Nacido en Florencia en 1386 en el seno de una humilde familia, -su padre era cardador de lana- desde joven se formó con Ghiberti colaborando en los relieves de las puertas del Baptisterio de San Juan de Florencia. Posteriormente, trabajó con Brunelleschi. Conocedor de la antigüedad clásica, cuya influencia se reflejará a lo largo de su obra, sus inicios están marcados por la escultura gótica. Así, sus primeras obras son las estatuas de San Marcos, San Jorge, San Juan Evangelista y Josué, todas ellas en Florencia. El clasicismo más vigoroso se muestra a partir de 1425, cuando empieza a trabajar con Michelozzo y en la ciudad de Roma, donde esculpe "El entierro de Cristo" y el cáliz de la sacristía de la basílica de San Pedro. De nuevo en Florencia realiza su obra más sobresaliente, el David en bronce. Después de 1435, su estilo se desliza claramente hacia el realismo y la acción dramática, dando a sus personajes una mayor fuerza expresiva y psicológica. De este período son El Condottiero Gattamelata, "Judith y Holofernes" y "Los milagros de San Antonio". La expresividad de su obra en esta época sentará escuela no sólo entre los escultores posteriores sino también entre pintores, como Mantegna. Donatello falleció en Florencia el 13 de diciembre de 1466.
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acepcion
Nombre que recibían los seguidores de las propuestas de Donato. Este personaje protagonizó el movimiento donatista a comienzos del siglo IV. Dicha corriente se originó en el norte de Africa y defendía que sólo los sacramentos que procedían del estado eran válidos, frente a los que tenían su origen en los herejes.
obra
El fabricante de porcelana Josiah Wedgwood será uno de los principales mecenas y clientes de Wright de Derby, encargando entre otras obras este cuadro que contemplamos. El pintor narra una historia inspirada en Plinio en la que narra el amor de la hija de un alfarero corintio por un joven que iba a abandonar el país. Para conservar su recuerdo dibujó la silueta de su sombra en la pared, contorno que fue rellenado por el padre para realizar un retrato en relieve del amado. Wright de Derby nos presenta a la doncella en el momento de trazar la silueta, aprovechando que su amado estaba dormido, mostrando de esta manera la fidelidad femenina. La obra está realizada dentro del estilo neoclásico que caracteriza los trabajos de Wright de Derby tras su viaje a Italia, alejándose de los cuadros vinculados a la Revolución Industrial de la década de 1870 -véase Forja de hierro-. La temática griega y el hecho de pintar a los protagonistas como si se tratara de un relieve antiguo serán de gran interés para el maestro, continuando con su atracción hacia los contrastes lumínicos y las tonalidades oscuras, sin renunciar al detallismo, aportando en esta ocasión cierta frialdad neoclásica.
contexto
Donde se juntaron ciento cuarenta mil hombres contra Cortés Al día siguiente con el sol partió Cortés de allí con su escuadrón bien concertado, y en medio del fardaje y artillería, y cuando ya llegaban a un pequeño pueblo allí cerquita, tropezaron con los otros dos mensajeros de Cempoallan que fueron de Zaclotan, que venían llorando, y dijeron que los capitanes del ejército de Tlaxcallan los habían atado y guardado, pero que ellos se habían soltado y escapado aquella noche, porque los querían sacrificar luego en siendo de día, al dios de la victoria, y comérselos para dar buen comienzo a la guerra, y en señal que así tenían que hacer a los barbudos y a cuantos venían con ellos. Apenas acabaron de contar esto, cuando a menos de tiro de ballesta asomaron por detrás de un cerrillo unos mil indios muy bien armados, y llegaron con un alarido que subía hasta el cielo, a tirar dardos, piedras y saetas a los nuestros. Cortés les hizo muchas señales de paz para que no peleasen, y les habló por medio de los farautes, rogando y requiriéndoselo en forma ante escribano y testigos, como si hubiera de aprovechar o entendieran lo que era; y como cuanto más les decían, tanta más prisa se daban ellos en combatir, pensando desbaratarlos, o meterlos en juego para que los siguiesen hasta llevarlos a una celada de más de ochenta mil hombres, que les tenían preparada entre unas grandes quebradas de arroyos que atravesaban el camino y hacían mal paso, tomaron los nuestros las armas y dejaron las palabras; trabóse una animada contienda, porque aquellos mil eran tantos como los que de nuestra parte combatían, y diestros y valientes hombres, y situados en mejor lugar para pelear. Duró muchas horas la batalla, y al cabo, o bien por cansados, o bien por meter a los enemigos en el garlito donde pensaban cogerlos a bragas enjutas, comenzaron a aflojar y a retirarse hacia los suyos, no desbaratados, sino cogidos. Los nuestros, encendidos en la pelea y matanza, que no fue chica, los siguieron con toda la gente y fardaje, y cuando menos se cataron, entraban en las acequias y quebradas, y entre una infinidad de indios armados que los aguardaban en ellas. No se pararon por no desordenarse, y las pasaron con mucho temor y trabajo, por la mucha prisa y guerra que los contrarios les daban; de los cuales hubo muchos que arremetieron a los de a