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Del Nitoteliztli Acostumbraban unas maneras de bailar dignas de verse, llamadas por los mexicanos nitoteliztli pero arreitos por los haitianos. A pesar de que a veces concurrieran tres mil, a veces cuatro mil o más hombres, todos cantaban el mismo canto con la misma voz y con la misma danza y compás del cuerpo y de cada una de sus partes; variadas sin embargo en cada una de las mudanzas, respondiendo y concertando con los temas mismos en modo maravilloso; y no sólo se ejercitaban en el canto y en el baile, sino que representaban a manera de comedia o tragedia alguna imagen de sus hazañas. De lo que resulta que había muchas clases de bailes; a veces se cantaban las alabanzas del rey y a veces las de algún héroe o cacique y tal vez las del dios en cuyo honor se celebraba la fiesta y en otras se ensalzaban las victorias. De aquí que hayan nacido tan numerosos nombres como Nenahuayzcuicatl, o sea canto de los abrazos; se llamaba así el baile que solfa hacerse en la tarde que precedía a la fiesta de alguno de aquellos que aquella gente perdida adoraba y veneraba como dioses; la danza empezada al principio de la noche duraba hasta la mañana, al esplendor y luz de las teas y de las flamas de carbones ardientes y de leños encendidos. Tenía lugar al derredor de la plaza del templo mayor y cada varón abrazaba a una mujer poniéndole el brazo derecho al derredor del cuello. Pero el Tlacuiloltepecayotl, o sea el canto de la pintura, se honraba con la presencia de los reyes que bailaban y danzaban y tenía también lugar junto a la plaza del templo mayor, como casi todos los otros bailes, en cada una de las cuatro fiestas del año, de las cuales las principales eran el Tlacaxipeoaliztli o fiesta de la desolladura de hombres, Panquetzaliztli o fiesta de la estatua. ¿Qué diré del Cuextecayotl en el cual imitaban el modo de bailar, el ornato y la apariencia de la gente huasteca, y representaban la guerra en que los vencieron, con sonido vario y tumulto marcial muy bien acomodado? El Chichimecayotl en el cual recordaban los principios y origen de aquella gente. El Xaponcuicatl, o canto de los festines, en el cual se cantaban las alabanzas del héroe que convidaba a cenar. El Cococuícatl, o sea canto de la tórtola, se cantaba en las nupcias y en él se alababa a los que contraían matrimonio. El Tlacahualizcucatl, o sea canto de los viajeros, en el que se referían las labores de los que traían a los reyes los impuestos anuales acostumbrados. El Ixcuecuechcuícatl, o sea canto en el cual eran celebrados promiscuamente varios héroes. El Huexocincayotl, o sea canto de los de Huexocingo, en el que celebraban la victoria que habían alcanzado sobre ellos; se cantaba principalmente en el tiempo en que eran arrastrados para ser inmolados a los dioses. Además el Otoncuícatl, Cuitlatecayotl, Michoacayotl, Tlaxcaltecayotl, Coyxcayotl, Tlacahoilizcuícatl, Cempoaltecayotl, Temazcalcuícatl, Anahoacoyotl, Cozcatecayotl, Oztomecayotl, y otros donde se hacía mención honorífica de los trofeos y de las artes de esa gente, tal como lo indican los propios nombres. El canto era en su mayor parte grave y tardo y lo que se cantaba estaba en prosa. Los adornos consistían en varias pieles de animales, plumas y penachos de varios colores. Las clases de armas y de dardos, como arcos, lanzas, flechas y escudos, eran innumerables. Llevaban flores varias arregladas en collares o ramilletes. También gemas brillantes con las cuales se esforzaban en poner ante los ojos la imagen de aquellas gentes de las que solían imitar el traje, la manera de ser del cuerpo, el color de los vestidos y los cabellos y aquellas cosas que se incrustaban en las narices, orejas y otras partes del cuerpo. Los instrumentos musicales con los cuales además de las voces, del estrépito y de los silbidos acompañaban el canto, eran el Hoehoetl y el teponaztli, género de tambor, flautas en su mayor parte de cañas, huesos cavados con muchas estrías y esferas huecas llenas de chinitas. De la mayor parte de estas cosas presentamos una fiel imagen para que sean conocidas y vistas por los españoles y por todas las otras naciones hasta donde pueda hacerse.
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CAPÍTULO VI Llegan los indios casi a rendir una carabela, y el desatino de un español desvanecido Habiendo experimentado los indios que por mucho perseguir a los españoles no conseguían lo que deseaban, que era matarlos todos, antes les hacían navegar con más orden y concierto sin apartarse unos de otros, usaron de un ardid de guerra. Y fue que se alejaron de los bergantines o carabelas con esperanza que, descuidándolos, podría ser que se desmandasen unas de otras y diesen ocasión a que las desbaratasen hallándolas divididas cada una de por sí. Con esta astucia se quedaron el río arriba, dando a entender que dejaban libres las carabelas, las cuales navegaban con próspero viento. Yendo, pues, así en su viaje, se apartó una de ellas, sin propósito alguno, y salió de la orden que todas llevaban y se quedó atrás menos de cien pasos. Los indios, viendo que no les había salido vano el ardid y engaño, no quisieron perder la ocasión que se les ofrecía, y así, a toda furia, arremetieron de todas partes con la carabela y abordaron con ella para la rendir y tomar a manos. Las otras seis que iban delante, reconociendo el descuido de la compañera, amainaron las velas, y a toda diligencia volvieron con los remos a socorrerla, y aunque era poca la distancia, en ser contra la corriente del río, arribaron con mucha dificultad y trabajo, y, cuando llegaron al bergantín hallaron los castellanos que iban dentro tan apretados por la inundación de los indios que sobre ellos habían cargado que se defendían a golpe de espada y no podían acudir a tantas partes como era menester, por donde los enemigos entraban en la carabela, de los cuales había algunos ya dentro y otros muchos estaban asidos de ella. Mas con la llegada de los nuestros se retiraron afuera, llevándose consigo la canoa que la carabela traía por popa con cinco cochinas de las que habían reservado para criar si poblasen en alguna parte. Este fue el suceso del día decimotercio de la navegación de los españoles, los cuales, atribuyendo a la misericordia de Dios el no habérseles perdido la carabela, se apercibieron y encomendaron de nuevo unos a otros que, para no verse en afrenta y peligro semejante, tuviesen todos cuidado de no desmandarse ni salir de orden. Con ella navegaron otros dos días, y los indios iban siempre en pos de ellos, menos de un cuarto de legua, aguardando a que hubiese en los nuestros algún desconcierto para gozar de él. Bien recatados y con gran vigilancia navegaban nuestros españoles, viendo cuán a la mira venían los indios para no perder ocasión en que les pudiesen ofender, mas por mucha diligencia que pusieron no les bastó para que el decimosexto día de su navegación no les sucediese una desgracia y pérdida de mucha lástima y dolor, y tanto más de llorar cuando la causa fue más desatinada y disparada y menos ocasionada de peligro que los forzase o necesitase a poner en riesgo de perder las vidas, como las perdieron cuarenta y ocho hombres de los mejores y más valientes que en el armada iban. Mas al desatino de un temerario no hay gobierno que baste a resistir, porque destruye más un loco que edifican cien cuerdos. Y porque se entienda mejor el mal suceso de los nuestros, se me permita contarlo a la larga cómo pasó y quién fue la causa de tanto mal y daño. Entre los españoles de esa armada venía uno natural de Villanueva de Barcarrota, llamado Esteban Añez, hombre rústico, el cual metió en la Florida un caballo que, aunque villano de talle, era fuerte y recio, que por serlo tanto, o porque alguna flecha no le alcanzó por buen lugar, que es lo más cierto, había servido hasta el fin de la jornada y fue uno de los pocos que los castellanos embarcaron en los bergantines para esta navegación que vamos contando. Pues como Esteban Añez hubiese andado siempre a caballo y se hubiese hallado en muchos de los trances pasados, aunque en ellos no había hecho cosa notable, había cobrado opinión de valiente y estaba en esta reputación, con la cual, ayudado de su naturaleza rústica y villana, andaba desvanecido y loco. Para confirmación de su locura salió de su carabela y entró en la canoa que llevaba por popa, diciendo ir a hablar al gobernador que iba delante. Salieron con él otros cinco españoles que había engañado diciéndoles que todos seis habían de hacer una hazaña, la más notable y famosa de cuantas se hubiesen hecho en todo aquel descubrimiento, y fueron fáciles de persuadir porque todos eran mozos. Y entre ellos fue un caballero de edad de veinte años, hijo natural de don Carlos Enríquez, que falleció en la batalla de Mauvila. Tenía el mismo nombre del padre y era gentil hombre de persona y hermoso de rostro cuanto lo podía ser hombre humano, y que en tan tierna edad, así en el esfuerzo de las armas como en la virtud de su vida y costumbres había mostrado de ser hijo de tal padre. Este caballero y otros cuatro, por la codicia de ganar la honra que Esteban Añez les prometía, entraron con él en la canoa y, con el achaque de hablar al gobernador, se apartaron de la carabela. Viéndose alejados de ella, arremetieron a los indios diciendo a grandes voces: "A ellos, que huyen." El gobernador y los demás capitanes, viendo el desatino de aquellos seis españoles, mandaron a los trompetas tocasen a toda prisa a recoger y con señas y voces les decían mirasen el peligro en que iban y se volviesen a su carabela. Mas Esteban Añez mostró tanta mayor obstinación en su locura y desatino cuanto mayores voces le daban los suyos y no quiso volver, antes hacía señas a las carabelas que le siguiesen todas. El gobernador, vista la inobediencia de aquel desatinado, mandó que en las canoas que los bergantines llevaban por popa, fuesen treinta o cuarenta españoles por aquel hombre, con determinación de mandarlo ahorcar luego que lo trajesen. Empero mejor fuera remitir el castigo a los indios, que ellos curaran su locura, como se la curaron, y no enviar a perder otros muchos que se perdieron por un perdido.
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CAPITULO VI Extension de la jurisdiccion de la Audiencia de Panamá en el reyno de Tierra Firme sus confines, y provincias que lo forman 294 Assi como goza Panamá la prerrogativa de ser capital de su provincia, tiene la de ser cabeza del reyno de Tierra Firme, el qual lo componen las tres provincias de Panamá, el Darién y Veraguas; la primera en todo possee el señorío, pues se halla en el medio de las otras dos, de las quales la del Darién cae á su oriente, y al occidente está la de Veraguas. 295 Tiene su principio el reyno de Tierra Firme, por la parte septentrional, en el rio del Darién y sigue por Nombre de Dios, bocas del Toro, bahía del Almirante y fenece al occidente con el rio de los Dorados, por la mar del norte; pero en la mar del sur, tomando su principio en la parte occidental, sigue desde punta Gorda, en Costa Rica, punta de Mariatos, morro de Puercos hasta la ensenada del Darián, y de aqui continúa, lo largo de la costa para el sur, por puerto de Piñas Morro Quemado y se termina en la bahía de San Buenaventura. Su longitud de levante á poniente se computa de 180 leguas aunque por la costa excede de 230; su distancia de norte á sur es la que tiene el isthmo, ocupado por la provincia de Panamá y parte de la del Darién, en el qual es su mas angosto espacio desde el rio del Darién, y Chagre, en la costa del mar del norte, hasta los del Pito y el Caymito, en la que corresponde al del sur, cuyo brazo de tierra tiene por esta parte del uno al otro mar 14 leguas, pero despues vá ensanchandose acia el Chocó y Sitará; y lo mismo por la parte occidental, en la provincia de Veraguas, y en esta se dilata desde el uno al otro mar hasta 40 leguas de distancia. 296 Por este isthmo ó estrecho de tierra passan las elevadas cordilleras de los Andes, que, empezando á encumbrarse desde la tierra magallanica, reyno de Chile y provincia de Buenos-Ayres, continúan por toda la distancia que ocupan las provincias del Perú y Quito y, estrechandose desde esta ultima, llegan á comprimirse una con otra para hacer el passo del isthmo y, despues, vuelven á ensancharse y se reparten en las provincias y reynos de Nicaragua, Guatemala, Costa Rica, San Miguel, Mexico, Guajaca, la Puebla y otras, formando varios ramos que parece encadenan la union de aquellas partes meridionales de las Indias con las septentrionales. 297 Para que pueda formarse un completo juicio de aquel reyno, daré aquellas noticias que conspiren á ello por provincias, en cuyo modo se hará mas comprehensible; y dando principio por la de Panamá como la principal, digo que la mayor parte de sus poblaciones están situadas en las llanuras que ofrecen las inmediaciones de las playas porque lo restante de su territorio, siendo asperezas y crecidos cerros, no permiten la necessaria comodidad para las poblaciones ni climas adequados para que se consiga en ellos lo necessario á la manutencion de sus habitadores. 298 Esta provincia consta de tres ciudades, una villa, fortalezas, pueblos y habitaciones, cuyos nombres son los siguientes con la especificacion de las castas que componen su vecindario. 299 Las ciudades son la de Panamá, Portobelo y Santiago de Natá de los Cavalleros. El sitio en que se halla esta ultima fue descubierto en el año de 1515 por el capitan Alonso Perez de la Rúa siendo su cacique Natá. El licenciado Gaspar de Espinosa la pobló por primera vez en el año de 1517 con titulo de villa y, haviendola deshecho y quemado los indios, la volvió á reedificar, y se le dió el de ciudad. Es grande, y sus casas, unas son de barro ó adobes, y otras de paja; su vecinario, de españoles y castas. 300 La villa, á quien nombran de los Santos, es moderna poblacion de los españoles vecinos de la ciudad de Natá, que, con motivo de hacer allí sus rozas de sembradío, han ido fabricando sus casas y dexando la ciudad, de modo que, al presente, es mucho mas quantioso su vecindario que el de aquella. Fue descubierto su territorio por Rodrigo Valenzuela, y entonces halló allí habitaciones de indios con un cacique llamado Guazán; como se puede inferir del origen de esta villa, sus habitadores son españoles y de castas. 