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Lunes, 11 de marzo Hoy se despidió del Rey, y le dijo algunas cosas que dijese de su parte a los Reyes, mostrándole siempre mucho amor. Partióse después de comer, y envió con él a D. Martín de Noroña, y todos aquellos caballeros le vinieron a acompañar y hacer honra buen rato. Después vino a un monasterio de San Antonio, que es sobre un lugar que se llama Villafranca, donde estaba la Reina, y fuéle a hacer reverencia y besarle las manos, porque le había enviado a decir que no se fuese hasta que la viese, con la cual estaba el Duque y el Marqués, donde recibió el Almirante mucha honra. Partióse de ella el Almirante, de noche, y fue a dormir a Llandra. Martes, 12 de marzo Hoy, estando para partir de Llandra para la carabela, llegó un escudero del Rey que le ofreció de su parte que, si quisiese ir a Castilla por tierra, que aquel fuese con él para lo aposentar y mandar dar bestias y todo lo que hubiese menester. Cuando el Almirante de él se partió, le mandó dar una mula y otra a su piloto, que llevaba consigo y diz que al piloto mandó hacer merced de veinte espadines, según supo el Almirante. Todo diz que se decía que lo hacía porque los Reyes lo supiesen. Llegó a la carabela en la noche. Miércoles, 13 de marzo Hoy, a las ocho horas, con la marea de ingente y el viento Nornorueste, levantó las anclas y dio la vela para ir a Sevilla. Jueves, 14 de marzo Ayer, después del sol puesto, siguió su camino al Sur, y antes del sol salido se halló sobre el Cabo de San Vicente, que es en Portugal. Después navegó al Leste para ir a Saltés, y anduvo todo el día con poco viento hasta agora que está sobre Faro. Viernes, 15 de marzo Ayer, después del sol puesto, navegó a su camino hasta el día con poco viento, y al salir del sol se halló sobre Saltés, y a hora de medio día, con la marea de montante, entró por la barra de Saltés hasta dentro del puerto de donde había partido a tres de agosto del año pasado. Y así dice él que acababa agora esta escritura, salvo que estaba de propósito de ir a Barcelona por la mar, en la cual ciudad le daban nuevas que sus Altezas estaban, y esto para les hacer relación de todo su viaje que Nuestro Señor le había dejado hacer y le quiso alumbrar en él. Porque ciertamente, allende que él sabía y tenía firme y fuerte sin escrúpulo que Su Alta Majestad hace todas las cosas buenas y que todo es bueno salvo el pecado y que no se puede abalar ni pensar cosa que no sea con su consentimiento, "esto de este viaje conozco, dice el Almirante, que milagrosamente lo ha mostrado, así como se puede comprender por esta escriptura, por muchos milagros señalados que ha mostrado en el viaje, y de mí, que ha tanto tiempo que estoy en la Corte de Vuestras Altezas con opósito y contra sentencia de tantas personas principales de vuestra casa, los cuales todos eran contra mí, poniendo este hecho que era burla, el cual espero en Nuestro Señor que será la mayor honra de la Cristiandad que así ligeramente haya jamás aparecido". Estas son finales palabras del Almirante don Cristóbal Colón, de su primer viaje a las Indias y al descubrimiento de ellas. DEO GRACIAS
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Lunes, 11 de febrero Anduvo esta noche doce millas por hora a su camino, y así en toda ella contó treinta y nueve leguas, y en todo el día corrió diez y seis leguas y media. Vido muchas aves, de donde creyó estar cerca de tierra. Martes, 12 de febrero Navegó al Leste seis millas por hora esta noche, y andaría hasta setenta y tres millas, que son dieciocho leguas y un cuarto Aquí comenzó a tener grande mar y tormenta; y si no fuera la carabela diz que muy buena y bien aderezada, temiera perderse. El día correría once o doce leguas, con mucho trabajo y peligro. Miércoles, 13 de febrero Después del sol puesto hasta el día, tuvo gran trabajo del viento y de la mar muy alta y tormenta; relampagueó hacia el Nornordeste tres veces; dijo ser señal de gran tempestad que había de venir de aquella parte o de su contrario. Anduvo a árbol seco lo más de la noche, después dio una poca de vela y andaría 52 millas, que son trece leguas. En este día blandeó un poco el viento, pero luego creció y la mar se hizo terrible, y cruzaban las olas que atormentaban los navíos. Andaría 55 millas, que son trece leguas y media. Jueves, 14 de febrero Esta noche creció el viento y las olas eran espantables, contraria una de otra, que cruzaban y embarazaban el navío que no podía pasar adelante ni salir de entremedias de ellas y quebraban en él; llevaba el papahígo muy bajo, para que solamente lo sacase algo de las ondas; andaría así tres horas y correría veinte millas. Crecía mucho la mar y el viento; y viendo el peligro grande, comenzó a correr a popa donde el viento le llevase, porque no había otro remedio. Entonces comenzó a correr también la carabela Pinta en que iba Martín Alonso, y desapareció, aunque toda la noche hizo faroles el Almirante y el otro le respondía, hasta que parece que no pudo más por la fuerza de la tormenta y porque se hallaba muy fuera del camino del Almirante. Anduvo el Almirante esta noche al Nordeste cuarta del Leste cincuenta y cuatro millas, que son trece leguas. Salido el sol, fue mayor el viento y la mar cruzando más terrible; que llevaba el papahígo solo y bajo, para que el navío saliese de entre las ondas que cruzaban, porque no lo hundiesen. Andaba el camino del Lesnordeste y después a la cuarta hasta el Nordeste; andaría seis horas así, y en ellas siete leguas y media. Él ordenó que se echase un romero que fuese a Santa María de Guadalupe y llevase un cirio de cinco libras de cera y que hiciesen voto todos que al que cayese la suerte cumpliese la romería, para lo cual mandó traer tantos garbanzos cuantas personas en el navío tenían y señalar uno con un cuchillo, haciendo una cruz, y metellos en un bonete bien revueltos. El primero que metió la mano fue el Almirante y sacó el garbanzo de la cruz; y así cayo sobre él la suerte y desde luego se tuvo por romero y deudor de ir a cumplir el voto. Echóse otra vez la suerte para enviar romero a Santa María de Loreto, que está en la marca de Ancona, tierra del Papa, que es casa donde Nuestra Señora ha hecho y hace muchos y grandes milagros, y cayó la suerte a un marinero del Puerto de Santa María que se llamaba Pedro de Villa, y el almirante le prometió de le dar dineros para las costas. Otro romero acordó que se enviase a que velase una noche en Santa Clara de Moguer e hiciese decir una misa, para lo cual se tornaron a echar los garbanzos con el de la cruz, y cayó la suerte al mismo Almirante. Después de esto el Almirante y toda la gente hicieron voto de, en llegando a la primera tierra, ir todos en camisa en procesión a hacer oración en una Iglesia que fuese de la invocación de Nuestra Señora. Allende los votos generales o comunes, cada uno hacia en especial su voto, porque ninguno pensaba escapar, teniéndose todos por perdidos, según la terrible tormenta que padecían. Ayudaba a acrecentar el peligro que venía el navío con falta de lastre, por haberse alivianado la carga, siendo ya comidos los bastimentos y el agua y vino bebido, lo cual, por cudicia del próspero tiempo que entre las islas tuvieron, no proveyó el Almirante, teniendo propósito de lo mandar lastrar en la isla de las Mujeres, adonde lleva(ba) propósito de ir. El remedio que para esta necesidad tuvo fue, cuando hacerlo pudieron, henchir las pilas que tenían, vacías de agua y vino, de agua de la mar, y con esto en ella se remediaron. Escribe aquí el Almirante las causas que le ponían temor de que allí Nuestro Señor no quisiese que pereciese y otras que le daban esperanza de que Dios lo había de llevar en salvamento para que tales nuevas como llevaba a los Reyes no pereciesen. Parecíale que el deseo grande que tenía de llevar estas nuevas tan grandes y mostrar que había salido verdadero en lo que había dicho y proferídose a descubrir, le ponía grandísimo miedo de no lo conseguir, y que cada mosquito diz que le podía perturbar e impedir. Atribúyelo esto a su poca fe y desfallecimiento de confianza de la Providencia divina. Confortábale, por otra parte, las mercedes que Dios le había hecho en dalle tanta victoria, descubriendo lo que descubierto había y cumplídole Dios todos sus deseos, habiendo pasado en Castilla en sus despachos muchas adversidades y contrariedades. Y que como antes hubiese puesto su fin y enderezado todo su negocio a Dios y le había oído y dado todo lo que le había pedido, debía creer que le daría cumplimiento de lo comenzado y le llevaría en Salvamento; mayormente que, pues le había librado a la ida, cuando tenía mayor razón de temer de los trabajos que con los marineros y gente que llevaba, los cuales todos a una voz estaban determinados de se volver, y alzarse contra él, haciendo prestaciones, y el eterno Dios le dio esfuerzo y valor contra todos y otras cosas de mucha maravilla que Dios había mostrado en él y por él en aquel viaje, allende aquellas que sus Altezas sabían de las personas de su casa. Así que dice que no debiera temer la dicha tormenta; mas su flaqueza y congoja, dice él, "no me dejaba asensar la anima". Dice más, que también le daba gran pena dos hijos que tenía en Córdoba al estudio, que los dejaba huérfanos de padre y madre en tierra extraña, y los Reyes no sabían los servicios que les había en aquel viaje hecho y nuevas tan prósperas que les llevaba para que se moviesen a los remediar. Por eso y porque supiesen sus Altezas cómo Nuestro Señor le había dado victoria de todo lo que deseaba de las Indias y supiesen que ninguna tormenta había en aquellas partes, lo cual dice que se puede cognoscer por la hierba y árboles que están nacidos y crecidos hasta dentro en la mar, los Reyes hubiesen noticia de su viaje, tomó un pergamino y escribió en él todo lo que pudo de todo lo que había hallado, rogando mucho a quien lo hallase que le llevase a los reyes. Este pergamino envolvió en un paño encerado, atado muy bien, y mandó traer un gran barril de madera y púsolo en él sin que ninguna persona supiese que era, sino que pensaron todos que era alguna devoción, y así lo mandó echar en la mar. Después, con los aguaceros y turbionadas, se mudó el viento al Cueste y andaría así a popa sólo con el trinquete cinco horas con la mar muy desconcertada, y andaría dos leguas y media al Nordeste. Había quitado el papahigo de la vela mayor, por miedo que alguna onda de la mar no se lo llevase del todo. Viernes, 15 de febrero Ayer, después del sol puesto, comenzó a mostrarse claro el cielo de la banda del Oueste, y mostraba que quería de hacia allí ventar. Dio la boneta a la vela mayor; todavía la mar era altísima, aunque iba algo bajándose. Anduvo al Lesnordeste cuatro millas por hora, y en trece horas de noche fueron trece leguas. Después del sol salido, vieron tierra; parecíales por proa al Lesnordeste; algunos decían que era la isla de la Madera, otros que era la Roca de Cintra en Portugal, junto a Lisboa. Saltó luego el viento por proa Lesnordeste, y la mar venía muy alta al Oueste; habría de la carabela a la tierra cinco leguas. El Almirante, por su navegación, se hallaba estar con las islas de los Azores, y creía que aquella era una de ellas. Los pilotos y marineros se hallaban ya en tierra de Castilla. Sábado, 16 de febrero Toda esta noche anduvo dando bordos por encabalgar la tierra que ya se conocía ser isla. A veces iba al Nordeste, otras al Nornordeste, hasta que salió el sol, que tomó la vuelta del Sur por llegar a la isla que ya no vían por la gran cerrazón, y vido por popa otra isla que distaría ocho leguas. Después del sol salido hasta la noche anduvo dando vueltas por llegarse a la tierra con el mucho viento y mar que llevaba. Al decir de la Salve, que es a boca de noche, algunos vieron lumbre de sotavento y parecía que debía ser la isla que vieron ayer primero, y toda la noche anduvo barloventeando y allegándose lo más que podía para ver si al salir del sol veía alguna de las islas. Esta noche reposó el Almirante algo, porque desde el miércoles no había dormido ni podido dormir y quedaba muy tullido de las piernas por estar siempre desabrigado al frío y al agua y por el poco comer. El sol salido, navegó al Sursudueste y a la noche llegó a la isla, y por la gran cerrazón no pudo conocer qué isla era.
