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Esta acuarela de Toulouse-Lautrec servirá como diseño para la ejecución de una vidriera encargada por Louis Comfort Tiffany a través de Samuel Bing, promotor desde su galería del gusto por el arte oriental. Debido a su función, Henri utiliza un colorido muy tenue y contornos negros para las figuras, siguiendo las fórmulas empleadas en la vidriera medieval que en el siglo XIX habían recuperado Gauguin y los "cloisonnistas". Toulouse-Lautrec se introduce en el espectáculo de "Le Nouveau Cirque" colocándose detrás de la espectadora de primer plano, una figura grande que ocupa la mayor superficie pictórica, como manda el arte de Degas. Tras ella contemplamos a una rubia danzarina en la pista, que se contonea ante unos personajes ataviados con una nariz roja, un moño y el rostro estilizado. Posiblemente se trate de personajes del circo que, disfrazados, intentan introducirse entre el público para hacer una nueva manera de espectáculo. Las líneas curvas empleadas por Henri responden al interés despertado hacia lo curvo en el art-nouveau del que Bing será uno de sus máximos exponentes, siguiendo la estampa japonesa tan de moda entre los impresionistas.
contexto
Desde los viajes de Walter Raleigh, Inglaterra estaba decidida a llevar a efecto una política de colonizaciones en la costa americana situada al norte de las posesiones españolas. Las expediciones exploradoras se sucedieron en los primeros años del Seiscientos, hasta que el Gobierno inglés decidió fomentar el asentamiento de colonos, concediendo derechos sobre determinados territorios para tal fin, tanto a compañías privilegiadas como a particulares. En 1606 nació la "Virginia Company", que en 1607 fundó Jamestown, en la bahía de Chesapeake; en 1609 se unió con la "London Company" bajo la forma de sociedad por acciones, con la concesión de colonizar desde el cabo Fear a la bahía del Hudson, y en 1612 obtuvo las islas Bermudas, más la autonomía legislativa y ejecutiva. Desde entonces comenzaron a afluir colonos, dedicados fundamentalmente al cultivo del tabaco, aunque las primeras poblaciones fueron escasas e inestables. En 1619 se concedió a los virginianos el derecho de elegir su propia legislatura, para debatir los temas concernientes a la colonia. En el mismo año, el envío de mujeres propició el crecimiento vegetativo de la población libre, que vio facilitada la posibilidad de hacer productiva mayor cantidad de terreno con la importación de esclavos negros. Pronto el desarrollo económico de Virginia originó una sociedad diversificada, encabezada por una oligarquía de plantadores, aunque todos los varones libres tenían derecho a ser elegidos miembros de la Asamblea General. La anulación del monopolio de la Compañía de Virginia en 1624 permitió la colonización de lo que se llamó Maryland. Bajo un clima de libertad religiosa y de desarrollo económico basado en el tabaco, tanto Maryland como Virginia serán durante mucho tiempo las colonias más prósperas de la Corona inglesa. Siguiendo el modelo virginiano, se concedió en 1663 a ocho aristócratas la colonia de Carolina, que se desenvolverá bajo el régimen de plantación, común a las colonias del Sur, en este caso preferiblemente de arroz, dadas las condiciones físicas de la región. Más al Norte se desarrolló la colonización sobre bases sociales y económicas diferentes. Pieles y pesca eran las miras principales de los que solicitaban al Gobierno inglés concesiones terrestres, y sólo más adelante hubo interés por colonos campesinos. En 1604 se había formado la "Plymouth Company" para colonizar desde la bahía de Fundy hasta la de Delaware. La región que tomó este nombre fue concedida en 1620 a un grupo de aristócratas aventureros para que propiciaran su colonización. Fueron las minorías religiosas obligadas a rehacer su vida en el Nuevo Mundo las que realizaron los primeros asentamientos estables. El primero que logró consolidarse y crecer rápidamente fue el iniciado por los 103 puritanos que, a bordo del "Mayflower", arribaron el 16 de septiembre de 1620 a la bahía de Plymouth. Durante la travesía, los "Pilgrim Fathers" redactaron el "Mayflower Compact", que los declaraba libres y capaces de una organización autónoma. En 1629 consiguieron que el Gobierno británico los reconociera como Compañía de la Bahía de Massachusetts, y el número de colonos se incrementó grandemente en los años siguientes. A lo largo de la costa aparecieron nuevos asentamientos (Salem, 1628, y Boston, 1630), en general formados por una población de colonos seria, trabajadora y amiga de labrarse una nueva vida por su propio esfuerzo y no por la vía del enriquecimiento fácil. Al contrario que en las colonias del Sur, el sistema de cultivo utilizado no era el de extensas plantaciones cultivadas por esclavos, sino el trabajo familiar. Pero el verdadero desarrollo económico de las colonias del Norte vino de manos de la artesanía y