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En que se declaran otras costumbres de los indios sujetos a la ciudad de Urabá Con aquesta hierba tan mala como he contado untan los indios las puntas de sus flechas, y están tan diestros en el tirar y son tan certeros y tiran con tanta fuerza, que ha acaescido muchas veces pasar las armas y caballo de una parte a otra, o al caballero que van encima, si no son demasiadamente las armas buenas y tienen mucho algodón; porque en aquella tierra, por su aspereza y humidad, no son buenas las cotas ni corazas, ni aprovechan nada para la guerra destos indios, que pelean con flechas. Mas con todas sus manas y con ser tan mala la tierra, los han conquistado y muchas veces saqueado soldados de a pie, dándoles grandes alcances, sin llevar otra cosa que una espada y una rodela. Y diez o doce españoles que se hallan juntos acometen a ciento y a doscientos dellos. No tienen casa ni templo de adoración alguna, ni hasta agora se les ha hallado más de que ciertamente hablan con el diablo los que para ellos señalan, y le hacen la honra que pueden, teniéndolo en gran veneración; el cual se les aparece (según yo he oído a algunos dellos) en visiones espantables y terribles, que les pone su vista gran temor. No tienen mucha razón para conocer las cosas de naturaleza. Los hijos heredan a los padres, siendo habidos en la principal mujer. Cásanse con hijas de sus hermanos. y los señores tienen muchas mujeres. Cuando se muere el señor, todos sus criados y amigos se juntan en su casa de noche, con las tinieblas, sin tener lumbre ninguna; teniendo gran cantidad de vino hecho de su maíz, beben, llorando el muerto; y después que han hecho sus cerimonias y hechicerías lo meten en la sepultura, enterrando con el cuerpo sus armas y tesoro, y mucha comida y cántaros de su chicha o vino, y algunas mujeres vivas. El demonio les hace entender que allá donde van ha de tornar a vivir en otro reino que los tiene aparejado, y que para el camino les conviene llevar el mantenimiento que digo, como si el infierno estuviese lejos. Esta ciudad de San Sebastián fundó y pobló Alonso de Heredia, hermano del adelantado don Pedro de Heredia, gobernador por su majestad de la provincia de Cartagena, como ya dije.
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De la guardia de Motecçuma y de los tributos que se pagaban cada año Mandaban la guardia de Motecçuma seiscientos señores, a cada uno de los cuales acompañaban cuatro o seis siervos armados, y a otros aún veinte o más, y así el número ascendía a más de tres millares de hombres, a todos los cuales (como ya lo indiqué arriba) se les suministraba comida de la mesa del rey, exceptuados los esclavos, a quienes no era permitido subir a las cámaras, sino que llenaban los patios y las vías públicas. Eran en verdad súbditos del Imperio Mexicano más de tres mil varones, a cada uno de los cuales obedecía una ciudad, y a treinta de ellos correspondían a cada uno cien mil súbditos y estos treinta estaban obligados a asistir a la Ciudad de México durante tiempos establecidos del año, y en manera alguna se les permitía marcharse sin permiso y no sin que antes dejaran un hijo o un hermano en calidad de rehenes. Debido a esto, como todos tuvieran palacio en México, se contaban allí, según la fama, sesenta mil casas o más. No había nadie en todo el imperio que no pagara tributo anual al rey o que estuviera inmune y absuelto de contribuciones. Aquellos treinta señores atestiguaban el dominio regio con su propio ministerio, pero los plebeyos que llamaban macehualtin lo pagaban consigo mismos o con sus cosas. De entre éstos, algunos se llamaban arrendatarios, pero otros tenían tierras cuyo dominio les pertenecía; éstos dividían sus frutos en tres porciones y tributaban al rey con una tercia. Entre los frutos se incluían los peces, los perritos comestibles, las gallinas de la tierra, las aves cubiertas de plumas preciosas, las liebres, venados, coyamelli, oro, gemas y otras cosas metálicas, sal, miel, cera, mantos, penachos de plumas, algodón, cacaoatl, centli, chile, camotli, habas, frijoles, varias frutas, legumbres y muchas clases de semillas de aquellas que principalmente era costumbre usar como alimento. Los arrendatarios entregaban cada año o cada mes lo que estaban obligados según pacto y convenio. Pero era demasiado que se les llamara esclavos porque sudaban a modo de esclavos, cosa incómoda y familiaridad para el señor (?). Y no sólo no eran propietarios de sus cosas, sino que ni de sí mismos tenían dominio íntegro, ni les era permitido mandarse a sí mismos completamente, porque comían, bebían, se vestían y conservaban sus hijas según mandato del rey o de los caciques a quienes pertenecían las ciudades, además del tributo debido al rey. Todas las cosas del tributo las llevaban a México, de cualesquiera regiones por lejos que estuvieran, unos como fuertes cargadores (?), porque todavía no conocían las bestias de carga y por consiguiente estaban acostumbrados todos casi desde la cuna a llevar peso. Si no había abundancia de canoas palustres y de chalupas, cuando menos se llevaba en ellas lo de Motecçuma y lo demás o se repartía entre los soldados o se redimía con oro, plata, piedras preciosas y otras cosas que los reyes suelen estimar muchísimo y conservar en los erarios. En México había también graneros (como ya se dijo), y algunas casas en las que se guardaba el tlaoli y donde mandaba el ecónomo mayor, con otros de grado inferior para que recibieran, custodiaran y, cuando había necesidad, lo entregaran, con las cuentas, cuando se exigían, en jeroglíficos o con chinitas. Para cada ciudad había un recaudador que llevaba en la mano un abanico o una varita en señal de su cargo, al cual se pagaban los impuestos que debían ser remitidos sobre la marcha al ecónomo supremo con una cuenta formada de todas las cosas por pequeñas que fueran; porque si en algo defraudaban, estaban sujetos a la pena de muerte, y de igual manera se castigaba a sus consanguíneos, aun cuando ignorantes del designio y sin ser para nada cómplices, para infundir en todos un terror más vehemente, como unidos por la sangre al reo de lesa majestad y traidor al común señor. Eran aprehendidos también y puestos en la cárcel, los agricultores que retenían los censos reales, a no ser que constase que habían desobedecido los mandatos por enfermedad u obligados por otra justa ocasión, y no por su propia voluntad. Entonces se acostumbraba la clemencia con ellos, pero si habían faltado por incuria o por maldad, eran obligados a pagar lo que debían y si se excedían del tiempo prescrito y señalado de antemano eran reducidos a la esclavitud y vendidos, o inmolados a los dioses. Y a pesar de que algunas provincias estaban sujetas a módicos impuestos, más bien como ornato y amistad, que para utilidad del imperio de Motecçuma, las riquezas de los reyes mexicanos eran infinitas y el gasto cotidiano inmenso y admirable. Los censos de algunas ciudades y sus contribuciones se dedicaban a los talleres, con el objeto de sostener sin interrupción los hogares y el fuego (?). Y así cien ciudades pagaban a Motecçuma impuestos de esta naturaleza y el imperio mexicano se extendía de la playa septentrional hasta la austral. Había otras de los aliados y otras aún no sujetas al yugo, a pesar de que no colindaban con el imperio, como las de los tlaxcaltecas, los de Pánuco, michoacanos, jaliscienses, chichimeca, los de la Florida, guatemaltecos, los de Tehuantepec, los de Texcoco, y los de Tlacopan, y de otras naciones semejantes de las cuales algunas ni hoy en día obedecen a Felipe II, el mayor y más potente de todos los reyes, señor de las Indias Occidentales, Insulares y Orientales, más bien por incuria nuestra y por falta de soldados, que por la fortaleza inquebrantada de los enemigos.
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CAPÍTULO VIII Los indios se vuelven a sus casas y los españoles navegan hasta reconocer la mar Los indios, después del buen lance que en su favor hicieron, que fue a los diez y seis día de navegación de los españoles, los siguieron todo aquel día y noche siguiente dándoles siempre grita y algazara como triunfando de ellos con su hazaña victoriosa. Y al salir del sol del día diez y siete, habiéndole adorado y hecho una solemne salva con grandísimo estruendo de voces y alaridos, y con música de trompetas, y tambores, pífanos y caracoles y otros instrumentos de ruido, y habiéndole dado gracias como a su dios por el vencimiento que en sus enemigos habían hecho, se retiraron y volvieron a sus tierras por parecerles que se habían alejado mucho de ellas, porque, a lo que se entendió, habían seguido y perseguido a nuestros españoles cuatrocientas leguas del río con la pelea y rebatos continuos que les daban de día y de noche, nombrando siempre en sus cantares, y fuera de ellos, en sus gritas y alaridos, a su capitán general Quigualtanqui y no a otro cacique alguno, como que decían que sólo aquel gran príncipe era el que les hacía toda aquella guerra. Por lo cual, cuando estos españoles llegaron después a México e hicieron relación a don Antonio de Mendoza, visorrey que era entonces de aquel reino, y a don Francisco de Mendoza, su hijo, que fue después generalísimo de las galeras de España, y les dieron cuenta de los sucesos de este infeliz descubrimiento, y particularmente cuando contaban los trances que habían pasado en este Río Grande y brava persecución que con el nombre de aquel famoso indio los suyos les habían hecho, don Francisco de Mendoza, siempre en las tales pláticas y fuera de ellas, y dondequiera que se topaba con algún capitán o soldado de cuenta, por vía de donaire, aunque sentencioso, les decía: "Verdaderamente, señores, que debía de ser hombre de bien Quigualtanqui." Y con este dicho refrescaba de nuevo las grandezas del indio, y eternizaba su nombre. Nuestros españoles, cuando vieron que los indios les habían dejado, entendieron que estaban ya cerca del mar y que por eso se hubiesen retirado y vuéltose a sus casas. Y el río iba ya por aquel paraje tan ancho que de en medio de él no se descubría tierra a una mano ni a otra; solamente se veían a las riberas unos juncales muy altos, que parecían montes de grandes árboles, o lo eran propiamente. Tendría en aquel puesto el río, a lo que la vista podía juzgar, más de quince leguas de ancho, y con todo esto no osaban los nuestros acercarse a sus riberas ni apartarse de en medio de la corriente por no dar en algunas ciénagas o bajíos donde se perdiesen, y no sabían si estaban ya en la mar o si todavía navegaban por el río. Con esta duda navegaron tres días a vela y remo con buen viento que les hacía, que fueron el diecisiete, y dieciocho, y diecinueve de su navegación. Y, al amanecer día veinte, reconocieron enteramente la mar en que hallaron a mano izquierda de como iban grandísima cantidad de madera de la que el río con sus crecientes llevaba a la mar, la cual estaba amontonada una sobre otra de tal manera que parecía una gran isla. Media legua adelante de donde estaba la madera estaba una isla despoblada que juzgaron los nuestros debía ser la que ordinariamente los ríos grandes hacen cuando entran en la mar, y con esto se certificaron que estaban ya en ella. Y como no supiesen en qué paraje ni la distancia que había de allí a tierra de cristianos, acordaron requerir sus bergantines o carabelones antes de entrar en la mar, y así los descargaron con mucha diligencia, y pusieron lo que traían sobre la isla de madera para les dar carena, si la hubiesen menester, o requerir las junturas, si en ellas hubiese algo que remendar. Atocinaron nueve o diez cochinas que todavía traían vivas. En estas cosas gastaron tres días, aunque es verdad que más los gastaron en descansar del trabajo pasado y tomar vigor y fuerzas para el venidero que en aderezar los carabelones, porque en ellos hubo muy poco que hacer y la mayor necesidad que nuestros castellanos tenían era de dormir, porque, con la continua vigilia que de día y de noche los indios les habían hecho pasar, venían muy fatigados de sueño, y así durmieron aquellos tres días como cuerpos muertos. Cuántas fuesen las leguas que nuestros españoles navegaron por el río abajo, que en diez y nueve días naturales y más una noche que les duró la navegación hasta la mar, donde al presente quedaban, no se pudo saber precisamente, porque con la pelea continua que con los indios tenían no les quedaba lugar para tantear las leguas que navegaban. Empero, viéndose libres de enemigos, lo platicaron entonces entre ellos, y después en México en presencia de personas que tenían experiencia de la navegación de mar y ríos, y hubo muchas opiniones y porfías, porque unos decían que caminaron entre día y noche a veinte leguas, otros a treinta, otros a cuarenta, y otros a más y otros a menos. Mas en lo que todos los más convinieron fue que se diese a cada noche y día, uno con otro, veinte y cinco leguas, porque siempre navegaron a vela y remo y nunca les faltó viento ni el río tenía vueltas en que pudiesen haberse detenido. Conforme a esta cuenta, hallaban haber navegado nuestros españoles, desde donde se embarcaron hasta la mar, pocas menos de quinientas leguas. En este tanteo podrá cada uno, conforme a su parecer, dar las leguas que quisiere, con advertencia y presupuesto que, sin lo que el viento les ayudaba, hacían los nuestros lo que podían con los remos por pasar adelante y salir de tierra de enemigos que tanta ansia tenían por matarlos. Juan Coles dice que fueron setecientas leguas, y debió poner la opinión de los que daban a cada veinte y cuatro horas de tiempo treinta y cinco leguas de navegación.