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Lunes, 12 de noviembre Partió del puerto y río de Mares al rendir del cuarto de alba, para ir a una isla que mucho afirmaban los indios que traía, que se llamaba Babeque, adonde, según dicen por señas, que la gente de ella coge el oro con candelas de noche en la playa, y después con martillo diz que hacían vergas de ello, y para ir a ella era menester poner la proa al Leste cuarta del Sueste. Después de haber andado ocho leguas por la costa delante halló un río, y después de andadas otras cuatro halló otro río que parecía muy caudaloso y mayor que ninguno de los otros que había de ellos por dos respectos; el uno y principal, porque el tiempo y viento era bueno para ir en demanda de la dicha isla de Babeque; lo otro, porque si en él hubiera alguna populosa o famosa ciudad cerca de la mar se pareciera, y para ir por el río arriba eran menester navíos pequeños, lo que no eran los que llevaba; y así se perdiera también mucho tiempo, y los semejantes ríos son cosa para descubrirse por sí. Toda aquella costa era poblada mayormente cerca del río, a quien puso por nombre el río del Sol. Dijo que el domingo antes, once de noviembre, le había parecido que fuera bien tomar algunas personas de las de aquel río para llevar a los reyes porque aprendieran nuestra lengua, para saber lo que hay en la tierra y porque volviendo sean lenguas de los cristianos y tomen nuestras costumbres y las cosas de Fe, "porque yo vi e conozco, dice el Almirante, que esta gente no tiene secta ninguna ni son idólatras, salvo muy mansos y sin saber que sea mal ni matar a otros ni prender, y sin armas y tan temerosos que a una persona de los nuestros huyen ciento de ellos, aunque burlen con ellos, y crédulos y conocedores que hay Dios en el cielo, y firmes que nosotros hemos venido del cielo, y muy prestos a cualquiera oración que nos les digamos que digan y hacen señal de la cruz. Así que deben Vuestras Altezas determinarse a los hacer cristianos, que creo que sí comienzan, en poco tiempo acabarán de los haber convertido a nuestra Santa Fe multidumbre de pueblos, y cobrando grandes señoríos y riquezas, y todos sus pueblos de la España, porque sin duda es en estas tierras grandísima suma de oro, que no sin causa dicen estos indios que yo traigo, que hay en estas islas lugares adonde cavan el oro y lo traen al pescuezo, a las orejas y a los brazos y a las piedras, y son manillas muy gruesas, y también hay piedras y hay perlas preciosas y infinita especería. Y en este río de los Mares, de adonde partí esta noche, sin duda hay grandísima cantidad de almáciga y mayor si mayor se quisiere hacer, porque los mismos árboles plantándolos prenden de ligero y hay muchos y muy grandes, y tienen la hoja como lentisco y el fruto, salvo que es mayor, así los árboles como la hoja, como dice Plinio, y yo he visto en la isla de Xio, en el archipiélago, y mandé sangrar muchos de estos árboles para ver si echarían resina para la traer, y como haya siempre llovido el tiempo que yo he estado en el dicho río, no he podido haber de ella, salvo muy poquita que traigo a Vuestras Altezas; y también puede ser que no es tiempo para los sangrar, que esto creo que conviene al tiempo que los árboles comienzan a salir del invierno y quieren echar la flor, y acá ya tienen el fruto cuasi maduro agora. Y también aquí se habría grande suma de algodón y creo que se vendería muy bien acá sin le llevar a España, salvo a las grandes ciudades del Gran Can que se descubrirán sin duda y otras muchas de otros señores que habrán en dicha servir a Vuestras Altezas, y adonde se les darán de otras cosas de España y de las tierras de Oriente, pues éstas son a nos en Poniente. Y aquí hay también infinito lináloe, aunque no es cosa para hacer gran caudal; mas del almáciga es de entender bien, porque no la hay, salvo en la dicha isla de Xio, y creo que sacan de ello bien cincuenta mil ducados, si mal no me acuerdo. Y hay aquí, en la boca del dicho río, el mejor puerto que hasta hoy vi, limpio y ancho y fondo y buen lugar y asiento para hacer una villa y fuerte, y que cualesquier navíos se puedan llegar el bordo a los muros, y tierra muy temperada y alta y muy buenas aguas. Así que ayer vino a bordo de la nao una almadía con seis mancebos, y los cinco entraron en la nao; estos mandé detener y los traigo. Y después envié a una casa que es de la parte del río del Poniente, y trajeron siete cabezas de mujeres entre chicas y grandes y tres niños. Esto hice porque mejor se comportan los hombres en España habiendo mujeres de su tierra que sin ellas, porque ya otras muchas veces se acaeció traer hombres de Guinea para que aprendiesen la lengua en Portugal, y después que volvían y pensaban de se aprovechar de ellos en su tierra por la buena compañía que le habían hecho y dádivas que se les habían dado, en llegando en tierra jamás parecían. Otros no lo hacían así. Así que, teniendo sus mujeres tendrán gana de negociar lo que se les encargare, y también estas mujeres mucho enseñarán, a los nuestros su lengua, la cual es toda una en todas las islas de India, y todos se entienden y todas las andan con sus almadías, lo que no han en Guinea, adonde es mil maneras de lenguas que la una no entiende la otra. Esta noche vino a bordo en una almadía el marido de una de estas mujeres y padre de tres hijos, un macho y dos hembras, y dijo que yo le dejase venir con ellos, y a mí me plugo mucho, y quedan agora todos consolados con él, que deben todos ser parientes, y él es ya hombre de 45 años". Todas estas palabras son formales del Almirante. Dice también arriba que hacía algún frío, y por esto que no le fuera buen consejo en invierno navegar al Norte para descubrir. Navegó este lunes hasta el sol puesto 18 leguas al Leste cuarta del Sueste, hasta un cabo al que puso por nombre el Cabo de Cuba. Martes, 13 de noviembre Esta noche toda estuvo a la corda, como dicen los marineros, que es andar barloventeando, y no andar nada, por ver un. abra, que es una abertura de sierras como entre sierra y sierra, que le comenzó a ver al poner del sol, adonde se mostraban dos grandísimas montañas, y parecía que se apartaba la tierra de Cuba con aquella de Bohío; y esto decían los indios que consigo llevaban por señas. Venido el día claro, dio las velas sobre la tierra y paso una punta que le pareció anoche obra de dos leguas, y entró en un grande golfo cinco leguas al sursudueste, y le quedaban otras cinco para llegar al cabo, adonde en medio de dos grandes montes, hacían un degollado, el cual no pudo determinar si era entrada de mar. Y porque deseaba ir a la isla que llamaban Baneque, adonde tenía nueva, según él entendía, que había mucho oro, la cual isla le salía al Leste, como no vido que le crecía más que nunca hasta allí, acordó de hacerse a la mar y andar al Leste con el viento que era Norte; y andaba 8 millas cada hora, y desde las diez del día que tomó aquella derrota hasta el poner del sol anduvo 56 millas, que son 14 lemas al Leste desde el Cabo de Cuba. Y de la otra tierra de Bohío que le quedaba a sotaviento comenzando del cabo del sobredicho golfo, descubrió a su parecer ochenta millas, que son veinte leguas, y corríase toda aquella costa Lesueste y Ouesnoroeste. Miércoles, 14 de noviembre Toda la noche de ayer anduvo al reparo y barloventeando, porque decía que no era razón de navegar entre aquellas islas de noche hasta que las hobiese descubierto; y porque los indios que traía le dijeron ayer martes que habría tres jornadas desde el río de Mares hasta la isla de Baneque, que se debe entender jornadas de sus almadías, que pueden andar siete leguas, y el viento también le escaseaba, y habiendo de ir al Leste, no podía sino a la cuarta del Sueste, y por otros inconvenientes que allí refiere se hubo de detener hasta la mañana. Al salir del sol determinó de ir a buscar puerto, porque de Norte se había mudado el viento al Nordeste, y si puerto no hallara fuérale necesario volver atrás a los puertos que dejaba en la isla de Cuba. Llegó a tierra habiendo andado aquella noche veinticuatro millas al Leste cuarta del Sueste. Anduvo al Sur millas hasta tierra, adonde vio muchas entradas y muchas isletas y puertos; y porque el viento era mucho y la mar muy alterada no osó acometer a entrar, antes corrió por la costa al Norueste cuarta del Oeste, mirando si había puerto; y vido que había muchos, pero no muy claros. Después de haber andado así sesenta y cuatro millas halló una entrada muy honda, ancha un cuarto de milla, y buen puerto y río, donde entró y puso la proa al Sursudueste y después al Sur hasta llegar al Sueste, todo de buena anchura y muy hondo, donde vido tantas islas que no las pudo contar todas, de buena grandeza, y muy altas tierras llenas de diversos árboles de mil maneras e infinitas palmas. Maravillóse en gran manera de ver tantas islas y tan altas y certifica a los Reyes que las montañas que desde antier ha visto por estas costas y las de estas islas, pero que le parece que no las hay más altas en el mundo ni tan hermosas y claras, sin niebla ni nieve, y al pie de ellas grandísimo fondo; y dice que cree que estas islas son aquellas innumerables que en los mapamundos en fin de Oriente se ponen. Y dijo que creía que había grandísimas riquezas y piedras preciosas y especería en ellas, y que duran muy mucho al Sur y se ensanchan a toda parte. Púsoles nombre la mar de Nuestra Señora. Dice tantas y tales cosas de la fertilidad y hermosura y altura de estas islas que halló en este puerto, que dice a los Reyes que no se maravillen de encarecerlas tanto, porque los certifica que cree que no dice la centésima parte: algunasde ellas que parecía que llegan al Cielo y hechas como puntas de diamantes; otras que sobre su ran altura tienen encima como una mesa, y al pie de ellas fondo grandísimo, que podra llegar a ellas una grandísima carraca, todas llenas de arboledas y sin peñas. Jueves, 15 de noviembre Acordó de andallas estas islas con las barcas de los navíos, y dice maravillas de ellas y que halló almáciga e infinito lináloe, y algunas de ellas eran labradas de las raíces de que hacen su pan los indios, y halló haber encendido fuego en algunos lugares. Agua dulce no vido; gente había alguna y huyeron. En todo lo que anduvo