La época de los Estados Combatientes finalizó con la supremacía militar de uno de los siete reinos -el reino de Qin- casualmente el menos chino de todos ellos, tal y como lo consideraban los pueblos vecinos. Localizado geográficamente en la parte más occidental, mantenía un cierto aislamiento debido a la proximidad del río Hoanghe que en su recorrido proveía al reino de Qin de una frontera natural en sus lados norte y este; al sur, cadenas montañosas accesibles por muy pocos pasos dificultaban las agresiones enemigas. Estos hechos geográficos fueron causa directa de la fuerza que adquirió el reino de Qin ante sus enemigos, lo cual le permitió crear una fuerte organización, basada en el desarrollo de la tecnología militar. Conocieron el hierro al igual que otros estados, y aplicaron su conocimiento a la fabricación de armas, sustituyendo el bronce y consiguiendo la supremacía absoluta en el campo de batalla. No sólo el factor militar explica el éxito de su expansión, sino que éste estuvo apoyado en una sólida organización política y social, que más tarde se extendería por todo el imperio. El artífice de la expansión militar fue sin duda alguna el emperador Yingzheng (259-210 a. C.) que tras la unificación realizada en el año 221 a. C. adoptó el nombre de Primer Augusto Emperador de la dinastía Qin: Qinshi Huangdi, sustituyendo el título de rey (Wang) por el de Huang Di que se asocia con dioses y sabios de la Antigüedad. Tras su victoria en el 221 a. C., trasladó su capital a Xianyang (muy cerca de la actual Xian), e inició las reformas necesarias para conseguir la unificación política, económica y cultural, basada en un sistema filosófico en el que la aplicación rigurosa de la ley, mediante un código de premios y castigos, legitima la centralización del poder y el control absoluto en manos del emperador. Este sistema se denomina Legalismo o escuela de leyes, y fue ideado en el siglo III a. C. por Han Feizi. La unificación política se llevó a cabo mediante un nuevo orden administrativo, al dividir el territorio en treinta y seis distritos provinciales, gobernados cada uno por un gobernador civil, otro militar y un inspector imperial. A su vez, las provincias fueron subdivididas en condados dirigidos por magistrados, cuyos cargos no eran hereditarios y dependían directamente del gobierno provincial. Se inició así la estructura administrativa china, piramidal, en cuyo vértice se encuentra el emperador con máximos poderes y en su base, como núcleo, la familia. De esta manera se abolió la servidumbre y la formación de estados feudatarios que pusieran en peligro la unidad imperial. Una vez conseguido este primer estadio del proyecto imperial, se hicieron necesarias otro tipo de medidas que dieran cohesión a sus habitantes. La unificación cultural fue sin duda la más espectacular por las consecuencias que tuvo. Para ello lo primero que Li Su -primer ministro de Qinshi Huangdi- propuso fue la creación de un estilo único de escritura frente a la diversidad existente. Ya hemos visto cómo los primeros caracteres aparecieron en huesos de animales y caparazones de tortuga, a los que siguieron las inscripciones en bronce; éstos van conformando diferentes estilos denominados de gran sello, pequeño sello, estilo de pájaro..., que se difunden por los diferentes estados, imposibilitando la comunicación escrita entre ellos. Li Su, partiendo del estilo gran sello, propone: 1. Simplificación y racionalización de las formas de los caracteres de este estilo que habían ido surgiendo desde sus orígenes, para formar el pequeño sello. 2. Estandarización de las distintas variantes regionales en un sistema único. 3. Difusión del nuevo estilo. La aparición de instrumentos para la escritura, tales como el pincel, la tinta y el papel, fue posterior a esta unificación, siendo entonces cuando se fijan los estilos de escritura (d. Han. 206 a.C. 200 d.C.), uno de los cuales, llamado lishu o administrativo, procede de la normalización ideada por el primer ministro Qin. Respecto a las medidas de carácter económico en el camino de la unificación, estuvieron directamente relacionadas con la agricultura y el comercio, no tanto en la producción y distribución de los productos como en la responsabilidad colectiva sobre ellos. Su sistema de gobierno, basado en la aplicación rigurosa de la ley, se extiende por todo el imperio, reforzado por esta idea de responsabilidad del grupo como instrumento de control sobre los individuos. Se procedió