Busqueda de contenidos

fuente
Este vehículo fue denominado "la medalla negra". Surge ante la necesidad que experimentan los japoneses de contar con un coche tras los acontecimientos de Manchuria. De este modelo se llegaron a producir cerca de 5.000 aparatos. El ejército japonés lo utilizó antes de que estallarala II Guerra Mundial y continuó usándolo cuando finalizó. Se diseñaron varias versiones -con capota, descapotable, etc..-. Una de las ventajas que presentaba era el motor, apto para actuar en zonas frías como Manchuria. También fue acondicionado con ruedas especiales para atravesar terrenos difíciles.
termino
acepcion
Estudio y clasificación de los elementos en orden cronológico. Empleado en distintas ciencias es uno de los métodos más frecuentes en arqueología.
contexto
Algunos retratos de Pisanello, como el de Ginevra d'Este (París, Museo del Louvre) y Lionello d'Este (Bergamo, Academia Carrara), en los que el personaje aparece de perfil, constituyen, en cambio, un ejemplo de continuidad con soluciones preexistentes debida a la peculiar personalidad artística de este pintor. Baste compararlo con otros retratos en los que el personaje aparece de perfil, como los del Díptico de Federico Montefeltro y Battista Sforza (Florencia, Uffizi), de Piero della Francesca, para comprobar las diferencias que los separan. Mientras los retratos de Pisanello son una renovación del lenguaje preexistente, los de Piero de la Francesca constituyen una clara afirmación de los principios de la nueva pintura. En estos últimos, el fondo de paisaje sobre el que se recortan ambos personajes aparece tratado mediante una perspectiva aérea que hace que el individuo se muestre en estrecha relación con el paisaje. La tipología del retrato de perfil tiene una estrecha correspondencia con otra manifestación artística íntimamente unida a la idea de conmemoración y fijación en la Historia: la medalla. Aunque había sido una práctica cultivada durante la Edad Media, en el Quattrocento adquiere una gran relevancia en relación con el retrato gracias a la iniciativa llevada a cabo por Pisanello que realizó veinticuatro medallas entre 1438 y 1450. En el caso de la medalla no puede hablarse de la recuperación de un género antiguo, pues era continuación de una práctica ininterrumpida a la que ahora se le otorgaban nuevos valores de representación. Para la historia del retrato en el Quattrocento la medalla posee una importancia fundamental, al ser piezas de carácter autónomo, transportable e independiente y que comportaban un panegírico o alegoría relativa a la virtù del retratado. Incluso la medalla se convierte en un género en el que se han conservado retratos de humanistas, como el de L. B. Alberti (París, Louvre). Por otra parte, la medalla asume otro papel importante en el contexto artístico y social del Quattrocento al convertirse en un objeto que formaba parte de las colecciones de los principales mecenas de la época. Aunque la tipología de retrato de perfil se mantiene en Italia a lo largo de todo el siglo XV, paralelamente surgieron nuevas tipologías que culminaron en la creación por Leonardo del retrato clasicista. Hacia 1450 se producen innovaciones importantes con respecto al convencional retrato de perfil. El Retrato masculino (Washington, National Gallery), de Andrea del Castagno, pintado hacia 1450, muestra al personaje en posición de tres cuartos mirando al espectador y destacándose sobre un fondo de celaje. Solución que tendrá otra variante en el retrato frontal, como por ejemplo el Retrato de joven (Londres, National Gallery), pintado en 1483 por Botticelli. Una renovación paralela a la que acabamos de comentar lo constituye, en el campo de la escultura, la aparición del busto surgido como recuperación de una tipología clásica. Una novedad importante es que el busto carece de pedestal y su base está formada por un plano derivado de cortar la escultura al ras, solución que se ha querido poner en relación con los bustos relicarios medievales, y que tendrá un amplio desarrollo a lo largo del Quattrocento.