301 En quanto á los pueblos, son varios y numerosos los que tiene esta provincia. 302 El primero será el que llaman de Nuestra Señora de Pacora; su vecindario es gente de color, esto es, mulatos y sus descendientes. 303 San Christoval de Chepo, cuyo nombre tomó de sus caciques Chepo y Chepauri, fue descubierto por Tello de Guzmán el año de 1515. Además de los indios de que se compone su vecindario, hay en él una compañia de infanteria del presidio de Panamá, cuyos soldados se mantienen allí, los mas de ellos con sus familias. 304 A la jurisdiccion de este pueblo pertenecen varias rancherías y habitaciones de indios, que están en las quebradas á la parte del sur, inmediatos al pueblo de Chepo, cuyos nombres son los que se siguen. 305 En las sabanas del rio Mamoní hay diversas habitaciones esparcidas, y son las siguientes: en el rio de la Campana en la quebrada de Terralba en la quebrada de Curcutí en la quebrada del Platanar en el rio de Cañas y su desaguadero en la quebrada de Calobra en el rio del Platanar en la quebrada de Pugibay en el rio de Pingantí en la quebrada deMarcelo en el rio de Bayano en el rio de Manga 306 Tambien pertenecen al mismo pueblo de Chepo las siguientes habitaciones, que están á la parte del norte. en el rio del Playón en el rio de Guanacati en el rio Chico de la Concepcion en el rio del Coco ó Mandinga en el rio de Saratí 307 El pueblo de San Juan está en el camino de Panamá á Portobelo; es de gente de color. 308 El pueblo de Nuestra Señora de Consolacion está poblado de negros. 309 El pueblo de la Santissima Trinidad de Chamá fue descubierto por el capitán Gonzalo de Badajoz; llamabase su cacique Chamá, de donde le quedó el nombre. Es hoy compuesto de españoles y gente de castas. 310 E1 pueblo de San Isidro de Quiñones fue descubierto por el mismo Badajoz; era su cacique Totronagua. Hoy le habitan españoles y gente de castas. 311 El pueblo de San Francisco de Paula, que está en la cordillera, lo habitan españoles y gente de castas. 312 El pueblo de San Juan de Potonomé, cuyo nombre tenia su cacique, es compuesto de indios, quienes permanecen en la costumbre de usar estólica y flechas por armas, las que manejan con mucha destreza, y son valerosos. 313 El pueblo nombrado Santa María; el sitio donde está fundado fue descubierto por Gonzalo de Badajoz, y era su cacique Escolia. Hoy lo habitan españoles solamente. 314 El pueblo de Santo Domingo de Parita, llamado assi por su cacique, antiguamente era solo de indios pero al presente habitan, además de estos, muchos españoles. 315 Las islas de pesquería de perlas, Taboga y Taboguilla con otras sus anexas, fueron descubiertas por orden de Pedro Arias Davila, el primer governador y capitan general que tuvo el reyno de Tierra Firme; hay en ellas habitaciones de españoles y de negros buzos para la pesca. 316 Las islas del Rey fueron descubiertas por Gaspar de Morales y el capitan Francisco Pizarro. Además de las habitaciones de españoles que hay en ellas, hacen allí su demora un crecido numero de negros buzos. 317 La segunda provincia de este reyno es la de Veraguas cuya capital es la ciudad de Santiago, del mismo sobrenombre. El primero que descubrió su costa fue el almirante Don Christoval Colón en el año de 1503; dióle el nombre de Verdes Aguas al rio llamado de Veragua por el color verde de sus ondas ó, como otros quieren, porque assi lo denominaban los indios, y de aqui se derivó á toda la provincia. En el año de 1518 fue repetido por tierra el descubrimiento por los capitanes Gaspar de Espinosa y Diego de Alvitez, encontrando á su cacique Urraca, á el qual no pudieron vencer los españoles; y aunque por entonces hicieron su primer assiento en las cercanías, no permanecieron allí porque las continuas invasiones y correrias que hacian sobre ellos los indios los obligaron á que lo abandonaran y, con este motivo, fundaron la ciudad de Santiago de Veraguas, en el que hoy se mantiene. 318 Además de la antecedente, comprehende aquella provincia otras dos ciudades y varios pueblos, que son en la forma siguiente. 319 La ciudad de Santiago al Angel fue fundada primeramente el año de 1521 por Benito Hurtado, regidor de Panamá; despues de esta, ha tenido otras dos fundaciones. Su vecindario se compone de españoles y gente de color. 320 La de Nuestra Señora de los Remedios de Pueblo Nuevo, es habitada como la antecedente. Pueblo de San Francisco de la Montaña, habitado de indios flecheros. El pueblo de San Miguel de la Halaya, de toda gente. El de San Marcelo de Leonmesa de Tabaraná, habitado de indios. El de San Raphael de Gyaymí, de indios. El de San Phelipe del Guaymí, de indios. El de San Martin de los Costos, de indios. El de San Agustin de Ulate, de indios changuinas. El de San Joseph de Bugaba, de indios. El de la Piedad y San Miguel, de indios changuinas. Los dos pueblos, San Pedro y San Pablo de los Platanares, de indios. E1 de San Pedro, de indios dorases. El de San Carlos, de indios dorases. 321 La tercera provincia de Tierra Firme es la del Darién, en la cual la mayor parte son pueblos vagantes que sacudieron el yugo por volverse á quedar dueños de su libertad y sin más religión que la barbara de gentes incultas. En el año de 1716 eran muchos los pueblos, doctrinas y rancherías que tenían jurado el vassallage á los reyes de España y estaban sujetos á los governadores de Panamá; hoy permanecen todavía algunos aunque pocos. Los nombre de los que havia en aquel año son estos. E1 pueblo y assiento de minas de Santa Cruz de Caná; era poblacion crecida de españoles y castas. El pueblo de Concepcion de Sabaló; como el antecedente, aunque no de tanto vecindario. El pueblo de San Vicente de Tayequá; idem. El pueblo de Santo Domingo de Balsas; de españoles y gente de castas. El pueblo de españoles en el real de Santa Marta. La doctrina San Geronymo de Yabirá, cuyo nombre traducido de su lengua significa doncel y, por estar cerca de un rio, quiere decir rio doncel; de indios. La de San Enrique de Capetí; esta palabra significa dormido. La de Santa Cruz de Pucro; pucro llaman aquellos naturales á una madera muy ligera que en Guayaquil llaman balsa. La doctrina de San Juan de Tacaracuna y Maternatí; estos dos nombres son los de los cerros ó cordilleras que passan por el parage de la fundacion. El pueblo de indios de San Joseph de Zete-Gaatí no es doctrina; zete gaatí es el nombre de un bejuco que se cria allí. 322 Rancherías y habitaciones á la parte del sur. Poblacion de Nuestra Señora del Rosario de Rio Congo. Poblaciones en los rios de Zabalos, Balsas y Urón. Poblaciones en Matungatí y en el rio del mismo nombre en el rio de Tapanacul en el rio de Tuquesa en el rio de Pucro en el rio de Tupisa en el rio de Paya y en su boca en el rio de Yabisa en los Paparos en Chepigana 323 Rancherías y habitaciones á la parte del norte. En el rio de Sutuguntí. en el rio de Queno en el rio de Moretí en el rio de Seraque en el rio Agrasenequa en el rio de Ocabajanti en el rio de Urabá 324 Todas las doctrinas y poblaciones eran de indios y tenian crecido numero de gente, pues en estas ultimas algunas llegaban á 400 personas, aunque por lo regular eran de 150 á 200: por aqui podrá comprehenderse el numero que tendrian las doctrinas. Y para que no sea molesto el ir reconociendo los pueblos de todo aquel reyno, que no me ha parecido justo omitir sus nombres, concluyo con un extracto de todo lo que comprehende, por el qual se podrá hacer capaz el lector de todo ello. 325 Resumen de lo que comprehende el reyno de Tierra Firme; 4 fortalezas; una villa de españoles y gente de castas; 35 pueblos, 11 de españoles y gente de castas, 2 de mulatos y negros y 22 de indios, la mayor parte doctrinas; 32 habitaciones ó rancherías, donde hay en cada una varias casas esparcidas á lo largo de las quebradas, rios y sabanas; y 43 islas de pesquería de perlas, parte de estas en la ensenada de Panamá, otras en la costa de la villa y, las restantes, al sur de Veraguas.
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CAPITULO VI Que trata de los piratas más célebres de aquellas costas americanas Dije ya en lo antecedente cómo me fue forzoso juntarme con los piratas, a los cuales doy este nombre pues no son mantenidos de algún soberano príncipe. Lo que consta es que el rey de España diversas veces envió sus embajadores a los reyes de Francia e Inglaterra, lamentándose de las molestias que dichos piratas han hecho en sus tierras de la América, aún en la calma de la paz; a cuyos embajadores se les respondió: Que tales hombres no eran sujetos, ni vasallos de sus majestades en las funciones de piraterías y que así S. M. Católica podría proceder contra ellos de la suerte que hallase más a propósito. El rey de Francia respondió además de lo dicho: Que no tenía alguna fortaleza en la isla Española, ni que de ella sacaba algún tributo. También el de Inglaterra dijo: Que jamás había dado patentes a los de Jamaica para cometer alguna hostilidad contra los sujetos de S. M. Católica. No sólo respondió esto, mas por dar gusto a la Corte de España, llamó al gobernador de Jamaica constituyendo otro en su lugar. Todo esto no fue bastante para que los piratas dejasen de hacer cuanto les fue posible en contra. Mas, antes de contar sus insolencias atrevidas, declararé su origen y más ordinarios empleos, como también de los principales entre ellos y su modo de armar para salir en mar. El Pirata que estaba en la isla de Tortuga se llamaba Pedro el Grande (que en Francés se pronuncia Pierre le Grand) natural de Dieppe, el cual tomó al vicealmirante de la flota española, cerca del cabo de Tiburón, del lado del occidente de la isla de Santo Domingo, sólo con una barca donde él estaba con veinte y ocho personas dentro: la causa de esto fue que hasta entonces, jamás los españoles habían hallado en el canal de Bahama contradiciones, de suerte que los piratas salieron en mar por el Caycos, donde le tomaron con facilidad, echando la gente española en tierra y enviando el navío a Francia. El modo con que este intrépido pirata tomó y se atrevió a tal navío diré según he leído en el diario de un verdadero autor, y es tal: Estuvo la barca de Pedro el Grande en la mar sin poder obtener nada, según su pirático intento, y faltándola ya los víveres y vituallas no podía esperar más sobre las aguas; entre este conflicto vieron un navío de la flota española que se había separado de los otros, contra el cual hicieron determinada resolución de tomarle o morir en la demanda, fuéronse acercando para reconocerle y aunque les pareció presa fuera de sus fuerzas, no obstante, desesperadamente se abordaron; habiéndose llegado de suerte que ya el navío no se les podía escapar sino muertos todos; hicieron los piratas a su capitán Pedro juramento de haberse en la acción esforzados y valerosos, sin desmayos ni temores; creían, entretanto, estos salteadores hallarían desproveído el bajel y que a poca costa le podrían sujetar. Era cerca de la noche cuando esto se emprendió, disponiendo antes de la ejecución al cirujano de la barca que hiciese un gran agujero en ella para que, yéndose a pique, se hallasen más forzados a saltar apresuradamente en el bajel. Hiciéronlo no teniendo cada uno más armas que una pistola y la espada en mano, con que entraron corriendo, inmediatamente, a la cámara de popa donde hallaron en ella al capitán con otros amigos jugando a los cientos. Pusiéronle una pistola al pecho y pidieron les rindiese el navío a su obediencia. Como los españoles vieron dentro los piratas sin haberlos antes visto venir, creían eran fantasmas y decían: Jesús, ¿son demonios estos? Entretanto otros se apoderaron de la cámara de santa bárbara haciéndose en primer lugar, señores de todas las armas y municiones que en ella había, matando a cuantos se les oponían; con que, finalmente, los españoles se rindieron. Habían, este mismo día, advertido al capitán del navío, que la barca que cruzaba era de piratas, de lo cual, no haciendo caso, burlándose decía: ¿Debo yo tener temor de una cosa de tan poco momento? Ni aunque fuera de otra nave tan grande y fuerte como en la que estoy. Tomado que hubo Pedro el Grande esta poderosa presa, detuvo en su servicio tantos cuantos había menester y puso el resto en tierra; con que al punto dio a la vela poniendo la proa, con toda la riqueza que halló dentro, hacia el reino de Francia, donde se quedó sin jamás volver a la América. Los plantadores y cazadores de la Tortuga, habiendo oído una tan favorable fortuna y rica presa que aquellos piratas obtuvieron, dejaron sus funciones y ordinarios ejercicios. Muchos de ellos buscaron medios para hacer o comprar algunos navichuelos con que piratear; los cuales no pudiéndolos hallar fácilmente ni hacer, se resolvieron a salir con sus canoas, y con ellas se fueron costeando el cabo de Alvarez, donde los españoles trafican de una ciudad a otra con barcas, llevando pieles, tabaco, y otras mercadurías a La Habana, que es la ciudad metrópoli de aquel país, a la cual los españoles de la Europa van muy de ordinario. Fue allí donde estos nuevos piratas tomaron muchas barcas cargadas que llevaban a Tortuga, y vendían todo a los que por este fin esperan en su puerto con sus navíos. Compraron con las ganancias muchas preparaciones necesarias para emprender otros viajes, que hicieron hacia la playa de Campeche, y otros a las partes de Nueva España, en cuyos sitios, por entonces, los españoles comerciaban con frecuencia. Hallaban en estos pasos cantidades de embarcaciones comerciantes, y muchos navíos de alto bordo, de los cuales tomaron dos de los mayores en menos de un mes que barloventearon, teniéndolos los españoles preparados en el puerto de Campeche para ir a Caracas cargados de plata. Llegando con ellos a Tortuga, y admirándose todos los de aquella isla de tales progresos, y que en menos de dos años enriquecían su tierra, se aumentó tanto el número de piratas, que se hallaban ya en aquella corta tierra y puerto, más de veinte navíos de tales gentes; con lo cual los españoles se vieron obligados a armar dos grandísimas fragatas de guerra, para la defensa de sus costas y cruzar sobre los enemigos.