caballo en aquellos malos pasos para quitarles las lanzas: tan atrevidos eran. Muchos españoles hubieran quedado allí perdidos, si no les hubiesen ayudado los indios amigos. Les ayudó también mucho el valor y consuelo de Cortés, que aunque iba en la delantera con los caballos peleando y abriendo paso, volvía de cuando en cuando a concertar el escuadrón y animar a su gente. Salieron, en fin, de aquellas quebradas a campo llano y raso, donde pudieron correr los caballos y jugar la artillería; dos cosas que hicieron mucho daño en los enemigos, y que mucho los sorprendió por su novedad; y así, después huyeron todos. Quedaron este día en uno y otro reencuentro, muchos indios muertos y heridos, y de los españoles algunos fueron heridos, pero ninguno muerto, y todos dieron gracias a Dios, que los libró de tal multitud de enemigos; y muy alegres con la victoria, se subieron a poner real en Teocacinco, aldea de pocas casas, que tenía una torrecilla y templo, donde se hicieron fuertes, y muchas chozas de paja y rama, que trajeron después los tamemes. Lo hicieron tan bien aquellos indios que iban en nuestro ejército de los de Cempoallan y de Iztacmixtlitan, ora fuese por miedo de ser comidos, ora por vergüenza y amistad, que les dio Cortés muy cumplidas gracias. Durmieron aquella noche, que fue la primera de septiembre, los nuestros mal sueño, con recelo no les asaltasen de nuevo los enemigos; pero ellos no vinieron, pues no acostumbran pelear de noche. Y luego, en siendo día, envió Cortés a rogar y requerir a los capitanes de Tlaxcallan con la paz y amistad, y a que le dejasen pasar con Dios por su tierra a México, que no iba a hacerles enojo ni mal ninguno. Dejó doscientos españoles, la artillería y los tamemes en el campamento, tomó otros doscientos, y los trescientos de Iztacmixtlitan y hasta cuatrocientos cempoalleneses, y salió a correr el campo con ellos y con los caballos antes que los de la tierra se pudiesen juntar. Fue, quemó cinco o seis lugares, y se volvió con unas cuatrocientas personas presas, sin recibir daño, aunque le siguieron peleando hasta la torre y real, donde halló la respuesta de los capitanes contrarios, la cual era que al día siguiente vendrían a verle y a responderle, como vería. Cortés estuvo aquella noche muy preparado, pues le pareció brava respuesta y decidida para hacer lo que decían, mayormente porque le certificaban los prisioneros que se juntaban ciento cincuenta mil hombres para venir sobre él al día siguiente y tragarse vivos a los españoles, a quien querían muy mal, creyendo eran muy grandes amigos de Moctezuma, al cual deseaban la muerte y todo mal; y así era en efecto, porque los de Tlaxcallan juntaron toda la gente posible para tomar a los españoles, y hacer con ellos los más solemnes sacrificios y ofrendas a sus dioses, como jamás se hubiesen hecho, y un banquete general de aquella carne, que llamaban celestial. Se divide Tlaxcallan en cuatro cuarteles o apellidos, que son Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlan y Cuyahuiztlan, que es como decir en romance los Serranos, los de Pinar, los del Yeso y los del Agua. Cada apellido de éstos tiene su cabeza y señor, a quien todos acuden y obedecen, y éstos así juntos hacen el cuerpo de la república y ciudad. Mandan y gobiernan en paz, y en guerra también; y así, aquí en ésta hubo cuatro capitanes, de cada cuartel el suyo; mas el general de todo el ejército fue uno de ellos mismos que se llamaba Xicotencatl, y era de los del Yeso, y llevaba el estandarte de la ciudad, que es una grulla de oro con las alas tendidas y muchos esmaltes y argentería. La traía detrás de toda la gente, como es su costumbre estando en guerra; que si no, va delante. El segundo capitán era Maxixcacín. El número de todo el ejército era casi ciento cincuenta mil combatientes. Tanta junta y aparato hicieron contra cuatrocientos españoles, y al cabo fueron vencidos y rendidos, aunque después amigos grandísimos. Vinieron, pues, estos cuatro capitanes con todo su ejército, que cubría el campo, a ponerse cerca de los españoles, con un gran barranco en medio solamente, al otro día siguiente, como prometieron, y antes de que amaneciese. Era gente muy lucida y bien armada, como ellos acostumbran, aunque venían pintados con achiote y jagua, que mirados al gesto parecían demonios. Llevaban grandes penachos, y campeaban a maravilla; traían hondas, varas, lanzas, espadas, que aquí llaman bisarmas; arcos y flechas sin hierbas; llevaban asimismo cascos, brazalates y grebas de madera, pero doradas o cubiertas de pluma o cuero. Las corazas eran de algodón, las rodelas y broqueles muy bien adornados, y no poco fuertes, pues eran de palo y cuero recio, y con latón y pluma; las espadas, de palo y pedernal engastado en él, que cortan bien y hacen mala herida. El campo estaba repartido por sus escuadrones, y cada uno de ellos con muchas bocinas, caracolas y atabales, que sin duda era digno de mirar, y nunca españoles vieron junto mejor ni mayor ejército en indias desde que las descubrieron.
obra
Una mujer es llevada en volandas por figuras demoniacas, considerándose como una alusión de Goya a los vicios femeninos que desembocan en la perdición de la familia.
