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El 6 de agosto de 1942, en la sala "Hermann Göring" del Ministerio de Aviación, en Berlín, tuvo lugar una conferencia entre el mariscal del Reich Göring, los comisarios para los territorios ocupados y los comandantes militares sobre la situación alimenticia. Göring declaró: "El Führer ha dicho en repetidas ocasiones, y yo lo he repetido más de una vez, que si alguno tiene que sufrir las consecuencias del hambre no han de ser precisamente los alemanes sino, si es absolutamente necesario, los demás. En este momento, Alemania domina Europa desde el Atlántico hasta el Volga y el Cáucaso, es decir, posee el granero más fértil que jamás ha estado disponible (...). Ahora, además, nuestras tropas han ocupado en parte, o están ocupando, las provincias que se extienden entre el Don y el Cáucaso. Sin embargo, a pesar de todo, ¡el pueblo alemán tiene hambre! Se trata de territorios, egregios señores, que nunca han estado a nuestra disposición durante la Primera Guerra Mundial y, sin embargo, no tengo más remedio que racionar el pan al pueblo alemán, dándoles cantidades simplemente ridículas (...). En cada uno de los territorios ocupados he visto a la gente bien satisfecha, mientras en nuestras casas reina el hambre. Es que, señores alcaldes, ¿han sido enviados a aquél territorio para trabajar por el bienestar y la felicidad de los pueblos que se les ha confiado? ¡No! Si han sido enviados, señores alcaldes, es para que recauden el máximo para permitir al pueblo alemán un respiro. Esto es lo que yo espero de ustedes, señores alcaldes, y es hacia este fin hacia el que han de dirigir todos sus esfuerzos. Hemos de dejar de una vez para siempre de preocuparnos de los extranjeros. Aquí tengo una lista de productos agrícolas que ustedes piensan suministrar. Tengo que decir que se trata de una miseria si considero sus Países. Me resulta totalmente indiferente oírles decir que sus poblaciones morirán de hambre. ¡Que desaparezcan si es necesario, pero que ni siquiera un alemán pase hambre...!
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.VOCABULARIO BRASILEÑO Rey Cacich. Bueno Tum. Casa Boi. Cama Hamac. Peine Chipag. Cuchillo Tabe Cascabeles Hanmaraca. Tijeras Pirame. Anzuelo Pinda. Barco Canoe. Mijo Maíz. Harina Hui. VOCABULARIO PATAGON Demonio(grande) Setebos. Demonio (pequeño) Cheleule. Núbil Benibeni. Casado Babai. Joven Calemi. Guía Anti. Tuerto Calischen. Cabeza Her. Ojo Oter. Cejas Ochecel. Párpado Sechecel. Nariz Or. Fosas nasales Oresche. Bocas Chian. Labios Schiaine. Dientes For. Lengua Scial. Barbilla Secheri. Barba Archi. Orejas Sane. Garganta Ohumez. Cuello Scialeschiz. Espaldas Pelles. Pecho Ochii. Corazón Tol. Senos Otón. Cuerpo Gechel. Partes del hombre Sachet. Negro Oinel. Amarillo Peperi. Sol Calexchem. Estrellas Settere. Fuego Gialeme. Agua Holi. Nieve Theu. Humo Giache. Mar Aro. Viento Oni. Huracán Ohone. Oro Pelpeli. Joya Sechey. Marmita Aschame Partes de la mujer Isse. Culo Schiaguen. Nalgas Hoii. Testículos Sachancos. Muslos Chiave. Rodilla Tepin. Pierna Coss. Tobillo Ti. Talón Tire. Planta del pie Caostschoni. Uña Colmi. Brazo Riaz. Sobaco Salischin. Mano Chene. Palma de la mano Caneghin Dedo Cori. Pulso Holion. Perro Holl. Lobo Ani. Oca Cache. Grajo Cleo. Pez Hoi Ostra Siameni. Raíz que sirve de pan Capac. Paño Terechai. Cinturón Cathechin. Gorro Aichel. Rojo Aichel. Escudilla Etlo. Flecha Seche. Ir Rei. Coito Hor. Combatir Ohomagse. Cubrir Tiam. Cocer Irocoles. Pedir Gheglie. Rascar Gechare. Comer Mechiere. Olfatear Os. Mirar Conne. Venir Hai
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A inicios de la era cristiana la cerámica comienza a ser manufacturada en varios lugares de la costa de Brasil, en las Antillas Menores y a lo largo de la cuenca media del Amazonas. El rasgo más característico es la difusión de la cerámica Saladoide, que apareció en Trinidad a finales de la etapa anterior, para distribuirse un siglo más tarde por la costa de Venezuela y por la cuenca del Orinoco. Tres amplias tradiciones cerámicas aparecen sobre zonas muy separadas de la costa brasileña. Taquara en el este de Rio Grande do Sul tiene la decoración más abundante y variada, y está definida por contenedores cilíndricos de base redondeada con superficies bien acabadas, decoradas con incisión y marcas de dedos o puntuaciones, estampado de mecedora, impresiones de cuerda, etc. La mayoría de los fragmentos proceden de recolección, aunque algunos se han obtenido de casas semisubterráneas. Se trata de estructuras agrupadas en tres o más distribuidas al azar o tal vez rodeando un pozo circular. Parecen haber sido pobladas de manera estacional. La tradición Uná se emplaza en Minas Gerais unas pocas centurias antes de que finalice Taquara. Los sitios de habitación son pequeños y a veces ocupan abrigos rocosos. La cerámica es más simple, siendo la principal técnica de decoración el pulido estriado, el engobe rojo, la puntuación y el corrugado. Las formas más comunes son vasijas y jarras profundas de bases redondeadas y los platos que indican el uso de la mandioca amarga. La Tradición Maqueba aparece en Rio Grande do Norte y en Pernambuco y tiene engobe rojo. Hachas pulidas, perforadores, martillos y lascas evidencian el uso de una industria en cuarzo. En la boca del Orinoco continuó la serie Barrancoide. Mientras, en los Llanos de Venezuela estaban siendo construidos montículos artificiales y calzadas alrededor de los inicios de nuestra era en el complejo Caño del Oso. Se trata de comunidades que cultivan maíz, cazan y pescan. Metates, manos, machacadores, bolas y hachas son frecuentes, junto con pendientes, cuentas, figurillas y torteros. En cerámica hay un estilo de pintura seudonegativa, motivos de serpiente y jarras antropomorfas de las series Tucayoide Temprana.