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CAPITULO VI Temperamento de Guayaquil, division de las dos sazones de ibierno y verano, plagas que se experimentan y sus enfermedades 409 Empieza el ibierno en Guayaquil por el mes de diciembre, unas veces á principio, otras á mediados y algunas retardandose hasta fines de este mes, y dura hasta el de abril ó mayo. En esta sazón parece que todos los elementos, sabandijas é insectos, acuden conformes á molestar la humana naturaleza; el calor es con extremo pues, segun puede colegirse de las experiencias del thermometro, en el dia 3 de abril, quando su rigor havia yá passado y empezaba á mitigarse, á las 6 de la mañana marcaba 1022, á las 12 del dia 1025 y á las 3 de la tarde 1027; con que, se conviene á inferir que en lo fuerte del ibierno es mas cálido aquel temple que el de Cartagena. A proporcion de esto, las aguas son continuas de noche y dia, las tormentas de truenos y rayos, frequentes y furiosos, y todo se conjura de modo que el calor molesta por sí; las aguas, hinchando aquel rio y los demás que le entran, anegan todo el territorio y lo dexan impracticable. La continua calma hace deseoso el ambiente, y la innumerable cantidad de sabandijas é insectos infestando el ayre y la tierra viene á ser insoportable. Las culebras y viboras venenosas, alacranes y cientopies se vuelven familiares en las casas en esta estacion á costa del peligro de la vida de sus moradores si por desgracia llegan á picar y, aunque en todo el resto del año no faltan, en este tiempo son con mayor abundancia y mas prompta agilidad, y assi es preciso tener la precaucion de reconocer las camas cuidadosamente porque alguna vez ha sucedido hallarse en ellas uno ú otro de estos animales. Y tanto por librarse de semejante peligro quanto por evadirse de la molestia que causan los mosquitos y demás insectos, no hay persona que dexa de tener un toldo para dormir, hasta los negros esclavos y indios; la gente pobre lo hace de tucuyo, que assi tiene el nombre el lienzo de algodón que se texe en la sierra, y las demás personas, de otros lienzos blancos finos segun el possible de cada uno y, á proporcion de este, lo guarnecen de encajes de mas ó menos estimacion. 410 Aunque en todos aquellos países cálidos y humedos es grande la abundancia y variedad de insectos volatiles, en ninguno es tanta como en Guayaquil, pues en la sazón del ibierno no se puede mantener una luz encendida fuera de farol el tiempo de tres ó quatro minutos sin que la apague la muchedumbre de los que, girando al rededor de ella, se sacrifican en su llama; el que por precision tiene que estar cercano á la luz, en breve rato lo hacen apartar de ella los que se introducen por todos los sentidos. Y en esto no fue poca nuestra mortificacion quando, en los cortos intervalos claros de las noches, aprovechabamos el tiempo en algunas observaciones de estrellas, pues, por una parte las picadas y por otra la molestia de no poder ver ni respirar, llegaba á tanto que hubo vez en que nos hicieron finalizarlas con alguna anticipacion al deseo. 411 Ni es menos molesta la pension y plaga de ratas, que allí llaman pericotes, cuya abundancia es tanta en todas las casas de la ciudad que, saliendo de sus nidos desde el instante que anochece, se passean por las salas y piezas con toda familiaridad y embarazan el sueño á las personas que no están acostumbradas á su frequencia y ruido con el subir y baxar por el toldo de su cama y por los estantes ó armazón interior de las casas. Están yá tan habituadas con la gente que delante de ella se abalanzan á la vela que está alumbrando, la arrebatan y van á comer á otra parte quando falta la preocupacion de tenerla dentro de farol, y, siendo tanto el peligro que de esto redundaria en aquellas casas, procuran no exponerse á experimentarlo, bien que no lo pueden del todo escusar al mas leve descuido. 412 Todas estas pensiones, que al que no está connaturalizado con ellas le parecen insoportables y que por sí solas serían suficientes para hacer inhabitable aquel país, no son de entidad para sus naturales que las sufren por costumbre, y, en su consideracion, todas juntas no llegan á ser tan molestas como la mas minima del temperamento frio de las poblaciones de la sierra, no obstante que este sea para los europeos summamente moderado. 413 El verano es allí el temple menos fastidioso pues con él se aminoran las plagas de aquellos avechuchos; y aunque algunos autores han dado á entender ser en esta sazón en la que abunden, han padecido equivocacion en ello. El calor se mitiga porque vientan los ayres del sudoeste y oes sudoeste, que allí llaman Chandui, nombre que les han dado por venir de un cerro, de quien lo es proprio. Estos empiezan diariamente al medio dia y duran hasta las 5 ó 6 de la mañana del siguiente; con ellos se refresca la tierra y se goza de apacibilidad, el cielo muestra una continua serenidad, las aguas son tan raras que es casualidad particular el caer algun aguacero, los mantenimientos están mas abundantes, y los propios del país, con mejor sazón porque se cogen frescos; las frutas, mas comunes, en particular los melones y sandías, los quales en balsas muy grandes baxan á la ciudad, donde no se pueden coneguir las muchas que consume el país, y, sobre todo, es entonces muy sano aquel temple. 414 En el ibierno es muy grande la propension allí á fiebres intermitentes ó tercianas, que incomodan mucho á la naturaleza y mas que en otros parages porque hay omission en curarlas y repugnancia en usar el especifico de la cascarilla ó quina, con la preocupacion de que, siendo cálida, no puede causar efectos favorables en aquel clima, y, ciegos en este error sin el recurso de medicos que los desimpressionen, se dexan aniquilar del mal hasta que muchas veces les pone termino á la vida. Los naturales de la sierra, connaturalizados á los temples frios, extrañan el de Guayaquil con extremo, en él se debilitan y desfallecen, entreganse indiscretamente al engaño de las frutas que les lisongean el paladar y á poco tiempo se hallan con la indisposicion de las fiebres, tan comunes para ellos en una sazón como en otra. 415 Además de esta enfermedad, que es la mas comun, se ha experimentado tambien la del vomito prieto desde el año de 1740, en que, haviendo llegado la armada de galeones del sur, retirandose de Panamá por causa de la guerra para assegurar el tesoro en las provincias de la sierra, se padeció la primera vez esta epidemia, y murió mucha gente, assi de la que llevaba la misma armada como de la forastera que se hallaba allí, y algunos patricios aunque muy pocos. La ocasion y circunstancias de este accidente ha hecho creer que lo introduxeron los mismos de la armada, hallandose infestados de él hasta Panamá, y juntamente inferir que se contrae de unos á otros, pues el clima, que hasta entonces no lo havia causado en tantos forasteros como por él trafican, no se lo huviera participado entonces si los hálitos de los yá picados no huviesen introducido la malignidad. 416 Son muy sujetos aquellos naturales á padecer cataratas y otras enfermedades de los ojos, que suelen llegar á dexarlos ciegos totalmente; no es esto general pero sí mas comun que en otras partes, y su causa, segun yo me persuado, procede de los continuos vapores que se engendran con la permanente inundacion en aquel país todo el ibierno, los quales por la calidad del terreno gredoso son viscosos en sumo grado y, llegando á penetrar las exteriores tunicas, no solo encrasan el christalino pero aun empañan la pupila, de donde se engendran las nubes, cataratas y otras semejantes.
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CAPITULO VI Toma resolución Morgan de ir a embestir y despojar la ciudad de Portobelo; arma y prepara una flota y con ella señoréase a poca costa y fuerza de dicha plaza Parecía que después que los franceses dejaron a Morgan, los ingleses no tenían brío para emprender tan grandes cosas como de antes, mas Morgan que participaba su ánimo con sus solas razones, les dio tal coraje, cuanto fue bastante para no desmayar en sus propósitos, haciéndoles grandes promesas en caso que cada uno quisiese ejecutar sus órdenes, que sería (así decía) el medio de adquirir grandes riquezas. Movióles la voluntad esto tanto, que con intrépidos ánimos le siguieron. Hizo lo mismo un cierto pirata de Campeche que se fue con Morgan a buscar mejor fortuna que la que él por sí solo hacía; de modo que juntó en todo nueve velas, entre navíos y barcas grandes, con 460 hombres militares. Después que hubo puesto en orden todas las cosas, se fueron a la mar sin que Morgan comunicase a nadie su designio por entonces, sino es dando buenas esperanzas de que tenía por indubitable hacer buena fortuna, si las cosas no mudaban el curso de sus designios. Pusieron la proa hacia la tierra firme, que en pocos días descubrieron, hallándose en Costa Rica, con toda su flota enteramente, y así que descubrieron el país, Morgan declaró sus intentos a todos sus capitanes y después a todos los demás compañeros. Díjoles determinaba acometer Portobelo y que esto lo ejecutaría de noche, deseando saquear todo y la ciudad, sin reserva de lo más escondido, y proponía para dar ánimo que la empresa les produciría bien, pues nadie estaba advertido de su llegada. Algunos respondieron sobre esto que no tenían bastante gente para el asalto de una tan grande y fuerte ciudad, con que replicó Morgan: Si el número es corto, los ánimos son grandes, y mientras menos personas, más unión y mayores porciones en el expolio. Concluyóles la ambición de las futuras riquezas y fueron todos unánimes en ello. Y a fin que mejor se pueda conocer y entender este incomparable atrevimiento, será necesario hacer una breve declaración de lo que esta ciudad es. En Costa Rica, sobre la altura de diez grados, latitud septentrional, está situada la ciudad de Portobelo, catorce leguas del golfo de Darién y ocho del lado de occidente, del Nombre de Dios. Es la más fuerte plaza que el rey de España posee en todas las Indias occidentales, excepto La Habana y Cartagena. Defiéndenla dos castillos inexpugnables que están a la entrada del puerto, de modo que pueden defender la ciudad y no dejar entrar navío ni barca alguna si no fuere con permisión. Tiene siempre de guarnición 300 soldados y 400 vecinos que perpetuamente la habitan. Los mercaderes no se hallan allí, sino es cuando los galeones de España llegan, a causa que el aire es muy malsano, por los vapores que exhalan las montañas, y aunque dichos mercaderes tienen sus almacenes en Portobelo, no obstante, su residencia es en Panamá, de donde hacen traer la plata sobre mulos en tiempo que la feria debe comenzar y cuando los navíos que llegan de Grillos, vienen para vender esclavos. Morgan, que sabía muy bien las entradas y salidas de esta ciudad, y de las costas a ella cercanas, llegó al anochecer al Puerto de Naos, que está diez leguas del lado del poniente de Portobelo, y llegados allí, subieron por la ribera hasta Puerto Pontín, donde ancoraron saltando al punto en barcas y canoas y dejando solamente en los navíos alguna gente para guardarlos y el día siguiente llevarlos al puerto. Cerca de la medianoche fueron a un lugar llamado Estera longa lemos, en el cual salieron a tierra y caminaron hasta los primeros puestos de la ciudad. Tenían consigo cierto inglés que estuvo prisionero en aquel país, el cual les servía de guía, que acompañado de tres o cuatro personas fueron a tomar al centinela, que sutilmente agarraron, sin que hubiese podido tirar algún mosquetazo, ni hacer ruido alguno; a quien ataron las manos y trajeron a la presencia de Morgan, que le preguntó: ¿Cómo van las cosas en la ciudad? ¿qué fuerzas tiene? y otras circunstancias que quiso descubrir. Después de todas estas y otras preguntas, le hicieron mil amenazas de matarle si conocían no ser verdad lo que había respondido. Comenzaron a marchar llevando siempre dicho centinela maniatado; y habiendo caminado un cuarto de legua, llegaron a la fortaleza, que está cerca de la ciudad, a la cual circunvalaron, de suerte que persona no pudo salir ni escapar. Hizo Morgan decir a los de la fortaleza que se rindiesen y entregasen a su mando, a pena de ser todos hechos pedazos, sin que alguno obtuviese cuartel. No quisieron entender nada los de dentro y comenzaron a cañonear para advertir la ciudad, que se puso al momento en alarma. Y aunque el gobernador y soldados de dicho castillo hicieron grande resistencia, no obstante se vieron obligados a rendirse a los piratas, los cuales luego que la tomaron, pusieron fuego al pañol de la pólvora y la hicieron saltar en el aire con todos los españoles que estaban dentro. Siguieron al instante su curso echándose sobre la ciudad, que no la hallaron aún toda en orden. Muchos de los ciudadanos echaron sus más preciosos bienes en cisternas y en otros lugares subterráneos, por evitar cuanto pudieron el no ser totalmente robados. Corrió un partido de piratas hacia los claustros, haciendo a todos los religiosos y monjas prisioneros. El gobernador se retiró a uno de los otros castillos y de allí mando muchas balas a los piratas, los cuales, no siendo perezosos, se defendieron con grande valor, mirando siempre a las bocas de la artillería, de modo que cuando las cargaban perdieron siempre los españoles uno de los suyos. Duró esta batalla de una y otra parte, prolijamente desde el alba hasta el mediodía, estando muy disputable; y los piratas viendo que habían ya perdido mucha de su gente, sin poder obtener nada, ni ganar dichos castillos, comenzaron a echar granadas a la mano e intentaron quemar las puertas del castillo, que llegando a ejecutar, los españoles desde arriba dejaron caer grande cantidad de piedras y pucheros llenos de pólvora. Viendo Morgan esta generosa defensa de los españoles, comenzaba a desmayar y desesperar el buen suceso de sus empresas. Entre estas flacas meditaciones vio de lejos el estandarte inglés enarbolado en el castillo pequeño y una tropa de su gente que venía gritando: ¡Victoria!, ¡victoria!; que le dio ánimo y esfuerzo para entrar en la ciudad, buscando nuevas invenciones con que ganar las otras fortalezas; pues que todos los principales ciudadanos se habían retirado a ellas con sus mejores bienes y con todos los vasos sagrados y otros destinados al culto de las iglesias. Dispuso Morgan hacer con presteza diez o doce escalas, de tal anchura que tres o cuatro personas a la par pudiesen subir por ellas, y mandó a todos los religiosos y religiosas, sus prisioneros, las plantasen contra las murallas de la fortaleza, lo cual advirtió antes al gobernador, haría en caso que no quisiese rendirse, a