuadro está dedicado al pasado, sin conceder derecho alguno a la vida de la actualidad. Se conoce por el nombre de Cementerio de la iglesia, y es, en efecto, uno de estos. Las tumbas en estado ruinoso apuntan incluso a un más que pretérito, son tumbas de sí mismas".La fricción entre lo que llama Goethe "la vida de la actualidad" y el enigmático pretérito que estuvo ligado a esa naturaleza que ahora lo acoge simplemente como un residuo de lo ausente, responde a una poética afianzada en el 1800 por esa vía, lo mismo que por los recursos evocativos del capriccio. La composición pictórica es poesía pintada, un paisaje en vías de reflexión, que hace intuir ese feliz orden ausente. Ocurre algo parangonable con los recursos evocativos de la jardinería inglesa, con sus atractivos monumentos semiocultos, ruinas, epitafios y demás apoyos para la asociación de ideas y el estímulo de la memoria literaria. La búsqueda de efectos empáticos de este tenor sobre la imaginación da pie a todo un modo de pintar paisaje en la época que nos ocupa, y esta poética va a conocer un verdadero ductus épico en los quehaceres románticos.Al comentar por escrito cuáles eran las intenciones de un cuadro que había sido objeto de crítica, La cruz en la montaña (1808), C. D. Friedrich consideró lo siguiente: "El efecto o, hablando en alemán, la Wirkung de un cuadro, testifica mucho a su favor, siempre que el efecto se proponga la verdad y la verdad atienda a la nobleza. Si el cuadro opera anímicamente en el espectador, si traslada su ánimo a una hermosa afección, ha satisfecho esa primera exigencia de toda obra de arte".Y después, tras describir el cuadro y comentar sus motivos, al referirse al tema de este paisaje añade lo siguiente: "Es intencionado el que Jesucristo, adosado en la cruz, se vuelva hacia el sol poniente, como imagen del Padre Eterno. Con la doctrina de Cristo murió un viejo mundo en el que Dios Padre se movía de forma inmediata en la tierra, en el que preguntaba a Caín: ¿por qué te irritas y se alteran tus ademanes?, en el que entregó entre rayos y truenos las tablas de la ley, en el que dijo a Abraham: ¡descálzate, pues es sagrada la tierra que pisas!".Este lienzo, conocido también como Altar de Tetschen, estaba destinado a ser cuadro de altar en una capilla privada, aunque nunca se utilizó como tal. Nos encontramos con el tema de la naturaleza abandonada por la divinidad, lo que en Hölderlin y Jean Paul es el mundo abandonado por los dioses. El asunto se presenta en su ausencia, o, de otra manera, el cuadro remite a lo que todavía no está realizado en él. Es el problema de la ausencia que tan de cerca afecta a la poética de lo sublime, que siempre busca una afección tal del espectador que éste se sienta impelido a imaginar a propósito de lo tan sólo evocado.Friedrich escribió este texto que acabamos de citar como respuesta a una crítica bastante extensa y minuciosa que le hizo Basifus von Ramdohr, un teórico conservador. Es muy interesante observar cuáles son los objetos de crítica de este comentarista de la obra de Friedrich. Para Ramdohr el género del paisaje necesitaba una forma específica de representación: "Variedad es aquí lo primero que busco, y, si al tiempo, para mi satisfacción requiero composición y coherencia quiero de todos modos que se oculte, y que no sea notoria. Quiero que las masas se balanceen conjuntamente, que se cadencien los contornos de los distintos términos; esto es, que se conjuguen unos con otros, que corran juntos con suavidad (..). Armonía es lo que debe estar presente, pero no melodía, como en la pintura de figuras".Friedrich no se proponía esa interconexión cadenciada de las partes del cuadro. Antes bien, el desarrollo de la imagen es unívoco sólo por la severa composición en el plano, pero busca la diferenciación de las partes en todos los momentos. La unidad plástica se basa en una fusión no armónica, sino oscura, de los elementos en juego, y está, pues, llamada a forzarse a la cohesión de elementos disociados, como comentábamos más arriba acerca de los efectos estéticos de las estructuras dualistas. Frente al juego equilibrado de las sensaciones que requeriría un paisaje arcádico, Friedrich se adentraba en los atractivos de las emociones indeterminadas, de la abstracta ambigüedad expresiva, y de los efectos tensos de la imagen sobre nuestros hábitos sensitivos.Las convenciones del paisaje clasicista imponían también reglas en el empleo del color que Friedrich no cumplía. Se invitaba a diferenciar cromáticamente las partes del cuadro, sin contrastes acusados, en una trabazón que facilitara la accesibilidad visual del ambiente, y a aunar el aspecto de éste con una tonalidad de conjunto. Friedrich, en cambio, utiliza el color local, el color ligado a los objetos, en un grado propio de la pintura de figuras y con contrastes arriesgados. El tratamiento cromático del paisaje sufre un cambio muy acusado en el Romanticismo. En el caso de Friedrich, Blechen, Rottmann y otros alemanes llama la atención la revalorización del color local, hecho que también afecta significativamente a los pintores no paisajistas.Entre los ingleses, en cambio, la alteración de los usos cromáticos convencionales del paisaje tuvo lugar por otra vía, pero fue igualmente radical. Hay que tener en cuenta que J. R. Cozens y después pintores de Norwich como John Sell Cotman (1782-1842), entre otros, crearon una sólida tradición de paisaje pintado a la acuarela que incidirá sobre la pintura de caballete. Las propiedades de la acuarela hicieron que el color aislado y el interés por los detalles se relegaran en favor del juego de transiciones de color y del uso de tonalidades claras.Esto se hace muy evidente en los lienzos tardíos de Turner, y es remarcable ya en sus acuarelas de primera época. La acuarela servía para traducciones cromáticas rápidas de la realidad, como las cultivaron Turner y Constable. La definición formal pierde en ellos relevancia, no como en los alemanes, pero es común a la mayor parte de los pintores el que los cambios surjan de la atención por la imagen de la realidad en oposición a los modelos pictóricos dados. En el caso de Turner el ímpetu por transmitir las sensaciones del medio, la vitalidad de la atmósfera, provoca unas tonalidades muy tamizadas, cuya expresividad se fundamenta en las transiciones entre gamas muy reducidas de color. Los colores de Turner, frente a los de su coetáneo Friedrich, están muy rebajados y se independizan de su relación con los objetos. Basándose en la experiencia, ambos buscaron medios, aunque radicalmente distintos, para la transcripción de una imagen de inmensidad y plenitud de la naturaleza que celebraron en sus cuadros.