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CAPITULO VIII Extension del corregimiento de Guayaquil y noticia de los siete tenientazgos ó partidos que lo componen 424 Tiene su principio la jurisdiccion del corregimiento de Guayaquil por la parte mas septentrional en el cabo Passado, llamado assi porque está 20 minutos al sur de la equinocial y cosa de medio grado al norte de la ensenada de Manta; desde este cabo vá continuando todo lo largo de la costa y, incluyendo la isla de la Puná, sigue hasta el pueblo de Machala en la de Tumbez, por cuya parte confina con la jurisdiccion de Piura, luego se inclina al este hasta terminarse con la de Cuenca; y volviendo despues acia el norte por las faldas occidentales de la cordillera de los Andes, vá lindando con las de Riobamba y Chimbo. Su distancia de norte á sur es de 60 leguas no cabales y de oriente á occidente de 40 á 45, contada desde la punta de Santa Elena hasta las playas que llaman de Ojíbar. Todo su territorio es llano, como se ha dicho del que hace inmediacion á la capital, y se anega en el ibierno sin diferencia. Está dividido en siete tenientazgos ó partidos, y el corregidor principal nombra personas para cada uno con el titulo de thenientes suyos, los quales son confirmados por la Audiencia de Quito. Estos son Puerto Viejo, Punta de Santa Elena, la Puná, Yaguache, Babahoyo, Baba y Daule. 425 El tenientazgo de San Gregorio de Puerto Viejo confina por la parte del norte con el govierno de Atacamas y por la del sur con el tenientazgo de la Punta de Santa Elena. La capital del mismo nombre goza los privilegios de ciudad aunque su poblacion es muy corta, reducida y pobre. Pertenecenle los pueblos de Monte Christo, Picoasá, Charapotó y Xipi-Japa, que todos tienen curas parrocos y assisten con el pasto espiritual á los demás sus anejos y á otras varias poblaciones menores que hay en aquel distrito. 426 El pueblo de Monte Christo estuvo fundaddo antes en Manta y tenia este propio nombre; era quantioso por el comercio que hacian en él las embarcaciones que transitaban de Panamá á los puertos del Perú, pero, haviendolo saqueado y destruido unos pyratas de los que infestaron aquellos mares, lo retiraron sus habitadores al pie del cerro donde hoy se halla y de quien se le ha derivado la actual denominacion. 427 Aunque se coge algun tabaco en esta jurisdiccion, no merece la mayor estimacion porque su calidad no es muy sobresaliente; lo demás que produce, como la cera, pita y algodón, apenas es suficiente para la manutencion de sus habitadores, que no son en numero crecido por la pobreza general de todas sus poblaciones. Solo las maderas se tienen en grandes abundancia, lo que no es extraño en aquellos países cálidos y humedos. 428 En la antiguedad se hacia pesquería de perlas en la costa y ensenada perteneciente á este tenientazgo pero ha cessado enteramente de muchos años acá tanto porque abundan en ella los peces mantas y tintoreras, de que queda hecho mencion, quanto porque, componiendose aquellos vecindarios de indios y gente de castas toda pobre, no tienen possibles para comprar negros que la hagan. De la abundancia que hay en aquellas playas de pez manta acaso tomó la primer denominacion la ensenada, en la qual, como en todas las restantes de su pertenencia, es el mas comun exercicio de aquellos moradores el de la pesca, y, sacandola, hacen comercio con ella para las provincias interiores. La destreza con que la practican causa no pequeña admiracion á los europeos pues su methodo es echar al agua un palo de balza de dos á tres tuessas de largo, esto es, 5 á 6 varas, y un pie á corta diferencia de diametro en su grueso, lo suficiente para poder soportar el peso que se le ha de cargar, el qual se reduce á la red que van atravesando en el un estremo, y sobre el otro se pone un indio de pie derecho. Este, bogando con un canalete, remo particular de aquel país, se alexa de la playa media legua ó mas y vá tendiendo ó largando la red; otro indio, que le sigue sobre un palo semejante, toma la cuerda del primer canto que cae al agua, y, luego que está toda tendida, se inclinan trayendola acia la playa, adonde los esperan los compañeros para tirarla á tierra. Aqui es digna de advertir la habilidad y ligereza de los indios en conservar el equilibrio de sus cuerpos sobre unos palos redondos donde, con los indispensables movimientos y vuelcos que les hace dar la marejada, es preciso muden por instantes de situacion, y que á su consequencia alterne el movimiento de los pies, con tanta mayor dificultad al concebirlo quenta hace el haver al mismo tiempo de dirigir la atencion á la boga y á la red para conducirla á tierra. Verdad es que, siendo grandes nadadores, si alguna vez, que es muy rara, se deslizan por descuido, vuelven á asirse del palo y á ponerse sobre él sin peligro de hallar anegada la embarcacion. 429 El segundo tenientazgo supondré que es el de la Punta de Santa Elena, por estar immediato al antecedente acia el sur de él. Ocupa toda la costa occidental desde las islas de la Plata y Salango hasta la misma punta de Santa Elena, y desde ella sigue por la boreal que forma la ensenada del rio del Guayaquil, en cuya extension comprehende los pueblos de la Punta, Chongón, el Morro, Colonche y Chanduy. En los de Chongon y el Morro residen los dos curas doctrineros, y á sus feligresías pertenecen los demás. El theniente que govierna en lo temporal hace su residencia en el pueblo de la Punta, distante dos leguas del puerto que está en ella, en el qual, aunque hay bodegas ó algunos cubiertos, solo sirven para almacenar la sal y otros efectos, mas no para habitacion. 430 El puerto de la Punta es tan abundante de salinas que él solo provee de sal á toda la provincia de Quito y jurisdiccion de Guayaquil. Esta sal es morena pero, muy pesada y buena para el fin de las salazones que se guardan. 431 En las costas pertenecientes á este tenientazgo, se coge la purpura muy fina, de que tanta estimacion hicieron los antiguos, y, siendo olvidado despues ó desconocido el animal de que se sacaba, han creido perdida su especie muchos modernos. Hallase en unos caracoles, á manera de los que se llaman bulgados , los quales se crian en las peñas que lava la mar y son con muy poca diferencia del porte de nueces ó poco mayores; estos tienen un licor ó humor que, extraido, es el verdadero color purpura. Segun toda apariencia, tiene este humor lugar de sangre en el animal; tiñese con él el hilo de algodón ú otra cosa menuda y dá un color tan vivo y permanente que ni el repetido lavado lo deslustra, antes por el contrario lo afina mas, ni el uso lo desvanece ó amortigua. En la jurisdiccion del puerto de Nicoya, que pertenece á la provincia de Guatemala, se coge assimismo este caracol y tambien se dá tinte á los hilos de algodón con su humor particular; en una y otra parte los emplean despues en las obras de faxas, encages y otras cosas de primor haciendo labores con ellas, y todo lo texido en esta conformidad es allí de mucha estimacion por la grande que se han conciliado la hermosura y particularidad de el color. En el modo de extraer el humor ó licor de esta tintura hay alguna variedad porque unos lo hacen quitando la vida al animal; y, para ello, la sacan del caracol y, poniendolo sobre el revés de la mano, lo van estrujando ó comprimiendo desde la cabeza acia su extremidad posterior con una cuchillita hasta que separan aquella parte de su cuerpo, adonde por medio de una compression se ha recogido el licor, y arrojan lo demás. Esto hacen con muchos caracoles hasta tener allí una porcion bastante de humor y entonces van passando por ella el hilo que quieren teñir, y lo queda sin otra diligencia, pero no concibe immediatamente el color de purpura que debe tener ni se nota en él hasta que se ha secado, siendo el de este humor lacteo, del qual se vá cambiando primero en verde y después en purpureo. Otros lo hacen sin matar el animal, por medio de la compression, y, sin sacarlo del caracol enteramente, lo oprimen y le hacen que arroje en vomito cierto jugo ó humedad, con que dan color al hilo, y, vueltos á poner en las mismas piedras de donde se quitaron, se recobran de nuevo y dentro de algun tiempo pueden dar mas humor, pero no tanto como en la primera ocasion; si se repite la operacion hasta tercera ó quarta vez, es muy corta la cantidad del que se extrae, y, perdidas con la continuacion las fuerzas para recobrarse, mueren. El año de 1744, halladome en aquel partido de Santa Elena, se me ofreció la proporcionada ocasion de examinar el animal y de ver el primer methodo de abstraer dicho humor y dar el tinte á algun hilo. Este no es muy comun, como algunos autores han creido, aun en aquellos parages donde los indios tienen por exercicio el ir á cogerlos, porque, aunque es cierto que se acrecienta lo bastante este marisco, siendo necesaria gran cantidad para teñir cortas onzas de hilo, es poco el que se encuentra, y de su carestía nace su mayor estimacion. Esta y la particularidad de el color me hizo solicitar y adquirir allí algunas piezas, de que aún conservo una guardandole segun merece su especialidad. A las otras circunstancias que hacen recomendable y digno de la atencion este tinte, se agregan las raras de la diferencia del peso y del color que tiene el algodón teñido con él segun las distintas horas del dia; esta propieddad no la pude descubrir yo en la punta de Santa Elena porque á la cuenta aquellas gentes menos curiosas que otras no han adelantado la especulacion tanto que llegue á serles familiar el conocimiento de tanta particularidad. En Nicoya no la ignoran, y, para concluir sus tratos los que comercian en él, se convienen como circunstancia precisa para libertarse de engaño en la hora á que se ha de pesar y hacer la entrega, habiendo yá el que compra y el que vende aquellas en que tiene su mayor aumento ó decrecencia. Lo mismo que en Nicoya podremos inferir que sucede en quanto á la variacion del peso con el que se tiñe en punta de Santa Elena, respecto á que el caracol es uno en la especie en ambas partes y que el color que imprime no se diferencia en nada. Pero es digno de que se advierta otra particularidad que, segun el sentir de algunos sugetos dignos de todo credito en esta materia, tiene su tintura, y consiste en que, aplicada al hilo de lino, no imprime en él el color como en el algodón, sobre cuyo particular sería necesario hacer varias pruebas tanto con el lino como con la seda y lana. 432 Algunos han querido decir que el animal que dá este tinte se cria en conchita; puede ser que sea, entendiendo generalmente por este nombre la llana y la acaracolada ó retorcida, y, para escusar equivocación, advertiré que es en la de esta ultima especie, motivo porque al hilo teñido con aquel humor le dan el nombre de caracolillo. 433 Este partido es igualmente abundante en frutos y ganados bacuno y mular, cera y pescado, por cuyos medios tienen sus habitadores en que emplear su trabajo con utilidad. Y se halla muy poblado pues, aunque sus pueblos no sean muchos en numero, son quantiosos en el gentío respecto á los del antecedente, y el puerto de la Punta es muy frequentado de embarcaciones, bien sea de las que van de Panamá á los otros puertos del Perú para bastimentarse de las ricas terneras, cabritos, aves y toda suerte de viveres que hallan en él con mucha conveniencia ó de las que entran á cargar de sal, en cuyo comercio hacen su tráfico varias fragatas desde 100 hasta 200 toneladas pertenecientes al vecindario de Guayaquil y logran en él mucho usufructo por la moderacion de los precios á que la compran. 434 La Puná es el tercer tenientazgo siguiendo á el antecedente para el sur. Este es una isla que tiene el mismo nombre y se halla situada en la medianía de la ensenada que forma la desembocadura del rio de Guayaquil; estiendese en ella nordeste sudoeste la distancia de 6 á 7 leguas casi en figura quadrilonga. Segun las tradiciones antiguas, fue tan poblada que sus habitadores excedian de 12 á 14 mil personas, pero en los tiempos presentes solo ha quedado un pueblo muy reducido y corto á la parte del nordeste, que es donde está su puente, y el corto vecindario que lo habita se compone de gente de castas por la mayor parte y algunos españoles, pero muy pocos indios. Está agregado á este tenientazgo el pueblo de Machala, situado en la costa de Tumbez, y el del Naranjal, puerto de desembarcadero en el rio del mismo nombre, que tambien es llamado de Suya, por donde se dá passo á las jurisdicciones de Cuenca y Alausí en la sierra, uno y otro son no menos reducidos que el de la isla. En esta hacen su residencia continua el theniente y cura, á quienes están sujetos los otros en lo temporal y espiritual; assi, por ser aquel el pueblo principal de todos como porque con la oportunidad del puerto, cargan en él las embarcaciones grandes que no lo pueden hacer dentro de Guayaquil por el inconveniente de algunos bancos que tiene el rio, y otras se proveen allí de leña. 435 La jurisdiccion de Machala produce abundantemente cacao, y lo mismo el Naranjal, siendo el de la primera el mas selecto que se coge en toda la de Guayaquil. En las inmediaciones de sus playas, como tambien en todas las de la isla de la Puná, hay copiosa cantidad de mangles, cuyos arboles cierran con sus entretexidas ramas y espesos troncos todos aquellos que por su mucha igualdad y poca altura se inundan con los fluxos del mar; y porque esta especie de árbol es poco conocida en Europa, haré aqui su descripcion. 