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Constituido como 22nd Pursuit Squadron el 22 de diciembre de 1939 y activado en la base de Langley Field el 1 de febrero de 1940, entrando a formar parte del 36th Pursuit Group. Se le equipa con Curtiss P-36 Hawk como elemento aéreo, con el que comienza a realizar sus entrenamientos en las bases de Langley y Losey Field, siendo en esta última donde recibe los Curtiss P-40 y Bell P-39, con los que se traslada a la isla de Puerto Rico. Allí le sorprende la ruptura de hostilidades contra las fuerzas del Eje, comenzando así sus misiones de patrulla antisubmarina por el mar de las Antillas. El 27 de mayo de 1943 regresa a los Estados Unidos a la base de Morrison Field (Florida), donde es equipado con el P47 y con él comienza a entrenarse en las nuevas tácticas de combate aéreo y apoyo terrestre. Sigue después un periplo por bases de Nueva York, Carolina del Sur, Nuevo Méjico y Nebraska, hasta que el 5 de abril de 1944 arriba a tierras inglesas para contribuir a la victoria sobre el ejército alemán. Su historia es la historia del Grupo, participando en todas las zonas mencionadas y consiguiendo sus dos Distinguished Unit Citation, y una citación en el Orden del Día del Ejército Belga por las acciones realizadas entre el 1 de octubre y el 17 de diciembre de 1944. El final de la Segunda Guerra Mundial hace que el escuadrón sea desactivado el 31 de marzo del año siguiente.
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En un principio sigue un camino paralelo al de su hermano menor, ya que es activado en la misma base y fecha, siguiendo el mismo periplo por bases estadounidenses. Unicamente difiere cuando el Grupo es desplegado en la zona del mar Caribe, pero a su vuelta a los Estados Unidos se estaciona posteriormente en diferentes aeródromos que el 22nd Fighter Squadron. Una vez en Inglaterra sigue el camino de los otros escuadrones del Grupo, el 22 y el 53.
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Lunes, 24 de septiembre Navegó a su camino al Oueste día y noche, y andaría catorce leguas y media; contó doce. Vino al navío un alcatraz y vieron muchas pardelas. Martes, 25 de septiembre Este día hubo mucha calma, y después ventó, y fueron su camino al Oueste hasta la noche. Iba hablando el Almirante con Martín Alonso Pinzón, capitán de la otra carabela Pinta, sobre una carta que le había enviado tres días había a la carabala, donde según parece tenía pintadas el Almirante ciertas Islas por aquella mar; y decía el Martín Alonso que estaban en aquella comarca, y respondía el Almirante que así le parecía a él; pero, puesto que no hobiesen dado con ellas, lo debían de haber causado las corrientes que siempre habían echado los navíos al Nordeste, y que no habían andado tanto como los pilotos decían. Y estando en esto díjole el Almirante que le enviase la carta dicha; y enviada con alguna cuerda, comenzó el Almirante a cartear en ella con su piloto y marineros. Al Sol puesto, subió el Martín Alonso en la popa de su navío, y con mucha alegría llamó al Almirante, pidiéndole albricias que veía tierra. Y cuando se lo oyó decir con afirmación el Almirante dize que se echó a dar gracias a Nuestro Señor de rodillas, y el Martín Alonso decía gloria in excelsis Deo con su gente. Lo mismo hizo la gente del Almirante y los de la Niña. Subiéronse todos sobre el mástil y en la jarcía, y todos afirmaron que era tierra; y el Almirante así pareció y que habría a ella 25 leguas. Estuvieron hasta la noche afirmando todos ser tierra. Mandó el Almirante dejar su camino, que era el Oueste, y que fuesen todos al Sudueste, adonde había parecido la tierra. Habrían andado aquel día al Oueste, cuatro leguas, porque siempre fingía a la gente que hacía poco camino, porque no les pareciese largo, por manera que escribió por dos caminos aquel viaje: el menor fue el fingido y el mayor el verdadero. Anduvo la mar muy llana, por lo cual se echaron a nadar muchos marineros. Vieron muchos dorados y otros peces. Miércoles, 26 de septiembre Navegó a su camino al Oueste hasta después de medio día; de allí fueron al Sudueste hasta conocer que lo que decían que había sido tierra no lo era, sino cielo. Anduvieron día y noche 31 leguas, y contó a la gente veinticuatro. La mar era como un río, los aires dulces y suavísimos. Jueves, 27 de septiembre Navegó a su vía al Oueste. Anduvo entre día y noche 24 leguas; contó a la gente 20 leguas. Vinieron muchos dorados; mataron uno. Vieron un rabo de junco. Viernes, 28 de septiembre Navegó a su camino al Oueste. Anduvieron día y noche con calma 14 leguas; contó trece. Hallaron poca hierba. Tomaron dos peces dorados, y en los otros navíos más. Sábado, 29 de septiembre Navegó a su camino al Oueste. Anduvieron 24 leguas; contó a la gente veintiuna. Por calmas que tuvieron anduvieron entre día y noche poco. Vieron un ave que se llama rabiforcado, que hace vomitar a los alcatraces lo que comen para comerlo ella, y no se mantiene de otra cosa. Es ave de la mar, pero no posa en la mar ni se aparta de tierra 20 leguas. Hay de estas muchas en las Islas de Cabo Verde. Después vieron dos alcatraces. Los aires eran muy dulces y sabrosos, que diz que no faltaba sino oir el ruiseñor, y la mar llana como un río. Parecieron después en tres veces tres alcatraces y un forzado. Vieron mucha hierba. Domingo, 30 de septiembre Navegó su camino al Oueste. Anduvo entre día y noche por las calmas 14 leguas; contó once. Vinieron al navío cuatro rabos de junco, que es gran señal de tierra, porque tantas aves de una naturaleza juntas es señal que no andan desmandadas ni perdidas. Viéronse cuatro alcatraces en dos veces, hierba mucha. Nota que las estrellas que se llaman las guardias, cuando anochece, están junto al brazo de la parte del Poniente, y cuando amanece están en la línea debajo del brazo al Nordeste, que parece que en toda la noche no andan salvo tres líneas, que son 9 horas, y esto cada noche; esto dice aquí el Almirante. También en anocheciendo las agujas noruestean una cuarta, y en amaneciendo están con la estrella justo. Por lo cual parece que la estrella hace movimiento como las otras estrellas, y las agujas piden siempre la verdad.
