En 1868 Domingo Marqués consigue una pensión de la Diputación Provincial de Valencia para completar sus estudios en Roma. Aunque no permaneció mucho tiempo, en la Ciudad Eterna pintó el obligado cuadro de historia, en el que alude a la destrucción de Sagunto, ciudad aliada de Roma, en el año 219 a.C., tras ocho meses de asedio por parte de las tropas cartaginesas dirigidas por Aníbal, constituidas por 15.000 soldados. Los habitantes de la ciudad prefirieron darse muerte o lanzarse al fuego que devoraba la ciudad ante que someterse al invasor. Aníbal irrumpe en el escenario con su carro tirado por dos caballos encabritados que aplastan a su paso los cuerpos de los saguntinos, que intentan detener el avance de las tropas invasoras. El general cartaginés vuelve la cabeza y extiende su brazo para arengar a sus tropas, mientras una mujer intenta frenar la cabalgadura para evitar que su hijo sea aplastado. Por el campo de batalla yacen esparcidos los cadáveres semidesnudos de otros saguntinos; entretanto los supervivientes recogen a muertos y heridos. Al fondo observamos la densa humareda provocada por el incendio y el fragor de la batalla, apenas dejando entrever los restos de las casas que aún quedan en pie. La composición se estructura en una rigurosa diagonal, apreciándose el empleo del escorzo y del desnudo como las deudas del pintor con el academicismo de su formación juvenil, a pesar de emplear una pincelada vibrante y suelta, con un color encendido, lo que convierte a la composición en una nerviosa escena, acentuada por la confusión de la lucha y la agitación del conjunto. Las influencias de Goya, Gericault o Delacroix están presentes en este trabajo, especialmente en el tratamiento de los desnudos y en el movimiento de los cuerpos.
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obra
En la izquierda se inicia el proceso narrativo de esta tabla: un niño es atropellado por un carro provocándole la muerte instantánea; ante los gritos de la madre acude san Cenobio, que resucita al pequeño, siendo éste el último milagro del santo, que fallece en la zona de la derecha, bendiciendo a sus fieles seguidores. Las escenas se distribuyen con acierto en la composición, conjugando las figuras con las edificaciones, interesándose por la perspectiva y el dramatismo, en un conjunto de elevada religiosidad en sintonía con los frescos que había realizado años atrás para la Capilla Sixtina en Roma.
contexto
La nueva mayoría de edad para las mujeres españolas fue establecida por la Ley de 22 de julio de 1972. Hasta ese momento, la mayoría de edad para mujeres y varones estaba establecida a los veintiún años; si bien "las hijas de familia mayores de edad, pero menores de veinticinco años, no podrán dejar la casa del padre o de la madre, en cuya compañía vivan, más que con licencia de los mismos, salvo cuando sea para contraer matrimonio o para ingresar en un Instituto aprobado por la Iglesia, o también el padre o la madre hayan contraído ulteriores nupcias, o concurra alguna otra causa que justifique la separación", según establecía el artículo 312 del CC. La participación de Belén Landáburu, Procuradora en Cortes por Burgos por el tercio familiar y miembro de la AEMJ, fue definitiva en su planteamiento de una serie de aspectos jurídicos, a los que contestó el Ministerio de Justicia, con el consiguiente ruego de envío a la CGC, donde tras su estudio legal fue aprobado el anteproyecto y tramitado a las Cortes. Por su parte, las procuradoras Pilar Primo de Rivera y Mónica Plaza plantearon el tema más desde la realidad social que desde una perspectiva estrictamente jurídica. El 20 de julio de 1972 Belén Landáburu expuso en nombre de la Comisión de Justicia los fundamentos del Dictamen sobre la proposición de ley de modificación de los artículos 320 y 321 del CC y la derogación del número 3 del artículo 1.880y de los artículos 1.901 a 1.909, inclusive de la LEC. El Dictamen fue aprobado por unanimidad de la Cámara. A partir de 1972 la Sección Femenina llevó al iniciativa en los trabajos previos a la reforma del CC en lo que respectaba al Derecho de Familia, reforma que no debía "abarcar no sólo una faceta del Derecho de familia, sino la totalidad del mismo, basada en un sentido de justicia y equidad que se aplique en los derechos de ambos cónyuges", según se recogió en un acta. Los trabajos encaminados a la reforma del CC, dieron lugar a la constitución de una Sección Especial de la que formaron parte cuatro vocales femeninos. El 17 de enero de 1973 se celebró, con la asistencia del ministro de Justicia, Antonio M?. de Oriol y Urquijo, la primera sesión de la Sección