436 Se particulariza el mangle de las otras especies de arboles terrestres en que se cria y nutre en aquellas tierras inundadas diariamente de la creciente del mar, y además requiere que sean cienagosas y de facil corrupcion, por lo que, luego que el agua se retira, queda toda la que produce manglares exhalando al incomodo olor del cieno. Nace este arbol y, desde que rompe la tierra, empieza á dividirse en ramas muy nudosas y tuertas y á producir por cada nudo infinidad de otras, en cuya forma successivamente se puebla todo hasta que la abundancia de tantas ramas hace un enlace, donde no se pueden desenredar quando el arbol es yá grande ni menos discernirse las que pertenecen á cada una de las principales porque, además de este enmarañado laberinto con que se cruzan, no se diferencian las de la quinta ó sexta produccion de las de la primera en el gruesso; este es casi en todas de una y media ó dos pulgadas de diametro. Son tan correosas las ramas que, aunque se doblen y tuerzan, no se rompen, á menos que no sea con el filo de algun instrumento, y se estienden casi horizontalmente sin que esto estorve al tronco ó troncos principales ó que aumenten su altura y gruesso. Las hojas que lo visten son pocas á proporcion de tanta rama; de pulgada y media á dos de largo en figura casi circular, gruessas y de un verde pálido ú endeble que tira á ceniciento. Crecen regularmente los troncos principales de los mangles hasta la altura de 18 á 20 varas y aun mas, quedando su gruesso regular en ocho á diez ó doce pulgadas de diametro y cubierto de una corteza menuda de poco mas de una linea y escabroso. Es su madera tan pesada, recia, sólida é incorruptible que se sumerge en el agua, siendo por esto trabajoso el cortarla; no hastilla ni se menoscaba en las obras maritimas en tiempo muy largo. 437 Los indios de esta jurisdiccion pagan el tributo que les pertenece en el corte annual de un numero de mangles que sirven para las obras que se ofrecen correspondientes á su calidad. 438 El tenientazgo de Yaguache está en el desembarcadero del rio del mismo nombre, que desagua en el de Guayaquil por la costa del sur, y nacen sus cabeceras de las vertientes de la serranía correspondientes á la parte del sur de Riobamba. Su jurisdiccion es compuesta de tres pueblos; el principal de todos, donde están las bodegas ó Aduana real, es San Jacinto de Yaguache, y los otros dos, Ñausa y Alonche, á quienes assisten para el govierno espiritual de las almas dos curas, que tienen su residencia en el principal el uno y el otro en el de Ñausa. El vecindario es corto pero crecido el que está repartido en las haciendas de campo y chacaras de la gente pobre. 439 El producto mayor de la jurisdiccion de Yaguache puede considerarse en las maderas pues, aunque se cria tambien algun cacao, es poco, pero con mas abundancia el algodón y ganados, que es de lo que se componen las haciendas. 440 Babahoyo, cuyo nombre está cundido bastantemente por todos aquellos países por ser el assiento de las bodegas reales principales, por donde passa todo lo que se introduce á la sierra y baxa de esta, tiene una jurisdiccion muy extendida, y en ella, á mas del pueblo principal, los de Ujíbar, el Caracol, Quilca y Mangaches. Estos dos ultimos están inmediatos á la serranía y distantes del principal, que es Ujíbar, en el qual hace su residencia el cura interin que dura el ibierno pero el verano se passa al de Babahoyo, por ser allí la concurrencia de la gente, assi de aquellos que trafican y passan con sus efectos de unas partes á otras como de los que se mantienen y hacen en él su estancia. 441 Es tan llano y baxo el país de este partido que, luego que se empiezan á hinchar los rios de Caluma ú Ojíbar y el Caracol con las primeras lluvias, no hallando suficiente profundidad sus aguas en las madres por donde corren, se estienden en aquellas dilatadas campañas y forman de ellas un occeano, con mas profundidad en unos sitios que en otros, y particularmente en el de Babahoyo, pues, subiendo hasta el piso alto de las casas, las dexa anegadas en lo interior é inhabitables, motivo porque, interin dura el ibierno, está totalmente despoblado. 442 Los campos de esta jurisdiccion y los de la de Baba, que se sigue, son muy abundantes de cacaguales, siendo tantos y tan dilatados los que hay que muchos están entregados al descuido y á los monos y otros semejantes animales, unicos cosecheros que recogen el que, aun con la incuria en que están, les hace producir la fecundidad de la tierra. Cogese assimismo mucho algodon, arroz, ají y frutas. Hay tambien crecidas crias de ganado bacuno, cavallos y mulas, los quales se hacen retirar de aquellas vegas á las pendientes de la sierra mientras están inundadas y, despues que baxa el agua, los vuelven á ellas para que gocen el abundante pasto del gamalote. Es esta una yerva que nace con tanto vicio que cubre toda la tierra y crece á la altura de mas de dos varas y media, siendo tal la espesura con que brota y despues crece que no se puede romper por entre ella ni apartarse de aquellas sendas que tiene hechas el tráfico. 443 La hoja de este gamalote es semejante á la de la cebada aunque mas larga, ancha, gruesa y rasposa; de un verde algo obscuro y vivo, y la caña con distintos nudos en el nacimiento de cada hoja, gruessa algo mas que dos lineas de diametro y recia. Quando el gamalote está mas crecido, inundandose el país y excediendo la altura del agua á la de esta yerva, la dexa sumergida y pudre, de modo que, luego que cessa la inundacion, se descubre la tierra descombrada de ella, pero, apenas el calor del sol llega á hacer su primera impression, vuelve á brotar y en muy cortos dias crece, y se pueblan los campos. Tiene la particularidad de que, tanto quanto es provechosa para los ganados de aquel clima, es dañosa á los de la serranía que hacen el tráfico, y en esta forma se ha experimentado quando los dexan pastar en ella algunos dias seguidos. 444 Baba es una de las tenencias de Guayaquil mayores en jurisdiccion, la qual se estiende hasta las faldas de la cordillera ó montañas de Angamarca, perteneciente á la del corregimiento de Latacunga ó Llatacunga, como lo pronuncian los indios. Además del pueblo principal del mismo nombre, tiene otros que le son anexos y administrados por un solo cura, que hace su continua residencia en Baba, como tambien el theniente de corregidor. Antiguamente, pastaban las aguas del rio del mismo nombre, immediatas á este pueblo, pero, haviendo abierto una zequia Don N. Vinces para dar riego á los cacaguales de sus haciendas y hallando el rio mas facilidad en seguir el nuevo curso que el antiguo, fue aumentándolo por ella de tal modo que, quando quisieron ponerle reparo á que dexara el que yá havia tomado, no fue possible volverlo á reducir á su antigua canal, y esta ha quedado en bastante distancia de la madre que lleva. Los pueblos que tiene por anexos son los de San Lorenzo y el Palenque, muy retirados del principal porque su situacion es al pie de la serranía, y los indios que los habitan, poco cultos. 445 El arbol del cacao, de que yá dixe abunda este distrito, se levanta con su copete del suelo regularmente de 18 á 20 pies y no de quatro á cinco, como han dicho algunos autores, en que parece huvo alguna equivocacion ó que estos lo describieron quando están en sus principios. Empieza desde el suelo á salir dividido en quatro ó cinco troncos, mas ó menos conforme al vicio y vigor de la raiz que hace los brotes de todas; cada uno de ellos engruessa desde 4 hasta 7 pulgadas de diametro, unos mas que otros, pero desde luego suben con alguna inclinacion ú obliquidad, por cuya razon sus ramazones están esparcidas y divididas unas de otras. La hoja es entre 4 á 6 pulgadas de largo y de tres á quatro de ancho; muy lisa, suave y terminada en punta, semejante en la figura á la del naranjo, que se conoce en España baxo el nombre de la China y en el Perú con el de Portugal. Pero en el color difiere algo pues la del cacao es de un verde entre obscuro y ceniciento y no lustrosa como la del naranjo; no es tampoco tan poblado de ellas como este. Del mismo tronco é igualmente de los de todas sus ramas brotan las mazorcas que contienen el cacao, precediendoles una flor blanca no muy grande, en cuyo corazon está contenida la mazorca en pequeño; esta crece hasta 6 ó 7 pulgadas de largo y 4 á 5 de gruesso, en figura de un melón puntiagudo y dividido en cascos señalados lo largo de ellos desde el pezón hasta la punta aunque con alguna mas profundidad que en el melón. No todas las mazorcas son precisamente del tamaño apuntado ni se proporciona siempre la magnitud á el gruesso de la rama ó tronco que las produce, y contra las quales están pegadas como si fueran berrugas de ellas mismas porque las hay mucho menores, y tal vez una pequeña en la parte del tronco principal y una muy grande en una endeble rama del mismo; pero he notado que regularmente, guando nacen dos inmediatas una á otra, la una crece y engruessa, llevando á sí la sustancia nutritiva, y la otra queda pequeña y menuda. 446 El color de esta mazorca, interin crece, es verde, casi lo mismo que la hoja; pero luego que ha llegado á su punto, vá mudandolo en amarillo hasta que toda ella queda con este color algo claro. La cascara que la cubre es menuda, lisa y tersa. Cogida la mazorca guando está en esta sazón y partida en ruedas, se descubre su carne interior blanca y jugosa, y envueltas ó formadas de ella misma unas pepitas ordenadas segun los cascos, entonces pequeñas, de no mayor consistencia que lo restante de la carne aunque mas blancas, y compuestas de una membrana muy fina y delgada que contiene un licor á manera de leche pero transparente y algo viscoso; entonces, se puede comer lo mismo que qualesquiera otra fruta. Es gustosa, y su sabor, agridulce nada desagradable pero, segun dicen en aquel país, nocivo y ocasionada á fiebres. Estando la mazorca amarilla en lo exterior, es quando el cacao se empieza á nutrir de la carne de ella misma y á consolidarse llenando y creciendo la pepita, á cuyo tiempo vá en lo exterior amortiguando el color hasta que, estando perfeccionada la granazón interior, queda por defuera la cascara en un color musco, tirando á obscuro, que es la señal de estar en estado para que se coja; y entonces es el gruesso de la cascara como de dos lineas poco mas, y cada grano se encuentra encerrado en una de las divisiones que forman las telas que atraviesan la mazorca, como siguiendo las mismas divisiones de ella. 447 Luego que despegan la mazorca del arbol, la rompen y vacian sus granos sobre unos cueros de baca secos que tienen para este fin ó sobre hojas de vijahuas, que es lo ordinario, en las quales lo dexan secar al viento y, luego que lo está, lo enzurronan en otros cueros para transportarlo adonde lo han de vender. El methodo que tienen para esto es por cargas, y cada una contiene allí 81 libras. Su precio es muy vario pues hay ocasiones en que, no haviendo quien lo compre, lo dan por 6 y 8 reales la carga, mucho menos que lo que cuesta el cogerlo; pero en teniendo salida, es su precio regular de tres á quatro pesos y, en el tiempo de armadas y otras ocasiones semejantes que hay muchos compradores, es á proporcion mas subido. 448 Dá este arbol dos cosechas annuales no menos abundantes y de buena calidad una que otra, y en ellas se cogen en toda la jurisdiccion de los partidos de Guayaquil que lo producen de quarenta á cinquenta mil cargas. 449 Los arboles del cacao requieren tanta abundancia de agua que es menester esté hecha cienega ó lodo la tierra donde ellos están sembrados; en faltandoles, cessan de dar fruto, se secan y pierden. Además de esto, han de tener continua sombra, de suerte que los rayos del sol no lleguen á darles immediatamente, y assi, quando se siembran, se hace plantío junto á ellos de otros arboles de mayor corpulencia, á cuyo abrigo van creciendo y se mantienen despues. El terreno de Guayaquil es propio para estos arboles porque goza los dos beneficios que requiere; el uno por ser todo de sabanas ó llanos dilatados, como queda dicho, que se anegan el ibierno y riegan en el verano por medio de las zequias ó caños que se sacan de los rios, y el otro porque las demás especies de arboles crecen sin dificultad con mucho vicio. 450 Todo el cultivo de este arbol consiste en limpiar las plantas menores que, con el auxilio de la misma humedad, produce el terreno porque, si se omite esta diligencia, crecen en cortos años y consumen los cacaguales, quitandoles el nutrimento que los havia de mantener y fecundar. 451 La tenencia de Daule es la ultima de quien queda por hacer relacion. El pueblo principal del mismo nombre es grande, situado en el rio, de quien lo adquiere, y poblado de muchas casas capaces pertenecientes á los vecinos de Guayaquil; hace en él su residencia el theniente y un cura parroco, á quienes están sujetos los dos pueblos de Santa Lucia y el Valsar. En esta jurisdiccion hay gran cantidad de haciendas, unas de tabaco, de cañaverales de azucar otras, algunas de cacao y chacaras, de algodón, frutas y simientes. 452 El rio de Daule, que no menos que el antecedente de Baba tributa sus aguas al de Guayaquil, es crecido, y mantienen uno y otro gran comercio con aquella ciudad, siendo este de Daule el que le contribuye la grande abundancia y variedad de las frutas que goza en verano, y mucha parte de los plátanos que en todo tiempo sirven de pan á aquellos naturales; y aunque en otras partes de la jurisdiccion de Guayaquil se cultiva y coge tabaco, no es de tan buena calidad como el de esta. 453 Casi en todos estos partidos es comun la cria de ganados mayores, con solo la diferencia de que en unos sea mas quantiosa que en otros respeto á la disposicion y capacidad del terreno que ocupan y sus conveniencias para poderlos retirar en el ibierno á parages mas altos donde no alcancen las inundaciones.