que respondió que jamás se rendiría sino muerto. Morgan se imaginaba que dicho gobernador no emplearía sus mayores fuerzas, viendo mujeres, religiosas y eclesiásticos expuestos al reparo de todo el peligro; puso entre las manos de estos dos sexos dichas escalas, haciéndoselas levantar y arrimar a las murallas delante de sus tropas. Engañóse Morgan en este designio, porque el gobernador no rehusó diligencia alguna para arruinar cuantos se le acercaban haciendo como bravo soldado. Los religiosos le gritaban y rogaban por todos los santos del cielo rindiese el castillo para salvarse ellos, y las pobres monjas la vida, mas no lo pudieron remediar por la obstinación de dicho gobernador. Finalmente, con pérdida de muchos religiosos y monjas arrimaron las escalas y los piratas subieron en muchedumbre con grande fuerza, teniendo granadas de fuego, y pucheros llenos de pólvora en las manos, todo lo cual echaron dentro encendido. La fuerza de los enemigos era grande, de modo que los españoles no pudieron más resistir, con que echaron las armas en tierra y pidieron cuartel fuera del gobernador, el cual mató a muchos de sus propios soldados y no a menos enemigos; y aunque los piratas le preguntaron si pedía cuartel, respondió: De ninguna manera, porque más vale morir como soldado honrado, que ser ahorcado como cobarde. Procuraban hacerle prisionero, mas se defendió de modo que fue forzoso matarle, no bastando los ruegos y lágrimas de su propia esposa e hija, que le pedían quisiese guardar la vida y pedir cuartel. Cuando hubo quedado el castillo totalmente en poder de piratas (que fue cerca del anochecer), condujeron todos los prisioneros dentro, poniendo hombres y mujeres separados con algunas guardas suyas. Llevaron también a todos los heridos a otro departamento para que sus lamentaciones fuesen la cura de sus males. Hecho todo esto, comenzaron a comer con buen apetito y beber como mangas; a que se siguió la insolencia y sucios abrazos con muchas honestísimas mujeres y doncellas, que amenazadas con el cuchillo entregaron sus cuerpos a la violencia de tan desalmados hombres. De tal modo se entregaron en los actos venéreos que, si en aquella ocasión hubiera cincuenta hombres solamente con ánimos valerosos, podrían con facilidad a todos los piratas. El día siguiente juntaron todo lo que habían robado, algunos de sus prisioneros (a quienes los otros compañeros persuadieron de decir eran los más ricos de entre ellos), y los dijeron descubriesen sus riquezas y bienes, que no pudiendo mostrarlas como se les proponía, los pusieron en tormentos, tales, que a muchos con ellos les dieron la muerte. Supo el presidente de Panamá la toma y ruina de Portobelo, y empleó toda su industria y fuerzas para juntar gente, con ánimo de perseguir y echar de allí a los piratas, que no les daban mucho cuidado estas diligencias, pues tenían cerca sus navíos y estaban unánimes de pegar fuego a toda la ciudad y retirarse después de haber dominado quince días, y muerto muchos, tanto por la enfermedad del país, cuanto por excesos inicuos. Prepararon la partida, llevando todo el pillaje a bordo de sus navíos, siendo la primera cosa, vituallas suficientísimas para su sustento. Mientras esto se disponía, hizo Morgan advertir a todos los prisioneros le diesen tributo de quema, a pena de reducirla en cenizas y hacer saltar en el aire todos los castillos; diciéndolos que enviasen dos personas para ir a buscar dichas sumas, que importaban (según su demanda) cien mil reales de a ocho. Fuéronse, en fin, dos hombres al presidente de Panamá y le contaron todas estas tragedias, el cual tenía ya armada mucha gente, con que al punto se vino a buscar los piratas, que estando advertidos de su venida salieron a recibirle a un paso estrecho, por el cual debía pasar, poniendo en él 100 hombres bien armados que deshicieron una buena parte de los de Panamá y obligó al dicho presidente a retirarse, y enviando a Morgan, Que si no se iba con toda su gente de Portobelo, no debía aguardar cuartel alguno, ni sus camaradas, cuando (como bien presto esperaba) los hubiese cogido. Morgan, que no temía de tales amenazas por fiarse en el refugio de sus navíos, que los tenía cercanos, respondió: No rendiré las fortalezas antes que el dinero de contribución le fuese contado; y si no quemaría toda la ciudad, y entonces la dejaría; arruinando también los castillos y muertos los prisioneros. Veía el gobernador que le faltaban los medios de ablandar y reducir a los piratas, con que se determinó a dejarlos, y a los de la ciudad, en los embarazos de haberse de acordar con sus enemigos lo mejor que pudieran y así, en pocos días, los míseros ciudadanos buscaron la contribución en que estaban multados, que montaba hasta los cien mil reales de a ocho, y los llevaron a los piratas, para verse libres del cruel cautiverio en que habían caído. Era grande la admiración del dicho presidente de Panamá, considerando que 400 hombres hubiesen podido tomar una tan grande ciudad y tales fortalezas, no teniendo alguna artillería, sino sólo armas a la mano; y lo que más es, con la grande opinión que los ciudadanos tenían de ser por si grandes soldados, a quienes jamás les había faltado ánimo. Envió un hombre de su parte a Morgan, pidiéndole le hiciese favor de enviarle una de sus armas, con las cuales había tomado, con tal fuerza, una tan grande ciudad. Fue también recibido por Morgan el mensajero, a quien trató con mucho honor y después le entregó una pistola y algunas balas de plomo que llevase al presidente, su amo, diciéndole que le pedía aceptase aquella señal de sus armas, que era una de las que empleó en la toma de Portobelo, suplicándole la guardase por un año, que pasado, vendría él mismo a buscarla. Volvióle el gobernador a enviar dicho presente, dándole gracias de la emprestada dádiva y generoso le remitió una sortija de oro, respondiéndole no tomase el trabajo de tornar, como hizo a Portobelo, pues la certificaba no hallaría dicha plaza en el estado que aquella vez halló. Después Morgan (habiendo proveído sus navíos de todo lo necesario, y tomado para sí las mejores piezas de artillería de las fortalezas, y clavado el resto, que no podía llevar por no hallar lugar donde ponerlas) partió con su flota, con la cual en poco tiempo llegó a la isla de Cuba, donde buscó lugar apto para que en reposo se hiciesen las reparticiones del expolio que traían. Hallaron en dinero de contado doscientas y cincuenta mil piezas de a ocho, fuera de otras mercadurías, como paños, lienzos, seda y otros bienes, con que salieron triunfantes para su ladronera Jamaica a pasar algún poco de tiempo en vicios, a costa de los sudores y trabajos de quien ganó para que ellos robasen.
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CAPITULO VI Temperamento de Quito, modo de distinguir el ibierno del verano, sus particularidades, pensiones, excelencias y enfermedades 673 ¿Quien podrá juzgar del temperamento que goza Quito si se arregla á lo natural de la especulacion imaginaria y no tiene el auxilio de la experiencia que le desvanezca los errores del juicio? O ¿quien se atreverá á persuadir, cuando le falte de aquella luz ó de la Historia, que en el centro de la zona torrida, ó en el mismo equador para decirlo mejor, no solo no incomode el calor sino que haya parages donde es el frio molesto y que en aquellos en que no es este excessivo se logra perpetuamente la comodidad de una constante primavera, donde las delicias de los campos vestidos de alegre verdor todo el año y matizados con flores, la apacibilidad del clima nada fastidioso por lo cálido ni molesto por lo frio y la inmutable igualdad de noches y dias hacen feliz un país, inhabitable al parecer por su situacion si se huviessen de atender las congeturas solas del discurso? En él se esmeró la naturaleza con tanta prodigalidad que las mismas circunstancias con que lo dispuso lo hacen muy ventajoso á los de las zonas templadas, en los quales no dexan de ser sensibles las mutaciones del ibierno y verano por la alteracion del temperamento passando yá de frio á cálido ó al contrario. 674 El medio que la naturaleza tomó para hacer un paraiso de un país como aquel consiste en un conjunto de requisitos que, si faltassen de él, ó no sería habitable ó no lo podria ser con comodidad, mediante que su concurrencia sirve para desvanecer el efecto de los rayos del sol y para morar su gran calor. Es el principal de estos la elevacion que tiene aquel suelo respeto de la superficie del mar ó, para que mejor se entienda, de toda la de la Tierra, y con ello no solo lo es anexo el que sea menos fuerte la reflexion del calor sino el que, hallandose mas elevada en la region del ayre ó athmosphera, sean los vientos mas sutiles, la congelacion mas natural y el calor mas endeble, efectos tan propios que no dexan la mas minima duda al discurso de ser aquel principio el de su temple y es el unico de donde proceden tantas maravillas como se observan allí en la naturaleza. Por una parte, cerros muy elevados y de grande magnitud, todos emblanquecidos con el yelo y nieve que los circunda y cubre desde sus altos copetes hasta la falda; por otra, la abundancia de volcanes en que están ardiendo sus combustibles entrañas mientras se manifiestan heladas sus exteriores breñas y caidas; y por otra, la apacibilidad de los llanos, el calor de las quebradas ó cañadas y, finalmente, segun la disposicion, altura ó profundidad del terreno, tanta variedad de temperamentos quanta puede considerar el juicio desde el mas frio hasta el que en extremo lo es opuesto por lo cálido. 675 El temple que goza Quito es un medio tal que ni los calores le molestan ni son incomodos los yelos viviendo cerca de ellos. Las experiencias del thermometro darán bastante prueba de esto pues el dia 31 de mayo de 1736, á las 6 de la mañana, 1011, á las 12 y media del dia, 1014. El 1 de junio, á las 6 de la mañana, 1011; á las 12 del dia, 1013 y medio. A esto se agrega la igualdad que permanece todo el año, siendo casi imperceptible la diferencia de unos dias á otros; assi, las mañanas son frescas, lo restante del dia, templado, y las noches, de un temperamento agradable, motivo porque no tiene fijeza el vestuario que allí se acostumbra, y es comun ver á unos vestidos de seda ó cosas delgadas mientras otros lo están de paño y tela de mas abrigo, sin que moleste el frio á aquellos ni sientan demasiado calor estos. 676 Los vientos que allí reynan son continuos y saludables pero nada fuertes; y aunque lo mas regular es que soplen por el sur á norte, tambien se experimentan por otras partes sin respeto á la estacion del año; la permanencia con que se gozan por cualquiera de ellas, re-frescando la tierra de continuo, la mantiene essenta de que los rayos del sol lleguen á hacer impression demasiada ó, al menos, que sea sensible con incomodidad. Si á estas excelencias no contrapesaran algunas pensiones á que está sujeto aquel país, pudiera tenerse por el mejor de toda la Tierra pero descaece tanto á vista de ellas que llegan á disminuirse los quilates de su bondad con los accidentes que la indisponen, bien sea por los formidables y continuos aguaceros, bien por las espantosas y horribles tempestades de truenos, rayos y relampagos ó bien por los impensados temblores que se experimentan quando está mas distante la imaginacion. 677 Es allí regular ser apacibles los dias todo el discurso de la mañana hasta la una ó dos de la tarde, manteniendose el cielo alegre, el sol hermoso y toda la athmosphera despejada; pero desde esta hora empiezan á levantarse vapores, se entolda todo el cielo con renegridas nubes, y estas se convierten en tempestades furiosas de relampagos, truenos y rayos, con cuyo estrépito no solo se estremecen aquellos vecinos cerros sino que sus efectos se suelen experimentar en desgracias que se hacen sentir en la ciudad, y, por ultimo, precipitadas las nubes, se deshacen en copiosa lluvia, tal que en termino muy corto se hacen rios las calles y lagunas las plazas, no obstante su pendiente; assi se suele mantener h asta que, el sol immediato á terminar su carrera en aquel emispherio, vuelve á serenarse el tiempo, á aclarar la athmosphera y á descubrirse el cielo con la misma apacibilidad que tuvo antes. Es verdad que á veces tambien se observa continuar las lluvias todo el espacio de la noche, alargarse hasta la mañana y aun passar tres ó quatro dias seguidos sin dexar de llover. 678 Ni es esta regla tan precisa que no admita tambien por el contrario el intervalo de tres, quatro, seis y hasta ocho dias en serenidad, aunque lo regular es, despues de haver llovido seis ú ocho dias en la forma que queda explicado, seguir dos ó tres en que no sucede, y debaxo de un prudente computo se puede hacer juicio que solo una quinta ó quarta parte de los dias en el año será de tiempo bueno interpelado con el contrario. 679 La distincion de ibierno y verano admitida en aquel clima consiste en una muy corta diferencia que se nota entre uno y otro; desde el mes de diciembre hasta el de abril; mayo ó junio es el tiempo que llaman ibierno, y los restantes meses componen el verano. En el primer intervalo son mas comunes las aguas, y en el segundo suelen mediar mas dias bonancibles entre los de lluvias; siempre que se suspenden estas por mas tiempo que el de quince dias se vé aquella ciudad llena de plegarias y rogativas publicas para que vuelvan; y quando continúan sin intermission, se repiten con el fin de que se acaben porque de la sequedad se originan enfermedades y achaques graves y peligrosos, y de la continuacion de las aguas, no dando algunos dias de treguas para que el sol oree la tierra, se sigue el perderse las sementeras, y assi viven aquellas gentes en un incesante desasossiego. Además del beneficio que dispensan allí las lluvias, moderando el intenso calor de los rayos del sol, son de grande utilidad para la limpieza de las calles y plazas de aquella ciudad, que abundan mucho de todas inmundicias por el desaseo de la gente ordinaria y porque á todas horas, tanto hombres como mugeres, las tienen reducidas á muladares. 680 La disposicion de aquel país á los terremotos ó temblores de tierra no es menos penosa que las antecedentes pues, aunque en la realidad no son tan frequentes como en otras ciudades de las Indias, no dexan de sentirse de tiempo en tiempo, y entre ellos algunos muy violentos. Interin permanecimos en aquella ciudad y jurisdiccion, huvo con particularidad dos, á cuya fuerza se arruinaron las casas de algunas haciendas y se causaron las desgracias de quedar sepultadas en sus ruinas muchas personas que se hallaban dentro. 