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La decadencia de Cuicuilco y de otros asentamientos al sur de la cuenca sirvió para que las poblaciones emigraran hacia el noreste y se concentraran en Teotihuacan. La afluencia y el control de la población permitió erigir las Pirámides del Sol y de la Luna antes del 100 d.C. Gran parte de esta población se dedicó, no obstante, a las tareas agrícolas. Sin embargo, también fundamentaron la evolución urbana en la explotación de las canteras de obsidiana gris que existían en el propio valle de Teotihuacan y de la obsidiana verde del Cerro de las Navajas en Pachuca (Hidalgo). Durante la fase Tzacualli (1-150 d.C.) surgió un patrón de construcción de tres templos dispuestos en torno a una plaza rectangular, de los cuales el más alto fue el del centro. Más de veintitrés complejos de tres templos se erigieron, la mayoría de ellos, en torno a la Calzada de los Muertos y en el noroeste del asentamiento. La contemporaneidad de estos complejos parece indicar la dimensión política del sitio en esta fase. Millon supone que la orientación de la ciudad tiene un significado astronómico, sugiriendo que fue creada como un modelo cósmico, el ombligo del mundo. Para sacralizar aún más su función, la Pirámide del Sol fue construida sobre una cueva natural que adquirió un carácter sagrado, y estuvo emparentada con los mitos de la creación de la Humanidad. En Miccaotli (150-200 d.C.) la orientación del centro cambió hacia el sur con la construcción de la Avenida Este-Oeste, donde se levantó la Ciudadela que contenía uno de los templos más carismáticos dedicado a la Serpiente Emplumada; el edificio estaba decorado con serpientes emplumadas y escenas acuáticas. Junto a él se colocaron dos amplios conjuntos de apartamentos en los que pudieron vivir los dirigentes de la ciudad. Enfrentado a la Ciudadela, en el sector oeste, se construyó el Gran Conjunto que pudo funcionar como un mercado regional. Esta nueva concepción del sitio es radicalmente diferente de la anterior, sugiriendo un profundo cambio político, donde el templo y la residencia de los dirigentes y el centro mercantil se sitúan juntos, muy centralizados. Se inicia la decoración de talud-tablero, que poco a poco cubrirá de manera uniforme todos los edificios y se convertirá en uno de los rasgos más sobresalientes de Teotihuacan. Las fases Tlamimilolpa (200-400 d.C.) y Xolalpan (400-650 d. C.) fueron típicas de alta centralización y carácter corporado. En parte, esto estuvo relacionado con el desmesurado aumento poblacional, que llegó a alcanzar más de 150.000 habitantes. Algunos antiguos complejos de tres templos vuelvieron a ponerse de moda y se inició un gran programa constructivo de conjuntos de apartamentos, renovándose la importancia de la Calzada de los Muertos. Los conjuntos de apartamentos son edificios multifamiliares, muchos de los cuales fueron construidos según medidas standarizadas de 60 por 60 m., y llegaron a ser cerca de 2.000. Son construcciones rodeadas de altas paredes y con una sola puerta de entrada. Comprenden habitaciones orientadas a uno o varios patios con áreas de vida, de actividades artesanales y de ritual, en cuyo centro suele haber un pequeño altar con talud tablero. El plano general de los conjuntos recuerda al de la Ciudadela. Las habitaciones porticadas son oscuras y sin ventanas, y sirvieron como cocina, almacén y para el descanso personal. Muy a menudo se colocó un importante enterramiento en el centro o debajo del altar del patio principal del conjunto, el cual guardaba los restos del antepasado fundador del grupo familiar de cada conjunto. En cada edificio multifamiliar vivieron entre 60 y 100 personas, organizadas como unidades corporadas de familias emparentadas con una función, especialización e ideología religiosa similar. El tamaño y status de los conjuntos varió interna y externamente, de modo que la localización, extensión, materiales de construcción, decoración y restos internos de cultura material, evidencian la existencia de muchos estratos sociales. A un nivel superior, estos conjuntos se organizaron en barrios o distritos, dirigidos desde edificios más importantes de integración social, económica y religiosa. De esta manera, el Estado teotihuacano pudo controlar con relativa facilidad una población tan heterogénea; pues cada sector de unidades corporadas pudo ser aislado de los demás en momentos de dificultades sociales y políticas.
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En lo que respecta a las relaciones internacionales los años finales de la década de los cincuenta y los primeros sesenta presenciaron no sólo la aparición de la coexistencia pacífica competitiva sino también la generalización del proceso de descolonización que ya no se limitó tan sólo a Asia sino que se convirtió en una realidad también en África. De esta cuestión se tratará más adelante con cierto pormenor pero lo que ahora nos interesa es que la emancipación de las colonias supuso un impacto directo y de primera importancia sobre las relaciones internacionales. Por una parte, la ONU jugó un papel muy importante en el proceso descolonizador -aunque sólo en 1961 vería aprobada una resolución de acuerdo con la cual toda colonia debía llegar a la independencia- y, por otra, no sólo cambió la composición de la ONU sino también el contenido de sus debates que, en adelante, se centraron en gran medida en esta cuestión. Incluso puede añadirse que el propio contenido de las actitudes del grueso de los países presentes en la Asamblea de la ONU se fue modificando de forma significativa. Los países recién llegados a la independencia propendieron a ser críticos respecto a la posición de los occidentales, incluidos los Estados Unidos. A comienzos de los años sesenta hubiera sido mucho menos imaginable, por ejemplo, una resolución como la que se tomó sobre la Guerra de Corea, condenatoria de la agresión por parte del régimen comunista del Norte. Como mínimo, los países del Tercer Mundo hicieron que se oyeran otras voces en este gran escenario de la política mundial. Aunque las grandes potencias conservaran su poder de veto y, por lo tanto, la capacidad de detener en un momento determinado la acción del Consejo de Seguridad, la Asamblea, en donde los países independizados recientemente y aquellos que lo habían sido durante la primera oleada de la descolonización pronto tuvieron la mayoría, adquirió un papel más relevante al menos desde el punto de vista de la opinión pública internacional. También el secretariado general de la ONU desempeñó un papel creciente y no puramente ejecutivo, tal como había sido pensado en un primer momento y sobre él la influencia de los países del Tercer Mundo tendió a ser cada vez más importante. En un principio, los secretarios generales de la ONU fueron escandinavos: el noruego Tryve Lie (1946-1953) y el sueco Dag Hammarskjöld (1953-1961). Esa común procedencia geográfica no debe hacer olvidar, sin embargo, que Noruega era un país alineado con el mundo occidental, incluso en lo que respecta a su integración en la OTAN, aunque no en la naciente Europa, mientras que Suecia siempre mantuvo una estricta neutralidad. Fue el segundo quien por vez primera asumió la organización de misiones de paz protagonizadas por la ONU, como el estacionamiento de tropas de interposición después de la Guerra de Suez o el envío de observadores militares al Líbano. Precisamente en una misión de paz de la organización internacional en el Congo, Hammarskjöld perdió la vida. Quien le sucedió fue el birmano U Thant, por vez primera una persona procedente de un país del Tercer Mundo recientemente emancipado. Aunque la autoridad moral del secretario general no se vio muy acrecentada durante su mandato, la larga duración del mismo (1961-1971) prueba el suficiente grado de consenso en torno a su persona: en general, el perfil del secretario general de la ONU siguió siendo el mismo, es decir una persona procedente del Tercer Mundo, con cuyos votos era elegido. Durante su mandato, la ONU acabó liberándose del papel excesivo que había tenido en el mantenimiento de la estabilidad en el Congo y envió fuerzas de interposición en Chipre entre las comunidades griega y turca. U Thant, además, superó las críticas que el Secretariado general recibió de dos de las potencias permanentes en el Consejo de Seguridad. La URSS desde la etapa de Hammarskjöld, acusado de sesgar la actuación de la ONU en beneficio de los países de Occidente, había pedido vanamente que el Secretariado general fuera desempeñado por tres personas: una procedente del grupo comunista, otra del occidental y otra del Tercer Mundo. También el general De Gaulle, tenaz en considerar que las naciones eran