a dividir la población en grupos de cinco o diez familias cuyos miembros se hacían co-responsables de cualquier acción individual: "quien no denuncie a un culpable será cortado en dos; quien denuncie a un culpable recibirá la misma recompensa que quien decapite a un enemigo; quien encubra a un culpable recibirá el mismo castigo que quién se rinda ante un enemigo", sistema que con ciertas modificaciones penales se mantiene actualmente. Así el cultivo de los campos se distribuía entre estos grupos y se pagaban impuestos proporcionales a la comunidad. Para el comercio se unificaron los pesos y medidas, y se inició una política de obras públicas destinada a la mejora de las comunicaciones, tanto desde el punto de vista comercial como militar. A partir del 220 a. C. se proyectó la construcción de las llamadas autopistas imperiales, partiendo de Xianyang, la capital, hacia las cuatro direcciones, destacando la carretera norte-sur, que llegó a cubrir una distancia de 200 kms. Su construcción fue llevada a cabo por un general del ejército imperial, Meng Tien, cuyo nombre está directamente relacionado con la magna obra de su época; nos referimos a la Gran Muralla, (Largo muro de diez mil li) localizada al norte del territorio chino, desde el mar Bohai al desierto de Gobi, con una longitud de 6.800 km. En realidad, la obra no se debe al genio megalítico del emperador, ya que él se limitó a aumentar y unir los tramos preexistentes construidos en la época de los Reinos Combatientes, debiendo a Meng Tien el trazado unitario de la muralla. Para ello se necesitó una fuerte organización del trabajo, capaz de suministrar mano de obra y material de construcción, así como ocuparse de la gestión y coordinación de los trabajos. Participaron en su construcción soldados procedentes de las guarniciones fronterizas en número de 300.000 hombres, alrededor de 500.000 campesinos movilizados forzosamente, y los reos, puesto que durante las dinastías Qin y Han existió un artículo en el Código Penal mediante el cual las penas se podían redimir trabajando en la Muralla. Los materiales empleados fueron: tierra, piedra, madera y tejas, utilizando cada uno de ellos según la producción local del sitio donde se estuviese alzando la Muralla. El ladrillo fue utilizado tras la reconstrucción realizada durante la dinastía Ming (1368-1644) y a la cual debemos su actual estado. La construcción de la Gran Muralla tuvo dos finalidades: la primera de carácter militar y la segunda de carácter diplomático. Desde los inicios de la historia china el peligro de la invasión de los pueblos del norte constituía una constante amenaza, por lo que cada Estado fue levantando pequeñas murallas que les protegieran de estos ataques. El muro estaba jalonado por torreones defensivos desde los cuales se emitían señales de humo que, a modo de red telegráfica, comunicaban a los mandos militares los movimientos de las tropas enemigas. Su camino de ronda se utilizaba como vía de transporte de tropas, puesto que su ancho permitía el paso de soldados y carros. La conservación y reconstrucción de la Gran Muralla se realizó durante las sucesivas dinastías, hasta que se abandonó con la dinastía Tang (618-907), siendo inaccesible con la dinastía Song (960-1270) y absolutamente ineficaz a partir de la dinastía Yuan (1276-1368), pues son precisamente los pueblos contra los que se había levantado la muralla los que se apoderaron del control del imperio. Tanto en tiempos de paz como de guerra, la Gran Muralla mantuvo un carácter diplomático, al marcar la frontera entre los pueblos bárbaros, es decir, no chinos y la cultura china o aquellos que están dentro de la muralla. Al poder ser utilizada como camino, sirvió de comunicación y vía comercial a lo largo de todo el territorio septentrional, tal y como atestiguan los restos arqueológicos. La Gran Muralla ha servido como punto de partida de infinidad de leyendas, canciones y poemas que relatan la dureza del trabajo y la crueldad que el emperador demostró a lo largo de todo su reinado. Qinshi Huangdi, obsesionado por conseguir el elixir de la inmortalidad, mantuvo en su corte a un gran número de alquimistas, astrónomos y médicos que le aseguraron, tras varias búsquedas infructuosas, que frente al mar Bahai existían unas islas donde crecía una hierba necesaria para crear la pócima ansiada; el emperador ordenó una expedición compuesta por más de tres mil personas, de las cuales ninguna regresó. La historia popular les ha