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Martes, 1.? de enero A media noche despachó la barca que fuese a la isleta Amiga para traer el ruibarbo. Volvió a vísperas con un serón de ello; no trujeron más porque no llevaron azada para cavar; aquello llevó por muestra a los Reyes. El rey de aquella tierra diz que había enviado muchas canoas por oro. Vino la canoa que fue a saber de la Pinta y el marinero y no la hallaron. Dijo aquel marinero que veinte leguas de allí habían visto un rey que traía en la cabeza dos grandes plastas de oro, y luego que los indios de la canoa le hablaron se las quitó, y vido también mucho oro a otras personas. Creyó el Almirante que el rey Guacanagarí debía de haber prohibido a todos los que no vendiesen oro a los cristianos, que pasase todo por su mano. Mas él había sabido los lugares, como dije antier, donde lo había en tanta cantidad que no lo tenían en precio. También la especiería que como comen, dice el Almirante, es mucha y más vale que pimienta y manegueta. Dejaba encomendados a los que allí quería dejar que hobiesen cuanta pudiesen. Miércoles, 2 de enero Salió de mañana en tierra para se despedir del rey Guacanagari e partirse en el nombre del Señor, e dióle una camisa suya, y mostróle la fuerza que tenían y efecto que hacían las lombardas, por lo cual mandó armar una y tirar al costado de la nao que estaba en tierra, porque vino a propósito de plática sobre los caribes, con quien tienen guerra, y vido hasta dónde llegó la lombarda y cómo pasó el costado de la nao y fue muy lejos la piedra por la mar. Hizo hacer también un escaramuza con la gente de los navíos armada, diciendo al cacique que no hobiese miedo a los caribes aunque viniesen. Todo esto diz que hizo el Almirante porque tuviese por amigos a los cristianos que dejaba, y por ponerle miedo que los temiese. Llevólo el Almirante a comer consigo a la casa donde estaba aposentado, y a los otros que iban con él. Encomendóle mucho el Almirante a Diego de Arana y a Pedro Gutiérrez y a Rodrigo Escobedo, que dejaba juntamente por sus tenientes de aquella gente que allí dejaba, porque todo fuese bien regido y gobernado a servicio de Dios y de Sus Altezas. Mostró mucho amor el cacique al Almirante y gran sentimiento en su partida, mayormente cuando lo vido ir a embarcarse. Dijo al Almirante un privado de aquel rey, que había mandado hacer una estatua de oro puro tan grande como el mismo Almirante, y que de desde a diez días le habían de traer. Embarcóse el Almirante con propósito de se partir luego, mas el viento no le dio lugar. Dejó en aquella isla Española, que los indios diz que llamaban Bohio, treinta y nueve hombres con la fortaleza, y diz que muchos amigos de aquel rey Guacanagari, e sobre aquellos por sus tenientes a Diego de Arana, natural de Córdoba, y a Pedro Gutiérrez, repostero de estrado del Rey, criado del despensero mayor, e a Rodrigo de Escobedo, natural de Segovia, sobrino de Fr. Rodrigo Pérez, con todos sus poderes que de los Reyes tenía. Dejóles todas las mercaderías que los Reyes mandaron comprar para los resgates, que eran muchas, para que las trocasen y resgatasen por oro, con todo lo que traía la nao. Dejóles también pan bizcocho para un año y vino y mucha artillería, y la barca de la nao para que ellos, como marineros que eran los más, fuesen, cuando viesen que convenía, a descubrir la mina del oro, porque a la vuelta que volviese el Almirante hallase mucho oro; y lugar donde se asentase una villa, porque aquel no era puerto a su voluntad, mayormente que el oro que allí traían venía diz que del Leste, y cuando más fuesen al Leste tanto estaban cercanos de España. Dejóles también simientes para sembrar, y sus oficiales, escribano y alguacil, y un carpintero de naos y calafate y un buen lombardero, que sabe bien de ingenios, y un tonelero y un físico y un sastre, y todos diz que hombres de la mar. Jueves, 3 de enero No partió hoy porque anoche diz que vinieron tres de los indios que traía de las islas que se habían quedado, y dijéronle que los otros y sus mugeres venían al salir del sol. La mar también fue algo alterada, y no pudo la barca estar en tierra. Determinó partir mañana mediante la gracia de Dios. Dijo que si él tuviera consigo la carabela Pinta, tuviera por cierto de llevar un tonel de oro, porque osara seguir las costas de estas islas, lo que no osaba hacer por ser solo, porque no le acaeciese algún inconveniente y se impidiese su vuelta a Castilla y la noticia que debía dar a los Reyes de todas las cosas que había hallado. Y si fuera cierto que la carabela Pinta llegaba a salvamento en España con aquel Martín Alonso Pinzón, dijo que no dejara de hacer lo que deseaba; pero porque no sabía de él, y porque, ya que vaya, podrá informar a los Reyes de mentiras porque no le manden dar la pena que él merecía, como quien tanto mal había hecho y hacía en haberse ido sin licencia y estorbar los bienes que pudieran hacerse y saberse de aquella vez, dice el Almirante, confiaba que Nuestro Señor le daría buen tiempo y se podría remediar todo. Viernes, 4 de enero Saliendo el sol, levantó las anclas con poco viento, con la barca por proa, el camino del Norueste para salir fuera de la restringa, por otra canal más ancha de la que entró, la cual y otras son muy buenas para ir por delante de la villa de la Navidad, y por todo aquello el más bajo fondo que halló fueron tres brazas hasta nueve y estas dos van de Norueste al Sueste, según aquellas restringas eran grandes que duran desde el Cabo Santo hasta el Cabo de, Sierpe, que son más de seis leguas, y fuera en la mar bien tres, y sobre el Cabo Santo una legua no hay más de ocho brazas de fondo, y dentro del dicho cabo, de la parte del Leste, hay muchos bajos y canales para entrar por ellos; y toda aquella costa se corre Norueste Sueste y es toda playa, la tierra muy llana hasta bien cuatro leguas adentro. Después ay montañas muy altas, y es toda muy poblada de poblaciones grandes y buena gente, según se mostraban con los cristianos. Navegó así al Leste camino de un monte muy alto, que quiere parecer isla pero no lo es, porque tiene participación con tierra muy baja, el cual tiene forma de un alfaneque muy hermoso, al cual puso nombre Monte-Cristi, el cual está justamente al Este del Cabo Santo, y habrá diez y ocho leguas. Aquel día, por ser el viento muy poco, no pudo llegar al Monte-Cristi con seis leguas. Halló cuatro isletas de arena muy bajas, con una restringa que salía mucho al Norueste y andaba mucho al Sueste. Dentro hay un grande golfo que va desde el dicho Monte al Sueste bien veinte leguas, el cual debe ser todo de poco fondo y muchos bancos, y