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Lunes, 24 de diciembre Antes de salido el sol levantó las anclas, con el viento terral. Entre los muchos indios que ayer habían venido a la nao, que les habían dado señales de haber en aquella isla oro y nombrado los lugares donde lo cogían, vido uno parece que más dispuesto y aficionado o que con más alegría le hablaba, y halagólo rogándole que se fuese con él a mostrarle las minas del oro. Esto trujo otro compañero o pariente consigo entre los otros lugares que nombraban donde se cogía el oro, dijeron de Cipango, al cual ellos llaman Cibao, y allí afirman que hay gran cantidad de oro, y que el cacique trae las banderas de oro de martillo, salvo que está muy lejos, al Leste. El Almirante dice aquí estas palabras a los Reyes: "Crean Vuestras Altezas que en el mundo no puede haber mejor gente ni más mansa. Deben tomar Vuestras Altezas grande alegría porque luego los harán cristianos y los habrán enseñado en buenas costumbres de sus reinos, que más mejor gente ni tierra puede ser, y la gente y la tierra en tanta cantidad que yo no sé ya cómo lo escriba; porque yo he hablado en superlativo grado (de) la gente y la tierra de la Juana, a que ellos llaman Cuba; mas hay tanta diferencia de ellos y de ella a ésta en todo como del día a la noche, ni creo que otro ninguno, que esto hobiese hecho ni dijese menos de lo que yo tengo dicho; y digo que es verdad que es maravilla las cosas de acá y los pueblos grandes de esta isla Española, que así la llamé, y ellos le llaman Bohío, y todos de muy singularísimo trato amoroso y habla dulce, no como los otros, que parece cuando hablan que amenazan, y de buena estatura hombres y mujeres, y no negros. Verdades que todos se tiñen, algunos de negro y otros de otra color, y los más de colorado. He sabido que lo hacen por el sol, que no les haga tanto mal; y las casas y lugares tan hermosos, y con señorío en todos, como juez o señor de ellos, y todos le obedecen que es maravilla, y todos estos señores son de pocas palabras y muy lindas costumbres, y su mandado es lo más con hacer señas con la mano, y luego es entendido que es maravilla". Todas son palabras del Almirante. Quien hubiere de entrar en la mar de Santo Tomé, se debe meter una buena legua sobre la boca de la entrada sobre una isleta llana que en el medio hay, que le puso nombre la Amiga, llevando la proa en ella; y después que llegare a ella con el tiro de una piedra, pase de la parte del Oueste y quédele ella al Leste, y se llegue a ella y no a la otra parte, porque viene una restringa muy grande del Oueste, e aún en la mar fuera de ella hay unas tres bajas, y esta restringa se llega a la Amiga un tiro de lombarda; y entremedias pasará y hallará a lo más bajo siete brazas, y cascajos abajo, y dentro hallará puerto para todas las naos del mundo y que estén sin amarras. Otra restringa y bajas vienen de la parte del Leste a la dicha isla Amiga, y son muy grandes y salen en la mar mucho y llega hasta el cabo cuasi dos leguas; pero entre ellas pareció que había entrada a tiro de dos lombardas. De la Amiga, y al pie del monte Caribatán, de la parte del Oueste, hay un buen puerto y muy grande. Martes 25 de diciembre, día de Navidad Navegando con poco viento el día de ayer desde la mar de Santo Tomé hasta la Punta Santa, sobre la cual a una legua estuvo así hasta pasado el primer cuarto, que serían a las once horas de la noche, acordó echarse a dormir porque había dos días y una noche que no había dormido. Como fuese calma, el marinero que gobernaba la nao acordó irse a dormir y dejó el gobernario a un mozo grumete, lo que mucho siempre había el Almirante prohibido en todo el viaje, que hobiese viento o que hobiese calma, conviene a saber, que no dejasen gobernar a los grumetes. El Almirante estaba seguro de bancos y de peñas, porque el domingo, cuando envió las barcas a aquel rey, habían pasado al Leste de la dicha Punta Santa bien tres leguas y media, y habían visto los marineros toda la costa y los bajos que hay desde la dicha Punta Santa al Leste Sueste bien tres leguas, y vieron por dónde se podía pasar, lo que todo este viaje no hizo. Quiso Nuestro Señor que a las doce horas de la noche, como habían visto acostar y reposar al Almirante y veían que era calma muerta y la mar como en una escudilla, todos se acostaron a dormir, y quedó el gobernalle en la mano de aquel muchacho, y las aguas que corrían llevaron la nao sobre uno de aquellos bancos; los cuales, puesto que fuese de noche, sonaban que de una grande legua se oyeran y vieran, y fue sobre él tan mansamente que casi no se sentía. El mozo, que sintió el gobernalle y oyó el sonido de la mar, dio voces, a las cuales salió el Almirante, y fue tan presto que aún ninguno había sentido que estuviesen encallados. Luego, el maestre de la nao, cuya era la guardia, salió, y díjoles el Almirante a él y a los otros que halasen el batel que traían por popa y tomasen un ancla y la echasen por popa; y con él otros muchos saltaron en el batel, y pensaba el Almirante que hacían lo que les había mandado. Ellos no curaron sino de huir a la carabela, que estaba a barlovento media legua. La carabela no los quiso recibir haciéndolo virtuosamente, y por esto volvieron a la nao, pero primero fue a ella la barca de la carabela. Cuando el Almirante vido que se huían y que era su gente, y las aguas menguaban y estaba ya la nao la mar de través, no viendo otro remedio, mandó cortar el mástel y alijar de la nao todo cuanto pudieron para ver si podían sacarla; y como todavía las aguas menguasen, no se pudo remediar, y tomó lado hacia la mar traviesa, puesto que la mar era poco o nada, y entonces se abrieron los conventos y no la nao. El Almirante fué a la carabela para poner en cobro la gente de la nao en la carabela, y como ventase ya ventecillo de la tierra y también aún quedaba mucho de la noche, ni supiesen cuánto duraban los bancos, temporejó a la corda hasta que fue de día, y luego fue a la nao por de dentro de la restringa del banco. Primero había enviado el batel a tierra con Diego de Arana, de Córdoba, alguacil de la Armada, y Pedro Gutiérrez, repostero de la Casa Real, a hacer saber al Rey que los había enviado a convidar y rogar el sábado que se fuese con los navíos a su puerto; el cual tenía su villa adelante, obra de una legua y media del dicho banco; el cual como lo supo diz que lloró y envió toda su gente de la villa con canoas muy grandes y muchas a descargar todo lo de la nao. Y así se hizo y se descargó todo lo de las cubiertas en muy breve espacio; tanto fue el grande aviamiento y diligencia que aquel rey dio. Y él con su persona, con hermanos y parientes, estaban poniendo diligencia, así en la nao como en la guarda de lo que se sacaba a tierra, para que todo estuviese a muy buen recaudo. De cuando en cuando enviaba uno de sus parientes al Almirante llorando a lo consolar, diciendo que no recibiese pena ni enojo, que él le daría cuanto tuviese. Certifica el Almirante a los Reyes que en ninguna parte de Castilla tan buen recaudo