Muchas de las grandes ciudades sirias tuvieron su razón de ser gracias a la actividad comercial que desplegaron (maderas, metales, manufacturas, productos agrícolas), posibilitada sobre todo por su situación geográfica. De ellas, en el ámbito sirio del III milenio a. C., destacaron especialmente dos: Ebla y Mari. La primera llegó a constituir en los últimos siglos del citado milenio la capitalidad de un gran reino semita -algunos autores hablan de Imperio-, cuya historia va siendo desvelada a medida que prosiguen las excavaciones arqueológicas y el desciframiento de las tablillas de sus archivos. Mari, importante enclave de comunicaciones a orillas del Eúfrates, fue una ciudad ligada íntimamente a la historia mesopotámica, formando parte de las dinastías sumerias e integrándose en los Imperios acadio y babilónico. Su arte más significativo giró en torno a su magnífico palacio, cuyas ruinas han proporcionado materiales arqueológicos y artísticos de todo tipo. Las excavaciones italianas, llevadas a cabo en Ebla (Tell Mardikh) desde 1964, han puesto al descubierto en tal lugar imponentes ruinas tanto de edificios públicos como privados. La ciudad (56 hectáreas de superficie) constaba de dos partes topográficamente distintas: la acrópolis (de superficie oblonga) y, rodeándola, la ciudad baja. La acrópolis, con un diámetro de unos 170 m., es la que ha aportado el mayor número de restos arqueológicos. Según referencias documentales, tal sector encerraba cuatro unidades arquitectónicas: el palacio real, el palacio de la administración, la cuadra de los toros, y la carretería. De ellos, los dos primeros pueden identificarse con dos sectores del gran Palacio real G mientras que los dos últimos están todavía por descubrir. Por su parte, la ciudad baja de Ebla, estaba a su vez dividida en otros cuatro sectores, arquitectónicamente no homogéneos, llamados por los excavadores italianos Barrio principal, Barrio segundo, tercero y cuarto respectivamente, y que correspondían a las cuatro puertas de acceso de la ciudad, barrios de alguna manera conectados con los templos más importantes, dedicados a Dagan, Reshef, Sipish e Ishtar.
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Personaje
Político
Descendiente de Miro, le sucedió en el trono en el año 582. Sin embargo, un año después, su sucesor Audeca le recluyó en un monasterio.
lugar
Ciudad iraní situada 300 km. al suroeste de la capital, Teherán, y a una altitud de casi dos mil metros. Es la actual Hamadán y fue, durante cierto tiempo, la capital donde se asentó el rey Ciro; antes había sido la capital de los Medas. Su actividad económica se basa en la producción de alfombras, tapetes y artículos de piel, además de comerciar con lana, cueros y pieles. Su población actual ronda los 250.000 habitantes. Según algunos historiadores, la antigüedad de Hamadán se remonta al 2000 a.C. Fue la capital de los Medas en el siglo VI a.C. y del imperio Persa Aqueménida entre los años 559 - 330 a.C., quienes la utilizaron como residencia de verano. Posteriormente, fue invadida en varias ocasiones, como la protagonizada por los asirios, quienes la destruyeron parcialmente, después los mongoles dirigidos por Tamerlán y, finalmente, los otomanos; sin embargo, consiguió resistirlas todas y preservar su importancia en el periodo post-islámico. La ciudad tiene un enorme y pintoresco bazar, además de numerosos monumentos, como la tumba del médico y filósofo persa Avicena (980 - 1037) y el Mausoleo de los personajes bíblicos Esther y su primo y protector Mardoqueo. No se han conservado vestigios del periodo antiguo pero sí del periodo árabe, con especial atención a los mausoleos.
obra
El autor de este lienzo era Dante Gabriel Rossetti, uno de los tres fundadores de la Hermandad de los Prerrafaelitas. Rossetti estaba muy implicado con la religión y la moral. Sus obras son extremadamente amaneradas, artificiosas, de ambiente retorcido y complejo. En esta interpretación de la Anunciación casi podríamos encontrar elementos sadomasoquistas, muy relacionados con la opresiva moralidad puritana de la época victoriana en Gran Bretaña. El purismo del dibujo, nexo de unión con otros artistas europeos del siglo XIX como Ingres u Overbeck, sirve de herramienta para el realismo. La Virgen aparece como una muchacha de aspecto enfermizo, con un camisón blanco que parece un sudario o un camisón de hospital. Está literalmente aterrorizada por la aparición del ángel, que es un joven con túnica en llamas. El ángel la apunta con la vara de nardos que simboliza la virginidad como si la amenazara con un punzón, directamente al sexo. El ambiente gélido, sereno, con el aire inmóvil hace esta visión todavía más inhumana.
obra
Monseñor Massimi organizó un concurso de pintura en abril de 1604. Los concursos entre artistas eran muy frecuentes, y las obras que no ganaban eran disputadas entre clientes y entendidos. Este concurso sobre el motivo del Ecce Homo (Cristo expuesto a la multitud tras haber sido torturado por los soldados) tuvo lugar entre Caravaggio, Domenico Passignano y Ludovico Cardi, il Cigoli. Este último pintor ganó la prueba y su cuadro se encuentra hoy en el Palazzo Pitti de Florencia. Caravaggio realizó una composición poco frecuente, asimétrica, como corresponde al estilo barroco. De este modo, Cristo no está flanqueado por el carcelero a un lado y Pilatos a otro, sino que ambos personajes están al mismo lado, dejando la figura de Cristo en soledad al otro lado. En el borde inferior vemos cómo asoma la barandilla del balcón al que supuestamente se asoman Cristo y Pilatos, por lo que podemos suponer que el público al que se muestra Cristo expoliado somos nosotros mismos. Es decir, Caravaggio pide al espectador que decida la suerte de Cristo. Podríamos encontrar la razón en ciertos acontecimientos que tuvieron lugar por aquellos años: varios herejes fueron quemados entre 1595 y 1600 en Roma, uno de ellos, muy conocido en la época, en el Campo dei Fiori, una plaza muy populosa, por lo que Caravaggio debió de conocer estas muertes. Tal vez en su cuadro cuestione este tipo de ejecuciones en que la vida o la muerte de un reo se exponían al juicio de la masa, al igual que se hizo con la vida de Cristo.
obra
Aunque buena parte de las obras realizadas en la década de 1640 presentan soluciones luministas y pictoricistas -véase El niño cojo o San Francisco de Asís en éxtasis-, este Ecce Homo muestra todavía elementos tenebristas inspirados en Caravaggio. La figura de Cristo con la corona de espinas se recorta ante un fondo neutro y recibe una potente iluminación procedente de la izquierda que aumenta el contraste entre luz y sombra. Esa luz resbala por el cuerpo del Salvador y resalta el marmóreo color de su anatomía, contrastando con el rojo del manto y el negro del fondo. El naturalismo con el que está tratada la mano choca con la ligera idealización del rostro, posiblemente heredada de Tiziano.