dentro de él en toda la costa muchos ríos no navegables, aunque aquel marinero que el Almirante envió con la canoa a saber nuevas de la Pinta, dijo que vido un rió en el cual podían entrar naos. Surgió por allí el Almirante seis leguas de Monte-Cristi en diez y nueve brazas, dando la vuelta a la mar por apartarse de muchos bajos y restringas que por allí había, donde estuvo aquella noche. Da el Almirante aviso, que el que hobiere de ir a la villa de Navidad, que cognosciere al Monte-Cristi, debe meterse en la mar dos leguas, etc.; pero porque ya se sabe la tierra y más por allí no se pone aquí. Concluye que Cipango estaba en aquella isla y que hay mucho oro y especería y almáciga y ruybarbo. Sábado, 5 de enero Cuando el sol quería salir, dio la vela con el terral; después ventó Leste, y vido que de la parte del Susueste del Monte-Cristi, entre él y una isleta, parecía ser buen puerto para surgir esta noche, y tomó el camino al Lesueste, y después al Sursueste, bien seis leguas a cerca del monte; y halló, andadas las seis leguas, diez y siete brazas de hondo y muy limpio, y anduvo así tres leguas con el mismo fondo. Después abajó a doce brazas hasta el morro del monte, y sobre el morro del monte a una legua halló nueve, y limpio todo, arena menuda. Siguió así el camino hasta que entró entre el monte y la isleta, adonde halló tres brazas y media de fondo con bajamar, muy singular puerto, adonde surgió. Fue con la barca a la isleta, donde halló fuego y rastro que habían estado allí pescadores. Vido allí muchas piedras pintadas de colores, o cantera de piedras tales de labores naturales, muy hermosas diz que para edificios de iglesia o de otras obras reales, como las que halló en la isleta de San Salvador. Halló también en esta isleta muchos pies de almáciga. Este Monte-Cristi diz que es muy hermoso y alto y andable, de muy linda hechura, y toda la tierra cerca de él es baja, muy linda campiña, y él queda así alto, que viéndolo de lejos, parece isla que no comunique con alguna tierra. Después del dicho monte, al Leste, vido un cabo a veinticuatro millas, al cual llamó Cabo del Becerro, desde el cual hasta el dicho monte pasan en la mar bien dos leguas unas retringas de bajos, aunque le pareció que había entre ellas canales para poder entrar; pero conviene que sea de día y vaya sondando con la barca primero. Desde el dicho monte al Leste hacia el Cabo del Becerro, las cuatro leguas es todo playa y tierra muy baja y hermosa, y lo otro es todo tierra muy alta y grandes montañas labradas y hermosas; y dentro de la tierra va una sierra de Nordeste al Sueste, la más hermosa que había visto, que parece propia como la sierra de Córdoba. Parecen también muy lejos otras montañas muy altas hacia el Sur y del Sueste y muy grandes valles y muy verdes y muy hermosos y muy muchos ríos de agua; todo esto en tanta cantidad apacible que no creía encarecerlo la milésima parte. Después vido, al Leste de dicho monte, una tierra que parecía otro monte, así como aquel de Cristi en grandeza y hermosura. Y dende a la cuarta del Leste al Nordeste es tierra no tan alta, y habría bien cien millas o cerca. Domingo, 6 de enero Aquel puerto es abrigado de todos los vientos, salvo de Norte y Norueste, y dice que poco reinan por aquella tierra, y aún de éstos se pueden guarecer detrás de la isleta; tiene tres hasta cuatro brazas. Salido el sol, dio la vela por ir la costa delante, la cual toda corría al Leste, salvo que es menester dar resguardo a muchas restringas de piedras y arena que hay en la dicha costa. Verdad es que dentro de ellas hay buenos puertos y buenas entradas por sus canales. Después de medio día ventó Leste recio, y mandó subir a un marinero al topo del mástil para mirar los bajos, y vido venir la carabela Pinta con Leste a popa, y llegó al Almirante; y porque no había donde surgir por se bajo, volvióse el Almirante al Monte-Cristi a desandar diez leguas atrás que había andado, y la Pinta con él. Vino Martín Alonso Pinzón a la carabela Niña, donde iba el Almirante, a se excusar diciendo que se había partido de el contra su voluntad, dando razones para ello. Pero el Almirante dice que eran falsas todas, y que con mucha soberbia y cudicia se había apartado aquella noche que se apartó de él, y que no sabía, dice el Almirante, de dónde le hubiese venido las soberbias y deshonestidad que había usado con él aquel viaje, las cuales quiso el Almirante disimular por no dar lugar a las malas obras de Satanás, que deseaba impedir aquel viaje, como hasta entonces había hecho, sino que por dicho de un indio de los que el Almirante le había encomendado con otros que lleva(ba) en su carabela, el cual le había dicho que en una isla que se llamaba Baneque había mucho oro, y como tenía el navío sotil y ligero, se quiso apartar y ir por sí dejando al Almirante. Pero el Almirante quísose detener y costear la isla Juana y la Española, pues todo era un camino del Leste. Después que Martín Alonso fue a la isla Baneque diz que y no halló nada de oro, se vino a la costa de la Española por información de otros indios que le dijeron haber en aquella isla Española, que los indios llamaban Bohio, mucha cantidad de oro y muchas minas; y por esta causa llegó cerca de la villa de la Navidad, obra de quince leguas, y había entonces más de veinte días; por lo cual parece que fueron verdad las nuevas que los indios daban, por las cuales envió el rey Guacanagari la canoa, y el Almirante el marinero, y debía de ser ida cuando la canoa llegó. Y dice aquí el Almirante que resgató la carabela mucho oro, que por un cabo de agujeta le daban buenos pedazos de oro del tamaño de dos dedos y a veces como la mano, y llevaba el Martín Alonso la mitad y la otra mitad se repartía por la gente. Añade el Almirante, diciendo a los Reyes: "Así que, Señores Príncipes, que yo conozco que milagrosamente mando quedar allí aquella nao Nuestro Señor, porque es el mejor lugar de toda la isla para hacer el asiento y más acerca de las minas de oro." También diz que supo que detrás de la isla Juana, de la parte del Sur, hay otra isla grande, en que hay muy mayor cantidad de oro que en ésta, en tanto grado que cogían los pedazos mayores que habas, y en la isla Española se cogían los pedazos de oro de las minas como granos de trigo. Llamábase diz que aquella isla Yamaye. También diz que supo el Almirante que allí, hacia el Leste, había una isla a donde no había sino solas mujeres, y esto diz que de muchas personas lo sabía. Y que aquella isla Española o la otra isla Yamaye, estaba cerca de tierra firme diez jornadas de canoa, que podía ser sesenta o setenta leguas, y que era la gente vestida allí.
