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CAPITULO VII Que trata del recibimiento que tuvo Hernando Cortés en Tlaxcalla, y de cómo se decidió dar cruda guerra a los mexicanos Sabida la nueva pérdida y desbarato, llegaron en su socorro y defensa gran número de la ciudad de Tlaxcalla, enviado por los cuatro señores, principalmente por Maxixcatzin, a quien se debe todo este bien, y fue el que más sintió el mal tratamiento de sus amigos, y de su gran pérdida y muerte de Moctheuzomatzin, e hizo salir más de doscientos mil hombres, que salieron a socorrer al capitán Cortés a Hueyotlipan. Aunque no llegaron a tiempo, fue esta gente de mucho efecto para correr el campo en seguimiento de los contrarios hasta echallos de sus tierras y lugar a sus límites, que fue una reseña muy útil y provechosa, con lo que los aculhuacanenses y mexicanos fueron admirados de ver que en tan breve espacio de tiempo se hubiese juntado tan gran poder de gente en socorro de aquella gente advenediza y extranjera, y aun tratándose entre sí y echando juicios acerca de cual fuese la causa de tan gran amistad y tan coligada con gente tan extraña. La cual nueva y rota corrió por todo el reino de los mexicanos y les hizo no estar seguros de la venganza que después se tomó de ellos por su desvergüenza y atrevimiento. Como los nuestros se viesen libres y descansados algunos días, a persuasión y ruegos de Maxixcatzin, salieron de Hueyotlipan para Tlaxcalla, que estaba a cuatro leguas deste lugar. Y a los heridos que no podían ir a caballo ni a pie los llevaban en hombros y hamacas, con mucho amor y regalo. Y ansí como venían de camino y entrando por la ciudad, salían las gentes a vellos y, como estaban tan maltratados, les tenían gran lástima. Las mujeres, subidas en sus casas y terrados, les decían a grandes voces, llorando: "¿Quién os engañó para que fuerais a México, desdichados de vosotros, a meteros entre tantos malvados y crueles traidores? ¡Pobres de vosotros que ansí os han pasado y maltratado! Seáis muy bien venidos a vuestras casas y tierras. No tengáis pena, reposad y descansad, no tengáis miedo de tan mala gente traidora". Con estas y otras caricias de amor y ternura los acariciaban con palabras tiernas y amorosas, los recibían y decían para darles mayor consuelo. Prosiguiendo su camino, llegaron a los palacios y casas de Maxixcatzin en el barrio y cabecera de Ocotelulco, donde fueron aposentados y recibidos con gran aplauso. Y aquí estuvieron algunos días hasta que Nuestro Señor fue servido de que sanasen los enfermos y se reformasen. En este tiempo vinieron embajadores mexicanos de parte de aquella República, con muy grandes partidos y promesas a los cuatro señores de Tlaxcalla, como atrás dejamos referido, proponiéndoles que fuesen contra los españoles y los matasen y no tomasen su amistad. En lo cual quiso venir y condescender un cacique llamado Axayacatzin Xicotencatl, hijo mayor de Xicotencatl "el viejo", a quien había dado el gobierno de su cabecera su padre, señalándole por su capitán general. Este, pues, venía en consentimiento de que los nuestros muriesen y los acabasen de matar. Y siendo de contrario parecer Maxixcatzin, recibió grande enojo y ansí con grande ira y alteración lo maltrató de palabra, diciéndole palabras de grande injuria, llamándole cobarde, mujer y afeminado, imputándolo de traidor, alevoso, y le dio de rempujones, echándolo por unas gradas abajo. Cuyo atrevimiento tuvieron en mucha estima haberlo hecho ansí Maxixcatzin, respecto a que otros mozos locos no se atreviesen a seguir la opinión y parcialidad de dicho Xicotencatl Axayacatzin, el cual era tenido por hombre alocado, de poco consejo y muy mudable en sus pareceres, alterado y sedicioso en la República. Habiendo pasado esto y viendo el rigor del tiempo y la guerra trabada con los mexicanos, conociéndolos por hombres falsos y de poca fidelidad, no se les admitió su demanda ni crédito de lo que pedían. Antes la mayor parte de la gente y estado de la República siguió la opinión de Maxixcatzin. Este Axayacatzin Xicotencatl murió ajusticiado, pues lo mandó ahorcar Cortés por consentimiento de la República de Tlaxcalla, estando en Tetzcuco sobre la guerra de México, por ocasión de haberse tornado de la guerra, como atrás dejamos recontado. Habiendo, pues, pasado Cortés por tan rigurosos trances y vaivenes de fortuna y deseando dar fin a su negocio comenzado y acabar la demanda, o ser señor de todo este Nuevo Mundo, estando un día muy cuidadoso, llamó a sus amigos los cuatro señores de las cuatro cabeceras parcialidades de Tlaxcalla y proponiéndoles el caso, diciendo cómo quería dar orden de ir a conquistar la ciudad de México, destruilla y tomalla a fuego y sangre, porque estaba enojado con todo aquel reino de Culhua, y que para hacer esto quería su ayuda y favor por tomar cruel venganza de gente tan falsa y traidora y que para emprender y acabar tan grande empresa tenía necesidad de enviar por gente de los suyos que tenía en Cempohuallan, que era la más fuerte y belicosa que traía, porque la había dejado allá para su retaguardia, que era gente muy valiente y esforzada y que con aquella gente que viniese reformaría su campo e iría contra los mexicanos de Tenuchtitlan (que quiere decir "Lugar o Barrio de la tuna de piedra", cuya derivación quieren interpretar por muchas vías y maneras, que se tomó por haber nacido en una peña un tunal, sin haber género de tierra, sino sólo sobre la piedra, y por haber sido cosa sobrenatural llamaron a esta ciudad de este nombre de la tuna, que llamaron Tenuchtitlan a la ciudad de México. Otros dicen que encima del Cu grande de la dicha ciudad, que era el templo mayor de los ídolos de aquella ciudad, nació este tunal sobre una gran peña o peñasco duro, sin tener ningún jugo de tierra, el cual produjo la fruta llamada nochtli, que los españoles llamaron "tunas", porque ansí las llaman los naturales de Cuba y Santo Domingo. Y ansí, por ser caso inaudito nacer una planta sobre un peñasco seco y sin humedad y sin tierra, los naturales de esta tierra lo tuvieron por caso de admiración, y por esta causa, desde que sucedió, de allí en adelante llamaron a la ciudad de México de este nombre, y por más excelencia México Tenuchtitlan. Y ansí, tuvieron este caso por pronóstico de que la población de México había de ser eterna y permanente, pues si los frutales se arraigaban en peñascos secos y duros, que con más razón los hombres habían de arraigarse y permanecer allí para siempre. Otros quieren decir que México se llamaba Quauhnochtitlan, que quiere decir "El tunal del águila", "la tuna de la águila", porque antiguamente venía a posar encima deste tunal una águila para desde allí abatir a las aves que tenían los señores de México, que por grandeza tenían una casa de aves de todas raleas. Que con la gran antigüedad se había perdido el nombre de Quauhnochtitlan y se llamó Tenuchtitlan, y que, corrompiéndose el vocablo antiguo, se vino a llamar Tenochtitlan. Otros quieren decir que se llamó Tenuchtitlan, porque el tunal que nació en él cuando apareció, que no fue árbol de las tunas buenas comestibles, sino que era de las salvainas, que llaman los naturales tenuchtli, que por su dureza las llaman ansí, que son muy empedernidas y disgustosas; y que por estas tunas que llaman tenochtli, se llama México Tenochtitlan, que quiere decir "El lugar de las tunas duras y empedernidas". Otros quieren decir y afirmar que fue un cardo del árbol que llaman de la pitahoria que, ansimismo, es nombre de las islas de Cuba y Santo Domingo, que los naturales de esta tierra llaman tenochtli o sea "Tuna de Dios". Finalmente, que este renombre que dieron a la ciudad de México de Tenochtitlan, lo tomó por haber nacido de aquel lugar del templo, sobre aquella peña o peñasco, donde solían hacer sus sacrificios idolátricos los naturales de aquella ciudad, y ansí, como atrás dejamos referido, se llamó la Ciudad de México por el dios Mexi). Tornando a nuestro principal propósito, pasando adelante Hernando Cortés con su razonamiento, y de cómo quería ir a tornar sobre los mexicanos y destruirlos, y que para traer las municiones, tiros, pólvora y otros pertrechos de guerra e hierro para hacer clavazón, tenía necesidad de su ayuda y que le acudiesen con gente para traer estas cosas de Cempohuallan y del puerto, porque estaba muy sentido y enojado de los culhuas mexicanos por su gran desvergüenza y traición y gran atrevimiento, y que convenía mucho que tan gran maldad no quedase sin castigo, porque estando confiados y debajo de seguro dellos y descuidados desto, entendiendo que los tenían por amigos, les fueron traidores y mortales enemigos, y que para en pago de su maldad y traición, los quería castigar muy cruelmente y hacelles guerra como a sus enemigos capitales, como lo verían adelante en seguimiento de esta causa y finalizó diciendo: "ansí que, muy leales y fieles amigos míos, os ruego que me ayudéis en todo lo que se me ofreciere, y más en tan justa ocasión como esta, pues es vuestra propia causa y particular interés vuestro, porque yo de mi parte no os he de faltar". Acabada esta plática y razonamiento, Hernando Cortés, afirmativamente, prometió a los tlaxcaltecas que si Dios Nuestro Señor le daba victoria, tenían parte de todo lo que conquistase, ansí de despojos de oro y riquezas de todas las provincias y reinos que se ganasen y conquistasen, particularmente la ciudad de Cholula y provincia de Huexotzinco y Tepeyacac. Y ansí fue como, fidelísimos y leales, le ayudaron a ganar y conquistar toda la máquina de este Nuevo Mundo con gran amor y voluntad. En todas las cosas que se ofrecieron, siempre los halló muy de su parte y a su lado con determinación de seguirle hasta morir o vencer contra sus propios naturales, aunándose a los nuestros españoles, gentes extrañas de su natural y nación. La cual causa se atribuye ser más obra de Dios Nuestro Señor que de hombres mortales. Díjoles también que tenía guardada esta gente tan incógnita y apartada para ensalzamiento de su Santa Fe Católica. Y acabada su plática como tenemos referido, Hernando Cortés, le respondieron los cuatro señores, cabeceras de las cuatro parcialidades de la ciudad de Tlaxcalla. Ante todas cosas concedieron todo lo que les pidió, confirmando y ratificando su leal amistad, sin haber en contrario otra cosa. Y ansí, dándole todo lo necesario como les fue pedido, salieron número de gentes para Cempohuallan con capitanes prácticos de aquella tierra y conocidos y ejercitados en guerras, para que con más recaudo se trajesen las municiones y cosas necesarias para la guerra de México. Y ansí les fue encargado y entregado. Todo lo cual trujeron con gran recaudo, haciendo en esto uno de los más loables servicios que los tlaxcaltecas hicieron a la Real Corona de Castilla y a Hernando Cortés en su nombre. Hecha y acabada esta jornada con tanta voluntad y brevedad, y puesto en razón y acabados todos los negocios, Cortés hizo llamar a consulta de guerra sobre lo que se ordenaría y qué designio se tomaría para ganar a México. A la cual fueron llamados los cuatro señores de las cuatro cabeceras, Maxixcatzin, Xicotencatl, Citlalpopocatzin, Tlehuexolotzin y otros muchos caciques y señores principales y capitanes afamados de la República. Y habiéndoles dado cuenta de la determinación que tenía Cortés de poner en ejecución la toma de México para asolalla y destruilla y de que convenía mucho hacer bergantines para dar guerra a los de México por agua y por tierra, se hicieron trece bergantines en el barrio de Atempa, junto a una ermita que se llama San Buenaventura, los cuales hizo Martín López y le ayudó N. Gómez. Después de hechos por orden de Cortés y probados en el río que llaman de Tlaxcalla Zahuapan, que se atajó para probar los bergantines, los tornaron a desbaratar para llevarlos a cuestas sobre hombros de los de Tlaxcalla a la ciudad de Tetzcuco, donde se echaron a la laguna, y se armaron de artillería y munición. Fueron en guarda de estos bergantines más de diez mil hombres de guerra con los maestros de ellos hasta que los armaron en el agua de la laguna de México, que fue obra de mucho efecto para tomarse México... Y que los había llamado dijoles Cortés para dalles cuenta de ello y que sin su parecer no quería comenzar cosa alguna, sino que como amigos verdaderos había querido comunicar y tratar con ellos antes de dar principio a cosa ninguna, en especial negocio de tanta importancia, porque se representaba el duro caso y sangriento combate que había de tener con los culhuas mexicanos, que por una parte le daban pena, dolor y lástima que tenía de ellos, y por otra se le representaba la ignominiosa traición que con él y sus amigos usaron matándolos sin ninguna piedad; que sus belicosos españoles no veían ya la hora de verse envueltos con ellos por verse vengados de tan atroz delito, como fue el que contra ellos cometieron con atrevimiento temerario; que por fuerte e inexpugnable que fuese México, no le estimaba en cosa alguna, antes el ganallo y ponello debajo de sus pies lo tenía por negocio de pocos momentos, porque sin comparación era mayor su ánimo y esfuerzo y el de sus españoles, que estaban ya como leones y tigres fieros y hambrientos por despedazar a los mexicanos entre sus manos; y que movido de piedad, y visto que no era justo guiarse ni gobernarse por la voluntad de los suyos, quería excusar los grandes daños e ir por los menores inconvenientes, y que él les iba a la mano y se los estorbaba con la disciplina más piadosa y modesta, no consintiendo, ni dando lugar a que usasen de crueldad y finalizó diciendo: "y ansí, amigos míos, yo querría comenzar esta guerra con vuestro parecer e ir a esta jornada con la mayor templanza que pudiese y Dios me inspirase por excusar tantas muertes, porque yo no vengo a matar gente ni a cobrar enemigos, sino a cobrar amigos y a dalle nueva ley y nueva doctrina de parte de aquel gran señor el emperador, que es el que me ha enviado." Dichas estas palabras y otras muchas que para el tiempo y ocasión en que estaba le convino decir, dicen los naturales de Tlaxcalla que los cuatro señores de las cuatro cabeceras y parcialidades le respondieron resueltamente de que la guerra se comenzase como mejor le pareciese y él ordenase, que ellos le ayudarían e irían con él y le seguirían. Atribuyéndose a sí propios la gloria desto y de la orden que en todo se dio para la guera, porque dicen que ellos dieron este parecer y porque dicen ansí: que habiéndoles tratado Hernando Cortés largamente el negocio de la guerra con el más encumbrado encarecimiento que pudo y habiendo dado cada uno su parecer unos contrarios de otros, los señores de Tlaxcalla y sus capitanes dieron el suyo, y fue que ante todas cosas se conquistase la provincia de Tepeyacac y toda su comarca y las demás provincias sujetas a los mexicanos, y que haciendo esto, sería desmembrar y cortar las raíces del árbol y que quedando destroncado sin fuerza ninguna, con facilidad se derribaría por el suelo, porque ganándole los sujetos que estaban menos fuertes, quedaría la ciudad de México sola, sin que le pudiese entrar ningún socorro de parte ninguna y no se podría sustentar mucho tiempo, y que con esto se ganaría sin riesgo de tantas gentes y tomando México todo lo demás se sujetaría con mucha facilidad; y no haciendo esto, tenía fuerzas para mandar sus gentes y que se expugnaría a costa de mucha gente, porque sería grande su resistencia y la guerra duraría mucho tiempo, porque al fin los vasallos habían de acudir a su señor y rey y a su patria y República, porque todas las provincias y reinos se gobernaban por señores mexicanos. Cuyo acuerdo, consejo y parecer quieren atribuir, ansí como tengo referido, a los tlaxcaltecas. Que fuese dado por ellos o que fuese dado por los nuestros, ello fue de mucho efecto y heroico pensamiento y acuerdo, pues se fue por esta orden y se comenzó a proseguir la guerra, conquistando y sujetando toda la redondez de este reino, y especialmente los lugares y provincias más circunstantes y vecinas de México, de donde se presumía que podía venirle socorro, hasta que a honra y gloria de Dios Nuestro Señor se conquistó y pacificó toda la máquina de este Nuevo Mundo, como más elegantemente lo tratan los escritores de la conquista de México a que me refiero.