la única realidad internacional digna de consideración, llevó a cabo frecuentes críticas a la actuación del secretario general. Aunque la ONU fuera una realidad consolidada en el panorama internacional, lo cierto es que, en muchos casos, estuvo muy por debajo de las virtualidades que le habían atribuido las potencias vencedoras en la Guerra Mundial. Muy pronto se hizo patente que la llegada a la Asamblea General de las naciones procedentes de la reciente emancipación no iba a impedir ni los actos de fuerza ni tampoco la resolución de los conflictos al margen de la ONU. India, por ejemplo, se hizo por la fuerza con el enclave portugués de Goa violando los principios más elementales de las Naciones Unidas a pesar de que Nehru otorgaba un papel crucial a la organización internacional en la consecución de la paz para el mundo. Este mismo país, India, por otra parte, reguló sus problemas con los vecinos (China y Pakistán) por procedimientos bilaterales y no mediante la intervención de la ONU. Pero, sobre todo, la ONU fue marginada por las dos grandes superpotencias del tratamiento de la cuestión más candente desde el punto de vista del futuro del ser humano: el desarme nuclear. En 1946 el delegado norteamericano Bernard Baruch propuso la creación de una autoridad internacional que tendría como objetivo el control de la producción mundial de materias destinadas a la fabricación de armas nucleares. Pero ya entonces la representación soviética se negó a aceptar la existencia de un procedimiento de control que implicara la posibilidad de inspección. Algo parecido sucedió en 1947 cuando los soviéticos propusieron crear una Comisión de reducción de las armas clásicas: también en este caso fue imposible concretar un acuerdo por la exigencia occidental de que se llegara a un acuerdo en materia de inspección. A partir de 1950, la URSS se retiró de las comisiones de la ONU relativas a desarme justificándolo por el hecho de que en la ONU no estuviera representada la China de Mao. Aunque volvió en 1954, en realidad desde mediados de la década de los cincuenta esta cuestión fue tratada de forma exclusiva por las dos superpotencias y en un ámbito que no fue nunca el de la organización internacional.
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No existe unanimidad en la taxonomía (clasificación biológica con criterios jerarquizados) de los primates entre todos los investigadores, aunque las discrepancias mayores proceden de la posición de los especímenes fósiles. Ambos criterios, clasificación y significado evolutivo, están relacionados ya que colocar un grupo de fósiles en casilleros diferentes implica, al menos, la separación en el pasado de una población ancestral en varias distintas (proceso de especiación). Estos mecanismos evolutivos, aunque siguen siendo objeto de discusión, están implícitos en cualquier clasificación taxonómica. Así, por ejemplo, si se acepta que la superfamilia de los Hominoideos se subdivide en dos familias (Hominidae e Hilobatidae) en vez de en tres, como era convencional hasta hace poco (Hominidae, Hilobatidae y Pongidae) es porque se considera relevante la temprana separación genética de los gibones, descubierta en el registro fósil, respecto a los demás hominoideos (hombres y póngidos) cuya diferenciación fue más tardía. Igualmente, diferenciar los grandes monos africanos (gorila y chimpancé) sólo a nivel de tribu, mientras el orangután se hace a nivel de subfamilia, implica una aceptación tácita de las modernas posturas acerca del significado evolutivo del tándem Sivapithecus-Ramapithecus, tal y como se verá a continuación. Debido a este estado de perpetua discusión, existen numerosos cuadros taxonómicos alternativos que reflejan diferentes posturas teóricas respecto a los diferentes problemas evolutivos que la cada vez más numerosa documentación va planteando. Independientemente de este debate, el Orden de los Primates, en el que se incluye el género Homo, reúne a una serie de animales que presentan unas características generales bien marcadas, aunque siempre hay excepciones: (a) Buen desarrollo de la visión, fruto de una vida arborícola presente o pasada. Ojos en posición frontal, que proporcionan una visión en relieve y sensibilidad a una amplia gama de colores. (b) Manos y (la mayoría) pies prensiles, con pulgares oponibles y almohadillado en las plantas. (c) Uñas planas y normalmente cortas. (d) Sólo dos mamas en las hembras. (e) Dieta omnívora. (f) Alta sociabilidad. El orden de los primates se dividía tradicionalmente en antropoides (o monos verdaderos) y prosimios -arborícolas adaptados especialmente a la actividad nocturna-, entre los que se incluía el problemático Tarsio. Hoy en día se tiende a clasificar los primates en dos grandes grupos: Haplorrinos (con placa ósea tras las órbitas oculares), donde se incluyen todos los monos y los tarsiiformes, y Strepsirrinos (sin placa ósea), que corresponden a los antiguos prosimios. Dentro de los simios, la diferenciación principal se hace en función de la morfología nasal: Catarrinos (monos del Viejo Mundo) y Platirrinos (monos americanos). Los catarrinos siguen dividiéndose en dos superfamilias: Hominoidea (sin cola) y Cercopitecoidea (con cola, incluye a la mayor parte de los monos). Dentro de los hominoideos, las mayores novedades residen en la necesidad de señalar la mayor o menor proximidad genética (evolutiva) entre los cinco grupos principales (gibones, orangutanes, gorilas, chimpancés y hombres) determinada mediante pruebas bioquímicas (el denominado reloj bioquímico) que miden la cantidad de material genético común entre distintas especies; diferencias menores señalan fechas de divergencia específica más reciente. Este factor, junto a la paleontología, es el mayor determinante a la hora de reconstruir la historia de nuestro orden. Como se sabe, los mamíferos existieron bajo formas poco diversificadas durante todo el Mesozoico. Un fósil de estos mamíferos primitivos, denominado Purgatorius y datado a finales del Cretácico (c. 70 m.a.), se considera el primer representante del orden de los primates. Su morfología dentaria y su pequeño tamaño indican que se trataba de un insectívoro parecido a las musarañas actuales. A comienzos del Cenozoico los primates están representados por un nutrido grupo de animales arborícolas de pequeño tamaño (los plesiadápidos) de los que por especialización en los hábitos nocturnos se separaron los primeros strepsirrinos (Adapidos; c. 50 m. a.), antepasados de los lemures actuales. La evolución de los haplorrinos durante el Paleoceno y comienzos del Eoceno no es demasiado conocida, salvo en lo que hacía referencia al grupo de los Omomyiformes, antepasados comunes tanto de los tarsios como de los simios. A finales del Eoceno, con la apertura del Atlántico, se produce la definitiva separación de Catarrinos y Platirrinos, que quedan aislados geográficamente. La mejor documentación acerca de la diversificación de los catarrinos procede sobre todo de las asociaciones faunísticas de El Fayum (Egipto). Según las sucesiones de fósiles del Oligoceno, a partir del Oligopithecus y gracias a la expansión de los bosques se produce la separación de los cercopithecos (Paropithecus es su primer representante), mientras la línea evolutiva Propliopithecus-Aegiptopithecus se considera hoy en día el mejor candidato para el posterior desarrollo de los hominoideos. A lo largo del Mioceno se produce la radiación de los hominoideos en tres grupos principales: los protogibones (Pliopithecus), los Proconsulidae, considerados hoy en día antepasados de los homínidos, y otros grupos extinguidos, como el famoso Oreopithecus bambolii, que también desarrollaron la braquiación como