conferido la categoría de ser los primeros habitantes del archipiélago japonés. Los actos arbitrarios no fueron aislados, sino que estaban en íntima relación con el pensamiento totalitario legalista. Cualquier disidencia era duramente castigada, bien con el exilio, bien con castigos corporales que incluían la pena de muerte. Así, en el 213 a. C., durante un banquete oficial, se inició una discusión acerca de las causas que permitieron una larga duración a las dinastías Shang y Zhou, citando los filósofos presentes algunas de ellas en abierta contradicción con la política del emperador Qin. Li Shu, el primer ministro, comprendió que las obras de la antigüedad permitían abrir una brecha crítica en el nuevo Estado, por lo que ordenó la quema de todos los libros existentes en la corte (copias del "Libro de las Odas" o del "Libro de los Documentos"), así como la muerte de sus comentaristas y familiares que, en un plazo de treinta días, no hubieran hecho desaparecer los libros inscritos en el "Indice". Este suceso es sin duda el más criticado en la historiografía china referida a la figura del primer emperador. De esta matanza y quema se salvaron los libros sobre medicina, adivinación, alquimia y, en general, todos aquellos que pudieran ayudar al emperador a conseguir el ansiado elixir. En el viaje del emperador a la inmortalidad le acompañaría todo su ejército, así como servidores y concubinas. Con este fin mandó construir su propio mausoleo, el cual reflejaría su idea de poder, basada en la fuerza de su ejército. Así, junto a su tumba mandó enterrar una reproducción en arcilla de sus fuerzas armadas. Temiendo que alguien pudiera difundir los secretos de la construcción del mausoleo, enterró vivas a cuantas personas hubieran participado en ella. A pesar de que el mausoleo fue descrito por el historiador Sima Qian (145-90 a. C.) en el Shu Ji, con todo detalle tal y como veremos más adelante, hasta el año 1974 no salió a la luz, debido a un descubrimiento fortuito de los campesinos de la zona. La tumba imperial está situada a 40 km al este de la actual Xian (provincia de Shaanxi), a los pies del monte Li, bajo el cual se encuentra el mausoleo propiamente dicho. Los trabajos de excavación, iniciados en 1974, descubrieron tres fosas que contienen una representación de su ejército en formación de combate. Soldados de infantería, caballería, carros ligeros, armas, ponen de manifiesto el gran desarrollo técnico y logístico que se había alcanzado en el terreno militar. Su inspirador teórico fue Sun Zi (siglo IV a. C.) gran estratega que analizó y estudió en su libro "El Arte de la Guerra" los factores técnicos, climatológicos, topográficos; psicológicos..., a tener en cuenta a la hora de presentar batalla. Los soldados se han encontrado distribuidos en cuatro fosas, cubiertas todas ellas por un armazón de madera. La fosa n.° 1, orientada hacia el sur, presenta soldados de infantería y caballería en formación rectangular, divididos en treinta y ocho columnas en once corredores paralelos. En las tres primeras filas hay un total de doscientos diez soldados mirando hacia el este y portando arcos y ballestas (arma de origen chino). Entre este grupo de tiradores de élite y la infantería con coraza, se sitúan seis carros, cada uno de ellos tirado por cuatro caballos y dirigido por dos soldados. Cierran la formación tres hileras de soldados, la última mirando hacia el oeste y las otras dos hacia el este. De las tres fosas, la n.° 1 es la única que se encuentra ya totalmente excavada. La fosa n.° 2 contiene mil cuatrocientas figuras, soldados y caballos, subdivididos en cuatro grupos, y en formación cuadrada. Esta fosa permanece aún bajo tierra, ya que tras conocer su contenido los arqueólogos chinos volvieron a cubrirla para evitar su deterioro antes de poder ser restaurada. La fosa n.° 3, orientada hacia el oeste, fue mostrada al público por primera vez en octubre de 1989, y en ella se descubrió una representación del Cuartel General del ejército. Sesenta y ocho guerreros, treinta y cuatro lanzas de bronce y un carro de bronce formaban este grupo de élite. Los soldados no están en posición de combate sino cara a cara, cubiertos con armaduras de hierro y con una mejor complexión física que los encontrados en las fosas n.° 1 y 2. El estudio de todo el conjunto de figuras, desde el punto de vista artístico se encuentra a medio camino entre la escultura y la cerámica. Todas ellas están realizadas en arcilla, presentando restos de policromía, más marcada en las figuras correspondientes a la fosa n.