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La segunda causa que movió al Almirante a descubrir las Indias El segundo fundamento que dio ánimo al Almirante para la empresa referida, y por el que razonablemente pueden llamarse Indias las tierras que descubrió, fue la autoridad de muchos hombres doctos, que dijeron que desde el fin occidental de Africa y España podía navegarse por el Occidente hasta el fin Oriental de la India, y que no era muy gran mar el que estaba en medio, como afirma Aristóteles en el libro 2, Del Cielo y del Mundo, donde dice que desde las Indias se puede pasar a Cádiz en pocos días, lo cual también prueba Averroes sobre el mismo lugar, y Séneca en los Naturales, libro I, teniendo por nada lo que en este mundo se aprende, respecto de lo que se adquiere en la otra vida, dice que desde las últimas partes de España pudiera pasar un navío a las Indias en pocos días con vientos; y si como algunos quieren, hizo este Séneca las tragedias, podemos decir que a este propósito dijo en el coro de la tragedia de Medea: "Venient annis Secula seris, quibus Occeanus Vincula rerum laxet, et ingens Pateat tellus, Tiphisque novos Detegat orbes, nec sit Terris Ultima Thule." que quiere decir: "en los últimos años vendrán siglos en que el Océano aflojará las ligaduras y cadenas de las cosas, y se descubrirá una gran tierra, y otro como Tiphis; descubrirá Nuevos Mundos, y no será Thule la última de la tierra"; lo cual se tiene por muy cierto haberse cumplido ahora en la persona del Almirante. Estrabón, en el primer libro de su Cosmografía, dice que el Océano circunda toda la tierra y que al Oriente baña la India y al Occidente, España y Mauritania, y que si no lo impidiese la grandeza del Atlántico, pudiera navegarse de un sitio a otro por el mismo paralelo; y lo vuelve a decir en el libro 2. También Plinio, en el segundo libro de la Historia Natural, cap. CXI, dice también que el Océano rodea toda la tierra, y que su anchura de Oriente a Poniente, es la de la India a Cádiz. El mismo, en el capítulo 31 del libro VI, y Solino en el capítulo 68 De las cosas memorables del mundo, dicen que desde las islas Gorgóneas, que se cree ser las de Cabo Verde, hay cuarenta días de navegación, por el mar Atlántico hasta las islas Hespérides, las cuales tuvo por cierto el Almirante que fuesen las de las Indias. Marco Polo, veneciano, y Juan de Mandavila, en sus Viajes, dicen que pasaron mucho más adentro del Oriente de lo que escriben Ptolomeo y Marino; y aunque suceda que no hablen del mar occidental, puede argüirse por lo que describen del Oriente que la India esté vecina a Africa y España; y Pedro de Aliaco en el Tratado de la imagen del Mundo, De quantitate terrae habilitabilis, capítulo 8, Julio Capitolinos, de los Lugares habitables, y en otros muchos tratados, dicen que la India y España son vecinas por Occidente; y en el capítulo 19 de su Cosmografía, dice estas palabras: "Según los filósofos y Plinio, el Océano, que se extiende entre los fines de España y del Africa Occidental, y entre el principio de la India, hacia Oriente, no tiene muy largo intervalo, y se tiene por muy cierto que se puede navegar de una parte a otra en pocos días con viento próspero; por lo cual el principio de la India por Oriente no puede distar mucho del fin del Africa, por Occidente." Esta autoridad y otras semejantes de este autor fueron las que movieron más al Almirante para creer que fuese verdadera su imaginación; como también que un maestro Paulo, físico del maestro Domingo Florentin, contemporáneo del mismo Almirante, fue causa, en gran parte, de que emprendiese este viaje con más ánimo; porque siendo el referido maestro Paulo amigo de un Fernando Martínez, canónigo de Lisboa, y escribiéndose cartas uno a otro sobre la navegación que se hacía al país de Guinea en tiempo del Rey D. Alfonso de Portugal, y sobre la que podía hacerse en las partes del Occidente, llegó esto a noticia del Almirante, que era curiosísimo de estas cosas, y al instante por medio de Lorenzo Girardi, Florentin, que se hallaba en Lisboa, escribió sobre esto al maestro Paulo, y le envió una esferilla, descubriéndole su intento, a quien el maestro Paulo envió las respuestas en latín, que traducida en vulgar, dice así:
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CAPITULO VII Descripcion de la ciudad de Santiago, capital del reyno de Chile, noticia de su fundacion, capacidad, vecindario y tribunales 537 Haviendo dado tanto en la primera parte como en esta las descripciones y noticias de aquellas ciudades que visitamos en los vastos paises de la America meridional, no sería razon desatenderme de la que hace cabeza en el reyno de Chile pues, aunque no tuvimos ocasion de passar á ella, las noticias que se adquirieron en los puertos de su jurisdiccion, donde por repetidas ocasiones estuvimos, podrán ser suficientes para que la curiosidad ó el deseo de los lectores no eche menos lo que pueda apetecer como mas essencial. 538 Fue fundada la ciudad de Santiago, llamada en sus primitivos tiempos de la Nueva Estremadura, por el capitan Pedro de Valdivia, y sus cimientos empezaron á sentarse el dia 24 de febrero del año de 1541 en el valle de Mapocho, donde ha permanecido desde entonces, el qual está cerca de el de Chile, de quien toma nombre todo el reyno. Su latitud austral es con corta diferencia de 33 grados 40 minutos, y dista del puerto de Valparayso en el mar del sur 20 leguas, siendo este el que le hace mas inmediacion. Su planta es de las mas ventajosas que puede prevenir la idea porque, siendo toda en llano, se dilata este sin interrupcion cosa de 25 leguas, ofreciendo con su amenidad no pequeño embeleso y diversion á la vista; y haciendo su curso por medio de él un rio que llaman tambien de Mapocho, passa cerca de la ciudad ofreciendole con su inmediacion la comodidad de acequias, las quales, entrando por las calles, al passo que sirven para su limpieza y asseo, dan agua á los jardines, que son frequentes en casi todas las casas, aumentandose con esta providencia el desahogo de las habitaciones y la diversion de aquellos moradores. 539 La capacidad de la ciudad y su extension será de oriente á occidente de 1000 tuessas, que componen 2329 varas castellanas, y de norte á sur 600 tuessas ó 1397 varas. A la vanda opuesta del rio, el qual la ciñe por la parte del norte, tiene un arrabal ó barrio bien capaz, á que dan el nombre de la Chimba, y por la del oriente, casi tocando con las casas, le hace vecindad un mediano cerro llamado de Santa Lucia. Las calles son todas de suficiente ancho para hermosear la planta, empedradas y tiradas á cordel, unas haciendo con toda precision la direccion de oriente á occidente y otras corriendo de norte á sur. Casi en medio de la ciudad, está la plaza mayor, que á imitacion de la de Lima es quadrada, y la adorna en medio una hermosa fuente; su fachada del norte ocupa el palacio de la Audiencia real, donde tienen su morada los presidentes, casas de ayuntamiento y carcel publica; la del occidente, la iglesia cathedral y palacio del obispo; la del sur se compone de portales con arquerías, toda de tiendas de mercaderes; y la del oriente, de casas particulares. El resto de la ciudad está formado de quadras ó islas de casas tan iguales y de la misma distancia ó longitud como las de Lima, y assi será escusado detenernos en su explicacion. 540 Las casas son todas baxas, hechas de adoves, precaucion no menos necessaria allí que en todas las demás ciudades del Perú por el inminente riesgo de los temblores con que siempre están amenazadas, haviendolos experimentado esta con notable estrago en varias ocasiones, pero los mas memorables han sido los cinco siguientes. En el año de 1570 huvo uno que trastornó montes enteros en aquel reyno y dexó assolados del todo muchos lugares, haciendo participes en su estrago á gran parte de los moradores que havia en ellos. En el año de 1647, dia 13 de mayo, otro que arruinó muchas casas y templos de aquella ciudad. El de 1657, dia 15 de marzo, tembló la tierra allí por espacio de un quarto de hora, y convirtió en destrozos gran parte de la ciudad. El de 1722, dia 24 de mayo, huvo otro movimiento de tierra; con que, quedaron maltratadas muchas casas. El año de 1730, dia 8 de julio, huvo el que quedó citado en la descripcion de la Concepcion, con el qual se assoló la mayor parte de la ciudad, y despues quedó la tierra repitiendo las concusiones por muchos meses; á él se siguió una epidemia de que murió mucha gente, además de la que dexaron sepultada las ruinas. Son las casas, aunque baxas, como queda dicho, asseadas á la vista y, en lo interior, bien repartidas y muy desahogadas. 541 Además de la iglesia mayor y parroquia del sagrario, tiene otras dos, que son Santa Ana y San Isidoro; tres conventos del orden Seraphico, San Francisco, casa grande, San Diego, colegio de estudios, y un convento de recoletos fuera de la ciudad; dos de San Agustin; uno de Santo Domingo; uno de la Merced; uno de San Juan de Dios; y cinco colegios de la Compañia, San Miguel, el noviciado, San Pablo, San Xavier, colegio de estudios para seglares, los quales visten manto musco y beca colorada, y el colegio que llaman la Olleria, con destino para los exercicios de san Ignacio. Tiene, assimismo, quatro monasterios de monjas; dos siguen la regla de santa Clara, uno de agustinos y otro de carmelitas, á que se agrega un beaterio baxo la regla de san Agustin, y todos son de numeroso concurso, como es lo regular en los de las ciudades del Perú. 542 Las iglesias de los conventos son capaces; las mas, fabricadas de ladrillo, y otras, de piedra, distinguiendose entre todas las de la Compañia por la mejor arquitectura que luce en ellas. Las parroquias, ni en fabrica ni en la decencia de los interiores adornos, se les igualan faltándoles mucho para parecerseles. 543 Regulase el vecindario de Santiago por de quatro mil familias, y, de estas, como la mitad españolas de todas gerarquias, entre las quales hay algunas que sobresalen á las demás en el lustre y calidad; la otra mitad son de castas, la mayor parte de indios, y lo restante de las originadas de negros y blancos. En quanto á sus costumbres y modales, no hay diferencia á las que quedan advertidas en las anteriores descripciones, si bien ni son tan reducidos en el vestuario, como en la Concepcion, ni tan ostentosos, como en Lima, semejándose en todo al de Quito; los hombres, fuera de aquellas horas en que se visten en cuerpo, usan mucho el trage de los ponchos, y todas las familias que tiene possibles para ello mantiene calesa, en que andan por la ciudad. Los hombres son bien apersonados, de buena estatura, fornidos y de bello semblante. Las mugeres, en quienes el agrado no sobresale menos que en las del Perú, son tambien de buen aspecto y muy blancas y rosadas; pero allí, donde la bondad del clima las dota tan sobresalientemente en la hermosura de los colores naturales, los disfrazan ellas con otros artificiales, cuya moda es muy regular en todo aquel reyno; con esto, no solamente se privan de los propios sino que, tomando los postizos, que borran de sus rostros el sobreescrito de la belleza, les ofende las dentaduras, de modo que su defecto viene á ser tan general que, si no las comprehende á todas, serán muy raras las que se hallen essentas de él. 544 Tiene su assiento en esta ciudad un tribunal de la Audiencia real, que, haviendo estado primero en la Concepcion y extinguiendose allí, passó á ella quando se volvió á habilitar, y lo componen un presidente, quatro oidores y un fiscal, á que se agrega otro con el titulo de protector de indios; los assuntos que en él se determinan decisivamente no tienen mas apelacion que el Supremo Consejo de las Indias, y esto solo en el caso de injusticia notoria ó en segunda suplicacion. 545 El presidente, aunque con dependencia en algunos casos de los virreyes de Lima, es assimismo governador y capitán general de todo el reyno de Chile y, como tal, debe residir, segun queda prevenido, los seis meses del año en la ciudad de la Concepcion y los otros seis en Santiago; por su ausencia de esta ciudad, estiende el corregidor de ella su jurisdiccion, como theniente general del presidente, á todos los demás pueblos del reyno de Chile, á excepcion de los goviernos militares. 546 El cuerpo de ciudad, en quien hace cabeza el corregidor, se compone de regidores y dos alcaldes ordinarios, y á estos pertenece el govierno politico y economico de ella, ciñendose á todo su recinto la jurisdiccion del corregidor quando el presidente se halla en aquella ciudad. 547 Hay, assimismo, un tribunal de Hacienda real, compuesto de un contador y un tesorero, y por él se hace la recaudacion de los tributos de los indios y otros derechos reales que pertenecen á S.M., y se arregla su distribucion en los salarios y obvenciones que tienen assignacion en aquellas Caxas reales. 548 El cabildo eclesiastico se compone del obispo, tres dignidades, que son dean, arcediano, chantre, dos canongias de oposicion, doctoral y magistral, y dos de presentacion; y el obispo pone su provisor, á que se agregan los correspondientes subalternos. 549 Hay, assimismo, tribunal de Cruzada, compuesto de un comissario subdelegado y un contador y tesorero, y una comissaría de Inquisicion con los demás ministros correspondientes de ella, todos á nombramiento del tribunal de Inquisicion, que tiene su assiento en Lima. 550 En quanto á el temple que goza Santiago, es el mismo con corta diferencia que el de la Concepcion; y, á correspondencia de esto, la fertilidad de los campos y abundancia de mantenimientos, en cuyos assuntos, como en el de el comercio que mantiene, me dilataré lo necessario en las noticias que siguen de todo el reyno de Chile.
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CAPÍTULO VII En que se reprueba la opinión de Lactancio que dijo no haber antípodes Pero ya que se sabe que hay tierra a la parte del Sur o polo Antártico, resta ver si hay en ella hombres que la habiten, que fue en tiempos pasados una cuestión muy reñida. Lactancio Firmiano y San Agustín hacen gran donaire de los que afirman haber antípodes, que quiere decir hombres que traen sus pies contrarios a los nuestros. Mas aunque en tenerlo por cosa de burla convienen estos dos autores, pero en las razones y motivos de su opinión van por muy diferentes caminos, como en los ingenios eran bien diferentes. Lactancio vase con el vulgo, pareciéndole cosa de risa decir que el cielo está en torno por todas partes y la tierra está en medio rodeada del él como una pelota, y así escribe en esta manera: "¿Qué camino lleva lo que algunos quieren decir, que hay antípodes, que ponen sus pisadas contrarias a las nuestras? ¿Por ventura hay hombre tan tonto que crea haber gentes que andan los pies arriba y la cabeza abajo? ¿Y que las cosas que acá están asentadas, están allá trastornadas, colgando? ¿Y que los árboles y los panes crecen allá hacia abajo? ¿Y que las lluvias y la nieve y el granizo suben a la tierra hacia arriba?" Y después de otras palabras añade Lactancio aquestas: "El imaginar al cielo redondo, fue causa de inventar estos hombres, antípodes colgados del aire, y así no tengo más que decir de tales filósofos, sino que en errando una vez, porfían en sus disparates defendiendo los unos con los otros." Hasta aquí son palabras de Lactancio. Mas por más que él diga, nosotros que habitamos al presente en la parte del mundo, que responde en contrario de la Asia y somos sus antíctonos, como los cosmógrafos hablan, ni nos vemos andar colgando, ni que andemos las cabezas abajo y los pies arriba. Cierto es cosa maravillosa considerar que al entendimiento humano por una parte no le sea posible percibir y alcanzar la verdad, sin usar de imaginaciones, y por otra tampoco le sea posible dejar de errar si del todo se va tras la imaginación. No podemos entender que el cielo es redondo, como lo es, y que la tierra está en medio, sino imaginándolo. Mas si a esta misma imaginación no la corrige y reforma la razón, sino que se deja el entendimiento llevar de ella, forzoso hemos de ser engañados y errar. Por donde sacaremos con manifiesta experiencia que hay en nuestras almas cierta lumbre del cielo, con la cual vemos y juzgamos aún las mismas imágenes y formas interiores que se nos ofrecen para entender; y con la dicha lumbre interior aprobamos o desechamos lo que ellas nos están diciendo. De aquí se ve claro cómo el ánima racional es sobre toda naturaleza corporal, y cómo la fuerza y vigor eterno de la verdad preside en el más alto lugar del hombre; y vese cómo muestra y declara bien que esta su luz tan pura, es participada de aquella suma y primera luz; y quien esto no lo sabe o lo duda podemos bien decir que no sabe o duda si es hombre. Así que si a nuestra imaginación preguntamos qué le parece de la redondez del cielo, cierto no nos dirá otra cosa sino lo que dijo a Lactancio. Es a saber: que si es el cielo redondo, el sol y las estrellas habrán de caerse cuando se trasponen y levantarse cuando van al Mediodía, y que la tierra está colgada en el aire, y que los hombres que moran de la otra parte de la tierra han de andar pies arriba y cabeza abajo, y que las lluvias allí no caen de lo alto, antes suben de abajo, y las demás monstruosidades que aun decirlas provoca a risa. Mas si se consulta la fuerza de la razón, hará poco caso de todas estas pinturas vanas, y no escuchará a la imaginación más que a una vieja loca; y con aquella su entereza y gravedad responderá que es engaño grande fabricar en nuestra imaginación a todo el mundo a manera de una casa, en la cual está debajo de su cimiento la tierra y encima de su techo está el cielo; y dirá también que como en los animales siempre la cabeza es lo más alto y supremo del animal, aunque no todos los animales tengan la cabeza de una misma manera, sino unos puesta hacia arriba, como los hombres, otros atravesada como los ganados, otros en medio como el pulpo y la araña, así también el cielo doquiera que esté, está arriba, y la tierra ni más ni menos, doquiera que esté, está debajo. Porque siendo así que nuestra imaginación está asida a tiempo y lugar, y el mismo tiempo y lugar no lo percibe universalmente, sino particularizado, de allí le viene que cuando la levantan a considerar cosas que exceden y sobrepujan tiempo y lugar conocido, luego se cae, y si la razón no la sustenta y levanta, no puede un punto tenerse en pie; y así veremos que nuestra imaginación cuando se trata de la creación del mundo, anda a buscar tiempo antes de crearse el mundo, y para fabricarse el mundo también señala lugar y no acaba de ver que se pudiese de otra suerte el mundo hacer, siendo verdad que la razón claramente nos muestra que ni hubo tiempo antes de haber movimiento, cuya medida es el tiempo, ni hubo lugar alguno antes del mismo universo, que encierra todo lugar. Por tanto, el filósofo excelente Aristóteles, clara y brevemente satisface al argumento que hacen contra el lugar de la tierra, tomando del modo nuestro de imaginar, diciendo con gran verdad que en el mundo el mismo lugar es en medio y abajo, y cuanto más en medio está una cosa, tanto más abajo, la cual respuesta alegando Lactancio Firmiano, sin reprobarla con alguna razón pasa con decir que no se puede detener en reproballa por la priesa que lleva a otras cosas.