rasgo adaptativo a la vida arborícola. Entre los 15 y 10 m.a. se conoce una serie de hominoideos, descendiente de Proconsul, repartidos por Europa meridional, Asia y África oriental, en los que se han centrado numerosas controversias en los últimos años. Para algunos formaban un grupo homogéneo, los driopithecinos -cuyos restos también han aparecido en la Península-, mientras para otros se podían dividir en dos conjuntos: los driopithecinos s.s. y los ramapithecinos - grupo que englobaba a los fósiles de Ramapithecus, Sivapithecus y Kenyapithecus-, justificándose las diferencias de tamaño como dimorfismo sexual. Hoy en día, tras las oportunas rectificaciones de D. Pilbeam, se considera que Driopithecus y Ramapithecus son especies septentrionales, de Europa y Asia, sin descendencia evolutiva, mientras que Sivapithecus, simio de mayor tamaño circunscrito a Asia central y meridional, es el antepasado tanto de los orangutanes como del mayor primate que ha existido hasta ahora, el Gigantopithecus, que se extinguió al parecer ya en el Pleistoceno Medio. Por último, Kenvapithecus, descubierto por L. Leakey en Fort Ternan, es el mejor candidato para ser el antecesor común tanto de los homínidos como del gorila y el chimpancé. Entre los 10 y los 5 m.a. (Mioceno final) existe un enorme vacío de fósiles, achacable a los problemas de fosilización que presentan los primates por su tipo de vida, que impide precisar cómo se da el paso definitivo en la aparición de los homínidos. Los escasos restos datados a finales de este intervalo -un molar de Lukeino, el fragmento de mandíbula de Lothagam, el temporal de Chemeron y el húmero de Kanapoi, todos ellos procedentes de África Oriental-, son ya de homínido, aunque se discute sobre si alguno pertenece al género Homo o si todos son de Australopithecus arcaicos.
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A principios de siglo todavía estaba dominado este género por los grandes maestros de Versalles. Mignard había muerto en 1695, pero a Largilliére y a Rigaud les quedaban muchos años de vida, durante la que prolongaron el retrato aparatoso, con majestuosas figuras y teatrales cortinajes de fondo. Este respeto, sin embargo, por la tradición no les impide abrir una rendija a los renovadores aires del siglo XVII.Nicolás de Largillière (1656-1746) mezcla el, prestigio de la gran puesta en escena con el estudio minucioso de las telas, claras y luminosas, y suele preferir en los fondos de sus retratos femeninos un frondoso paisaje frente a las tradicionales pesadas cortinas. Amplía además su campo de acción a clientes ajenos a Versalles como actrices, artistas o miembros de la municipalidad parisina.Hyacinthe Rigaud (1659-1743) es el pintor predilecto de Luis XIV y el más afamado de la Corte. Aunque sus retratos oficiales encarnan toda la pompa y el aparato de los retratos del XVII, en su obra de madurez se trasluce una cierta gracia, un estudio más naturalista del rostro del retratado y un aire más ligero propios del nuevo siglo.El ambiente más libre y desenfadado de la sociedad que nace durante la Regencia no podía por menos de favorecer una nueva concepción del género que afecta incluso al más oficial; para dar nobleza al retrato mundano inventa el mitológico, resultado del realizado con traje de disfraz ya conocido en el siglo anterior. El máximo representante de este género es Jean-Marc Nattier (1685-1766), que llena las residencias parisinas de todos los dioses del Olimpo. La moda se extiende hasta tal punto que no hay dama de la Corte que no quiera retratarse como Diana, como Flora o como Venus. Son obras decorativas en las que la verdad del análisis psicológico cede el puesto a la adulación. Pero las modas cambian rápidamente en el XVIII y su yerno, Louis Tocqué (1696-1772), discípulo y heredero de su clientela abandonó pronto el retrato mitológico por una fórmula más clásica y más simplificada. Trabajó también en Rusia, Suecia y Dinamarca. De una generación más joven François Hubert Drouais (1727-1775) se especializó en retratar a los niños de las familias nobles.En un tiempo en que la evolución de las costumbres y el pensamiento exaltaban al individuo no podía dejar de atenderse al estudio y a la expresión de los caracteres, y así un artista como Charles-Antoine Coypel (1694-1752), pintor de escenas teatrales y cartones para tapices, analiza con precisión en los retratos los rostros de sus personajes. El mismo Boucher nos muestra en las varias efigies de su protectora la Pompadour, en un ambiente típicamente rococó, el mejor estudio que puede hacerse de la favorita como árbitro de la elegancia pero también como patrona de las artes y las letras. Basta comparar este retrato con el de Luis XIV para comprender sin más el cambio tan radical que se había producido en la sociedad francesa.Esta nueva sociedad en la que la burguesía pretende que su imagen quede reflejada en las artes como hasta entonces lo había hecho la nobleza, es lógico que favorezca la expansión del género. Pero el cliente moderno exige al retratista que acerque cada vez más el modelo al espectador y la mejor forma de conseguirlo fue acudiendo a una técnica diferente, el pastel, que había lanzado a su paso por París la pintora italiana Rosalba Carriera. Ya vimos cómo Chardin había utilizado esta técnica precisamente para ejecutar retratos en los últimos años de su vida pero son Perroneau y La Tour sus mejores intérpretes en Francia.Maurice Quentin de la Tour (1704-1788) marcha desde San Quintín, su ciudad natal, a París en el año 1722 a la búsqueda de un marchante que le acoja. Ante el fracaso de su intento dedica los siguientes años a hacer retratos por distintos lugares de Francia e incluso va a Londres en donde permanece dos años. A su vuelta a París se presenta como pintor inglés para conseguir mayor clientela y hacia el año 1726 ya era conocido. Es por entonces cuando cuentan que Luis de Boulogne, primer pintor del rey, en una visita a su estudio y ante sus retratos le espeta "No sabéis ni pintar ni dibujar... Dibuje, joven, dedíquese a dibujar". Lo más sorprendente es que le hizo caso y se encerró durante dos años practicando el dibujo. Cuando reapareció se había convertido en experto técnico, salvándose de la banalidad, y así lo entendieron los parisinos que pronto le convirtieron en el pintor de moda de toda la sociedad parisina, desde la familia real hasta el más desconocido burgués pasando por escritores, músicos, artistas y financieros.En 1737 presenta varios retratos al pastel en la Academia, que le acepta como académico. Este mismo año se reanuda la celebración del Salon, que desde ahora será regular y allí expone La Tour todos los años. En 1746 presenta su pieza de recepción como académico de pintura de retrato al pastel que, cómo no, es un retrato, el del pintor Jean Restout.Es un pintor que trabaja mucho pero que trabaja bien y solo, únicamente acepta alguna ayuda para los accesorios. Su técnica no varía con el tiempo, una vez que ha alcanzado el éxito no le interesa cambiar, pero ello no quiere decir que no se preocupe por profundizar en su estudio y así colabora con Pellechet para elaborar una fórmula que permita dar al pastel la consistencia de la pintura al óleo. Ya en 1741 presentó el retrato de cuerpo entero del presidente de Rieux y en el Salón de 1755 repitió la hazaña al exponer el de Madame Pompadour, también de cuerpo entero, con unas medidas (1,75 x 1,28) insólitas para un pastel, que suele ser mucho más pequeño. Su deseo de ahondar en la solución de problemas técnicos le llevó a experimentar en pasteles en los que él mismo era el modelo y así evitaba el peligro de disgustar a su clientela acostumbrada siempre a un mismo estilo.Sus