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En época nazarí, también se fabricaron ladrillos funerarios en cerámica de reflejo metálico. El azulejo procedente de Málaga, que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional, reproduce en negativo la forma de un arco de herradura siguiendo el esquema de las estelas de piedra. Los trazos en dorado expresan la última profesión de fe del difunto y el deseo de que la gracia de Dios le acompañe en su camino hacia el Paraíso.
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Las estelas funerarias alcanzarán durante la segunda mitad del siglo V su momento de máxima calidad artística. Las influencias de los grandes escultores -Fidias, Policleto, Krésilas o Paionios de Mende- se ponen claramente de manifiesto en estos trabajos.
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Plinio el Viejo define el retrato como una forma de transmitir a la posteridad representaciones fieles de un individuo. Se trata, por tanto, de una forma de asegurar la pervivencia del individuo tras su muerte. Por ello, eran muy frecuentes este tipo de estelas en las que se representa a los difuntos con el mayor realismo posible y con una inscripción central que nos recuerda el nombre de los retratados.
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Los grupos sociales menos pudientes de la Hispania romana se representaban en las estelas. La diversidad de grupos sociales que podían acceder al relieve funerario era más amplia, aunque es de suponer que las familias más modestas hacían en estos casos un esfuerzo económico al límite de sus posibilidades. Sin ninguna pretensión de ofrecer un retrato del difunto, realizadas en talleres secundarios, talladas en piedra de baja calidad y ejecutadas en serie, las estelas son, no obstante, excelentes documentos para conocer aspectos del oficio del difunto que aparece así caracterizado. Esta pieza se conserva en el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.
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Este tipo de estelas han sido consideradas de factura aramea. Esta representa al joven Tarhunpiya, sobre las rodillas de su madre. La rapaz, según E. Akurgal, representaría la afición del difunto por la caza con aves. Todo ello, dotado de una gran fuerza expresiva y una delicadeza de formas que la convierten en una de las obras más interesantes estéticamente del arte luvio-arameo.
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En Maratón, al sur de Eretria, tiene lugar la batalla entre persas y atenienses con la consiguiente victoria de los últimos. El mensajero que se ocupó de dar la grata noticia en Atenas, murió exhausto al terminar su recorrido. Como homenaje se le dedicó esta estela, que llama la atención por la extraordinaria expresividad y el logradísimo movimiento que se le concede a la figura.