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CAPITULO VII De la carta nautica que comprehende las costas del Perú y parte de las de Nueva España en el mar del sur con los fundamentos sobre que se ha construido 766 Como la casualidad nos ofreció tantas ocasiones de frequentar la navegacion en el mar del sur que no quedó travesía en lo que se estienden aquellas costas desde la ensenada de Panamá hasta Valdivia donde no se practicasse algun viage, se nos facilitó por este medio la oportunidad de registrar muchos parages de la costa y de comunicar con los pilotos de aquel mar mas hábiles en su ministerio ó con los prácticos de ella, que, haciendo viages en embarcaciones menores, no dexan ensenada que no cursen, cabo que les sea ignorado ó arrecifes desconocidos. La experiencia propia y los informes de estos, no menos que las relaciones de los antiguos nauticos, que á fuerza de muchos viages tenian comprehendida y casi de memoria la postiura y disposicion de las costas, nos hizo conocer que tanto las cartas españolas como las estrangeras de aquellos mares estaban llenas de errores, y ser estos tan sensibles que, sin entrar en una grande especulacion, se hacian patentes. El assunto de reformar los defectos de aquellas necessita de un trabajo grande y mucha especulacion y tiempo si todo se huviera de concluir con observaciones propias; pero como esta circunstancia se puede comodamente suplir quando hay entera confianza en las agenas, no es obstáculo para lograr el fin el haver de servirse de ellas con tal que, para la fé y seguridad del público no menos que para honor de los autores, se le dé á cada uno la parte que le corresponde, especificando lo que ha contribuido su merito al adorno y perfeccion total de la obra. Baxo de esta precisa consideracion, se determinó Don Jorge Juan á fabricar una carta de aquellas costas y mares, cuyo trabajo emprendió, teniendo yá recogidos todos los elementos y noticias á él conducentes, despues que salió de la Concepcion para restituirse á España, logrando en el viage concluirle. 767 Es de suponer que, al passo que requieren estar acompañadas las observaciones tanto de latitud como de longitud sobre que empieza á fabricarse una carta de toda exactitud, no es necessario que sean tan repetidas ó en numero tan crecido que se situen por ellas todos los cabos, puntas, ensenadas, islas, arrecifes y, generalmente, toda la costa, aun hasta aquellos parages que son de menos consideracion, mayormente quando corren las tierras en una cierta disposicion y de modo que no haya grandes variaciones en la direccion de las costas inclinandose á veces norte sur, á veces para el este sueste y encaminandose en otras partes por rumbos distintos. Quando hay esta variedad, es forzoso situar por medio de observaciones ciertas todas las puntas ó cabos, donde la tierra se tuerce, para que despues no tengan yerro las otras intermedias. En el mar del sur, donde la costa sigue por la mayor parte norte sur y con muy pocas irregularidades, es mas dissimulable el no ser las observaciones en tanto numero que puedan situarse por ellas todos los puertos porque su escasez se suple con las direcciones observadas repetidas veces por sus prácticos ó con las derrotas que hacen estos en pequeñas distancias, las quales, conviniendo siempre entre sí y con los informes por otra parte adquiridos, se confirma su verdadera disposicion, y parece que, bien colocados aquellos parages mas principales por medio de observaciones, no se debe recelar error en los intermedios. 768 Yá queda advertido antes el yerro que cometen los pilotos de aquel mar en los viages del Perú á Chile, considerando esta costa mucho mas oriental de lo que es en realidad por no atender á el curso de las aguas; de esto nace que todas las cartas fabricadas allí estén sujetas al mismo defecto y que se experimente por ser las corrientes desiguales que unas veces conviene el punto con el aterrage, pero otras, y es lo mas comun, no; assi, aplicando el defecto á la carta, quando en realidad no proviene de ella, todas se hallan defectuosas. Si para formar esta nueva se empleassen las longitudes que establecen aquellos derroteros, es cierto que no sería mas exacta que las otras porque en las mismas longitudes iria embebido el error; para dexar, pues, de incurrir en él, se sitúan por observacion los lugares mas notables y, despues, los que no lo son tanto por la direccion y distancia á que corresponden respeto de aquellos como queda yá explicado. Hay, sin embargo, algunos intervalos adonde ha sido preciso ajustarse á los diarios é informes de los pilotos por faltar otro recurso mas cierto y seguro, pues las pocas ocasiones de que passen allí sugetos capaces para hacer observaciones ha dificultado el obtener todas las que serían necessarias, mayormente siendo tan estendido y vasto aquel país; por esto, se nos dispensará el que nos dilatemos algo en dar razon individual del modo con que se construyó toda la carta para que con este conocimiento pueda el que la usara hacer de cada una de sus partes el juicio que corresponde, sin equivocar aquellas que en la realidad están bien situadas con las otras, á quienes les falta este grado de perfeccion. 769 Toda la costa perteneciente al reyno de Nueva España y Tierra Firme, desde el puerto de Acapulco hasta la punta de Mala en la ensenada de Panamá, se situó por las cartas y derroteros de aquel mar, cuyas latitudes han sido observadas en repetidas ocasiones por los pilotos de él; y como esta costa corre este oeste, haciendo alguna inclinacion para el noroeste y sueste, de haver en ello algun error, deberá recaer en las distancias de unos parages á otros pero, como la mayor parte de las emarcaciones que salen de Panamá para aquellos puertos la costean y lo executan frequentemente las menores, yendo reciprocamente de unos á otros, las tienen tan averiguadas y conocidas sus direcciones que no debemos persuadirnos á que pueda caber sensible error en ellas. Esto no sucede con las islas de los Galapagos, que están en el equador y su inmediacion, porque son muy pocos los que las descubren por no necessitarlo en las derrotas de sus viages; assi, van puestas segun las cartas de aquel país y las relaciones de algunos derroteros y sin la correspondiente seguridad, tanto en la exactitud de su situacion como en la certeza de su numero. 770 Panamá es un punto principal de esta carta; y aunque, además de la ocasion de haver estado nosotros en ella, huvo la de passar por allí el padre Fevilleé, ni por unos ni por otros se logró el determinar su longitud inmediatamente por medio de observacion porque ni era tiempo en que se pudiessen observar las immersiones ó emersiones de los satelites de Jupiter ni se ofreció la coyuntura de eclypse de luna por quien poderla concluir; esto no obstante, como se podrá ver en el capitulo segundo libro tercero primera parte de este viage, se deduce la longitud de Panamá por la observada en Portobelo y la derrota hecha desde este á aquella ciudad con tanta exactitud que la diferencia que puede haver entre ella y la verdadera no será sensible, y, assi, podemos assentar que este punto está situado en la carta con bastante precision. 771 La costa que sigue desde Panamá hasta el rio de las Esmeraldas ó puerto de Atacamas se situó siguiendo las relaciones mas exactas de los pilotos que tienen frequentada esta navegacion, comprobandose de que, comparada despues con los diversos planos que hay de sus intervalos en punto grande, concuerdan estos en quanto á las longitudes con las que se infieren de las relaciones, y, assi, es sin duda el que no haya en ello error de monta. 772 El puerto de Atacamas, cabo de San Francisco, La Canoa, cabo Passado, Puerto Viejo y Manta están situados por las observaciones de latitud que practicaron allí Mr. Bouguer y M. de la Condamine y por una carta que formaron de este pedazo de costa, de cuya exactitud no cabe dudarse respecto á la que es propia en sugetos de esta classe. 773 Guayaquil, que debe atenderse como otro punto principal en esta obra, no tuvo tampoco observacion por donde inmediatamente se concluyesse su longitud, pero á una diferencia muy corta se consigue infiriendola por la de Quito; respeto de que descubriendose el cerro de Chimborazo desde la misma capital de Guayaquil y de la Puná, se demarcó de uno y de otro parage, y, hallandose aquel cerro casi entre los que componian la serie de los triangulos de la meridiana, no huvo dificultad en conocer su verdadera situacion. 774 Tumbez, Paita, Sechura, Lambayeque, San Pedro, Truxillo, Santa, La Barranca, Chancay y Lima están colocados por observaciones de latitud propias, y Lima por las de longitud, que tambien se practicaron allí; pero desde este paralelo hasta el de la Concepcion, las latitudes de los puertos de Arica, Ylo, Valparayso y la Concepcion en parte y las longitudes todas lo están por las observaciones que practicó allí el padre Fevilleé, a excepcion de los dos ultimos, que sus latitudes están arregladas á las que observamos. Los intervalos de costa que median entre unos y otros puntos, assi en esta distancia como en las anteriores, y no menos en las que siguen hasta cabo de Hornos, van acomodadas á los derroteros, y en estos se han procurado seguir los mas exactos con la comprobacion de haverlos hallado justificados en los viages que se nos ofrecieron; del mismo modo se procedió en la eleccion de los informes de los prácticos pero, como los de aquel mar solo conocen hasta Chiloé, que es lo mas al sur hasta donde navegan, y desde allí en adelante no hay seguridad ni en los antiguos derroteros ni en los informes de los modernos, fue preciso variar el methodo en este particular, quedando supuesto antes que las islas de Juan Fernandez se sitúan, en quanto á latitud, por observacion maritima que Don Jorge Juan hizo en ellas con el instrumento de reflexion de la invencion de Mr. Hadley, y, en quanto á longitud, por la distancia concluida entre ellas y Valparayso en los repetidos viages que ocurrieron. 775 La costa que continúa desde la isla de Chiloé acia el sur es la mas desconocida en aquellos mares y, por tanto, la menos segura en su situacion porque no tan solamente faltan observaciones hechas en toda ella, sino es que son muy raros los que la han reconocido; es digna en este particular de nota una grande diferencia entre las cartas que han corrido hasta el presente y los informes que dan algunos pilotos, á quienes la casualidad de los vientos ha llevado á recalar mas al sur de lo que era su destino, y consiste en que aquellas pintan la costa corriendo norte sur quando estos la consideran, dirigiendose desde la isla de Chiloé hasta la de la Campana, que está en 48 grados 45 minutos con corta diferencia, al sudoeste quarta al sur, cuya diferencia es bastantemente sensible, pues, si en la realidad hacen aquellas tierras esta ultima direccion, deberán abanzarse al mar considerablemente. 776 Si el dictamen de los prácticos ó pilotos de aquel mar no estuviera sostenido mas que de su propio juicio, podria ser de poco momento para persuadirnos á que las cartas construidas hasta el presente no situaban bien esta parte de costa; pero hallandose con el apoyo de dos exemplares, en que, considerandose los pilotos muy distantes de la costa, se han hallado repentinamente barados y perdidos en ella, es forzoso, quando no condescender á su sentir, á lo menos dudar de la bondad de tal situacion y navegar por ella con esta precaucion para evadirse del peligro que otros han experimentado; el primero á quien esto sucedió fue á un piloto llamado Diego Gallegos, el qual, considerandose muy distante de la costa, baró impensadamente y se perdió en un estero llamado del Purgatorio, y el segundo, el capitan David Cheap, inglés, en el año de 1741; este comandaba una fragata de guerra de las que componian la esquadra del vicealmirante Anson y, haviendo entrado en su conserva á el mar del sur y reconocido la tierra de cabo de Vitoria ó sus inmediatas, se separó con un temporal y corrió lo bastante del bordo de afuera y, volviendo de el de tierra, quando todavia se creía mas de 80 leguas distante de ella, se vió barado entre los 46 y 47 grados de latitud sin saber dónde ni cómo porque experimentó este accidente quando las sombras de la noche le ocultaban los escollos; pero amaneciendo el dia, los fue descubriendo en tan grande cantidad que no pudieron averiguar por donde hizo camino la embarcación para entrar al parage en que quedó barada, no hallandose entre la multitud grande de islas que registraban mas que unos estrechos y poco profundos canales, por los quales parecia impossible que huviesse passado la fragata sin romperse; yá perdidos, reconocieron con la lancha todo aquel espacio hasta alguna distancia y no encontraron en él mas que una cantidad crecida de islas y un dilatado archipielago, lo qual concuerda con las noticias que dan los pilotos de aquel mar y con los informes de los indios de Chiloé, quienes dan á este parage el nombre de archipielago de Chonos y lo tienen muy conocido con el motivo de ir á él frequentemente á hacer la pesca; con que, aunque las cartas no hagan tampoco mencion de este archipielago, no se debe dudar yá en la realidad de su existencia. 777 La falta de este archipielago que se nota en las cartas de aquel mar dexa bastantemente convencida la poca ó ninguna exactitud que hay en ellas desde la isla de Chiloé para el sur y dá suficiente motivo para dudar que la costa corra norte sur, como ellas la pintan; por esta razon, en la nueva carta de él, que se dá á luz y vá unida á esta obra, se sitúan las costas de aquel parage en las dos disposiciones, esto es, norte sur, siguiendo á las antiguas, y nordeste sudoeste con corta diferecia, arreglandonos al dictamen de pilotos mas experimentados, á el de los indios chilotes y á los dos exemplares yá citados. 778 Si el capitan David Cheap no huviesse reconocido la tierra en cabo Vitoria, podria atribuirse la diferencia de las 80 leguas y algo mas, que se consideraba lexos de la costa quando se perdió, á error de su punto, pero no debemos persuadirnos que en un intervalo tan corto como el que media entre el cabo de Vitoria y el parage donde baró, que solo es con corta diferencia de cinco grados y medio, huviesse tenido un error tan considerable ni atribuirlo á efecto de algunas corrientes que le llevasen para el este porque, segun queda anotado en el primer capitulo de este libro, desde los 45 grados de latitud hasta los 56 ó 57 se experimenta el curso de las aguas para el sur, no haviendo razon por donde pueda concluirse el que fuesse acia el sueste, pues, corriendo la costa norte sur, no es lo regular que directamente se encaminen las aguas á dar contra ella; aun si esto se quisiera atribuir desde cabo de Vitoria, que está en 52 grados 25 minutos de latitud para el sur, pareceria mas factible y natural porque lo es el que las aguas entren por el estrecho de Magallanes y otros canales de la Tierra del Fuego y que, por tanto, lleven su curso para el este en ciertos tiempos del año, pero, no teniendose noticia de haverlos en las costas desde el cabo de Vitoria para el norte, no podemos acomodarnos á ello sin hacer fuerza á la razon. 779 Supuesto que aquellas tierras se abancen al mar tanto quanto parece verosimil por lo que antes queda dicho y conviniendo en que las aguas siguen el curso ó direccion de ellas en los parages donde no hay canalizos donde les den salida para otra parte, podremos decir que desde la isla de Guayteca hasta la de la Campana llevan aquellas su corriente al sudoeste, pero que, debiendo desde esta inclinarse la costa y tierras hasta el cabo de Hornos al sueste y aun algo mas para el este, hayan de continuar las aguas tomando la misma direccion y rumbo. 780 Estas diferencias y la poca certidumbre de vincularse el acierto en una ú otra idea nos hace preferir el arbitrio de no desperdiciar ninguna, situando la costa conforme á los dos dictamenes interin que se proporciona coyuntura de examinarlo con la exactitud y prolixidad que es necessario, debiendose advertir que la costa señalada en nuestra nueva carta con linea seguida y sombreada es segun la denotan regularmente todas las cartas y la que está marcada con sombra ténue ó floxa,la que representa la figura que hace la costa segun los informes y derroteros de los prácticos modernos. 781 Haviendose ofrecido la ocasion de apuntar la pérdida de una de las fragatas que componian la esquadra del vicealmirante Anson y teniendo dadas algunas noticias, aunque breves, de los progressos que esta esquadra hizo en el mar del sur y de su retirada, sería impropio dexar suspensa la del fin que tuvo la tripulacion de esta fragata del cargo de Mr. David Cheap despues de padecido su naufragio. 782 Haviendo, pues, barado la embarcacion, passaron con la lancha á reconocer los canales que formaban las islas para buscar la tierra firme, la qual, aunque metidos en una confusion de islas, encontraron como deseaban; y visto que no era dable sacar la fragata por la calidad de la barada, determinó su capitán fabricar con las piezas que havia podido aprovechar de ella y con la lancha una embarcacion para transportar la gente á la isla de Juan Fernández, donde tenian orden de juntarse todos en caso de padecer separacion. Para esto, se arrancharon en el parage de aquella costa que les pareció mas comodo y pusieron en él todo lo que pudieron sacar, tanto de madera y pertrechos como de municiones y viveres. 