Esta obra es representativa de la trayectoria formativa de Álvarez de la Peña, el cual se inclina por el sereno equilibrio y la perfección de las formas y por una técnica apurada y exigente. En el elogio que la Academia de San Fernando le dedica a su muerte se dice: "reconocerán al ver este moderno en su taller, que desde luego tomó el mismo camino que aquellos antiguos tomaron, y que insistió en las mismas pisadas que ellos dejaron...". El retablo viene a ser un exponente del trazado retablístico clásico, así como el análisis del espacio en su perspectiva y el gesto sereno al que no altera ni siquiera la oblicuidad en la que se integran los personajes. Labrado en mármol de Génova, jaspes de colores diversos y bronce dorado, su tratamiento estético es respuesta a las indicaciones de Floridablanca, quien en 1777 recomendaba a los obispos españoles el olvido o rechazo de la madera dorada en obras de este género.
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El monumental retablo de la catedral de Toledo fue un encargo del cardenal Cisneros a un grupo de artífices entre los que sobresalen Pedro Gumiel, Enrique Egas, Sebastián de Almonacid, Juan de Borgoña, Copín de Holanda y Peti Jean. Se trata de una monumental composición formada por un banco y siete calles en las que se narran escenas de la vida de Cristo, cada uno de los relieves bajo grandes y calados doseles. El retablo debió de ejecutarse hacia 1504, siendo una pieza cargada aún de goticismo.
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Los mejores maestros de cada una de las épocas entre los siglos XIV y XVI realizarán las más de 750 vidrieras de la catedral primada. El rosetón es una de las primeras piezas, fechada en el siglo XIV.
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En la sacristía de la catedral de Toledo podemos contemplar una excelente colección de pinturas. Un fresco dedicado a la imposición de san Ildefonso, pintado por Lucas Jordán, cubre la bóveda. En el retablo podemos observar el famoso Expolio de Cristo pintado por El Greco. Del mismo artista es también un Apostolado, un Cristo bendiciendo, un lienzo dedicado a las lágrimas de san Pedro y un santo Domingo.
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En la Sala Capitular de la Catedral Primada las técnicas constructivas de tradición mudéjar se conjugan con un ciclo de pinturas al fresco de filiación italiana realizadas por Juan de Borgoña. Las resonancias italianas de la antesala capitular -decorada al fresco con paisajes, plantas y jarrones, y cubierta con una armadura polícroma de lazo y estrellas- da paso a la sala propiamente dicha, a través de una puerta con alfiz decorado con yeserías de motivos de procedencia islámica. Sin embargo, esta Sala Capitular parece remitirnos -con su ciclo de frescos, artesonado y la serie de retratos de los obispos de la Sede Primada- a un tipo de interior de carácter palaciego, muy frecuente en la arquitectura de tradición mudéjar. Llegados a este punto, conviene detenemos en la participación del pintor Juan de Borgoña en los programas impulsados por Cisneros. Complemento clasicista del gran artesonado que cubre la sala y de las yeserías cortadas a cuchillo de la puerta de acceso, la serie de frescos realizados para el capítulo por Juan de Borgoña, referidos a la Vida y Pasión de Cristo y a la visión del Juicio Final, constituyen el primer conjunto de estas características en la pintura castellana del siglo XVI. Como en la estancia anterior, el sistema compositivo y los criterios figurativos empleados, y la utilización de modelos idealizados, son una continua referencia a la pintura florentina del Quattrocento, aunque no eviten alguna concesión realista a los gustos artísticos predominantes.
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Las representaciones de Alonso Berruguete en los respaldos de madera de la sillería alta del coro de la catedral de Toledo comprenden desde Adan hasta san Pedro y constituyen una de las creaciones más originales del Renacimiento en España. La figura de Job es una implorante y desesperada figura que nos conmueve por el cúmulo de músculos marcados en un brazo y una mano, convirtiéndose quizá en el mejor y más original panel de la sillería, revelador de una audacia y originalidad extraordinarias: todo son detalles de buen hacer.
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En los lunetos de la bóveda que cubre la silla episcopal toledana se representan tres sensacionales relieves: el Juicio Final, el Paso del mar Rojo y la Serpiente de bronce. La composición del Juicio Final, sin precedentes, nos presenta a la Virgen y Cristo conversando, rodeados por los justos y una muchedumbre confusa de condenados.
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El ciclo de la Antigüedad de la Sillería Alta del Coro de la catedral de Toledo comienza con Noé, seguido de otros personajes como el rey Salomón. A su lado se encuentra la reina de Saba que tiene a la altura de sus cabezas los objetos de la ciencia de Salomón: plantas, aguas, minerales y animales, todo ello en un sutil bajorrelieve y expuesto de un modo fantástico.
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Noé es la primera figura del ciclo de la antigüedad con que se decora el espaldar de la sillería alta del coro de la catedral de Toledo. Todas las figuras están marcadas por un aire triunfal que es deliberado. Aquí radica la importante cuestión teológica que en el arte encontramos a menudo: la correspondencia del Antiguo con el mensaje del Nuevo Testamento, lo que el judaísmo siempre ha rechazado.