681 A la calidad de su temperamento se le debe atribuir una particularidad que lo puede conducir á un no pequeño grado de estimacion. Tal es la pureza de aquel ayre y el ser tan contrario este á la procreacion de insectos que no solo no se ven allí mosquitos de los que mortifican con la picada en los temples calientes pero ni aun los conocen aquellos habitadores; las pulgas no incomodan por ser muy raras, y á este respeto es casi essenta de toda especie de insectos que no solo no se ven allí mosquitos de los que mortifican con la picada en los temples calientes pero ni aun los conocen aquellos habitadores; las pulgas no incomodan por ser muy raras, y á este respeto es casi essenta de toda especie de insectos y sabandijas, no conociendose allí ninguna ponzoñosa ni haviendo de los primeros mas que el pique ó nigua, de las mismas especies que dexo yá en otra parte explicadas. 682 Aunque no se entienda allí en su propio sentido el nombre de contagio ni el de pasta porque nunca se ha experimentado en lo que se estiende aquella America, suele haver algunas enfermedades que lo parecen, y son muy comunes en él con el disfraz de fiebres malignas ó tabardillos y pleuresías ó costados, accidentes que en ocasiones causan gran mortandad, siendo un dissimulado contagio en el que se halla aquella ciudad quando reynan. Experimentese otro que llaman mal del valle ó vicho, y es tan comun este que en los principios de qualquiera enfermedad aplican los adequados medicamentos para curarlo por ser regular el recaer en él á los dos ó tres dias de fiebre. Mr. de Jusieu asseguraba que muchas veces aplican el remedio á los que están libres de la enfermedad, la qual consiste, segun su sentir, en la cangrena formada en el intestino recto; y es cierto, segun él mismo, que se padece mucho de ella en aquel clima y que la cura es necessaria para contener el progresso del accidente, quando ha acometido en la realidad, y esto sucede mas regularmente que en otras ocasiones en las de padecer dissenteria de igual especie; pero como aquella gente vive impressionada en el juicio de que no haya accidente donde falte el de el vicho, es indefectible su cura, y esta, muy violenta por reducirse sus medicamentos á limón sutil, mondado hasta descubrir su jugo, polvora, ají ó pimiento molido, de lo qual, hecha una bola, la introducen por el annus y tienen cuidado de mudarla dos ó tres veces al dia hasta que lo juzgan libre de aquel peligro. 683 La enfermedad venerea es tan comun que serán muy raras las personas que no participan de ella, bien que en unas haga mas efecto que en otras y en muchas no se manifieste exteriormente. Assi, se nota que las criaturas pequeñas, incapaces de haverlo contraido por sí, ó bien por su corta edad ó por su sexo y calidad, adolecen de los mismos accidentes que son regulares en los sugetos de pervertidas costumbres, y por esto no es assunto sonrojoso ni oculto el de tal indisposicion. La principal causa de estar tan estendido es por no reducirse á cura formal, el temperamento es propicio para los que están picados de él, y assi resiste la naturaleza á la malignidad del humor mas que en otros países, por lo que, no son muy frequentes los exemplares de que lleguen á postrarse con él ni de que quieran sujetarse á cura perfecta. No hay duda que en alguna manera les deba acortar la vida, pero no es tanto que se haga sensible, y suelen llegar hasta setenta años ó passar algunos de esta edad sin que les haya faltado el mal heredado y el contraodo desde sus tiernos años. 684 Quando reynan los vientos del norte y nordeste, que son los mas frios por passar algunos páramos nevados que caen acia aquella parte, se padecen catarros, que allí llaman pechugueras, y toda la ciudad está inficionada de este accidente, que es de bastante molestia. Entonces, es el temperamento algo desabrido pues en las mañanas se dexa sentir el frio mas de lo regular, y se necessita de abrigo, pero cessa esto desde que entra bien el dia. 685 Assi como ni en Quito ni en toda la extension de la America meridional se experimentan los estragos de la peste que tan horribles suelen ser en Europa y otras partes, del mismo modo es allí en los perros desconocido totalmente el mal de la rabia que con tanta frecuencia les suele acometer acá; y aunque de aquella tengan alguna idea en las enfermedades que se le semejan en los efectos, yá que por ello dan allí el nombre de peste, no assi de la rabia porque ignoran enteramente todas sus particularidades, y los efectos lastimosos que ocasiona su veneno son estraños para aquellas gentes. En su lugar, están sujetos los mismos perros á una enfermedad que se puede comparar á las viruelas de los racionales porque, siendo cachorros, les da á todos ó es raro el que no la participa, y, una vez que no mueren de ella, quedan libres de su repeticion; llaman también á esta enfermedad peste, y consiste en darles convulsiones en todas las partes del cuerpo, herir continuamente, perder el tino y arrojar borbollones de sangre por la boca; con lo qual, mueren los que no tienen fuerza para resistir, siendo tan comun allá este accidente que se nota su frequencia en todas las provincias y reynos de la America meridional.
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CAPITULO VI Envía Morgan cantidad de canoas y barquillos a la mar del sur con intento de piratear. Incendio de la ciudad de Panamá; piraterías que hicieron por todos los contornos crueldades que cometieron hasta la vuelta al castillo de Chagre Así como puso Morgan guarnición en los cuarteles que le pareció dentro y fuera de la ciudad de Panamá, mandó a veinte y cinco hombres tomasen una barca que había quedado por falta de agua que le causaba el reflujo de la mar, la cual estaba muy baja en el puerto, que es todo cenagoso. Dispuso después (ya cerca del mediodía) pegasen fuego en diversos edificios de la ciudad sin que pudiesen asegurar qué era la causa de aquel incendio, siendo tan grande que antes del anochecer casi toda Panamá estaba en viva llama. Intentó Morgan hacer creer al público habían sido los españoles la causa de ello y, así con inteligencia, esparció estas sospechas entre los suyos. Muchos de los vencidos y algunos otros procuraron impedir el fuego haciendo saltar en el aire, por medio de pólvora, algunas casas para hacer separación entre ellas; salióles su trabajo en vano, porque en menos de media hora toda una calle se abrasó. Eran todos los edificios de cedro, muy bien y curiosamente labrados y por dentro ricamente adornados, principalmente de magníficos cuadros y pinturas, de cuyas alhajas, algunas estaban transportadas y otras perecieron por la voracidad del fuego. Decoraban a esta episcopal ciudad ocho conventos, siete de religiosos y uno de monjas; como también dos suntuosas iglesias, preciosísimamente adornadas de retablos y pinturas muy finas; mucho oro y plata, todo lo cual los eclesiásticos habían ocultado; un hospital, donde la pobreza y enfermos hallaban la piedad de sus fundadores, bien exactamente observada. Ilustrábanla aún 200 casas de estructura prodigiosa, que eran las más habitadas de poderosos mercaderes; sin otras 5.000 poco más o menos, para el resto de moradores; tenía muchas caballerizas para los caballos que de ordinario llevaban la plata hacia la costa del norte. Circundaban sus salidas y contornos muchos y muy óptimos plantíos y jardines, que todo el año hacían deliciosas perspectivas. Los genoveses tenían una magnífica casa, que servía de contador en el comercio que tienen de los negros; la cual, fue ordenado también por Morgan la pusiesen fuego, como se hizo; de cuyo incendio abrasaron hasta los cimientos, con otros almacenes que llegaban al número de 200, y grande cantidad de esclavos que se habían escondido en ellos, con infinidad de sacos llenos de flor, que vieron abrasar cuatro semanas después del día que el fuego comenzó. Los piratas, por la mayor parte, estuvieron algún tiempo fuera de la ciudad, y se hallaban temerosos, creyendo que los españoles vendrían de refresco a combatirlos, sabiendo tenían, incomparablemente mucha más gente que ellos, y así se retiraron para unir sus fuerzas que estaban muy disminuidas por las pérdidas precedentes y porque se hallaban con muchos heridos que llevaron a una iglesia, la cual quedó en pie, únicamente, entre las otras. Demás que Morgan había enviado un convoy de 150 hombres al castillo de Chagre para anunciar las nuevas de la victoria obtenida en Panamá. Veíanse muchas veces tropas de españoles que corrían de una parte a otra, pero nunca se atrevieron a emprender nada contra los piratas. Después del mediodía de esta jornada, Morgan volvió a entrar en la ciudad con sus tropas, buscando, cada uno, alojamiento, que no pudieron hallar cómodamente por haber quedado muy pocas casas del incendio; entre cuyas cenizas buscaron con diligencia algunas alhajas de plata u oro, que por fortuna no se hubieran consumido, de que hallaron no pocas en diversas partes y en pozos, donde los españoles las escondieron de las ambiciosas diligencias de los piratas. Despacharon al otro día dos tropas de los suyos, cada una de 150 hombres bien resueltos y armados, con orden de buscar los moradores de Panamá que se escaparon de las manos de sus enemigos; y habiendo hecho correrías por las campañas, selvas y montes de los contornos volvieron, pasados dos días, con más de 200 prisioneros, tanto hombres como mujeres y esclavos. Volvió el mismo día la barca que Morgan había despachado a la mar del Sur, la cual trajo consigo otras tres barcas, presas que habían hecho en muy poco tiempo, las cuales dieran de buena voluntad, aunque hubieran empleado mayores afanes por un galeón que se les escapó, el cual estaba cargado con toda la plata del rey y abundancia de riquezas de oro, perlas, joyas y, finalmente, de bienes preciosísimos, de los mejores mercaderes de Panamá; llevaba también dentro las monjas de dicha ciudad, que condujeron consigo todos los ornamentos de sus iglesias; consistiendo en mucha cantidad de oro, plata y otras cosas de grande valor. Las fuerzas de dicho galeón era sólo siete piezas de artillería y diez u once mosquetes, sin orden de más velas que las superiores de enmedio y grande falta de agua fresca, poco proveído de víveres y otras cosas necesarias. Todo lo cual, los piratas entendieron de ciertas personas con quien hablaron, en ocasión, que fueron siete hombres en sus chalupas a hacer aguada y, aunque tenían por cierto el cogerle con facilidad, si hubieran dádole caza; principalmente estando asegurados que no podía largamente subsistir en alta mar; no obstante, les impidió el seguirle, los lascivos ejercicios en que estaban totalmente entregados, con mujeres que para ello habían robado y forzado; juntándose a esto la gula con que comían y el vicio de emborracharse de vinos que hallaron a su disposición; amando más, por entonces, gozar de estas cosas que conseguir una tan ventajosa ocasión, cuya presa les sería de más innumerables intereses que todo lo que pudieran hallar en Panamá y sus contornos. El día siguiente (ya arrepentidos de tal negligencia y cansados sus cuerpos y almas de vicios cometidos en el tierno género que hemos declarado) enviaron una barca armada en busca del dicho galeón, pero hallaron ser diligencia frustrada, a causa de que los españoles que en él estaban, fueron advertidos del peligro en que se hallaban, barloventeando cerca los piratas, de quienes huyeron a partes remotas e incógnitas a sus enemigos. No obstante, los piratas hallaron en los puertos de Tavoga y Tavoguilla algunas barcas cargadas de muchas y muy buenas mercadurías que tomaron, conduciéndolas todas a Panamá, donde, llegando, hicieron los piratas a su caudillo Morgan relación de todo lo que había pasado; los prisioneros lo confirmaron diciendo que casi podían asegurar dónde podría estar el galeón sobredicho, pero que había apariencias serían ya socorridos de otras partes. Aún con todo eso el conductor Morgan mandó preparar todas las barcas que se hallaban en el puerto de la ciudad con intentos de enviarlas en busca del galeón. Salieron dichas barcas, que en todas eran cuatro, y, después que estuvieron ocho días cruzando, perdieron la esperanza de hallar lo que buscaban, resolvieron de volver a Tavoga y Tavoguilla, donde hallaron un razonable navío que había venido de Paytá, cargado de paños, jabón, azúcar y bizcocho, con veinte mil reales de a ocho en moneda, el cual tomaron sin que hubiese quien les hiciera la menor resistencia; estaba junto a dicho navío una barca, de la cual se hicieron posesores y en ella metieron parte de las mercadurías del navío y algunos esclavos que robaron en dichas islas, con cuyas presas partieron para Panamá algo satisfechos de su viaje, pero pesarosos y remordiéndose de la buena fortuna del galeón. El convoy que Morgan despachó para el castillo de Chagre volvió casi al mismo tiempo, anunciando una buena nueva, que consistía en que mientras el viaje de Panamá, los de Chagre enviaron dos barcas a piratear, las cuales descubrieron un navío español a quien dieron caza; los del castillo, apercibiéndolo, enarbolaron bandera española para engañar a los del navío y, creyendo los españoles iban a refugio, dieron en el lazo, porque metiéndose en el puerto a la defensa de la artillería, hallaron lo contrario que juzgaron; viéndose prisioneros y engañados de los lobos de quien creían haber escapado. La carga que en él hallaron consistía toda en vituallas y provisiones de boca, todo lo cual vino muy a propósito para los piratas que no deseaban otra cosa; porque los del castillo estaban ya muy necesitados de cosas de este género. Esta fortuna dio ocasión a Morgan de quedar más largo tiempo en Panamá y de disponer cotidianas correrías por todo el país; con que, mientras los unos estaban ocupados en esto, los otros pirateaban sobre la mar del Sur. Enviaban todos los días partidas de 200 hombres a correr las campañas y, cuando éstos volvían, estaban preparados a salir otros 200, por cuyos medios recogieron grandísimo número de riquezas y, no menor, de prisioneros, a quienes dieron los más atroces tormentos que se pueden meditar, para que descubrieran los bienes de los otros y los propios. Sucedió que hallaron a un pobre miserable en la casa de un gran señor que se había vestido unos calzones de seda de su amo; y de la agujeta estaba pendiente una llave de plata; preguntáronle los piratas dónde estaba el cofre de dicha llave. Respondió el infeliz encalzonado, no lo sabía, y que él halló aquellos calzones y llave en la casa y se los había puesto. Con que no pudiendo sacarle de aquel propósito, le estropearon los brazos de tal modo, que se los tornaron y descoyuntaron, y no contentos con esto, le