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Iglesia de Amberes, Bélgica, que alberga una obra de Rubens, Desposorios místicos de santa Catalina.
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La iglesia de San Agustín forma parte del conjunto arquitectónico y monumental de la capital de Italia, Roma. Fue construida a finales del siglo XV por Giacomo da Pietrasanta y en el XVIII Vanvitelli renovó el interior, rico en obras de arte como la "Madonna del Parto", escultura de J. Sansovino, el fresco protagonizado por el Profeta Isaias pintado por Rafael, un lienzo de Guercino, el altar mayor de Bernini y la sublima Madonna del Pellegrini pintada en 1605 por Caravaggio.
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Iglesia fundada en 1960 con la misión de atender a la barriada que lleva su mismo nombre. El edificio tiene un neto sabor campero andaluz y fue proyectado por el arquitecto Barquín, dominando gran parte de la ciudad moderna y su vega. El interior se divide en tres naves irregulares y consta de una capilla mayor presidida por una gran cruz.
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La orden religiosa de los Agustinos llegó a Córdoba con los conquistadores cristianos, en el año 1236. En un principio, se instalaron cerca del Alcázar, hasta que éste fue remodelado por Alfonso XI, el cual les cedió una gran extensión de terreno en la zona comprendida entre las calles Dormitorio, Huerto de San Agustín y Moriscos, con el objetivo de fundar un convento que sirviese para urbanizar y repoblar la zona. La iglesia conventual de San Agustín, situada en los márgenes del barrio de Santa Marina, data del año 1328, cuando se llevó a cabo su primera construcción. Durante el siglo XVI se realizaron importantes obras, aunque no fue hasta el siglo XVII cuando se reestructuró y se finalizó definitivamente. En el siglo XIX sufrió un importante incendio a causa de la invasión francesa, que supuso su clausura durante algún tiempo, y, actualmente, se está reformando nuevamente, a pesar de lo cual, la iglesia se encuentra en estado ruinoso, perdiendo las hermosas pinturas murales interiores y gran parte de sus colecciones de cuadros y esculturas. Tiene las características de las típicas iglesias medievales, con tres naves, dos laterales y una central de mayor tamaño y altura que las anteriores. Su portada es del siglo XV, si bien las obras para su finalización se prolongaron durante dos siglos. La torre, con dos cuerpos de campanas, se construyó en el siglo XVI. La bóveda de la nave central está decorada mediante yeserías y pinturas murales, representando escenas del Credo; se piensa que su autor fue Juan Luis Zambrano. Merece especial atención la Inmaculada situada en el sotocoro, atribuida a Cristóbal Vela y fechada en el siglo XVII. También cuenta con un gran número de altares y pinturas de época barroca.
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El origen de este convento de monjas agustinas, situado en la calle de San Pedro, se tiene que buscar en el testamento que en 1635 otorgara el presbítero D. Martín Fernández de Bruselas, de quien tomó su advocación. Una serie de circunstancias hizo que dicha fundación se retrasase, sin embargo, hasta 1639, fecha en la que se instalan las cuatro primeras monjas. Todo parece indicar que el primitivo convento se formó aprovechando algunas casas, a las que se les hicieron los arreglos imprescindibles para su nueva finalidad. Pero durante algún tiempo no se emprendieron en él obras de consideración. Éstas se llevaron a cabo a partir de 1669, cuando se decide la construcción de la monumental iglesia que actualmente se conserva, cuya planta fue suministrada, en ese mismo año, por Juan Trujillo Moreno, en aquellas fechas el más importante artista de la ciudad. Problemas, seguramente, de tipo económico hicieron que se dilataran durante muchos años sus obras. Hasta 1700 no se vuelven a tener noticias de ellas, cuando se documenta la compra de piedra y jaspes, que sin duda se destinarían a las portadas. Posteriormente, en 1713, el arquitecto Alberto de Guzmán figura como encargado de la construcción que en esa fecha posiblemente alcanzaba la cúpula, o, al menos, estaba a punto de erigirse. Pero, a pesar de ello, la iglesia no se construyó hasta 1726. Este edificio no sólo es uno de los más grandiosos del Barroco cordobés sino uno de los más originales del mismo. Tiene la importancia de ser uno de los pocos templos de planta oval que se edificaron en Andalucía en el siglo XVII. Su espacio principal es, precisamente, un monumental recinto elíptico de disposición longitudinal, esquema que también se