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Antigua unidad de la USAAF, el 77th Aero Squadron se organiza el 20 de febrero de 1918 en la base tejana de Waco, equipándosele con Curtiss JN- 4, JN-6 y quizá S-4. No participa en la Gran Guerra, permaneciendo en los Estados Unidos y realizando las tareas propias de una unidad de entrenamiento. El 15 de noviembre de 1930 entra a formar parte del 20th Pursuit Group, realizando labores de formación de personal para equipar los nuevos grupos que se van creando dentro de la USAAF. Se incorpora junto con el 20th Fighter Squadron a la 8? Air Force, donde combate hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. El 18 de octubre de 1945 es desactivado en la base de Camp Kilmer (Nueva York). El emblema del Squadron consiste en cinco naipes de póker que representan los cinco años del programa de expansión del Air Corps y de los cinco primeros pilotos asignados a la unidad. El as de Spades es el signo de la muerte y de mantenerse atento frente a todos los enemigos. El número 7 es el de la suerte y tomados los naipes de dos en dos también representan el número del 77th Fighter Squadron.
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Unidad creada en plena Gran Guerra el 22 de febrero de 1918 en la base de Waco (Texas), como 79th Aero Squadron. Es trasladado cinco meses más tarde a la base de Taliaferro, también en Texas, y renombrado como Squadron B. Esta situación dura muy poco, ya que el 15 de noviembre es desmovilizado. Pasan los años y el 18 de octubre de 1927 es reconstituido y consolidado como 79th Observation Squadron, aunque únicamente sobre el papel, siendo redesignado como 79th Pursuit Squadron el 8 de mayo de 1929 pero sin serle asignado personal ni aparatos. Por fin parece que las cosas se empiezan a aclarar para este escuadrón, ya que después de estar tanto tiempo en el dique seco y figurar solamente en los papeles a efectos administrativos, es activado el 1 de abril de 1933 y equipado con cazas Boeing P-12, manteniéndolos en servicio hasta el año 1935 y volando desde entonces y hasta 1938 con el Boeing P-26. Durante este periodo tiene como misión la preparación de los pilotos que ingresarán en otros grupos de caza. Después, por un periodo de dos años, opera con el Curtiss P-36. El ataque japonés a Pearl Harbour sorprende al 79th Fighter Squadron, equipado ahora con el Curtiss P-40, en la base de Hamilton Field; pero desde el 8 de diciembre de 1941 y hasta el 8 de febrero de 1942 opera desde Oakland (California) para realizar patrullas antisubmarinas a lo largo de la costa californiana ante el temor de un ataque nipón. La consecuente historia es la común del 20th Fighter Group durante su estancia en Kings Cliffe (Inglaterra), participando en las campañas de la ofensiva aérea sobre Europa: Normandía, norte de Francia, Ardenas, Alsacia, ofensiva del Rhin y Europa Central. Finalizada la guerra vuelve a los Estados Unidos, donde es inactivado el 18 de octubre de 1945 en la base de Camp Kilmer.