en todas las cosas se pudiera poner sin faltar un agujeta. Mandólo poner todo junto con las casas, entretanto que se vaciaban algunas casas que quería dar, donde se pusiese y guardase todo. Mandó poner hombres armados en rededor de todo, que velasen toda la noche. "Él, con todo el pueblo, lloraban, tanto, dice el Almirante, son gente de amor y sin codicia y convenibles para toda cosa, que certifico a Vuestras Altezas que en el mundo creo que no hay mejor gente ni mejor tierra; ellos aman a sus prójimos como así mismos, y tienen una habla la más dulce del mundo, y mansa, y siempre con risa. Ellos andan desnudos, hombres y mujeres, como sus madres los parieron, mas crean Vuestras Altezas que entre sí tienen costumbres muy buenas, y el rey muy maravilloso estado, de una cierta manera tan continente que es placer de verlo todo, y la memoria que tienen, y todo quieren ver, y preguntan qué es y para qué". Todo esto dice así el Almirante. Miércoles, 26 de diciembre Hoy, al salir del sol, vino el rey de aquella tierra, que estaba en aquel lugar, a la carabela Niña donde estaba el Almirante, y cuasi llorando le dijo que no tuviese pena, que él le daría cuanto tenía, y que había dado a los cristianos que estaban en tierra dos muy grandes casas, y que mas les daría si fuesen menester, y cuantas canoas pudiesen cargar y descargar la nao, y poner en tierra cuanta gente quisiese, y que así lo había hecho ayer, sin que se tomase una migaja de pan ni otra cosa alguna, tanto, dice el Almirante, son fieles y sin cudicia de lo ajeno, y así era sobre todos aquel rey virtuoso. En tanto que el Almirante estaba hablando con él, vino otra canoa de otro lugar que traía ciertos pedazos de oro, los cuales quería dar por un cascabel, porque otra cosa tanto no deseaban como cascabeles, que aun no llega la canoa a bordo cuando llamaban y mostraban los pedazos de oro diciendo "chuq chuq" por cascabeles, que están en puntos de se tornar locos por ellos. Después de haber visto esto, y partiéndose estas canoas que eran de los otros lugares, llamaron al Almirante y le rogaron que les mandase guardar un cascabel hasta otro día, porque él traería cuatro pedazos de oro tan grandes como la mano. Holgó el Almirante al oír esto. Y después un marinero que venía de tierra dijo al Almirante que era cosa de maravilla las piezas de oro que los cristianos que estaban en tierra resgataban por no nada; por una agujeta daban pedazos que serían más de dos castellanos, y que entonces no era nada al respecto de lo que sería dende a un mes. El rey se holgó mucho con ver al Almirante alegre, y entendió que deseaba mucho oro, y díjole por señas que él sabía cerca de allí adónde había de ello muy mucho en grande suma, y que estuviese de buen corazón, que él daría cuanto oro quisiese; y de ello diz que le daba razón, y en especial que lo había en Cipango, a que ellos llamaban Cibao, en tanto grado que ellos no lo tienen en nada, y que él lo traería allí, aunque también en aquella isla Española, a quien llaman Bohio, y en aquella provincia Caribata lo había mucho más. El rey comió en la carabela con el Almirante y después salió con él en tierra, donde hizo al Almirante mucha honra y le dio colación de dos o tres maneras de ajes y con camarones y caza y otras viandas que ellos tenían, y de su pan que llamaban cazabí; donde lo llevó a ver unas verduras de árboles junto a las casas. Y andaban con él bien mil personas, todos desnudos; el señor ya traía camisa y guantes, que el Almirante le había dado, y por los guantes hizo mayor fiesta que por cosa de las que le dio. En su comer, con su honestidad y hermosa manera de limpieza, se mostraba bien ser de linaje. Después de haber comido, que tardó buen rato estar a la mesa, trujeron ciertas hierbas con que se fregó mucho las manos, creyó el Almirante que lo hacía para ablandarlas, y diéronle aguamanos. Después que acabaron de comer, llevó a la playa al Almirante, y el Almirante envió por un arco turquesco y un manojo de flechas, y el Almirante hizo tirar a un hombre de su compañía que sabía de ello; y el señor, como no sepa que sean armas, porque no las tienen ni las usan, le pareció gran cosa, aunque diz que el comienzo fue sobre habla de los de Caniba que ellos llaman caribes, que los vienen a tomar, y traen arcos y flechas sin hierro, que en todas aquellas tierras no había memoria de él y de acero ni de otro metal salvo de oro y de cobre, aunque cobre no había visto sino poco el Almirante. El Almirante le dijo por señas que los Reyes de Castilla mandarían destruir a los Caribes y que a todos se los mandarían traer las manos atadas. Mandó el Almirante tirar una lombarda y una espingarda, y viendo el efecto que su fuerza hacían y lo que penetraban, quedó maravillado, y cuando su gente oyó los tiros cayeron todos en tierra. Trujeron al Almirante una gran carátula que tenía grandes pedazos de oro en las orejas y en los ojos y en otras partes, la cual le dio con otras joyas de oro que el mismo rey había puesto al Almirante en la cabeza y al pescuezo; y a otros cristianos que con él estaban dio también muchas. El Almirante recibió mucho placer y consolación de estas cosas que veía, y se le templó el angustia y pena que había recibido y tenía de la pérdida de la nao, y conoció que Nuestro Señor había hecho encallar allí la nao porque hiciese allí asiento. "Y a esto, dice él, vinieron tantas cosas a la mano, que verdaderamente no fue aquel desastre salvo gran ventura, porque es cierto, dice él, que si yo no encallara, que yo fuera de largo sin surgir en este lugar, porque él está metido acá dentro en una grande bahía y en ella dos o más restringas de bajas, ni este viaje dejara aquí gente, ni aunque yo quisiera dejaría no les pudiera dar tan buen aviamiento ni tantos pertrechos ni tantos mantenimientos ni aderezo para fortaleza; y bien es verdad que mucha gente de esta que va aquí me habían rogado y hecho rogar que les quisiese dar licencia para quedarse. Agora tengo ordenado de hacer una torre y fortaleza, todo muy bien, y una grande cava, no porque crea que haya esto menester por esta gente, porque tengo por dicho que con esta gente que yo traigo sojuzgaría toda esta isla, la cual creo que es mayor que Portugal y más gente al doblo, mas son desnudos y sin armas y muy cobardes fuera de remedio, mas es razón que se haga esta torre y se esté como se ha de estar, estando tan lejos de Vuestras Altezas, y porque conozcan el ingenio de la gente de Vuestras Altezas y lo que pueden hacer, porque con amor y temor le obedezcan; y así tendrán tablas para hacer toda la fortaleza de ellas y mantenimientos de pan y vino para más de un año y simientes para sembrar y la barca de la nao y un calafate y un carpintero y un lombardero y un tonelero y muchos entre ellos hombres que desean mucho, por servicio de Vuestras Altezas y me hacer placer de saber la mina adonde se coge el oro. Así que todo es venido mucho a pelo, para que se faga este comienzo; sobre todo que, cuando encalló la nao, fue tan paso que cuasi no se sintió ni había ola ni viento". Todo