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Lunes, 1 de octubre Navegó su camino al Oueste. Anduvieron 25 leguas; contó a la gente 20 leguas. Tuvieron grande aguacero. El piloto del Almirante tenía hoy, en amaneciendo, que habían andado desde la Isla de Hierro hasta aquí 578 leguas al Oueste. La cuenta menor que el Almirante mostraba a la gente eran 584, pero la verdadera que el Almirante Juzgaba y guardaba eran 707. Martes, 2 de octubre Navegó a su camino al Oueste noche y día 39 leguas; contó a la gente obra de 30 leguas, La mar llana y buena siempre. A Dios muchas gracias sean dadas, dijo aquí el Almirante. Hierba venía del Este a Oueste, por el contrario de lo que solía. Parecieron muchos peces, matóse uno. Vieron un ave blanca que parecía gaviota. Miércoles, 3 de octubre Navegó su vía ordinaria. Anduvieron 47 leguas; contó a la gente 40. Aparecieron pardelas, hierba mucha, alguna muy vieja y otra muy fresca, y traía como fruta. No vieron aves algunas, y creía el Almirante que le quedaban atrás las Islas que traía pintadas en su Carta. Dice, aquí el Almirante que no se quiso detener barloventeando la semana pasada y estos días que veía tantas señales de tierra, aunque tenía noticia de ciertas islas en aquella comarca, por no detener, pues su fin era pasar a las Indias, y si se detuviera, dice él, que no fuera bueno seso. Jueves, 4 de octubre Navegó a su camino al Oueste. Anduvieron entre día y noche 63 leguas; contó a la gente 46 leguas. Vinieron al navío más de cuarenta pardelas juntas y dos alcatraces, y al uno dio una pedrada un mozo de la carabela. Vino a la nao un rabiforcado y una blanca como gaviota. Viernes, 5 de octubre Navegó a su camino. Andarían once millas por hora. Por noche y día andarían 57 leguas, porque aflojó la noche algo el viento; contó a su gente 45. La mar bonanza y llana "A Dios, dice, muchas gracias sean dada". El aire muy dulce y templado. Hierba ninguna; aves pardelas muchas; peces golondrinos volaron en la nao muchos. Sábado, 6 de octubre Navegó su camino al Vueste u Oueste, que es lo mismo. Anduvieron 40 leguas entre día y noche; contó a la gente 33 leguas. Esta noche dijo Martín Alonso que sería bien navegar a la cuarta del Oueste a la parte de Sudueste, y al Almirante pareció que no. Decía esto Martín Alonso por la Isla de Cipango, y el Almirante veía que si la erraban que no pudieran tan presto tomar tierra, y que era mejor una vez ir a tierra firme y después a las Islas. Domingo, 7 de octubre Navegó a su camino al Oueste. Anduvieron 12 millas por hora dos horas, y después 8 millas por hora; y andarían hasta una hora de sol 23 leguas; contó a la gente 18. En este día, al levantar del sol, la carabela Niña, que iba delante por ser velera, y andaban quien más podía por ver primero tierra, por gozar de la merced que los reyes a quien primero la viese había (n) prometido, levantó una bandera en el topo del mástil, y tiró una lombarda por señal que veían tierra, porque así lo había ordenado el Almirante. Tenía también ordenado que al salir del sol y al ponerse se juntasen todos los navíos con él, porque estos dos tiempos son más propios para que los humores den más lugar a ver más lejos. Como en la tarde no viesen tierra, la que pensaban los de la carabela Niña que habían visto, y porque pasaban gran multitud de aves de la parte del norte al Sudueste, por lo cual era de creer que se iban a dormir a tierra, o huían quizá del invierno, que en las tierras de donde venían debía que querer venir, por esto el Almirante acordó dejar el camino del Oueste, y pone la proa hacia Ouesu(du)este con determinación de andar dos días por aquella vía. Esto comenzó antes una hora del sol puesto. Andaría(n) en toda la noche obra de cinco leguas y veintitrés del día; fueron por todas veinte y ocho leguas noche y día.
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La historia de este grupo de caza es la historia de las Fuerzas Aéreas Estadounidenses. Fue la primera unidad creada dentro de la aviación militar y su 27 Squadron es el más antiguo de la U.S. Air Force. Se organiza el 5 de mayo de 1918 en Gencoult, Francia, como 1 Pursuit Group, equipándosele en un principio con Nieuport 28, más tarde con Spad XIII y finalmente Sopwith F-1 Camel. Participa en la Primera Guerra Mundial, siendo la principal unidad de caza que interviene en la contienda como parte de la American Expeditionary Force. A él pertenece el famoso 94 Fighter Squadron, en aquella época 94 Pursuit Squadron, cuyo emblema Hat in the Ring hizo famoso el capitán Edward V. "Eddie" Rickenbaker, el mayor as norteamericano de la Gran Guerra. Hasta el día del armisticio (11-11-1918), el Group se enzarza en 1.413 duelos aéreos, derribando 202 aparatos enemigos y 73 globos. El final de la contienda trae consigo una masiva reducción de los efectivos militares, pero ello no afecta al 1 Pursuit Group pues, desmovilizado en Colombey-les-Belles, Francia, el 24 de diciembre de 1918, es reorganizado el 22 de agosto de 1919 en Selfridge Field, en Michigan. Fue la principal unidad de caza del periodo de entreguerras, estando equipado en todo momento con los cazas más modernos de la US Army. En julio de 1941 al 27 Pursuit Squadron se le dota con el nuevo caza Lockheed Lightning. La mayoría de los 30 YP-38 de preserie se envían a esta unidad, que se encuentra estacionada en la base de Selfrigde Field, para su programa de evaluación. Los aparatos iban en metal natural y sin ningún tipo de marcas, a excepción de las insignias nacionales utilizadas en la época. A este tipo se sumaron los P-38LO y posteriormente la versión P-38D, convirtiéndose en el primer grupo de la USAAF en estar equipado con el Lightning. Cuando se produce el ataque japonés a Pearl Harbour, el Estado Mayor considera la urgente necesidad de proteger las costas de California y el grupo se instala en la base naval de San Diego, en la costa oeste, el 9 de diciembre de 1941, asignándosele misiones de patrulla antisubmarina para prevenir posibles ataques de la armada japonesa sobre las principales ciudades estadounidenses del oeste. E1 1 de febrero de 1942 es totalmente equipado con la versión P-38F y el 25 de abril de ese mismo año prepara su traslado a Europa, que comienza con el embarque del equipo de mantenimiento en tierra a bordo del Queen Elizabeth en el puerto de Nueva York el 3 de junio de 1942, desembarcando en Gourock el día 9 del mismo mes. El equipo de vuelo abandona los Estados Unidos el día 27 de junio rumbo a Islandia. El 27 Fighter Squadron permanece en dicha isla hasta finales del mes de agosto, desde donde realiza patrullas marítimas. El resto del Grupo vuela durante el verano de 1942 en misiones de entrenamiento y vuelos ocasionales sobre los cielos de Francia. El 