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El capítulo más llamativo del arte tartésico inicial lo componen las estelas de guerreros, de presumible destino funerario, de las que se conocen ya unos 50 ejemplares, repartidos por un amplio sector del suroeste hispano, con alguna esporádica manifestación en el valle del Ebro y el sur de Francia; las más abundantes y características se hallan en el área principal de Tartessos y su zona inmediata de acción; provincias de Sevilla y Córdoba y una notable concentración en la región extremeña.La estela procedente de Solana de Cabañas (Cáceres) es la conocida de más antiguo, publicada por Roso de Luna en 1898, y sirvió para caracterizar algún tiempo a este tipo de estelas funerarias tartésicas. Destaca por su cuidadoso grabado, en verdadero huecorrelieve, de dibujos bien definidos, aunque es rara la presencia de lo que parecen dos ruedas en el timón de un carro, una de las fuentes de confusión en la consideración del tipo de carruaje, que es siempre de dos y no de cuatro ruedas. En la composición se realza la importancia del escudo.
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Sus dos caras están cubiertas por relieves organizados en cinco frisos. En esta imagen vemos el anverso, en el primer friso aparece el rey -bajo los símbolos astrales de Sin y Shamash- presentado ante los dioses Sin y Ningal. En el segundo, Ur-Namu celebra una doble ceremonia ante las mismas deidades entronizadas. En los otros tres, escenas del proceso de construcción de algún templo religioso. En el reverso aparecen músicos, sacrificios y adoraciones.
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En los relieves funerarios se permite contemplar la calidad de algunos escultores que parecía perdida durante el Primer Periodo Intermedio. En esta estela apreciamos la delicadeza de su autor a la hora de representar al intendente Nakht acompañado de su esposa en la zona de la derecha, rodeados de sus sirvientes mientras que en la zona superior se observa una muestra de escritura secreta. El remate es un excelente ejemplo de un sepelio, centrado por la barca de Osiris en la que el "ka" realiza su paseo por el Nilo.
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De las tres que se conservan del rey Assarhaddon, esta es la mejor conservada. Aparece el rey libando, ocupando en altura toda la estela y de mucho menor tamaño el rey de Sidón Abdimilkutti, y el hijo de Taharqa (rey de Egipto y Nubia) figura que para otros autores podría tratarse del propio Taharqa o de Ba'lu, rey de Tiro.
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Fragmento de una estela de victoria acadia, probablemente perteneciente a Manishtushu (2269-2255), en donde se muestra a un soldado acadio armado escoltando a unos prisioneros desnudos. Estos monumentos son una prueba del imperialismo acadio. La obra, asignada por algunos al rey Sargón, fue localizada en Susa (Irán), adonde fue transportada en el siglo XII a. C. por un rey elamita como botín de guerra.
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Las estelas erigidas por los faraones en sus templos y en sus tumbas tienen el valor de darnos por primera vez sus nombres a escala monumental, pero junto a esto que era normal y corriente un genial escultor de la corte de Uadyi tuvo el acierto de convertir el nombre de Horus de este faraón en uno de los relieves más célebres hoy de todo el arte egipcio, una pieza antológica que el Louvre atesora en su colección. Los tres elementos de que el relieve consta -el palacio, la serpiente y el halcón- están diseñados con una precisión y un sentimiento ya clásicos del todo; pero la perfección del halcón -luminoso, poderoso, sobrio- alcanza la cota de lo insuperable. Este genio anónimo que esculpió la estela de Uadyi no parece haber encontrado émulos ni seguidores inmediatos; fue simplemente un adelantado por caminos que aún tardarían mucho en ser andados.
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El tema de la despedida será muy frecuente en las estelas funerarias del siglo IV a.C. Una de las mujeres está sentada mientras que la otra aparece en pie, con una caja entre las manos. El relieve está creado con gran estilo, recordando a Fidias en la técnica de paños mojados que se pone de manifiesto en ambas féminas.