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Capítulo VIII Canto triste de los Itzaes Damaceno. Este es el nombre de la llanura en que fue formado el Primer Padre Adán, por Dios. Este es su nombre, su primer nombre: Adán. Y le entró su alma y habitó el Paraíso. Nacido Adán, nació la Primera Madre, Eva, la primera mujer, la madre de todo el mundo. Fue de pronto, como una gota escurrida de Adán. Y nació. Allí donde no había cielo antiguamente, he aquí que la Palabra nació por sí misma, dentro de lo oscuro. He aquí que las piedras fueron creadas de una sola vez y fueron las montañas. Y esta tierra, la que fue cogida para labrar a Adán, también. Por eso él es su hijo. Y entraron al Lugar de los Gemidos. Así lo llamaron cuando fueron labrados, aquellos que fueron el primer tronco de los hombres. Dios el Verbo, Dios Hijo, y Dios Espíritu Santo, son el Dios de toda la tierra. Ellos crearon la Piedra Preciosa que se desprendió de la tempestad, con el velo de la gracia. El Verbo es su nombre: Josus tin gracia. He aquí que al mismo tiempo nació de su Piedra el Espíritu de las estrellas; berbuntuorom es su nombre. El hijo natural de la Piedra, el hijo natural de la Tierra, tomó entonces a la Señora de la Tierra y fue a sentarse al altísimo cielo, a lo más alto del cielo. Un gran resplandor llegó hasta abajo desde el Espíritu de la Sustinal gracia. * * * Trece veces ocho mil Katunes había estado reposando en su Piedra, cuando se movió la Semilla del Señor Hunacceel. Aunque no eran lo mismo que el Sol, de la joya del Pecho del Sol bajó la casta de los hombres buenos. "Mis ropas, mis vestidos", hubieran dicho los dioses. Así, pues, lo sabéis, y lo dice cualquiera. A la tierra suave de la Orilla del Pozo llegaron conquistando, al golpe de la guerra. -- Estaban en Chichén los Itzaes... los herejes ¿Vinieron o estaban? Uno Imix, el día que alcanzaron el cielo, fue el Rey al Poniente del Pozo, en donde está abierto el templo. El Uno Imix es el día en que se dice en Chichén de los Itzaes: "¿Llegaron o estaban?" "¡Oculto es, oculto es! --dicen gritando--. "¡Oculto es, oculto es! ¡Lo saben las almas de los muertos!" Con trabajoso clamor gritan las almas de los muertos, solitarias en el día que es el primero. Resplandeciente día fue, y otra vez fue de noche, cuando vinieron. -- ¡Estaban, estaban, estaban! ¿Llegaron o estaban? ¿Hay alguien por ventura que esté despierto? Fuertemente dicen otra vez, en tres gemidos: ¡Estaban! -- ¡En el día de Dios, aquí eran ya moradores, eran ya pobladores! Se les oía así. -- ¡No fue que llegaron a Chichén los Itzaes! -- ¿Llegaron o estaban? ¡Los herejes! Gimen así tres veces, en su día. -- ¿Soy alguien yo? --dice en su espíritu el hombre. -- ¿Soy éste que soy? -- ¿Soy acaso un niño que llora? --dice en medio de la tierra. Para que lo entendáis. Dicen que fui creado de noche. ¿Nosotros acaso nacimos? Se ha dicho que somos como animales domésticos para Miscit-Ahau Va llegando el final. ¿Quién es éste a quien amargué con mi canción? "¿Llegaron o estaban?" -- Dicen que estoy muerto. Lo dijo el Sacerdote del pueblo. Dicen que estoy escondido. Lo dijo "el que pierde al pueblo". Lo creyó en su deseo, lo creyó en su corazón. Porque "el que pierde al pueblo", el sabio, al punto se aflige con mi canción. -- Estaban... ¿Llegaron o estaban?" Este Canto todo es cumplida alabanza del Señor Dios.
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CAPITULO VIII Comercio de Quito y de toda su provincia, assi con generos de España como con los propios del país y otros del Perú 709 Por los dos antecedentes capitulos se puede hacer cabal juicio de lo que se produce y fabrica en la provincia de Quito, cuyos efectos sirven para mantener su comercio; las personas que mas regularmente lo exercitan son los europeos óchapetones, unos avecindados allí y otros de transito. Estos compran generos de la tierra, venden los de Europa y, con unos y otros, hacen su tráfico. Los del país, segun queda yá explicado, se reducen á lienzos de algodón, unos blancos, que llaman tucuyos, y otros listados, bayetas y paños, los quales llevan á Lima y, vendidos en ella para surtir todas las provincias interiores del Perú, retornan su producto, parte en plata y parte en hilados de oro y plata, franjas fabricadas en aquella ciudad y frutos como vinos, aguardientes y aceyte con otros generos de las mismas provincias, cobre, estaño, plomo y azogue. Los dueños de obrages ó bien remiten por su quenta los generos que se fabrican en ellos con los mismos comerciantes ó se los venden á estos si les proporciona la ocasion y el precio. 710 Quando hay armada de galeones en Cartagena, baxan estos mismos tratantes con sus caudales por Popayán, ó Santa Fé á emplearlos en efectos de Europa, los quales expenden á su vuelta en toda la provincia. 711 Los frutos de la tierra se consumen por lo regular dentro de la misma provincia, á excepcion de las harinas que se conducen á Guayaquil de los corregimientos de Riobamba y Chimbo, empleandose en su pequeño tráfico los mestizos y gente pobre de ellos. Este comercio podria ser mayor si el costo de los fletes no fuesse tan excessivo y aumentasse el precio de los generos, de modo que no quedan en proporcion para poder ser llevados de Guayaquil á otros parages donde hay escasez de ellos, con esperanza de que dexen alguna ganancia. 712 Assi, los generos fabricados en los obrages ó texidos en particular por los indios como los frutos en suelen llevar, aunque en cortas cantidades, á la jurisdiccion de Barbacoas, y es el primer ensayo de comercio en que se habilitan los chapetones; espendenlos á trueque del oro que allí se saca, y este lo embian á vender á Lima, donde tiene mas estimacion y mas precio. Igual salida logran los texidos para lo restante del govierno de Popayán y Santa Fé, cuyo comercio nunca cessa, pero de él no retorna en tiempo muerto, ó que no hay armada, otra cosa que oro, el qual sigue la misma via que el de Barbacoas. 713 De la costa de Nueva España se surte de tinta añil, cuyo consumo es considerable en los obrages porque la mayor parte de los paños que en ellos se fabrican son teñidos de azul, unico color de que para el vestuario gusta aquella gente. Por Guayaquil tambien se introduce el hierro y azero, tanto el de Europa como el de la costa de Guatemala, y estos dos generos, que tienen un gran consumo para el trabajo de las haciendas, suelen lograr tan altos precios que á veces vale el quintal de hierro á ciento y mas pesos, y ciento y cinquenta el de azero. 714 El comercio reciproco interior se reduce al expendio de los efectos de unas jurisdicciones en otras, y este lo mantienen entre sí los mismos vecindarios de las poblaciones y gente pobre. Los de la provincia de Chimbo compran en las de Riobamba y Quito tucuyos y bayetas de la tierra que se llevan á Guayaquil y, en cambio, de ellos suben de este con sal, pescado y algodón, el qual, yendo á labrarse al territorio de Quito, vuelve despues á el mismo de Guayaquil en texidos. Las jurisdicciones de Riobamba, Alausí y Cuenca mantienen comercio con Guayaquil por medio de las bodegas de Yaguache y el Naranjal. 715 Este comercio con los efectos del país, aunque sea corto en el numero de sus especies, reducido á solas las tres de paños, bayetas y lienzos, es grande en la utilidad respeto de que assi la gente pobre, que excede incomparablemente como la de conveniencias, á excepcion de la que habita en la capital, se visten de generos de la tierra, no sufragandoles sus possibles para comprar los de Europa, por cuya razon solo gastan de estos los españoles que tienen algun mediano pie de caudal y la gente mas lucida. De aqui se podrá inferir lo mucho que se trabajará en texidos en aquel territorio, y todo por mano de los indios en los obrages ó en sus casas, lo que contribuye á conservar el estado de su poblacion con el ministerio y ocupacion de las manufacturas.