14 de septiembre de 1942 el Grupo pasa a depender de la 121 Air Force; su motivo, el traslado al norte de África una vez se haya desarrollado con éxito la Operación Torch. De momento sigue perteneciendo operativamente a la 81 Air Force. El 26 de octubre de 1942 el primer contingente del equipo de tierra embarca en Gourock a bordo del SS Orbita; el resto embarca en el HMS Mooltan desde Bristol y en el Empress of Canada desde el puerto de Gourock en un convoy hacia Argelia. Los pilotos vuelan con sus aparatos vía Portugal, perdiendo dos aviones antes de llegar a Argelia, donde se produce la concentración de todos los efectivos. Poco después se trasladan a Marruecos, desde donde el Grupo comienza a realizar sus operaciones aéreas. El 29 de noviembre de 1942 el 94 Fighter Squadron realiza, por fin, su primer vuelo de combate en la II G.M. con el ametrallamiento de una base de la Luftwaffe, consiguiendo varias victorias aéreas. Estos comienzos tan prometedores cambian radicalmente: a finales de año no existen piezas de repuesto y menos aparatos que sustituyan a los destruidos. El Grupo se traslada a lo largo de Argelia y Túnez, realizando misiones de apoyo a las fuerzas de tierra y como escolta de bombarderos hasta que el Afrika Korps es expulsado del norte de Africa. Después de un corto periodo de descanso se pasa a la fase de preparación del desembarco en Sicilia, realizando misiones de reconocimiento y escolta por el Mediterráneo, pero el 15 de agosto los ataques aéreos se centran el sudeste de Italia; 65 aparatos del 1 Fighter Group junto con 85 aparatos de otras unidades lanzan un ataque contra el complejo aéreo de la base de Foggia, destruyendo 88 aparatos enemigos. Por esta acción el Grupo recibe su primera Distinguished Unit Citation (DUC), consiguiendo la segunda cinco días más tarde. De acción en acción desarrolla su carrera bélica en la península italiana, y el 18 de mayo de 1944 recibe su tercera DUC por una misión contra el complejo petrolífero de Ploesti, en Rumania, dando escolta a 700 bombarderos de los que, debido al mal tiempo, parte de ellos tienen que regresar a su base. Aún así los cazas continúan con su misión, defendiendo a los pesados bombarderos del ataque de 80 cazas enemigos, de los cuales derriban 20 por la pérdida de un solo P-38. El 11 de agosto de 1944 parte del Grupo se traslada a Córcega para dar protección a las tropas que realizan un desembarco en el sur de Francia bajo el código de Operation Dragon. En enero de 1945 se le asigna la misión de dar escolta a las delegaciones norteamericanas y británicas bajo el mando del presidente Roosevelt y del primer ministro Churchill, que van a tomar parte en la Conferencia de Yalta, operación conocida con el nombre de Argonaut. El 27 Fighter Squadron, que consiguió el primer derribo de un avión alemán para el arma de caza norteamericana en el transcurso de la II G.M., es también la unidad que consigue la última victoria aérea en dicho conflicto. Durante los tres años que estuvo en combate realizó más de 21.000 salidas y más de 1.400 misiones de combate.
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Lunes, 10 de diciembre Ventó mucho el Nordeste, y hízole garrar las anclas medio cable, de que se maravilló el Almirante, y echólo a que las anclas estaban mucho a tierra y venía sobre ella el viento. Y visto que era contrarío para ir donde pretendía, envió seis hombres bien aderezados de armas a tierra, que fuesen dos o tres leguas dentro en la tierra para ver si pudieran haber lengua. Fueron y volvieron no habiendo hallado gente ni casas; hallaron, empero, unas cabañas y caminos muy anchos y lugares donde habían hecho lumbre muchos; vieron las mejores tierras del mundo y hallaron árboles de almáciga muchos, y trujeron de ella y dijeron que había mucha, salvo que no es agora el tiempo para cogerla, porque no cuaja. Martes, 11 de diciembre No partió por el viento, que todavía era Leste y Nordeste. Frontero de aquel puerto, como está dicho, está la isla de la Tortuga, y parece grande isla, y va la costa de ella cuasi como la Española, y puede haber de la una a la otra, a lo más diez leguas, conviene, a saber, desde el Cabo de Cinquin a la cabeza de la Tortuga; la cual está al Norte de la Española; después la costa de ella se corre al Sur. Dice que quería ver aquel entremedio destas dos islas, por ver la isla Española, que es la más hermosa cosa del mundo, y porque, según le decían que era isla muy grande y de muy grandes montañas y ríos y valles, y decían que la isla de Bohio era mayor que la Juana, a que llaman Cuba, y que no está cercada de agua, y parece dar a entender ser tierra firme, que es aquí detrás de esta Española, a que ellos llaman Caritaba, y que es cosa infinita, y cuasi traen razón que ellos sean trabajados de gente astuta, porque todas estas islas viven con gran miedo de los de Caniba, "y así torno a decir como otras veces dije, dice él, que Caniba no es otra cosa sino la gente del Gran Can, que debe ser aquí muy vecino; y tendrá navíos y vendrán a cautivarlos, y como no vuelven creen que se los han comido. Cada día entendemos más a estos indios y ellos a nosotros, puestos que muchas veces hayan entendido uno Por otro", dice el Almirante. Envió gente a tierra. Hallaron mucha almáciga sin cuajarse; dice que las aguas lo deben hacer, y que en Xío la cogen por marzo, y que en enero la cogerían en aquestas tierras, por ser tan templadas. Pescaron muchos pescados como los de Castilla: albures, salmones, pijotas, gallos, pámpanos, lisas, corbinas, camarones, y vieron sardinas. Hallaron mucho lignáloe. Miércoles, 12 de diciembre No partió aqueste día por la misma causa del viento contrario dicha. Puso una gran cruz a la entrada del puerto de la parte del Oueste en un alto muy vistoso, "en señal, dice él, que Vuestras Altezas tienen la tierra por suya, y principalmente por señal de Jesucristo Nuestro Señor y honra de la Cristiandad"; la cual puesta, tres marineros metiéronse por el monte a ver los árboles y hierbas; y oyeron un gran golpe de gente, todos desnudos como los de atrás, a los cuales llamaron e fueron tras ellos, pero dieron los indios a huir. Y, finalmente, tomaron una mujer, que no pudieron más, "porque yo, él dice, les había mandado que tomasen algunos para honrallos y hacelles perder el miedo y se hobiese alguna cosa de provecho, como no parecer poder ser otra cosa, según la hermosura de la tierra; y así trujeron la mujer, muy moza y hermosa, a la nao, y habló con aquellos indios, porque todos tenían una lengua". Hízola el Almirante vestir y dióle cuentas de vidrio y cascabeles y sortijas de latón, y tornóla enviar a tierra muy honradamente según su costumbre, y envió algunas personas de la nao con ella, y tres de los