Sólo siete años después de su muerte en la isla de Santa Elena, en 1821, fue trasladado el cuerpo de Napoleón Bonaparte a Francia, con el permiso de Inglaterra. En 1840 una nave francesa condujo los restos a Le Havre, para remontar luego todo el curso del Sena hasta llegar a París. El féretro desfiló por toda la ciudad, pasando bajo el Arco del Triunfo hasta finalizar en la iglesia de los Inválidos. Los restos fueron encerrados, como los de un faraón egipcio, en seis ataúdes: de hierro, caoba, plomo, madera de ébano y, por último, encina. Se los depositó posteriormente en el gran sarcófago pórfido rojo, en una cripta especialmente diseñada por el arquitecto Visconti. Velando al emperador hay doce enormes Victorias, obras de Pradier, simbolizando a todo el pueblo francés reunido con su héroe. A su lado se sitúa su hijo, el rey de Roma.
Busqueda de contenidos
obra
La muerte en la cultura egipcia es motivo de celebración, ya que supone la eternidad basada en la fuerte creencia de la vida de ultratumba. Por ello, se conmemoraba con un gran banquete acompañado de música y danzas como observamos en esta pintura procedente de la tumba de Nebamun. En otras tumbas se observan escenas similares como la Bailarina y músicas, el Bailarín nubio o las Bailarinas.
obra
Escena procedente de la la tumba de Nebamum en la que destaca por la enorme calidad estética que hace pensar que el pintor se inspiró en la propia naturaleza, observando cada detalle, para luego representarla con esta magistral composición. Las Bailarinas y el Banquete funerario también forman parte de la decoración de esta tumba.
obra
Procedente de la tumba de Nefertari, la esposa de Ramsés II, en el Valle de las Reinas, no se trata de una escena lúdica, sino ritual: significa que la reina está recobrando la vida, de la que el ajedrez es también símbolo. Con su vestido entreabierto y desceñido, la reina muestra en su desnudo que la sangre ha vuelto a correr por sus venas y que su pulso late de nuevo en el recogimiento de su tumba, idea ésta expresada por el tabernáculo que la cobija.
obra
Relieves de estuco pintados en los muros este y sur de una de las cámaras de la tumba de la esposa de Ramsés II, que resaltan bajo la negrura del cielo estrellado. En el muro oriental escena y fórmula escrita de la petición de Nefertari a Thot, de cabeza de ibis, dios de la escritura y del saber, para que le proporcione tinta y recado de escribir que necesitará en el otro mundo. En la otra pared la reina hace una voluminosa ofrenda de paños y pieles a Osiris, que éste agradece. Delante tiene una percha con estatuillas de los cuatro hijos de Horus y detrás un hermoso abanico ceremonial. La tez verdosa de ambas divinidades les da aspecto de extraterrestres, tal como hoy se representan en las películas de ciencia-ficción.