783 Empezóse la fabrica de la embarcacion, y, con esta, las dissensiones entre los oficiales y el capitán porque aquellos miraban como temeraria la resolucion de querer ir con una embarcacion tan pequeña á la isla de Juan Fernandez, expuestos á la contingencia de no encontrar en ella la esquadra y á los riesgos de la mar, y, assi, tenian por mas acertado volverse por el estrecho de Magallanes á la isla de Santa Cathalina, donde antes havian estado. Esta idea se la dieron á entender al capitán pero, conociendo que estaba totalmente apartado de ella y firme en su primer resolucion, empezaron á avanderizarse contra él y contra los pocos que seguian su partido, ganando la voluntad de la tripulacion con las ponderaciones que les infundian en el animo del evidente peligro á que se exponian de perecer ó de ser apresados; con que, todos, á excepcion de 10 ó 12 hombres mas fieles á su superior, se declararon por el partido de los oficiales, bien que para lograr estos mejor su proyecto cubrian con el dissimulo quanto podian su intento. 784 Luego que la embarcacion estuvo concluida, empezaron á discurrir lo que deberian hacer con Mr. David Cheap y los de su parcialidad; y entre darles muerte alevosamente ó el hacer fuga con la embarcacion, dexandoles abandonados en aquel desierto parage, fue esto á lo que se determinaron, y, amarrando al capitan y dos oficiales que estaban por él, se hicieron á la vela sin dejarles á los que quedaban con que poderse alimentar ni aun la esperanza de que los socorriessen habitadores de aquel sitio por no haverse hasta entonces tenido noticia de que los huviesse. Hecha, pues, la fuga con la embarcacion, se pusieron en derrota para el estrecho de Magallanes y isla de Santa Cathalina, en cuyo viage perecieron casi todos de necessidad, y fue muy corto el numero de los que pudieron volver á Inglaterra. 785 Lo que no havia sucedido en el tiempo de estarse allí fabricando la embarcacion, experimentaron los que por la perfidia de los suyos se quedaron, y fue que llegassen á aquel sitio en seguimiento de la pesca los indios gentiles de aquel territorio; estos, siendo no menos vagantes que todos los de aquellas partes y sustentandose por lo comun del marisco, tienen regulados los tiempos en que segun la estacion abundan mas en cada parage y, siguiendolos, van al sur ó se encaminan al norte sin apartarse de la costa. Con este motivo, los encontraron estos indios y, aunque sin entenderse unos á otros, se dedicaron como pudiera haverlo hecho la nacion mas culta y caritativa á partir con ellos el rustico alimento que adquirian con su industria, la qual se reducía á buscar entre las ondas del mar y sacar de su fondo las varias especies de conchas y mariscos que se crian en él, cuya providencia fue para los ingleses tan socorrida que bastó para librar de la muerte á los pocos que se havian experimentado y no havian antes experimentado el golpe de su poder en las armas de la necessidad y de la falta de alimentos. Esta havia sido tal que, precisados del hambre, se havian alexado seis soldados buscando en el monte alguna caza, los quales tuvieron la desgracia de quedarse perdidos en lo interior del país porque, no haviendo vuelto á la playa, les fue preciso á los oficiales, sin esperarles, seguir la compañia de los indios y el camino que llevaban; estos indios dieron aviso á los de sus inmediaciones de la pérdida de aquel navio, y aquellos á otros, hasta que llegó á Chiloé, territorio yá de los españoles, de donde, haviendose embiado embarcacion para examinar su certeza, fueron en ella conducidos á aquella isla el capitan Cheap, un oficial y dos guardias marinas que havian quedado solamente; y allí se mantuvieron algunos meses mientras el governador halló ocasion de embiarlos, segun le tenian prevenido el presidente de Chile, á Valparayso y, de allí, á Santiago, capital de este reyno. Y haviendo de venir á Europa las fragatas francesas en que nosotros haciamos viage, fueron conducidos en el Lis á Francia el capitan Mr. David Cheap, el theniente de infanteria Mr. Thomas Hamilton y un guardia marina, Mr. Juan Viron, de donde, puestos en libertad, se restituyeron á Inglaterra. 786 Lo que se sigue en la carta desde cabo de Corso en adelante se ha situado por las cartas que corren hasta el presente con mas aceptacion, que son las modernas francesas, como que los de esta nacion han sido casi los unicos que, haciendo la navegacion al mar del sur por cabo de Hornos y por el estrecho de Magallanes, han tenido ocasion de examinarlo con prolixidad, entrando por los diversos canalizos que se forman en la Tierra del Fuego con las islas que la componen, entre cuyos descubrimientos no será digno de omitirse el que cerca del cabo de Hornos hizo el navio nombrado San Francisco de una especie de ensenada ó bahía muy espaciosa y, dentro de ella, tres puertos muy capaces, los dos de buen fondo y abrigo, donde muchas embarcaciones estrangeras han aprovechado la coyuntura de refaccionarse de agua, leña y pescado, que se encuentra en ellos con abundancia; por cuyo motivo, su plano, sacado del original francés, se inserta en esta nueva carta. 787 Las longitudes de los lugares están señaladas sobre la equinocial y sobre el trópico de Capricornio; las primeras, contadas del meridiano de Lima acia el este y acia el oeste; y las segundas, desde el de París por haverse incluido las longitudes por observaciones comparadas con aquel observatorio, y, como de estas se deduce inmediatamente la diferencia de meridianos en tiempo y grados, se ha tenido por mas acertado poner las longitudes respeto de el de París, empezandoles á contar desde el observatorio acia el oeste por ser todas las que hay en la carta occidentales respeto de aquel punto. Este methodo, aunque contrario del que se seguia continuamente de numerar los grados de longitud empezando desde el parage donde se hacía primer meridiano acia el oriente, es mucho mas comodo, claro y natural porque, como lo que se pretende en las navegaciones es saber la diferencia de longitud que hay desde un meridiano propuesto hasta el primero sobre que se establecen ó empiezan á contar, si se hace esto por el oriente, sucederá que en los puntos que estuvieron occidentales se tendrá el arco mayor de la longitud, que no es la diferencia de meridianos; y para conseguirla, se hará preciso sacar el complemento, cuya operacion es escusada contando las longitudes en el modo que quedan advertidas y se tienen señaladas en la carta. Por esta razon, las que lo están por el meridiano de Lima empiezan á contarse desde él para el este y oeste igualmente, y es el methodo que propiamente pertenece á las cartas maritimas particulares de un mar; en las universales, podrá seguirse quando, no el de hacer dos graduaciones, una que empiece hacia el oriente y otra inferior ó superior á aquella que vaya por el occidente, el antiguo estilo de numerar la graduacion empezando desde el meridiano por la parte oriental, aunque para esto no hay otro fundamento que el de estar establecido assi, pues, si se quisiera seguir el movimiento del sol, del qual procede que unos lugares estén occidentales ú orientales respeto de otros, se deberia executar al contrario, dando principio desde aquel punto que se supone primer meridiano y siguiendo por el occidente. 788 A las noticias que quedan dadas del methodo que se siguió en la construccion de esta nueva carta y sus fundamentos, son consiguientes las que pertenecen á el mejor modo de usar de ella en la navegacion que se hace por el cabo de Hornos quando se intenta passar á el mar del sur, por ser en esta travesía en la que puede ofrecerse alguna dificultad; para salvarla, han de estar enterados los que emprendieren aquel viage que en él es regular, despues de considerar montado el cabo de Hornos, ir á recalar á el cabo de Vitoria, que está en 52 grados 25 minutos de latitud, para assegurarse de haver montado el cabo; y aunque no hay otro motivo que este, es siempre bueno practicarlo assi. Despues de haver reconocido la costa de cabo de Vitoria, es conveniente hacerse á la mar lo bastante para evadirse de los peligros que hay en ella y en el archipielago de Chonos como tambien para que, si sobreviene algun temporal, segun es lo regular en aquellos parages, no les coja empeñados en la tierra y en la precision de correr á mayor latitud, como sucederia si acertasse á ser del norte para el noroeste ó travesía; y estando algo á la mar, se puede capear con el primero ó correr á el nordeste si el viento y la distancia de la tierra lo permiten, y, con la travesía, se puede siempre continuar la derrota yendo á menor latitud, donde los temporales son menos fuertes y no tan comunes, con particularidad en el verano. Haviendo salido á la mar lo suficiente, se procurará descubrir la tierra de punta del Carnero ó punta de Rumena, que están en poco mas de 37 grados, y esto es lo suficiente para tomar la bahía de la Concepcion ó para continuar la derrota con seguridad á otro puerto, quando no se quiere entrar en ella. Tambien puede hacerse la recalada entre los 39 y 41 grados de latitud, en la costa de Valdivia, y esta conviene mejor que la antecedente para haver de entrar en la Concepcion porque, si las corrientes han llevado la embarcacion acia el sudoeste por alguna casualidad, sería contingente el poder tomar aquella bahía, yendo á descubrir la tierra en la costa de Tucapel, en cuyo caso la fuerza de los sures harian descaecer la embarcacion para el norte y perder el barlovento necessario. 789 Se debe tener cuidado de no hacer recalada ni por la latitud de la isla de la Mocha ni por la de Santa Maria, pues una y otra necessitan de que se les haga resguardo á causa de las peñas y arrecifes que se alargan á la mar; y en ocasiones, á la distancia de media legua de estas islas, no se percibirán si hay cerrazon de neblina, segun se advirtió en su lugar. Pero, reconocida la tierra en la costa de Valdivia, se lleva despues á la vista á una distancia moderada y se passa por la parte del occidente de la isla de Mocha porque, aunque hay canal de mucho fondo entre ella y la tierra firme, nunca es prudencia arriesgarse en su estrechez, mayormente quando no hay motivo para hacerlo. 790 Estando la athmosphera clara, se dexa ver la isla de la Mocha desde 5 á 6 leguas distantes de ella, y aun algo mas por ser alta, y hace una figura redonda; pero esto es tomandola por la parte del sur ó del norte, que no se proyecta con la tierra firme, pues, mirandola del oeste, se confunde con aquella, y entonces es necessario estar á menos distancia para distinguirla.
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En que se trata cómo Guatavita escondió sus tesoros, y se prueba cómo él fue el mayor señor de estos naturales, y como el sucesor de Bogotá, ayudado de los españoles, cobró de los panches las gentes que se habían llevado de la sabana durante la guerra dicha. Cuéntase cómo los tres generales se embarcaron para Castilla, y lo que les sucedió. La venida del licenciado Jerónimo Lebrón por gobernador de este Reino y ciudad de Santa María Desde los balcones del Valle de Gachetá miraba Guatavita los golpes y vaivenes que la fortuna daba a su contrario y competidor Bogotá. Prosperidad humana congojosa, pues nunca hubo ninguna sin caída. Sin embargo que había hecho llamamiento de gentes; díjome don Juan, su sobrino y sucesor, para ayudar a los españoles contra el Bogotá, que todo se puede creer del enemigo, si aspira a la venganza. De las espías, asechanzas y corredores que traía, sabía lo sucedido a Bogotá, aunque no de su muerte, porque fue como tengo dicho, y no se supo en mucho tiempo. Dijéronle a Guatavita cómo los españoles habían sacado el santuario grande del Cacique de Bogotá, que tenía en su cercado junto a la siera, y que eran muy amigos de oro, que andaban por los pueblos buscándolo y lo sacaban de donde lo hallaban, con lo cual el Guatavita dio orden de guardar su tesoro. Llamó a su contador, que era el Cacique de Pauso, y diole cien indios cargados de oro, con orden que los llevase a las últimas cordilleras de los Chíos, que dan vista a los llanos, y que entre aquellos peñascos y montañas lo escondiesen y que hecho esto se viniese con toda la gente al cerro de la Guadua y que no pasase de allí hasta que él le diese el orden. El contador Pauso partió luego con toda esta gente y oro la vuelta de la última cordillera, que desde el pueblo de Guatavita, de donde salió, a ella hay tres días de camino. Escondió su oro él; ¿dónde? No lo sé. Volvióse con toda la gente al cerro de La Guadua, guardando el orden de su señor, a donde halló al tesorero Sueva, Cacique de Zaque, con quinientos indios armados, el cual pasó a cuchillo a todos los que habían llevado el oro a esconder, y al contador Pauso con ellos. Parece que éste fue consejo del diablo por llevarse todos aquellos y quitarnos el oro; que aunque algunas personas han gastado tiempo y dineros en buscarlo, no lo han podido hallar. Contóme esto don Juan de Guatavita, cacique y señor de aquellos pueblos y sobrino del que mandó esconder el oro; y antes que pase de aquí quiero probar como Guatavita era el señor más principal de este Reino, a quien todos reconocían vasallaje y daban la sujeción. Ninguna monarquía del mundo, aunque se haya deshecho, no ha quedado tan destituída que no haya quedado rastro de ella, como lo vemos en el Imperio Romano, en lo del rey Poro de la India Oriental, en Darío rey de Persia, y la gran Babilonia, y otros que pudiera decir. Pues veamos agora qué rastro le hallaremos al Cacique de Bogotá para tenerlo por cabeza de su monarquía y señorío. No le hallamos más que su pueblo de Bogotá, sin que tenga otros sujetos, que si tiene algo en Tena, fue después de la conquista, y que si echaron de allí los panches, y si es porque la ciudad se llama Santa Fe de Bogotá, ya está dicha la razón por qué se le puso este nombre, por haberse poblado a donde Bogotá tenía su cercado. Pues veamos qué rastro le quedó a Guatavita de su monarquía y señorío. Quedóle su pueblo principal de Guatavita, que conserva su nombre; junto al montecillo quedáronle las dos capitanías de Tuneche y Chaleche, que tenía una legua de su pueblo; en el camino de Tunja quedáronle el pueblo de Zaque, el de Gachetá, Chipazaque, el de Pauso, los de Ubalá y Tualá, dos con sus caciques, que le obedecían, y con esto la obediencia de los Chíos de la otra banda de la última cordillera. Paréceme que está bastantemente probado que éste fue el señor y no Bogotá, y con esto se dice que Guatavita daba la investidura de los cacicazgos a los caciques de este Reino, y no se podía llamar cacique el que no era coronado por el Guatavita. De esto sabe buena parte el padre Alonso Ronquillo, del orden de Santo Domingo, que tuvo a su cargo mucho tiempo aquellas doctrinas; y si fuera vivo el padre fray Bernardino de Ulloa, del dicho orden, dijera mucho más y mejor, porque tuvo aquellas doctrinas muchos años, que lo puso en ellas el primer arzobispo de este Reino, don Fray Juan de los Barrios, que fue quien le ordenó; y más me dijo este padre, que en quince años que sirvió este arzobispado no ordenó más que tres ordenantes, que fueron el dicho padre fray Bernardino de Ulloa, caballero notorio, el otro fue el padre Francisco García, que era de la casa del señor arzobispo y sirvió mucho tiempo de cura de la Santa Iglesia y alguno de previsor. El otro ordenante fue el padre Romero, que fue el primer cura de Nuestra Señora de las Nieves, y el primer mestizo que se ordenó de los de este Reino; ordenáse a ruegos del Adelantado de Quesada, y del Zorro y capitán Orejuela y otros conquistadores. Servía el padre fray Bernardino de Ulloa tres doctrinas: la de Guasca, pueblo del rey; la de Guatavita y Gachetá. Asistía en cada una cuatro meses; sabía mucho de lo referido. Esta encomienda cedió en el repartimiento al Mariscal Hernando Venegas; hoy la gozan sus herederos. Y con esto vamos a Bogotá que me espera. Ya queda dicho cómo en la guerra pasada entre Bogotá y Guatavita, sintiendo los panches de junto de la cordillera que la sabana grande estaba sin gente de guerra, salieron de su tierra y de los pueblos más cercanos a la dicha cordillera, y se llevaron toda la gente de sus haciendas. Agora, viendo que los generales trataban de irse a Castilla, el Bogotá con los indios de la dicha sabana acudieron al Adelantado don Gonzalo Jiménez de Quesada pidiéndole les diese favor y ayuda para cobrar sus mujeres e hijos. El Adelantado acudió muy bien a esto, porque de la gente de los tres generales sacó una buena tropa, con la cual entraron los indios tan a tiempo en tal ocasión, que cobraron lo que era suyo, quitándoles a los panchos lo que tenían, y a muchos de ellos la vida en pago de las muchas que les debían. Fuéronlos siguiendo hasta los fuertes segundos de los culimas, junto al Río Grande de la Magdalena; y de allí los caribes del río y los culimas les dieron otro golpe que los hicieron volver a la tierra que habían dejado. En esta ocasión quedó Tena por el Bogotá, que le cupo en parte. Los soldados salieron aprovechados del pillaje de los panches, a donde hallaron muy buen oro en polvo; y con esto vamos a los generales, que están de camino y no pueden aguardar más. El Cacique de Guatavita, en escondiendo su tesoro, se descubrió a los españoles dándose de paz con todos sus sujetos. El Mariscal, a quien tocó esta encomienda, lo trató muy bien y procuró que se hiciese cristiano. Bautizáronlo, llamóse don Fernando. Vivió poco tiempo; sucedióle don Juan, su sobrino. Casóle el Mariscal con doña María, una moza mestiza que crió en su casa; tuvo muchos hijos y sólo hay vivo uno llamado don Felipe. El Cacique de Bogotá, que murió en la conquista, fue fama que no era natural de este Reino, y que el Guatavita le entronizó haciéndole Cacique de Bogotá y su teniente y capitán general para la guerra; y fue criar cuervo que le sacó los ojos, como dice el refrán. El Cacique de Suba y Tuna fue el