esto dice el Almirante. Y añade más para mostrar que fue gran ventura y determinada voluntad de Dios que la nao allí encallase porque dejase allí gente, que si no fuera por la traición del maestre y de la gente, que eran todos o los más de su tierra, de no querer echar el ancla por popa para sacar la nao, como el Almirante les mandaba, la nao se salvara, y así no pudiera saberse la tierra, dice él, como se supo aquellos días que allí estuvo, y adelante por los que allí entendía dejar, porque él iba siempre con intención de descubrir y no parar en parte más de un día, si no era por falta de los vientos, porque la nao diz que era muy pesada y no para el oficio de descubrir. Y llevar tal nao diz que causaron los de Palos, que no cumplieron con el Rey y la Reina lo que le habían prometido: dar navíos convenientes para aquella jornada, y no lo hicieron. Concluye el Almirante diciendo que de todo lo que en la nao había no se perdió una agujeta ni tabla ni clavo, porque ella quedó sana como cuando partió, salvo que se cortó y rajó algo para sacar la vasija y todas las mercaderías; y pusiéronlas todas en tierra y bien guardadas, como está dicho. Y dice que espera en Dios que, a la vuelta que él entendía hacer de Castilla, había de hallar un tonel de oro, que habrían resgatado los que había de dejar, y que habrían hallado la mina de oro y la especería, y aquello en tanta cantidad que los Reyes antes de tres años emprendiesen y aderezasen para ir a conquistar la casa santa, "que así, dice él, protesté a Vuestras Altezas que toda la ganancia de esta mi empresa se gastase en la conquista de Jerusalén, y Vuestras Altezas se rieron y dijeron que les placía, y que sin esto tenían aquella gana". Estas son palabras del Almirante. Jueves, 27 de diciembre En saliendo el sol, vino a la carabela el rey de aquella tierra, y dijo al Almirante que había enviado por oro, y que lo quería cubrir todo de oro antes que se fuese, antes le rogaba que no se fuese; y comieron con el Almirante el rey y un hermano suyo y otro su pariente muy privado, los cuales dos le dijeron que querían ir a Castilla con él. Estando en esto, vinieron ciertos indios con nuevas cómo la carabela Pinta estaba en un río al cabo de aquella isla; luego envió el cacique allá una canoa y en ella el Almirante un marinero, porque amaba tanto al Almirante que era maravilla. Ya entendía el Almirante con cuanta priesa podía por despacharse para la vuelta de Castilla. Viernes, 28 de diciembre Para dar orden y priesa en el acabar de hacer la fortaleza y en la gente que en ella había de quedar, salió el Almirante en tierra y parecióle que el rey le había visto cuando iba en la barca; el cual se entró presto en su casa disimulando, y envió a un hermano que recibiese al Almirante, y llevólo a una de las casas que tenía dadas a la gente del Almirante, la cual era la mayor y mejor de aquella villa. En ella le tenían aparejado un estrado de camisas de palma donde le hicieron asentar. Después el hermano envió un escudero suyo a decir al rey que el Almirante estaba allí, como que era el rey no sabía que era venido, puesto que el Almirante creía que lo disimulaba por hacelle mucha más honra. Como el escudero se lo dijo, dio el cacique diz que a correr para el Almirante, y púsole al pescuezo una gran plasta de oro que traía en la mano. Estuvo allí con él hasta la tarde, deliberando lo que había de hacer. Sábado, 29 de diciembre En saliendo el sol, vino a la carabela un sobrino del rey muy mozo y de buen entendimiento y buenos hígados, como dice el Almirante; y como siempre trabajase por saber adonde se cogía el oro, preguntaba a cada uno, porque por señas ya entendía algo; y así aquel mancebo le dijo que a cuatro jornadas había una isla al Leste que se llamaba Guarionex, y otras que se llamaban Macorix, Mayonic, Fuma, y Cibao y Corvay, en las cuales había infinito oro, los cuales nombres escribió el Almirante y supo esto que le había dicho un hermano del rey, e riño con él, según el Almirante entendió. También otras veces había el Almirante entendido que el rey trabajaba porque no entendiese donde nacía y se cogía el oro, porque no lo fuese a resgatar o comprar a otra parte. Mas es tanto y en tantos lugares y en esta misma isla Española, dice el Almirante, que es maravilla. Siendo ya de noche le envió el rey una gran carátula de oro y envióle a pedir un bacín de aguamanos y un jarro. Creyó el Almirante que lo pedía por mandar hacer otro y así se lo envió. Domingo, 30 de diciembre Salió el Almirante a comer a tierra, y llegó a tiempo que habían venido cinco reyes sujetos a aqueste que se llama Guacanagari, todos con sus coronas, representando muy buen estado, que dice el Almirante a los Reyes que Sus Altezas hubieran placer de ver la manera de ellos. En llegando en tierra, el rey vino a recibir al Almirante, y lo llevó de brazos a la misma casa de ayer, a donde tenía un estrado y sillas en que se asentó al Almirante, y luego se quitó la corona de la cabeza y se la puso al Almirante, y el Almirante se quitó del pescuezo un collar de buenos alaqueques y cuentas muy hermosas de muy lindos colores, que parecía muy bien en toda parte, y se lo puso a él, y se desnudó un capuz de fina grana, que aquel día se había vestido, y se lo vistió, y envió por unos borceguíes de color que le hizo calzar, y le puso en el dedo un grande anillo de plata, porque habían dicho que vieron una sortija de plata a un marinero y que había hecho mucho por ella. Quedó muy alegre y muy contento, y dos de aquellos reyes que estaban con él vinieron adonde el Almirante estaba con él y trujeron al Almirante dos grandes plastas de oro, cada uno la suya. Y estando así vino un indio diciendo que había dos días que dejara la carabela Pinta al Leste en un puerto. Tornóse el Almirante a la carabela, y Vicente Yañez, capitán de ella, afirmó que había visto ruibarbo, y que lo había en la isla Amiga, que está a la entrada de la mar de Santo Tomé, que estaba seis leguas de allí, y que había conocido los ramos y raíz. Dicen que el ruibarbo echa unos ramitos fuera de tierra y unos frutos que parecen moras verdes, cuasi secas, y el palillo que está cerca de la raíz es tan amarillo y tan fino, como la mejor color que puede ser para pintar, y debajo de la tierra hace la raíz como una grande pera. Lunes, 31 de diciembre Aqueste día se ocupó en mandar tomar agua y leña para la partida a España, por dar noticia presto a los Reyes, para que enviasen navíos que descubriesen lo que quedaba por descubrir, porque ya el negocio parecía tan grande y de tanto tomo que es maravilla, dijo el Almirante, y dice que no quisiera partirse hasta que hubiera visto toda aquella tierra que iba hacia el Leste, y andarla toda por la costa, por saber también diz que el tránsito de Castilla a ella, para traer ganados y otras cosas. Mas como hubiese quedado con un solo navío, no le parecía razonable cosa ponerse a los peligros que le pudieran ocurrir descubriendo. Y quejábase que todo aquel e inconveniente provenía de haberse apartado de la carabela Pinta.