indios que llevaba consigo, porque hablasen con aquella gente. Los marineros que iban en la barca, cuando la llevaban a tierra, dijeron al Almirante que ya no quisiera salir de la nao, sino quedarse con las otras mujeres indias que había hecho tomar en el puerto de Mares de la isla Juana de Cuba. Todos estos indios que venían con aquella india dice que venían en una canoa, que es su carabela en que navegan de alguna parte, y cuando asomaron a la entrada del puerto y vieron los navíos, volviéronse atrás y dejaron la canoa por allí en algún lugar y fuéronse camino de su población. Ella mostraba el paraje de la población. Traía esta mujer un pedacito de oro en la nariz, que era señal que había en aquella isla oro. Jueves, 13 de diciembre Volviéronse los tres hombres que había enviado el Almirante con la mujer a tres horas de la noche, y no fueron con ella hasta la población, porque les pareció lejos, o porque tuvieron miedo. Dijeron que otro día vendrían mucha gente a los navíos, porque ya debían de estar asegurados por las nuevas que daría la mujer. El Almirante, con deseo de saber si habían alguna cosa de provecho en aquella tierra y por haber alguna lengua con aquella gente, por ser la tierra tan hermosa y fértil, y tomasen gana de servir a los Reyes, determinó de tornar a enviar a la población, confiando en las nuevas que la india habría dado de los cristianos ser buena gente, para lo cual escogió nueve hombres bien aderezados de armas y aptos para semejante negocio, con los cuales fue un indio de los que traía. Estos fueron a la población que estaba a cuatro leguas y media al Sueste, la cual hallaron en un grandísimo valle, y vacía, porque como sintieron ir los cristianos todos huyeron dejando cuanto tenían la tierra dentro. La población era de mil casas y de más de tres mil hombres. El indio que llevaban los cristianos corrió tras ellos dando voces, diciendo que no hubiesen miedo, que los cristianos no eran de Caniba, mas antes eran del cielo, y que daban muchas cosas hermosas a todos los que hallaban. Tanto les imprimió lo que decía, que se aseguraron y vinieron juntos de ellos más de dos mil, y todos venían a los cristianos y les ponían las manos sobre la cabeza, que era señal de gran reverencia y amistad, los cuales estaban todos temblando hasta que mucho los aseguraron. Dijeron los cristianos que, después que ya estaban sin temor, iban todos a sus casas y cada uno les traía de lo que tenía de comer, que es pan de niamas, que son unas raíces como rábanos grandes que nacen, que siembran y nacen y plantan en todas estas tierras, y es su vida, y hacen de ellas pan y cuecen y asan y tienen sabor propio de castañas, y no hay quien no crea, que no sean castañas. Dábanles pan y pescados y de lo que tenían. Y porque los indios que traía en el navío tenían entendido que el Almirante deseaba tener algún papagayo, parece que aquel indio que iba con los cristianos díjoles algo de esto, y así les trujeron papagayos y les daban cuanto les pedían, sin querer nada por ello. Rogábanles que no se viniesen aquella noche y que les darían cras muchas cosas que tenían en la sierra. Al tiempo que toda aquella gente estaba junta con los cristianos, vieron venir una gran batalla o multitud de gente con el marido de la mujer que había el Almirante honrado y enviado, la cual traían caballera sobre sus hombros y venían a dar gracias a los cristianos por la honra que el Almirante le había hecho y dádivas que le había dado. Dijeron los cristianos al Almirante que era toda gente más hermosa y de mejor condición que ninguna otra de las que habían hasta allí hallado; pero dice el Almirante que no sabe cómo puedan ser de mejor condición que las otras, dando a entender que todas las que habían en las otras islas hallado eran de muy buena condición. Cuanto a la hermosura, decían los cristianos que no había comparación, así en los hombres como en las mujeres, y que son blancos más que los otros, y que entre los otros vieron dos mujeres mozas tan blancas como podían ser en España. Dijeron también de la hermosura de las tierras que vieron, que ninguna comparación tienen las de Castilla, las mejores en hermosura y en bondad, y el Almirante así lo veía por las que ha visto y por las que tenía presentes, y decíanle que las que veía ninguna comparación tenían con aquellas de aquel valle, ni la campiña de Córdoba llegaba a aquella con tanta diferencia como tiene el día de la noche. Decían que todas aquellas tierras estaban labradas y que por medio de aquel valle pasaba un río muy ancho y grande que podía regar todas las tierras. Estaban todos los árboles verdes y llenos de fruta, y las hierbas todas floridas y muy altas; los caminos muy anchos y buenos; los aires eran como en abril en Castilla; cantaba el ruiseñor y otros pajaritos como en el dicho mes en España, que dicen que era la mayor dulzura del mundo; las noches cantaban algunos pajaritos suavemente; los grillos y ranas se oían muchas; los pescados, como en España. Vieron muchos almácigos y lignáloe y algodonales; oro no hallaron, y no es maravilla en tan poco tiempo no se halle. Tomó aquí el Almirante experiencia de qué horas era el día y la noche, y del sol a sol halló que pasaron veinte ampolletas, que son de a media hora, aunque dice que allí puede haber defecto, porque o no la vuelven tan presto o deja de pasar algo. Dice también que halló por el cuadrante que estaba de la línea equinocial 34 grados. Viernes, 14 de diciembre Salió de aquel puerto de la Concepción con terral, y luego desde a poco calmó, y así lo experimentó cada día de los que por allí estuvo. Después vino viento Levante; navegó con él al Nornordeste; llegó a la isla de la Tortuga; vido una punta de ella que llamó la Punta Pierna, que estaba al Lesnordeste de la cabeza de la isla, y habría 12 millas; y de allí descubrió otra punta que llamó la Punta Lanzada, en la misma derrota del Nordeste, que habría diez y seis millas. Y así, desde la cabeza de la Tortuga hasta la Punta Aguda, habría cuarenta y cuatro millas, que son once leguas al Lesnordeste. En aquel camino había algunos pedazos de playa grandes. Esta isla de la Tortuga es tierra muy alta, pero no montañosa, y es muy hermosa y muy poblada de gente como la de la Isla Española, y la tierra así toda labrada, que parecía ver la campiña de Córdoba. Visto que el viento le era contrario y no podía ir a la isla Baneque, acordó tornarse al Puerto de la Concepción, de donde había salido, y no pudo cobrar un río que está de la parte del Leste del dicho puerto dos leguas. Sábado, 15 de diciembre Salió del puerto de la Concepción otra vez para su camino, pero en saliendo del puerto, ventó Leste recio su contrario, y tomó la vuelta de la Tortuga hasta ella; y de allí dio vuelta para