° 3 que en las de la fosa n.° 1, como una diferenciación más en la jerarquía del ejército. A pesar del gran número de figuras hay que señalar que cada una de ellas ha recibido un tratamiento individual en cabezas, manos y corazas, si bien los torsos presentan mayor uniformidad, siendo macizo de cintura para abajo; manos, brazos y cabezas se añadieron posteriormente así como los detalles de éstos (barba, orejas, tocado...). Este tratamiento individualizado del rostro refuerza la idea del emperador de mostrar un ejército multirracial, símbolo de los habitantes del imperio. La indumentaria que portan estas figuras estaba compuesta de una túnica de algodón pegada al cuerpo, sobre la cual se añadían, o no, corazas y cotas, formadas por pequeñas placas de hierro unidas sin dejar resquicio entre unas y otras. Se protegían el cuello de las flechas con bufandas, realizadas con un sorprendente realismo en el tratamiento de los pliegues, al igual que en el tocado que muestra una gran variedad en la forma de sujetarse el cabello, ya que en aquella época los hombres no se lo cortaban, a no ser que sufrieran un castigo o humillación. La mayor parte de los guerreros están de pie, aunque también se han encontrado arqueros arrodillados y soldados en posición de defensa personal. Han aparecido en algunas de las figuras inscripciones en cabezas y cuerpos haciendo referencia bien al nombre del alfarero, bien al inventario, escritas en el estilo de sello pequeño. Junto a las figuras humanas, han sido descubiertos un gran número de caballos de tiro y para la caballería. Estos sí que están hechos en su totalidad con molde, con un cuerpo hueco, patas macizas, y modelados la crin y las orejas. Respecto a las armas, la mayoría de las lanzas y flechas tenían la defensa en hierro y el mango de bambú o madera. El mausoleo concebido para proteger de saqueos la tumba del emperador fue asaltado unos años después de su muerte y de nada valieron los mecanismos de seguridad (ballestas con dispositivo autónomo de disparo) que idearon sus constructores. Un incendio destruyó la cubierta de madera que ayudó a sepultar y destruir parte de los soldados. Sin embargo, la tumba del emperador permanece intacta, y a pesar de conocer su emplazamiento y la posible riqueza artística que encierra, aún no se han iniciado los trabajos de excavación. Sima Qian hace una minuciosa descripción de su contenido y, a falta de otros datos, a ella nos remitimos: "En cuanto el primer emperador se convirtió en el soberano de Qin, dieron comienzo los trabajos para la construcción de su mausoleo cerca del monte Li. Después de la creación del imperio llegaron a este lugar, desde todos los rincones de China no menos de setecientos mil hombres para trabajar... Se excavaron tres canales subterráneos para verter cobre fundido en el exterior del sepulcro, mientras que se llenaba la cámara mortuoria de modelos de palacios, torres, y edificios públicos, además de utensilios de valor y objetos preciosos. Los artesanos colocaron en el exterior ballestas automáticas capaces de matar a posibles saqueadores de tumbas. En el interior se hizo fluir mecánicamente ríos artificiales de mercurio, imitando al río Amarillo, al Yangzi e incluso al mismo océano. En la parte de arriba se pintó el firmamento con todas sus constelaciones, mientras que abajo se representó la tierra. La iluminación era lograda con lámparas alimentadas por aceite de ballena capaces de lucir durante mucho tiempo...". Qinshi Huangdi inició en el año 210 a. C. un viaje a la costa aconsejado por uno de sus asesores en busca del elixir de la inmortalidad, que sería encontrado, según éste, en un inmenso pez de las islas inmortales. Al llegar a la costa de Hebei, el emperador divisó un gran pez y con su ballesta lo mató. Sin embargo, poco después moría el emperador, tras treinta y siete años de reinado, doce de los cuales lo hizo como primer emperador de China. Le acompañaban en su viaje Li Shi y Zhao Gao, que ante el temor de los desórdenes que pudiera causar la muerte del mismo, ocultaron la noticia hasta llegar a la capital, donde fue enterrado a los pies del monte Li. Su dinastía no alcanzó "diez mil generaciones", como Qinshi Huangdi imaginara en el año 206 a. C. Tras diversas sublevaciones campesinas y palaciegas, la dinastía Qin sucumbió ante un ejército encabezado por Liu Bang que inauguró una nueva dinastía con el nombre de Han.