halló hondo de quince y diez y seis brazas, y todo basa, que quiere decir que el suelo de abajo es arena y no peñas, lo que mucho desean los marineros, porque las peñas cortan los cables de las anclas de las naos. Viernes, 16 de noviembre Porque en todas las partes, islas y tierras donde entraba dejaba siempre puesta una cruz entró en la barca y fue a la boca de aquellos puertos, y en una punta de la tierra halló dos maderos muy grandes, uno más largo que el otro, y el uno sobre el otro hechos cruz, que diz que un carpintero no los pudiera poner mas proporcionados; y, adorada aquella cruz, mandó hacer de los mismos maderos una muy grande y alta cruz. Halló cañas por aquella playa, que no sabía donde nacían, y creía que las traería algún río y las echaba a la playa, y tenía en esto razón. Fue a una cala dentro de la entrada del puerto de la parte del Sueste (cala es una entrada angosta que entra el agua del mar en la tierra). Allí hacía un alto de piedra y pena como cabo, y al pie de él era muy hondo, que la mayor carraca del mundo pudiera poner el bordo en tierra, y había un lugar o rincón donde podían estar seis navíos sin anclas como en una sala. Parecióle que se podía hacer allí una fortaleza a poca costa, si en algún tiempo en aquella mar de islas resultase algún resgate famoso. Volviéndose a la nao, halló los indios que consigo traía que pescaban caracoles muy grandes que en aquellas mares hay; y hizo entrar la gente allí y buscar si había nácaras, que son las ostras donde crían las perlas, y hallaron muchas, pero no perlas, y atribuyólo a que no debía de ser el tiempo de ellas, que creía él que era por mayo y junio. Hallaron los marineros un animal que parecía taso o taxo. Pescaron también con redes y hallaron un pece, entre otros muchos, que parecía propio puerco, no como tonina, el cual diz que era todo concha muy tiesta, y no tenía cosa blanda sino la cola y los ojos, y un agujero debajo de ella para expeler sus superfluidades. Mandólo salar para llevar que lo viesen los Reyes. Sábado, 17 de noviembre Entró en la barca por la mañana y fue a ver las islas que no había visto por la banda del Sudueste. Vido muchas otras y muy fértiles y muy graciosas, y entre medio de ellas muy gran fondo. Algunas de ellas dividían arroyos de agua dulce, y creía que aquella agua y arroyos salían de algunas fuentes que manaban en los altos de las sierras de las islas. De aquí yendo adelante halló una ribera de agua muy hermosa y dulce, y salía muy fría por lo enjuto de ella; había un prado muy lindo y palmas y muchas y altísimas más que las que había visto. Halló nueces grandes de las de la India, creo que dice, y ratones grandes de los de India también, y cangrejos grandísimos. Aves vido muchas y olor vehemente de almizcle, y creyó que lo debía de haber allí. Este día, de seis mancebos que tomó en el río de Mares, que mandó que fuesen en la carabela Niña, se huyeron los dos más viejos. Domingo, 18 de noviembre Salió en las barcas otra vez con mucha gente de los navíos y fue a poner la gran cruz que había mandado hacer de los dichos dos maderos a la boca de la entrada del dicho puerto del Príncipe, en un lugar vistoso y descubierto de árboles, ella muy alta y muy hermosa vista. Dice que la mar crece y descrece allí mucho más que en otro puerto de lo que por aquella tierra haya visto, y que no es más maravilla por las muchas islas, y que la marea es al revés de las nuestras, porque allí la luna al Sudueste cuarta del Sur es baja mar en aquel puesto. No partió de aquí por ser domingo.
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Escuadrón fundado durante los últimos días de la Primera Guerra Mundial, motivado por el creciente aumento de las unidades de bombardeo y equipado con el bombardero diurno Airco DH-9. Disuelto el 17 de agosto de 1918 sin haber intervenido en la contienda ni haber sido declarado operacional. Veintitrés años más tarde, el 14 de mayo de 1941, se crea en Kirton-in-Linsey el segundo de los Eagle Squadron, asignándosele el código "AV" y teniendo como comandante a Peter R. Powell; un veterano de la Batalla de Inglaterra durante la cual destruyó siete aviones alemanes. Los pilotos procedían en su mayor parte de las Operational Training Unit, a excepción de los pilotos Bob Reed, Collier Mize y Fred Scudday, que pertenecían al 43 Fighter Squadron, y Royce Wilkinson y Richard Moore que fueron transferidos desde el 71 Fighter Squadron. Comienza sus entrenamientos con los Hurricane Mk.I, declarándose operacional el 21 de julio de 1941 ya equipado con Hurricane Mk.IIb. Por aquellos tiempos realiza misiones sobre Francia y el Canal de la Mancha, donde los contactos con el enemigo son escasos, produciéndose el primero de los derribos de este escuadrón el 8 de agosto de 1941 cuando Sel Edner y Jack Mooney derriban un Junkers Ju88, y el probable derribo de un Messerschmitt Bf.109 diez días más tarde sobre Saint Omer. El resto del año transcurre sin hechos notables realizando misiones de escolta, con la novedad de equipárseles con algunos Spitfire Mk.IIb y mayoritariamente con Spitfire Mk.Vb. El mal tiempo de comienzos de año con los cielos cubiertos de nubes sólo le permite realizar unas pocas misiones de patrulla sobre Francia en las áreas asignadas al 11 Group de la RAF. En marzo de 1942 el tiempo mejora y permite realizar acciones sobre Francia, encontrándose con la desagradable sorpresa de la existencia de un nuevo caza alemán, el Focke-Wulf Fw.190. Aunque éste superaba en prestaciones al Spitfire, el día 23 de ese mismo mes Jack Mooney derriba uno de ellos cerca de Calais. Durante el mes de abril el 121 Squadron realiza 740 salidas operacionales durante las cuales derriban 4 aparatos enemigos y uno probable, pero con la pérdida de tres pilotos propios. El mes de junio resulta bastante movido; el día 3 se traslada a Southend-on-Sea, desde donde realiza misiones de escolta y rhuborbs, durante una de las cuales, la correspondiente al día 9, son abatidos cuatro Fw.190 por Barry Mahon y John Mooney, con dos derribos cada uno de ellos. Pero el mejor día del año 1942 corresponde al 31 de julio, en el que se derriban siete aparatos enemigos. La última acción importante se produce el 19 de agosto, reclamándose un Fw.190 derribado, dos probables y otro más averiado, todo ello en el famoso raid sobre Dieppe. En septiembre se traslada a Debden para reunirse con los otros dos Eagle Squadron, allí es disuelto y sus efectivos pasan a formar parte del recién creado 335 Pursuit Squadron, más adelante 335 Fighter Squadron, como segundo componente del 4 Fighter Group.
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Tercero de los Eagle Squadron, también se creó motivado por las mayores necesidades de unidades de bombardeo dentro de la RAF. Por ello fue constituido en Ternhill el 1 de marzo de 1918, estando previsto equiparle con bombarderos Handley Page 0/400, aunque las sesiones de entrenamiento se efectuaron con el más disponible F.E.-2b, pero aún así se disolvió el 4 de julio de 1918 sin recibir los Handley Page y lógicamente sin entrar en combate. Volvió a organizarse el 28 de octubre pero siguió la misma suerte, ya que el fin de la Gran Guerra hizo necesaria su disolución. El 133 Fighter Squadron se vuelve a formar el 1 de agosto de 1941 en la ciudad de Coltishall, situada al este de Gran Bretaña, asignándosele el código "MD" y bajo el mando del inglés George A. Brown, procedente del 71 Squadron. A los pocos días, el 16 del mismo mes, se traslada a Duxford, donde comienzan sus entrenamientos a bordo de los sufridos Hurricane Mk.IIb, volando en patrullas de protección de barcos en aguas del Mar del Norte. En octubre es trasladado a la base irlandesa de Eglinton, cambio que iba a resultar trágico para el escuadrón, ya que durante el vuelo hacia allí cuatro pilotos murieron al estrellarse contra unas montañas debido al mal tiempo, y otros dos perecieron en sendos accidentes a las dos semanas de su llegada a Eglinton. Debido a las pérdidas indicadas, a las que hay que añadir las producidas por aterrizajes defectuosos, el 28 de octubre se suministran los primeros Spitfire Mk.IIb y con ellos se completa el entrenamiento de patrulla y protección a convoyes. La unidad vuelve de nuevo a Inglaterra el 2 de enero de 1942, estableciéndose en Kirton-in-Lindsey, donde esperan los más modernos Spitfire Mk.Vb. Desde esta ciudad costera del norte realiza misiones de apoyo a buques que transitan por el Mar del Norte. El 5 de febrero de 1942 se produce su primer encuentro con los aparatos de la Luftwaffe, durante el cual derriban un Dornier Do-217. Siete días después participa, junto con el 121 Squadron, en la acción contra los buques alemanes Prinz Eugen, Scharnhorst y Gneisenau. Después de este hecho se suceden días de patrullas monótonas sobre las frías aguas del mar, y no es hasta el 26 de abril cuando se produce el siguiente derribo de un aparato alemán, cuando Carroll McColpin destruye un Fw.190. A finales de dicho mes la unidad efectúa misiones de interceptación nocturna. El 7 de mayo de 1942 el 133 Squadron se desplaza a Biggin Hill, quedando bajo la influencia del sector del 11 Group, desde donde realiza misiones de escolta a bombarderos y misiones de caza libre durante las cuales mantiene frecuentes encuentros con el Messerschmitt Bf.109. Tal es así, que el día 17, en un raid sobre Abbeville, el teniente McColpin destruye un Bf.109F y otro probable; Mooran Morris reclama otro probable y dos días más tarde Carter Harp derriba dos Fw.190, mientras que Morris y George Sperry abaten un Bf.109F. El resto del mes de mayo transcurre con combates sobre el norte de Francia, sucediéndose el derribo de varios aparatos enemigos pero con la pérdida de cuatro pilotos propios. El mes de junio transcurre sin ningún acontecimiento de importancia, pero a finales de julio se produce un combate sobre la zona de Abbeville en el que se destruyen tres cazas enemigos pero a costa de perderse otros tantos pilotos. Poco después el escuadrón se traslada a Gravasen; el 14 de agosto a Lympne y finalmente, el 23 de septiembre, a Great Stampford donde reciben los nuevos Spitfire Mk.IX. El 29 de septiembre de 1942 la unidad es transferida a la USAAF como 336 Squadron, dentro del 4 Fighter Group.