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El general Rommel pensaba que les iba a ser difícil resistir a la invasión, dada la ubicación de las fuerzas. Estaba convencido de que había que hacer el mayor esfuerzo en la costa, y tratar de detener al enemigo en el mar o en las playas, ya que, si los aliados disponían de superioridad aérea, iban a frustrar los movimientos de las reservas hacia las playas, y una vez afianzados en ellas, los aliados penetrarían fácilmente en Francia. Nada de segunda línea de defensa, pues. Las primeras 24 horas serían decisivas. Así, Rommel, cuyo genio hasta entonces se había manifestado en la guerra de movimientos, comenzó a fortificar febrilmente, a mejorar lo ya hecho, a crear nuevos campos de obstáculos, sumergidos o no, y de minas. En 12 Km de profundidad, las zonas despejadas fueron minadas o dispuestas para ser inundadas. Las ametralladoras y cañones deberían batir incesantemente las playas. Pero las opiniones encontradas de los militares impusieron nuevas modificaciones. A Guderian no le había gustado cómo Rommel había dispuesto las fuerza, y junto a Schweppenburg, informarán a Hitler, que aceptará sus quejas: una parte de las tropas de las playas serán retiradas y situadas en reserva fuera de la costa, a disposición del Alto Mando, es decir, de Hitler. Lo que será un error fatal. Finalmente, se llegará a un compromiso, no mucho menos fatal: Rommel conseguirá que las reservas sean concentradas en la retaguardia y la infantería en la costa -y cuando la invasión se produzca, los carros tardarán en llegar a las playas y no podrán concentrarse a tiempo, como había temido Rommel en un primer momento-. Asimismo, la confusión sobre las competencias de los mandos quedará zanjada cuando el mando supremo se le confirme a Rundstedt; Rommel quedará al mando de los Ejércitos del Grupo B, y Blaskowitz, al de los del Grupo G. El primero cubría la costa desde la frontera holandesa hasta el Loira, el segundo, del Loira a la costa mediterránea, pasando por el golfo de Vizcaya. El Grupo B comprendía 43 divisiones, e incluía al LXXXIII Cuerpo de Ejército, situado en Holanda, con 5 divisiones (1 acorazada); al XV Ejército, el más poderoso, al mando de Salmuth, con 19 divisiones (3 acorazadas); y al VII Ejército, situado entre el Sena y el Loira, pasando por Normandía, con 18 divisiones (3 acorazadas), al mando de Dollmann. Al sur del Loira se hallaban 6 divisiones, dos de ellas acorazadas, y 11 en el Mediterráneo con dos acorazadas, formando el I y el XIX Ejércitos respectivamente. En las islas del Canal había una división. A comienzos de junio, pues, los alemanes disponían de 60 divisiones, de las que la de las islas eran inaprovechable, otra, la 19.? Acorazada, se hallaba en recuperación, y otra más, la 17.? Acorazada SS, era reducida. La movilidad de las divisiones era sólo mediana, debido a la escasez de carburante, de material, y a su ubicación. Rommel había reforzado como había podido al VII Ejército de Normandía, pues seguía convencido de que algo ocurriría en esa zona y, en efecto, el VII recibirá el peso de la invasión. En junio las divisiones de Infantería 716 y 352 se hallaban situadas entre los ríos Orne y Vire, a ambos lados de Bayeux; a su izquierda se hallaba la 91.? de infantería y el 6.? Regimiento de Paracaidistas, en la zona de Carentan. La División de Infantería 709 ocupaba el occidente de la península de Cotentin, y la 243, también de infantería, la parte oriental, teniendo al sur la 30.? Brigada Móvil. En el flanco derecho se hallaba la División 711.?, de infantería (con un regimiento de la 346), ya del XV Ejército, entre el Orne y el Sena; en El Havre estaba la 346.? (menos un regimiento), de infantería. Las divisiones 709, 352 y 716 quedaban dispuestas delante de lo que sería las playas del desembarco aliado, de Utah a Sword. Entre Caen y Falaise se hallaba la 21.? Acorazada. Hacia el interior quedaban en reserva las divisiones acorazadas 12.? SS y 116.?, más al sur, la llamada Panzer Lehr, más hacia el norte las también acorazadas 2.?, 1. SS y 19.?, ya en pleno sector del XV Ejército. Al norte de Avranches se situaban unidades rusas y al sur, la 77.? División de Infantería y, en Rennes, la 5.? División de Paracaidistas. El éxito de la defensa debería depender de la acción de las baterías costeras y de las divisiones situadas inmediatamente en la costa. En mayo los alemanes creían que el ataque podría ser también en Normandía, a juzgar por las concentraciones de tropas en el sur de Inglaterra, la mayor longitud en las retransmisiones de radio para la Resistencia francesa y belga, y la disminución de la intensidad de los bombardeos en puertos a utilizar como el Havre y, sobre todo, Cherburgo. Pero pasó mayo. Los alemanes creían que el ataque ya no tendría lugar ese verano. Ante tal creencia Rommel, irresponsablemente, se fue a ver a la familia a Ulm, en Alemania.
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Lunes, 25 de febrero Ayer, después del sol puesto, navegó al Leste su camino cinco millas por hora; en trece horas de esta noche andarla sesenta y cinco millas, que son diez y seis leguas y cuarta. Después del sol salido, hasta ponerse, anduvo otras diez y seis leguas y media, con la mar llana, gracias a Dios. Vino a la carabela un ave muy grande que parecía águila. Martes, 26 de febrero Esta noche y día anduvo fuera de camino por los vientos contrarios y grandes olas y mar, y hallábase ciento veinticinco leguas del cabo de San Vicente y ochenta de la isla de la Madera y ciento y seis de la Santa María. Estaba muy penado con tanta tormenta agora que estaba a la puerta de casa. Jueves, 28 de febrero Anduvo de la mesma manera esta noche con diversos vientos al Sur y al Sueste y a una parte y a otra, y al Nordeste y al Lesnordeste, y de esta manera todo este día. Viernes, 1 de marzo Anduvo esta noche al Leste cuarta al Nordeste doce leguas; el día corrió al Leste cuarta del Nordeste veintitrés leguas y media. Sábado, 2 de marzo Anduvo esta noche a su camino al Leste cuarta del Nordeste, veintiocho leguas, y el día corrió veinte leguas. Domingo, 3 de marzo Después del sol puesto, navegó a su camino al Leste; vínole una turbiada que le rompió todas las velas, y vídose en gran peligro, mas Dios los quiso librar. Echó suertes para enviar un peregrino diz que a Santa María de la Cinta en Huelva, que fuese en camisa, y cayó la suerte al Almirante. Hicieron todos también voto de ayunar el primer sábado que llegasen, a pan y agua. Andaría sesenta millas antes que se le rompiesen las velas; después anduvieron a árbol seco, por la gran tempestad del viento y la mar que de dos partes los comía. Vieron señales de estar cerca de tierra. Hallábanse todo cerca de Lisboa.