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CAPITULO VIII Parte el autor para el cabo de Gracias a Dios; negociación que los piratas hacen allí con los indios, como también llegada a la isla de los Pinos y, finalmente, su vuelta a Jamaica. El grande temor que tuvimos por los indios a causa de la muerte de las dos pobres esclavas que dijimos, nos hizo resolver a partir con gran diligencia de aquel puesto. Enderezamos nuestro curso hacia la isla o cabo de Gracias a Dios, donde teníamos fija nuestra última esperanza para hallar provisiones; suponiendo que allí viven o concurren muchos piratas que tienen correspondencia y trato con los indios de aquellas partes; llegado que hubimos a dicha isla, con grande alegría dimos gracias al Señor por habernos librado de tantos peligros y llevándonos a un lugar de refugio donde hallamos gentes que nos mostraron cordial amistad y nos proveyeron de todo lo que necesitábamos. Es costumbre en aquel país, que cuando los piratas llegan cada uno puede comprar una india por el precio de un cuchillo o un viejo destral; por tal compra, la india es obligada a quedar en poder del pirata hasta que de allí parta, entre cuyo tiempo debe servirle y buscarle de comer de toda la suerte de víveres que la tierra da, teniendo libertad el pirata de ir cuando se le antoja a la caza, pesca y otros divertimientos de su gusto, no siéndoles permitido de hacer insultos, pues los indios les traen todo cuanto necesitan y les piden. Con la frecuencia y familiaridad que estos indios tienen con los piratas, acostumbran, tal cual vez, de irse con ellos a la mar y quedan años enteros sin volver a sus casas de que resulta saber hablar muy bien las lenguas inglesa y francesa y muchos piratas, la indiana. Son muy diestros para tirar el arpón, con que les dan mucha utilidad para el sustento de sus navíos con la pesca de tortugas y manatíes; porque un indio es capaz de abastecer una nave de 100 personas. Teníamos dos de los nuestros, que hablaban bien la lengua indiana, por cuyo medio fui curioso de saber lo más digno y notable de sus políticas, vida y costumbres de que daré aquí breve noticia. Tiene esta isla casi 30 leguas de circuito, se gobierna como una pequeña república sin rey ni soberano y sin amistad con otros de otras islas circunvecinas, ni menos con españoles; componen un pequeño pueblo, cuyo número no excede de 1.600 o 1.700 personas que sirven algunos de algún esclavo negro, los cuales llegaron allí nadando por naufragio llevándolos a tierra firme los blancos, a quien mataron con intento de volverse con el mismo navío a sus tierras, que no pudieron conseguir por ser marineros poco diestros; pues, por su poco gobierno, dieron a la costa. Aunque, como dije, es pueblo corto, viven como divididos en dos semejanzas de provincias, de las cuales la una se entretiene en sus plantíos y la otra, son tan perezosos, que no tienen el ánimo de fabricar chozas para vivir de aquí allí, sin saberse cubrir de las lluvias (que son frecuentes en aquellas partes) más que con hojas de palmas, las cuales se ponen en la cabeza y las espaldas, siempre contra el viento, no usando vestido alguno, si no es de cierto ceñidor que baja hasta cubrir las partes verecundas hecho de cortezas de árboles que baten fuertemente, tanto que basta para ablandarlas; de estas mismas se sirven para dormir encima en lugar de colchones; algunos los hacen de algodón, mas en corto número. Sus armas son azagayas, que acomodan con algunas puntas de hierro o algunos dientes de cocodrilos. Conocen en alguna manera a Dios, pero viven sin religión ni culto divino y, según yo juzgo, no sirven ni creen en el diablo, como muchos indios de la América creen, adoran e invocan; con que no son tanto atormentados como las otras naciones. Su ordinario mantenimiento, por la mayor parte, consiste en los frutos bananas, bacoves, ananas, patatas, cazave; como también cangrejos y algunos pescados que pescan en la mar a flechazos. Cuanto a la bebida que usan, son industriosos para componer licores delicados; la más ordinaria llaman Achioc, y ésta la hacen de cierta simiente de palma, mojándola con un poco de agua caliente, y dejándola dentro hasta que todo se vaya al fondo y que, colada, tiene un gusto muy agradable y es muy sustanciosa. Otras suertes de bebidas preparan, que omito por evitar prolijidad; sólo diré de aquella que componen de plátanos, que amasan entre las manos con agua caliente y después echan en calabazas grandes que acaban de llenar de agua fría y las dejen reposar ocho días que dura en fermentar, como si fuese del mejor vino; bébenlo por regalo, de tal suerte, que cuando estos indios convidan a sus amigos o parientes no saben tratarlos mejor que dándolos este tal licor. No saben aderezar de comer, y así son raros cuando banquetean a otros; vanse, por este fin, en casa de los que quieren convidar, diciéndoles vengan a beber de sus licores y, un poco antes que los convidados lleguen al puesto señalado, los que esperan se peinan muy bien sus cabellos y se untan después la cara con aceite de palma mezclado con alguna tintura negra que les pone disformes; las mujeres se enalmagran sus caras que aparecen rojas como el carmín y éstas son las máximas más civiles que usan para sus ornatos. Toma después el convidante sus armas, que son tres o cuatro azagayas, y sale de su choza apartándose de ella 300 o 400 pasos al camino por donde los convidados deben venir, y viéndolos acercarse se deja caer en tierra boca abajo, donde queda sin hacer más movimiento que si estuviera muerto; entonces, llegan los amigos y le ponen en pie y van juntos hasta la puerta de la choza, delante de la cual los huéspedes se dejan caer, también, en tierra como el otro hizo, a los cuales levanta, uno a uno, el convidante y, agarrándole por la mano, le conduce adentro y hace sentar; las mujeres en tales casos no ejercen muchas ceremonias. Presenta luego a cada uno una calabaza llena de licor de plátanos, que es muy espeso a modo de papas, la cual tendrá dos azumbres dentro que debe tragar del mejor modo que pueda, con que habiéndola cada uno vaciado en su estómago, va el convidante con muchas ceremonias recogiendo sus calabazas y, hasta entonces, no es más que una bienvenida. Comienzan después a beber del licor claro que arriba dijimos, por el cual fueron llamados al banquete; síguense a esto muchas canciones, danzas, y mil caricias con sus mujeres; de tal modo que para significarlas su grande amor, toman algunas veces sus azagayas y con las púas de ellas se atraviesan las partes genitales, lo cual yo no pude creer por más que me lo habían asegurado hasta que mis ojos fueron verdaderos testigos de semejantes acciones. No lo hacen sólo en dichas ocasiones, más también cuando están amorosos y quieren dar a entender su gran constancia y afición. Casarse no lo acostumbran sin consentimiento de los padres de la moza y si alguno pretende matrimonio, ha menester que primero el padre de la doncella le examine preguntándole en lo que puede trabajar, que de ordinario es si sabe hacer azagayas, arpones o hilar hilo, que usan para sus flechas; con que, respondiendo a propósito, el examinador pide a su hija una pequeña calabaza llena del sobredicho licor, del cual él bebe primero, da al pretendiente y, finalmente, éste a la novia, quien termina de beber; con cuya ceremonia el casamiento está hecho. Cuando alguno bebe a la salud del otro, debe el segundo consumir todo el licor que en la calabaza queda del primero, pero en caso de bodas sólo entre los tres se consume siendo la desposada la mejor librada. En los partos la mujer, ni el marido, guardan el tiempo como hacen los caribes; pero, después que parió la mujer se va al instante al río, arroyo o fuente y lava su criatura envolviéndola sucesivamente en ciertas fajas que allí llaman calabas y, así preparada, se vuelve a su ordinario trabajo. En los entierros, practican que, cuando un hombre muere, la mujer le debe enterrar con todas sus azagayas, cinturas y joyas, las cuales traía pendientes a sus orejas. Su obligación es venir todos los días a la sepultura de su marido llevándole a comer y beber un año entero, que cuentan por la luna, observando quince, que hacen el círculo completo, como nosotros doce meses. Algunos historiadores (escribiendo de las islas Caribes) dicen que esta ceremonia por los muertos las observan entre ellos generalmente y que el diablo viene a los sepulcros y se lleva todo lo que cerca de ellos ponen de comida y bebida; pero yo no soy de esta opinión, pues que he llevádome y comido todas esas ofrendas muchas veces, sabiendo que los frutos de tales ocasiones son los más selectos y maduros, como también delicados licores cuanto permite el uso más regalado. Cuando la vida ha continuado así dicho año, abre la sepultura y saca todos los huesos de su dicho marido, que lava y seca a los rayos solares; que después ata todos juntos, los mete en una cabala a modo de zurrón, siendo obligada a llevarlos a cuestas otro año entero de día y de noche, dormir sobre ellos hasta el fin de dicho tiempo, que completo, ata contra el marco de la puerta de su casilla, si la tiene y, si no, a la de su más próximo vecino o pariente. No pueden volverse a casar segunda vez las viudas, según sus leyes, antes que el término de dichos dos años sea completo. Los hombres no son obligados a tales ceremonias y, si algún pirata se casa con alguna indiana, ella debe hacer en todo y por todo con él como si fuera un indio. Los negros que están en esta dicha isla viven en todo y por todo según su propia costumbre. Todo lo cual pareciéndome digno de la curiosidad más cultivada he querido en breve traer aquí como de paso y seguiré mi viaje diciendo que, después de habernos refrescado y proveído lo mejor que nos fue posible, partimos de allí para la isla de los Pinos, a la cual llegamos en quince días, siéndonos otra vez preciso acomodar nuestra embarcación, que ya estaba llena de hendiduras; lo cual al punto ejecutamos, dividiéndonos unos a este trabajo y otros a la pesca, que nos produjo tan ventajosamente que en seis o siete horas cogimos tanto pescado cuanto era bastante a dar de comer con abundancia mil personas hambrientas; teníamos con nosotros algunos indios del cabo de Gracias a Dios, que eran muy diestros en la pesca y en la caza, y como en esta isla hay grande cantidad de vacas, que los españoles otras veces llevaron allí para multiplicar, matamos en breve tiempo tantas como hubimos menester para saciar nuestros apetitos y salar para provisiones de mar. No fue menor la abundancia de tortugas que obtuvimos, con lo cual comenzaron todas nuestras inquietudes y penas a disiparse, poniéndolas en profundo olvido y, así, principiamos a llamarnos los unos a los otros por el nombre de hermanos, de que antes en nuestras miserias no teníamos ánimo de mirarnos sin ceño recíproco. Comimos abundantemente, sin tener temor de algún enemigo, porque los españoles y nosotros estábamos allí en buena amistad; sólo que nos era preciso hacer guardia toda la noche por la mucha abundancia de cocodrilos que en aquella isla corren, sabiendo que cuando están hambrientos combaten a los hombres para comérselos, como sucedió a uno de nuestros camaradas, el cual se fue con un negro al bosque, donde estaba encubierto un cocodrilo que se avanzó con furia a dicho nuestro camarada y, cogiéndole por un pie, le echó por tierra; mas, siendo hombre robusto, fuerte y animoso, sacó su cuchillo, y después de muchos peligrosos combates, mató al animal. No obstante, cansado de tanta defensa y flaco por la mucha sangre que le corrió de las heridas, quedó medio muerto o como desmayado en tierra, hasta tanto que el negro (habíase huido) volvió y cargó acuestas con su amo, al cual llevó a las orillas de la mar (que de aquel puesto estaba una legua) donde venimos con una canoa, y le llevamos a bordo de nuestro navío. No osó después volver persona sola al bosque, sin muy buena compañía, y estando nosotros pesarosos de la mala fortuna de nuestro compañero, fuimos atropados, buscando cocodrilos que matar. Veníanse estos animales de noche cerca de nuestro navío, haciendo figura de querer subir arriba, mas nosotros agarramos uno con un garfio, el cual tuvo el atrevimiento de comenzar a montar por la escala de nuestra nave. Después que allí hubimos quedado largo tiempo y reparado todo lo que nos hacía antes falta, partimos para Jamaica, a la cual, con próspero suceso, llegamos en breves días y hallamos a Morgan, cuyo resto de camaradas aún no había visto, siendo nosotros casi de los primeros. Persistía dicho caudillo en querer conducir gente a la isla de Santa Catalina para fortificarla como propia, mas impidióle el designio un navío de guerra de Inglaterra, que llevaba orden del rey, para que el gobernador de Jamaica viniese a la corte de Londres a dar cuenta y satisfacción de todos los procederes tocantes las piraterías que había mantenido en aquella isla, con tanto menoscabo de los vasallos de S. M. Católica. Traía, también, un nuevo gobernador, que al punto hizo advertir, con barcas que para ello despachó a todos los puertos del la isla, la buena correspondencia que el rey su señor pretendía tener y tenía con la majestad Católica y sus vasallos; y que de allí adelante no se sufriría jamás que algún pirata saliese de Jamaica para cometer hostilidad alguna contra los españoles, ni contra otro alguno que se fuese. Luego que todos entendieron estas órdenes, y los piratas que estaban aún en mar tuvieron temor, de suerte, que no se atrevieron, los que fuera se hallaban, a volver a dicha isla, quedándose en la mar y haciendo tantas maldades, cuantas les era