retratos son una continua indagación psicológica a la busca del carácter del personaje, de su semejanza física, pero también de su situación social. Diderot (Salón de 1769) pone en boca de La Tour: "creen que sólo capto los rasgos de sus caras, pero yo penetro hasta el fondo en ellos sin que se enteren y me los llevo enteros" y un poco después "Todo ser ha debido soportar, más o menos, las fatigas propias de su estado". Ello se traduce en una huella más o menos profunda, de manera que, cuando se ha de pintar un rey, un general, un ministro, un magistrado, un sacerdote, un filósofo, un mozo de cuerda, estos personajes reflejen lo mejor posible su condición.En los últimos años sus excentricidades alcanzan los límites de la locura, la demencia senil le hace decir que tiene miles de años y que posee tantas riquezas como el emperador de la China. Muere en 1788 en su ciudad natal a donde se vieron obligados a llevarlo desde París por su penoso estado.El otro gran pastelista francés del siglo XVIII, Jean-Baptiste Perroneau (1715-1783), nace en París en el seno de una familia burguesa e inicia su formación con Natoire. Pronto, sin embargo, se distancia del estilo de éste y se entrega de lleno al pastel, convirtiéndose en el principal rival de La Tour. Su factura es mucho más atrevida y directa, sin disimular las posibles imperfecciones del modelo. Tal vez esta falta de adulación en sus retratos y la avasalladora competencia de La Tour determinó que su clientela procediera de la burguesía y de los habitantes de provincias, de los que nos ha dejado deliciosos ejemplos.En 1743 ante el éxito que habían tenido los cuadros de La Tour y el temor de que saliera perjudicado el retrato al óleo, decidió la Academia no recibir a ningún otro pintor al pastel. Esto obligó a Perroneau, tres años después, cuando solicitó su aceptación en esta institución, a presentar cuadros pintados al óleo, entre ellos el de Madame de Sorquainville (Museo del Louvre), buen ejemplo de agudeza psicológica y refinado colorido, y lo mismo tuvo que hacer en 1753 cuando su recepción definitiva con los retratos del pintor Oudry y del escultor Adam.Como prueba de su ingenuidad frente al astuto y mal intencionado La Tour, que por su orgullo y su codicia no consentía en tener rivales en la Corte, está la historia ocurrida con ocasión del Salón de 1748. Perroneau decide presentar un homenaje al maestro, La Tour con traje de terciopelo negro, para el que, según las malas lenguas, posó al día siguiente de una francachela, marcados en su rostro los efectos. El avieso La Tour pintó un autorretrato con sus mejores cuidados y lo expuso al lado del de su rival, con lo que salió vencedor en la comparación.Ante la dura competencia existente en la capital trabajó en varias provincias francesas y viajó por Italia, Rusia y Holanda, muriendo en Amsterdan en 1783.
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Leonidas Breznev es el único caso de un primer responsable político soviético que publicó sus memorias en vida y en el poder. Lo hizo a partir de 1978 y los tres volúmenes en que consisten tienen un interés muy limitado: se dedican a ocultar de forma sistemática su vinculación con su antecesor, que fue también quien le promovió, y, al mismo tiempo, potencian de una forma que resulta sencillamente increíble su papel en la Historia de la URSS. Pero también resultan muy interesantes desde otros puntos de vista. La de Breznev fue, por así decirlo una "personalidad impersonal" cuyo éxito nació precisamente de esta condición. La redacción de unas memorias por parte de un político en ejercicio transmite la impresión de normalidad en la vida política de un país; eso resulta muy descriptivo de que la URSS durante su mandato parecía haber alcanzado una estabilidad que la alejaba a la vez de las purgas estalinistas y de la actividad populista y efervescente de Kruschev. A esa estabilidad los dirigentes comunistas de la época la designaron con el término satisfecho de "socialismo maduro" o "real". Pero, como tendremos la ocasión de comprobar, entre lo que Breznev afirma en sus memorias y la realidad había una distancia muy considerable. Sólo esto explica la posterior evolución de la URSS en el tiempo de Gorbachov. La vida del sucesor de Kruschev puede ser resumida con brevedad. Fue un hombre de suave apariencia y modo de expresión, poco decidido y heroico, en el fondo un tanto titubeante pero a veces de apariencia impetuosa cuyo acto más heroico fue tomar parte en la defenestración de Kruschev. Cuando lo hizo no tuvo inconveniente en mantenerle en una vida confortable pero también le escatimó sus peticiones en relación con los privilegios o la forma de vida adquiridos como político soviético. Frente a la desestalinización fue siempre partidario de publicar artículos de alabanza a Stalin, aunque sin demasiada estridencia para no contrastar demasiado con su antecesor. Hombre de una única dimensión, con mentalidad de funcionario convencional, pensó siempre que ésa era la mejor manera de librarse de conflictos. Pero, al mismo tiempo, sus papeles, que han podido ser consultados desde la desaparición del comunismo, fueron siempre precisos y concretos a diferencia de los que redactó Gorbachov. Se trataba, en definitiva, de un perfecto "apparatchik", caracterizado por la capacidad de trabajo, la constancia y la ausencia de nada extraordinario en su vida. Con él, por vez primera, en la dirección de la política soviética se instaló un profesional del partido. En efecto, de Breznev no puede decirse en absoluto que fuera verdaderamente un obrero, puesto que su primer trabajo fue ya un puesto burocrático en el partido en el que ingresó en 1931. Algo parecido puede decirse de las personas que tuvieron un papel más importante en su entorno como Kosyguin, Podgorny y Suslov, los cuales también ingresaron en el PCUS en parecidas fechas. Todos ellos prosperaron en la época de las grandes purgas estalinistas. Breznev lo hizo al amparo de Kruschev y eso explica que no corriera ningún peligro especial. Hasta 1938 había cambiado con frecuencia de trabajo y nunca fue sospechoso de nada en la época de las grandes purgas precisamente por resultar una personalidad intrascendente. A lo sumo se podía haber esperado de él una carrera que le llevara al Comité Central del partido de Ukrania pero la Guerra Mundial modificó sus posibilidades. Kruschev fue de los escasísimos responsables regionales del partido no relevados por Stalin: aunque Ukrania despertaba muchos recelos en él era un país demasiado grande y estaba demasiado poblada como para que toda ella pudiera ser trasladada hacia el Este, según afirma Kruschev en sus memorias. Durante la Segunda Guerra Mundial Breznev fue comisario político y coronel, completando así una pluralidad de dedicaciones que siempre resultaba importante para la promoción de un dirigente soviético. En 1950 se convirtió en primer secretario del PC en Moldavia, cargo dotado de poco menos que la omnipotencia en esta República. Ya en la época de Stalin fue propuesto para formar parte del Comité Central del PCUS. Pareció rozar las cumbres de la nomenklatura en 1952 cuando fue nombrado miembro suplente del Presidium del Comité Central; era ya el momento en que el anciano Stalin quería aterrorizar a la vieja guardia por el procedimiento de promover a los jóvenes. La muerte del dictador le hizo dar un paso atrás en su carrera política pero se recuperó luego cuando Kruschev le rescató para uno de sus grandes proyectos, la colonización de las tierras vírgenes, iniciativa que Breznev se atribuye a sí mismo en sus memorias. En concreto, a partir de 1954 ésa fue su tarea en la que consiguió un buen éxito inicial. Como ha solido acontecer