primero que se bautizó, que en esto ganó al Guatavita por la mano; y yo la alzo de estas antigüedades. Fundada la ciudad de Santa Fe y hecho el repartimiento por el Adelantado Quesada, señalado el asiento para la iglesia mayor y puesto de ella, y puesto también en ella por cura el bachiller Juan Verdejo, capellán del ejército de Fredermán; fundado el cabildo con sus alcaldes ordinarios, que lo fueron los primeros el capitán Jerónimo de Insar, que lo fue de los macheteros, y Pedro de Arévalo; la tierra sosegada y los tres generales conformes, concordaron todos tres de hacer viaje a Castilla a sus pretensiones. El Adelantado dejó por su teniente a Fernán Pérez de Quesada, su hermano; embarcáronse en el Río Grande en tres bergantines, y con ellos se fueron muchos soldados que hallándose ricos no se quisieron quedar en Indias. También se fueron el licenciado Juan de Lezcanes, capellán del ejército del general de Quesada,y el padre fray Domingo de Las Casas, del orden de Santo Domingo. Llegados a Cartagena, algunos soldados se fueron a Santa Marta, otros a Santo Domingo, a la isla Española, por tener en estas ciudades sus mujeres y parte de sus caudales. En la ocasión primera se embarcaron los generales para España. Nicolás de Fredermán murió en la mar. Llegados a Castilla, don Sebastián de Belalcázar pasó luego a la Corte a sus negocios, de que tuvo buen despacho y breve, con el cual se volvió en la primera flota a su gobierno de Popayán. El General Jiménez de Quesada, como llevaba mucho oro, quiso primero ver a Granada, su patria, y holgarse con sus parientes y amigos. Al cabo de algún tiempo, fue a la Corte a sus negocios, en tiempo que estaba enlutada por muerte de la Emperatriz. Dijeron en este Reino que el Adelantado había entrado con un vestido de grana que se usaba en aquellos tiempos, con mucho franjón de oro, y que yendo por la plaza, lo vido el secretario Cobos desde la ventana de palacio, y que dijo a voces: "¿Qué loco es ése? Echen ese loco de esa plaza". Y con esto se salió de ella. Si él lo hizo y fue verdad, como en esta ciudad se dijo, no es mucho que lo escriba yo. Tenía descuidos el Adelantado, que le conocí muy bien, porque fue padrino de una hermana mía de pila, y compadre de mis padres; y más valiera que no, por lo que nos costó en el segundo viaje que hizo a Castilla, cuando volvió perdido de buscar el Dorado, que a este viaje fue mi padre con él, con muy buen dinero que acá no volvió más, aunque volvieron entrambos. En fin, del primer viaje trajo el Adelantado el título de Adelantado del Dorado, con tres mil dudados de renta en lo que conquistase, con que se le pagaron los servicios hasta allí hechos. Murió, como queda dicho, en la ciudad de Marequita; trasladóse su cuerpo a esta catedral, donde tiene su capellanía. Dije que tenía descuidos, y fue el menor, siendo letrado, no escribir o poner quien escribiese las cosas de su tiempo; a los demás sus compañeros y capitanes no culpo, porque había hombres entre ellos, que los cabildos que hacían los firmaban con el hierro que herraban las vacas. Y de esto no más. Los soldados que se fueron con los generales, como iban ricos, echaron fama en Castilla y en las demás partes a donde arribaron, diciendo que las cosas del Nuevo Reino de Granada estaban colgadas y entapizadas con racimos de oro; con lo cual levantaron el ánimo a muchos para que dejasen las suyas, colgadas de paños de corte, por venir a Indias, viéndolos ir cargados de oro; los unos dijeron verdad, los otros no entendieron el frasis. El caso fue cómo los soldados de los tres generales alojaron en aquellos bohíos que estaban alrededor del cercado de Bogotá, y en aquel tiempo no tenían cofres, ni cajas, ni petacas en qué echar el oro que tenían en unas mochilas de algodón que usaban estos naturales, y colgábanlas por los palos y barraganetes de las casas donde vivían; y así dijeron que estaban colgadas de racimos de oro. Antes que pase de aquí, quiero decir dos cosas, con licencia, y sea la primera: que como en lo que dejo escrito traigo en la boca siempre el oro, digo que podían decir estos naturales que antes de la conquista fue para ellos aquel siglo dorado, y después de ella el siglo de hierro, y en éste el de hierro y de acero; ¿y qué tal acero? Pues de todos ellos no ha quedado más que los poquillos de esta jurisdicción y de la de Tunja, y aun éstos, tener, no digáis más. La otra cosa es que en todo lo que he visto y leído no hallo quien dija acertivamente de dónde vienen o descienden estas naciones de Indias. Algunos dijeron que descendían de aquella tribu que se perdió. Estos parece que llevan algún camino, porque vienen con aquella profecía del patriarca en su hijo Isacar, respecto que estas naciones, las más de ellas, sirven de jumentos de carga. Al principio, en este Reino, como no había caballos ni mulas con que trajinar las mercaderías que venían de Castilla y de otras partes, las traían estos naturales a cuestas hasta meterlas en esta ciudad, desde los puertos donde descargaban y desembarcaban, como hoy hacen las arrias que las trajinan; y sobre quitar este servicio personal se pronunció un auto de que nació un enfado que adelante lo diré en su lugar. Ya no cargan estos indios, como solían, pero los cargan pasito no más. Siendo tercer obispo de Santa Marta don Juan Fernández de Angulo, y primero de este Reino, por ser toda una gobernación, que vino a su obispado al fin del año de 1537, en el siguiente de 1538 murió el Adelantado don Pedro de Lugo, gobernador de este gobierno, en cuyo lugar puso la Audiencia Real de Santo Domingo por gobernador al licenciado Jerónimo Lebrón, en el ínterin que Su Majestad el Emperador nombrase gobernador, o que viniese de España don Alonso Luis de Lugo, el sucesor, que estaba preso en ella a pedimento del Adelantado de Canarias, su padre, que pidió al Emperador le mandase cortar la cabeza, porque de la jornada que hizo a la Sierra de Tairona y otras partes de aquel contorno, de todo lo cual allí se hizo, y con todo el oro que se ajuntó suyo y de sus soldados, sin dalles sus partes, ni a su padre cuenta de lo que se había hecho, se fue a España. Esta fue la causa por que el padre pidió le cortasen la cabeza, y también lo fue de su prisión, hasta que en Castilla se supo la muerte del gobernador su padre, y en el ínterin se puso por gobernador al dicho licenciado Jerónimo Lebrón; el cual con las nuevas que le dieron los soldados que habían bajado de este Reino, de las riquezas que había en él, le vino voluntad de venir a gozar de ellas. Entró en este Nuevo Reino, habiendo partido de Santa Marta por el año de 1540, con más de doscientos soldados, trayendo por guías y pilotos los soldados que de este Reino habían bajado con los generales; por cuyo consejo trajo hombres casados y con hijos, y otras mujeres virtuosas, que por ser las primeras casaron honrosamente; trajo asimismo las mercaderías que pudo para venderlas a los conquistadores, que carecían de ellas y se vestían de mantas de algodón y calzaban alpargates de lo mismo. Fueron éstas las primeras mercaderías que subieron a este Reino y las más bien vendidas que en él se han vendido. Los capitanes y soldados viejos que con él venían trajeron trigo, cebada, garbanzos, habas y semillas de hortaliza, que todo se dio bien en este Reino; con que se comenzó a fertilizar la tierra con estas legumbres, porque en ella no había otro grano si no era el maíz, turmas, arracachas, chuguas, hibias, cubios y otras raíces y fríjoles, sin que tuviesen otras semillas de sustento. Lo más importante que este gobernador trajo fue la venida del Maestre de Escuela don Pedro García Matamoros, que lo envió el señor obispo don Juan Fernández de Angulo, con título de provisor general de este Nuevo Reino, acompañado de los clérigos que pudo juntar, y fueron los conquistadores de él con la palabra evangélica; y el provisor lo gobernó muchos años con gran prudencia, procurando la conversión de los naturales. Entró el gobernador por Vélez, al principio del año de 1541, y aquel cabildo lo recibió muy bien, el cual dio luego aviso al teniente Hernán Pérez de Quesada, que lo sintió; y para que en Tunja no le recibiesen, partió luego a la ligera, para verse con el capitán Gonzalo Suárez, que estaba del mismo parecer. Ordenaron de salir al camino antes que el gobernador entrase en la ciudad. Hiciéronlo así, y después de haberle hecho sus requerimientos, a que el gobernador respondió muy cortés, y después que se trataron más en particular y amigablemente, el gobernador les prometió favorecerlos en todo lo que en él fuese, y que no se había movido a subir a este Nuevo Reino más que a hacer a sus descubridores y conquistadores todo el bien que pudiese; en cuya conformidad les confirmó el repartimiento de las encomiendas, y ellos se lo pagaron muy bien, con capa que le pagaban las mercaderías que le habían comprado, con que se volvió muy rico a la ciudad de Santa Marta, y de ella a la de Santo Domingo. Quedaron en este Reino, de los soldados que vinieron con él, los siguientes: El capitán Hernando Velasco, conquistador y poblador de la ciudad de Pamplona. El capitán Luis Manjarrés, vecino de la ciudad de Tunja. El capitán Jerónimo Aguayo, vecino de la ciudad de Tunja; el primero que sembró trigo en ella. El capitán Diego Rincón, vecino de Tunja. El capitán Diego García Pacheco, vecino de Tunja. El capitán don Gonzalo de León, encomendero de Siquima, digo de Simijaca, Suta y Tausa, vecino de Santa Fe. El capitán don Gonzalo de León, encomendero de hijos naturales. El capitán Lorenzo Martín, conquistador de Santa Marta, vecino de la ciudad de Vélez. Pedro Niño, vecino de Tunja. Diego de Paredes Calvo, vecino de Tunja. El capitán Mellán. El capitán Morán. Alonso Martín. Francisco Arias. Blasco Martín. Iñigo López, en Tunja. Francisco Melgarejo, en Tunja. Pedro Garrasco. Juan de Gamboa. Francisco Álvarez de Acevedo. Sancho Vizcaíno. Pedro Teves. Antón Paredes de Lara. Antón Paredes, portugués. Pedro de Miranda. Pedro Matheos. álvaro Vicente. Juan de Tolosa. Francisco Gutiérres de Murcia, en Santa Fe. De la gente que vino con el Licenciado Jerónimo Lebrón volvió mucha con él; otra parte subió al Pirú y gobernación de Popayán; otros se fueron a Castilla con buenos dineros; los hombres casados y mujeres quedaron en este Reino, que fueron las primeras: Y con esto pasemos adelante con la historia.
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CAPÍTULO VII Trátase la razón por qué el sol, fuera de los Trópicos cuando más dista, levanta aguas, y dentro de ellos al revés, cuando está más cerca Pensando muchas veces con atención, de qué causa proceda ser la Equinocial tan húmeda como he dicho, deshaciendo el engaño de los antiguos, no se me ha ofrecido otra si no es que la gran fuerza que el sol tiene en ella, atrae y levanta grandísima copia de vapores de todo el Océano, que está allí tan extendido, y juntamente con levantar mucha copia de vapores, con grandísima presteza los deshace y vuelve en lluvias. Que provengan las lluvias y aguaceros del bravísimo ardor, pruébase por muchas y manifiestas experiencias. La primera es la que ya he dicho, que el llover en ella es al tiempo que los rayos hieren más derechos, y por eso más recios; y cuando el sol ya se aparta y se va templando el calor, no caen lluvias ni aguaceros. Según ésto bien se infiere, que la fuerza poderosa del sol es la que allí causa las lluvias. Iten se ha observado y es así en el Pirú, y en la Nueva España, que por toda la región Tórrida, los aguaceros y lluvias vienen de ordinario después de medio día, cuando ya los rayos del sol han tomado toda su fuerza; por las mañanas, por maravilla llueve, por lo cual los caminantes tienen aviso de salir temprano y procurar para medio día, tener hecha su jornada, porque lo tienen por tiempo seguro de mojarse; esto saben bien los que han caminado en aquestas tierras. También dicen algunos pláticos, que el mayor golpe de lluvias es cuando la luna está más llena, aunque por decir verdad yo no he podido hacer juicio bastante de ésto, aunque lo he experimentado algunas veces. Así que el año y el día, y el mes, todo da a entender la verdad dicha que el exceso de calor en la Tórrida, causa las lluvias. La misma experiencia enseña lo propio en cosas artificiales, como las alquitaras y alambiques que sacan aguas de yerbas o flores, porque la vehemencia del fuego encerrado levanta arriba copia de vapores y luego, apretándolos, por no hallar salida, los vuelve en agua y licor. La misma filosofía pasa en la plata y oro, que se saca por azogue, porque si es el fuego poco flojo, no se saca cuasi nada del azogue; si es fuerte, evapora mucho el azogue y topando arriba con lo que llaman sombrero, luego se torna en licor y gotea abajo. Así que la fuerza grande del calor, cuando halla materia aparejada, hace ambos efectos, uno de levantar vapores arriba, otro de derretirlos luego y volverlos en licor, cuando hay estorbo para consumirlos y gastarlos. Y aunque parezcan cosas contrarias que el mismo sol cause las lluvias en la Tórrida, por estar muy cercano, y el mismo sol las cause fuera de ella por estar apartado, y aunque parece repugnante lo uno a lo otro, pero bien mirado no lo es en realidad de verdad; mil efectos naturales proceden de causas contrarias por el modo diverso. Ponemos a secar la ropa mojada al fuego, que calienta, y también al aire, que enfría; los adobes se secan y cuajan con el sol y con el hielo; el sueño se provoca con ejercicio moderado; si es demasiado y si es muy poco o ninguno, quita el sueño; el fuego, si no le echan leña, se apaga; si le echan demasiada leña, también se apaga; si es proporcionada, susténtase y crece. Para ver, ni ha de estar la cosa muy cerca de los ojos, ni muy lejos; en buena distancia se ve; en demasiada, se pierde, y muy cercana, tampoco se ve. Si los rayos del sol son muy flacos, no levantan nieblas de los ríos; si son muy recios, tan presto como levantan vapores, los deshacen, y así el moderado calor los levanta y los conserva. Por eso comúnmente ni se levantan nieblas de noche ni al medio día, sino a la mañana, cuando va entrando más el sol. A este tono, hay otros mil ejemplos de cosas naturales, que se ven proceder muchas veces de causas contrarias, por donde no debemos maravillarnos que el sol, con su mucha vecindad, levante pluvias, y con su mucho apartamiento, también las mueva, y que siendo su presencia moderada, ni muy lejos ni muy cerca, no las consienta. Pero queda todavía gana de inquirir, por qué razón dentro de la Tórrida, causa lluvias la mucha vecindad del sol, y fuera de la Tórrida las causa su mucho apartamiento. A cuanto yo alcanzo, la razón es porque fuera de los Trópicos, en el invierno no tiene tanta fuerza el calor del sol, que baste a consumir los vapores que se levantan de la tierra y mar; y así estos vapores se juntan en la región fría del aire en gran copia, y con el mismo frío se aprietan y espesan, y con esto, como exprimidos o apretados, se vuelven en agua; porque aquel tiempo de invierno el sol está lejos y los días son cortos y las noches largas, lo cual todo hace para que el calor tenga poca fuerza; mas cuando se va llegando el sol a los que están fuera de los Trópicos, que es en tiempo de verano, es ya la fuerza del sol tal, que juntamente levanta vapores, y consume y gasta, y resuelve los mismos vapores que levanta. Para la fuerza del calor ayuda a ser el sol más cercano y los días más largos; mas dentro de los Trópicos, en la región Tórrida, el apartamiento del sol es igual a la mayor presencia de esas otras regiones fuera de ellos, y así por la misma razón no llueve cuando el sol está más remoto en la Tórrida, como no llueve cuando está más cercano a las regiones de fuera de ella, porque está en igual distancia, y así causa el mismo efecto de serenidad; mas cuando en la Tórrida llega el sol a la suma fuerza y hiere derecho las cabezas, no hay serenidad ni sequedad como parecía que había de haber, sino grandes y repentinas lluvias; porque con la fuerza excesiva de su calor, atrae y levanta cuasi súbito grandísima copia de vapores de la tierra y mar Océano, y siendo tanta la copia de vapores, no los disipando ni derramando el viento, con facilidad se derriten y causan lluvias mal sazonadas; porque la vehemencia excesiva del calor puede levantar de presto tantos vapores, y no puede tan de presto consumirlos y resolverlos, y así levantados y amontonados con su muchedumbre, se derriten y vuelven en agua, lo cual todo se entiende muy bien con un ejemplo manual. Cuando se pone a asar un pedazo de puerco o de carnero o de ternera, si es mucho el fuego y está muy cerca, vemos que se derrite la grosura, y corre y gotea en el suelo, y es la causa, que la gran fuerza del fuego atrae y levanta a aquel humor y vahos de la carne; y porque es mucha copia no puede resolverla y así destila y cae más. Cuando el fuego es moderado y lo que se asa está en proporcionada distancia, vemos que se asa la carne y no corre ni destila, porque el calor va con moderación sacando la humedad, y con la misma la va consumiendo y resolviendo. Por eso los que usan arte de cocina mandan que el fuego sea moderado, y lo que se asa no esté muy lejos ni demasiado de cerca, porque no se derrita. Otro ejemplo es en las candelas de cera o de sebo, que si es mucho el pabilo, derrite el sebo o la cera, porque no puede gastar lo que levanta de humor. Mas si es la llama proporcionada no se derrite, ni cae la cera, porque la llama va gastando lo que va levantando. Esta pues, (a mi parecer) es la causa porque en la Equinocial y Tórrida, la mucha fuerza del calor cause las lluvias que en otras regiones suele causar la flaqueza del calor.