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acepcion
Cómputo de la filiación por vía exclusivamente masculina o exclusivamente femenina.
contexto
A fines del siglo XII la división de los antiguos dominios imperiales leoneses parecía definitiva. Los problemas fronterizos que enfrentaban a castellanos, leoneses y portugueses servían al mismo tiempo para acentuar la cohesión dentro de cada reino y aumentar las diferencias o los recelos ante los otros. Hubo, es cierto, algunos intentos de colaborar militarmente frente a los almohades y se concertaron alianzas rubricadas mediante matrimonios, pero éstos tenían como objetivo reafirmar las alianzas militares o resolver los problemas fronterizos mediante la entrega a los contrayentes o a sus hijos de las tierras en litigio y en ningún caso se buscó la unión política de los reinos; los matrimonios duran tanto como las alianzas que les sirven de base y cuando éstas terminan es fácil conseguir la anulación por Roma basándose en el parentesco entre las familias reales. Uno de estos matrimonios, el celebrado en 1197 entre Alfonso IX de León y Berenguela de Castilla, hija de Alfonso VIII, permitiría treinta años más tarde reunir de nuevo ambos reinos en la persona de Fernando III. Muerto Alfonso VIII en 1214, el reino de Castilla quedó en manos de Enrique I (1214-1217) sometido a la tutela del noble Alvar Núñez de Lara, que actuó como verdadero rey apoyándose en la fuerza económica y militar de su familia y de las Ordenes Militares, especialmente de la de Santiago, a la que hizo importantes donaciones. Tres años después de su subida al trono, moría Enrique I y la corona pasaba a Berenguela, que cedía sus derechos a Fernando III, el hijo habido en su matrimonio con Alfonso IX de León. Alvar Núñez y los concejos de la Extremadura castellana y de la Transierra se opusieron al nuevo monarca y tuvieron la colaboración del rey leonés, que aspiraba a recuperar las tierras leonesas arrebatadas por Alfonso VIII y a evitar que la expansión leonesa quedara cortada por Castilla y Portugal. La entrega de algunas plazas y una fuerte compensación económica alejaron al leonés, y sin su ayuda Alvar Núñez y los concejos fueron fácilmente vencidos. La desaparición de los conflictos internos y la presión pontificia, más fuerte que nunca tras la celebración del concilio de Letrán (1215), permitieron centrar las fuerzas en la lucha contra los almohades, debilitados tras la derrota de Las Navas y amenazados en África por los benimerines y en al-Andalus por nuevos reyes de taifas. El peligro de que los avances portugueses cortaran una vez más la salida hacia el Sur de León sirvió de acicate a Alfonso IX para intentar, sin éxito, la conquista de Cáceres, que sería ocupada en 1227 durante la guerra civil que siguió a la muerte del sultán Yusuf II, guerra en la que Fernando III ofreció sus servicios a los jefes militares de Murcia, Córdoba, Granada y Sevilla contra el sultán marroquí, al que opusieron la figura del rey Ibn Hud de Murcia. El dinero, las parias pagadas por los musulmanes, permitirá a Fernando III unir León a Castilla en 1230 al morir Alfonso IX, en cuyo testamento se dejaba León a Sancha y Dulce, hijas de un matrimonio anterior con Teresa de Portugal; Fernando y su madre Berenguela compraron la renuncia de las infantas al trono leonés y de esta manera se unieron en 1230 los reinos separados por Alfonso VII setenta años antes. La unificación de las fuerzas castellano-leonesas y el acuerdo logrado poco después con el rey de Portugal permitieron coordinar la acción contra los musulmanes, cuyos dominios fueron atacados simultáneamente por los aragoneses de Jaime I, con los resultados ya conocidos. Sólo sobrevivirá el reino de Granada tras aceptar el vasallaje respecto al unificado reino de Castilla-León. El parentesco y los acuerdos entre los reyes justifican la unión, pero ésta no se habría mantenido sin la existencia de intereses comunes. Diferente de León por su situación fronteriza y por el distinto origen de sus pobladores, Castilla irá perdiendo sus rasgos diferenciales con el paso del tiempo, y a medida que avanza la ocupación de territorios por el esfuerzo, conjunto o separado de castellanos y leoneses, disminuyen las diferencias entre unos y otros; en las zonas nuevamente ocupadas, la repoblación es llevada a cabo del mismo modo: el sistema empleado en Ávila o Segovia no difiere del utilizado en Zamora o Salamanca; los habitantes de las nuevas fronteras son libres en su mayoría, como exige la situación de guerra permanente, y son dueños de la tierra que cultivan; al igual que en los concejos castellanos del siglo X, quien posee un caballo pasa a formar parte de la nobleza conocida con el nombre de caballería popular o villana que, con el tiempo, se reservará en exclusiva el gobierno de los concejos, tanto en Castilla como en León, por lo que no puede hablarse de igualdad social en los concejos castellanos y de diferencias en los leoneses. Las desigualdades y diferencias económicas y sociales en el siglo XIII poco tienen que ver con la división en reinos; en lugar de establecerse estas diferencias entre el Este y el Oeste, entre Castilla y León, se establecen de Norte a Sur en razón de la proximidad o alejamiento de la frontera: los hombres libres dueños de la tierra que cultivan predominan en las tierras nuevas recientemente conquistadas; la dependencia y el cultivo de tierras ajenas serán la norma en las zonas del Norte, tanto en Castilla como en León. Pese a todo, la identificación entre castellanos y leoneses no es total, y reflejo de las diferencias será la celebración de Cortes separadas y el estudio en ellas de problemas distintos para cada uno de los reinos; será preciso esperar a la primera mitad del siglo XIV para que los concejos pidan al rey que celebre conjuntamente Cortes para castellanos y leoneses, para que las diferencias económicas, sociales, jurídicas y culturales hayan desaparecido.