ver aquel río que ayer quisiera ver y tomar y no pudo, y de esta vuelta tampoco lo pudo tomar, aunque surgió media legua de sotaviento en una playa, buen surgidero y limpio. Amarrados sus navíos, fue con las barcas a ver el río, y entró por un brazo de mar que está antes de media legua, y no era la boca. Volvió y halló la boca que no tenían aún una braza, y venía muy recio; entró con las barcas por él, para llegar a las poblaciones que los que antier había enviado habían visto, y mandó echar la sirga en tierra; y tirando los marineros de ella, subieron las barcas dos tiros de lombarda, y no pudo andar más por la reciura de la corriente del río. Vido algunas casas y el valle grande donde están las poblaciones, y dijo que otra cosa más hermosa no había visto, por medio del cual valle viene aquel río. Vido también gente a la entrada del río, mas todos dieron a huir. Dice más, que aquella gente debe ser muy cazada, pues viven con tanto temor, porque en llegando que llegan a cualquiera parte, luego hacen ahumadas de las atalayas por toda la tierra, y esto mas en esta isla Española y en la Tortuga, que también es grande isla, que en las otras que atrás dejaba. Puso nombre al valle Valle del Paraíso, y al río Guadalquivir, porque diz que así viene tan grande como Guadalquivir por Córdoba, y a las veras o riberas de él, playa de piedras muy hermosas y todo andable. Domingo, 16 de diciembre A la media noche, con el ventezuelo de tierra, dio las velas por salir de aquel golfo, y vinieron del bordo de la isla Española yendo a la bolina, porque luego a hora de tercia ventó Leste, a medio golfo halló una canoa con un indio solo en ella, de que se maravillaba el Almirante cómo se podía tener sobre el agua siendo el viento grande. Hízolo meter en la nao a él y a su canoa, y halagado, dióle cuentas de vidrio, cascabeles y sortijas de latón, y llevóle en la nao hasta tierra a una población que estaba a diez y seis millas junto a la mar, donde surgió el Almirante y halló buen surgidero en la playa junto a la población, que parecía ser de nuevo hecha, porque todas las casas eran nuevas. El indio fuese luego con su canoa a tierra y da nuevas del Almirante y de los cristianos ser gente buena, puesto que ya las tenían por lo pasado de las otras donde habían ido los seis cristianos; y luego vinieron más de quinientos hombres, y desde a poco vino el rey de ellos, todos en la playa junto a los navíos, porque estaban surgidos muy cerca de tierra. Luego uno a uno y muchos a muchos venían a la nao sin traer consigo cosa alguna, puesto que algunos traían algunos granos de oro finísimo a las orejas o en la nariz, el cual luego daban de buena gana. Mandó hacer honra a todos el Almirante, y dice él, "porque son la mejor gente del mundo y más mansa; y sobre todo, dice él, que tengo mucha esperanza en Nuestro Señor que Vuestras Altezas los harán todos cristianos, y serán todos suyos, que por suyos los tengo". Vido también que el dicho rey estaba en la playa, y que todos le hacían acatamiento. Envióle un presente el Almirante, el cual diz que recibió con mucho estado, y que será mozo de hasta veintiún años, y que tenía un ayo viejo y otros consejeros que le aconsejaban y respondían, y que él hablaba muy pocas palabras. Uno de los indios que traía el Almirante habló con él, y le dijo que cómo venían los cristianos del Cielo, y que andaba en busca de oro y que quería ir a la isla de Baneque, y él respondió que bien era, y que en la dicha Isla había mucho oro; el cual mostró al alguacil del Almirante, que le llevó el presente, el camino que habían de llevar, y que en dos días iría de allí a ella, y que si de su tierra habían menester algo lo daría de muy buena voluntad. Este rey y todos los otros andaban desnudos como sus madres los parieron, y así las mujeres sin algún empacho, y son los más hermosos hombres y mujeres que hasta allí hubieron hallado: harto blancos, que si vestidos anduviesen y se guardasen del sol y del aire, serían cuasi tan blancos como en España, porque esta tierra es harto fría y la mejor que lengua pueda decir. Es muy alta, y sobre el mayor monte podrían arar bueyes, y hecha toda a campiñas y valles. En toda Castilla no hay tierra que se pueda comparar a ella en hermosura y bondad. Toda esta isla y la de la Tortuga son todas labradas como la campiña de Córdoba. Tienen sembrado en ellas ajes, que son unos ramillos que plantan, y al pie de ellos nacen unas raíces como zanahorias, que sirven por pan, y rallan y amasan y hacen pan de ellas, y después tornan a plantar el mismo ramillo en otra parte y tornan a dar cuatro y cinco de aquellas raíces que son muy sabrosas: propio gusto de castañas. Aquí hay las más gordas y buenas que había visto en ninguna tierra porque también diz que de aquellas había en Guinea; las de aquel lugar eran tan gordas como la pierna, y aquella gente todos diz que eran gordos y valientes y no flacos, como los otros que antes había hallado, y de muy dulce conversación, sin secta. Y los árboles de allí diz que eran tan viciosos que las hojas dejaban de ser verdes y eran prietas de verduras. Era cosa de maravilla ver aquellos valles y los ríos y buenas aguas y las tierras para pan, para ganado de toda suerte, de que ellos no tienen alguna, para huertas y para todas las cosas del mundo que el hombre sepa pedir. Después a la tarde vino el rey a la nao. El Almirante le hizo la honra que debía y le hizo decir cómo era de los Reyes de Castilla, los cuales eran los mayores príncipes del mundo. Mas ni los indios que el Almirante traía, que eran los intérpretes, creían nada, ni el rey tampoco, sino creían que venían del cielo, y que los reinos de los Reyes de Castilla eran en el cielo y no en este mundo. Pusiéronle de comer al rey de las cosas de Castilla y él comía un bocado y después dábalo a sus consejeros y al ayo y a los demás que metió consigo. "Crean Vuestras Altezas que estas tierras son en tanta cantidad buenas y fértiles y en especial estas de esta isla Española, que no hay persona que lo sepa decir, y nadie lo puede creer sino lo viese. Y crean que esta isla y todas las otras son así suyas como Castilla, que aquí no falta salvo asiento y mandarles hacer lo que quisieren, porque yo con esta gente que traigo, que no son muchos, correría todas estas islas sin afrenta, que ya he visto solos tres de estos marineros descender en tierra y haber multitud de estos indios y todos huir, sin que les quisieren hacer mal. Ellos no tienen armas, y son todos desnudos y de ningún ingenio en las armas y muy cobardes, que mil no aguardarán tres, y así son buenos para les mandar y les hacer trabajar y sembrar, y hacer todo lo otro que fuese menester, y que hagan villas y se enseñen a andar vestidos y a nuestras costumbres."