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De la muerte del capitán don Nuño de Lara, la de su gente, con lo demás sucedido por traición de indios amigos Partido Sebastián Gaboto para España con mucho sentimiento de los que quedaban, por ser un hombre afable, de gran valor y prudencia, muy esperto y práctico en la cosmografía, como de él se cuenta: luego el capitán don Nuño procuró conservar la paz que tenía con los naturales circunvecinos, en especial con los indios Timbúes, gente de buena marca y voluntad, con cuyos dos principales caciques siempre la conservó, y ellos acudiendo de buena correspondencia, de ordinario proveían a los españoles de comida, que como gente labradora nunca les falta. Estos dos caciques eran hermanos, el uno llamado Mangoré y el otro Siripó, ambos mancebos como de treinta a cuarenta años, valientes y expertos en la guerra, y así de todos muy temidos y respetados, y en particular el Mangoré, el cual en esta ocasión se aficionó de una mujer española, que estaba en la fortaleza llamada Lucía de Miranda, casada con un Sebastián Hurtado naturales de Écija. A esta señora hacía el cacique muchos regalos y socorros de comida, y en agradecimiento ella le daba amoroso tratamiento, con que vino el bárbaro a aficionársele tanto, y con tan desordenado amor, que intentó hurtarla por los medios a él posibles. Convidando a su marido que se fuese algún día a entretener a su pueblo, y a recibir de él buen hospedaje y amistad, con buenas razones se le negó Hurtado; y visto que por aquella vía no podía salir con su intento por la compostura y honestidad de la mujer, y recato del marido, vino a perder la paciencia con grande indignación y mortal pasión, con la cual ordenó contra los españoles (de bajo de amistad) una alevosa traición, pareciéndole que por este medio sucedería el negocio de manera que la pobre señora viniese a su poder, para cuyo efecto persuadió al otro cacique su hermano, que no les convenía dar la obediencia al español tan de repente con tal subordinación, pues con estar en sus tierras eran tan señores y absolutos en sus cosas, que en pocos días lo supeditarían todo como las muestras lo decían, y si con tiempo no se prevenía este inconveniente, después cuando quisiesen no lo podrían hacer, con que quedarían sujetos a perpetua servidumbre, para cuyo efecto su parecer era, que el español fuese destruido y muerto, y asolado el Fuerte, no perdonando la ocasión y coyuntura que el tiempo ofreciese: a lo cual el hermano respondió que ¿cómo era posible tratase él cosa semejante contra los españoles, habiendo profesado siempre su amistad, y siendo tan aficionado a Lucía? que él de su parte no tenía intento ninguno para hacerlo, porque a más de no haber recibido del español ningún agravio, antes todo buen tratamiento y amistad, no hallaba causa para tomar las armas contra él; a lo cual Mangoré replicó con indignación, diciendo que así convenía se hiciese por el bien común, y porque era gusto suyo, a lo que como buen hermano debía condescender. De tal suerte supo persuadir a su hermano, que vino a condescender con él, dejando el negocio tratado entre sí para tiempo más oportuno, el cual no mucho después le ofreció la fortuna a colmo de su deseo; y fue que, habiendo necesidad de comida en el fuerte, despachó el capitán don Nuño cuarenta soldados en un bergantín en compañía del capitán Rui García, para que fuesen por aquellas islas a buscarla, llevando orden de volverse con toda brevedad con lo que pudiesen recoger. Salido, pues, el bergantín, tuvo Mangoré por buena esta ocasión, y mucho más por haberse ido con los demás Sebastián Hurtado, marido de Lucía, y así luego se juntaron por orden de sus caciques más de cuatro mil indios, los cuales se pusieron de emboscada en un sauzal, que estaba medía legua del Fuerte en la orilla del río, y para con más facilidad conseguir su intento, y fuese más fácil la entrada en la fortaleza, salió Mangoré con treinta mancebos muy robustos cargados con comida de pescado, carne, miel, manteca y maíz, con lo cual se fue al Fuerte, donde con muestras de amistad lo repartió, dando la mayor parte al capitán y oficiales, y lo restante a los soldados, de quien fue muy bien recibido y agasajado de todos, aposentándole, dentro del Fuerte aquella noche, en la cual reconociendo el traidor que todos dormían, excepto los que estaban de posta en las puertas, y aprovechándose de la ocasión, hicieron señas a los de la emboscada, los cuales con todo silencio se llegaron al muro de la fortaleza, y a un tiempo los de dentro y los de fuera cerraron con las guardias, y pegaron fuego a la casa de las municiones, con que un momento se ganaron las puertas, y a su salvo mataron a las centinelas, y a los que encontraban de los españoles, que despavoridos salían de sus aposentos a la plaza de armas, sin poderse incorporar unos con otros, porque como era tan grande la fuerza del enemigo, cuando despertaron, ya unos por una parte, otros por otra, y otros en sus mismas camas los degollaban y mataban sin ninguna resistencia. Algunos pocos peleaban valerosamente, en especial don Nuño de Lara, que salió a la plaza con su espada y rodela por entre aquella gran turba de enemigos, hiriendo y matando muchos de ellos, acobardándolos de tal manera, que no había ninguno que osase llegar a él, viendo que por sus manos eran muertos; lo cual visto por los caciques e indios valientes, haciéndose afuera, comenzaron a tirarle con dardos y lanzas, con que le maltrataron de manera que todo su cuerpo estaba harpado y bañado en sangre; y en esta ocasión el sargento mayor con una alabarda, cota y celada se fue a la puerta de la fortaleza, rompiendo por los escuadrones, entendiendo poderse señorear de ella, ganó hasta el umbral, donde hiriendo a muchos de los que tenían ocupada, y él así mismo recibiendo muchos golpes, aunque hizo gran destrozo, matando a muchos de los que le cercaban, de tal manera fue apretado de ellos, que tirándole gran número de flechería, con que fue atravesado, cayo muerto. En esta misma ocasión el alférez Oviedo y algunos soldados de su compañía salieron bien armados, y cerraron contra una gran fuerza de enemigos que estaban en la casa de las municiones (por ver si la podían socorrer), y apretándolos con mucho valor, fueron mortalmente heridos y despedazados sin mostrar flaqueza hasta ser muertos, vendiendo sus vidas en tan cruel batalla a costa de infinita gente bárbara. A este mismo tiempo el capitán don Nuño procuraba acudir a todas partes, y herido por muchas, y desangrado sin poder remediar nada, con valeroso ánimo se metió en la mayor fuerza de enemigos, donde encontrando con él Mangoré, le dio una gran cuchillada, y asegurándole con otros dos golpes, le derribó muerto en tierra, y continuando con grande esfuerzo y valor, fue matando otros muchos caciques e indios, con que ya muy desangrado y cansado con las muchas heridas cayó en el suelo, dónde los indios le acabaron de matar, con gran contento de gozar de la buena suerte en que consistía el buen efecto de su intento; y así con la muerte de este capitán fue luego ganada la Fortaleza, y toda ella destruida sin dejar hombre a vida, excepto cinco mujeres, que allí había con la muy cara Lucía de Miranda, y algunos tres o cuatro muchachos, que por ser niños no los mataron y fueron presos y cautivos, haciendo montón de todo el despojo para repartirle entre toda la gente de guerra, aunque esto más se hace para aventajar a los valientes: y para que los caciques y principales escojan y tomen para sí lo que mejor les pareciere. Lo cual hecho, y visto por Siripó la muerte de su hermano, y la dama que tan cara le costaba, no dejó de derramar muchas lágrimas, considerando el ardiente amor que le había tenido, y el que en su pecho iban sintiendo tener a esa española, y así de todos los despojos que aquí se ganaron, no quiso por su parte tomar otra cosa, que por su esclava a la que por otra parte era señora de su albedrío, la cual puesta en su poder no podía disimular el sentimiento de su gran miseria con lágrimas de sus ojos, y aunque era bien tratada y servida de los criados de Siripó, no era eso parte para dejar de vivir con mucho desconsuelo por verse poseída de un bárbaro, el cual viéndola tan afligida un día, por consolarla la habló con muestras de gran amor, y le dijo, de hoy en adelante, cara Lucía, no te tengas por mi esclava, sino por mi querida mujer, y como tal puedes ser señora de todo cuanto tengo, y hacer a tu voluntad uso de ello de hoy para siempre, y junto con esto te doy lo más principal, que es mi corazón. Las cuales razones aflijieron sumamente a la triste cautiva, y pocos días después se le acrecentó más el sentimiento con la ocasión que de nuevo se le ofreció, y fue que en este tiempo trajeron los indios corredores preso ante Siripó a Sebastián Hurtado, el cual habiendo vuelto con los demás del bergantín al puerto de la Fortaleza, saltando en tierra, la vio asolada y destruida con todos los cuerpos de los que allí murieron, y no hallando entre ellos el de su querida mujer, y considerando el caso, se resolvió de entrarse entre aquellos bárbaros, y quedarse cautivo con su mujer; estimando eso en menos, y aun dar la vida, que vivir ausente de ella. Y sin dar a nadie parte de su determinación, se metió por aquella vega adentro, donde al otro día fue preso por los indios, y presentado con las manos atadas a su cacique el principal de todos, el cual como lo conoció, le mandó quitar de su presencia, dando orden que le matasen; la que oída por su triste mujer, inmediatamente con innumerables lágrimas rogó a su nuevo marido no se ejecutase, antes le suplicaba le otorgase la vida, para que ambos se empleasen en su servicio como verdaderos esclavos, de que siempre estarían muy agradecidos; a lo que Siripó condescendió por la gran instancia con que se lo pedía aquella a quien él tanto deseaba agradar; pero con un precepto muy riguroso, que fue que so pena de su indignación, y de que le costaría la vida, si por algún camino alcanzaba que se comunicaban; y que él daría a Hurtado otra mujer con quien viviese con mucho gusto, y le sirviese; y junto con eso le daría él tan buen tratamiento como si fuera no esclavo, sino verdadero vasallo y amigo. Los dos prometieron de cumplir lo que se les mandaba, y así se estuvieron por algún tiempo sin dar ninguna nota; mas como quiera que para los amantes no hay leyes que les obliguen a dejar de seguir el rumbo donde los lleva la violencia del amor, no perdían la ocasión, siempre que había oportunidad, porque de ordinario tenía Hurtado los ojos puestos en su Lucía, y ésta en su verdadero consorte, de manera que fueron notados por algunos de la casa, y en especial de una india, mujer que había sido muy estimada de Siripó, y repudiada por la española; esta india, movida de rabiosos celos, le dijo a Siripó: muy contento estáis con vuestra nueva mujer, mas ella no lo está con vos, porque estima más al de su nación y antiguo marido, que a cuanto tenéis y poseéis; por cierto lo habéis muy bien merecido, pues dejasteis a la que por naturaleza y amor estabais obligado, y tomasteis la extranjera y adúltera por mujer. Siripó se alteró, oyendo estas razones, y sin duda ninguna ejecutara su saña en los dos amantes un castigo atroz; mas dejólo de hacer hasta certificarse de la verdad de lo que se decía, disimulándolo; de allí en adelante andaba con mucho cuidado, por ver si podía pillarlos juntos, o como dicen, con el hurto en la mano. Al fin se le cumplió su deseo, y cogidos, con infernal rabia mandó hacer una grande hoguera para quemar a la buena Lucía, y puesta en ejecución la sentencia, ella la aceptó con gran valor, sufriendo aquel incendio donde acabó su vida como verdadera cristiana, pidiendo a Dios Nuestro Señor hubiese misericordia de ella y perdone sus grandes pecados; y en seguida el bárbaro cruel mandó asaetar a Sebastián Hurtado, y así lo entregó a muchos mancebos, que le ataron de pies y manos, y amarraron a un algarrobo, donde fue flechado por aquella bárbara gente, hasta que acabó su vida; arpado todo el cuerpo, y puesto los ojos en el cielo, suplicaba a Nuestro Señor le perdonase sus pecados, de cuya misericordia es de creer que marido y mujer están gozando de su santa gloria. Todo lo cual sucedió el año de 1532.