en el seno de la clase dirigente soviética su promoción tuvo un momento crucial cuando se desvinculó de su patrocinador de otro momento. Este hecho podría ser calificado de "traición" de no ser por lo habitualmente que se ha producido en el seno de la dirección soviética (pero también en la política democrática). De cualquier modo, lo verdaderamente importante es el sentido fundamental que tuvo la sustitución de Kruschev. Lo que la nueva dirección del partido criticó en él fue "el subjetivismo y el voluntarismo"; así se explica que Breznev maltrate en sus memorias a su antecesor y pretenda que su carrera política dependió en exclusiva de Stalin. El nuevo estilo de Gobierno, de acuerdo con sus declaraciones, habría de basarse en el "análisis crítico", la "objetividad", los "métodos racionales", las "decisiones no improvisadas"... A todas estas expresiones hay que sumar otra todavía más importante: la "dirección colectiva" que se concretó en el hecho de que -se dijo entonces- una persona no pudiera acumular el cargo de secretario general y el de primer ministro. Por vez primera en la Historia de la URSS, la sucesión de Kruschev fue posible el cambio en la Secretaría General del PCUS sin que fuera acompañada de la desaparición física de quien lo ejercía. Este hecho se explica porque la clase política necesitaba una mayor seguridad en su carrera y en el ejercicio del poder de la que había tenido hasta el momento. Kruschev estableció en su momento el principio de que no sería eliminado el adversario en las luchas internas. Breznev, adelantando un paso más, supuso el paso de la dictadura individual a la colectiva de modo que a la "nomenklatura" se le aseguró no sólo la vida sino también el puesto y el avance en su carrera: desde el primer momento señaló como principio de su acción político-administrativa el "respeto por el personal". No hubo bajo su mandato purgas ni denuncias que conmovieran la placidez de las carreras burocráticas. En 1966, por ejemplo, fueron reelegidos el 83% de los miembros del Comité Central. Especialmente al principio de su mandato los textos de y sobre Breznev insistían sobre su condición de copartícipe en un poder que ejercía junto con otros. Su biografía oficial hablaba, por ejemplo, de su "rectitud de principios, firmeza en la defensa de sus convicciones, carácter expeditivo a la vez que paciencia y, sobre todo, respeto a sus compañeros". Descripciones como ésas habrían resultado poco imaginables en sus antecesores. Breznev fue una personalidad mediocre pero ese rasgo fue el factor explicativo esencial en su promoción como garantía de que no trataría de imponerse absolutamente sobre el resto de la dirección del PCUS como lo habían hecho alguno de sus precursores. No sólo no fue un gran escritor sino que incluso era alérgico a la lectura, aunque tenía buena voluntad y paciencia en el trato. Su ascenso fue el de una persona considerada como de transición. Poco educado, cometía numerosas faltas de ortografía. Carente de originalidad y de deseo de innovación, su tendencia natural fue presentar como ideales supremos la estabilidad y la paz. Pero eso no quiere decir que Breznev, al mismo tiempo no fuera concentrando en sus manos todo el poder y que, además, no fuera objeto de un culto a la personalidad. Como ya había sucedido en la época de Lenin y luego volvió a acontecer con Stalin y acabó por reproducirse en la etapa de Kruschev también en el caso de Breznev, aunque fuera de un modo mucho más lento y solapado, hubo una concentración del poder político en las manos de tan sólo una persona. Lo que sucedió en este caso es que esa persona era alabada y objeto de culto por la capacidad de trabajo en equipo, es decir por contar con los demás miembros de la "nomenklatura". En muy escaso tiempo abandonó las denominaciones, introducidas por su antecesor, de Presidium y primer secretario para sustituirlas por Politburó y secretario general, lo que indicaba bien a las claras la voluntad de potenciar el carácter colectivo de la dirección. En los Ministerios económicos, creados de nuevo para sustituir a los Consejos regionales ideados por Kruschev, empezaron a ascender los miembros de la llamada "mafia de Dnepropetrovsk" donde Breznev había iniciado su carrera. De los catorce miembros del Politburó, en el momento de caer Kruschev sólo quedaron cinco, aunque el resto sólo fueran retirados mediante una purga blanda que de cualquier modo no se produjo en los escalones inferiores. Stalin tuvo una Secretaría particular de una influencia política enorme, a veces excluyente, al mando de un personaje opaco llamado Poskriobychev. El secretario de Breznev fue Chernenko, quien estaba destinado luego a dirigir el sistema soviético durante un corto paréntesis. Cuando la concentración de poderes en Breznev fue más absoluta y el culto a la personalidad resultó más omnipresente fue en los últimos años de su vida, a partir principalmente de 1978. Entonces asumió la práctica totalidad de los altos cargos de la jerarquía política soviética, incluyendo los de carácter militar, en manifiesta contradicción con lo que había dicho en 1964. Espectacular fue la acumulación de alabanzas acerca de su persona. Desde hacía años las declaraciones oficiales hacían aparecer declaraciones como la de que " todos los éxitos de la Unión Soviética están unidos a su nombre". En 1973 se hicieron nuevos carnets del partido y entonces a Breznev le correspondió el número 2 mientras que Lenin recibía "post mortem" el número 1. El aspecto más peculiar de la exaltación del secretario general fue, sin embargo, la referencia a sus capacidades militares e intelectuales. La Historia de la actuación de la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial puede ser escrita sin hacer mención a Breznev, pero éste recibió con el transcurso del tiempo con motivo de su actuación en ella más condecoraciones que el mariscal Zhukov. Treinta años después de concluir el conflicto se le concedió el título, verdaderamente excepcional de "héroe de la Unión Soviética" y también obtuvo la Orden de la Victoria que tan sólo había sido concedida a comandantes militares que estuvieron al frente de los Ejércitos de su país. Al mismo tiempo en 1979 recibió el Premio Lenin por el supuesto valor literario de sus memorias y, considerado ya como un clásico del marxismo leninismo obtuvo, además, la medalla Karl Marx. Lo que principalmente interesa a la Historia es saber hasta qué punto la etapa de Breznev supuso un cambio para el régimen. La dificultad de identificar posiciones diversas en el seno de la clase dirigente del régimen resulta tan difícil como en el caso de muchas otras dictaduras en que también el conjunto de los personajes de la clase dirigente parece envuelto en un halo gris. Si acaso, se puede hablar de la existencia de un grupo de intereses principalmente ideológicos, representado por Suslov y Ponomariov, que, quizá exclusivamente por dedicarse a estas cuestiones, tendía a reafirmar la ortodoxia frente a los eurocomunistas mientras que otro sector representado por Kirilenko, Ustinov y, en cierto sentido, por el propio Breznev ofrecía una vertiente de actuación más pragmática. Sin embargo, es probable que esta diferencia haya sido tan sólo de matiz porque el mandato de Breznev da la sensación de haber estado caracterizado por una ausencia real de conflictividad interna como producto de una manifiesta autosatisfacción respecto a la política interior que también se trasladó a la exterior. En la descripción de un disidente el régimen parecía "una gigantesca máquina que funcionaba con piloto automático", sin necesidad de plantearse grandes debates ni tampoco grandes alternativas por la simple razón de que