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Lunes, 8 de octubre Navegó al Ouesudueste y andarían entre día y noche once leguas y media o doce, y a ratos parece que anduvieron en la noche quince millas por hora, si no está mentirosa la letra. Tuvieron la mar como el río de Sevilla; Gracias a Dios, dice el Almirante. Los aires muy dulces, como en abril en Sevilla, que es placer estar a ellos, tan olorosos son. Pareció la hierba muy fresca; muchos pajaritos (de campo, y tomaron uno), que iban huyendo al sudueste, grajaos y ánades y un alcatraz. Martes, 9 de octubre Navegó al Sudueste. Anduvo 5 leguas. Mudóse el viento y corrió al Oueste cuarta al Norueste, y anduvo 4 leguas; después con todas once leguas de día y a la noche 20 leguas y media; contó a la gente 17 leguas. Toda la noche oyeron pasar pájaros. Miércoles, 10 de octubre Navegó al Ouesudueste. Anduvieron a diez millas por hora y a ratos 12 y algún rato a 7, y entre día y noche 59 leguas; contó a la gente 44 leguas no más. Aquí la gente ya no lo podía sufrir: quejábase del largo viaje. Pero el Almirante los esforzó lo mejor que pudo, dándoles buena esperanza de los provechos que podrían haber, y añadía que por demás era quejarse, pues que él había venido a las Indias, y que así lo había de proseguir hasta hallarlas con el ayuda de Nuestro Señor. Jueves, 11 de octubre Navegó al Ouesudueste. Tuvieron mucha mar, más que en todo el viaje habían tenido. Vieron pardelas y un junco verde junto a la nao. Vieron los de la carabela Pinta una caña y un palo, y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra hierba que nace en tierra, y una tablilla. Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramojos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día, hasta puesto el Sol, 27 leguas. Después del sol puesto, navegó a su primer camino al Oueste. Andarían doce millas cada hora, y hasta dos horas después de media noche andarían 90 millas, que son 22 leguas y media. Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra y hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra vido primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana. Puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vio lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra, pero llamó a Pedro Gutiérrez, repostero de estrados del Rey, e díjole que parecía lumbre, que mirase él, y así lo hizo y vídola. Díjole también a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reyna enviaban en el armada por veedor, el cual no vio nada porque no estaba en lugar do la pudiese ver. Después que el Almirante lo dijo, se vio una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicios de tierra; pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual, cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir e cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amonestóles el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que veía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los reyes habían prometido, que eran diez mil maravedís de juro a quien primero la viese. A las dos horas después de media noche pareció la tierra, de la cual estarían dos leguas. Amaynaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande, sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes que llegaron a una isleta de los Lucayos, que se llamaba en lengua de Indios Guanahani. Luego vieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la bandera real, y los capitanes con dos banderas de la cruz verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y, encima de cada letra su corona, una de un cabo de la + y otra de otro. Puesto en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda la armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio como él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha Isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se juntó allí mucha gente de la Isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias: "Yo dice él, porque nos tuviesen mucha amistad porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a Nuestra Santa Fe con Amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos a donde nos estábamos, nadando y nos traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuenticillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad, mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vide más de una harto moza, y todos los que yo vieran todos mancebos, que ninguno vide de edad de más de 30 años, muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras, los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballos y cortos. Los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios, ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y dellos de colorado, y de ellos de lo que hallan; y se pintan las caras, y dellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos sólo la nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo, y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro; sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellos tienen al cabo un diente de pece, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hize senas que era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y los querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestra Alteza para que aprendan a hablar Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos en esta Isla. " Todas son palabras del Almirante. Sábado, 13 de octubre "Luego