sobre todo el comercio, al entablarse relaciones mercantiles con pueblos indígenas, razón por la que las colonias se extendieron a lo largo de las costas y no hacia el interior, como les permitían las condiciones de la concesión, que como en casi todos los casos era "sea to sea",de costa a costa. Pero, pese a que todos los habitantes de Massachusetts tenían las mismas libertades, en la práctica se impuso un rígido control por parte de la oligarquía puritana, que se reservó los derechos políticos y mantuvo una rígida intolerancia, causando el establecimiento de otros asentamientos por parte de los descontentos. Ese fue el origen de la colonia de Rhode Island, en la bahía de Narrangassett, donde se fundó en 1636 Providence, y donde las posteriores comunidades (Portsmouth, 1639; Newport, 1640; Warwick, 1643) se rigieron por la libertad religiosa y la separación Iglesia-Estado. La colonia de Connecticut (1633), por el contrario, fue promovida por Massachusetts, en busca del comercio de pieles, y del Consejo de Nueva Inglaterra, que concedía licencias a quienes deseasen cultivar las buenas tierras de la zona. Las diferentes poblaciones de Connecticut se organizaron de forma más abierta que Massachusetts, con lo que rápidamente aumentó su población. New Hampshire nació también de la intolerancia de Massachusetts. Por el contrario, los primeros colonos de New Haven (1638), descontentos con la a su parecer relajación moral existente en esta última colonia, fundan la "Commonwealth de la Biblia", bajo un régimen rígido e intolerante. En el Maine, hasta mediados de siglo no hay más que escasos pescadores y campesinos. Conforme crecía el territorio dominado por los colonos, se entraba en mayor contacto con los indígenas, relación buscada para el comercio de las pieles que aprovechaba las luchas internas entre los pueblos indios para entablar alianzas con los que más interesaban. Así, desde 1636 hubo enfrentamientos con los pequot, que fueron vencidos y en buena parte masacrados, con la ayuda de los narrangassett. El miedo a los ataques indios, y los enfrentamientos con franceses y holandeses, empujaron a las distintas colonias a unirse para la defensa común, en la "Confederación de las colonias unidas de Nueva Inglaterra". A mediados de siglo, las colonias inglesas en Norteamérica habían aprovechado la guerra civil para ganar en autonomía y comerciar directamente con los colonos franceses y holandeses, a pesar de la prohibición de las tres Actas de Navegación, situación que el Gobierno de la Restauración hubo de tolerar ante el peligro de sublevación. En 1664, la guerra contra los holandeses proporcionó a Inglaterra Nueva Amsterdam, rebautizada como Nueva York, engarce de las colonias del Norte con Virginia y Maryland. El nuevo territorio, entre el río Hudson y el Delaware, fue dividido en varias colonias: Nueva York, en el entorno de la ciudad del mismo nombre, Nueva Jersey, Delaware y Pennsilvania, donde se estableció una comunidad de cuáqueros, que fue concedida a William Penn por sus servicios a la causa de los Estuardos. Más al Norte, Henry Hudson había llegado en 1613 a la bahía a la que dio nombre, pero no sería más que en la segunda mitad de siglo cuando se constituiría la "Hudson Bay Company". En 1670, Carlos II la declaró propietaria de los territorios alrededor de la bahía y de la desembocadura de los ríos que a ella vertían. Su importancia proviene sobre todo del comercio de las pieles, sin que tuviese expectativas de expansión ni poblamiento de la región que controlaba. La actuación de los holandeses en Norteamérica fue mucho más limitada que la de sus rivales británicos. La Nueva Compañía de Holanda intentó la colonización de la zona comprendida entre Virginia y Nueva Francia, y en 1614 fundó Fort Nassau (después denominado Nueva Orange y Albany), aunque en 1618 los Estados Generales la privaron del monopolio, dando paso libre a la iniciativa privada, ante el peligro de ruptura de la Tregua de los Doce Años. En 1621 nació la Compañía de las Indias Occidentales para ocuparse de los asuntos americanos y de África occidental. Extendió sus actividades por el curso del río Hudson y por Manhattan hasta el río Connecticut, en abierta confrontación con la Compañía de Virginia. Constituida como sociedad por acciones, recibió el privilegio de ocuparse de la organización política de las colonias que pudiese fundar, de todos los asuntos jurídicos que le concernieran y de su defensa militar. Oleadas sucesivas de inmigrantes se extendieron por el Sur hasta el río Delaware, acordándose con Inglaterra el reconocimiento de Nueva Holanda, ante el peligro común de guerra con España. En 1629 la Compañía concedió por medio de una Carta de Privilegios grandes extensiones de tierras a los "patronos" que hubiesen traído 50 emigrantes. Nueva Amsterdam se convirtió en el puerto único de comercio con Europa, aunque el comercio con indios o colonias extranjeras era libre, gracias