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Lunes, 14 de enero Quisiera enviar esta noche a buscar las casas de aquellos indios por tomar algunos de ellos, creyendo que eran caribes, y... (no lo hizo) por el mucho Leste y Nordeste y mucha ola que hizo en la mar, pero, ya de día vieron mucha gente de indios en tierra, por lo cual mandó el Almirante ir allá la barca con gente bien aderezada, los cuales luego vinieron todos a la popa de la barca, y especialmente el indio que el día antes había venido a la carabela y el Almirante le había dado las cosillas de resgate. Con este diz que venía un rey, el cual había dado al indio dicho unas cuentas que diese a los de la barca en señal de seguro y de paz. Este rey, con tres de los suyos, entraron en la barca y vinieron a la carabela. Mandóles el Almirante dar de comer bizcocho y miel, y dióle un bonete colorado y cuentas y un pedazo de paño colorado, y a los otros también pedazos de paño; el cual dijo que traería mañana una carátula de oro, afirmando que allí había mucho, y en Carib y en Mantinino. Después los envió a tierra bien contentos. Dice más el Almirante; que le hacían agua mucha las carabelas por la quilla, y quéjase mucho de los calafates, que en Palos las calafatearon muy mal y que cuando vieron que el Almirante había entendido el defecto de su obra y los quisiera constreñir a que la enmendaran, huyeron. Pero no obstante la mucha agua que las carabelas hacían, confía en Nuestro Señor que lo trujo lo tornará por su piedra y misericordia, que bien sabía su Alta Majestad cuánta controversia tuvo primero antes que se pudiese expedir de Castilla, que ninguno otro fue en su favor sino Él, porque Él sabía su corazón, y después de Dios, Sus Altezas, y todo lo demás le había sido contrario sin razón alguna. Y dice más así: "y han seído causa que la Corona Real de Vuestras Altezas no tenga cien cuentos de renta más de la que tiene después que yo vine a los servir, que son siete años agora, a 20 das de enero este mismo mes, y más lo que acrecentado sería de aquí en adelante. Mas aquel poderoso Dios remediará todo". Estas son sus Palabras. Martes, 15 de enero Dice que se quiere partir porque ya no aprovecha nada detenerse, por haber pasado aquellos desconciertos (debe decir del escándalo de los indios). Dice también que hoy ha salido que toda la fuerza del oro estaba en la comarca de la Villa de la Navidad de Sus Altezas, y que en la isla de Carib había mucho alambre y en Matinino, puesto que será dificultoso en Carib, porque aquella gente diz que come carne humana, y que de allí se parecía la isla de ellos, y que tenía determinado de ir a ella, pues está en el camino, y a la de Matinino, que diz que era poblada toda de mujeres sin hombres, y ver la una y la otra, y tomar diz que algunos de ellos. Envió el Almirante la barca a tierra, y el rey de aquella tierra no había venido porque diz que la población estaba lejos, mas envió su corona de oro como había prometido, y vieron otros muchos hombres con algodón y con pan y ajes, todos con sus arcos y flechas. Después que todo lo hubieron resgatado, vinieron diz que cuatro mancebos a la carabela, y pareciéronle al Almirante dar tan buena cuenta de todas aquellas islas que estaban hacia el Leste, en el mismo camino que el Almirante había de llevar, que determinó de traer a Castilla consigo. Allí diz que no tenían hierros ni otro metal que se hobiese visto, aunque en pocos días no se puede saber de una tierra mucho, así por la dificultad de la lengua, que no entendía el Almirante, sino por discreción, como porque ellos no saben lo que él pretendía en pocos días. Los arcos de aquella gente diz que eran tan grandes como los de Francia e Inglaterra; las flechas son propias como las azagayas de las otras gentes que hasta allí había visto, que son de los pimpollos de las cañas cuando son simiente, que quedan muy derechas y de longura de una vara y media y de dos, y después ponen al cabo un pedazo de palo agudo de un palmo y medio; y encima de este palillo, algunos le inxieren un diente de pescado, y algunos y los más le ponen allí hierba, y no tiran como en otras partes, salvo por una cierta manera que no pueden mucho ofender. Allí había muy mucho algodón y muy fino y luengo, y hay muchas almácigas, y parecíale que los arcos eran de tejo, y que hay oro y cobre. También hay mucho aji, que es su pimienta, della que vale más que pimienta, y toda la gente no come sin ella, que la halla muy sana; puédense cargar cincuenta carabelas cada año en aquella Española. Dice que halló mucha hierba en aquella bahía de la que hallaban en el golfo cuando venía al descubrimiento, por lo cual creía que había islas al Leste hasta en derecho de donde las comenzó a hallar, porque tiene por cierto que aquella hierba nace en poco fondo, junto a tierra; y dice que si así es, muy cerca estaban estas Indias de las islas de Canarias, y por esta razón creía que distaban menos de cuatrocientas leguas. Miércoles, 16 de enero Partió antes del día, tres horas, del golfo que llamó el golfo de las Flechas con viento de la tierra, después con viento Oueste llevando la proa al Leste cuarta del Nordeste, para ir diz que a la isla de Carib donde estaba la gente a quien todas aquellas islas y tierras tanto miedo tenían; porque diz que con sus canoas sinnúmero andaban todas aquellas mares, y diz que comían los hombres que pueden haber. La derrota diz que le habían mostrado unos indios de aquellos cuatro que tomó ayer en el Puerto de las Flechas. Después de haber andado a su parecer sesenta y cuatro millas señaláronle los indios que daría la dicha isla al Sueste. Quiso llevar aquel camino y mandó templar las velas, y después de haber andado dos leguas refrescó el viento que comenzó a entristecerse por desviarse del camino derecho, por la mucha agua que hacían ambas carabelas, y no tenían algún remedio salvo el de Dios. Hubo de dejar el camino que creía que lleva de la isla y volvió al derecho de España, Nordeste cuarta del Leste, y anduvo así hasta el sol puesto cuarenta y ocho millas, que son doce leguas. Dijéronle los indios que por aquella vía hallaría la isla de Matinino, que diz era poblada de mujeres sin hombres, lo cual el Almirante mucho quisiera (ver) por llevar diz que a los Reyes cinco o seis de ellas; pero dudaba que los indios supiesen bien la derrota, y él no se podía detener por el peligro del agua que cogían las carabelas, mas diz que era cierto que las había y que a cierto tiempo del año venían los hombres a ellas de la dicha isla de Caribe, que diz que estaba de ellas diez o doce leguas, y si parían niño enviábanlo a la isla de los hombres, y si niña, dejábanla consigo. Dice el Almirante que aquellas dos islas no debían distar de donde había partido quince o veinte leguas, y creía que eran al Sueste, y que los indios no le supieron señalar la derrota. Después de perder de vista el cabo que nombró de San Theramo de la isla Española, que le quedaba al oueste diez y seis leguas, anduvo doce leguas al Este cuarta del Nordeste. Llevaba muy buen tiempo. Este cabo de San Theramo cree cierto que es el que llaman ahora el cabo del Engaño. Jueves, 17 de enero Ayer, al poner del sol, calmóle algo el viento; andaría catorce ampolletas, que tenía cada una media hora o poco menos, hasta el rendir del primer cuarto, y andaría cuatro millas por hora, que son veintiocho millas. Después refrescó el viento y anduvo así todo aquel cuarto, que fueron diez ampolletas, y después otras seis, hasta salido el sol, ocho millas por hora, y así andaría por todas ochenta y cuatro millas, que son veintiuna leguas, al Nordeste cuarta del Leste, y hasta el sol puesto andaría mas cuarenta y cuatro millas, que son once leguas al Leste. Aquí vino un alcatraz a la carabela, y después otro, y vido mucha hierba de la que está en la mar. Viernes, 18 de enero Navegó con poco viento esta noche al Leste cuarta del Sueste cuarenta millas, que son diez leguas, y después al Sueste cuarta del Leste treinta millas, que son siete leguas y media, hasta salido el sol. Después de salido (el) sol navegó todo el día con poco viento Lesnordeste y Nordeste y con Leste más y menos, puesta la proa a veces al Norte y a veces a la cuarta del Nordeste y al nornordeste; y así, contando lo uno y lo otro, creyó que andaría sesenta millas, que son quince leguas. Pareció poca hierba en la mar, pero diz que ayer y hoy pareció la mar cuajada de atunes, y creyó el Almirante que de allí debían de ir a las almadrabas del Duque de Conil y de Cádiz. Por un pescado que se llama rabiforcado que anduvo alrededor de la carabela y después se fue la vía del Sursueste, creyó el Almirante que había por allí algunas islas. Y al Lesueste de la isla Española dijo que quedaba la isla de Caribe y la de Matinino y otras muchas. Sábado, 19 de enero Anduvo esta noche cincuenta y seis millas al Norte cuarta del Nordeste, y sesenta y cuatro al Nordeste cuarta del Norte. Después del sol salido, navegó al Nordeste con el viento Lesueste con viento fresco, y después a la cuarta M Norte, y andaría ochenta y cuatro Millas, que son veinte y una leguas. Vido la mar cuajada de atunes pequeños; hubo alcatraces, rabos de juncos y rabiforcados. Domingo, 20 de enero Calmó el viento esta noche, y a ratos ventaba unos balzos de viento, y andaría por todo veinte millas al Nordeste. Después del sol salido, andaría once millas al Sueste, después al Nornordeste 36 millas, que son nueve leguas. Vido infinitos atunes pequeños los aires diz que muy suaves y dulces, como en Sevilla por abril o mayo, la mar dice, a Dios sean dadas muchas gracias, siempre muy llana. Rabiforcados y pardelas, y otras aves muchas parecieron.