que amaneció, vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos, como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy hermosa; los cabellos no crespos, salvo corredios y gruesos, como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy ancha, más que otra generación que hasta aquí haya visto; y los ojos muy hermosos y no pequeños; y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se debe esperar otra cosa, pues está Lesteoueste con la Isla de Hierro en Canarias, so una línea; las piernas muy derechas, todos a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla según la tierra, y grandes, en que en algunos venían 40 y 45 hombres, y otras más pequeñas, hasta haber de ellas en que venían un solo hombre. Remaban con una pala como de hornero, y anda a maravilla, y si se le trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos. Traían ovillos de algodón hilado y papagayos y azagayas y otras cositas que sería tedio de escribir, y todo daban por cualquier cosa que se les diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro. Y vi que algunos de ellos traían un pedazuelo colgado con un agujero que tienen a la nariz. Y por señas pude entender que, yendo al Sur o volviendo la Isla por el Sur, que estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y después vi que no entendían en la ida. Determiné de aguardar hasta mañana en la tarde y después partir para el Sudueste, que según muchos de ellos me enseñaron decían que había tierra al Sur y al Sudueste y al Norueste; y que estas del Norueste les venían a combatir muchas veces, y así ir al Sudueste a buscar el oro y piedras preciosas. Esta isla es bien grande y muy llana y de árboles muy verdes y muchas aguas y una laguna en medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ella verde, que es placer de mirarla. Y esta gente harto mansa, y por la gana de haber de nuestras cosas, y teniendo que no se les ha de dar sin que den algo y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego a nadar, mas todo lo que tiene(n) lo dan por cualquier cosa que les den, que hasta los pedazos de las escudillas y de las tazas de vidrio rotas rescataban, hasta que vi dar 16 ovillos de algodón por tres ceotís de Portugal, que es una blanca de Castilla y en ellos habría más de una arroba de algodón hilado. Esto defendiera y no dejara tomar a nadie, salvo que yo lo mandara tomar todo para Vuestras Altezas, si hubiera en cantidad. Aquí nace en esta Isla, mas por el poco tiempo no pude dar así del todo fe. Y también aquí nace el oro que traen colgado a la nariz, mas, por no perder tiempo, quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Cipango. Ahora como fue noche todos se fueron a tierra con sus almadías. Domingo, 14 de octubre "En amanecido mandé aderezar el batel de la nao y las barcas de las carabelas, y fue al luengo de la Isla en el camino del Nornordeste, para ver la otra parte, que era de la parte del Leste, qué había. Y también para ver las poblaciones, y vide luego dos o tres, y la gente que venía todos a la playa llamándonos y dando gracias a Dios, Los unos nos traían agua, otros otras cosas de comer; otros, cuando veían que yo no curaba de ir a tierra, se echaban a la mar nadando y venían, y entendíamos que nos preguntaban si éramos venido(s) del Cielo. Y vino uno viejo en el batel dentro, y otros a voces grandes llamaban todos, hombres y mujeres: "venid a ver los hombres que vinieron del cielo, traedles de comer y beber." Vinieron muchos y muchas mujeres, cada uno con algo, dando gracias a Dios echándose al suelo, y levantaban las manos al Cielo, y después a voces nos llamaban que fuésemos a tierra, mas yo temía de ver una grande restinga de piedras que cerca toda aquella isla alrededor y entremedias queda hondo y puerto para cuantas naos hay en toda la cristiandad, y la entrada de ello muy angosta. Es verdad que dentro de esta cinta hay algunas bajas, mas la mar no se mueve más que dentro en un pozo. Y para ver todo esto me moví esta mañana, porque supiese dar de todo relación a Vuestras Altezas, y también adónde pudiera hacer fortaleza, y vi un pedazo de tierra que se hace como isla, aunque no lo es, en que había seis casas, el cual se pudiera atajar en dos días por isla, aunque yo no veo ser necesario, porque esta gente es muy simplice en armas, como verán Vuestras Altezas de siete que yo hice tomar para les llevar y aprender nuestra habla y volverlos, salvo que Vuestras Altezas cuando mandaren puedenlos todos llevara Castilla o tenerlos en la misma Isla cautivos, porque con cincuenta hombres los tendrá(n) todos sojuzgados, y los hará(n) hacer todo lo que quisiere(n). Y después, junto a la dicha isleta, están huertas de árboles, las más hermosas que yo vi, e tan verdes y con sus hojas como las de Castilla en el mes de Abril y de mayo, y mucha agua. Yo miré todo aquel puerto y después me volví a la nao y di la vela, y vide tantas islas que yo no sabía determinarme a cuál iría primero. Y aquellos hombres que yo tenía tomado, me decían por señas que eran tantas y tantas que no había número y nombraron por su nombre más de ciento. Por ende yo miré por la más grande y aquella determiné andar, y así hago, y será lejos desta de San Salvador cinco leguas; y las otras dellas más, dellas menos. Todas son muy llanas, sin montañas y muy fértiles y todas pobladas, y se hacen guerra la una a la otra, aunque estos son muy símplices y muy lindos cuerpos de hombres."