repite en su alta cúpula elevada en tambor. Los alzados se articulan por órdenes superpuestos de pilastras, correspondiendo sus dos cuerpos a profundos nichales, destinados a albergar retablos, y tribunas con marcos de orejetas. Este orden se interrumpe en la embocadura de la cabecera, donde el amplio arco triunfal alcanza la cornisa del segundo cuerpo. El presbiterio es de ámbito rectangular con bóveda de aristas, flanqueándolo el coro bajo de las monjas y la sacristía, al lado del Evangelio, y al de la Epístola respectivamente. A los pies se forma un vestíbulo, igualmente rectangular, cubierto por bóveda de medio cañón y ampliado lateralmente con dos capillas de bóvedas de aristas. Sobre este tramo monta el coro alto, que se cierra con una celosía del siglo XVIII. El exterior del templo no manifiesta su forma oval, sino que se cierra por muros rectos, solución más de tradición manierista que barroca. Sus imponentes volúmenes se rematan con la grandiosa caja de ladrillo de la cúpula, que se configura como una construcción decagonal alargada con contrafuertes en las esquinas. La fachada principal es un amplio paramento de buena construcción de ladrillo sobre basamento de piedra. Se compone de dos cuerpos de marcada horizontalidad y un remate triangular, todo lo cual queda inscrito en un cuadrado, de donde derivan sus excelente proporciones. Sus superficies se animan con cajeamientos rectangulares con motivos geométricos en su base y coronamiento. A esta pantalla se antepone una espléndida portada de mármoles grises, blancos y negros, muy dentro del estilo de Francisco Hurtado, autor que posiblemente trabajara en esta iglesia. A la iglesia se acopla el convento, que forma un complejo conjunto integrado por dependencias diversas. Se organiza en torno a dos patios, uno rectangular y otro cuadrado, entre los que media una galería, careciendo de interés su arquitectura. En las inmediaciones del segundo patio queda una escalera de dos tramos paralelos que conduce a la parte alta del edificio. Dentro del recinto conventual también se localiza una grandiosa espadaña de ladrillo con arcos de medio punto. El Retablo Mayor está hecho de madera tallada y dorada. Consta de un banco no muy elevado, principal y ático, éste último de medio punto, ceñido a la bóveda de cañón que cubre el presbiterio. En el banco, ocupando la calle central, se ubica el sagrario, en tanto que en las calles laterales aparecen broches de tupidas hojarascas entre los resaltes que soportan los estípetes del cuerpo principal, asimismo cubiertos de carnosos acantos. En sentido vertical se divide en tres calles condicionadas por cuatro poderosos estípetes. En la calle central se suceden un gran manifestador flanqueado por pares de columnillas salomónicas muy revestidas de elementos fitomórficos, y una hornacina que, a manera de baldaquino cubierto por una pequeña bóveda, alberga la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. En las calles laterales, sobre decoradas ménsulas y ante hornacinas escasamente profundas rematadas en medio punto, se sitúan las imágenes de San Agustín, fundador de la Orden, y San Martín, titular del templo, ambos de vestir, con cabeza, pies y manos de talla, de neta influencia granadina. Se cubren ambas imágenes con ricos doseletes poligonales. En el coronamiento, la calle medial flanqueada por estípetes abalaustrados, cobija en una hornacina el tradicional crucificado de talla, mientras que en las calles laterales aparecen, también en hornacinas muy planas y sobre ménsulas, dos imágenes de talla de pequeño tamaño que representan a San José y a San Francisco. A ambos lados, sobre repisas, imágenes de talla de santos relacionados con la Orden Agustina.
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Iglesia levantada a mediados del siglo XVIII, en un estilo que se sitúa entre el barroco y el neoclásico, con influencias de Juan de Herrera y del arte iberoamericano. La iglesia se asienta sobre el antiguo convento de San Agustín. Convento e iglesia representan uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes de Marchena. El exterior muestra un hermoso monumento en homenaje al Sagrado Corazón de Jesús. El interior cuenta con una planta de cruz latina y destaca por los altorrelieves de los muros de las naves, en estilo mudéjar, con temática post-colombina e influencias de las culturas inca y azteca. Se conserva un amplio repertorio de retablos, decorados con innumerables yeserías de temas religiosos y elementos geométricos y vegetales. El retablo mayor está fechado en el 1800 y presenta características que lo sitúan en el paso del Rococó al Neoclásico.