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Se constituye el 22 de diciembre de1939 como 27th Bombardment Group (Light) con tres escuadrones: 522nd, 523rd y 524th Bombardment Squadrons (Light); pero no será activado hasta el 1 de febrero de 1940 en la base de Barksdale Field (Luisiana), equipándosele con bombarderos Douglas B-18A y Curtiss A-18A, con los que comienza sus entrenamientos, aunque una vez finalizados éstos empiezan a recibir los Douglas A-24, versión para la USAAF del famoso SBD Dauntless de la US Navy. Ante la situación que se vive frente al Japón, y a la vista de posibles enfrentamientos contra el Imperio del Sol Naciente, el Grupo embarca el 1 de noviembre de 1941 hacia las Filipinas, llegando a la base de Fort William McKinley, en la isla de Luzón, el 20 del mismo mes. Conocido el ataque a Pearl Harbour el 7 de diciembre, comienza una serie de traslados continuos a lo largo del archipiélago filipino hasta establecerse en la base de Batán el día 29, y contribuir así a la defensa de las islas. Veinte pilotos reciben la orden de trasladarse a Australia, pero la confusa situación que se vive en la zona hace que parte de este contingente sea llevado hacia Java para reunirse con los restos de otras unidades, disgregadas después del ataque desencadenado por las tropas japonesas. El 27th Bomber Group se convierte casi en una unidad que solamente figura en las listas de la USAAF con algunos pilotos y aviones A20 Havoc y A-24 salvados del desastre. La llegada de efectivos con los que recomponer el Grupo se hace de rogar, pues los mayores esfuerzos de los Estados Unidos se encaminan hacia la lucha contra los alemanes en Europa ayudando a los países aliados; el Grupo se convierte en un mero número sobre un papel, carente de efectivos. A la vista de esta situación se decide "trasladarlo" a la base de Hunter Field (Georgia) y el 4 de mayo de 1942 le son asignados efectivos y comienzan los entrenamientos. Después de un periplo por diferentes bases estadounidenses es asignado a la fuerza de invasión del norte de Africa, conocida como "Operación Torch", por cuyo motivo la unidad, ahora totalmente equipada con Douglas A-20 Havoc, es enviada a la base argelina de Ste-Barbe-du-Tlelat y participa en la campaña norteafricana bajo el mando de la 12th Air Force. En abril de 1943 los primeros Douglas A-26 Invader llegan al 27th Fighter Bomber Group, que se encuentra estacionado en la base de Ras-el-Ma, en el Marruecos Francés, realizando su primera misión el 6 de junio al atacar posiciones enemigas en la isla de Pantelaria. La isla se rinde a los aliados y el día 20 de ese mismo mes ya se encuentran los A-26 en las bases ocupadas para atacar ahora los aeródromos situados en Sicilia. Al principio de su utilización el A-26 fue conocido con el nombre de Apache, pero debido a la cantidad de salidas de guerra realizadas contra Sicilia e Italia por el 27th y el 86th Fighter Bomber Group, se le empezó a denominar como Invader. Continúa el Grupo inmerso en la campaña italiana pero el 1 de mayo de 1944 es rediseñado como 27th Fighter Group, equipándose un mes más tarde con cazas P-47 Thunderbolt, aparato con el que combate hasta el fin de la contienda. Participa entonces en la llamada "Operación Dragoon" para invadir el sur de Francia, desde donde apoya las acciones del 7° Ejército en su avance por el valle del Ródano, continuando sus misiones de apoyo terrestre aunque con una nueva montura. También realiza misiones de ataque al suelo, especializándose en destruir medios de comunicación a lo largo del norte de Italia y atacando posiciones germanas en Francia y finalmente en Alemania. Esto no le permite alcanzar un significativo palmarés de victorias en combate aéreo pero sí en la destrucción de locomotoras, trenes, vehículos a motor y piezas de artillería. El Grupo termina la Guerra como componente de la 1st Tactical Air Force, a la que pertenecía desde el 21 de febrero de 1945.
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Organizado como 21 Aero Squadron el 15 de junio de 1917 en la base de Camp Kelly (Texas), y redenominado como 27 Aero Squadron el 23 de junio del mismo año, siendo uno de los más antiguos de las USAAF. Es asignado al 1 Pursuit Squadron en el mes de mayo de 1918. Se envía a Francia para combatir contra Alemania, siendo asignado en principio al Sexto Ejército francés, más tarde al Octavo Ejército y finalmente al Primer Ejército americano. Vuela al comienzo de su carrera con Curtiss JN-4 y en Europa con Nieuport Ni.28 y Spad XIII, utilizando brevemente Sopwith Camel. El escuadrón lucha hasta la firma del Armisticio, destacándose el teniente Frank Luke, más conocido como Arizona Balloon Buster, que derriba 18 globos de observación y pierde la vida en el empeño, por lo que se le concede la Medalla del Honor. Terminada la contienda la unidad permanece en Colombey-les-Belles hasta el 12 de diciembre de 1918, pasando a Brest, desde donde retorna a los Estados Unidos en marzo de 1919. Durante el período comprendido entre las dos guerras mundiales se estaciona en diferentes bases norteamericanas: Garden City (New York); Selfrigde Field (Michigan); Kelly Field (Texas) y San Diego (California). Durante el traslado del Grupo a Europa, el 27 Fighter Squadron permanece durante un periodo en Reikiavik (Islandia), desde donde realiza misiones de defensa aérea. Su posterior historia se ajusta a la descrita para el 1 Fighter Group.