a lo cual la población se convirtió pronto en el más activo centro comercial de Norteamérica. Desde 1638 la Compañía permitió las manufacturas libres y cedió tierras a campesinos, cualquiera que fuese su nacionalidad, medidas que redundaron en cierto aumento de la población. En 1640 comenzaron los enfrentamientos con los algonquinos, que sólo terminaron con la paz de 1647, aunque los problemas más serios de la colonia serán los enfrentamientos internos y las reivindicaciones de independencia respecto a la Compañía de muchos de los "patronos". Esta situación los debilitaba frente a los continuos problemas con los ingleses, pero en cambio tuvieron éxito en el sometimiento en 1655 de la pequeña colonia sueca que se había establecido desde 1638 en la bahía de Delaware. Tras la guerra que las Provincias Unidas llevaron contra Inglaterra, debieron cederle Nueva Holanda con el gran puerto de Nueva Amsterdam (1667). Los franceses habían realizado igualmente en el siglo anterior una serie de expediciones de reconocimiento de la costa atlántica del Continente americano, que habían conducido a que los viajes a los bancos de pesca de Terranova por los pescadores bretones fueran tan continuos que pasar de ahí a las costas más septentrionales del Nuevo Mundo no revistió dificultad. Unido a que ni ingleses ni holandeses encontraran interés en establecerse ni continuar las exploraciones alrededor de la bahía de Hudson, ello permitió a los franceses asentarse en aquella zona sin más obstáculo que algunos pueblos indígenas. Samuel de Champlain inició en 1603 una serie de exploraciones en busca del paso a Catay subiendo por el río San Lorenzo hasta los saltos de Montreal. Más tarde exploró la bahía de Fundy y llegó a Acadia, donde fundó Port Royal (1605). En los años siguientes siguió buscando el paso a la costa pacífica a través del San Lorenzo, y en el camino dejó un asentamiento en Quebec (1608). Desde el primer momento el interés mayor de la pequeña colonia fue el tráfico de pieles, para cuyo fin Richelieu concedió privilegios a la Compañía de Nueva Francia (1627), que tuvo grandes problemas para imponerse sobre las pretensiones de los ingleses. Aun así, los franceses demostraron voluntad de crear una colonia estable. La actividad misionera de los jesuitas fue una ayuda inestimable para la amistad con ciertos pueblos indios, entablándose relaciones amistosas con los hurones, que se encontraban en continua discusión con los restantes pueblos iroqueses, a su vez aliados de los ingleses, alianzas que se mantendrán a lo largo de los enfrentamientos que durante los siglos siguientes enfrentarán entre sí tanto a los dos pueblos blancos como a sus aliados indios. Lentamente la colonización continuó con la fundación de Trois Rivières (1635) y Montreal (1642), pero sólo cuando la activa política de Luis XIV decidió desarrollar Nueva Francia en los primeros años de su reinado tomó ésta un impulso definitivo. Luchando trabajosamente con la competencia inglesa, se amplió el territorio, se exploraron aún más y siguió aumentando la población de agricultores y comerciantes, más que nada por su propio crecimiento vegetativo, lo que favoreció la identidad propia. Si en el norte de América el vacío de actuación de España por encima de Florida había facilitado que las otras potencias europeas consolidasen una serie de enclaves coloniales, en el resto del Continente hubieron de entrar en abierta disputa con las potencias ibéricas y aprovecharse de su debilidad en este siglo. Sus asentamientos tuvieron lugar sobre todo en las pequeñas Antillas, que España no había ocupado, algunas de ellas muy bien situadas para interceptar la flota española a su regreso y en cualquier caso indicadas para comerciar desde ellas con las colonias ibéricas. Más tarde demostraron ser idóneas para las plantaciones de tabaco y la producción azucarera, cuya demanda aumentó en el siglo XVII, de modo que fueron objeto de discusión entre ingleses, holandeses y franceses. Las empresas coloniales de estos países se llevaron a cabo en América a través de compañías privilegiadas, sociedades anónimas creadas con fines específicos. En el caso holandés, se trata de la Compañía de las Indias Occidentales, encargada de la organización del comercio atlántico desde su fundación en 1621. Al intento de crear asentamientos en el nordeste del Brasil (1634-1654), siguió la toma de Elmina y Luanda, en la costa occidental africana, bases para la extracción de esclavos, necesarios primero en sus ingenios y distribuidos posteriormente por el resto de América. A los holandeses les correspondió el dudoso honor de convertirse en los principales negreros del siglo XVII, pero también el de promover el desarrollo de la producción azucarera en América. Tras ser desalojados por los portugueses de Bahía y Pernambuco, donde habían introducido las plantaciones de caña de azúcar, las exportaron a las islas antillanas que habían ocupado durante la década de 1630 -Tobago, San Eustaquio, Aruba, Bonaire, etc.