agarrotaron una cuerda a la cabeza, tan apretadamente, que casi le hicieron saltar los ojos, que se pusieron tan hinchados como grandes huevos, pero (¡oh, inhumana crueldad!) no oyendo aún con todo eso más clara confesión de lo que le proponían, siéndole imposible el responder cosa más positiva a sus deseos, le colgaron de los testículos, en cuyo insufrible dolor y postura, le dieron infinitos golpes y le cortaron las narices unos y otros, las orejas y, finalmente, cogieron puñados de paja que encendieron contra su inocente cara y, cuando no pudo más hablar, ni aquellos tiranos no tuvieron más crueldades que ejecutar, mandaron a un negro le diese una lanzada; con que así obtuvo el fin de su martirio. Estos execrables tratos fueron unos de mil semejantes con que dieron último término a los días de muchos, siendo su máxima ordinaria recrearse en estos trágicos anfiteatros. No perdonaron a ninguno de cualquier sexo o condición que fuese, porque a los religiosos y sacerdotes eran a quien menos concedían cuartel, si no les valía alguna suma de dinero capaz de su rescate. Las mujeres no fueron mejor tratadas, sino cuando se entregaban a las libidinosas demandas y concupiscencias de los piratas; y las que no quisieron consentir, hicieron pasar las más horribles crueldades del mundo; Morgan, que siendo su almirante y conductor, debiera impedir tales infamias y tratar no tan rigurosamente un tan delicado y frágil sexo, era el que primero lo ejecutaba e inducía a los otros lo ejecutasen; manifestándose en esto el peor y más relajado de todos, porque luego que traían a su presencia alguna hermosa y honesta mujer prisionera, la tentaba por todos modos para que condescendiese en sus voluptuosos ánimos; a cuyo propósito referiré una pequeña historia de una dama, cuya constancia debiera quedar escrita en láminas de bronce para perpetua memoria, ejemplo de virtud y perpetua honestidad. Entre los prisioneros que los piratas trajeron de Tovago y Tovaguilla, se halló una honestísima dama, mujer de uno de los más ricos mercaderes que había en todos aquellos países. Era de juveniles años, tan hermosa, que dudo en la Europa se hallase una de tantas perfecciones y virtud. Su marido se hallaba entonces en el Perú, con las ocupaciones del comercio en que de ordinario se empleaba. Y como oyese la mujer venían piratas a invadir la ciudad de Panamá, se ausentó con otros y otras de sus parientes y amigos para conservar la vida, entre los peligros que amenazaban las crueldades y tiranías de los inconsiderados enemigos. Luego que apareció en la presencia de Morgan fue destinada para sus voluptuosas concupiscencias; y así, mandó la pusiesen en un cuarto aparte, dándola una negra que la sirviese y que la tratasen con todo regalo y atención. Rogaba, con lágrimas y sollozos, la permitiesen quedar entre los otros prisioneros, sus parientes; pero Morgan no lo quiso conceder, y lo más que hizo fue volver a disponer la regalasen y tratasen con particular cuidado, llevándola el manjar de su propia mesa. Como esta señora hubiese antes oído hablar muy extrañamente de los piratas, antes que llegasen a Panamá, como si no fuesen hombres siendo, como lo habían dicho, herejes que no invocan otro que a Dios Trino y a Jesucristo en cuanto mediador; comenzó después a tener mejores meditaciones, viendo las civilidades que Morgan la hacía, y que muchas veces le oía jurar por Dios y por Cristo, en quien, había presumido antes, no creían los piratas; y que no eran tan malos, ni tenían formas de bestias, como la hicieron relación repetidas veces, bien que no extrañaba les diesen nombre de ladrones porque, decía, se hallaban de aquel género entre todas las gentes del mundo que desean, naturalmente, poseer los bienes de otro, aunque otra mujer de flaco entendimiento la dijo antes que los piratas llegasen, tendría grande curiosidad de ver un pirata; pues que estaba persuadida por su marido a que no eran hombres, sino bestias irracionales; y como ésta, por ocasión, viese a uno, comenzó a gritar diciendo: ¡Jesús: los ladrones son como los españoles! La disimulada civilidad que Morgan usó con esta dama (cosa bien ordinaria a los que pretenden y no pueden alcanzar) fue bien presto mudada en bárbara crueldad; pues, pasados tres o cuatro días la vino a ver y entretener con discursos deshonestos e impúdicos, comenzándola a proponer los ardientes deseos de quererla gozar. Rehusólo la dama siempre con toda urbanidad y humildes razonamientos, aunque Morgan persistía siempre en sus intentos desordenados, presentándola muchas perlas, oro, y todo cuanto él tenía de precioso. Mas no queriendo en manera alguna consentir, ni aceptar sus riquezas, y viendo la grande constancia de esta Susana, la comenzó a hablar con otro tono, haciéndola mil amenazas; a todo lo cual, por último, respondió con resuelta y constante determinación: Señor, mi vida está en vuestra mano; pero en cuanto a mi cuerpo, tocante a lo que vos me queréis persuadir, será menester que primeramente mi alma se separe de él por la violencia de vuestro brazo. Luego que Morgan entendió esta heroica determinación, la hizo desnudar de sus mejores vestidos, y aprisionar en una hedionda bodega, a donde no la llevaban más que muy te-nuísima porción para comer, con la cual apenas podía vivir cortos días. Rogaba a Dios, la ejemplar señora, la diese constancia y paciencia contra las crueldades de Morgan, el cual, estando convencido de su grande firmeza, la hizo buscar falsas acusaciones que la acusaban de que estaba en inteligencia con los españoles, y que se correspondía con ellos por cartas; siendo su intento encubrir la tiranía de la prisión en que Morgan la tenía. Yo mismo no habría jamás creído hallar tal constancia, si con mis propios ojos y oídos no lo pudiera asegurar, sobre cuyo sujeto diremos en su lugar algo más, y pasaremos ahora a nuestro asunto. Cuando Morgan hubo estado en Panamá el espacio de tres semanas, hizo preparar todo lo necesario para su partida. Cada compañía de sus tropas tuvo orden de buscar tantos jumentos, cuantos les fuesen necesarios a conducir hasta el río, donde estaban sus canoas, los expolios de la ciudad. En este tiempo se entendió hablar de un grande partido de piratas que intentaban dejar a Morgan, tomando el navío que estaba en el puerto, para irse a piratear a la mar del Sur hasta que hubiesen robado lo que les pareciese bastante y, con ello, volverse por la Indias Orientales a Europa, para cuyo efecto tenían ya muchas provisiones que guardaron en partes ocultas, junto con razonable cantidad de pólvora, balas y otras municiones de guerra: como alguna artillería, mosquetes y otras cosas; con que se fundaban para fortificar y armar dicho navío y plantar una buena batería en una u otra isla que les pudiera servir de refugio. Hubiérales sucedido como se proponían si uno de sus camaradas no descubriera a Morgan la empresa, el cual hizo, al instante, rajar el árbol mayor del dicho navío y quemarle con todas las otras barcas que estaban en el puerto, con que los designios de sus compañeros se hallaron frustrados. Envió el caudillo muchos españoles a buscar el dinero de sus rescates, no sólo por ellos mas también por todos los otros prisioneros, contando entre ellos todos los eclesiásticos, tanto seculares como regulares. Dispuso clavasen y taponasen toda la artillería y envió una buena tropa para buscar al gobernador de Panamá, de quien tenía noticia había hecho muchas emboscadas y se traían algunos prisioneros que declararon como dicho gobernador tuvo intención de oponerse en los pasos del camino, mas que la gente que había destinado para efectuarlo se arrepintió comenzándolo; de modo que no pudo llegar a ejecutarlo, según deseaba. El 24 del mes de febrero del año de 1671, Morgan dejó la ciudad de Panamá o, por mejor decir, el puesto donde estuvo dicha ciudad, de cuyos despojos llevó consigo 175 jumentos cargados de oro, plata y otras cosas preciosas, con 600 prisioneros, poco más o menos, tanto hombres como mujeres, criaturas y esclavos. Llegaron aquel día a un río que pasa por una deliciosa campaña lejos de Panamá una legua, donde hizo poner en forma todas sus tropas, de modo que los prisioneros estaban en medio circunvalados de piratas; en cuya ocasión no se entendía en el aire más que a gritos, lamentaciones, suspiros y míseras voces de tanta multitud de mujeres y criaturas que creían Morgan los quería transportar a todos y llevárselos a su país; además, entre todos los desdichados prisioneros había grande ham-bre y sed, cuya miseria quiso así Morgan padeciesen para excitarlos con mayor vehemencia a buscar dineros bastantes a rescatarse, según a tasa que a cada uno había puesto. Muchas mujeres se pusieron de rodillas a los pies de Morgan suplicándole con lágrimas de sangre las dejase volver a Panamá para vivir en chozas que harían hasta la restauración de la ciudad con sus mal aventurados maridos y criaturas; respondíalas el tirano: Cuando vine a vuestras tierras no fue mi intento formar tribunal para oír plegarías, mas con ánimo de buscar dineros. Y que eso era lo que debían procurar hacerle traer; de aquí o de allí, por la vía que les pareciese más conveniente; a pena de que transportaría a todos con él a partes que no querrían. El día siguiente cuando comenzaron de nuevo a marchar, los gritos y voces lamentosas se redoblaron de tal suerte que era lastimosa cosa y digna de piedad entender tales gemidos; pero a Morgan, hombre sin compasión, no le movían más que a un acero; y así hizo marchar una tropa de piratas delante, los prisioneros en medio y los demás detrás; de quienes los angustiados españoles eran empujados para que caminasen con presteza. La honestísima y hermosa dama de que hemos hecho mención por su grande y valerosa constancia, caminaba separada entre dos piratas, la cual hacía grandes lamentaciones, diciendo había dado orden a ciertos religiosos, en quien se fió, para ir a cierta parte que les declaró a buscar tanto dinero como su rescate importaba; lo cual la habían positivamente prometido pero que después que obtuvieron dinero, en lugar de traérselo, rescataron a algunos de sus amigos, cuya mala acción fue descubierta por un esclavo que trajo una carta a la dicha señora: todo lo cual fue declarado a Morgan y confirmado por la boca de dichos religiosos, que allí estaban, y así dio libertad a la virtuosa dama, que tenía designios de transportar a Jamaica, y detuvo los religiosos por prisioneros en lugar de ella, y los trató como merecían sus incompasivas intrigas. Así que Morgan llegó al lugar llamado Cruz, situado a las orillas del río Chagre, hizo publicar a todo prisionero que en tres días hubiesen a pagar sus rescates, debajo de la pena mencionada, de ser transportados a Jamaica. Entretanto dispuso se recogiese todo el arroz y maíz que había menester, para las provisiones de todos sus navíos; al mismo tiempo se rescataron algunos de los prisioneros y prosiguió su viaje, dejando la aldea el día 5 de marzo inmediato, llevándose todos los expolios que pudo también, y algunos nuevos prisioneros de dicha aldea, y los que no se habían rescatado de Panamá; excepto los religiosos, que detuvieron el dinero de la dama sobredicha, los cuales, pasados tres días, después fueron librados por la piedad de otros, que la tuvieron mayor que no ellos de ella. A la mitad del camino del castillo de Chagre mandó el caudillo se pusiesen todos en orden según su costumbre, e hizo jurar en general, y a cada uno en particular, no habían encubierto ni reservado para sí cosa del valor de un real de plata; pero teniendo Morgan ya algunas experiencias de que solían jurar falsamente sobre intereses, ordenó que se les escudriñasen las faltriqueras, bolsillos, mochilas y todo lo demás donde podrían haber guardado algo y, por dar ejemplo, se dejó él mismo buscar y rebuscar el primero hasta las suelas de sus zapatos. Los piratas franceses no estaban muy satisfechos de este rebusco, mas por ser el menor número de entre ellos, les fue preciso el pasar por el examen, como los otros cuya diligencia fue hecha por un escudriñador que se nombró de cada compañía; se metieron en sus canoas y barcas que estaban prevenidas en la ribera, y llegaron el día 9 del dicho mes de marzo al castillo de Chagre, que hallaron en buen orden, a la reserva de los heridos que dejaron al tiempo de su partida, a los cuales entendieron ser muertos por la mayor parte. Envió luego Morgan una grande barca a Portobelo, con todos los prisioneros que tenía de la isla de Santa Catalina, pidiendo el rescate por el castillo en que estaba o que, de otra manera, le arruinaría hasta los cimientos; a que respondieron que no querían consentir de ningún modo a su demanda ni dar un maravedí por dicho castillo y que así, hiciese lo que le pareciese. Distribuyéronse allí los expolios que trajeron consigo, dando a cada compañía su porción o, por mejor decir, lo que Morgan quiso, reservando para sí lo mejor, lo cual los otros sus compañeros le dijeron en su cara; y que había guardado las más ricas joyas, siendo imposible les dejase de tocar más de 200 reales de a ocho que les dieron de todos los latrocinios y pillajes; por los cuales habían tanto trabajado y expuesto su vida a tan manifiestos riesgos; pero Morgan se hizo sordo a todo, como quien quería engañarlos. Como este caudillo se hallaba entre murmuraciones, temió; y no siéndole propósito quedar más largo tiempo en Chagre, tomó la artillería de dicho castillo y la hizo llevar a su navío. Que derribado la mayor parte de sus murallas, quemado todos los edificios, tanto dentro como fuera y, en fin, arrasado todo cuanto pudo, se fue al navío sin advertir a los compañeros ni tomar consejo, como solía hacer. Dio a la vela, yéndose en alta mar, y no hubo más que tres o cuatro embarcaciones que le siguieron, las cuales (según los franceses dijeron) iban a la parte con Morgan al mejor y más grande expolio. Bien quisieran los dichos franceses buscarle en la mar para tomar venganza, si se hallasen en estado de hacerlo; pero faltábales todo lo necesario; de modo que cada uno tenía bastante pena para hallar de comer suficientemente hasta llegar a Jamaica, a gastar, en breve término, lo que se llevaban de la desolada Panamá, de quien canta D. Miguel de Barrios lo siguiente: El Istmo que divide al Océano, y junta dos penínsulas, por donde Panamá al ronco silbo no se esconde de que el Bóreas encrespa Dragón cano; serena cuanta ola del Sur le cimbra con cerúlea cola. Espera que restaures presidente a Panamá, donde el inglés pirata niega el paso que el río de la plata ofrece al español en su corriente; hasta que al anglo fiero eche del Istmo con triunfante acero.