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Lunes, 28 de enero Esta noche toda navegó al Lesnordeste, y andaría treinta y seis millas, que son nueve leguas. Después del sol salido, anduvo hasta el sol puesto al Lesnordeste veinte millas, que son cinco leguas. Los aires halló templados y dulces. Vido rabos de juncos y pardelas, y mucha hierba. Martes, 29 de enero Navegó al Lesnordeste, y andaría en la noche con Sur y Sudueste treinta y nueve millas, que son nueve leguas y media. En todo el día andaría ocho leguas. Los aires muy templados, como en abril en Castilla. La mar muy llana. Peces que llaman dorados vinieron a bordo. Miércoles, 30 de enero En toda esta noche andaría siete leguas al Lesnordeste. De día corrió al Sur cuarta al Sueste trece leguas y media. Vido rabos de juncos y mucha hierba y muchas toninas. Jueves, 31 de enero Navegó esta noche al Norte cuarta del Nordeste treinta millas, y después al Nordeste treinta y cinco millas, que son diez y seis leguas. Salido el sol hasta la noche anduvo al Lesnordeste trece leguas y media. Vieron rabos de junco y pardelas. Viernes, 1.? de febrero Anduvo esta noche al Lesnordeste diez y seis leguas y media. El día corrió al mismo camino veintinueve leguas y un cuarto. La mar muy llana, a Dios gracias. Sábado, 2 de febrero Anduvo esta noche al Lesnordeste cuarenta millas, que son diez leguas. De día con el mismo viento a popa corrió siete millas por hora, por manera que en once horas anduvo setenta y siete millas, que son diecinueve leguas y cuarta. La mar muy llana, gracias a Dios, y los aires muy dulces. Vieron tan cuajada la mar de hierba, que si no la hubieran visto, temieran ser bajos. Pardelas vieron. Domingo, 3 de febrero Esta noche, yendo a popa con la mar muy llana, a Dios gracias, andaría veintinueve leguas. Parecióle la estrella del Norte muy alta, como en el Cabo de San Vicente. No pudo tomar el altura con el astrolabio ni cuadrante, porque la ola no le dio lugar. El día navegó al Lesnordeste su camino, y andaría diez millas por hora, y así en once horas, veintisiete leguas.
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Lunes, 29 de octubre Alzó las anclas de aquel puerto y navegó al Poniente para ir diz que a la ciudad donde le parecía que le decían los indios que estaba aquel rey. Una punta de la isla le salía al Norueste seis leguas de allí; otra punta le salía al Leste diez leguas. Andada otra legua, vió un río no tan grande de entrada, al cual puso nombre el río de la Luna. Anduvo hasta hora de vísperas. Vió otro río muy más grande que los otros, y así se lo dijeron por señas los indios, y cerca de él vió buenas poblaciones de casas; llamó al río el río de Mares. Envió dos barcas a una población por haber lengua, y a una de ellas un indio de los que traía, porque ya los entendían algo y mostraban estar contentos con los cristianos; de las cuales todos los hombres y mujeres y criaturas huyeron, desamparando las casas con todo lo que tenían; y mandó el Almirante que no se tocase en cosa. Las casas diz que eran ya más hermosas que las que había visto, y creía que cuanto más se allegase a la tierra firme serian mejores. Eran hechas a manera de alfaneques muy grandes, y parecían tiendas en real, sin concierto de calles, sino una acá y otra acullá y de dentro muy barridas y limpias y sus aderezos muy compuestos. Todas son de ramos de palma, muy hermosos. Hallaron muchas estatuas en figura de mujeres y muchas cabezas en manera de carantona muy bien labradas; no sé si esto tienen por hermosura o adoran en ellas. Había perros que jamás ladraron. Había avecitas salvajes mansas por sus casas. Había maravillosos aderezos de redes y anzuelos y artificios de pescar. No le tocaron en cosa de ello. Creyó que todos los de la costa debían de ser pescadores que llevan el pescado la tierra dentro, porque aquella isla es muy grande y tan hermosa que no se hartaba de decir bien de ella. Dice que halló árboles y frutas de muy maravilloso sabor; y dice que debe haber vacas en ella y otros ganados, porque vió cabezas en hueso que le parecieron de vaca. Aves y pajaritos y el cantar de los grillos en toda la noche con que se holgaban todos. Los aires sabrosos y dulces de toda la noche, ni frío ni caliente; mas por el camino de las otras islas aquella dice que hacía gran calor y allí no, salvo templado como en mayo. Atribuye el calor de las otras islas por ser muy llanas y por el viento que traían hasta allí ser Levante y por eso cálido. El agua de aquellos ríos era salada a la boca; no supieron de donde bebían los indios, aunque tenían en sus casas agua dulce. En este río podían los navíos voltejear para entrar y para salir; y tienen muy buenas señas o marcas; tienen siete u ocho brazas de fondo a la boca y dentro cinco. Toda aquella mar dice que le parece que debe ser siempre mansa como el río de Sevilla, y el agua aparejada para criar perlas. Halló caracoles grandes, sin sabor, no como los de España. Señala la disposición del río y del puerto que arriba dijo y nombró San Salvador, que tiene sus montañas hermosas y altas como la Peña de los Enamorados, y una de ellas tiene encima otro montecillo a manera de una hermosa mezquita. Este otro río y puerto en que ahora estaba tiene de la parte del Sueste dos montañas así redondas, y de la parte del Cueste Norueste un hermoso cabo llano que sale fuera. Martes, 30 de octubre Salió del río de Mares al Norueste, y vió cabo lleno de palmas y púsole Cabo de Palmas, después de haber andado quince leguas. Los indios que iban en la carabela Pinta dijeron que detrás de aquel Cabo había un río, y del río a Cuba había cuatro jornadas, y dijo el Capitán de la Pinta que entendía que esta Cuba era ciudad y que aquella tierra era tierra firme muy grande, que va mucho al Norte y que el rey de aquella tierra tenía guerra con el Gran Can, al cual ellos llamaban Camy, y a su tierra o ciudad, Saba, y otros muchos nombres. Determinó el Almirante de llegar a aquel río y enviar un presente al rey de la tierra y enviarle la carta de los reyes, y para ella tenía un marinero, que había andado en Guinea en lo mismo, y ciertos indios de Guanahani que querían ir con él, con que después los tornasen a su tierra. Al parecer del Almirante, distaba de la línea equinoccial 42 grados hacia la banda del Norte, si no está corrupta la letra de donde trasladé esto; y dice que había de trabajar de ir al Gran Can, que pensaba que estaba por allí o a la ciudad de Catay, que es del Gran Can, que dice que es muy grande, según le fué dicho antes que partiese de España. Toda aquella tierra dice ser baja, y hermosa y honda la mar. Miércoles, 31 de octubre Toda la noche martes anduvo barloventeando, y vió un río donde no pudo entrar por ser baja la entrada, y pensaron los indios que pudieran entrar los navíos como entraban sus canoas. Y navegando adelante, halló un cabo que salía muy fuera y cercado de bajos, y vido una concha o bahía donde podían estar navíos pequeños; y no lo pudo encabalgar porque el viento se había tirado del todo al Norte y toda la costa se corría