fuente
La historia del 14 Fighter Group durante el conflicto europeo sigue pasos similares al 1 Fighter Group. Primero fue asignado al VIII Fighter Command y luego trasladado a la 12 Air Force para participar en la Operación "Torch", para seguir combatiendo a lo largo de la guerra en la zona del Mediterráneo utilizando siempre el Lockheed P-38. E1 14th Fighter Group se crea en la base de la USAAF de Hamilton Field, en California, el 15 de enero de 1941, con el 48 Pursuit Squadron, 49 Pursuit Squadron y el 50 Pursuit Squadron, todos ellos equipados con el Republic P-43. A comienzos de junio de 1941 se traslada a la base de March Field, situada en el mismo Estado, pero el 2 de febrero de 1942 vuelve a Hamilton Field para equiparse con el P-38 Lightning y preparar su partida hacia Europa, después de seguir un largo periodo de entrenamiento. El 16 de julio de 1942 comienzan los primeros movimientos del Group hacia Gran Bretaña. Todos sus componentes, a excepción del personal de vuelo, embarcan en el USS West Point a principios de agosto, llegando al puerto de Liverpool el día 17 del mismo mes. Los P-38 despegan el 1 de julio desde la base de Bradley Field, en el estado de Connecticut, y vuelan sobre el Atlántico Norte haciendo escala en Islandia, llegando a Inglaterra el 18 de agosto. Ahora el Group se compone únicamente de dos Squadrons, el 48 y el 49, ya que el 50 queda basado en Islandia, pero su equipo de tierra sigue rumbo a Atcham, siendo posteriormente transferido al 4 Fighter Group. El grupo tiene su base en Atcham desde el 18 de agosto de 1942 al 6 de noviembre del mismo año, mientras que el 48 Fighter Squadron mantiene efectivos en Ford entre el 11 y el 26 de octubre. Como preparación a la Operación "Torch" los 48 y 49 Fighter Squadron se asignan a la 12th Air Force el 14 de septiembre de 1942, aunque siguen bajo el mando del VII Fighter Command. A estos dos escuadrones se les une el 37 Fighter Squadron, perteneciente al 55 Fighter Group, en sustitución del 50 Fighter Squadron. A la hora de abandonar Gran Bretaña el equipo de tierra embarca a bordo de los navíos USS Brazil y USS Uruguay en el puerto de Liverpool el 30 de octubre de 1942, llegando a Orán el 30 de octubre. Los P-38 vuelan desde Portreath el 6 de noviembre de 1942, arribando al norte de África entre el 10 y el 14 de noviembre con escala previa en Gibraltar. Realiza toda la campaña de África dentro de las unidades de caza de la 12 Air Force, teniendo bases en Marruecos, Argelia y Túnez. Posteriormente se asigna a la 15 Air Force, desarrollando sus actividades en Italia hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Antes de continuar con la descripción de cada uno de los Squadrons que compusieron este Group, es necesario describir cómo la USAAF definía los diferentes estadios del desarrollo de una unidad, desde su puesta en "lista de espera" hasta su disolución total. Las diferentes situaciones de cualquier unidad dentro de la USAAF en tiempos anteriores a la Segunda Guerra Mundial y en el transcurso de ella eran: Constituido (Constitute): Cuando una unidad era designada por medio de un número o nombre, o número y nombre, y se sitúa en una lista inactiva a la espera de su activación. Activado (Actívate): Cuando la unidad pasaba de la lista inactiva a una lista de unidades activas con una existencia física que se concretaba con la asignación de personal. Consolidado (Consolidated): En el caso de la unión de dos unidades para la formación de una sola mezclando las correspondientes historias y linajes. Inactivado (Inactived): Cuando todos los efectivos de una unidad dejan de prestar servicio en ella y ésta se incorpora a una lista de unidades inactivas. Discontinuado (Discontinue): Esta situación se presenta cuando todo el personal de una unidad es dado de baja. Desmovilizada (Demobilize): Cuando una unidad que se encuentra en la situación de "inactiva" desaparece de la correspondiente lista y retirada de la designación de unidades, de ese modo termina la existencia de la unidad Rediseñado (Redesignate): Cuando la unidad cambia de nombre o de número o ambas cosas a la vez.
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Lunes, 15 de octubre Había temporejado esta noche con temor de no llegar a tierra a surgir antes de la mañana, por no saber si la costa era limpia de bajas, y en amaneciendo cargar velas. Y como la isla fuese más lejos de cinco leguas, antes será siete, y la marea me detuvo, sería mediodía cuando llegué a la dicha isla, y hallé que aquella haz que es de la parte de la isla de San Salvador se corre Norte Sur y han en ella 5 leguas, y la otra que yo seguí se corría Leste Oueste, y han en ella más de diez leguas. Y como de esta isla vide otra mayor al Oueste, cargué las velas por andar todo aquel día hasta la noche, porque aun no pudiera haber andado al cabo del Oueste, a la cual puse nombre la isla de Santa María de la Concepción. Y casi al poner del Sol surgía acerca del dicho cabo por saber si había allí oro, porque estos que yo había hecho tomar en la Isla de San Salvador me decían que ahí traían manillas de oro muy grandes a las piernas y a los brazos. Yo bien creí que todo lo que decían era burla para se huir. Con todo, mi voluntad era de no pasar por ninguna isla de que no tomase posesión, puesto que, tomado de una, se puede decir de todas. Y surgí e estuve hasta hoy martes que, en amaneciendo, fui a tierra con las barcas armadas, y salí; y ellos, que eran muchos, así desnudos y de la misma condición de la otra isla de San Salvador, nos dejaron ir por la isla y nos daban lo que les pedía. Y porque el viento cargaba a la traviesa Sueste, no me quise detener y partí para la nao, y una almadía grande estaba a bordo de la carabela Niña y uno de los hombres de la Isla de San Salvador, que en ella era, se echó a la mar, y se fue en ella; y la noche de antes, a medio echado el otro y fue atrás la almadía, la cual huyó que jamás fue barca que le pudiese alcanzar, puesto que le teníamos grande; con todo, dio en tierra y dejaron la almadía; y algunos de los de mi compañía salieron en tierra tras ellos, y todos huyeron como gallinas. Y la almadía que habían dejado la llevamos a bordo de la carabela Niña, adonde ya de otro cabo venía otra almadía pequeña con un hombre que venía a rescatar un ovillo de algodón; y se echaron algunos marineros a la mar, porque él no quería entrar en la carabela, y le tomaron. Y yo que estaba a la popa de la nao, que vide todo, envié por él y le di un bonete colorado y unas cuentas de vidrio verdes, pequeñas, que le puse al brazo, y dos cascabeles que le puse a las orejas, y le mandé volver a su almadía, que también tenía en la barca, y le envié a tierra, Y di luego la vela para ir a la otra isla grande que yo veía al Oueste, y mandé largar también la otra almadía que traía la carabela Niña por popa; y vide después en tierra, al tiempo de la llegada del otro a quien yo había dado las cosas susodichas y no le había querido tomar el ovillo de algodón, puesto que me lo quería dar, y todos se llegaron a él, y tenía a gran maravilla, e bien le pareció que éramos buena gente, y que el otro que se había huido nos había hecho algún daño y que por esto lo llevábamos. Y a esta razón usé esto con él, de le mandar alargar, y le di las dichas cosas, porque nos tuviese en estima, porque otra vez cuando Vuestras Altezas aquí tornen a enviar no hagan mala compañía; y todo lo que yo le di no valía cuatro maravedís. Y así partí, que serían las diez horas, con el viento Sueste, y tocaba de sur para pasar a esta otra isla, la cual es grandísima, y adonde todos estos hombres que yo traigo de la de San Salvador hacen señas que hay muy mucho oro, y que lo traen en los brazos en manillas, y a las piernas, y a las orejas, y al nariz y al pescuezo. Y había de esta Isla de Santa María a esta otra nueve leguas Leste Oueste, y se corre toda esta parte de la isla Norueste Sueste. Y se parece que bien habría en esta costa más de veintiocho leguas en esta faz. Y es muy llana, sin montaña ninguna, así como aquella de Sant Salvador y de Santa María, y todas playas sin roquedos, salvo que a todas hay algunas peñas acerca de tierra debajo del agua, por donde es menester abrir el ojo cuando se quiere surgir e no surgir mucho aunque cerca de tierra, las aguas son siempre muy claras y se ve el fondo. Y desviado de tierra dos tiros de lombarda, hay en todas estas islas tanto fondo, que no se puede llegara él. Son estas islas muy verdes y fértiles y de aires muy dulces, y puede haber muchas cosas que yo no sé, porque no me quiero detener por calar y andar muchas islas para hallar oro. Y pues éstas dan así estas señas, que lo traen a los brazos y a las piernas, y es oro, porque les mostré algunos pedazos del que yo tengo, no puedo errar con el ayuda de Nuestro Señor, que yo no le halle adonde nace, Y estando a medio golfo de estas dos islas --es de saber, de aquella de Santa María y de esta grande, a la cual pongo nombre la Fernandina--, hallé un hombre solo en una almadía que se pasaba de la isla de Santa María a la Fernandina, y traía un poco de su pan, que sería tanto como el puño y una calabaza de agua y un pedazo de tierra bermeja hecha en polvo y después amasada, y unas hojas secas que debe ser cosa muy apreciada entre ellos, porque ya me trajeron en San Salvador de ellas en presente; y traía un cestillo a su guisa en que tenía un ramalejo de cuentecillas de vidrio y dos blancas, por las cuales conocí que él venía de la isla de San Salvador, y habí(a) pasado a aquella de Santa María y se pasaba a la Fernandina; el cual se llegó a la nao; yo le hice entrar que así lo demandaba él, y le hize poner su almadía en la nao y guardar todo lo que él traía; y le mandé dar de comer pan y miel y de beber. Y así le pasaré a la Fernandina y le daré todo lo suyo, porque dé buenas nuevas de nos, por (que) a Nuestro Señor aplaciendo, cuando Vuestras Altezas envíen acá, que aquellos que vinieren reciban honra y nos den de todo lo que hubiere." Martes, 16 de octubre "Partí de las islas de Santa María de Concepción, que sería ya cerca de medio día, para la isla Fernandina, la