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CAPÍTULO VII El príncipe Ixtlilxóchitl recibe favorablemente a los españoles Dejando atrás los volcanes, vinieron a salir los españoles por el rumbo de Tlalmanalco, con el fin de encaminarse luego hacia México-Tenochtitlan. Según el testimonio del Códice Ramírez, poco después de haber bajado de la sierra, salió al encuentro de Cortés el príncipe Ixtlilxóchitl, hermano de Cacamatzin, Señor de Tezcoco, con acompañamiento de gente y en son de paz. El Códice Ramírez, que conserva fragmentos de una más antigua relación indígena hoy desaparecida, refiere que gracias al príncipe Ixtlilxóchitl, la gente de Tezcoco se unió con facilidad a los conquistadores desde ese momento. Y añade que fue precisamente entonces cuando Cortés visitó la ciudad de Tezcoco. Acerca de este punto existen numerosas divergencias en otras fuentes. Ni Bernal Díaz del Castillo, ni los informantes de Sahagún, ni el mismo don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl mencionan esa primera visita a Tezcoco, sino que tratan únicamente de la marcha de los españoles hacia Ixtapalapa, desde donde marcharon por fin hacia la capital azteca. De cualquier manera, los datos aportados por el Códice Ramírez ofrecen anécdotas particularmente interesantes, como por ejemplo la violenta reacción de la india Yacotzin, madre de Ixtlilxóchitl, quien al ser invitada a cambiar de religión, respondió a su hijo que debía haber perdido el juicio, "pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos bárbaros que eran los conquistadores". Entretanto, en México-Tenochtitlan, enterado Motecuhzoma de la presencia de los conquistadores en las cercanías de Tezcoco, reúne por última vez a los principales indígenas para tratar sobre si convenía o no recibir pacíficamente a los forasteros. No obstante los presagios funestos de Cuitlahuacatzin, decide Motecuhzoma al fin recibir en son de paz a los españoles. La marcha hacia el rumbo de Tezcoco (Antigua versión castellana de un texto indígena) Alegres los españoles de ver desde lo alto de la sierra tantas poblaciones, hubo algunos pareceres de que se volviesen a Talxcallan hasta que fuesen más en número de los que eran. Pero el Cortés los animó y así comenzaron a marchar la vuelta de Tetzcuco y se quedaron aquella noche en la serranía. Y otro día fueron caminando, y a poco más de una legua llegaron Ixtlilxúchitl y sus hermanos con mucho acompañamiento de gente, de la cual se receló al principio Cortés, pero al fin por señas y por intérpretes supo que venían de paz con que se holgó mucho. Y ellos llegaron a los cristianos y como les enseñasen al capitán, Ixtlilxúchitl se fue a él con un gozo increíble y le saludó conforme a su usanza, y Cortés con la suya, y luego que lo vio quedó admirado de ver a un hombre tan blanco y con barbas, y que en su brío representaba mucha majestad, y el Cortés de verle a él y a sus hermanos, especialmente a Tecocoltzin que no había español más blanco que él. Y al fin, por lengua de Marina y de Aguilar, le rogaron (los de Tezcoco) que fuese por Tetzcuco para regalarle y servirle. Cortés agradecido admitió la merced, y que para allá dejaba el tratar la causa de su venida. Llegada a la ciudad Y allí, a pedimento de Ixtlilxúchitl, comieron Cortés y los suyos de los regalos que de Tezcuco les trajeron, y caminaron luego a su ciudad y les salió a recibir toda la gente de ella con grande aplauso. Hincábanse de rodillas los indios y adorábanlos por hijos del sol, su dios decían que había llegado el tiempo en que su caro emperador Netzahualpitzintli muchas veces había dicho. De esta suerte entraron y los aposentaron en el imperial palacio, y allí los recogieron, en cuyo negocio los dejaremos por tratar de las cosas de México, que por momentos entraban correos y avisos al rey Motecuhzoma, el cual se holgó mucho del recibimiento que sus sobrinos hicieron al Cortés y más de que Cohuamacotzin y Ixtlilxúchitl se hubiesen hablado, porque entendía nacería de aquí al retirar Ixtlilxúchitl la gente de guarnición que tenía en las fronteras; pero de otra suerte lo tenía ordenado Dios. Agradecido Cortés al amor y gran merced que de Ixtlilxúchitl y hermanos suyos había recibido, quiso en pago, por lengua del intérprete Aguilar, declararles la ley de Dios, y así habiendo juntado a los hermanos y a algunos señores les propuso el caso, diciéndoles como, supuesto que les habían dicho cómo el emperador de los cristianos los había enviado de tan lejos a tratarles de la ley de Cristo la cual les hacían saber qué era. Declaróles el misterio de la creación del hombre y su caída, el misterio de la Trinidad y el de la Encarnación para reparar al hombre, y el de la Pasión y Resurrección, y sacó un crucifijo y enarbolándole se hincaron los cristianos de rodillas, a lo cual el Ixtlilxúchitl y los demás hicieron lo propio, y declarándoles luego el misterio del bautismo y rematando su plática les dijo que el emperador Carlos condolido de ellos que se perdían, les envió a sólo esto, y así se lo pedía en su nombre, y les suplicaba que en reconocimiento le reconociesen vasallaje; que así era la voluntad del Papa con cuyo poder venían, y pidiéndoles la respuesta, respondióle Ixtlilxúchitl llorando y en nombre de sus hermanos que él había entendido muy bien aquellos misterios y daba gracias a Dios que le hubiese alumbrado, que él quería ser cristiano y reconocer su emperador. Ixtlilxúchitl se hace cristiano Y pidió luego el Cristo y le adoró, y sus hermanos hicieron lo propio con tanto contento de los cristianos que lloraban de placer y pidieron que los bautizasen, y el Cortés y clérigo que allí había le dijeron le instruirían mejor y le darían personas que los instruyesen. Y él respondió que mucho de norabuena aunque les suplicaba se le diesen luego, porque él desde luego condenaba la idolatría y decía que había entendido muy bien los misterios de la fe. Por lo que al oír que hubo muchos pareceres en el contrario, se determinó Cortés a que le bautizasen y fue su padrino Cortés y le pusieron por nombre Hernando, y porque su señor se llamaba así, lo cual todo se hizo con mucha solemnidad. Y luego vestidos Ixtlilxúchitl y su hermano Cohuamacotzin con sus hábitos reales dio principio a la primicia de la ley evangélica, siendo él primero y Cortés su padrino, por lo cual le llamó Hernando, como a nuestro rey católico, y el Cohuamacotzin se llamó Pedro por Pedro de Alvarado que fue su padrino, y a Tecocoltzin también le llamaron Femando y fue su padrino el Cortés, y así fueron los cristianos apadrinando a todos los demás señores y poniéndoles sus nombres. La reacción de Yacotzin, madre de Ixtlilxúchitl Y si fuera posible, aquel día se bautizaran más de veinte mil personas, pero con todo eso se bautizaron muchos, y el Ixtlilxúchitl fue luego a su madre Yacotzin y diciéndole lo que había pasado y que iba por ella para bautizarla. Ella le respondió que debía haber perdido el juicio, pues tan presto se había dejado vencer de unos pocos bárbaros como eran los cristianos. A lo cual le respondió el don Hernando que si no fuera su madre, la respuesta fuera quitarle la cabeza de los hombros, pero que lo había de hacer, aunque no quisiese, que importaba la vida del alma. A lo cual respondió ella con blandura que la dejase por entonces, que otro día se miraría en ello y vería lo que debía hacer. Y él se salió de palacio y mandó poner fuego a los cuartos donde ella estaba, aunque otros dicen porque la halló en un templo de ídolos. Finalmente ella salió diciendo que quería ser cristiana y llevándola para esto a Cortés con grande acompañamiento la bautizaron y fue su padrino el Cortés y la llamaron doña María, por ser la primera cristiana. Y lo propio hicieron a las infantas sus hijas que eran cuatro y otras muchas señoras. Y en tres o cuatro días que allí estuvieron, se bautizaron gran número de gente como está dicho. Última deliberación de Motecuhzoma Y a cabo de esto el Motecuhzoma, sabiendo lo que pasaba, llamó a su sobrino Cacama a consejo y a Cuitlahuacatzin su hermano, y los demás señores, y propuso una larga plática en razón de si se recibirían los cristianos y de qué manera. A lo cual respondió Cuitlahuacatzin que a él le parecía que en ninguna de las maneras, y el Cacama respondió que él era de contrario parecer, porque parecía falta de ánimo estando en las puertas no dejarlos entrar, de más de que a un tan grande señor como era su tío no le estaba bien dejar de recibir unos embajadores de un tan grande príncipe como era el que les enviaba, de más de que si ellos quisiesen algo que a él no le diese gusto, les podía enviar a castigar su osadía teniendo tantos y tan valerosos hombres como tenía. Y esto dijo que era su último parecer, y así el Motecuhzoma antes que hablase nadie dijo que a él le parecía lo propio. Cuitlahuacatzin dijo: "plega a nuestros dioses que no metáis en vuestra casa a quien os eche de ella y os quite el reino, y quizá cuando lo queráis remediar no sea tiempo". Con lo cual se acabó y concluyó el consejo y aunque todos los demás señores hacían señas que aprobaban este último parecer, Motecuhzoma se resolvió en que los quería recibir, hospedar y regalar, y que Cacama su sobrino los fuese a recibir y Cuitlahuacatzin su hermano se fuese a Iztapalapan y los aguardase en sus palacios.
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Capítulo VII Huehuehtlatolli. "La antigua palabra" Los huehuehtlahtolli, testimonios de la antigua palabra, se conocen también como pláticas de los ancianos. Su temática comprende, entre otras cosas, consejos de los padres a hijos e hijas; discursos de los señores y sabios; palabras de los sacerdotes en circunstancias particularmente importantes, desde el nacimiento, ingreso a la escuela, iniciación en la guerra, matrimonio, y en todos los momentos particularmente significativos a lo largo de la vida, hasta el de la muerte. Hay otros huehuehtlahtolli que son avisos de buena crianza a los hijos, formas de saludos, invocaciones y consejos, como los de la partera ante los padres del recién nacido. Se incluyen también bajo esta rúbrica algunas invocaciones, verdaderos tratados de la teología indígena, como los que se dirigen a Tezcatlipoca, Espejo humeante, señor que es como la noche y el viento. Fray Bernardino de Sahagún notó acertadamente que en estas antiguas palabras se conserva mucho de la antigua sabiduría moral de los nahuas. De las varias transcripciones que se han preservado de estos textos sobresale el conjunto que forma parte del Códice Florentino, en el que Sahagún reunió los testimonios de sus informantes. De este manuscrito proceden los huehuehtlahtolli que aquí se transcriben. Uno de ellos lo integran las palabras con las que describe el padre a su hija la condición del hombre en la tierra: es éste un lugar de alegría penosa, pocas son las cosas que aquí dan placer, pero no por esto habrá que vivir siempre con la queja en la boca. Es necesario cumplir en la tierra la misión impuesta por el dios supremo, Tloque Nahuaque, el Dueño del cerca y del junto. Puesto que estas antiguas palabras atrajeron de manera muy especial la atención de algunos misioneros, precisamente por la sabiduría de su contenido, también se incluyen aquí otras muestras, como las presentó en castellano fray Bernardino de Sahagún. Esta transcripción permitirá apreciar la forma adoptada por el franciscano en su propósito de acercar a sus contemporáneos estos testimonios, que él admiró, del pensamiento y expresión del México antiguo. CONSEJOS DEL PADRE A SU HIJA HUEHUEHTLAHTOLLI Aquí estás, mi hijita, mi collar de piedras finas, mi plumaje, mi hechura humana, la nacida de mí. Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen. Ahora recibe, escucha: vives, has nacido, te ha enviado a la tierra el Señor Nuestro, el Dueño del cerca y del junto, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres. Ahora que ya miras por ti misma, date cuenta. Aquí es de este modo: no hay alegría, no hay felicidad. Hay angustia, preocupación, cansancio. Por aquí surge, crece el sufrimiento, la preocupación. Aquí en la tierra es lugar de mucho llanto, lugar donde se rinde el aliento, donde es bien conocida la amargura y el abatimiento. Un viento como de obsidiana sopla y se desliza sobre nosotros. Dicen que en verdad nos molesta el ardor del sol y del viento. En este lugar donde casi perece uno de sed y de hambre. Así es aquí en la tierra, no hay alegría, no hay felicidad. Se dice que la tierra es lugar de alegría penosa, de alegría que punza. Así andan diciendo los viejos: "Para que no siempre andemos gimiendo, para que no estemos llenos de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la risa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se hace siembra de gentes". Todo esto embriaga la vida en la tierra, de modo que no se ande siempre gimiendo. Pero, aun cuando así fuera, si saliera verdad que sólo se sufre, si así son las cosas en la tierra, ¿acaso por esto se habrá de estar siempre con miedo? ¿Hay que estar siempre temiendo? ¿Habrá que vivir llorando? Porque, se vive en la tierra, hay en ella señores, hay mando, hay nobleza, águilas y tigres. ¿Y quién anda diciendo siempre que así es en la tierra? ¿Quién anda tratando de darse la muerte? Hay afán, hay vida, hay lucha, hay trabajo. Se busca mujer, se busca marido. Pero, ahora, mi muchachita, escucha bien, mira con calma: he aquí a tu madre, tu señora, de su vientre, de su seno te desprendiste, brotaste. Como si fueras una yerbita, una plantita, así brotaste. Como sale la hoja, así creciste, floreciste. Como si hubieras estado dormida y hubieras despertado. Mira, escucha, advierte, así es en la tierra: no seas vana, no andes como quiera, no andes sin rumbo. ¿Cómo vivirás? ¿Cómo seguirás aquí por poco tiempo? Dicen que es muy difícil vivir en la tierra, lugar de espantosos conflictos, mi muchachita, palomita pequeñita. Sé cuidadosa, porque vienes de gente principal, desciendes de ella, gracias a personas ilustres has nacido. Tú eres la espina y el brote de nuestros señores. Nos fueron dejando los señores, los que gobiernan, los cuales allá se fueron colocando en fila, los que vinieron a hacerse cargo del mando en el mundo; dieron renombre y fama a la nobleza. Escucha: mucho te he dado a entender que eres noble. Mira que eres cosa preciosa, aun cuando seas tan sólo una mujercita. Eres piedra fina, eres turquesa. Fuiste forjada, taladrada, tienes la sangre, el color, eres brote y espina, cabellera, desprendimiento eres de noble linaje. Todavía esto ahora te voy a decir: ¿acaso no lo entenderás muy bien? ¿Todavía andas jugando con tierra y tepalcates? ¿Acaso todavía estás reposando en la tierra? En verdad un poco escuchas ya te das cuenta de las cosas: por tu propia cuenta vas cobrando experiencia. Mira no te deshonres a ti misma, a nuestros señores, a los príncipes, a los gobernantes que nos precedieron. No te hagas como la gente del pueblo, no vengas a salir plebeya. En tanto que vivas en la tierra, junto y al lado de la gente, sé siempre en verdad una mujercita. He aquí tu oficio, lo que tendrás que hacer: durante la noche y durante el día, conságrate a las cosas de Dios, muchas veces piensa en el que es como la Noche y el Viento. Hazle súplicas, invócalo, llámalo, ruégale mucho cuando estés en el lugar donde duermes. Así se te hará gustoso el sueño. Despierta, levántate a la mitad de la noche, póstrate con tus codos y tus rodillas, levanta tu cuello y tus hombros. Invoca, llama al señor, a nuestro señor, a aquel que es como la Noche y el Viento. Será misericordioso, te oirá de noche, te verá entonces con misericordia, te concederá entonces aquello que mereces, lo que te está asignado. Pero si fuera malo el merecimiento, la asignación que te dieron cuando aún era de noche, la que te tocó al nacer, cuando viniste a la vida, con eso (con tus súplicas) se hará buena, se rectificará: la modificará el señor, el señor nuestro, el Dueño del cerca y del junto. Y durante la noche está vigilante, levántate a prisa, extiende tus manos, extiende tus brazos, aderézate la cara, aséate las manos, lávate la boca, toma de prisa la escoba, ponte a barrer. No te estés dando gusto, no te pongas no más a calentar, lava la boca a los otros, haz la incensación, no la dejes, porque así se obtiene de nuestro Señor su misericordia. Y hecho esto, cuando ya estés lista, ¿qué harás? ¿Cómo cumplirás tus deberes femeninos? ¿Acaso no prepararás la bebida, la molienda? ¿No tomarás el huso, la cuchilla del telar? Mira bien cómo quedan la bebida y la comida, cómo se hacen una buena comida y una buena bebida. Estas cosas que de algún modo se llaman "las que pertenecen a las personas", son las que corresponden a las señoras, a los que gobiernan, por esto se las llamó "cosas propias de las personas", la comida propia de los que gobiernan, su bebida: sé diestra en preparar la bebida, en preparar la comida. Pon atención, dedícate, aplícate a ver cómo se hace esto, así pasarás tu vida, así estarás en paz. Así serás valiosa. No sea que en vano alguna vez te envíe el infortunio el Señor nuestro. Acaso crezca la pobreza entre los nobles. Míralo bien, abrázalo, que es oficio de mujer: el huso, la cuchilla de telar. Abre bien los ojos para ver cómo es el arte tolteca, cuál el arte de las plumas, cómo bordan en colores, cómo se entreverán los hilos, cómo los tiñen las mujeres, las que son como tú, las señoras nuestras, las mujeres nobles. Cómo urden las telas, cómo se hace su trama, cómo se ajusta. Pon atención, aplícate, no seas vana, no te dejes vanamente, deja de ser negligente contigo misma. Ahora es buen tiempo, todavía es buen tiempo, porque todavía hay en tu corazón un jade, una turquesa. Todavía está fresco, no se ha deteriorado, no se ha logrado, no se ha torcido nada. Todavía estamos aquí nosotros (nosotros tus padres), que te metimos aquí a sufrir, porque con esto se conserva el mundo. Acaso así se dice: así lo dejó dicho, así lo dispuso el Señor nuestro que debe haber siempre, que debe haber generación en la tierra. Todavía aquí estamos, todavía en tiempo nuestro, aún no ha venido el palo y la piedra del Señor nuestro. Todavía no morimos, todavía no perecemos, ¿qué es lo que piensas, niñita, palomita, muchachita? Cuando nos haya ocultado el Señor nuestro, con la ayuda de otro podrás vivir, porque no es tu destino, no es tu don, vender yerbas, palos, sartas de chile, tiestos de