al Nornorueste y Sueste, y otro cabo que vió adelante le salía más afuera. Por esto y porque el cielo mostraba de ventar recio se hubo de tornar al río de Mares. Jueves, 1 de noviembre En saliendo el Sol, envió el Almirante las barcas a tierra a las casas que allí estaban, y hallaron que era toda la gente huída; y desde a buen rato pareció un hombre y mandó el Almirante que lo dejasen asegurar, y volviéronse las barcas. Y después de comer tornó a enviar a tierra uno de los indios que llevaba, el cual desde lejos le dió voces diciendo que no tuviesen miedo porque eran buena gente y no hacían mal a nadie, ni eran del Gran Can, antes daban de lo suyo en muchas islas que habían estado; y echóse a nadar el indio y fue a tierra, y dos de los de allí lo tomaron de brazos y lleváronlo a una casa donde se informaron de él. Y como fueron ciertos que no se les había de hacer mal, se aseguraron y vinieron luego a los navíos más de diez y seis almadías o canoas con algodón hilado y otras cosillas suyas, de las cuales mandó el Almirante que no se tomase nada, porque supiesen que no buscaba el Almirante salvo oro, a que ellos llaman nucay. Y así en todo el día anduvieron y vinieron de tierra a los navíos, y fueron de los cristianos a tierra muy seguramente. El Almirante no vio a algunos de ellos, pero dice el Almirante que vió a uno de ellos un pedazo de plata labrado colgado a la nariz, que tuvo por señal que en la tierra había plata. Dijeron por señas que antes de tres días vendrían muchos mercaderes de la tierra adentro a comprar de las cosas que allí llevan los cristianos y darían nuevas del rey de aquella tierra, el cual, según se pudo entender por las señas que daban, que estaba de allí cuatro jornadas, porque ellos habían enviado muchos por toda la tierra a le hacer saber del Almirante. "Esta gente, dice el Almirante, es de la misma calidad y costumbre de los otros hallados, sin ninguna secta que yo conozca; que hasta hoy a aquestos que traigo no he visto hacer ninguna oración, antes dicen la Salve y el Ave María con las manos al Cielo como le amuestran, y hacen la señal de la cruz. Toda la lengua también es una y todos amigos, y creo que sean todas estas islas, y que tengan guerra con el Gran Can, a que ellos llaman Cavila y a la Provincia Bafan. Y así andan también desnudos como los otros". Esto dice el Almirante. El río dice que es muy hondo, y en la boca pueden llegar los navíos con el bordo hasta tierra; no llega el agua dulce a la boca con una legua, y es muy dulce. "Y es cierto, dice el Almirante, que esta es la tierra firme, y que estoy, dice él, ante Zayto y Quinsay cien leguas poco más o poco menos lejos de lo uno y de lo otro, y bien se demuestra por la mar que viene de otra suerte que hasta aquí no ha venido, y ayer que iba al Norueste hallé que hacía frío. Viernes, 2 de noviembre Acordó el Almirante enviar dos hombres españoles: el uno se llamaba Rodrigo de Xerez, que vivía en Ayamonte, y el otro era Luis de Torres, que había vivido con el Adelantado de Murcia y había sido judío, y sabía dice que hebraico y caldeo y aun algo arábigo; y con estos envió dos indios: uno de los que consigo traía de Guanahani, y el otro de aquellas casas que en el río estaban poblados. Dióles sartas de cuentas para comprar de comer si les faltaba, y seis días de término para que volviesen. Dióles muestras de especería para ver si alguna de ellas topasen. Dióles instrucción de como habían de preguntar por el rey de aquella tierra y lo que le habían de hablar de parte de los Reyes de Castilla, cómo enviaban al Almirante para que les diese de su parte sus cartas y un presente y para saber de su estado y cobrar amistad con él, y favorecerle en lo que hubiese de ellos menester, etc., y que supiesen de ciertas provincias y puertos y ríos de que el Almirante tenía noticia y cuanto distaban de allí, etc. Aquí tomó el Almirante la altura con un cuadrante esta noche, y halló que estaba 42 grados de la línea equinocial, y dice que por su cuenta halló que había andado desde la isla del Hierro mil y ciento y cuarenta y dos leguas, y todavía afirma que aquella es tierra firme. Sábado, 3 de noviembre En la mañana entró en la barca el Almirante, y porque hace el río en la boca un gran lago, el cual hace un singularísimo puerto muy hondo y limpio de piedras, muy buena playa para poner navíos a monte y mucha leña, entró por el río arriba hasta llegar al agua dulce, que seria cerca de dos leguas, y subió en un montecillo por descubrir algo de la tierra, y no pudo ver nada por las grandes arboledas, las cuales eran muy frescas, odoríferas, por lo cual dice no tener duda que no haya hierbas aromáticas. Dice que todo era tan hermoso lo que veía, que no podía cansar los ojos de ver tanta lindeza y los cantos de las aves y pajaritos. Vinieron en aquel día muchas almadías o canoas a los navíos a rescatar cosas de algodón hilado y redes en que dormían, que son hamacas. Domingo, 4 de noviembre Luego, en amaneciendo, entró el Almirante en la barca y salió a tierra a cazar de las aves que el día antes había visto. Después de vuelto, vino a él Martín Alonso Pinzón con dos pedazos de canela, y dijo que un portugués que tenía en su navío había visto a un indio que traía dos manojos de ella grandes, pero que no se la osó rescatar por la pena que el Almirante tenía puesta que nadie rescatase. Decía mas: que aquel indio traía unas cosas bermejas como nuezes. El contramaestre de la Pinta dijo que había hallado árboles de canela. Fue el Almirante luego allá y halló que no eran. Mostró el Almirante a unos indios de allí canela y pimienta --parece que de la que llevaba de Castilla para muestra-- y conociéronla, dice que, y dijeron por senas que cerca de allí había mucho de aquello al camino del Sudeste. Mostróles oro y perlas y respondieron ciertos viejos que en un lugar que llamaban Bohío había infinito y que lo traían al cuello y a las orejas y a los brazos y a las piernas, y también perlas. Entendió más, que decían que había naos grandes y mercaderías, y todo esto era al Sueste. Entendió también que lejos de allí había hombres de un ojo y otros con hocicos de perros que comían los hombres, y que en tomando uno lo degollaban y le bebían la sangre y le cortaban su natura. Determinó de volver a la nao el Almirante a esperar los dos hombres que habían enviado, para determinar de partirse a buscar aquellas tierras, si no trajesen aquéllos alguna buena nueva de lo que deseaban. Dice más el Almirante: "esta gente es muy mansa y muy temerosa, desnuda como dicho tengo, sin armas y sin ley. Estas tierras son muy fértiles, ellos las tienen llenas de mames, que son como zanahorias, que tiene sabor de castañas, y tienen faxones y habas muy diversas de las nuestras, y mucho algodón, el cual no siembran, y nacen por los montes árboles grandes, y creo que en todo tiempo lo haya para coger, porque vi los capullos abiertos y otros que se abrían y flores, todo en un árbol, y otras mil maneras de frutas que no me es posible escribir, y todo debe ser cosa provechosa". Todo esto dice el Almirante.