contexto
Capítulo VI Los viejos y los nuevos dioses Es muy preciso hacer entrar en el entendimiento que las piedras que dejó Nuestro Padre Dios, las duras maderas, los animales, es lo que habéis adorado. En los primeros tiempos, aquí, entre nosotros, los Hombres de Majestad fueron adorados como verdaderos dioses. Aquellas piedras detuvieron el paso del Verdadero Dios Nuestro Padre, Señor del Cielo y de la Tierra. Aunque eran los antiguos dioses, perecederos dioses eran. Ya se acabó el tiempo de su adoración. Fueron desbaratados por la bendición del Señor del Cielo, cuando terminó la redención del mundo, cuando resucitó el Verdadero Dios, cuando bendijo los cielos y la tierra. ¡Se desmoronaron vuestros dioses, hombres mayas! ¡Sin esperanza los adorasteis! La relación de la historia del mundo, en aquel tiempo, se hacía en pinturas: porque no había llegado el día en que se usaran estos papeles y esta muchedumbre de palabras, para preguntar a los antiguos hombres mayas si sabían cómo nacieron y cómo fundaron su tierra en esta región. * * * Dentro del Once Ahau Katún fue cuando salió Ah-Mucen-Cab a vendar los ojos de los Trece dioses. No supieron su nombre. Solamente sus hermanas y sus hijos se lo dijeron, y tampoco podían ver su cara. Era el momento en que acababa de despertar la tierra. No sabían lo que iba a suceder. Y fueron cogidos los Trece dioses por los Nueve dioses. Y llovió fuego, y llovió ceniza y cayeron árboles y piedras. Y vino el golpearse los árboles y las piedras unos contra otras. Y fueron cogidos los Trece dioses, y fue rota su cabeza y abofeteado su rostro, y fueron escupidos, y se los cargaron a las espaldas. Y fue robada su Serpiente de Vida, con los cascabeles de su cola, y con ella fueron cogidas sus plumas de quetzal. Y cogieron habas molidas junto con su semen y, junto con su corazón, semilla molida de calabaza, y semilla gruesa molida de calabaza, y frijoles molidos. Y El que es eterno, lo envolvió y lo ató todo junto, y se fue al décimotercero piso del cielo. Y entonces cayeron su piel y las puntas de sus huesos aquí sobre la tierra. Y fue entonces que se escapó su corazón, porque los Trece dioses no querían que se les fuera su corazón y su semilla. Y fueron matados a flechazos los huérfanos, los desamparados y las viudas, que vivían sin fuerza para vivir. Y fueron enterrados por la orilla de la arena en las olas del mar. Y entonces, en un solo golpe de agua, llegaron las aguas. Y cuando fue robada la Gran Serpiente, se desplomó el firmamento y hundió la tierra. Entonces los Cuatro dioses, los Cuatro Bacab, lo nivelaron todo. En el momento en que acabó la nivelación, se afirmaron en sus lugares para ordenar a los hombres amarillos. Y se levantó el Primer Árbol Blanco, en el Norte. Y se levantó el arco del cielo, señal de la destrucción de abajo. Cuando estuvo alzado el Primer Árbol Blanco, se levantó el Primer Árbol Negro, y en él se posó el pájaro de pecho negro. Y se levantó el Primer Árbol Amarillo, y en señal de la destrucción de abajo, se posó el pájaro de pecho amarillo. Y se oyeron los pasos de los hombres amarillos, los de semblante amarillo. Y se levantó la Gran Madre Ceiba, en medio del mundo, como recuerdo de la destrucción de la tierra. Se asentó derecha y alzó su copa, pidiendo hojas eternas. Y con sus ramas y sus raíces llamaba a su Señor. Y se levantó Chac-piltec, al Oriente de la tierra. Y llamaba a su Señor. Y se alzó Zac-piltec, al Norte de la tierra. Y llamaba a su Señor. Y se levantó Lahun-chan, y llamaba a su Señor. Y se alzó Kanpiltec, y llamaba a su Señor. Éstas son las Voluntades de la tierra. A esa hora, Uuc-cheknal vino de la Séptima capa del cielo. Cuando bajó, pisé las espaldas de Itzám-cab-Ain el así llamado. Bajó mientras se limpiaban la tierra y el cielo. Y caminaban por la cuarta candela, por la cuarta capa de las estrellas. No se había alumbrado la tierra. No había sol, no había noche, no había luna. Se despertaron cuando estaba despertando la tierra. Y entonces despertó la tierra, en este momento despertó la tierra. Infinitos escalones de tiempo y siete lunas más se contaron desde que despertó la tierra, y entonces amaneció para ellos. Se sintió el Reinado del Segundo Tiempo, el Reinado del Tercer Tiempo. Y entonces empezaron a llorar los Trece dioses. Lloraban ante el dios Chacab, que era el que entonces reinaba en su estera roja. Por ellos se enrojeció el Primer Árbol de la tierra y se enrojeció la inmensidad de la tierra. Grandes pecadores de espíritu eran. No era llegado el día de su poder. Lo mismo lloraban los Nueve dioses. Y he aquí que llegó el ordenamiento de la medida del tiempo, en la estera roja. Y llegaron los Nueve dioses, los de cabezas puntiagudas y traseros pelados. Se sentaron en su estera. Y entonces fue que bajó la opresión desde el centro del cielo, el poder despótico, los Reyes tiranos. Y entonces se alzó Chac-edz, el del gesto rojo. Y entonces se alzó el Rey del gesto blanco. Y entonces se levantó el del gesto negro. Y entonces se irguió el del gesto amarillo. Y entonces se alzó Chactenel Ahau, con su estera y su trono. Y llegó Zactemal, con su estera y su trono. Y se alzó Ek-tenel-Ahau, con su estera y su trono. Y se levantó Kan-tenel-Ahau, con su estera y su trono. Creían que eran dioses; pero tal vez no eran dioses. No derramaban semillas, ni llovían agua. Pedazo a pedazo decían que se juntaban; pero no decían lo que amaban. Duro era su semblante. Llegó el tiempo duro y pesadas miserias vinieron bajo su poder. Cuando llegaron a asentarse muy alto en la medida de su tiempo, se avivó el fuego del sol, y se acercó su cara y quemó la tierra y el ropaje de los reyes. Y esta es la causa de que se llore su reinado. En el día magnífico de poderío y magnífico de hermosura, en el día en que se entienda el entendimiento de los dioses, se levantará la cosecha y será el tiempo de recoger. Y desaparecerá el "animal malo". Y cuando levante su árbol Ah Muuc, que es el que sale a su camino, el que sale a sucederle, será el tristísimo tiempo en que sean recogidas las mariposas, y entonces vendrá la infinita amargura. Esa es la que viene, cuando hayan caído tres lunas, en el tiempo del Tres Ahau Katún, y después de tres porciones de años, encajados dentro del Tres Ahau Katún; cuando vaya a aparecer el otro Katún, el de tres panes, el de tres aguas. Estrecho será su don de vida, y mísero su jugo. Y eso comerá y eso beberá. Beberá granizo y comerá las desparramadas hojas de la chaya. Eso sucederá aquí, en la Tierra de la Tristeza, Padre, dentro del Noveno año, en el tiempo en que estén aquí los extranjeros. Se pide la carga del Katún, de todos los años del Trece Ahau Katún. Entonces abre sus pies el Once Ahau, entonces baja la palabra del Eterno a la punta de su lengua. Cuando baja, se pregunta la carga del Katún. Nueve eran sus cargas, cuando bajó del cielo. El día de Kan fue el día en que se amarró su carga. Fue cuando bajó agua venida del cielo, para el segundo nacimiento, de la casa del de los "innumerables años". Al mismo tiempo bajó Bolon Mayel. Dulce era su boca y la punta de su lengua. Dulces eran sus sesos. Y allí bajaron cuatro Gigantes que en ánforas de barro traían las mieles de las flores. De ellas salieron: la del hondo cáliz rojo, la del hondo cáliz blanco, la del hondo cáliz negro, la del hondo cáliz amarillo. Y la que es ancha y la que es desviada. Y al mismo tiempo, salió la flor que es regada y la que es agujereada; y la flor ondulada del cacao y la que nunca es chupada, y la flor del espíritu de color, y la que siempre es flor, y la que tiene el tallo cojo. Estas flores que salieron, eran las Comayeles, las madres de las flores. Y salieron olorosos sacerdotes, olorosos reyes, olorosos jefes de guerreros, servidores del dios de la Flor. Cuando éste bajó, no tenía semejante. "Miradle --decían-- no se derrama lo que es su carga." Y entonces salió "la flor que es efímera" y metió el pecado de los Nueve dioses. El tercer año es el tiempo en que se dice que sucedió, cuando no había llegado a ser creado el dios del infierno. Y bajó Pizlimtec, el de los huesos verdes, al pie de la flor, y el que es Eterno lo transformó en colibrí. Y entonces chupó la miel de la flor, de la flor de los nueve pétalos, hasta lo más adentro de ella. Y entonces tomó por esposa a la flor vacía, y salió el espíritu de la flor a vagar. Cuando se abrió el cáliz de esta flor, el Sol estaba dentro, y en medio de ella se leía Su nombre. Y sucedió que suspiraron llenos de deseo los Trece dioses. No sabían que así bajaba el pecado a su estera; eran dioses a su entender. Sucedió que de flores fue su estera, de flores su silla, y flores hubo en sus cabellos. Envidioso su asiento, envidioso su caminar, envidioso su plato, envidioso su vaso, envidioso su corazón, envidioso su entendimiento, envidioso su pensamiento, envidiosa su boca, robado el tiempo de su señorío. En el tiempo en que esté en pie, en el tiempo en que tenga fuerza su adoración en los labios de su boca, lo que coma detrás de la palma de su mano, la sustancia que muerda, no será palo ni será piedra. Rojo despojo habrá en sus diez muelas. Llegará con su cara de pecado, con su hablar de pecado, con su enseñanza de pecado, con su entendimiento pecador. Y pecado será su caminar. Llegará con los ojos vendados y enrojecerá su estera. Durante su poderío, se olvidará de su padre, se olvidará de su madre que lo dio a luz. Ardiendo su corazón, solo entre los huérfanos agraviador de su padre, en medio de los que no tienen casa, ha de caminar, borracho su semblante, perdido su entendimiento, al lugar de su padre, al lugar de su madre. No tiene bondad, no hay bien en su corazón; solamente un poco hay en la punta de su lengua. No sabe cómo ha de acabar, no sabe lo que hay al fin de su reinado, ni lo que va a terminar con el tiempo de su poder. * * * Estos Nueve dioses se manifestarán en nueve rostros de Hombres-Reyes, de estera del Segundo Tiempo, de trono del Segundo Tiempo, venidos dentro del Tres Ahau Katún. Habrá un nuevo Señor de esta tierra. Dolorosamente se afirmará el curso del Katún que viene, cuando acabe el tiempo del Tres Ahau Katún, el tiempo en que los hijos serán vendidos, el que estará encima del orgullo de los Itzaes. Un tiempo abrasador, después un tiempo de frescura. El largo de una Piedra, es el castigo del pecado de orgullo de los Itzaes. Los Nueve dioses acabarán el curso del Tres Ahau Katún. Y entonces será entendido el entendimiento de los dioses de la tierra. Cuando haya acabado el Katún, se verá aparecer el linaje de los nobles Príncipes, y a nuevos hombres sabios y a los descendientes de los Príncipes cuyos rostros fueron estrujados contra el suelo, los que fueron insultados por el rabioso de su tiempo, por los locos de su Katún, por el hijo del mal que los llamó "hijos de la pereza"; los que nacieron cuando despertó la tierra, dentro del Tres Ahau Katún. Así acabarán su poder aquellos para quienes Dios tiene dos caras. * * * He aquí que cuando vaya a acabar el tiempo de este Katún, entonces Dios hará que suceda otra vez el diluvio y la destrucción de la tierra. Y cuando haya terminado, entonces bajará Nuestro Padre Jesucristo, sobre el valle de Josafat, al lado de la ciudad de Jerusalén, donde un tiempo nos redimió su santa sangre. Allí bajará sobre una gran nube, para dar testimonio de que verdaderamente pasó el martirio en el árbol de la Cruz, hace tiempo. Allí entonces bajará en gran poder y en gran majestad, el verdadero Dios, el que creó el cielo y la tierra y todas las cosas del mundo. Allí bajará a medir por igual lo bueno y lo malo del mundo. ¡Y humillados serán los soberbios! Dominus vobiscum decían todos cantando allí donde no había cielos ni tierra. Del abismo nació la tierra, cuando no había cielos ni tierra. El que es la Divinidad y el Poder labró la gran Piedra de la Gracia, allí donde antiguamente no había cielo. Y de allí nacieron Siete piedras sagradas, Siete Guerreros suspendidos en el espíritu del viento, Siete llamas elegidas. Y se movieron. Y siete fueron sus gracias también, y siete sus santos. Y sucedió que incontables gracias nacieron de una piedra de gracia. Y fue la inmensidad de las noches, allí donde antiguamente no había Dios, porque no habían recibido a su Dios, que sólo por sí mismo estaba dentro de la Gracia, dentro de las tinieblas, allí donde no había cielos ni tierra. Y fue formado al fin un Guerrero, cuando no había nacido el Primer Guerrero, y tenía los cabellos en guedejas. Aden ti parami. Y fue su divinidad. Y entonces salió y se hizo varón en la segunda infinita Piedra de Gracia. Alpinon es el nombre de su ángel. Cuando hubo nacido, salió y pidió su Segunda Gracia, en la segunda inmensidad de la noche, donde antes nadie había. Y recibió su divinidad él solo por sí mismo. Y cuando vino a salir, "ofirmar" dulcemente dijo. Y recibió su divinidad él solo por sí mismo. Y salió y fue a la tercera infinita Piedra de Gracia. Albacongel es el nombre de su ángel, el de la tercera gracia. Fue a la cuarta infinita Piedra de Gracia, en la cuarta noche. Atea Ohe es el nombre de su ángel. Naciendo, quiso su cuarta Gracia, y empezó a decirse solo en sí mismo: "Ah, Dios Poderoso, yo no soy nadie, pues, por mí mismo." --Así decía en su esencia, en su divinidad. "Me voy", suavemente dijo. Y fue a la quinta infinita Piedra de Gracia, en la quinta infinita noche. Cuando hubo nacido el Quinto Guerrero quiso su Quinta Gracia. Y se levantaron las palabras de su divinidad y nació su ángel. Decipto es su nombre. Y dijo: "Me voy. Yo soy, pues. Soy Dios, pues. Soy poderoso, pues." --Así hablaba por sí misma su divinidad. "Aninite dei sin", decía cuando recibió su divinidad por sí mismo. Y fue a la sexta infinita Piedra de Gracia, en la sexta medida de la noche, el Sexto Guerrero. --"¡Dioses poderosos, contestad a mi voz. Nadie hay en mi soledad!" Cuando hubo nacido, quiso su Séptima Gracia. Conlamil es el nombre de su ángel. --"¡Yo os adoro, dioses, contestad a mi voz! No hay nadie. ¡Nadie contesta a mi voz!" --Así suavemente hablaba y decía, mientras nacía su Séptima Gracia. Contento nació el séptimo Guerrero. Siete veces se alumbraron las siete medidas de la noche, siete veces infinitas. "Abiento bocayento de la Zipilna de fente note sustina gracia. Trece mili y no cargo bende." Primera, segunda, tercera, tres veces cuatrocientas épocas, miles de épocas y despertó la tierra de Dios el Verbo, él solo por sí mismo. Del fondo de la gran Piedra de la Gracia, despertó la tierra de Dios el Verbo. Su nombre es Unidad con Dios el Verbo. Este su nombre, que hiende las épocas, es: el Eterno, el de un sola Edad, el Muy Alto. Y vino su Descendiente de Siete Generaciones. Y cuatro veces resonó su Gran Palabra, sello de la noche, sello del cielo: "Yo soy el principio, yo seré el fin." He aquí el entendimiento oculto de su palabra, datate, aquí recibido en esta tierra: Yo soy Unidate, yo soy Unitata, yo soy su sonido. Yo soy Unitata. "A nuni viene Unidad." Nilu es el nombre de la noche. Es la primera palabra de Dios, es la primera palabra del Verbo. Así, machacó la piedra, sólo por sí mismo, dentro de la noche. Tomás Sipancas es el nombre del Espíritu cuyo Señor es el Primer Guerrero. Ota-ho en el cielo. Arcángel es el nombre del Espíritu. Heronix es el nombre del Espíritu. Xicluto va delante y es el nombre del Espíritu. Virtutus es el nombre del Espíritu. Joramis es el nombre del Espíritu del Segundo Guerrero. He aquí que dijo cuando se abrió la Piedra: "Jaxyonlacalpa." Escondió su nombre. En el santo cielo dijo Nuestro Santo Padre el Verbo: Bolay es su nombre. Y conoció el segundo cielo, en donde está el polvo de los pies de la Sustina Gracia. Allí se forma la Sabiduría, golpeando la piedra dentro de la oscuridad. Y fue creada la Piedra que fundó las piedras, las Tres Piedras que fueron a asentarse a los pies de la Sustina Gracia. Las piedras que nacieron estaban debajo de la Primera Piedra. Y eran hermanas iguales. Entró entonces Chac, el Gigante, por la grieta de la Piedra. Gigantes fueron entonces todos, en un solo pueblo, los de todas las tierras. Y el Primer Rey fue Dios. En la época Primera, fue creado el único hijo de Dios. En la Segunda, el Verbo. En la Tercera época, Expleo, éste es su nombre en su cielo. Y nació Chac, el Gigante, que Opilla es su nombre, al mismo tiempo que su cielo, que empileo, cielo, es su nombre. Expleo es su nombre, dentro del primer Libro de Dios. Hebones. El único Hijo de Dios, se coloca como espejo en el hombro de su Padre, en la piedra de su Padre. Cuando fue a crear el cielo del cielo, se abrió una Gracia y una Piedra. Nacido era el Fuego. Tixitate es su nombre, la luz del cielo. Que Sustinal es la luz de la luz del cielo. Acpa. Porque el Guerrero creó la luz dentro del cielo. Alpa u manga es su nombre. Y se acabó. * * * Los ángeles, los Espíritus se alzaron mientras eran creadas las estrellas. No se había alumbrado la tierra, no había cielo ni tierra. Eran: El Pauah rojo. El Pauah blanco. El Pauah negro. El Pauah amarillo. Entonces en el Primer cielo, Dios el Verbo tenía sujeta su Piedra, tenía sujeta su Serpiente, tenía sujeta su Sustancia. Allí estaban suspendidos sus ángeles. El Espíritu nombrado Corpinus, y he aquí, debajo, Orele, a la altura de la tierra. Tres Personas eran: El Dios Verbo, el Dios Hijo, el Dios Espíritu Santo. En ese tiempo los planetas, eran: Saturno, Júpiter, Marte y Venus; esos se dice que tenía en su mano el Dios en el cielo; antiguamente los creó. He aquí el nombre del cielo: Christalino. Este ángel, que Corpinus es su nombre, extendía la bendición del Padre, allí donde no había cielo ni tierra, Inpicco es su nombre. Rociaba a todos los ángeles. Baloyo es su nombre. Cacauecan --sexos-- es su nombre. Et sepeuos es su nombre. Laus Deo. * * * Abajo Chac-Bolay-Balam y Cacau Balamté. Esperas es su nombre en la sexta capa de cielo, Isperas es su nombre en la séptima capa del cielo. Fue creado sobre la tierra por Dios Poderoso. En la séptima época nació dentro de la noche. Espíritu es su nombre. S. to. Eden Deus, S. to. Eluseo, Santos. Él vio nacer el centro de la Piedra, el centro de la noche. Se repite. Ardió entonces. Entri de noche. Fue lo que dijo: cuando habló al centro de la Piedra, al centro de la noche.-- Tronas aleseyo de Mundo de gracia en apedia leyo zipidiate en picted gracia Sto. Esuleptun Jaan estunast gracia suplilis eltimeo me firme abin Finites gracia y metis absolutum timetis de gracia Eden Deo gracia de Fentis de gracia Fenoplis tun gracia locom dar y me gracia, tretris un mis gracia. Nositusi de gracia in pricio de gracia. Tresimili uno de cargo leonte. Uno, dos, tres, un montón, trece veces cuatrocientos, Katunes infinitos antes de que despertara la tierra, fue creado el centro de la Piedra, el centro de la noche, allí donde no había cielo ni tierra, cuando fue dicho por Dios el Verbo, sólo por sí mismo, en la Profunda Noche. Sonó la primera Palabra de Dios, allí donde no había cielo ni tierra. Y se desprendió de su Piedra y cayó al segundo tiempo y declaró su divinidad. Y se estremeció toda la inmensidad de lo eterno. Y su palabra fue una medida de gracia, un destello de gracia y quebró y horadó la espalda de las montañas. ¿Quién nació cuando bajó? Gran Padre, Tú lo sabes. Nació su Primer Principio y quebró y barrenó la espalda de las montañas. -- ¿Quiénes nacieron allí? ¿Quiénes? -- Padre, Tú lo sabes. Nació el que es tierno en el cielo. Ciripacte horca mundo ni nompan est noche amanena omonena Apaopa. Salió el Espíritu de la infinita Gracia.--Zipiones ted coruna Pater Profecida Hablará cuando llegue a la Séptima gracia, la Virgen Piedra de la Gracia. Baltepiones ortezipio Reciquenta noche hun ebutate hun cute Profeciado. Sucedió que fue llamado el ángel Jerupite y le fueron dados en el cielo Corporales de ojales por el primer Papa. Aquí va imagen 8 Los nombres y símbolos de Dios Capítulo VII El Katún 13 Ahau Esta es la cara del Katún, la cara del Katún, del Trece Ahau: Se quebrará el rostro del Sol. Caerá rompiéndose sobre los dioses de ahora. Desaparecerán los gobiernos. Cinco días será mordido el Sol y será visto. Esta es la representación del Trece Ahau. Señal que da Dios es que sucederá que muera el Rey de esta tierra. Así también que vendrán los antiguos Reyes a pelear unos contra otros, cuando vayan a entrar los cristianos a esta tierra. Así dará señal Nuestro Padre Dios de que vendrán, porque no hay concordia, porque ha pasado mucho la miseria a los hijos de los hijos. Nos cristianizaron, pero nos hacen pasar de unos a otros como animales. Y Dios está ofendido de los Chupadores. Miliquinientos treinta y nuebe años, así: 1539 años. Al Oriente está la puerta de la casa de don Juan Montejo, el que metió el cristianismo en esta tierra de Yucalpetén, Yucatán. CHILAM BALAM, Profeta.
contexto
De la fiesta del primer mes y del segundo Al primer mes del año lo llamaban Atlacaóalo y en otras partes Quahoitléon y empezaba (según ya se dijo) el día 2 del mes de febrero, en cuya madrugada era costumbre celebrar una fiesta dedicada (según opinan algunos) a los dioses tlaloques, o como otros prefieren, a la hermana de ellos, diosa de la lluvia llamada Chalchiutlycue, o como a otros les place, al pontífice máximo y dios de los vientos, Quetzalcóatl; y no sería completamente extraño a la cosa, sospechar que estos días de fiesta se celebraban a la gloria y dignidad de todos los dioses supradichos. Durante este mes en muchas cumbres de los montes una gran cantidad de niños era inmolada, a los cuales (¡oh crimen horrendo!), en honor de los dioses de la lluvia, la que juzgaban obtener por estos sacrificios, se extraían los tiernos e inocentes corazones. A los niños que iban a ser sacrificados, vestidos con ropajes preciosos, los llevaban en literas puestas sobre los hombros, adornadas con varias y pulquérrimas plumas y flores olorosas al lugar de la carnicería, yendo por delante una turba numerosa que cantaba, bailaba y golpeaba tímpanos. Y si sucedía que aquellos tiernos infantes que tenían que morir de esa manera miserable, presintieran su fin inmediato y por ello se entristecieran y derramaran lágrimas, se consideraba de buen agüero el sacrificio y se esperaba con toda certidumbre lluvias ubérrimas; si acaecía lo contrario, juzgaban que aquel año sería estéril. En ese mismo mes mataban en honor de los mismos dioses una multitud de enemigos cautivados en las batallas, a los cuales no los llevaban al templo llamado Yopiti para arrancarles allí los corazones, sin que antes, teniéndolos atados a unas piedras redondas y armados con sables inadecuados para herir, emprendiesen con ellos una lucha lamentable y los llenasen de heridas. Los vencedores, que en la guerra pasada los habían hecho prisioneros, iban por delante adornados con plumas de varios colores (pues éste era su principal ornamento), bailando con rostro alegre y ostentando valor marcial. Estas cosas y otras semejantes tenían por costumbre hacer en cada día de este mes. El segundo mes lo llamaban tlacaxipeoaliztli o desollamiento, en cuyo primer día sacrificaban al Dios Totéc (sic), que también se llama Xipe, inmolándole no pocos esclavos, además de aquellos que habían hecho prisioneros en los combates, a los cuales arrancaban el cuero y los cabellos del vértice de la cabeza al mismo tiempo que la piel, de donde le venía el nombre a la fiesta; los vencedores que habían donado los prisioneros a los dioses, llevaban las cabelleras a casa como cosa preciosa, para conservar la prueba de su victoria. Todo esto solfa hacerse en el calpúlli o, en algunas amplias moradas a las cuales era costumbre de los próceres de la ciudad concurrir para deliberar lo que convenía hacer para preservar, gobernar y engrandecer la república. Los señores arrastraban a los enemigos cautivos por los cabellos hasta una mesa de piedra de dos pies un cuarto más o menos de alto, y pie y medio de ancho, donde se les debían de abrir los pechos. Se les echaba de espalda con las piernas abiertas y cinco ministros lo cogían de modo que no se pudiera mover; dos le cogían las piernas, otros tantos los brazos y otro con una y otra mano y con gran fuerza la cabeza y entonces el sacerdote (más bien diría yo el verdugo) teniendo con ambas manos un cuchillo de piedra, semejante a las puntas de los puñales que usan los habitantes de nuestra parte del mundo, de súbito les hendía el pecho y abierto el tórax y metida por la herida la atroz y sanguinaria diestra, les arrancaba el caro corazón, el cual echaba en un vaso después de ofrecido al ídolo del sol. Extraída de la manera que se ha dicho la víscera más grande del cuerpo y sede principal de la vida, como horno del que nace el calor, y recibida la sangre en un vaso que llaman xícara, se devolvía el cadáver al vencedor, quien lo echaba a rodar por las escaleras del teuhcalli; al caer en una plazoleta o en el patio del templo, era recibido por unos viejos que llaman cuacuacuilti, y por unos jóvenes sus ayudantes, de quienes hacían veces de padres y cuando estos jóvenes se casaban, de otros consagrados al ministerio del teuhcalli. Y aun cuando pasaban la mayor parte de su vida con sus mujeres, no era raro que asistieran a su ministerio en los lugares sagrados para cumplir con las ceremonias del culto y de cuando en cuando presentes en los templos, servían diligentemente a los dioses, sobre todo en los días festivos. Estos, pues, recibían el cadáver y lo llevaban a su calpulli, donde despedazado y cortado en partes, lo repartían a los ciudadanos barrio por barrio para que se lo comieran. Las pieles arrancadas a estas víctimas se las vestían algunos jóvenes, y en este horrendo ropaje simulaban batallas con sus coetáneos y los que por su valor vencían en esta lucha llevaban a los vencidos como prisioneros de guerra. Mataban después a otros esclavos, mas no antes que cuatro varones armados, si es que pueden llamarse varones, hubiesen peleado con ellos teniéndolos atados a una piedra redonda de la que no podían apartarse ni siquiera un dedo (tal era la ferocidad e inhumanidad de esos hombres). Ya casi cubiertos de heridas eran arrastrados al tajón de piedra destinado al sacrificio, donde se les mataba como a los otros y terminado esto, empezaban sus bailes acostumbrados delante de las puertas, los señores, los reyes y los próceres vestidos con preciosísimas plumas.