era esencialmente conservadora en estilo y en retórica. De ahí la "pompa exterior" que compensaba la ausencia de aspectos heroicos y camuflaba un aparato estatal complaciente consigo mismo y nutrido de la burocracia del partido, los administradores públicos y una influencia creciente de la KGB y el Ejército. Una imagen completa de este régimen burocrático se encuentra en el Congreso del PCUS en que en 1976 tomaron parte unos 5.000 delegados de los que unos 1.800 eran dirigentes del partido, otra cifra semejante tecnócratas gubernamentales, unos 900 funcionarios de organismos agrícolas y unos 300 militares. En el último Congreso que Breznev presidió (1981) se impidió el acceso de la prensa extranjera porque las fuerzas físicas del secretario general no llegaban como para aguantar pronunciarlo, ni siquiera leído. El régimen en otro tiempo revolucionario se había convertido en una burocracia gerontocrática. Durante la etapa de Breznev se produjo también la aprobación de una nueva Constitución en 1977 la que sustituyó a la de 1936, aprobada durante la época estalinista. El resultado fue una arquitectura institucional que gracias a una mayor precisión permitía someter a unas ciertas reglas las relaciones entre el ciudadano y el poder. Pero esto no quiere decir que existiera un régimen de Estado de Derecho. Las libertades enunciadas se entendían tan sólo en el marco del "interés de los trabajadores y el propósito de construir el socialismo" y el partido seguía manteniendo su papel "orientador y dirigente". Cabe preguntarse hasta qué punto la época de Breznev supuso una continuidad o una ruptura respecto a la Kruschev desde el punto de vista político. Sobre el particular cabe citar las palabras de un disidente, Amalrik: el poder sólo quería a estas alturas que todo siguiera como antes, que las autoridades fueran respetadas y que los intelectuales se callaran y ninguna reforma pusiera en peligro la estabilidad. No hubo en esta etapa, en efecto, el componente populista pero también reformista de la etapa de Kruschev sino que más bien existió siempre en la burocracia satisfecha una tendencia marcada a procurar no galvanizar de ningún modo a una sociedad a la que se dejaba vivir en la indiferencia o el escepticismo. El partido era una máquina burocrática que alcanzaba ya la cifra de 19 millones de adheridos, que venían a ser el 6% de la población, de los que el 70% eran cuadros pertenecientes a la Administración. El peso de esta última era cada vez mayor: a estas alturas ya existían setenta Ministerios dedicados a las diversas ramas de la industria. En total la "nomenklatura", es decir, el conjunto de los mandos en quienes reposaba la dirección del país, venían a ser unas 750. 000 personas que con sus familias podían llegar a un total de tres millones. El término, que utilizó por vez primera Voslenski pero que era ya de uso habitual en la URSS, pasó a convertirse en una parte del lenguaje político universal. Cada puesto en la misma tenía un muy preciso y determinado número de privilegios estrictamente reglamentados. La desgracia política equivalía a perderlos pero también se podía esperar una avance paulatino y no problemático en la trayectoria burocrática. Sin embargo, algo característico de este momento histórico fue también la aparición de un movimiento contestatario. La época de Breznev se caracterizó por un incremento de la disidencia que ratificó en la mente de la clase política el peligro que corría el sistema en el caso de reformas. El primer signo de que se va a proceder a la cerrazón se percibió en la detención de Siniavski y Daniel en 1965. Fueron condenados a cinco y siete años de cárcel, respectivamente, sólo por el hecho de publicar libros en el extranjero. El movimiento de disidencia, como es lógico, tuvo sus limitaciones que nacían de las características del régimen. En 1958-1966 hubo 3.448 condenados a prisión por actos o propagandas antisoviéticos y fueron tan sólo 1.583 entre 1967 y 1975, unas cifras muy modestas para un país como la URSS. Si se examinan las listas de firmantes de manifiestos en contra de la actuación gubernamental se concluye en la relativa amplitud de la protesta pero también en su carácter limitado a determinados estratos sociales. Según Amalrik, tan sólo el 10% del millar de personas que firmaron manifiestos de protesta por la actuación gubernamental no eran intelectuales; la oposición política fue, por tanto, en exclusiva la de los medios de cultura. Las medidas para reprimir esta oposición no fueron ya las de la época estaliniana pero tampoco pueden calificarse como blandas. Se recurrió contra ella no sólo a la prisión sino a enviar a la emigración o a las clínicas psiquiátricas. Probablemente las autoridades pensaron, de forma realista, que con este tipo de actuación se libraban de complicaciones; en el terreno ideológico de todos los modos procuraron detener cualquier indicio de avance en el camino de la desestalinización definitiva. En 1974 Solzhenitsin publicó El archipiélago Gulag y pasado algún tiempo fue expulsado de la URSS. En 1968 Sajarov ingresó en estos medios opositores; durante algún tiempo tan sólo fue seguido por la policía, pero se le acusó de haber visitado ochenta veces las Embajadas extranjeras y en 1980 Sajarov acabó siendo sometido a residencia en Gorki por temor a que si era expulsado revelara secretos relacionados con las experiencias nucleares de la URSS en el extranjero. Quizá fue él el ejemplo más claro de evolución hacia un ideario democrático, porque Solzhenitsin derivó hacia un cierto misticismo autoritario y Medvedev patrocinó una vuelta al leninismo purificado. Como se puede observar, en todos esos aspectos parece manifiesto que la etapa de Breznev trajo novedades cuya significación se descubrió luego, aunque de parte de los dirigentes fuera en el sentido de volver a posiciones que prescindían de cualquier tipo de reformas. En un campo, sin embargo, la situación no cambió. Lo que Breznev denominó como "socialismo maduro" no era, como en el caso del anterior secretario general, un convencimiento de que el comunismo estaba a la vista ni tampoco el convencimiento sincero de que de modo inmediato se iban a superar las magnitudes económicas de los Estados Unidos. Pero Breznev prosiguió la línea marcada por Kruschev en el sentido de superar el "ascetismo de consumo" de la época de Stalin para atender, por lo menos en parte, las expectativas de la población desde la reducción del servicio militar al aumento de la renta por habitante y, en general, a la mejora del nivel de consumo. Merece la pena, por tanto, hacer una alusión a la evolución de la economía durante este período. En general, como en todos los terrenos, la etapa de Breznev significó un olvido del nervioso y contradictorio deseo de Kruschev de cambiarlo todo. De todos modos, en un principio de este período gubernamental hubo todavía medidas reformistas. Los precios pagados a los koljoses por el grano y el ganado fueron mayores y se toleraron los cultivos privados. Las inversiones agrícolas ascendieron hasta una cuarta parte del total. El ritmo de crecimiento de la producción en este terreno fue apreciable pero todavía una mala cosecha tenía como consecuencia una grave crisis de aprovisionamiento. El aumento de la demanda provocó todavía mayores problemas y crecientemente se dependió de importaciones de productos alimenticios, lo que, sin duda, fue una ventaja proporcionada por la distensión. Ésta hizo posible, por ejemplo, la compra de grano en contrapartida al petróleo o las reservas auríferas acumuladas por Stalin. A pesar de su incapacidad para resolver los problemas de aprovisionamiento, todavía en 1985 la agricultura ocupaba al 39% de la