posible. Algún tiempo después los mismos piratas tomaron una villa, la cual llaman los Cayos en donde cometieron toda suerte de hostilidades y bárbaras crueldades; pero el nuevo gobernador de Jamaica, con prudencia rara, hizo tanto que cogió a los más y, no perdonándosela, los ahorcó a todos, cuyo escarmiento evitaron otros, que se retiraron a Tortuga, y se juntaron con los franceses, en cuya compañía perseveran hasta el presente. Relación del naufragio que Monsieur Beltran Ogeron, gobernador de la isla de Tortuga padeció, y cómo caló él y sus compañeros entre las manos de los españoles; cuéntase la sutileza con que salvó su vida; empresa que forjó contra Puerto Rico para librar a su gente, y cómo no le sucedió según su designio El año de 1673, sucedió que los habitantes de las islas francesas juntaron una flota considerable para ir a tomar las islas de la América, pertenecientes a los poderosos estados de Holanda; por cuyo fin el General de su flota convocó, de la parte del rey de Francia, a todo pirata y voluntario que quisiera unirse a su bandera. Fabricóse un navío de guerra en el puerto de Tortuga, al cual se le puso por nombre Ogeron; armóle de toda suerte de bucaniers, con intento de seguir al general y a su flota. Su primera intención era ir a la isla de Curaçao, que no se verificó, a causa de un naufragio que les cortó el curso de su gloria. Ogeron, pues, salió del puerto de Tortuga con determinación de juntarse a la dicha flota y, habiendo llegado al poniente de la isla de S. Juan de Puerto Rico, le sobrevino una furiosa tempestad, que fue causa de dar su navío contra los peñascos cercanos a las islas Guadanillas, donde se redujo en millares de pedazos; pero, como se hallaron cerca de tierra, se salvaron en chalupas que tenían dentro. El día siguiente, cuando ya todos estaban en tierra, fueron descubiertos por los españoles que allí viven, a los cuales estimaron por piratas franceses, que creían era su intento tomar de nuevo la isla como antes lo habían hecho diversas veces; y así, juntaron toda su gente y salieron al encuentro de los franceses, a quienes hallaron desproveídos de todas armas y, por consecuencia, inhábiles a la defensa; de modo que clamaron misericordia y benignidad, pidiendo cuartel a los españoles, los cuales, acordándose de las horribles y crueles acciones que habían cometido tantas veces, respondieron diciendo: Ah, perros ladrones, ¡no hay cuartel para vosotros! Y descargándose sobre ellos, mataron a la mayor parte; no obstante, viendo no hacían resistencia alguna y que no tenían algunas armas, cesaron el rigor y tomaron por prisioneros los que quedaron en vida, aún creyendo que el designio de los mal afortunados franceses era de haber querido tomar y arruinar la isla. Atáronlos de dos en dos y de tres en tres y, así, los condujeron a las sabanas o campañas rasas, en cuyos sitios les preguntaron donde estaba su conductor y capitán; a que respondieron, se había anegado en el naufragio, aunque sabían cierto era falso, porque Ogeron, no siendo conocido de los españoles, se comportó de modo como si no supiese casi hablar. Los dichos españoles no creyendo lo que los prisioneros decían, hicieron exquisitas diligencias para hallarle; mas, entretanto, dicho Ogeron se tenía en todas sus figuras y acciones como si fuese loco, el cual no ataron como a los otros porque servía de entretenimiento y risa a los soldados, que algunas veces le daban tal cual mendrugo de pan, cuando los otros no tenían nada para satisfacer a sus caninos estómagos; siendo tan corta la porción que les daban que apenas podían vivir con ella. Había entre ellos un cirujano, el cual habiendo hecho servicios notables a los españoles, fue desatado como Ogeron, que viendo el rudo trato que hacían a sus compañeros, propuso al dicho cirujano lo que resolvió, que era: exponerse a los peligros de la vida para escaparse; que emprendieron yéndose a los bosques, con ánimo de hacer alguna invención navegable, aunque no se hallaban más que con un sólo destral, que les pudiese servir en tal caso. Comenzaron, pues, los dos la marcha y, cuando hubieron caminado todo el día, llegaron al anochecer a las riberas de la mar, donde no se hallaron con cosa alguna que comer, ni parte asegurada para recogerse a dormir. Vieron a las orillas del agua grande cantidad de pescados que llaman corlabados, que acostumbran venir a buscar a los bordes del agua ciertos pescadillos que les sirven de mantenimiento; tomaron cuantos les fueron necesarios y encendieron fuego por medio de dos pedazos de madera, que frotaron prolijamente el uno contra el otro, de tal modo, que hicieron brasa para asar todo su pescado y, mientras se asaba, comenzaron a cortar madera para labrar un género de chalupa con que atravesar hacia la isla de Santa Cruz, que pertenece a los franceses. Descubrieron mientras esto hacían, una canoa a lo lejos, la cual traía la proa hacia donde ellos estaban, temieron y, así, se retiraron más adentro en lo más espeso del bosque, donde estuvieron hasta ver y distinguir la gente que traía, que no eran más que dos hombres; en su disposición y aparato, pescadores. Concluyeron arriesgar la vida y emprender vencerlos, con que divisaron a uno de ellos que se encaminaba solo, cargado de calabazas, a un arroyo cerca del puesto donde ellos estaban; eran los dos un español y un mulato, el cual caminó algún trecho solo, porque su compañero quedaba un poco atrás, viéndole detenido; diéronle al mulato un grande golpe en la cabeza con el destral, que fue bastante para quedar, luego, allí muerto; con que, el otro español, oyéndolo, huyó como otra vez a la canoa para escaparse, mas no pudo tan presto, que al mismo tiempo no llegasen los dos y, dentro de ella misma, le mataron. Fueron a buscar el otro cuerpo, que trajeron con designios de llevar los dos en alta mar y, en ella, echarlos para sustento de pescados y, con eso, evitar lo conociesen los españoles a la larga o a la corta. Hecho todo esto tomaron con prisa el agua fresca que pudieron y se fueron a buscar algún lugar de refugio para esconderse, mientras el día pasaba; que no era tan corto que no tuviesen lugar de ir a las costas de Puerto Rico, hasta el Cabo Rojo, de donde atravesaron derechamente hasta la Española, en la cual estaban sus compañeros y camaradas. Las corrientes del agua y los vientos les fueron muy favorables; tanto, que en pocos días llegaron a un lugar llamado Samaná, en el cual hallaron un partido de su gente. Dio orden Ogeron al cirujano de juntar por toda la costa tanta gente cuanta fuese posible y él partió para Tortuga, en cuya isla procuró algunos navíos que le asistiesen; de modo que, en poco tiempo, juntó un muy buen número preparados a seguir y ejecutar sus designios, que eran ir a librar los prisioneros que quedaron, como está dicho. Después que hubo embarcado la gente que el cirujano había buscado y todo lo demás, les exhortó a tener ánimo, diciendo: Grandes expolios y riquezas tendréis todos y así, cobardía fuera, llenad vuestros corazones de generoso brío, que con eso os hallaréis satisfechos bien presto de lo que ahora son esperanzas solamente. Fióse cada uno en sus promesas y hubo general alegría y, sin aguardar más tiempo, soltaron las velas, guiando el timón a las costas de Puerto Rico, de las cuales llegando a ver de lo alto sus mástiles, no se sirvieron más que de sus bajas velas, a fin de no ser descubiertos de los españoles hasta llegar al puesto donde determinaron echar pie a tierra. Los españoles (no obstante esta sutileza), estando advertidos de su venida, se prepararon a la defensa y escuadronaron todo el largo de la marina y tropas de caballería para observar la salida de los franceses. Visto por Ogeron todo esto, dio orden de acercarse a la costa y que disparasen mucha artillería, con que forzó a la caballería a buscar puestos donde cubrirse dentro del bosque, donde estaban encubiertas tropas de infantería que se habían agazapado el vientre contra tierra; mientras, los de los navíos salían fuera y comenzaban a entrar en los bosques, a cuyo tiempo los españoles se levantaron con furia y embistieron contra los franceses, tan briosos, que en poco tiempo los arruinaron en parte y dejando cantidad de muertos en el campo, el resto (con gran pena) se salvaron en sus navíos. Ogeron, aunque escapó, estaba medio muerto de la pena que le causó la infausta reducción de su empresa y porque veía en su idea que los que quería librar se hallaban más retrocedidos de las esperanzas que habían, hasta entonces, tenido; y así, su flota se apresuró en dar a la vela y tornarse por donde habían venido, llenos de confusión; menos en número y ligerísimos de los expolios españoles, cuyas esperanzas les alargaron la voluntad para salir contentos, debajo de las promesas del infortunado Ogeron. Los españoles estuvieron vigilantes y reacios en los bordes de la mar, hasta que la flota fue perdida de su vista y, entretanto, acabaron de matar a los que, por heridos, no pudieron correr para escaparse y cortaron algunos miembros de los cuerpos muertos con intención de mostrarlos a los otros viejos prisioneros, por cuya redención vinieron estos otros. Encendieron en la isla fuegos y luminarias de alegría por la victoria de sus armas; mas los prisioneros franceses tuvieron un miserable trato, el cual vio Jacob Binkes, gobernador, por entonces, en la América, por los señores Estados Generales de las Provincias Unidas, que llegó a la dicha isla de San Juan de Puerto Rico, con algunos navíos de guerra para comprar provisiones y otras cosas necesarias al refresco de su armada y, por compasión, se trajo cinco o seis, que sirvió de mayor encono a los españoles; pues enviaron a los otros prisioneros a su ciudad principal, donde les emplearon para trabajar en las fortificaciones que se hacían, llevando y trayendo materiales; que acabadas, el gobernador les remitió a La Habana, y allí trabajaban del mismo modo de día y, de noche, los encerraban. Temiendo no diesen algún ataque a la ciudad, de cuya empresa tenían ya los españoles demasiadas pruebas y razones, para tratarlos de aquel modo. En diversas ocasiones que llegaron allí navíos de Nueva España fueron, poco a poco, enviándolos a Cádiz (en ellos); mas, habiéndose vuelto a juntar todos en Francia, resolvieron de retornarse a Tortuga con la primera ocasión; asistiéronse los unos a los otros, tanto que pudieron en todas sus necesidades; y así, en poco tiempo, la mayor parte de ellos se hallaron en Tortuga, en cuyo puerto armaron de nuevo una flota de piratas debajo de la dirección de un tal Sieur Mainteneon, de nacionalidad francesa, que vino después con ella a la isla de la Trinidad, que está situada entre la de Tobago y las costas de Paria, a la cual rescataron en diez mil reales de a ocho y se fueron con ánimo de saquear la ciudad de Caracas, que está enfrente de la isla de Curaçao. Fin de la historia de Piratas
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De la fiesta del quinto y sexto mes El primer día del quinto mes, llamado Toxcatl, era celebérrimo por los sacrificios dedicados al mayor de los dioses, Titlacaoa, en cuyo honor mataban a un joven notable por las dotes del cuerpo y del alma. Durante un año íntegro antes de que fuese inmolado, se entregaba a delicias de todo género y era instruido en todas las bellas artes; una vez sacrificado éste, otro lo instruía con los mismos ritos y ceremonias. Con ramos de flores en las manos, un collar al cuello y la cabeza adornada de plumas, acompañado por un buen número de mexicanos, andaba por la ciudad y saludaba amable y plácidamente a los que se encontraba y ellos todos le saludaban echándose a tierra, porque decían que era el simulacro de Tezcatlipoca, y suplicantes lo adoraban y veneraban. Veinte días antes de las ceremonias sagradas que habían de celebrarse con su muerte, se le daban vestidos aun mejores y también cuatro doncellas educadas para este efecto con gran cuidado y reverencia, de las cuales podía gozar a su antojo. Cuando ya sólo le quedaban cuatro días de vida, era invitado a un convite muy alegre y se le consolaba con juegos gratísimos. Llegada por fin la muerte, era llevado al templo donde tenía que morir; sus mujeres lo dejaban en medio del camino y avanzaba solo y de buen grado. Al ascender las gradas del templo rompía en cada escalón una de las cuatro flautas en las cuales acostumbraba tañer cuando quería esparcir su ánimo. Por fin se acostaba sobre la piedra del sacrificio, donde se le arrancaba el corazón y se le cortaba la cabeza, la cual era espetada en un palo agudo y colgada enfrente del templo. En el sexto mes llamado Etzalqualiztli, ayunaban cuatro días, hacían de nuevo sacrificios a los dioses de las lluvias, y esparcían por todas partes yerbas hermosas y perfumadas. Cuando salían a cortarlas a los campos, desaparecían y se ocultaban casi todos los caminantes, porque de otra manera despojados de todas sus cosas y si resistían y luchaban los maltrataban sobremanera. Cuando llegaba la fiesta, acostumbraban comer cierta clase de alimento o poleadas que llaman tzoalli, y hacer mil locuras. Ese mismo día eran penados los ministros de los dioses que alguna vez hubieran faltado en algo a su deber o a los cargos que tenían que desempeñar. Se les sumergía en la laguna mexicana hasta tal punto, que dejados después como semi-muertos eran llevados a casa por sus parientes y amigos. En el mismo mes mataban muchos siervos y cautivos adornados con las insignias de los dioses en cuyo honor eran sacrificados. Acostumbraban echar los corazones de los muertos a un remolino de la laguna que todo lo absorbía, y el que según he oído, ahora está tapado.