sal, tierra de tequesquite, parada en la entrada de las casas porque tú eres noble. Adiéstrate en el huso, en la cuchilla del telar, en preparar bebidas y comidas. Que nunca sea vano el corazón de alguien, nadie diga de ti, te señale con el dedo, hable de ti. Si nada sale bien, ¿cómo será tu fracaso? Por eso, ¿no vendremos nosotros a ser vituperados? Y si ya nos recogió el Señor nuestro, ¿acaso por esto no se nos vituperará por atrás, acaso no seremos reprendidos en la región de los muertos? En cuanto a ti, ¿acaso no pondrás en movimiento en tu contra el palo y la piedra?, ¿no harás que contra ti se dirijan? Pero si atiendes, ¿también entonces podrá venir la reprensión? Tampoco seas enlazada por otros en exceso, no ensanches tu rostro, no te ensoberbezcas, como si estuvieras en el estrado de las águilas y los tigres, como si estuvieras luciendo tu escudo, como si todo el escudo de Huitzilopochtli estuviera en tus manos. Como si gracias a ti estuvieras levantando la cabeza, y a nosotros nos acrecentaras el rostro. Pero si no haces nada, ¿no serás entonces como una pared de piedra, no se hablará de ti, apenas serás ensalzada? Pero sé en estas cosas como lo desea para ti el señor nuestro. He aquí otra cosa que quiero inculcarte, que quiero comunicarte, mi hechura humana, mi hijita: sabe bien, no hagas quedar burlados a nuestros señores por quienes naciste. No les eches polvo y basura, no rocíes inmundicias sobre su historia, su tinta negra y roja, su fama. No los afrentes con algo, no como quiera desees las cosas de la tierra, no como quiera pretendas gustarlas, aquello que se llama las cosas sexuales y si no te apartas de ellas, ¿acaso serás divina? Mejor fuera que perecieras pronto. Ahora bien, con calma, con mucha calma, pon atención, si así lo ha de pensar el señor nuestro, si alguno hablara de ti, si se dice algo de ti, no lo desdeñes, no golpees con tu pie la inspiración del Señor nuestro, acógela, no te retraigas, que no pase junto a ti dos o tres veces, no te andes haciendo la retraída, aunque nosotros te tengamos por hija, aun cuando por medio nuestro hayas nacido, no te envanezcas olvidando en tu corazón al Señor nuestro. Así te arrojarías al polvo y la basura, a la vida de las mujeres públicas. Y entonces el Señor nuestro se burlaría, obraría contigo como él quisiera. No como si fuera en un mercado busques al que será tu compañero, no lo llames, no como en primavera lo estés ve y ve, no andes con apetito de él. Pero, si tal vez tú desdeñas al que puede ser tu compañero, el escogido del Señor nuestro, si lo desechas, no vaya a ser que de ti se burle, en verdad se burle de ti y te conviertas en mujer pública. Pero prepárate, ve bien quién es tu enemigo, que nadie se burle de ti, no te entregues al vagabundo, al que te busca para darse placer, al muchacho perverso. Que tampoco te conozcan dos o tres rostros que tú hayas visto. Quien quiera que sea tu compañero, vosotros, juntos, tendréis que acabar la vida. No lo dejes, agárrate a él, cuélgate de él aunque sea un pobre hombre, aunque sea sólo un anguilita, un tigrito, un infeliz soldado, un pobre noble, tal vez cansado, falto de bienes, no por eso lo desprecies. Que a vosotros os vea, os fortalezca el Señor nuestro, el conocedor de los hombres, el inventor de la gente, el hacedor de los seres humanos. Todo esto te lo entrego con mis labios y mis palabras. Así, delante del Señor nuestro cumplo con mi deber. Y si tal vez por cualquier parte arrojaras esto, tú ya lo sabes. He cumplido mi oficio, muchachita mía, niñita mía. Que seas feliz, que nuestro Señor te haga dichosa. DOS HUEHUEHTLAHTOLLI EN VERSIÓN DE FRAY BERNARDINO DE SAHAGÚN Del lenguaje y afecto que usaban cuando oraban al principal dios llamado Tezcatlipoca o Titlacauan, o Yaotl, en tiempo de pestilencia, para que se las quitase. Es oración de los sacerdotes en la cual le confiesan por todopoderoso, no visible ni palpable. Usan de muy hermosas metáforas y maneras de hablar ¡Oh valeroso señor nuestro, debajo de cuyas alas nos amparamos, y defendemos, y hallamos abrigo: tú eres invisible, y no palpable, bien así como la noche y el aire! ¡Oh, que yo, bajo y de poco valor, me atrevo a parecer delante de V. M.! Venga serenidad y claridad, comiencen ya las avecillas de vuestro pueblo como quien va saltando camellones, o andando de lado, lo cual es cosa muy fea, por lo cual temo de provocar vuestra ira contra mí, y en lugar de aplacaros temo de indignaros; pero V. M. hará lo que fuere servido de mi persona, ¡oh señor, que habéis tenido por bien de desampararnos en estos días, conforme al consejo que vos tenéis así en el cielo, como en el infierno! ¡Ay dolor, que la ira e indignación de V. M. ha descendido en estos días sobre nosotros, porque las aflicciones grandes y muchas, de vuestra indignación, nos han anegado y sumido, bien así como piedras y lanzas y saetas que han descendido sobre los tristes que vivimos en este mundo, y esto es la gran pestilencia con que somos afligidos, y casi destruidos, oh señor valeroso y todopoderoso! ¡Ay dolor, que ya la gente popular se va acabando y consumiendo! Gran destrucción y grande estrago hace ya la pestilencia en toda la gente; y lo que más es de doler, que los niños inocentes y sin culpa, que en ninguna otra cosa entendían, sino en jugar con las pedrezuelas y en hacer montoncillos de tierra, ya mueren como abarrajados, y estrellados en las piedras y en las paredes --cosa de ver, muy dolorosa y lastimosa-- porque ni quedan en los que aún no saben andar, ni hablar, pero tampoco los que están en las cunas. ¡Oh señor, que todo va abarrisco, los menores, medianos y mayores, viejos y viejas, y la gente de media edad, hombres y mujeres no queda piante ni mamante; ya se asuela y se destruye vuestro pueblo, y vuestra gente, y vuestro caudal! ¡Oh señor nuestro, valerosísimo y humanísimo y amparador de todos!, ¿qué, es esto, que vuestra ira e indignación se gloría y se recrea en arrojar piedras, lanzas y saetas? El fuego de pestilencia muy encendido está en vuestro pueblo, como el fuego en la sabana que va ardiendo y humeando que ninguna cosa deja enhiesta ni sana; ejercitáis vuestros colmillos despedazadores y vuestros azotes lastimeros sobre el miserable de vuestro pueblo, flaco y de poca sustancia, bien así como una cañaheja verde. Pues ¿qué es ahora, señor nuestro, valeroso, piadoso, invisible, impalpable, a cuya voluntad obedecen todas las cosas, de cuya disposición pende el regimiento de todo el orbe, a quien todo está sujeto, qué es lo que habéis determinado en vuestro divino pecho? ¿Por ventura habéis determinado de desamparar del todo a vuestro pueblo y a vuestra gente? ¿Es verdad que habéis determinado que perezca totalmente y no haya más memoria de él en el mundo, y que el sitio donde están poblados sea una montaña de árboles, o un pedregal despoblado? Por ventura los templos, oratorios y altares, y lugares edificados a vuestro servicio ¿habéis de permitir que se destruyan y asuelen y no haya más memoria de ellos? ¿Es posible que vuestra ira, y vuestro castigo, y la indignación de vuestro enojo es del todo inaplacable, y que ha de proceder hasta llegar al cabo de nuestra destrucción? ¿Está ya así determinado en el vuestro divino consejo, que no se ha de hacer misericordia, ni habéis de haber piedad de nosotros, sino que se han de acabar las saetas de vuestro furor en nuestra total perdición y destrucción? ¿Es posible que este azote, y este castigo no se nos da para nuestra corrección y enmienda sino para total destrucción y asolación, y que no ha más de resplandecer el sol sobre nosotros sino que estemos en perpetuas tinieblas, y en perpetuo silencio, y que nunca más nos habéis de mirar con ojos de misericordia, ni poco, ni más? ¿De esta manera queréis destruir los tristes enfermos, que no se pueden revolver de una parte a otra, ni tienen un momento de descanso, y tienen la boca y dientes llenos de tierra y sarro? Es gran dolor decir que ya todos estamos en tinieblas, y no hay seso, ni sentido para ayudar el uno al otro, ni para mirar el uno, por el otro. Todos están como borrachos y sin seso, sin esperanza de ninguna ayuda; ya los niños chiquitos perecen de hambre, porque no hay quien les dé de comer ni de beber, ni quien los consuele ni regale, ni aun quien dé el pecho a los que aún mamaban; esto a la verdad acontece por sus padres y madres haber muerto, y los dejaron huérfanos y desamparados, sin ningún abrigo; padecen por los pecados de sus padres. ¡Oh señor nuestro, todo piadoso y misericordioso y nuestro amparo! Dado que vuestra ira y vuestra indignación, y vuestras saetas y piedras han gravemente herido a esta pobre gente, sea esto castigo como de padre o madre que castigan a los hijos, tirándoles de las orejas y pellizcándoles en los sobacos, azotándoles con ortigas y derramando sobre ellos agua muy fría, y todo esto se hace para que se enmienden de sus mocedades y niñerías; pues ya es así, que vuestro castigo y vuestra indignación se ha enseñoreado, y ha gloriosamente prevalecido sobre estos vuestros siervos, sobre esta pobre gente, bien así como las gotas del agua, que después de haber llovido sobre los árboles y cañas verdes, tocándoles el aire caen sobre los que están debajo de los árboles o cañas. ¡Oh señor humanísimo!, bien sabéis que la gente popular son como los niños, que después de haber sido azotados y castigados lloran y sollozan y se arrepienten de lo que han hecho; por ventura ya esta gente pobre, por razón de vuestro castigo lloran y suspiran, y se reprehenden a sí mismos y están murmurando de sí mismos, en vuestra presencia se acusan y tachan en sí sus malas obras y se castigan por ellas. Señor nuestro humanísimo, piadosísimo, nobilísimo, preciosísimo, baste ya el castigo pasado y séales dado término para se enmendar, no sean acabados aquí, sino otra vez cuando ya no se enmendaren; perdonadlos y disimulad sus culpas, cese ya vuestra ira y vuestro enojo; recogedla ya dentro de vuestro pecho, para que no haga más daño; descanse ya, y recójase ya vuestro coraje, y vuestro enojo, que a la verdad de la muerte no se pueden escapar, ni huir para ninguna parte; debemos tributo a la muerte, y sus vasallos somos cuantos vivimos en el mundo, y este tributo todos le pagan a la muerte; nadie dejará de seguir a la muerte, que es vuestro mensajero, a la hora que fuere enviada, que esta muerte tiene hambre y sed de tragar cuantos hay en el mundo y es tan poderosa que nadie se le podrá escapar; entonces todos serán castigados conforme a sus obras. ¡Oh señor piadosísimo! a lo menos, apiadaos y habed misericordia de los niños que están en las cunas, y de los niños que aún no saben andar, ni tienen otro oficio sino burlarse con las piedrezuelas y hacer montoncillos de tierra; habed también misericordia, señor, de los pobres misérrimos que no tienen qué comer, ni con qué cubrirse ni en qué dormir, ni saben qué cosa es un día bueno; todos sus días pasan con dolor y aflicción y tristeza. No convendría, señor, que os olvidásedes de haber misericordia de los soldados y hombres de guerra, que en algún tiempo los habréis menester, y mejor será que muriendo en la guerra vayan a la casa del sol, y allí sirvan de comida y bebida, que no que mueran de esta pestilencia y vayan al infierno. ¡Oh señor valerosísimo, amparador de todos y señor de la tierra, y gobernador del mundo y señor de todos, baste ya el pasatiempo y contento que habéis tomado en el castigo que está hecho; acábese ya, señor, este humo y esta niebla de vuestro enojo, apáguese ya este fuego quemante y abrasante de vuestra ira; venga serenidad y claridad, comiencen ya las avecillas de vuestro pueblo a cantar y a escogollarse al sol; dadles tiempo sereno en que os llamen y que hagan oración a V. M. y os conozcan, oh nuestro, valerosísimo, piadosísimo, nobilísimo! Esto poquito he dicho delante de V. M., y no tengo más que decir sino postrarme y arrojarme a vuestros pies, demandando perdón de las faltas que en mi oración he hecho; por cierto no querría quedar en la desgracia de V. M., y no tengo más que decir. Del lenguaje y efectos que usaban orando a Tezcatlipoca, demandándole tuviese por bien de quitar del señorío, por muerte o por otra vía, al señor que no hacía bien su oficio: es la oración o maldición del mayor sátrapa, contra el señor, donde se pone muy extremado lenguaje y muy delicadas metáforas ¡Oh señor nuestro humanísimo, que hacéis sombra a todos los que a vos se allegan, como el árbol de muy gran altura y anchura! Sois invisible e impalpable, y tenemos entendido que penetráis con vuestra vista las piedras y árboles, viendo lo que dentro está escondido y por la misma razón veis y entendéis lo que está dentro de nuestros corazones, y veis nuestros pensamientos: nuestras ánimas en vuestra presencia son como un poco de humo y de niebla, que se levanta de la tierra. No se os puede ahora esconder, señor, las obras y maneras de vivir de fulano; veis y sabéis sus cosas, y las causas de su altivez y ambición, que tiene un corazón cruel y duro, y usa de la dignidad que le habéis dado así como el borracho usa del vino y como el loco de los beleños, esto es, que la riqueza y dignidad y abundancia que por breve tiempo le habéis dado, que se pasa como el sueño, del señorío y trono vuestro que posee esto le desatina y altivece y desasosiega, y se vuelve en locura, como el que come beleños que le aloquecen. Así a éste la prosperidad le hace que a todos menosprecie y a ninguno tenga en nada, parece que su corazón está armado de espinas muy agudas, y también su cara; y esto bien se parece en su manera de vivir y en su manera de hablar, que ninguna cosa hace ni dice que dé contento a nadie; no cura de nadie, ni toma consejo con nadie, vive según su parecer y según su antojo. ¡Oh señor nuestro humanísimo, y amparador de todos y proveedor de todas las cosas, y criador y hacedor de todos!: esto es muy cierto, que él se ha desbaratado y desatinado, y se ha hecho como hijo desagradecido de los beneficios de su padre, y está hecho como un borracho que no tiene seso; las mercedes que le habéis hecho y la dignidad en que le habéis puesto, ha sido la ocasión de su perdición. Allende lo dicho tiene otra cosa harto reprehensible y dañosa, que no es devoto ni ora a los dioses, ni llora delante de ellos, ni se entristece por sus pecados, ni suspira; y esto le procede de haberse desatinado en los vicios como borracho, anda como una persona baldía y vacía muy desatinada; no tiene consideración de quién es, ni del oficio que tiene; ciertamente deshonra y afrenta a la dignidad y trono que tiene, que es cosa vuestra, y debía ser muy honrada y reverenciada, porque de ella depende la justicia y rectitud de la judicatura que tenéis para el sustento y buen regimiento de vuestro pueblo, vos, que sois amparador de todos, y para que la gente baja no sea agraviada, ni oprimida de los mayores; asimismo de ella depende el castigo y humillación de aquellos que no tienen respeto a vuestro trono y dignidad. Y también los mercaderes, que son a quien vos confiáis más de vuestras riquezas, y discurren y andan por todo el mundo y por las montañas y despoblados, buscando con lágrimas vuestros dones y mercedes y regalos, lo cual vos dais con dificultad y a quien son vuestros amigos: todo esto recibe detrimento con no hacer él su oficio como debe; ¡oh señor! que no solamente os deshonra en lo ya dicho, pero aun también cuando nos solemos juntar a cantar y tañer los vuestros cantares, donde demandamos las vuestras mercedes y dones, y donde sois alabado y rogado, y donde los tristes y afligidos y pobres se esfuerzan y consuelan, y los que son cobardes se esfuerzan para morir en la guerra, en ese lugar santo y tan digno de reverencia, hace este hombre disoluciones, y destruye la devoción y desasosiega a los que en este lugar os sirven y alaban, en el cual vos juntáis y señaláis a los que son vuestros amigos, como el pastor señala sus ovejas, cuando se cantan vuestros loores. Y pues que vos, señor, sois y sabéis ser verdad todo lo que he dicho en vuestra presencia, no hay más sino que hagáis vuestra santa voluntad, y el beneplácito de vuestro corazón, remediando este negocio; a lo menos, señor, castigadle de tal manera que sea escarmiento para los demás, para que no le imiten en su mal vivir; véngale de vuestra mano el castigo, según que a vos pareciere, ora sea enfermedad ora cualquier aflicción, o le prive del señorío para que pongáis a otro de vuestros amigos, que sea humilde, devoto y penitente, que tenéis vos muchos tales, que no os falten tales personas cuales son menester para este oficio, los cuales os están esperando y llamando, y los tenéis conocidos por amigos y siervos que lloran y suspiran en vuestra presencia cada día. Elegid alguno de éstos y tomad alguno de éstos para que tenga la dignidad de este vuestro reino y señorío; haced experiencia de alguno de éstos. Cuál de estas cosas ya dichas quiere V. M. conceder: o quitarle el señorío, dignidad y riquezas con que se ensoberbece y darlo a alguno que sea devoto y penitente y os ruegue con humildad, y sea hábil y de buen ingenio, humilde y obediente; o por ventura sois servido, que éste a quien han ensoberbecido vuestros beneficios caiga en pobreza y en miseria, como uno de los más pobres rústicos, que apenas alcanzan qué comer ni qué beber ni qué vestir; ¿o por ventura place a V. M. de hacerle un recio castigo, de que se tulla todo el cuerpo, o incurra en ceguedad de los ojos, o se le pudran los miembros, o por ventura sois servido de sacarle de este mundo por muerte corporal, y que se vaya al infierno, a la casa de las tinieblas y oscuridad, donde hemos de ir todos, donde está nuestro padre y nuestra madre la diosa del infierno y el dios del infierno? Paréceme, señor, que esto le conviene más, para que descansen su corazón y su cuerpo allá en el infierno, con sus antepasados que están ya allá en el infierno. ¡Oh señor nuestro humanísimo! ¡qué es lo que más quiere vuestro corazón, vuestra voluntad sea hecha! A esto que ruego a V. M. no me mueve envidia ni odio, ni con tal intención he venido a vuestra presencia; lo que me mueve no es otra cosa sino el robo y mal tratamiento que se hace a los populares, y la paz y prosperidad de ellos. No querría, señor, provocar contra mí vuestra ira e indignación, que soy un hombre bajo y rústico; bien sé, señor, que penetráis los corazones y sabéis los pensamientos de todos los mortales.