cual muestra ser grandísima al Oueste, y navegué todo aquel día con calmeria. No pude llegar a tiempo de poder ver el fondo para surgir en limpio, porque es en esto mucho de haber gran diligencia por no perder las anclas; y así temporicé toda esta noche hasta el día, que vine a una población, adonde yo surgí y adonde había venido aquel hombre que yo hallé ayer en aquella almadía a medio golfo, el cual había dado tantas buenas nuevas de nos, que toda esta noche no faltó almadías a bordo de la nao, que nos traían agua y de lo que tenían. Yo a cada uno le mandaba dar algo, es a saber, algunas cuentecillas, diez o doce de ellas de vidrio en un filo, y algunas sonajas de latón de estas que valen en Castilla un maravedí cada una, y algunas agujetas, de que todo tenían en grandísima excelencia, y también les mandaba dar, para que comiesen cuando venían en la nao, y miel de azúcar. Y después, a horas de tercia, envié el batel de la nao en tierra por agua; y ellos de muy buena gana le enseñaban a mi gente adónde estaba el agua, y ellos mismos traían los barriles llenos al batel y se holgaban mucho de nos hacer placer. Esta isla es grandísima y tengo determinado de la rodear, porque según puedo entender, en ella o acerca de ella hay mina de oro. Esta isla está desviada de la de Santa Maria ocho leguas casi Leste Oueste; y este cabo adonde yo vine y toda esta costa se corre Norueste y Sur sudueste, y vide bien veinte leguas de ella, más ahí no acababa. Ahora, escribiendo esto, di la vela con el viento Sur para pasar a rodear toda la isla y trabajar hasta que halle Samaet, que es la isla o ciudad adonde es el oro, que así lo dicen todos estos que aquí vienen en la nao, y nos lo decían los de la isla de San Salvador y de Santa María. Esta gente es semejante a aquellas de las dichas islas, y una habla y unas costumbres, salvo que éstos ya me parecen algún tanto más doméstica gente y de trato y más sutiles, porque veo que han traído algodón aquí a la nao y otras cositas, que saben mejor refetar el pagamento que no hacían los otros, Y aun en esta isla vide paños de algodón hechos como mantillos, y la gente más dispuesta, y las mujeres traen por delante su cuerpo una cosita de algodón que escasamente les cobija su natural. Ella es isla muy verde y llana y fertilísima, y no pongo duda que todo el año siembran panizo y cogen, y así todas otras cosas. Y vide muchos árboles muy diferentes de los nuestros, y de ellos muchos que tenían los ramos de muchas y todo en un pie, y un ramito es de una manera y otro de otra; y tan disforme, que es la mayor maravilla del mundo cuánta es la diversidad de la una manera a la otra. Verbigracia: un ramo tenía las hojas de manera de cañas, y otro de manera de lentisco, y así en un solo árbol de cinco a seis de estas maneras, y todos tan diversos ni éstos son inferidos, porque se pueda decir que el injerto lo hace; antes son por los montes, ni cura dellos esta gente. No le conozco secta ninguna, y creo que muy presto se tornarían cristianos, porque ellos son de muy buen entender. Aquí son los peces tan disformes de los nuestros, que es maravilla. Hay algunos hechos como gallos, de los más finos colores del mundo, azules, amarillos, colorados y de todos colores, y otros pintados de mil maneras, y las colores son tan finas, que no hay hombre que no se maraville y no tome gran descanso a verlos; también hay ballenas. Bestias en tierra no vide ninguna de ninguna manera, salvo papagayos y lagartos. Un mozo me dijo que vio una gran culebra. Ovejas ni cabras ni otra ninguna bestia vide aunque yo he estado aquí muy poco, que es medio día; mas si las hubiese, no pudiera errar de ver alguna. El cerco de esta isla escribiré después que yo la hubiere rodeado." Miércoles, 17 de octubre "A mediodía partí de la población adonde yo estaba surgidio y adonde tomé agua para ir a rodear esta isla Fernandina, y el viento era Sudueste y Sur. Y como mi voluntad fuese de seguir esta costa de esta isla adonde yo estaba al Sueste, porque así se corre toda Nornorueste y Sursueste, y quería llevar el dicho camino de Sur y Sueste, porque aquella parte todos estos indios que traigo y otro de quien hube señas en esta parte del Sur a la isla a que ellos llaman Samaet, a donde es el oro, y Martín Alonso Pinzón, capitán de la carabela Pinta, en la cual yo mandé a tres de estos indios, vino a mí y me dijo que uno de ellos muy certificadamente le había dado a entender que por la parte del Nornorueste muy más presto arrodearía la isla. Yo vi que el viento no me ayudaba por el camino que yo quería llevar, y era bueno por el otro; di la vela al Nornorueste, y cuando fue a cerca del cabo de la isla, a dos leguas, hallé un muy maravilloso puerto con una boca, aunque dos bocas se le puede decir, porque tiene un isleo en medio y son ambas muy angostas y dentro muy ancho para cien navíos si fuera hondo y limpio y hondo a la entrada. Parecióme razón de lo ver bien y sondear, y así surgí fuera dél y fui en él con todas las barcas de los navíos y vimos que no había fondo, Y porque pensé cuando yo le vi que era boca de algún río, había mandado llevar barriles para tomar agua, y en tierra hallé unos ocho o diez hombres que luego vinieron a nos y nos mostraron muy cerca la población, adonde yo envié la gente por agua, parte con armas, otras con barriles; y así la tomaron. Y porque era lejuelos me detuve por espacio de dos horas. En este tiempo anduve así por aquellos árboles, que eran la cosa más hermosa de ver que otra que se haya visto, viendo tanta verdura en tanto grado como en el mes de mayo en el Andalucía, y los árboles todos están tan disformes de los nuestros como el día de la noche; y así las frutas y así las hierbas y las piedras y todas las naturalezas de otros que hay en Castilla; por ende había muy grande diferencia, y los otros árboles de otras maneras eran tantos que no hay persona que lo pueda decir ni asemejar a otros de Castilla. La gente toda era una con los otros ya dichos, de las mismas condiciones y así desnudos y de la misma estatura, y daban de lo que tenían por cualquier cosa que les diesen; y aquí vi que unos mozos de los navíos les trocaron azagayas (por) unos pedazuelos de escudillas rotas y de vidrio, y los otros que fueron por el agua me dijeron cómo habían estado en sus casas, y que eran de dentro muy barridas y limpias, y sus camas y paramentos, de cosas que son como redes de algodón; ellas, las casas, son todas a manera de alfaneques y muy altas y buenas chimeneas, mas no vide entre muchas poblaciones que yo vide ninguna que pasase de doce hasta quince casas. Aquí hallaron que las mujeres casadas traían bragas de algodón, las mozas no, sino salvo algunas que eran ya de edad de diez y ocho años. Y ahí había perros mastines y branchetes, y ahí hallaron uno que había al nariz un pedazo de oro que sería la mitad de un castellano, en el cual vieron letras. Reñí yo de ellos porque no se lo rescataron y dieron cuanto pedía, por ver qué era y cuya esta moneda era, y ellos me respondieron que nunca se lo osó rescatar Después de tomada el agua, volví a la nao, y di la vela y salí al Norueste, tanto que yo descubrí toda aquella parte de la isla hasta la costa que se corre Leste Oueste, y después todos estos indios tornaron a decir que esta isla era mas pequeña que no la isla Samaet y que sería bien volver atrás por ser en ellas más presto. El viento allí luego nos calmó y comenzó a ventar Ouesnorueste, el cual era contrario para donde habíamos venido, y así tomé la vuelta y navegué toda esta noche pasada al Leste Sueste, y cuándo al Leste todo, cuándo al Sueste, y esto para apartarme de la tierra, porque hacía muy gran cerrazón y el tiempo muy cargado; el era poco y no me dejó llegar a tierra a surgir. Así que esta noche llovió muy fuerte después de media noche hasta casi el día, y aún está nublado para llover, y nos, al cabo de la isla de la parte de Sueste, adonde espero surgir hasta que aclarezca, para ver las otras islas adonde tengo de ir Y así todos estos días, después que en estas Indias estoy, ha llovido poco o mucho. Crean Vuestras Mercedes Altezas que es esta tierra la mejor y más fértil y temperada y llana y buena que halla en el mundo." Jueves, 18 de octubre Después que aclareció seguí el viento, y fui en derredor de la isla cuanto pude, y surgí al tiempo que ya no era de navegar, mas no fui en tierra, y en amaneciendo di la vela. Viernes, 19 de octubre En amaneciendo levanté las anclas y envié la carabela Pinta al Leste y Sueste, y la carabela Niña al Sursueste, y yo con la nao fui al Sueste, y dado orden que llevasen aquella vuelta hasta mediodía, y después que ambas se mudasen las derrotas, y se recogieran para mí. Y luego, antes que andásemos tres horas, vimos una isla al Leste sobre la cual descargamos. Y llegamos a ella todos tres los navíos antes de mediodía a la punta del Norte, adonde hace un isleo y una restringa de piedra fuera de él al Norte, y otro entre él y la isla grande, la cual nombraron estos hombres de San Salvador que yo traigo la isla Saomete, a la cual puse nombre la Islabela. El viento era Norte, y quedaba el dicho isleo en derrota de la isla Fernandina, de adonde yo había partido Leste Oueste, y se corría después la costa desde el isleo al Oueste, y había en ella doce leguas hasta un cabo, y aquí yo llamé el Cabo Hermoso que es de la parte del Oueste. Y así es hermoso, redondo y muy hondo, sin bajas fuera de él, y al comienzo es de piedra y bajo y más adentro es playa de arena como casi la dicha costa es. Y ahí surgí esta noche viernes hasta la mañana. Esta costa toda y la parte de la isla que yo vi, es toda casi playa, y la isla, la más hermosa cosa que yo vi, que si las otras son muy hermosas, ésta es más. Es de muchos árboles y muy verdes y muy grandes, y esta tierra es más alta que las otras islas halladas, y en ella algún altillo, no que se te pueda llamar montaña, más cosa que hermosea lo otro, y parece de muchas aguas. Allá, al medio de la isla, de esta parte al Nordeste hace una grande angla, y ha muchos arboledos y muy espesos y muy grandes. Yo quise ir a surgir en ella para salir a tierra y