obra
Las meditaciones de Le Corbusier sobre el problema de la vivienda y de la ciudad parecen encontrar, después de la Segunda Guerra Mundial, la posibilidad de proponerse como ejemplos efectivos y reales, no sin despertar polémicas y dudas sobre su pertinencia. En la idea de la unité d'habitation confluyen la memoria de la vida monacal, la presencia de la claridad funcional de los paquebotes y el pensamiento utópico de Le Corbusier a propósito de las relaciones sociales entre el individuo y la comunidad, resueltas arquitectónicamente. Diferentes tipologías de vivienda, una calle comercial y social en el interior, una terraza con un paisaje de objetos que acompañan actividades de recreo, todo ello sobre enormes pilotes de hormigón... Es decir, sus obsesiones puestas en funcionamiento en una machine á habiter colectiva.
obra
Las obras de la primera fase de Wright tienden a encerrarse en sí mismas, logrando proyectos completos que contiene un claro valor simbólico, como podemos observar en la Unity Church, templo realizado para la Iglesia Universalista en Oak Park, en las cercanías de Chicago. Se trata de un complejo de iglesia y dependencias auxiliares construido en hormigón, que tanto técnica como formalmente posee las condiciones de una obra de vanguardia, ofreciendo un lenguaje cerrado al exterior y diáfano en el interior. El arquitecto quiere significar simbólicamente la unión del individuo y la comunidad, de lo singular y lo múltiple, y lo expresa mediante las formas. Hay especialmente en su interior un espacio definido por elementos sustentantes y sostenidos. La luz se recibe a través de una armadura estructural de vigas que soportan las cristaleras. El espacio, en definitiva, se limita por estructuras filiformes de madera y la iluminación artificial es en forma de globos colgados de elementos verticales que resaltan su valor de integración en la arquitectura misma.
monumento
Estrechamente vinculada, tanto en el tiempo como en el espacio, con la Colegiata se halla la Universidad de Osuna. El edificio es un austero cuadrilátero de volumen severo, flanqueado por cuatro finas torres -cilíndricas las de la fachada y prismáticas los traseras- coronadas con chapiteles cubiertos de azulejos. Ambos edificios se ubican en el Cerro del Higueral, colina que preside el pueblo, formando parte del programa constructivo diseñado por el IV conde de Ureña, don Juan Téllez Girón, para ennoblecer la villa de Osuna. Los elementos estructurales más importantes del edificio son sillares traídos de las canteras cercanas mientras que el resto de la fábrica es de tapial que, curiosamente, ha recibido un tratamiento monocolor para imitar a esos sillares. El inmueble presenta dos pisos sin apenas decoración, con una portada de acceso caracterizada por su sencillez. Consta de un arco de medio punto, remarcado por dos pilastras de orden toscano que se alzan sobre pedestales. El conjunto se corona con una hornacina que cobija la imagen de la Inmaculada Concepción, realizada en piedra. El amplio vestíbulo interior da acceso a la Sala de Grados y el Oratorio, espacios donde la decoración alcanza su punto culminante, espacialmente en los óleos atribuidos a Hernando de Esturnino. Las diversas dependencias se organizan alrededor de un equilibrado claustro, también de dos plantas y con arcos de medio punto. La Universidad fue fundada en 1548 gracias a don Juan Téllez Girón. Tuvieron sede en ella quince cátedras mayores y ocho menores, agrupadas en las facultades de Teología, Leyes, Cánones y Medicina. Dejó de funcionar como Universidad en 1824, siendo destinado el edificio a Instituto de Enseñanza Secundaria hasta que en 1993 el Ayuntamiento de Osuna lo destinó a Escuela Universitaria, función que tiene en la actualidad.