población. Hubo también proyectos de reforma en el campo industrial pero, como aquéllos, quedaron más bien en proyecto sin traducirse en la realidad, constituyendo una prueba de que éste era un terreno en que se necesitaban cambios pero no había el suficiente grado de audacia para traducirlo en la realidad. Además, nacieron en países del área soviética más que en la propia URSS. Todos ellos tendían a hacer disminuir el peso decisivo del centro de decisión en la vida de las empresas. Ya Oscar Lange en Polonia defendió posibles cambios al final de los cincuenta. En 1962 lo hizo el soviético Liberman: sugirió la introducción del beneficio de la empresa y la posibilidad de quiebra de la misma. Aganbeguian, que luego desempeñó un papel importante en la "perestroika", criticó la centralización y el exceso de gasto militar. Todas estas doctrinas tuvieron algún efecto en la alta dirección soviética. Kosiguin defendió la flexibilización del cumplimiento de objetivos por la empresa e incluso la introducción de una serie de incentivos para los obreros y directores pero nunca se pensó en la posibilidad de que existiera la libertad de precios, que es el mecanismo fundamental de una economía de mercado. De cualquier modo, la "primavera de Praga" liquidó las modestas experiencias en estos terrenos. Por el contrario, el peso de la burocracia se fue haciendo creciente y en la etapa de Breznev el número de los Ministerios industriales creció más de un 50%. Los resultados globales de la evolución económica resultan difíciles de cuantificar. En los años setenta la CIA estimaba que la economía soviética suponía el 60% de la norteamericana, pero es posible que ya a finales de los setenta tuviera un crecimiento negativo, con independencia de sus problemas de calidad y de ausencia o deterioro de infraestructuras. Además, la mano de obra disminuía en términos proporcionales. La revolución industrial llevada a cabo a marchas forzadas y con el auxilio del terror político ya no podía obtener los resultados previstos. La economía soviética mostraba en los años setenta su incapacidad para llegar a los nuevos campos de desarrollo industrial como la electrónica, los plásticos, la industria de consumo y la informática. Además, la rigidez del aparato económico acabó por compatibilizarse con la utilización de procedimientos ilegales para lograr una cierta flexibilización. Ya a partir de Kruschev empezó a tolerarse la economía negra. En este momento incluso se introdujo la pena de muerte para los delitos relacionados con esta materia y en algunas ocasiones incluso se llevó a la práctica. Ya en plena época de Breznev la economía "fantasma" se convirtió en un pilar del sistema y junto a ella adquirieron una creciente importancia las "mafias", que la hacían posible y se beneficiaban de ella. Pero todas estas realidades eran compatibles con una situación aparentemente positiva en lo que respecta al nivel de vida. El Estado soviético, que en la etapa de Breznev era profundamente conservador pero se consideraba obligado a mantener un rastro de ilusión revolucionaria identificada con la expansión militar, hizo posible también una rápida mejora en aquel apartado. El nivel de vida creció un tercio en el período 1965-70 y, por primera vez, durante el plan quinquenal de 1971-5, la producción de bienes de consumo pasó por delante de la industria pesada. Desde 1956 existía un sistema de retiro y se abandonó el sistema de organización del trabajo basado en la vinculación de la persona con el puesto de trabajo. A mediados de los años sesenta se introdujo la semana de trabajo de cinco días y el alargamiento del permiso de maternidad. Pero perduraban los problemas de fondo. Al margen de que la productividad y el ritmo de crecimiento del PNB se deterioraban velozmente la protesta social reapareció a partir de 1959. El incidente más grave es el de Novocherkask, que produjo setenta muertos. Siempre la reacción de las autoridades fue la misma consistiendo en evitar que la noticia se difunda. "Simulo que trabajo y ellos simulan que me pagan", era, de acuerdo con una broma común, la divisa de los trabajadores soviéticos en esta época. Luego, con el transcurso del tiempo, se descubrieron todos estos males que se atribuyeron, con razón, a una época merecedora de pasar a la Historia con el término "estancamiento".
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A lo largo del siglo XX es posible distinguir tres grandes etapas en el desenvolvimiento de la economía que no se sucedieron al mismo tiempo en las sociedades iberoamericanas. La primera desde principio de siglo hasta la crisis de 1930. La segunda, desde la expansión de las industrias de bienes de consumo hasta la crisis de la deuda en los 80. La tercera en los años ochenta caracterizada por la integración en el mercado mundial, y el desmantelamiento del estado dirigista. El ascenso de Estados Unidos como potencia económica dominante afectó a los países que exportaban bienes que competían con los de los agricultores norteamericanos. La crisis de 1929 significó para las economías iberoamericanas la brusca caída de los ingresos provenientes de las exportaciones tradicionales. La Segunda Guerra Mundial estimuló la industrialización por el aumento de la demanda externa y de los precios, y porque los centros capitalistas en guerra no podían satisfacer la demanda; las economías latinoamericanas y sus sectores industriales aprovecharon para expandirse y ganaron en diversidad y complejidad. Varios países alcanzaron tasas de crecimiento elevadas, por ejemplo Brasil y México desde la década de 1950 a la de 1980, y más erráticamente la Argentina. En este nuevo modo de organización económica se destaca el papel central del estado, que apoyó la industrialización, reguló los mercados de trabajo y capital y protegió la producción interna respecto a la competencia exterior. Durante la segunda mitad de los 70 algunos países desmantelaron la maquinaria del intervencionismo económico estatal. Esta fue la política de Pinochet, las Juntas Militares Argentinas y el Colegio de Generales de Uruguay. Gráfico La reforma del Estado incluyó la privatización de las empresas bajo su control junto con la liquidación de los instrumentos que habían posibilitado su intervención en el ámbito económico y su papel como redistribuidor de ingresos. En todos los países se aplicaron políticas de ajuste apoyadas por instituciones como el Fondo Monetario Internacional, con un profundo impacto sobre la sociedad. La reorganización de la economía con el propósito de reducir los déficits fiscales y de lograr una mayor capacidad competitiva condujo a la quiebra a parte de las empresas desarrolladas por la industrialización sustitutiva. Hubo una caída sustancial de los salarios reales, un rápido crecimiento del paro y del subempleo. Al mismo tiempo, el desmantelamiento del Estado dirigista hizo crecer el nivel de desocupación y fue acompañado por el recorte del gasto público en los servicios sociales. Se profundizaron las desigualdades sociales y la pobreza se incrementó significativamente en las áreas urbanas. En los años sesenta se distinguen esfuerzos para una reforma agraria en América Latina. En México ya se había producido en parte como resultado de la Revolución. En esa década doce países aplicaron medidas de reforma agraria en respuesta a la expectativas alentadas por la Revolución cubana de 1959 y siguiendo el Convenio de Punta del Este de 1961. En México y países centroamericanos como Guatemala, Nicaragua y El Salvador se intensificó la migración hacia Estados Unidos durante los años ochenta y noventa. Hubo también movimientos migratorios de Bolivia y Paraguay a Argentina y de Colombia a Venezuela.