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Lunes, 10 de septiembre En aquel día con su noche anduvo sesenta leguas, a diez millas por hora, que son dos leguas y media; pero no contaba sino cuarenta y ocho leguas, porque no se asombrase la gente si el viaje fuese largo. Martes, 11 de septiembre Aquel día navegaron a su vía, que era el Oueste, y anduvieron 20 leguas y más, y vieron un gran trozo de mástil de nao de ciento y veinte toneles, y no lo pudieron tomar. La noche anduvieron cerca de veinte leguas, y contó no más de diez y seis por la causa dicha. Miércoles, 12 de septiembre Aquel día, yendo su vía, anduvieron en noche y día 33 leguas, contando menos por la dicha causa. Jueves, 13 de septiembre Aquel día con su noche, yendo a su vía, que era el Oueste, anduvieron treinta y tres leguas, y contaba tres o cuatro menos. Las corrientes le eran contrarias. En este día, al comienzo de la noche, las agujas noruestaban, y la mañana nordesteaban algún tanto. Viernes, 14 de septiembre Navegaron aquel día su camino al Oueste con su noche, y anduvieron 20 leguas; contó alguna menos. Aquí dijeron los de la carabela Niña que habían visto un garjao y un rabo de junco; y estas aves nunca se apartan de tierra, cuando más veinticinco leguas. Sábado, 15 de septiembre Navegó aquel día con su noche 27 leguas su camino al Oueste y algunas más. Y en esta noche al principio de ella vieron caer del cielo un maravilloso ramo de fuego en la mar, lejos de ellos cuatro o cinco leguas. Domingo, 16 de septiembre Navegó aquel día y la noche a su camino el Oueste. Andarían treinta y nueve leguas, pero no contó sino 36. Tuvo aquel día algunos nublados; lloviznó. Dice aquí el Almirante que hoy y siempre de allí adelante hallaron aires temperantísimos, que era placer grande el gusto de las mañanas, que no faltaba sino oír ruiseñores. Dice él: "y era el tiempo como por abril en el Andalucía." Aquí comenzaron a ver muchas manadas de hierba muy verde que poco había, según le parecía, que se había desapegado de tierra, por lo cual todos juzgaban que estaban cerca de alguna isla, pero no de tierra firme, según el Almirante, que dice: "porque la tierra firme hago más adelante".
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Las tierras bajas tropicales adquieren su condición actual a lo largo de toda esta etapa. Los bosques amazónicos se extienden, reduciendo de manera considerable las sabanas y el mar baja su nivel hasta el actual. En las Antillas, en sitios de la República Dominicana y de las Islas Vírgenes, aparecen restos de tortuga y manatí, a la vez que recursos terrestres. Los instrumentos de concha y piedra consisten en hachas y gubias, que pueden haber sido empleadas en los trabajos de la madera, tal vez incluso para confeccionar canoas con las que adentrarse en el mar. Existen algunos concheros aislados, pero la tradición fundamentada en la recolección de moluscos toca a su fin. En las desembocaduras del Orinoco y Amazonas persisten los complejos cerámicos y la tradición Barrancoide sigue desarrollándose con decoración modelada e incisa, superficies pulidas, y una variedad formal en las vasijas combinada con diseños de sapos, felinos, peces, rostros humanos y otros animales de la fauna local. La ausencia de restos de plantas silvestres en los registros arqueológicos sugiere un incremento en la dependencia de la agricultura, siendo la mandioca amarga el alimento principal. Sobre la isla Marajó, la fase Ananatuba fue asimilada por invasores con una tradición cerámica diferente que se caracteriza por platos abiertos con los bordes interiores agruesados, decorados a menudo con incisión. Hacia el 500 a.C. se establecen en el norte de Colombia y oeste de Venezuela varias tradiciones polícromas bien definidas. El sitio Momil en Colombia tiene un número de rasgos que sugieren influencias de América Central, incluyendo no sólo técnicas de decoración en la cerámica, sino también la sustitución de la mandioca amarga por el maíz como alimento principal. La región al este del lago Maracaibo estuvo dominada por la serie Tocuyanoide, que se caracteriza por el negro y rojo sobre engobe blanco. La aplicación de colores sobre el fondo tiene el efecto de pintura negativa sin emplear una técnica resistente. En las Antillas Menores es contemporánea la serie Saladoide; asentamientos que incluyen pozos de casas, que a veces se conjuntan en tres o cuatro, las cuales están distribuidas al azar o en torno a un pozo mayor. En estos pozos son muy comunes las hachas y machacadores, pero no hay evidencia de plantas domesticadas y son muy pocas las puntas de proyectil de hueso relacionadas con la caza, sin que haya más instrumentos asociados. La cerámica más temprana del Amazonas medio data también del comienzo de este periodo. Varios sitios de las márgenes del río Negro tienen cerámica polícroma -rojo y negro sobre blanco-, incisión fina y ancha, doble línea incisa, puntuación, excisión y modelado.
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En estos 500 años muchos grupos de agricultores portadores de cerámica se expanden por las tierras bajas tropicales de América del Sur, siendo la Patagonia y el oeste de Cuba las excepciones. Santiago del Estero fue un sitio que ocupó los bancos y las riberas de un río y construyó montículos artificiales en grupos de 5 a 100 estructuras. Algunos se distribuyeron sin planificación, pero otros lo fueron en hileras irregulares a lo largo de calles. Los asentamientos de la fase Sunchituyoj están de 3 a 10 km aparte y tienen montículos circulares u ovales de 20 a 60 m de largo y 4 m de altura. El sistema de enterramiento fue secundario y colocado en urnas, donde en ocasiones la cabeza fue separada del cuerpo y colocada en una vasija diferente. Figurillas, pipas, huesos tallados, torteros y objetos de metal fueron colocados en ofrendas junto a estas urnas. En el Bajo Amazonas, la tradición polícroma da paso a una cerámica decorada con incisión combinada con puntuación, denominada Cultura Santarem, la cual floreció en la boca del río Tapajós. La tradición Incisa y Puntuada del Amazonas parece haberse introducido por el norte y haber quebrado la tradición polícroma. La fase Marajoara fue reemplazada sobre el Marajó por la fase Aruâ, con poblados pequeños y frecuentemente móviles, de manera que sólo unos pocos fragmentos indican su existencia. En las Antillas Mayores el desarrollo cultural alcanzó su clímax. El número de juegos de pelota se incrementó y la calidad artística de la parafernalia asociada sugiere una gran actividad ceremonial y quizás complejidad sociopolítica. Idolos de madera, hueso y concha, tubos, espátulas para inducir al vómito, grandes zemis y una gran cantidad de amuletos se encuentran en contextos rituales. La cerámica fue decorada con amplias incisiones, frecuentemente terminando en puntuaciones y modelado.