-, para facilitar el contrabando y ataque al comercio español y servir de enlace con las colonias norteamericanas. Las Actas de Navegación inglesas y las guerras contra Inglaterra y Francia provocaron el decaimiento del comercio marítimo holandés, hasta entonces hegemónico. El colonialismo inglés se extendía por pequeñas islas desocupadas, enclaves estratégicos para su comercio, legal o ilegal, con los territorios españoles. Con el tiempo, siguiendo las necesidades del mercado, fueron destinadas a las plantaciones azucareras. Así se ocuparon las islas de Saint Kitts (1624), San Vicente y Barbados (1627), Barbuda (1628), Montserrat, Antigua, Tobago (1632) y Santa Lucía. En 1655 se adueñaron de Jamaica, una de las islas grandes, que, sobre todo desde mediados de siglo, tampoco estuvieron libres de asaltos e intentos de conquista. Tras su conquista por Morgan, Jamaica se convirtió en una de las colonias más prósperas debido a los cultivos tropicales. La explotación francesa de algunas islas caribeñas se efectuó a través de compañías privilegiadas. De esta forma se ocuparon San Cristóbal, Guadalupe, Martinica, Santa Cruz, Maria Galante y, en 1629, la región occidental de La Española. Tras los intentos fracasados anteriores, se llevó a efecto la colonización de La Guayana por la Compañía de Cayena en la década de los cincuenta. En las colonias antillanas inglesas, francesas y holandesas la mayoría de la población era de origen africano, esclavos sometidos a una restringida minoría blanca de plantadores y funcionarios. La escasez de población femenina europea originó un creciente grupo de mulatos. En contadas ocasiones se produjeron asentamientos coloniales blancos, al estilo de los continentales.
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Posiblemente nos volvamos a encontrar en esta obra con Estelle Musson - igual que en Joven sentada - quien en el año 1868 había perdido parte de la visión del ojo izquierdo como la figura que aquí aparece. La rapidez de ejecución y las pequeñas dimensiones del lienzo indicarían que estamos ante una obra familiar. Sentada con los brazos cruzados, estaría esperando en la consulta del oculista a ser atendida. Las transparencias de la gasa contrastan con la tela más gruesa de su vestido. La ejecución de retratos de perfil era muy estimada por Degas al relacionarse con el Quattrocento - véase también Madame Gobillard -.
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Antes de realizar el definitivo lienzo titulado El salón de la rue des Moulins, Toulouse-Lautrec elaboró este pastel que aquí podemos contemplar en el que apenas existen diferencias respecto al trabajo definitivo. La técnica del pastel fue puesta de moda por Degas, siguiendo Manet su estela en unos sensacionales retratos femeninos. Lautrec elige esta técnica para este espectacular boceto donde la línea domina considerablemente al color, característica definitoria de la pintura del maestro. El aburrido ambiente se respira a la perfección en la obra, recogiendo Henri la espera de la clientela bajo la atenta mirada de la madame.
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Daumier sentirá especial atracción hacia los artistas de barracón y de feria, convirtiéndolos en protagonistas anónimos de sus composiciones, como en este caso. Una dramática representación - con muerto incluido - tiene lugar en las tablas donde tres figuras ponen en escena el drama. La mujer se lleva las manos a la cabeza y el hombre de pie parece culparla de la muerte del otro personaje que yace en el suelo. El pobre decorado sirve de fondo mientras en primer plano los espectadores viven con pasión y casi devoción la obra. Destacan sus expresivos rostros, en los que se aprecia la tensión del momento así como la postura de sus manos, prestas a aplaudir. Estos espectadores quedan en una zona de penumbra mientras que el escenario recibe el foco de luz, recordando las iluminaciones de Rembrandt. Daumier, como años más tarde hará Degas, se sitúa tras los espectadores pero en el gallinero, no en el patio de butacas como el pintor impresionista. De esta manera, Daumier se coloca junto al pueblo, el principal protagonista de sus trabajos. El estilo del maestro es muy rápido, aplica contornos negros que luego diluye con otros colores, cercano a las Pinturas Negras de Goya y anticipando el Expresionismo.
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Espectacular estudio a lápiz de un grupo de espectadores del café-concierto, que escuchan atentamente a la orquesta. Está tomado directamente del natural y nos muestra la facilidad del artista para captar el ambiente nocturno parisino. Su similitud con obras de Degas indica el grado de acercamiento entre ambos artistas, interesados por representar en sus trabajos escenas de la vida moderna. La seguridad y firmeza de los trazos se repiten en Joven con sombrero.