Personaje
Pintor
A su calidad de poeta, calígrafo y pintor, común a la mayor parte de los pintores de la Escuela de Wu, Dong Qichang unió también la de crítico y teórico del arte. Su vida define el ideal de los pintores no oficiales, aun contando con el cargo de miembro de la Academia de Hanlin. Pertenecía a una familia de gran prestigio y posición. El mismo fue un gran coleccionista y estudioso de las obras de arte de la antigüedad. Sus conocimientos le valieron para ser convocado a la corte, primero para editar la historia de la dinastía Yuan y más tarde para ocuparse como tutor de la educación del príncipe Zhu Zhang Le (futuro emperador Guanzong). Su carrera en la corte terminaría en 1634, retirándose como presidente de la Oficina de Ceremonias. Sus maestros fueron, en caligrafía, Mi Fu y Zhao Mengfu, mientras que en pintura fueron Huang Gong Wan, Dong Yuan y Wang Wei. Sus ideas acerca del estilo y la técnica en pintura están recogidas en su obra literaria. En ella desarrolló la teoría de dos escuelas en pintura: Norte y Sur, que condicionarán no sólo a los pintores posteriores, sino a toda la crítica artística hasta nuestros días. Dong Qichang propugnaba la reinterpretación de los grandes maestros como el único medio de conseguir un estilo de expresión personal. Aunque exhortaba a la libertad de creación, sus escritos no permitían salirse de la ortodoxia, al definir con toda precisión qué estilos y cuándo han ser utilizados para expresar ideas y representar formas. Aplicó estas teorías en sus propias obras, destacando las siete hojas de álbum tituladas Album de paisajes, en los que se supone que imitó los estilos de algunos de los viejos maestros: Mi Fu, Huang Gongwang y Wu Zhen, en la aplicación de diferentes pinceladas. Sus composiciones evitaban los elementos decorativos o laboriosos, basándose en composiciones triangulares con una nueva iconografía del paisaje cuyo carácter y fuerza estriba en su abstracción.
Personaje
Literato
Pintor
Fue uno de los miembros pertenecientes a la Escuela Wu (dinastía Ming), a la que también pertenecían pintores, poetas y calígrafos. Iniciado en el arte clásico, su caligrafía se distinguió por tener un estilo claramente definido. Esta misma tendencia se repite en sus pinturas, donde representa composiciones claras y limpias. Es autor de obras como "Paisaje", en el Museo Británico de Londres, o "Ríos y montañas en un día claro de Otoño", en el Museo de Arte de Cleveland. De su faceta como teórico del arte hay que destacar "Escritos en el estudio de las pinturas chan o Huachan chi suibi", donde hace una recopilación de las biografías de los principales pintores chinos del pasado. Por otra parte, estableció una clara división entre la Escuela del Norte y la Escuela del Sur. A juicio de Qichang, los pintores de la primera corriente eran seguidores de Li Sixun, considerado su fundador, y se distinguían por su estilo académico, además de inspirarse en la tradición y en los grandes maestros. El origen de los pintores de la Escuela del Sur tenían su punto de partida en la obra del pintor Wang Wei. A este personaje se debe la creación de la pintura a la tinta monocroma. La creatividad y las pinceladas sueltas eran los dos rasgos que distinguían a esta segunda vertiente pictórica.
Personaje
Militar
Karl Doenitz nació cerca de Berlín en 1891, en el seno de una familia burguesa. En 1910 es cadete en la Marina Imperial, embarcando por vez primera tres años más tarde. En 1916, dado su conocimiento de la guerra submarina, es profesor en la escuela de submarinos. Su actuación en la guerra le había distinguido de forma muy destacada. En 1928, es capitán de corbeta y actúa como primer oficial de estado mayor de las fuerzas del mar del Norte. En 1934, manda la flotilla de submarinos puesta de servicio recientemente. Reorganiza la totalidad de la flota submarina del Reich con tanta eficacia que Hitler le da el mando de la misma y el grado de contraalmirante. En septiembre de 1940, debido a las victorias que obtiene sobre los aliados, accede al rango de vicealmirante. En enero de 1943 sustituye al almirante Raeder. A pesar de no tener relaciones especiales con los nazis cuenta con la confianza del Führer, que en su testamento le nombra su heredero incondicional el día 8 de mayo de 1945. El tribunal de Nuremberg le condena a diez años de prisión tras acusarlo de crímenes contra la paz. Cautivo en la cárcel de Spandau, recuperará la libertad en el año 1956.