Especial, creada para "estudiar las incidencias que los cambios sociales puedan haber producido en el Derecho de familia y la formulación en su caso de la correspondiente propuesta". Estas cuatro mujeres juristas fueron la conocida María Telo; Carmen Salinas Alfonso, Asesora jurídica de la Sección Femenina; Concepción Serra Ordóñez, de importante trayectoria profesional, especializada en derecho de familia y causas de separación matrimonial; y Belén Landáburu, perteneciente a la Sección Femenina y protagonista de la reforma del CC del año 1972. Gráfico La aprobación de la reforma en abril de 1975 coincidió con la celebración del Año Internacional de la Mujer, proclamado por la ONU. La valoración de esta ley ha estado marcada por dos circunstancias: su utilización por parte del Régimen, especialmente de la Sección femenina, como un logro jurídico; y la propaganda realizada, así como las prisas en los procesos, para hacerla coincidir con el Año Internacional de la Mujer. En cualquier caso, la posterior invisibilidad histórica de todas estas mujeres, es una situación de clara injusticia por parte de la democracia y del socialismo. Se trata de borrar todo tiempo franquista, sin distinguir lo que fueron errores de lo que fueron grandes logros. La desmemoria histórica hace que la escriba el pasado según los deseos del presente.
contexto
En Córdoba, la desaparición del califato redundó en beneficio de un potente linaje de origen oriental. Después de la expulsión de los hammudíes de la ciudad en el 1023, los cordobeses intentaron restablecer el califato omeya en la persona de un Abd al-Rahman al Mustazhir bi-Llah, al que Ibn Hazm prestó también sus servicios como visir, pero que, desbordado por una situación incontrolable, no aguantó más de un mes y medio. Su sucesor, Muhammad al-Mustakfi duró un poco más de tiempo a pesar de su gobierno detestable. Ibn Hazm fue entonces encarcelado, y otros notables cordobeses, en principio favorables a los omeyas, se fueron a refugiar cerca del hammudí Yahya b. Ali de Málaga, que pretendía hacerse con el califato bajo el nombre de al-Mutali bi-Llah. Al-Mustakfi, amenazado por la agitación de la población, huyó finalmente de la capital en mayo del 1025 y los habitantes se resignaron a aceptar la autoridad del califa hammudí, quien fue a pasar algunos meses en Córdoba (noviembre 1025-marzo 1026). Después de su vuelta a Málaga, el visir a quien había dejado para gobernar la ciudad no aguantó más de unos meses. Los emires eslavos de Denia y de Almería llegaron a la ciudad para controlarla al cabo de algunos meses, pero no lograron un acuerdo que restableciera un gobierno omeya estable. La aristocracia de Córdoba, dominada por los clientes omeyas con un miembro de la vieja familia de los Banu Abi Abda, Abu l-Hazm Yahwar b. Yahwar a su cabeza, intentó por última vez restaurar el califato omeya proponiendo el poder a un hermano de al-Murtada, el pretendiente desdichado del año 1018, que se había refugiado en Alpuente bajo la protección de los Banu Qasim, emires de esta ciudad, una de las grandes familias de origen beréber de la Marca que, como los Banu Razin de Sahla, gobernaban desde entonces localmente de forma independiente sus feudos que les habían sido reconocidos en época del califato. Proclamado en junio de 1027, no residió en Córdoba hasta diciembre de 1029, lo que prueba el poco entusiasmo que suscitaba ya el título califal. Este Hisham III al-Muladd, como dijo Levi-Provençal, era igual de mediocre que sus predecesores inmediatos y suscitó el descontento galopante entre los notables de Córdoba, a quienes alejó del poder en beneficio de los advenedizos. Los más influyentes, como los Banu Shuhayd y sobre todo los Banu Yahwar, rama de la muy antigua familia de los Banu Abi Abda, formaban parte de la clientela omeya y habían sido investidos con el título de visir por los califas que se habían sucedido en Córdoba durante la crisis. En noviembre de 1031, estos notables y visires, deseosos de deshacerse de al-Muladd, impulsaron a otro omeya a organizar un golpe de Estado para asesinar al visir favorito del califa y provocar un levantamiento popular contra este último. A pesar de las promesas que no le habían hecho, los instigadores de la intriga descartaron al nuevo pretendiente al poder impidiendo a la población que le prestaran la baya o reconocimiento oficial y le obligaron a abandonar la capital, encargándose ellos mismos de su dirección, bajo la autoridad del más prestigioso de entre ellos, el visir Abu al-Hazm b. Yahwar. Esta hábil maniobra ponía fin a la dinastía omeya y al califato de Córdoba creado por Abd al-Rahman III.