ver tanta hermosura, mas era el fondo bajo y no podía surgir salvo largo de tierra, y el viento era muy bueno para venir a este cabo, adonde yo surgí ahora, al cal puse nombre Cabo Hermoso, porque así lo es. Y así no surgí en aquella angla, y aún porque vi este cabo de allá tan verde y tan hermoso, así como todas las otras cosas y tierras de estas islas que yo no sé adónde me vaya primero, ni me sé cansar los ojos de ver tan hermosas verduras y tan diversas de las nuestras, y aún creo que ha en ellas muchas hierbas y muchos árboles que valen mucho en España para tinturas y para medicinas de especiería, mas yo no los conozco, de que llevo grande pena. Y llegando yo aquí a este cabo, vino el olor tan bueno y suave de flores o árboles de la tierra, que era la cosa más dulce del mundo. De mañana, antes que yo de aquí vaya, iré en tierra a ver qué es; aquí en el cabo no es la población salvo allá más adentro, adonde dicen estos hombres que yo traigo, que está el rey y que trae mucho oro. Y yo de mañana quiero ir tanto avante que halle la población y vea o haya lengua con este rey que, según éstos, dan las señas, él señorea todas estas islas comarcanas, y va vestido y trae sobre sí mucho oro, aunque no doy mucha fe a sus decires, así por no les entender yo bien, como en conocer que ellos son tan pobres de oro que cualquiera poco que este rey traiga los parece a ellos mucho. Este, al que yo digo Cabo Hermoso, creo que es isla apartada de Saometo y aún hay ya otra entremedias pequeña. Yo no curo así de ver tanto por menudo, porque no lo podría hacer en cincuenta años, porque quiero ver y descubrir lo más que yo pudiere para volver a Vuestras Altezas, a Nuestro Señor aplaciendo, en abril. Verdad es que, hallando adonde haya oro o especiería en cantidad, me detendré hasta que yo hayan de ello cuanto pudiere; y por esto no hago sino andar para verde topar en ello". Sábado, 20 de octubre "Hoy, al Sol salido, levanté las anclas de donde yo estaba con la nao surgido en esta isla de Saometo al cabo del Sudueste, adonde yo puse nombre el Cabo de la Laguna, y a la Isla la Isabela, para navegar al Nordeste y al Leste de la parte del Sueste y Sur, adonde entendí de estos hombres que yo traigo que era la población y el rey de ella. Y hallé todo tan bajo el fondo, que no pude entrar ni navegar a ella, y vide que siguiendo el camino del Sudueste era muy gran rodeo; y por esto determiné de me volver por el camino que yo había traído de Nornordeste de la parte del Oueste, y rodear esta isla para ahí. Y el viento me fue tan escaso, que yo no nunca pude haber la tierra al largo de la costa, salvo en la noche. Y, porque es peligro surgir en estas islas, salvo en el día que se vea con el ojo adónde se echa el ancla, porque es todo manchas, una de limpio y otra de non, yo me puse a temporejar a la vela toda esta noche del domingo. Las carabelas surgieron porque (se) hallaron en tierra temprano y pensaron que a sus señas, que eran acostumbradas de hacer, iría a surgir, mas no quise." Domingo, 21 de octubre "A las diez horas llegué aquí, a este cabo del isleo y surgí, y asimismo las carabelas. Y después de haber comido fui en tierra, adonde aquí no había otra población que una casa, en la cual no hallé a nadie, que creo que con temor se habían huido, porque en ella estaban todos sus aderezos de casa. Yo no le dejé tocar nada, salvo que me salí con estos capitanes y gente a ver la isla, que si las otras ya vistas son muy hermosas y verdes y fértiles, ésta es mucho más y de grandes arboledas y muy verdes. Aquí es unas grandes lagunas, y sobre ellas y a la rueda es el arboleado en maravilla, y aquí y en toda la isla son todos verdes y las hierbas como en el abril en el Andalucía; y el cantar de los pajaritos, que parece que el hombre nunca se querría partir de aquí, y las manadas de los papagayos que oscurecen el sol; y aves y pajaritos de tantas maneras y tan diversas de las nuestras, que es maravilla. Y después hay árboles de mil maneras y todos dan de su manera fruto, y todos huelen que es maravilla, que yo estoy el más penado del mundo de no los conocer porque soy bien cierto que todos son cosa de valía y de ellos traigo la demuestra, y asimismo de las hierbas. Andando así en cerco de una de estas lagunas, vi una sierpe, la cual matamos y traigo el cuero a Vuestras Altezas. Ella como nos vio se echó en la laguna, nos le seguimos dentro, porque no era muy honda, hasta que con lanzas la matamos; es de siete palmos en largo; creo que de estas semejantes hay aquí en estas lagunas muchas. Aquí conocí del lignaloe y mañana he determinado de hacer traer a la nao diez quintales, porque me dicen que vale mucho. También andando en busca de muy buena agua, fuimos a una población aquí cerca, adonde estoy surto media legua, y la gente de ella, como nos sintieron, dieron todos a huir y dejaron las cosas y escondieron su ropa y lo que tenían por el monte. Yo no dejé tomar nada, ni la valía de un alfiler. Después se llegaron a nos unos hombres de ellos, y uno se llegó aquí. Yo di unos cascabeles y unas cuentecillas de vidrio y quedo muy contento y muy alegre; y porque la amistad creciese más y los requiriese algo, le hice pedir agua, y ellos, después que fui en la nao, vinieron luego a la playa con sus calabazas llenas y holgaron mucho de dárnosla. Y yo les mandé dar otro ramalejo de cuentecillas de vidrio, y dijeron que mañana vendrían acá. Yo quería henchir aquí toda la vasija de los navíos de agua; por ende, si el tiempo me da lugar, luego me partiré a rodear esta isla hasta que yo haya lengua con este rey y ver si puedo haber del oro que oigo que trae, y después partir para otra isla grande mucho, que creo que debe ser Cipango, según las señas que me dan estos indios que yo traigo, a la cual ellos llaman Colba, en la cual dicen que hay naos y mareantes muchos y muy grandes, y desta isla hay otra que llaman Bohio, que también dicen que es muy grande. Y a las otras que son entremedio veré así de pasada, y según yo hallare recaudo de oro o especería determinaré lo que he de hacer Mas todavía tengo determinado de ir a la tierra firme y a la ciudad de Quisay, y dar las cartas de Vuestras Altezas al Gran Can y pedir respuesta y venir con ella."
contexto
Lunes, 26 de noviembre Al salir el sol levantó las anclas del puerto de Santa Catalina, adonde estaba dentro de la isla llana, y navegó de luengo de la costa con poco viento Sudueste al camino del Cabo del Pico, que era al Sueste. Llegó al Cabo tarde, porque le calmó el viento; y llegado, vido al Sueste cuarta del Leste otra cabo que estaría de él sesenta millas; y de allí vido otro cabo que estaría hacia el navío al Sueste cuarta del Sur, y parecióle que estaría de él veinte millas, al cual puso nombre el Cabo de Campana, al cual no pudo llegar de día porque le tornó a calmar del todo el viento. Andaría en todo aquel día treinta y dos millas, que son ocho leguas; dentro de las cuales notó y marcó nueve puertos muy señalados, los cuales todos los marineros hacían maravillas, y cinco ríos grandes, porque iba siempre junto con tierra para verlo bien todo. Toda aquella tierra es montañas altísimas muy hermosas, y no secas ni de peñas, sino todas andables y valles hermosísimos; y así los valles como las montañas eran llenos de árboles altos y frescos, que era gloria mirarlos, y parecía que eran muchos pinares. Y también detrás del dicho cabo del Pico, de la parte del Sueste, están dos isletas que tendrá cada una en cerco dos leguas, y dentro de ellas tres maravillosos puertos y dos grandes ríos. En toda esta costa no vido poblado ninguno desde la mar; podría ser haberlo, y hay señales de ello, porque donde quiera que saltaban en tierra hallaban señales de haber gente y fuegos muchos. Estimaba que la tierra que hoy vido de la parte de Sueste del cabo de Campana era la isla que llamaban los indios Bohio. Y parécelo porque dicho cabo está apartado de aquella tierra. Toda la gente que hasta hoy ha hallado diz que tiene grandísimo temor de los de los Caniba o Canima, y dicen que viven en esta isla de Bohio, la cual debe de ser muy grande, según le parece, y cree que van a tomar a aquellos a sus tierras y casas, como sean muy cobardes y no saber de armas; y a esta causa les parece que aquellos indios que traía no suelen poblarse a la costa de la mar, por ser vecinos de esta tierra, los cuales diz que después que le vieron tomar la vuelta de esta tierra no podían hablar, temiendo que los habían de comer, y no les podía quitar el temor, y decían que no tenían sino un ojo y la cara de perro; y creía el Almirante que mentían, y sentía el Almirante que debían de ser del señorío del Gran Can, que los cautivaban. Martes, 27 de noviembre Ayer, al poner del sol, llegó cerca de un cabo que llamó Campana, y porque el cielo claro y el viento poco, no quiso ir a tierra a surgir, aunque tenía de sotavento cinco o seis puertos maravillosos, porque se detenía más de lo que quería por el apetito y delectación que tenía y recibía de ver y mirar la hermosura y frescura de aquellas tierras donde quiera que entraba, y por no se tardar en proseguir lo que pretendía. Por estas razones se tuvo aquella noche a la corda y temporejar hasta el día. Y porque los aguajes y corrientes lo habían echado aquella noche más de cinco o seis leguas al Sueste adelante de donde había anochecido, y le había parecido la tierra de Campana; y allende aquel cabo parecía una grande entrada que mostraba dividir una tierra de otra y hacía como isla en medio, acordó volver atrás con viento Sudueste, y vino adonde le había parecido el abertura, y halló que no era sino una grande bahía, y al cabo de ella, de la arte del sueste, un cabo en el cual hay una montaña alta y cuadrada que parecía isla. Saltó el viento en el Norte y tornó a tomar la vuelta del Sueste, por correr la costa y descubrir todo lo que por allí hubiese. Y vido luego al pie de aquel cabo de Campana un puerto maravilloso y un gran río, y de a un cuarto de legua, otro río, y de allí a media legua, otro río y dende a otra legua, otro río grande, desde el cual hasta el cabo de Campana habría veinte millas y le quedan al