Sólo cinco meses necesitó Luca Giordano para pintar la bóveda de medio cañón rebajado que cubre la Sacristía de la catedral toledana. El motivo central del fresco se representa en la cabecera y no es otro que la imposición de la casulla a san Ildefonso por parte de la Virgen María, asunto de arraigada tradición toledana. Un buen puñado de ángeles y santos acompaña a la Madre de Dios en su descendimiento para hacer la imposición al santo. En el centro de la bóveda se representa un rompimiento de Gloria presidido por el nombre de Yahvé, rodeado de un profundo efecto lumínico. Seis santos toledanos se muestran en los huecos de los ventanales, incluyéndose entre ellos el propio Giordano en una ventana ficticia, con las manos en posición orante. Los escritos y las confidencias del santo derrotan a los enemigos de las prerrogativas de María, precipitándose por las murallas de Toledo.
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El cardenal Cisneros será el promotor de la realización de esta capilla, encargando el trabajo a Enrique Egas. La cúpula que la cubre fue ejecutada por el hijo de El Greco, Jorge Manuel, ya en el siglo XVII. En esta capilla se continúan celebrando misas por el rito mozárabe.
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Adosado al flanco norte de la catedral se halla el claustro, construido por iniciativa del arzobispo don Pedro Tenorio. El maestro Rodrigo Alfonso será el encargado de realizar los trabajos, comenzados en 1389. Presenta planta cuadrada con cinco arcos apuntados en cada crujía, consiguiendo un magnífico efecto de monumentalidad gracias a coincidir los tramos de cada crujía con la profundidad de las naves del templo.
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El Cabildo catedralicio toledano encargó a Enrique de Arfe la realización de una de las piezas más importantes de la orfebrería española del siglo XVI: la custodia. El orfebre alemán empleó oro y plata para cubrir el ostensorio de oro que había pertenecido a la reina Isabel, creando una obra de gran belleza.
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La fachada principal de la catedral toledana se abre a la plaza del Ayuntamiento. Comenzada en el siglo XV, se finalizó en la centuria siguiente. la única torre levantada tiene una altura de 90 metros mientras que la cúpula que remata la que no se llegó a hacer se debe al hijo de El Greco, Jorge Manuel. La fachada consta de tres portadas. La central está dedicada al Perdón, destacando el conjunto escultórico en el que se representa la Última Cena; la de la izquierda se denomina de la Torre o del Infierno mientras que la de la derecha recibe el nombre de Puerta de los Escribanos o del Juicio.
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Los arquitectos de la cabecera de Toledo distribuyeron toda la altura del muro en tres pisos que se desarrollan en sentido horizontal. En el intercolumnio inferior, los soportes son robustos pilares circulares rodeados de ocho baquetones, en relación con arcos y nervios. En la girola y colaterales internas del coro, el cuerpo de luces está formado por pequeños óculos de tracería gótica. Pero la mayor singularidad reside aquí en el nivel del triforio -todavía ciego-, donde la introducción de arquillos lobulados y entrecruzados se ha interpretado como producto de una hispanización o mudejarización de las formas, que no ha de extrañar en una ciudad en la que hacía siglos se había asumido plenamente tal lenguaje plástico.
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Se planteó una iglesia de cinco naves con doble girola y sin transepto marcado al exterior, según el modelo seguido inicialmente en Notre-Dame de París, toda ella de una gran monumentalidad.