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Desde 1915 la marca Vomag fabricaba vehículos para el ejército. Este camión se diseñó específicamente para llevar el Flak de 8,8 cm, utilizando en principio el chasis de 6,5 toneladas con tracción a las cuatro ruedas, aunque finalmente se utilizó el chasis del autobús Tipo 70. El resultado definitivo fue un vehículo sólido que como cañón autopropulsado resultó bastante bueno. La primera versión llevaba los portones laterales lisos, aunque en la segunda éstos fueron sustituidos por los de rejilla. Se fabricaron tres modelos de chasis: el que portaba el cañón de 8,8 cm, el de reserva y el de medición. Tal y como se puede observar, en la parte delantera se situaba el motor, sobre el cual iba colocado un blindaje para la protección de éste. A continuación se encontraban el puesto de conducción y la plataforma de combate, en donde el cañón iba sobre un pedestal fuertemente unido al vehículo. Seguidamente los almacenes para la munición (72 proyectiles) y el equipo de la tripulación, y al final del todo los cables que se utilizaban en caso del que el vehículo quedase atascado en la posición o durante la marcha. Tanto delante como detrás y en los laterales, llevaba cuatro gatos para dar estabilidad durante el disparo. Para la protección contra las inclemencias del tiempo y sobre el almacén trasero iba una lona, que podía ser colocada mediante unos arquillos a lo largo de todo el vehículo. Sin embargo, uno de sus mayores inconvenientes estribaba en que no llevaba ningún tipo de protección para la tripulación, y por esto el reglamento especificaba que había que fortificar los alrededores del camión con lomas de tierra, sacos, etc. Ante la poca munición que podía transportar llevaba un vehículo de apoyo con munición extra, que en la posición se almacenaba en tiendas de campaña; esto la protegía de las inclemencias climáticas pero no del fuego enemigo. La letra "A" en el culote de las vainas indicaba que la espoleta era a percusión. Esta clase de vehículos permitió a la artillería la posibilidad de cambiar rápidamente de posición, algo necesario en combate. Para este tipo de unidades la denominación era MOT-S (unidades ligeras y medias sobre cadenas, semioruga o camión). Los vehículos estaban encuadrados en regimientos, con dos grupos de cuatro baterías cada uno. Se tiene constancia de que existió una sección para la protección personal de Hitler, gracias a que se podían desplazar rápidamente. Ya que no entraban en combate, se transformó en sección de reserva con base en Döberitz (Berlín Oeste), bajo el mando del Alto Mando de la Luftwaffe. En 1944 esta sección fue destinada a Hungría. También sirvieron como defensa en Alemania y en todos los frentes, utilizándose a menudo como refuerzo de unidades antiaéreas que habían sufrido graves pérdidas. La disolución oficial de estas unidades tuvo lugar el 21 de abril de 1945 en Austria.
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Creado como 94 Aero Squadron el 20 de agosto de 1917 en la base de Kelly Field (Texas), con lo que se convierte en el segundo escuadrón más antiguo de la USAF. Es enviado a Francia para formar parte de la Escuadrilla Lafayette, perteneciente en un principio al Cuarto Ejército francés, posteriormente al Sexto, seguidamente al Octavo y, finalmente, desde el 18 de febrero de 1918 al Primer Ejército americano. En sus filas se encontraba el teniente Alan Wislow, que el 18 de abril de 1918 consigue el primer derribo de un avión enemigo, un Pfalz D.111. El 94 Aero Squadron también se acredita como la unidad que derriba el último avión de la contienda el 10 de noviembre de 1918, un día antes del Armisticio, siendo abatido un caza Fokker. A esta unidad pertenecieron los famosos pilotos Eddie Rickenbacker, Raoul Lufbery y Douglas Campbell. Terminada la Gran Guerra el escuadrón es desmovilizado el 18 de agosto de 1919, permaneciendo inactivo hasta el 17 de marzo de 1921 en que se vuelve a poner en marcha en la base de Selfrigde Field. Permanece sin cambios, únicamente los de denominación, hasta el momento en el que se produce el ataque a Pearl Harbour, siendo trasladado a la NAS de San Diego desde El Paso (Texas) con sus veinte P-38 Lightning. Desde este momento continúa su vida operacional junto con sus dos hermanos de Grupo. Es desmovilizado después de la guerra y vuelto a activar el 16 de marzo de 1950.