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CAPITULO VIII Que trata de los sucesores de Tlacomihua, cuarto señor de Ocotelolco Ejecutada acción tan atroz, atrevida y temeraria, y saliéndose con la empresa sus autores, sucedió en este reino Tlacomihua, señor de Ocotelulco, principio de los Maxixcatzin. Muerto Tlacomihua, le sucedió en el Estado su hijo Xipecoltzin Cuitlizcatl, a quien sucedió Tlatlalpantzin Cuitlizcatl, el cual vivió poco, porque su hermano Tlapapalotzin lo mató. Muerto Tlapapalotzin, sucedió en el reino Maxixcatzin, en cuyo tiempo vino Fernando Cortés; fue cristiano leal, amigo de la cristiandad y fidelísimo señor, amparo y defensa de los españoles, como constará por las crónicas, que de ello habrán escrito copiosamente. Tiranizado el reino de Acatentehua, luego ovo bandos y disenciones sobre quién había de señorear y ser tenido por príncipe de Culhuacan, Tecpan y Ocotelolco, porque como Acatentehua tuviese muchas hijas casadas con principales señores de esta república estaban los yernos amotinados de tal manera que no prestaban consentimiento a que Tlacomihua reinase en paz hasta que restituyese a los hijos de Acatentehua alguna parte de su reino y señorío. Lo cual concedió que ansí fuese. Y para complacer a todos, dividió y repartió grandes repartimientos a todos los más que tenían parentesco con Acatentehua, y de lo mucho que tenía repartido en muchas personas, todas tuvieron poca parte, y con esto se aplacaron. Los descendientes de Acatentehua por línea recta, aunque pobres, son principales señores y por tales estimados y tenidos. Y aun los más principales de esta provincia se precian de que vienen del linaje y sucesión de Acatentehua. Finalmente, que desde Tlacomihua hasta Maxixcatzin Tianquiztlatoatzin, que halló Cortés, tuvo su reinado. Y desde Maxixcatzin sucedió D. Lorenzo Maxixcatzin, el cual murió en España, yendo a dar la obediencia al Emperador D. Carlos. Por su muerte sucedió su hermano D. Francisco Maxixcatzin Acuacuatzin, que por no tener hijos le sucedió después de sus días en el señorío un sobrino suyo, hijo de su hermana, que se llamó D. Juan Maxixcatzin Oltzeliuhcatzin, el cual dejó después de su muerte dos hijas habidas en dos mujeres, con quien fue casado en haz de la Santa Madre Iglesia, y por ser mujeres no han heredado, porque tienen duda sobre quién ha de heredar esta cabecera. Antiguamente, no heredaban las hijas los mayorazgos sino los hijos varones, pues las hijas casaban con señores y personas que no tuviesen necesidad y ansí no les daban dotes, ni menos los mayorazgos por ellos vinculado los cuales jamás se dividían, pues tan solamente eran obligados a alimentar a todos los hermanos y parientes de aquella casa. Y ansí, perfectamente no se deshacían, y conservaban en sus buenas y loables costumbres, y permanecían. Tornando a la sucesión de Maxixcatzin, nos conviene decir de su descendencia y prosapia, porque algunos lo tienen en opinión de advenedizo, oscuro y bajo linaje. Lo que pasa en este caso es que, como atrás dijimos, cuando los chichimecas vinieron poblando desde la laguna de Poyauhtlan, después de aquella gran guerra que tuvieron con los de México, vinieron rodeando el volcán y poblando muchas tierras y provincias, y dejando gentes, y con ellas caudillos muy principales, como en efecto ansí fue. Se quedaron en Cholollan muy gran copia de gentes pobladas y, entre ellas, chichimecas muy calificados y principales de mucha cuenta. Habiendo pues, dado orden y asiento en aquella provincia como en todas las demás, y lográndose una paz universal en toda esta tierra, después de la gran destrucción y estrago que los chichimecas hicieron contra todos aquellos que los quisieron destruir, estando en Texcaticpac apaciguando todo y olvidados de sus pasiones por la tranquilidad y sosiego, se salieron de Cholollan algunas parcialidades de gentes y se vinieron a vivir a esta provincia de Tlaxcalla. Entre ellos, se vino al barrio de Tecuitlizco, Tecuhtotolin, padre que fue de Xochihuamemeloc, del cual procedió Tlacomihuatzin y de Tlacomihuatzin sucedió Xipincoltzin y a éste, después de sus días, Tlatlalpaltzin Cuitlizcatl. Este vivió poco, porque lo mató su hermano Tlapapalotzin, y luego sucedió Maxixcatzin, su hijo. Maxixcatzin tuvo dos hijos y una hija, que fueron D. Francisco Acuacuatzin y D. Lorenzo, el cual murió en Castilla, habiendo dado obediencia al Emperador D. Carlos. Vino el Marqués (148) en tiempo de este D. Lorenzo, y D. Francisco su hermano sucedió en el señorío pequeño. Tuvo hijos y por su muerte sucedió en la cabecera D. Juan Maxixcatzin Oltzetzeliuhcatzin, como arriba dejamos dicho. Finalmente, este fue el principio y origen que tuvieron los Maxixcatzin, que, aunque de buena descendencia, habían sido advenedizos de la provincia de Cholollan y recibidos por vecinos en esta Ciudad de Tlaxcalla y por huéspedes de Acatentehuatecuhtlí; y al cabo quedaron por Señores hasta la venida de Cortés, que halló en el gobierno de la cabecera de Ocotelolco a Maxixcatzin Tianquiztlatohuatzin, por divina providencia, y le fue muy fiel amigo y de todos sus comilitones, como es notorio.
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CAPITULO VIII Continuanse las particularidades de los páramos y las produciones, animales y aves que en ellos se observan con sus correspondientes descripciones y las de otras de la misma provincia de que no se ha hecho mencion 991 Para concluir las noticias de las particularidades de los páramos, interrumpidas con las de los rios, puentes y caminos que fue preciso anticipar, digo que, quando no son tan elevados que les alcance la congelacion, están todos cubiertos de una especie de paja á manera de esparto, aunque mucho mas tierna y docil, la qual nace con tanta abundancia que cubre toda la tierra; su altura es de media vara á tres quartas, y su color, quando está crecida en este tamaño, como el del esparto seco. Desde donde yá empieza á mantenerse la nieve algun tiempo sin derretirse, no crece ninguna de las plantas que son regulares en los climas habitables, pero sí otras en su lugar, aunque raras, hasta una cierta altura, desde la qual en adelante no se encuentra mas que arena y piedras por larga distancia hasta llegar al principio de la congelacion. 992 En aquellos sitios donde toda la produccion de la tierra se reduce á pajon y no es apto el suelo para sembrados, crece un arbol que llaman quinual, de naturaleza correspondiente á la rigidez de aquel temple; su altura es mediana, acopado y de una madera recia; la hoja, menuda en el tamaño, gruessa al tacto y de un verde muy obscuro. Y aunque su nombre es semejante á el de la semilla, llamada quínua, que queda ya explicada en otro capitulo y crece con abundancia en aquel país, ni es este arbol quien la produce ni tiene similitud con él la planta de que nace, pues la de la quínua es propia de semilla, como allí se dixo, y no arbol. 993 El temple, que es adequado para el arbol de quinual, lo es assimismo para una planta pequeña que los indios llaman palo de luz. Es esta de dos pies en alto por lo regular, sale del suelo y crece perpendicularmente cada ramita, sin brotar otra ninguna por los lados hasta el extremo de arriba, donde echa algunas bien pequeñas, de las quales salen las hojas muy menudas. Cortada esta planta junto al suelo, donde tendrá de gruesso como tres lineas de diametro poco mas ó menos, y encendida quando está verde, hace una luz como la de cualquier vela y se mantiene hasta que todo el palo se consume, con solo tener el cuidado de atizarla quitando el carbon que vá dexando en lugar de pavilo. De cada pie de estos salen desde el suelo muchas ramas juntas, las quales suben todas igualmente derechas y llegan casi á una misma altura, aunque las exteriores quedan algo mas pequeñas. 994 Criase tambien allí la que llaman achupalla, que se componen de diferentes pencas, no muy semejantes á las de la sabila; y á proporcion que, criando nuevas de estas, se le envegecen y secan las exteriores, vá formando con ellas una especie de tronco, compuesto de muchas hojas horizontales y hueco en el medio, que suele, quando no es muy grande, ser comestible, lo mismo que el de los palmitos. 995 En lo mas superior del pajon, adonde el rigor del frio empieza á ser mayor, se crian unos mogotes ó panes que en la lengua del país llaman puchugchu; formanse estos de una yerva, cuyas hojas son redondas, haciendo la figura de una mosqueta, aunque sencilla, y tan cerradas y entretexidas las unas contra las otras que vienen á componer todas las de cada planta un entapetado muy igual, y en lo interior de él no quedan mas que las raices, las quales crecen y, á proporcion que abultan mas, van hinchando aquella copa de hojas hasta que forman con ellas la figura de un pan redondo. Este suele tener de alto uno ó dos pies y lo mismo de diametro, siendo tan duro quando está en lo fuerte de su verdor que no lo vence el peso de un hombre ni la fuerza del pie de una cavalgadura; pero luego que empieza á envegecerse, se agugerea con facilidad al ponerle el pie encima. Quando está en un medio, ni bien tan verde que tenga toda su resistencia ni tan passado ó viejo que se hallan yá podridas sus raices, hacen estas resorte de tal modo que, al ponerse de pies encima de ellas, levantan trémulamente á la compression del peso su volumen y lo disminuyen del mismo modo. 996 En los parages propios para que nazcan los puchugchues, se produce la canchalagua, conocida yá por sus virtudes en Europa. Su figura es el modo de muy delicados junquillos ó pajas muy finas; pero sin echar hojas, sí solo una pequeña simiente en sus extremidades. Es muy medicinal y á proposito para quitar las calenturas y otros achaques de esta naturaleza; emerge algun tanto en el gusto, lo que con facilidad comunica al agua, ó yá estando en infusion ó dandole algun conocimiento; purifica mucho la sangre, y por esto la acostumbran en aquellos paises no obstante tenerla por cálida; crece con abundancia por aquellos sitios y suele hallarse tanto entre los puchugchues como en otros sitios de los páramos no tan rígidos. 997 Otra planta, de no menor recomendacion y virtudes, crian aquellos desapacibles páramos, en la parte que los hace estériles la fuerza del mismo frio ó por estar cubiertos casi siempre de nieve ó por ser de arena muerte su suelo, en la tan celebrada calaguala. Su altura solo es de seis á ocho pulgadas, y dispuestas en delgados troncos; estiendese por su natural propension ó sobre la misma arena ó contra las piedras áridas que forman el suelo de aquel clima, y sus ramazones parecen en la hechura á las raices de las otras plantas; tienen estas su mayor gruesso de dos á tres lineas, redondas y llenas de nuditos á pequeñas distancias, por las quales se tuercen como los sarmientos; cubre á estas ramitas una menuda piel á manera de caspa, la qual se descostra en parte por sí quando está seca. La mas particular virtud de esta planta es la de desvanecer y evacuar toda suerte de apostemas interiores y exteriores, para lo qual es tanta su eficacia y actividad que en tiempo muy corto y con gran facilidad las deshace y destruye dexando al paciente libre de su peligro. El modo de darla es en conocimiento de agua, poniendo corta cantidad ó machacada y puesta en infusion de vino de un dia para otro, tomarla en ayunas por tres ó quatro veces seguidas y no mas, tanto porque con esto es suficiente para experimentar sus buenos efectos quanto porque, siendo sumamente cálida, pudiera llegar á ser nociva si se continuasse sin necessidad; por esta razon, solo se hace la infusion con tres ó quatro pedazos, como de pulgada y media de largo cada una, y del vino se pone el que parece proporcionado á dissimular su amargor. Aunque se cria en los mas de aquellos páramos, no es de tan sobresaliente calidad como la de las otras provincias meridionales del Perú, y assi es la de estas la que en todo él se estima. La hoja es muy menudita y poca, la qual nace immediata á aquellos troncos ó ramificacion. 