contexto
Pese a ser la célula básica de la sociedad, unidad de producción económica y de reproducción biológica y social y pieza clave en la transmisión de bienes materiales, el estudio de la familia moderna, tras un primer planteamiento en el siglo XIX -del que interesan, sobre todo, las aportaciones de F. Le Play- no ha sido emprendido sistemáticamente sino en fecha reciente, al compás del desarrollo de la demografía histórica. En Francia, Ph. Ariès, en el campo de la historia de las mentalidades, investigaba el papel del niño en la vida familiar y algo más tarde, en Inglaterra, P. Laslett y el denominado Grupo de Cambridge, condicionados por la mediocre calidad de sus registros parroquiales, se centraban en el estudio de las estructuras familiares, elaborando una metodología susceptible de ser aplicada a realidades dispares. Serán estas cuestiones relativas a las estructuras familiares y su incardinación social las que nos ocupen ahora, abordándose en un capítulo posterior el estudio de otros aspectos también relacionados con la familia y la vida familiar. Las primeras conclusiones del Grupo de Cambridge (1972) rechazaron el modelo evolutivo de las estructuras familiares propuesto por F. Le Play para los siglos modernos -del predominio de familias complejas y muy numerosas al de la familia nuclear-. Investigaciones posteriores han señalado la ya insinuada por Ariès coexistencia en Europa, desde muy antiguo, de diversos modelos familiares -sobre cuyos orígenes, sin embargo, apenas se sabe nada-, fruto de la variedad de tradiciones y formulaciones del derecho hereditario y de las no menos diversas formas de explotación económica, los más importantes de los cuales serían, desde la perspectiva cultural adoptada por A. Burguière, estos tres: a) Familia comunitaria, en la que conviven diversos núcleos matrimoniales, de padres e hijos u otras combinaciones de parentesco, como las hermandades (varios hermanos casados). Relacionada con prácticas hereditarias desigualitarias y con la necesidad de acumular gran cantidad de mano de obra no remunerada, se daba frecuentemente en los grandes dominios señoriales de la Europa del Este (Rusia, Polonia), así como en determinadas zonas de aparcería (Poitou, Auvernia o las mezzadria de Italia central, por ejemplo) o de dominio indiviso (zadruga serbia, por ejemplo). b) Familia troncal, en la que los padres conviven con el matrimonio de uno de sus hijos -el heredero de todos los bienes-; los demás permanecerán solteros en la misma casa, se integrarán, casados, en otra o bien emigrarán. Era característica, entre otros ámbitos, de zonas montañosas y ganaderas, de hábitat disperso, en que junto con la hacienda se heredaban también, por ejemplo, participaciones en bienes comunales y podía encontrarse en muy diversas zonas: norte de Portugal, Francia meridional, zona alpina, Países Bálticos... c) Familia nuclear, conyugal o simple, compuesta exclusivamente por la pareja y sus hijos solteros, quienes al contraer matrimonio abandonaban el hogar paterno constituyendo el suyo propio (neolocalismo). Presente en toda Europa, predominaba en el cuadrante Noroeste, podía ser numerosa en la Europa meridional y central (en Francia abundaba mucho más en el Norte que en el Sur) y estaba menos presente en el Este. Tratándose de la estructura más flexible, se adaptaba por igual a prácticas hereditarias igualitarias y a las que privilegiaban a un heredero y no solía ser raro que algunos de los hijos abandonaran el hogar antes del matrimonio para conseguir o mejorar sus recursos de cara a su establecimiento independiente, que estaría condicionado (y con él la edad del matrimonio) por las condiciones económicas generales. Aunque no se ha podido establecer con claridad la evolución a largo plazo entre los distintos modelos familiares, lo cierto es que los cambios socioeconómicos del siglo XVIII, y su prosecución en el XIX, terminaron jugando a favor de la familia conyugal. La difusión de la industria en el mundo rural, proporcionando empleos y salarios no agrícolas, tendía a resquebrajar las bases de las familias complejas. El crecimiento demográfico, aumentando el número de hermanos solteros dependientes del heredero, y la inevitable necesidad de terminar fragmentando los patrimonios, las empujará hasta el límite de su lógica. Frente a ellas, la mayor flexibilidad de la familia nuclear, su facilidad de constitución al margen de estructuras heredadas, su mayor viabilidad en el medio urbano, su asimilación del espíritu de empresa -cada matrimonio debía iniciar su propia hacienda- hicieron que se adaptara mejor a los nuevos tiempos. La promulgación de códigos civiles en el siglo XIX -el ejemplo del código napoleónico francés de 1804 es clásico- que tendían a unificar el derecho hereditario de cada país, aunque sus disposiciones, en la práctica, tardaran en cumplirse, incidiría también en la tendencia a la uniformización de los modelos familiares.