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La ladera cubierta de viñedos estaba ocupada por las tropas de Gonzalo en posición de combate: en el centro, los lansquenetes bávaros y la infantería española al mando de Paredes y Pizarro, padre del futuro conquistador del Perú. Un poco más retrasados, en las alas, se encontraban los hombres de armas al mando de Próspero de Colonna y Diego de Mendoza. Detrás, la artillería con Pedro Navarro. Y en un extremo, a la retaguardia, la caballería ligera de Fabrizio Colonna y de Pedro de Pas. En el centro de todo ese dispositivo táctico, sobre un pequeño promontorio, se situó Gonzalo, vestido con sus armas y la cara descubierta, para queja de sus allegados. Los hombres estaban sudorosos y cansados. La marcha por la ribera del río Ofanto había sido agotadora. Se disponían a descansar, pues el día estaba avanzado, y no parecía prudente comenzar la batalla al caer la tarde. El duque de Nemours no pensaba así. Miró el campo con unos ojos diferentes. Le gustaba el ocaso, la nuit tres obscure, como en el verso de Pernette du Guillet. Pálido, muy alto, envuelto en su arnés milanés, era la viva imagen de alguien que no se preocupaba nunca de la opinión de los demás, pese a que el rey de armas Godebeyte le empujaba a presentar batalla. Louis D'Ars, convencido de la necesidad de aplazarla, montó en cólera. El orden de las tropas francesas tampoco se discutió. En vanguardia se colocaron los hombres de armas al frente de los cuales se situó el propio Nemours, junto a D'Ars. Detrás, la infantería suiza y gascona al mando de Chandieu; en retaguardia, la caballería ligera comandada por Yves d'Allegre. Todo parecía indicar que Nemours ordenaría la carga de la caballería pesada contra las posiciones españolas. No le importaba el escenario. Había soñado con hacer una cosa así desde el mismo día que pisó el Reino de Nápoles y ahora tenía esa oportunidad a riesgo de morir. La audacia, siempre la audacia, como diría siglos más tarde Federico II, rey de Prusia. No tenía dudas. Atacó de frente. ¿Qué pasaría cuando llegaran a las empalizadas construidas con esmero por las tropas de Gonzalo? ¿Empalizadas? ¿Qué significaba eso contra la doulce passion de la carga? Tampoco miró hacia las filas de espingarderos que tenía frente a él. ¿Fuego, qué importancia tenía ante un cueur contoit come un desir infiny? De repente, una salva de cañones rompió los pensamientos del francés. La batalla iba a tener lugar al caer la tarde, buscando la noche, como él quería. Gonzalo quedó perplejo. No había tiempo para lecciones. La batalla, a diferencia de la guerra, es una suspensión del tiempo, un refoulement de la cotidianidad. Nemours había ordenado la carga. No había más que decir. Pocos minutos, y aquellos magníficos hombres de armas quedaron atrapados en los fosos, apresados en las empalizadas, acribillados por las espingardas, atravesados por las picas, muertos. Poco después comenzó la desbandada. Gonzalo dejó su promontorio y avanzó a sus hombres de armas más allá de los fosos. Trescientos hombres atacando. Sólo trescientos. Y son muchos. El ruido era atroz. También la sangre. Una carnicería. En apenas unos minutos, más de tres mil muertos franceses quedaron en el campo de batalla.
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La búsqueda de dientes de ahorcado para la realización de hechizos por parte de las celestinas era frecuente en la época de la Ilustración. Contra esta actividad apunta Goya en esta estampa, viéndose también como el destino final al que llevan los amores ilícitos, a semejanza de El amor y la muerte.