998 Tambien son los páramos los que dan la contrayerva, cuyo conocimiento está vulgarizado en toda Europa por medio de sus virtudes, por ser eficaz contra veneno. Esta planta se levanta poco del suelo, y lo que havia de crecer acia arriba lo hace estendiendose sobre la tierra; su hoja es larga como de tres á quatro pulgadas y poco mas de una de ancho, gruesso, y por la parte posterior ó revés, de un terciopelado muy fino; y su color en esta parte, verde apagado ó tirando á ceniciento; por el derecho ó interior, es tersa, y su verde, claro, no tan desvanecido como el otro; en sus cogollos echa un florón grande compuesto de otras menudas flores, las quales son de color que tira á violeta alguna cosa. Ni estas ni otras, que con grande abundancia nacen en aquellos paises segun los diversos climas de él, son allí de grande aprecio; y assi, aun quando se necessitan, suele ser el mas seguro recurso para conseguirlas el medio de embiar á cortarlas de la planta. 999 Aunque el desapacible temple de los páramos no permite toda especie de vivientes, hay algunos cuya naturaleza se acomoda á subsistir en ellos; de esta classe son los venados que pastan regularmente el pajon, propia yerva de aquellos sitios, y a veces se encuentran en lo mas elevado y rígido y en los ultimos copetes de los cerros. 1000 Entre el pajon tambien hay abundancia de conejos y algunos zorrillos aunque no muy comunes, pero en su especie y propiedades, no diferentes de los de Cartagena y demás partes de las Indias. 1001 Las aves que se ven en aquellos sitios son assimismo pocas en las especies y se reducen á perdices, cóndores ó buytres y zumbadores. Las perdices no son con toda precision de la misma figura que las de Europa y en algun modo se assemejan mas á las codornices y no las hay en grande abundancia. 1002 Los cóndores son aves de un tamaño mayor que el de quantas vuelan en aquella athmosphera; su color y figura es semejante á la de los gallinazos, y se remontan tanto sobre los páramos mas elevados que casi llegan á perderse de vista; no suele verse esta ave en sitios baxos, y assi parece que su complexion requiere un ayre muy sutil para vivir comodamente, sin que por esto les cause fatiga ó estrañeza el mantenerse domesticados en las poblaciones ó haciendas. Siguen la inclinacion de los gallinazos á la carne, y se ve muy frecuentemente robar los corderos pequeños de las manaas que pacen en los pajones del páramo. Esto me acreditó la experiencia baxando de la señal de Lalanguso para la hacienda de Pul, que está en la caida de aquel páramo; pues, en una loma vecina á la que yo seguia, notando alborotado repentinamente un rebaño de ovejas, ví que de él se remontaba uno de estos cóndores llevando entre sus garras por presa un corderillo, á el qual, luego que estuvo en bastante elevacion, dexó caer y, volviendolo á recoger del mismo modo, lo arrojó por dos veces, y á la tercera lo perdí de vista por haverse alexado de aquel sitio, huyendo de los indios que á los gritos de los muchachos y latidos de los perros havian acudido. 1003 Algunos páramos hay donde es esta ave mas comun, y, como es grande el daño que causa en los ganados, usan los indios ciertas estratagemas para cogerlas; una es matar alguna baca ú otro animal yá inutil y regresar su carne con el jugo de algunas yervas fuertes, las quales apartan de allí despues porque es tanta su astucia que, distinguiendolas con natural instinto, no tocaria á la carne, y, para que en ella no las perciba su alfato, entierran la res muerta hasta que se corrompa; sacanla, y, acudiendo á ella los cóndores, la comen y se embriagan, de modo que quedan por mucho tiempo sin movimiento; entonces van los indios y matan los que pueden. Tambien les arman lazos en el suelo, cerca de donde hay carne muerta, y los cogen; tienen tanta fuerza que con el ala hacen mucho daño á el que les acomete, no siendo muy irregular de un aletazo que coja de lleno á un hombre derribarle, y con ellas se defiende presentandolas para recibir qualquier golpe sin experimentar lesion. 1004 El zumbador es un ave nocturna peculiar de los páramos, donde rara vez se permiten á la vista, pero muy frequentemente al oido, tanto por el canto quanto por el estraño zumbido que forman en el ayre con la violencia del suelo, el qual se distingue á mas de cinquenta tuessas de distancia y se aumenta tanto al estar cerca que excede al de un cohete de vuelo quando, inflamada la polvora, se despide de la mano; de rato en rato canta con una especie de silvido no muy fuerte, algo semejante al de otras aves nocturnas. Muchas noches de luna, que son en las que con mas frequencia se sentian, nos poniamos á acecharlos para ver el bulto de él y la violencia de su vuelo; y siendo assi que passaban muy cerca de nosotros, nunca se nos logró el intento, y solo se pudo discernir el camino que llevaba por una linea blanca que dexaba impressa en el ayre bien perceptible quando no se alexaba mucho. 1005 Con el deseo de examinar este ave, empleo digno de su particularidad, se le encargó á los indios que procurassen coger alguna. Estos solo pudieron haber una sacada del nido, y era todavia tan nueva que los cañones apenas se le empezaban á cubrir con pluma; su tamaño, como el de una perdiz, y la pluma, manchada de dos pardos, el uno, obscura, y claro, el otro; el pico, en buena proporcion y derecho; la abertura de las narices, mucho mayor que lo regular; la cola, pequeña; y en buena proporcion, el ala. Segun el dictamen de aquellos naturales, son las narices el instrumento del zumbido; y aunque en parte contribuyen para ello por su desproporcion, parece que no es suficiente sola la abertura para un efecto tan grande, mayormente quando al mismo tiempo que lo forma usa de la voz para cantar con libertad. 1006 Como en las cañadas y llanos que forman aquellos páramos hay muchas humedades y cienagas porque por todas partes brotan varios manantiales, se cria en estas con frequencia una ave que llaman canclon, nombre que dice bien con la moda de su canto; es este á manera de bandurria aunque de otra especie. Su tamaño, mayor que el de un gran pato; el cuello, largo y gruesso; la cabeza, algo semejante á la del pato; el pico, derecho y gruesso; y los pies y zanca, proporcionados; la pluma de las alas es parda obscura por arriba y blanca en lo interior; y la de lo restante del cuerpo, cenicienta algo manchada; en los encuentros de las alas tiene dos espolones que le salen acia arriba como pulgada y media, y con estos se defiende. Vuelan siempre juntos macho y hembra, sin apartarse, yá sea en el ayre ó en tierra, donde están mas de continuo porque solamente levantan vuelo para passar de un llano á otro ó para huir quando los acosan. Comese su carne y, haviendola dexado manir dos ó tres dias, es gustosa. En los paises menos frios que los páramos, los hay tambien, y son algo diferentes porque tienen en la frente una especie de cuernezuelo calloso y mole, y unos y otros, una cresta ó penachillo de plumas en la cabeza. 1007 En los jardines y huertas de aquellas poblaciones abunda mucho un pajarito particular, tanto por su pequeñez quanto por sus bien pintadas plumas; llamanle comunmente picaflores porque su exercicio es acercarse á ellas y, manteniendose sobre la agilidad de sus alillas, llegar el pico y chupar su jugo con tal delicadeza que no las aja ni maltrata. Su propio nombre es quinde aunque tambien es conocido por los de rabilargo y lisongero; el volumen de su cuerpo con pluma y todo es menor que el de una nuez pequeña ó como el de una moscada; la cola, larga, y en algunos, como tres veces todo el resto de su cuerpo; con pocas plumas; el cuello, corto; la cabeza, proporcionada, y alegres, los ojos; el pico, largo, delgado y fino, blanco en el nacimiento y negro en la punta; las alas, largas y menudas; el color de la pluma es verde en la mayor parte, con pintas amarillas y azules, unas mas subidas que otras, y todas hacen variedad de visos dorados. Haylos de varias castas, y se diferencian assi en el tamaño como en la pintura de sus matices. Creese que es la menor que haya conocido entre las aves, segun se puede inferir por las proporciones dichas. Pone dos huevos tan pequeñitos como garvanzos y hace su nido en los arboles buscando para ello las mas menudas y delicadas pajillas que puede encontrar. 1008 En lo restante de aquel país que no son páramos ni territorio de montaña, no se encuentran otros animales que los domesticos, y por estos se conoce haver sido muy pocas las especies que allí havia, propias de él, pues los mas son los que se han introducido por los españoles, á excepcion de la llama, á quien estos añadieron el nombre de runa para significar con él oveja de indio, que esto se entiende ahora por runa llama, aunque propiamente llama es nombre general que significa bestia, en contraposicion de los racionales. Este animal tiene en lo aparente muchos accidentes del camello; tales son la hechura del pescuezo y cabeza, la disposicion del cuerpo en parte y la lana; pero se distingue de él en que no tiene corcoba, es mucho menor, su uña, hendida, y el color, diverso. Haylos no solo muscos sino muchos blancos, otros negros y otros pintados; en el passo no difieren del camello; su alto será como de un asno pequeño, de un año ó poco mas. Sirvense de ellos los indios para conducir las cargas que no exceden de tres á quatro arrobas, y es en la jurisdiccion de Riobamba donde mas abundan, pues casi todos los indios las tienen para traficar con ellos de unos pueblos á otros. En tiempo de la gentilidad, comian los indios su carne y aun el presente lo practican tambien con la de aquellos que, por se yá viejos, no les pueden servir; dicen que tiene el mismo gusto que la de los carneros regulares, con sola la diferencia de ser algo mas dulce. Es animal muy dócil y facilmente mantenido; su defensa consiste en sacudir las narices y con el soplido despedir algunas vascosidades, nos afirman allí ser causa de salirle sarna al que le tocan, y, persuadidos á la realidad de este contagio, procuran evitarlo todos. 1009 Otros dos animales hay en las provincias meridionales del Perú, esto es, en el Cuzco, la Paz, la Plata y por aquellas partes muy semejantes á este, que son la vicuña y el guanaco, diferenciándose solo en que la vicuña es algo menor que la llama, su lana, mas pequeña y mas fina, de color musca en todo el cuerpo á excepcion del vientre, donde es blanquizca; y el guanaco, por el contrario, mayor, y mas áspera y larga su lana; pero en toda la figura, uno y otro, muy parecidos. Estos ultimos son de grande utilidad á las minas porque en ellos se acarrean los metales por parages tan ásperos y malos que ninguno otro animal puede traficarlos. 1010 Criase allí, en las casas, un animal que llaman chucha, y en las otras provincias meridionales del Perú lo conocen con el nombre de muca muca, por llamarle assi los indios. Su figura quiere parecerse algo á la de las ratas pero es mayor en el tamaño, pues excede á el de qualquier gato; el hocico, algo semejante á el de un puerquecillo, y largo; los pies, como los de la rata, y lo mismo el rabo; su pelo es algo mas largo y negro. Este animal tiene una bolsa en la parte inferior del vientre, que se dilata desde el principio del estomago ó vientre superior hasta el orificio natural del sexo, y es formado de dos pellejos membranosos, los quales tienen nacimiento en los costados inferiores y van á juntarse en medio haciendo la misma configuracion del vientre á quien ciñen; en su medianía, tiene una abertura que coge como los dos tercios de su largo, la qual cierra y abre arbitrariamente por medio de los musculos propios que tienen para ello. Despues que pare los hijos, los recoge en aquel seno y cierra de modo que los mantiene allí semejando una segunda preñez hasta que, llegando á ser grandes, quando los quiere destetar, afloxa los musculos y los echa fuera, como si los volviera á parir. Mr. de Jusieu y Mr. de Seniergues hicieron una experiencia estando en Quito, á la qual assistimos Don Jorge Juan y yo. Tres dias se havian passado despues que la madre estaba muerta y tan corrompida que infestaba con su mal olor, y, no obstante, se mantenia cerrado con bastante fuerza el orificio de aquel seno, y los hijuelos que tenia en él, todos vivos, asido cada uno de su pezon, de el qual se exprimieron al tiempo de desasirlos algunas pequeñas gotas de leche. El macho, que no ví nunca, oí decir en el país ser del mismo grandor y figura que la hembra, excepto no tener aquella bolsa y ser sus testiculos mayores que huevos de gallina, cosa disforme á proporcion de todo el animal. Tiene la propiedad de perseguir toda suerte de aves domesticas, y assi como las hay en las casas se encuentran tambien en las sementeras, donde destruyen el mayz. Los indios comen su carne siempre que pueden coger alguno y dicen que no es mala al gusto, pero el sentir de esta gente en semejante assunto no es de alguna consideracion.