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acepcion
Monoteísmo imperfecto, o más bien una forma de politeísmo, en el que se reconocen diversas deidades, aunque se elije servir y adorar solamente a una, reconocida como dios supremo.
obra
Los protagonistas de este retrato familiar son Henri Degas, tío del pintor, y Lucie Degas, sobrina del retratado y prima del pintor ya que era hija de Edouard Degas y Candida-Primicile Carafa. Lucie tenía en estos momentos 9 años y era la única heredera de la fortuna de su padre así como beneficiaria, junto a sus primos Edgar y Achille, de la herencia de su tío Achille. Viviría en el Palacio Degas junto a su tío Henri, que la hará su heredera al morir en 1879. Se convirtieron entonces en sus tutores Thérèse y Edmondo Morbilli. Este retrato fue pintado en Nápoles y lo tuvo Lucie hasta su muerte en 1909, a los 42 años. Lo más destacable del retrato que contemplamos es la atmósfera de intimidad que se respira, situando al tío Henri sentado al calor de la chimenea, interrumpiendo su lectura para mirarnos con aire alegre y cariñoso. Mientras Lucie se sitúa tras el sillón, en tímida actitud típica de una niña de 9 años. Ambos visten de negro, contrastando con el ocre de las paredes o el blanco del mármol de la chimenea y el periódico. La luz procede de la derecha, iluminando especialmente los rostros de ambas figuras en los que destaca su expresión. Una mesa en primer plano nos acerca a los personajes, como si fuéramos sus contertulios. La perspectiva elevada resulta típica de Degas, quien llegó a plantearse la construcción de unas gradas en su estudio para subirse a ellas y tener una mejor perspectiva de sus modelos.
obra
La relación entre Toulouse-Lautrec y los miembros de la familia Dihau sería muy estrecha, visitándola con frecuencia y dedicando a cada uno de ellos varios retratos. Marie Dihau al piano o Désiré Dihau acompañan en la serie a éste que contemplamos protagonizado por Henri, quien presentó al pintor a "Père" Forest, el propietario del jardín que servirá para la ejecución de una serie de retratos al aire libre como el de Mujer con guantes. Henri Dihau aparece en pie, vestido con su elegante traje y su sombrero de copa y bastón, indicando su elevada posición social. La verticalidad de la figura se acentúa con las líneas de los árboles que contemplamos tras él, dejando el interés hacia la luz típico del Impresionismo de otros trabajos para concentrarse en la personalidad de este músico, en captar lo humano del personaje. La aplicación del color a base de largos trazos será una costumbre particular del maestro.
obra
El banquero Henri Fourcade, buen amigo de Toulouse-Lautrec, es el protagonista de este estudio al carboncillo que servirá para un retrato de cuerpo entero con algunas variaciones al aparecer aquí de perfil, en una actitud más solemne que en el baile de la Opera. En esta obra podemos admirar la firmeza y seguridad del trazo exhibido por Henri, con una calidad casi fotográfica, interesándose por el rostro del banquero, cubierto su ojo derecho con un elegante monóculo. El aspecto inteligente y culto del modelo se pone de manifiesto de manera sensacional, interesándose Lautrec en sus retratos por el carácter de los personajes que posan para él, habitualmente con un ligero poso caricaturesco.
obra
Siguiendo la fórmula empleada en algunos retratos manieristas, Philippe de Champaigne centra toda la atención en el rostro y el mano del modelo, mostrando por otra parte un gran realismo, una severidad y una austeridad que se ha relacionado con la pertenencia del maestro al movimiento jansenista. En su ejecución, Philippe de Champaigne une la analítica técnica de clara influencia flamenca -especialmente de Van Dyck- con la captación psicológica de sus modelos, resultando unas obras de gran interés en la pintura francesa del clasicismo.
obra
El personaje que vemos aquí retratado fue editor y realizó algunas pinturas de género, paisajes y retratos que expuso en el Salón, alejándose de la órbita impresionista. Durante una temporada fue amigo de Degas, llegando a intercambiarse los retratos. Precisamente esto fue lo que provocó su enfrentamiento, ya que Michel-Levy puso a la venta este retrato que le había regalado Degas y éste le devolvió el suyo al día siguiente, dejándoselo junto a la leche en su puerta, según contaba el propio pintor. Henri Michel-Levy aparece apoyado en la pared de su estudio, en el que contemplamos varios cuadros, un maniquí y una gran caja con la paleta y los pinceles. Da la impresión de que acaba de llegar de la Opera a una hora intempestiva y se ha despojado de la chaqueta, el chaleco y el corbatín. La mirada directa hacia el espectador y las manos en los bolsillos del pantalón reflejan claramente su personalidad de crápula empedernido, como la mayor parte de los artistas de la época. Desconocemos si existe un significado oculto en el cuadro que sólo conocían ambos artistas, planteándose si se trata de una crítica al Impresionismo por despreciar la figura humana y preocuparse exclusivamente de los estudios lumínicos. Esta crítica, si es que existe, se mostraría en el maniquí. Técnicamente estamos ante una imagen de elevada calidad, en la que la pincelada se hace más suelta que de costumbre, apareciendo un toque rápido y seguro del pincel. Su preocupación por el espacio también está presente aquí al colocar la zona de la esquina de la habitación, como había hecho en La clase de danza. De nuevo sitúa un elemento en primer plano para hacer partícipe al espectador en la composición. Respecto al color, abundan las tonalidades claras - verdes, blancos, amarillos, rosas o rojos - salpicadas de tonos oscuros como los pantalones de Henri o las figuras de sus cuadros. La distribución de elementos geométricos en la pared del fondo recuerda a la Familia Bellelli. En suma, es un excelente retrato en el que destaca la brillante manera de captar la personalidad del modelo.