obra
Desde Roma envió Pinazo a la Diputación Provincial de Valencia un cuadro de pequeño tamaño sobre los últimos momentos de don Jaime I. El éxito obtenido le llevó a hacer una réplica a gran tamaño y enviarla a la Exposición Nacional de 1881. El cuadro nos muestra el momento de la abdicación del rey de Aragón en favor de sus hijos, don Pedro y don Jaime. El episodio tuvo lugar el 21 de julio de 1276 en Valencia, ciudad a la que el rey se había trasladado tras caer gravemente enfermo en Játiva, camino de su retiro en el monasterio de Poblet, donde fue enterrado. Viendo su muerte próxima y en presencia de los miembros de la nobleza, el clero y el ejército, don Jaime, postrado en su lecho, tomó la espada -símbolo de poder real- e hizo solemne entrega de ella a su hijo don Pedro, momento elegido por Pinazo. El pintor ha representado la estancia en la que descansa el soberano, incorporado en su lecho, con larga barba y cabello blanco, sin apenas fuerzas para sostener la espada que entrega a su primogénito. Don Pedro se arrodilla junto al padre, vistiendo cota de malla y túnica. La zona de la derecha está ocupada por los nobles que hacen de testigos mientras que en la izquierda se ubican tres miembros de la Iglesia encabezados por el arzobispo de Valencia. Las figuras y los accesorios están trazados de manera espectacular, aplicando el color con grandes y deshechos toques de pincel, manejando la luz extraordinariamente y sugiriendo de forma magistral la cargada atmósfera del aposento en el que se desarrolla la escena. La obra fue premiada con una segunda medalla y adquirida por el Museo del Prado.
estilo
<p>Movimiento que surge en Madrid a finales de los años 10. Tendrá eco en el resto de la Península (Sevilla sería un destacado centro ultraísta) y en el continente americano. Hasta ese momento el ambiente artístico y cultural madrileño se hallaba muy ralentizado. Había pocas experiencias renovadoras y, si cabe, menos que fueran propiamente de vanguardia. Pero en 1918 algunos de los que serán protagonistas del Ultraísmo llegan a Madrid. Desde París, el pintor onubense Daniel Vázquez Díaz ofrecía una figuración post-cubista, realizada a base de grandes planos. De Barcelona llegó Rafael Barradas, pintor uruguayo que había conocido el futurismo y el cubismo en su estancia en Milán y París, hacia el año 1913. Otro de los recién llegados es el poeta chileno Vicente Huidobro. En París había trabajado en la revista francesa Nord-Sud junto a su director, Pierre Reverdy, y había conocido a los artistas más destacados: Pablo Picasso, Lipchitz, Juan Gris, etc. Sobre la importancia de Huidobro en la génesis del ultraísmo uno de sus definidores, Guillermo de Torre, decía: "en casa de Huidobro oí algunos de los primeros nombres verdaderos que iban a definir la época amaneciente; en su casa vi los primeros libros y revistas que luego darían tan pródigas y discutidas cosechas". En 1918 y en Madrid Huidobro llegó a publicar cuatro libros: "Ecuatorial", "Poemas Árticos", "Hallalí" y "Tour Eiffel" (éste último sería ilustrado por el vanguardista Robert Delaunay). Aún en 1918 en Sevilla se empieza a publicar la revista "Grecia", dirigida por Isaac del Vando Villar. Grecia será una de las primeras publicaciones que dé acogida a la poesía ultraísta. En 1919 Rafael Cansinos Assens se pone al frente de la revista "Cervantes". Allí aparecen los principales nombres del movimiento, Garfias, Bóveda, Eugenio Montes, Rogelio Buendía, Guillermo de Torre, etc. Si hubo un arte ultraísta aún se discute, pero de ser así estaría definido por un cubofuturismo y ciertos ecos del Dadá.</p>
acepcion
Manojo o haz de hojas del papiro. En la arquitectura egipcia, las columnas campaniformes se remataban con capiteles que tenían esta forma.