Sueste. Y los más de estos ríos tenían grandes entradas y anchas y limpias, con sus puertos maravillosos para naos grandísimas, sin bancos de arena ni de piedras ni restringas. Viniendo así por la costa a la parte del Sueste del dicho postrero río, halló una grande población, la mayor que hasta hoy haya hallado, y vido venir infinita gente a la ribera de la mar dando grandes voces, todos desnudos, con sus azagayas en la mano. Deseó de hablar con ellos y amainó las velas y surgió, y envió las barcas de la nao y de la carabela, por manera ordenados que no hiciesen daño alguno a los indios ni lo recibiesen, mandando que les diesen algunas cosillas de aquellos rescates. Los indios hicieron ademanes de no los dejar saltar en tierra y resistirlos. Y viendo que las barcas se allegaban más a tierra y que no les habían miedo, se apartaron de la mar; y creyendo que saliendo dos o tres hombres de las barcas no temieran, salieron tres cristianos diciendo que no hubiesen miedo en su lengua, porque sabían algo de ella, por la conversación de los que traen consigo. En fin, dieron todos a huir, que ni grande ni chico quedó. Fueron los tres cristianos a las casas, que son de paja y de la hechura de las otras que habían visto, y no hallaron a nadie ni cosa en alguna de ellas. Volviéronse a los navíos y alzaron velas a mediodía para ir a un cabo hermoso que quedaba al Leste, que habría hasta él ocho leguas. Habiendo andado media legua por la misma bahía, vio el Almirante a la parte del Sur un singularísimo puerto, y de la parte del Sueste unas tierras hermosas a maravilla, así como una vega montuosa dentro en estas montañas; y parecían grandes humos y grandes poblaciones en ella, y las tierras muy labradas; por lo cual determinó de se bajar a este puerto y probar si podía haber lengua o plática con ellos, el cual era tal que, si a los otros puertos había alabado, éste dice que alababa más con las tierras y templanza y comarca de ellas y población. Dice maravillas de la lindeza de la tierra y de los árboles, donde hay pinos y palmas, y de la grande vega, que aunque no es llana de llano que va al Sursueste, pero es llana de montes llanos y bajos, la más hermosa cosa del mundo, y salen por ella muchas riberas de aguas que descienden de estas montañas. Después de surgida la nao, saltó el Almirante en la barca para sondar el puerto, que es como una escudilla; y cuando fue frontero de la boca al Sur halló una entrada de un río que tenía de anchura que podía entrar una galera por ella, y de tal manera que no se veía hasta que se llegase a ella, y, entrando por ella tanto como longura de la barca tenían cinco brazas y de ocho de hondo. Andando por ella fue cosa maravillosa, y las arboledas y frescuras, y el agua clarísima, y las aves y amenidad, que dice que le parecía que no quisiera salir de allí. Iba diciendo a los hombres que llevaba en su compañía que, para hacer relación a los Reyes de las cosas que veían, no bastarán mil lenguas a referirlo, ni su mano para lo escribir, que le parecían que estaba encantado. Deseaba que aquello vieran muchas otras personas prudentes y de crédito, de las cuales dice ser cierto que no encarecieran estas cosas menos que él. Dice más el Almirante aquí estas palabras: "Cuánto será el beneficio que de aquí se pueda haber, yo no lo escribo. Es cierto, Señores Príncipes, que donde hay tales tierras que debe haber infinitas cosas de provecho, mas yo no me detengo en ningún puerto, porque querría ver todas las tierras que yo pudiese, para hacer relación de ellas a Vuestras Altezas; y también no sé la lengua, y la gente de estas tierras no me entienden, ni yo ni otro que yo tenga a ellos; y estos indios que yo traigo, muchas veces les entiendo una cosa por otra al contrario; ni fío mucho de ellos, porque muchas veces han probado a huir Mas agora, placiendo a Nuestro Señor, veré lo más que yo pudiere, y poco apoco andaré entendiendo y conociendo y haré enseñar esta lengua a personas de mí casa, porque veo que es toda lengua una basta aquí. Y después se sabrán los beneficios y se trabajará de hacer todos estos pueblos cristianos, porque de ligero se hará, porque ellos no tienen secta ninguna ni son idólatras. Y Vuestras Altezas mandarán hacer en estas partes ciudad e fortaleza, y se convertirán estas tierras. Y certifico a Vuestras Altezas que debajo del sol no me parece que las pueda haber mejores en fertilidad, en temperancia de frío y calor, en abundancia de aguas buenas y sanas, y no como los ríos de Guinea, que son todos pestilencia, porque, loado Nuestro Señor, hasta hoy de toda mi gente no ha habido persona que le haya mal la cabeza ni estado en cama por dolencia, salvo un viejo de dolor de piedra, de que él estaba toda su vida apasionado, y luego sanó al cabo de dos días. Esto que digo es en todos los tres navíos. Así que placerá a Dios que Vuestras Altezas enviarán acá o vendrán hombres doctos, y verán después la verdad de todo. Y porque atrás tengo hablado del sitio de villa y fortaleza en el río de Mares, por el buen puerto y por la comarca, es cierto que todo es verdad lo que yo dije; mas no ha ninguna comparación de allá aquí, ni de la mar de Nuestra Señora, porque aquí debe haber infra la tierra grandes poblaciones y gente innumerable y cosas de grande provecho, porque aquí y en todo lo otro descubierto y tengo esperanza de descubrir antes que yo vaya a Castilla, digo que tendrá toda la cristiandad negociación en ellas, cuanto más la España, a quien debe estar sujeto todo. Y digo que Vuestras Altezas no deben consentir que aquí trate ni faga pie ningún extranjero, salvo católicos cristianos, pues esto fue el fin y el comienzo del propósito, que fuese por acrecentamiento y gloria de la religión cristiana, ni venir a estas partes ninguno que no sea buen cristiano". Todas son sus palabras. Subió allí por el río arriba y halló unos brazos del río, y rodeando el puerto, halló a la boca del río estaban unas arboledas muy graciosas, como una muy deleitable huerta; y allí halló una almadía o canoa hecha de un madero tan grande como una fusta de doce bancos, muy hermosa, varada debajo de una atarazana o ramada hecha de madera y cubierta de grandes hojas de palma, por manera que ni el sol ni el agua le podían hacer daño. Y dice que allí era el propio lugar para hacer una villa o ciudad y fortaleza por el buen puerto, buenas aguas, buenas tierras, buenas comarcas y mucha leña. Miércoles, 28 de noviembre Estúvose en aquel puerto aquel día porque llovía y hacía gran cerrazón, aunque podía correr toda la costa con el viento, que era Sudueste, y fuera a popa; pero porque no pudiera ver bien la tierra, y no sabiéndola es peligroso a los navíos, no se partió. Salieron a tierra la gente de los navíos a lavar su ropa. Entraron algunos de ellos un rato por la tierra dentro. Hallaron grandes poblaciones y las casas vacías, porque se habían huido todos. Tornáronse por otro río abajo, mayor que aquel donde estaban en el puerto. Jueves, 29 de noviembre Porque llovía y el cielo estaba de la manera cerrado, que ayer no se partió, llegaron algunos de los cristianos a otra población cerca de la parte de Norueste, y no hallaron en las casas a nadie ni nada. Y en el camino toparon con un viejo que no les pudo huir; tomáronle y dijéronle que no le querían hacer mal, y diéronle algunas cosillas del rescate y dejáronlo. El Almirante quisiera vello para vestillo y tomar lengua de él, porque le contentaba mucho la felicidad de aquella tierra y disposición que para poblar en ella había, y juzgaba que debía de haber grandes poblaciones. Hallaron en una casa un pan de cera, que trujo a los Reyes, y dice que adonde cera hay también debe haber otras mil cosas buenas. Hallaron también los marineros en casa una cabeza de hombre dentro en un cestillo cubierto con otro cestillo y colgado de un poste de la casa, y de la misma manera hallaron otra en otra población. Creyó el Almirante que debía ser de algunos principales del linaje, porque aquellas casas eran de manera que se acogen en ellas mucha gente en una sola, y deben ser parientes descendientes de uno solo. Viernes, 30 de noviembre No se pudo partir, porque el viento era Levante, muy contario a su camino. Envió ocho hombres bien armados y con ellos dos indios de los que traía para que viesen aquellos pueblos de la tierra dentro y por haber lengua. Llegaron a muchas casas y no hallaron a nadie ni nada, que todos se habían huido. Vieron cuatro mancebos que estaban cavando en sus heredades; así como vieron los cristianos dieron a huir; no los pudieron alcanzar. Anduvieron diz que mucho camino. Vieron muchas poblaciones y tierra fertilísima, y toda labrada, y grandes riberas de agua; y cerca de una vieron una almadía o canoa de noventa y cinco palmos de longura de un solo madero, muy hermosa, y que en ella cabrían y navegarían ciento cincuenta personas. Sábado, 1.? día de diciembre No se partió por la misma causa del viento contrario y porque llovía mucho. Asentó una cruz grande a la entrada de aquel puerto, que creo llamó el Puerto Santo, sobre unas penas vivas. La punta es aquella que está de la parte del Sueste, a la entrada del puerto, y quien hubiere de entrar en este puerto se debe llegar más sobre la parte del Norueste de aquella punta que sobre la otra del Sueste, puesto que al pie de ambas, junto con la peña, hay doce brazas de hondo y muy limpio. Mas a la entrada del puerto, sobre la punta del Sueste, hay una baja que sobreagua, la cual dista de la punta tanto que se podría pasar entremedias, habiendo necesidad, porque al pie de la baja y del cabo todo es fondo de doce y de quince brazas, y a la entrada se ha de poner la proa al Sudueste. Domingo, 2 de diciembre Todavía fue contrario el viento y no pudo partir. Dice que todas las noches del mundo vienta terral y que todas las naos que allí estuvieren no hayan miedo de toda la tormenta del mundo, porque no puede recalar dentro por una baja que está al principio del puerto, etc. En la boca de aquel río diz que halló un grumete ciertas piedras que parecen tener oro. Trújolas para mostrar a los Reyes. Dice que hay por allí, a tiro de lombarda, grandes ríos.