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Gran cantidad de obras contenían advertencias de autores e impresores sobre a quiénes iban dirigidos sus escritos, decantándose por el público femenino en sus avisos -si eran para varones, no se solía avisar de ello-. Las mujeres modernas eran consumidoras en potencia, a las que se podía seguir moralizando a través de escritos que, además, leían con gusto. Desde el siglo XVI, y con mayor intensidad a partir del siglo de la Ilustración, fue una constante la proliferación de publicaciones para las mujeres. En su mayor parte se trataba de obras de moral y economía doméstica, como Instrucción de la mujer cristiana de Luis Vives, publicada en 1524, o La perfecta casada, de fray Luis de León, a los que luego seguirían tratados de medicina doméstica o del cuidado de niños o mayores, además de obras de entretenimiento al estilo de colecciones de novelas para mujeres. Gráfico La prensa, introdujo poco a poco a las mujeres en sus escritos, hasta el punto de dejar a algunas de ellas colaborar con las publicaciones, a través de cartas enviadas por ellas mismas o escritas por los propios periodistas desde el prisma de una mujer. Un proceso que culmina en periódicos que se decían escritos por damas, aunque dirigidos a un público general como La Peinadora Gaditana (1763-1764) de "Beatriz Cienfuegos" y Pensatriz salmantina (1777) de "Escolástica Hurtado", así como en publicaciones específicas, de las que sólo llegó a ver la luz el Correo de las damas (1804-1807). Otros como el Diario del bello sexo (1795), el Diario de las damas (1804) o el Liceo general del bello sexo (1804) no vieron la luz.
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Desde 1863, los demócratas y progresistas puros se retraen de la vida pública. Actitud que corresponde a la desazón de los progresistas, que deciden no presentarse a las elecciones por la insuficiente libertad en la campaña electoral y, en definitiva, por la disposición de Isabel lI a la que consideran un obstáculo insalvable para llegar al gobierno. Era el anuncio de que volvían a optar por el pronunciamiento como medio para obtener el poder. El gobierno de O'Donnell (junio de 1865 a julio de 1866) intentó atraerse a los progresistas con una nueva ley electoral pero no lo consiguió. Por el contrario, tuvo que hacer frente al pronunciamiento de Prim (enero de 1866) y al levantamiento del Cuartel de San Gil (junio de 1866). En todo caso, su desacuerdo con la reina condujo a un nuevo gobierno de Narváez (julio de 1866 a abril de 1868) que no sólo no consiguió acercar a los progresistas sino que llevó al alejamiento de los unionistas a los que impidió manifestar su desacuerdo en las Cortes al proceder a la disolución de éstas. En agosto de 1866 se reúnen demócratas y progresistas y llegan al pacto de Ostende, por el que se comprometen a derrocar a Isabel II, tras lo que se elegiría por sufragio universal masculino una Asamblea constituyente que decidiría sobre la forma de gobierno monárquica o republicana. Los unionistas, a la muerte de O'Donnell en 1867, bajo la dirección del general Serrano se unen al Pacto de Ostende si bien con la condición del respeto por la forma monárquica. Se advierte una pérdida de prestigio de la monarquía como institución, acentuada por lo que se refiere a la persona de Isabel II. La soberana, con sus arbitrariedades, se granjea antipatías y se va quedando sola, con su camarilla cortesana, alejada de la clase política. Su apoyo queda reducido a los moderados y no a todos. La muerte del propio Narváez en 1868 deja aún más sola a la reina. Demócratas, progresistas y unionistas se alían para cambiar la situación. La crisis económica que sufre España desde 1864 era un buen fermento de la revolución. Termina el período con un gabinete presidido por Luis González Bravo (abril a septiembre de 1868) quien acude cada mañana a su despacho por inercia, mientras dure, a la espera inminente de un golpe de Estado.
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El propio Renoir decía: "la naturaleza lleva al artista a la soledad; yo quisiera vivir entre los hombres", por lo que observamos que en su producción los paisajes están siempre poblados de personas como en esta bella escena. Dos figuras situadas en primer plano, a la sombra, sirven de antesala al espectacular lago soleado que aparece al fondo. Con seguridad y maestría, Renoir ha sabido transmitir la alegría y el calor estival. Los colores son especialmente vivos, destacando el amarillo, el rojo y el verde, aplicados con una pincelada rápida. Las sombras adquieren una tonalidad malva, siguiendo la teoría impresionista. La luz tomada directamente del natural diluye los contornos y aboceta las figuras, lo que llevará a la pérdida de la forma. Ante este hecho, Renoir reaccionará retomando sus figuras femeninas perfectamente dibujadas, en las que existen recuerdos de Rubens.